Ciencia ficción Ciudad Bronce

Tema en 'Relatos' iniciado por Dark RS, 7 Diciembre 2018.

  1.  
    Dark RS

    Dark RS Caballero De Sheccid Comentarista empedernido

    Capricornio
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    20 Marzo 2012
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    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Ciudad Bronce
    Clasificación:
    Para niños. 9 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3031

    Ciudad Bronce



    Ciudad Bronce, es la que con más distritos industriales cuenta, de todo el país. Su cielo siempre es negro, y hasta las calles son hechas de láminas de metal entre amarillento y naranja, dándole una triste tonalidad. Además de las fábricas, hay altos edificios, donde los apartamentos se encuentran en los pisos superiores, y las tiendas y otros establecimientos en los inferiores. Todo es monótono y poco colorido, sin importar a qué lado se mire, todo luce igual. Cientos de chimeneas expulsan humo negro, contaminando aún más. Es una vista para nada agradable.

    Los transportes, que recorren las calles, así como el cielo, son impulsados por vapor, todos del mismo material color cobrizo. Todo siempre lleva un horario establecido, los silbatos, timbres y alarmas suenan a las mismas horas; a las siete de la mañana anuncian el inicio de labores, y a las cinco de la tarde, la salida. Incluso las escuelas son lugares que se dedican a impartir clases sin poner la más mínima emoción en la enseñanza o inspirar a los jóvenes.

    Las calles, y el cielo, son constantemente patrullados por los Agentes del Orden de Ciudad Hierro, o los Cobrizos, como se les llama por sus uniformes amarillentos. Existe un permanente toque de queda, nadie puede estar fuera de los edificios pasadas las ocho de la noche, hasta antes de las cinco de la mañana.

    La vida en Ciudad Bronce es deprimente y monótona. Las tazas de suicidios y huérfanos son las mayores de todo el país, aunque al alcalde no parece importarle eso en absoluto. Cuando hay falta de mano de obra en las fábricas, el alcalde ordena que se alarguen las jornadas, sin pagar las horas extras. Al ser el dueño de cada fábrica en la ciudad, se enriquece a costa del arduo trabajo de los obreros, y cuando no obtiene las ganancias esperadas, culpa a los trabajadores y les rebaja sus sueldos como reprimenda.

    Pero, no todo en este lugar es monótono y triste. Existe un pequeño grupo de personas que construyen vehículos para correr en la ciudad durante las noches. A estos corredores se les conoce con el nombre de Ángeles de la Noche. Cuando se escucha el ruido de una carrera, las personas se asoman por sus ventanas; es una de las pocas diversiones que la población tiene.

    Es el tercer día, de la segunda semana, del quinto mes, del año 2082. Un par de cobrizos, almuerzan en el restaurante del edificio número siete del bloque 112-S. Una única mesera atiende el local, quien también es la cocinera, esto sucede por no ser necesario tener más personal durante el día, ya que las obreros están en las fábricas, y los niños en las escuelas. Normalmente, durante el día, solo llegan los agentes del orden, o amas de casa que les da flojera cocinar. Y esto es algo que se repite en cada restaurante y cafetería de la ciudad.

    —¿Cómo siguió su brazo, agente Roberto? —cuestiona la joven mesera, observando detenidamente a los hombres con sus hermosos ojos color avellana.

    —Mucho mejor —menciona Roberto, moviendo su brazo en círculos —. Esos Ángeles de la Noche pagarán por haber hecho chocar mi patrulla —sentencia el hombre, golpeando su palma con su puño.

    —Aunque tenemos el turno diurno, así que no los perseguiremos esta noche —comenta el otro agente del orden, sonando aliviado por eso. Es mucho mayor que el primero.

    —No sé por qué los persiguen —dice la mesera, ladeando la cabeza hacia la derecha —. No le hacen daño a nadie, solo quieren correr.

    —¿No le hacen daño a nadie? ¿Y mi brazo? —le hace ver molesto el hombre.

    —Eso pasó debido a que diste mal un giro —recuerda el otro cobrizo.

    —Mientras los perseguía —recalca Roberto.

    Esa misma noche, en una fábrica abandonada. La joven cocinera trabaja soldando una pieza metálica en un motor de vapor. Trae puestos unos lentes gruesos negros, y un delantal de hule, su cabello negro va recogido en una cola de caballo. Una segunda mujer entra, la mesera no la oye acercarse. Ésta es un poco mayor que la primera, de cabello verde, ojos negros, y piel oscura, trae puesto un traje de cuero de una pieza, con el cierre, en frente, abierto hasta su ombligo.

    —¿Segura que el Armadillo —refiriéndose a un vehículo que está oculto bajo una sábana verde, muy llena de aceite — necesita esos ajustes? —cuestiona la de ojos negros, sentándose sobre un escritorio, que está al lado de la mesa de acero sobre la que está puesto el motor.

    —Ya verás que con esto corre mucho más rápido —presume la de cabello negro —. Aún no puedo creer que el Armadillo quedó tercero anoche. Estaba segura que ganaría —deja de soldar.

    —Corrió de maravilla —le hace ver la traje de cuero —. Pero corrí contra el Fantasma Blanco y contra Velociraptor.

    —No importa que hayas competido contra dos de los Cinco Magníficos, no es una excusa válida para perder —deja de lado el soplete, se muerde la uña de su dedo pulgar derecho y frunce el ceño —. Si el Armadillo pierde, es por mi culpa.

    —Veo que conseguiste las piezas que querías —menciona, al ver un montón de, lo que considera, chatarra cerca del vehículo.

    —No todo —se muerde con más fuerza la uña —. Los Recolectores no quisieron bajar los precios y tuve que conformarme con piezas de segunda.

    —¿No quieres correr conmigo esta noche? Se nota que te falta relajarte un poco.

    —No —niega sonriendo —. Tú corres, y yo arreglo al Armadillo, así funcionamos. Yo me quedo en las sombras —señala hacia el frente con su índice —. Soy la noche, soy la ingeniera.

    —Un poco dramática, ¿no crees?

    —¿Dramática, yo? ¡¿Nunca, jamás?! —sonríe —. Oye —se sonroja al notar como la mujer trae el traje abierto — se te ve todo.

    —¿Y? Ambas somos mujeres, no es como que tenga algo que no hayas visto antes —ya ella sabe que la joven está interesada románticamente en su persona, y lo hace de forma intencional para provocarla.

    —Nada —aparta la mirada —. Terminaré de soldar esto y lo instalaré en el Armadillo, estará listo en una media hora más o menos.

    —Qué rápida.

    —Como dije antes —señala con su índice hacia el horizonte —. Soy la noche, soy la ingeniera.

    —Sí, sí lo eres, Raquel —se ríe la mayor.

    —Claro que lo soy, Marcia —presume orgullosa.

    La de cabello verde observa a su socia trabajar. Sabe bien con qué sueña la joven, su amiga piensa que es algo que se guarda como un secreto, Marcia lo sabe, se le hace evidente. Es más que obvio que Raquel busca hacer que el Armadillo llegue a ser parte de los Cinco Magníficos. Aunque le parece que apunta muy alto, desafiando siempre a los mejores, aún cuando el Armadillo es el número veinticinco de los treinta y dos vehículos que corren cada noche.

    —Mientras pueda correr, me da lo mismo quién sea mi rival —se dice la de cabello verde.

    —¿Dijiste algo?

    —No, hablaba sola.

    Una vez termina de instalar el motor, devela el vehículo, como si fuera la primera vez que lo hace. Es una gran esfera de metal, de cuatro metros de diámetro, la cual, tiene una banda de hule, hecha de llantas viejas, dándole una vuelta a su circunferencia, la cual tiene diseños cuadrados. Las puertas giran hacia arriba para abrirse. Está pintada de color amarillo oscuro con líneas negras, que hacen que se asemeje a un armadillo. La zona donde se encuentra la banda de hule es la única que gira, dejando el interior estático. Una compuerta en la parte trasera, sobre la que hay una amplia chimenea de acero, pintado en color café claro con líneas negras, para aparentar la cola, por el que escapa el vapor. Dentro de la compuerta, hay una banda transportadora que lleva carbón hacia la caldera donde se produce el vapor que impulsa el vehículo. Hay una ventila tras cada puerta, y otras tres en la zona inferior.

    Posee un par de ventanas de plástico antibalas, cada una a un lado de la banda, al frente, desde donde el piloto y su acompañante pueden ver el camino. Hay un par de potentes luces fluorescentes, las cuales, con su luminiscencia, iluminan hasta en la más oscura noche.

    —Ya verás como con las modificaciones que le hice, irás un veinte por ciento más rápido —informa, con mucho orgullo, Raquel.

    —¿Pero? —cuestiona la de traje de cuero, sabiendo que con la joven siempre hay un pero.

    —Pero, se calienta un cinco por ciento más rápido

    —Ahí está el pero —sonríe nerviosa —. Un cinco por ciento más es demasiado. Recuerda que ya estaba a su límite.

    —Tú tranquila y yo nerviosa. Deja que yo me ocupe de esos pequeños detalles.

    —Ya que yo conduciré, esos pequeños detalles son muy preocupantes para mí.

    —Tranquila, tranquila —sonríe confidente —. La carrera de hoy será para probar las mejoras.

    —Con razón correré contra los puestos treinta y diecinueve. Ya me extrañaba que buscaras a personas que fueran de menor categoría que los quince primeros.

    —Si le ganamos a Basilisco, y logramos buen tiempo, pasaremos al puesto veinticuatro —se le humedecen los ojos por la emoción.

    —No cuentes los pollos antes de que nazcan —reprende Marcia.

    —Ya están contados, tienen nombre y volaron al sur por el invierno.

    —Los pollos no pueden volar.

    —Los míos sí podían —se cruza de brazos, notoriamente enfadada.

    —Pero... No, no voy a discutir por pollos imaginarios.

    El Armadillo llega hasta el lugar donde iniciará la carrera. Para alegría de los Ángeles de la Noche, el noventa por ciento de las carreteras, en Ciudad Bronce, miden mínimo veinte metros de anchura. Esto se hizo así, para prevenir las presas y evitar que los trabajadores lleguen tarde a sus trabajos.

    Marcia se encuentra dentro del Armadillo, con un auricular puesto en la oreja derecha, desde donde puede escuchar a Raquel. En el mismo sitio se encuentran los otros dos vehículos.

    El Pegaso Azul, vehículo que se encuentra en el puesto treinta; tiene un enorme parecido con un tanque, pero sin el cañón. Tiene dos chimeneas en la parte posterior, desde donde emite vapor. Mide cinco metros de largo, tres de ancho y dos de altura. Pintado en color bronce, lo que lo hace difícil de divisar desde las alturas.

    El Basilisco, número diecinueve en el rango de los vehículos de carreras de los Ángeles de la Noche; es una especie de motocicleta, que mide cinco metros de altura, uno de ancho, y dos de largo. La luz del frente es color roja, y tiene patas cortas, con tres garras cada una, cerca de la mitad del vehículo, al frente y atrás. Con una cola de acero justo en la parte trasera.

    La carrera es monitoreada por cada ingeniero, o equipo de ingenieros, los cuales dan consejos a los pilotos. Raquel no es la excepción, desde la fábrica abandonada que usan como base, mantiene vigilada una pantalla verde, en la que aparece un plano, no muy detallado, de toda la ciudad. Hay algunos puntos que parpadean en decenas de coordenadas del mapa, la mayoría verdes, solo uno es color amarillo, que representa al Armadillo. El resto son patrullas y naves de los Agentes del Orden de Ciudad Hierro.

    Se cronometran los relojes de los tres vehículos. Comenzando desde el cien, en forma descendente. Una vez llega al cero, los tres pilotos arrancan sus vehículos y salen, al principio, en línea recta, pero el Basilisco dobla a la derecha a la primera oportunidad. Y luego de dos cuadras, el Armadillo dobla, también, a la derecha.

    —Vas bien —informa Raquel a su compañera —. Hay un cobrizo a dos cuadras, dobla ahora.

    Un par de patrullas encuentran al Pegaso Azul, este se ve obligado a escapar de ellos, cambiando su dirección, para evitar llevarlos hacia el resto de corredores. Esto es una promesa entre los Ángeles de la Noche, jamás guiar a los cobrizos hacia el resto. Afortunadamente, la especie de tanque logra perder a sus perseguidores, pero debe retirarse de la carrera, ya que el Pegaso Azul recibió un impacto en su armadura, y debe ser reparado inmediatamente.

    El Basilisco lleva una delantera de casi tres cuadras. Marcia acelera, y logra acortar la distancia a dos cuadras, pero el vehículo comienza a sobrecalentarse, lo que la obliga a bajar la velocidad.

    —Lo intentamos, pero no se pudo —informa Marcia, que da por perdida la carrera.

    —Aún no, tenemos los imanes —recuerda Raquel, entusiasmada por saber qué tal funcionan.

    —La última vez que los usé, fallaron a medio camino y tuvimos que esperar un mes a que lo repararas por completo —recuerda la de traje de cuero.

    —Tú confía en Armadillo, es un buen chico.

    —Bien, pero si me mato, volveré a vengarme como fantasma.

    —No te preocupes por eso, construiré algo para atrapar fantasmas, y que no me molestes.

    —Ja, ja, muy graciosa.

    Marcia presiona un botón rojo, en medio del tablero. El redondo vehículo comienza a ir un poco más lento. La zona de hule se hunde, dejando que avance sobre el puro metal. Avanza hacia un edificio de cien pisos, en lugar de chocar, el Armadillo se pega a la pared y comienza a subir, llegando a la cima en unos segundos.

    —¡Yahoooo! —grita la de cabello verde —. Funcionó de maravilla, ahora activaré los...

    —No, solo salta, confía. Yo te diré cuando los activas.

    —Está bien.

    El vehículo salta del techo, pero, al momento, cae sobre un dirigible, que es impulsado por un titánico motor de vapor. Se trata de una nave de los cobrizos, lo que se evidencia por tener las siglas de esa organización policial.

    —¡Estás loca! ¡Y me encanta! —el armadillo le da una vuelta completa al dirigible, y después salta al vacío.

    —¡Actívalos!

    Las puertas se elevan, luego, al estar hasta arriba, se doblan hasta quedar horizontales, luego sale una pieza más de ellos, haciendo que sirvan como anchas alas. Estas alas son delgadas y se les puede cambiar el ángulo. Las ventilas de los lados dejan de funcionar, y en su lugar, se activan unas en la parte inferior, lo que frena en gran medida la caída del Armadillo.

    Marcia planea el vehículo, evadiendo los edificios y las altas chimeneas. Cuando cae a tierra, se encuentra dos cuadras delante del Basilisco. Las puertas vuelven a su forma y posición original, se desactivan las ventilas inferiores, y se activan las superiores. La de cabello verde acelera a todo lo que su vehículo de vapor da.

    Logra llegar primero al muelle, que era la meta de la carrera. Aunque la motocicleta estuvo por alcanzarla al último momento. El resultado de la carrera, al igual que los de todas las carreras que se llevan o llevaron a cabo esa noche, son enviados, por medio de un código cifrado, por medio de los tableros de los vehículos. Se desconoce a quién le llegan los resultados, solo se sabe que únicamente se deben enviar los resultados desde la misma meta, y luego desconectar la transmisión, esto para evitar los rastreos que realizan los cobrizos.

    Los tiempos, así como resultados de las carreras y el rango actualizado, de cada noche, llegan a cada vehículo al mismo tiempo que envían los resultados de la noche siguiente. Si alguien no corre una noche, o no es capaz de terminar una carrera, no recibe los resultados de la noche anterior. Aunque, los resultados de las carreras son publicados, de forma anónima, en las pizarras de avisos de distintos edificios. Siempre se muestran en diferentes edificios a distintas horas, imposibilitando que los cobrizos puedan a atrapar a quien, o quienes, los pegan en esos lugares. Muchos sacan copias de esos resultados, y los reparten al día siguiente en sus lugares de trabajo, por lo que, de una forma u otra, toda la ciudad acaba enterada de estos resultados.

    A la noche siguiente, al regresar el Armadillo de una nueva carrera, en la que llegó en tercero, ambas chicas revisan los resultados.

    —¡SÍ!, sí, sí, sí —celebra a gritos Raquel, al ver que no subió uno, sino dos puestos —. ¡Estamos en el puesto veintitrés!

    —¿En serio? —pregunta Marcia, asomándose al tablero del Armadillo, donde una pequeña pantalla muestra las treinta y dos pociones —. Parece que la Brújula ha tenido una mala semana. Por un punto superamos a ese vehículo volador.

    —Veintitrés...

    Raquel comienza a imaginar, que el Armadillo queda en el primer puesto, y le hacen un desfile por toda la ciudad. Las calles abarrotadas, la lluvia de confeti, las personas gritando su nombre. El alcalde dándole las llaves de la ciudad y una fortuna.

    —No sé qué imaginas —la despierta de su fantasía Marcia —, pero no te hagas ilusiones. Recuerda que este es un deporte clandestino.

    —Ya lo sé —se muerde la uña de su pulgar derecho —. No es como que imaginara que me hacían un desfile ni nada por el estilo.

    —Lo supuse —niega con la cabeza, a la vez que cruza los brazos.

    —¡Oh, vamos! —abraza a Marcia — ¡Seremos las mejores. Yo la mejor ingeniera y tú la que conduce el mejor vehículo que existe! ¡La gloria y la fama será toda mía!

    —Querrás decir, nuestra.

    —Cierto, je, je —saca la lengua de forma pícara.

    —Eres demasiado infantil para tener diecinueve años —reprende la de cabello verde.

    —No, tú eres muy amargada —sonríe, y la suelta —. ¡Ciudad Bronce aún no ha visto lo mejor del Armadillo! —levanta la mano entusiasmada.

    —Me gusta tu positivismo. Supongo que seguiremos hasta ser las mejores —mira hacia un reloj, hecho de chatarra, que cuelga de la pared —. Será mejor que te vayas ya, o no llegarás a tiempo a tu trabajo.

    —¡Por el Dios del Vapor! —exclama al ver que está por amanecer. Sale corriendo, para intentar llegar al restaurante antes de que su jefe la despida, por llegar tarde de nuevo.

    La piloto la ve alejarse. Sonríe para sí misma, luego voltea hacia el Armadillo.

    —No cambiaría esto por nada. Gane o pierda siempre es genial —se dice motivada —. Supongo también debo irme a trabajar. Pero volveré esta noche, ansío saber contra quién correré.





    Escrito para la actividad 30 días de escritura: Fantasía Secreta
    Personaje: Descarado
    Palabra: Luminiscencia
    Género: Steampunk
     
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    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Escritora
    Mira tú que no he leído mucho Steampunk en mi vida, pero siempre ha sido un género que me atrae mucho la atención y pese a que no lo conozco del todo por lo mismo de que no lo leo mucho, creo que le hiciste justicia, al menos desde mi punto de vista ignorante.

    Me gustó cómo describiste la ciudad Bronce, como un lugar monótono y deprimente y pues mayormente desolada hasta en el día por eso de que todos están en el trabajo. Sin embargo, en la noche las cosas se ponen intensas con los Ángeles de la Noche y sus carreras clandestinas; me ha gustado desde el concepto y la idea, hasta el funcionamiento y las reglas de cada carrera. Igualmente, he gozado mucho de las descripciones no sólo de la carrera, sino de los mismo autos. No hay duda de que esta actividad encubierta trae vida a esta ciudad de muerte.
    El equipo que hacen Raquel y Marcia funciona. La primera tiene un sueño alto y grande y se esfuerza por cumplirlo, mientras que la otra sólo desea la adrenalina de la competición, lo que en sí favorece a Raquel en su sueño bastante ambicioso.
    En fin, que en verdad me disfruté del relato. Tienes ideas muy variadas, Dark. Deberías hace retos más seguidos, te salen bien xD

    Hasta otra.
     

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