Dr. House Cinco meses [House MD]

I.​

Hoy empieza la cuenta regresiva. Al menos es de lo que Wilson se da cuenta cuando escucha el rugido del motor que la motocicleta de House produce al ser encendida.

Hace frío y el cielo se encuentra nublado, tanto su tanque como el de su amigo están llenos de gasolina y la promesa de un último gran viaje muere en sus labios.

Se sonríen, porque ambos son idiotas. Uno muerto ante la sociedad y otro con la muerte rondándole; se coloca los lentes negros y enciende su propia moto.

"Andando" le dice Gregory con los ojos, su barba de tres días está comenzando a ganar terreno en su viejo rostro mientras se sube por completo a su Harley.

Y Jimmy, enfermo a morir pero feliz, sólo asiente antes de imitarlo.

II.​

El primer mes pasa como un soplo de viento.

Carreteras, cigarros y cervezas.

"Vive, Jimmy" le dice House cuando una nueva mujer toma el control del escenario con pasos de baile repletos de confianza en un club nocturno que habían encontrado en el camino.

Habitaciones de hotel, gasolineras y supermercados.

Wilson se da cuenta con el paso de los días cómo House, todo hosco pero leal, se encarga de cumplir la silenciosa promesa que hicieron aquél día donde Gregory, sentado en la escaleras del edificio donde una vez vivieron antes de su fingida muerte, dejó su miserable vida por él.

"Estoy muerto, Wilson. ¿Qué quieres hacer en tus últimos cinco meses de vida?" Recuerda James que House le preguntó y él, cansado de ser el respetable oncólogo que luchó durante años para salvar a sus pacientes, lo miró con una sonrisa dudosa entre sus labios.

"Vivir" había respondido él. "Vivir todo aquello que me gustes enseñar."

Aún recuerda la tensa sonrisa que su amigo le dio prometiéndole un pequeño futuro incierto.

III.​

Los dolores vienen en pequeñas cantidades y por lapsos derivados.

House lo mira silenciosamente en esas ocasiones sabiendo que lo único que puede llegar a hacer es esperar, con una botella de cerveza en mano y la grabadora del hotel en turno reproduciendo blues.

"Porque no, no pienso tomar alguna medicina." Reniega Wilson al despertar después del último episodio así.

IV.​

A veces Jimmy piensa que aprendió mucho cómo volverse egoísta debido a los años de amistad con aquél nefrólogo patán, que dormitaba en el sofá con su pierna mala alzada por una pequeña montaña de cojines.

Y siente que si bien eso no está mal, tampoco es bueno por completo.

Cuando los azules irises se clavan en él ve no sólo al estúpido mejor doctor del maldito país, ve a su amigo… a su hermano aún molesto de aceptar su decisión pero apoyándole a fin de cuentas.

Porque así eran los dos.

Idiotas amigos leales pese a todo.

—Hora de una ducha —le dice House mientras se para en dirección al grifo de la cocina para enjuagar su rostro un poco, y fingir indiferencia de calentar comida pre-hecha cuando por dentro sólo desea tirar todo a la basura y acudir al hospital próximo.

Wilson suspira cansadamente pues sabe que en unas horas partirán rumbo a un nuevo lugar en la lista de "Hasta el último pub" que su amigo había hecho después de partir de Nueva Jersey.

V.​

House le da una calada a su cigarro apoyado en su Harley mientras mira a James admirar la fachada del museo de arte de Milwaukee, esperando alguna señal del menor para ingresar.

Wisconsin no es el lugar favorito del nefrólogo pero se encontraba entre la lista de lugares a los que debían ir de Wilson.

House no puede evitar pensar que la lista es demasiado grande y el tiempo muy corto.

—Andando —le dice Jimmy momentos después.

Gregory apaga el cigarrillo antes de depositarlo en un cesto de basura y asegurarse de que las motos se encuentren a salvo.

VI.​

La mitad del segundo mes los alcanza y sólo llevan visitados seis de los estados planeados, Wilson deja de acompañar a House cuando fuma pues su respiración comienza a volverse dificultosa.

La falta de costumbre le dice él, mas Gregory sólo calla y observa entendiendo que el tiempo le quita cada vez más a su amigo.

VII.​

House finge no escuchar cómo Wilson se para por las noches y se encierra en el baño por horas antes de regresar a la cama cerca de la ventana, finge que no lo ve toser sangre ni volverse cada vez más famélico.

Finge que todo está bien, porque es algo que ha hecho toda su vida y porque sabe que James sólo se preocuparía más.

Y House no es un sentimental de mierda como todos, no tan abiertamente al menos porque al final todo lo que él alguna vez apreció terminaba por desaparecer. Sucedió con Stacy y Cuddy, sabe que sucederá con Wilson… y si fingir sirve, él lo hará.

Es lo menos que puede hacer por su casi muerto amigo.

VIII.​

El tercer mes se centra en locales de comida y uno que otro centro nocturno donde se vuelven meros espectadores; James cada día esconde un poco más su pálido cuerpo con cantidades cómicas de ropa, y House sólo bromea con su viperina lengua algunas veces al respecto antes de sentarse en muda compañía.

Disfrutan la vista más no se dejan llevar por el acto.

Wilson tiende a cabecear cada vez más y Greg sólo paga y sujeta a su amigo para regresar al hotel en turno. Todo se vuelve un ritual silencioso.

A veces sólo miran por la ventana de su habitación el panorama, a veces sólo se distraen con películas… en otras ocasiones James sólo duerme mientras House piensa en lo cerca que está de perder a alguien más en su vida.

Pero el nefrólogo no dice nada y el oncólogo tampoco lo presiona. Ninguno necesita oír nada, porque se conocían y entendían que sus palabras a veces sólo estaban repletas de vacíos, de sentimientos falsos. Palabras bonitas que no tenían un gran trasfondo.

Es cuando Greg le pinta la cara con plumones de agua sobre canciones o palabras groseras al menor —y Wilson lo sabe sólo al día siguiente que se para al baño— que lo entienden. Estarán juntos hasta el final.

Porque después de Stacy el nefrólogo siguió.

Porque después de Cuddy el nefrólogo siguió.

Porque después de James tal vez el nefrólogo se rinda.

Porque no hay House sin Wilson.

Ni Wilson sin House.

Pues pese a toda la mierda que vivieron esos años sólo ellos siguieron juntos.

Y su compañía era algo más que sólo esa amistad que los comerciales de refresco vendían, su relación era incluso más que un lazo de hermanos.

Eran los complementos del otro.

Eran familia, una muy rara y disfuncional pero que sabían coexistir.

A dos semanas para iniciar el cuarto y penúltimo mes, James mira a House comer su rebanada de pizza.

—Lo siento —le dice.

Gregory sólo lo ve con esa máscara de imperturbabilidad que tantos años le costó erguir.

—Por hacerte pasar todo esto —Wilson juega con su refresco y la rebanada en su plato—. Pero gracias.

House finge no haberlo escuchado. Jimmy sólo ríe.

A fuera del restaurante sólo llueve. El oncólogo no puede evitar pensar, de una forma filosófica, que quizá la lluvia son las lágrimas que Greg se niega a derramar.

—Sólo come tu estúpida pizza —masculla su amigo.

Wilson sigue riendo levemente pero asiente.

Fremont es un lindo lugar, piensa el menor.

IX.​

Gregory ve la lista, lo grande que es y lo poco que está tachado en ella. La moto vuelve a rugir bajo su cuerpo despertándolo de su ensoñación, tacha un lugar más antes de guardarlo y seguir su camino.

Lleva una bolsa con comida en la parte trasera.

Se detiene y guarda su Harley en el mismo lugar desde hace una semana; sabe que para seguir cumpliendo los silenciosos sueños de aquél pedazo de papel que cada día le pesa más en su bolsillo es necesario alquilar un automóvil.

No fue un golpe sorpresivo el que Jimmy se sintiera demasiado cansado de viajar en motocicleta, un día simplemente se despertó adolorido y le sonrió.

"Creo que mis sueños se están derrumbando" le dijo antes de pedirle un trozo de pan.

"El cáncer es aburrido, Jimmy" respondió él en su momento.

No se volvió a comentar el tema ese día. Fue hasta varios después que finalmente House dijo.

"Hay que venderlas"

James fingió no escucharlo.

Gregory fingió no haberlo dicho.

Pero esa noche el menor lloró, sin tanto drama y con la almohada entre sus piernas mientras veían la televisión. El mayor le pasó una cerveza sin decir nada.

Porque ambos entendían que el tiempo de decir adiós se avecinaba.

.

Cuando llegó el quinto mes y sólo habían logrado vender una, House consiguió un automóvil, subió su Harley en la parte trasera con los asientos acostados y partieron rumbo a otro lugar.

En las noches Gregory fingía no escuchar a Jimmy levantarse el baño.

En las noches Jimmy fingía no escuchar el tic-tac de su reloj de vida imaginario.

En las noches ambos fingían que todo era un sueño y que despertarían horas después con el siguiente sitio a visitar en sus mentes.

En las noches ambos fingían que sólo eran House y Wilson. No Gregory "Anciano" House y James "Casi Muerto" Wilson.

.

Cuando James es incapaz de levantarse de la cama por agotamiento excesivo, los amigos entienden que fingir ya no servirá de nada.

Wilson está muriendo y no hay nada que House pueda hacer más que observar.

X.​

Foreman toma la credencial de House, que halló aquél día hacía unos meses bajo la mesa desnivelada del hospital. No puede evitar sentir esa nostalgia sobre su antiguo jefe.

Porque en algo tuvo razón Gregory y fue en decirles una vez lo mucho que todos ellos parecían ser sus fieles perros guardianes, que no importaba cuánto él los había llegado a lastimar pues cada uno de ellos era ahora una nueva persona gracias a su buena o mala intervención.

Y Eric Foreman, uno de sus primeros y más viejos de sus perros, no podía evitar pensar en dónde se encontraba ahora su dueño. Ignorante por ahora de que allá, en alguna parte de Estados Unidos lejana a Nueva Jersey, el cínico Gregory House veía acostado en una camilla el cuerpo sin vida de James Wilson, su mejor amigo, sosteniendo entre sus calludas manos una lista a medio tachar con lugares que jamás se visitarán por los dos.