[Christmas Dead]: Regalos y esperanza

Tema en 'Relatos' iniciado por Andy Lightkiller, 20 Diciembre 2015.

  1.  
    Andy Lightkiller

    Andy Lightkiller Un sucio soñador

    Géminis
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    Mensajes:
    60
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    Escritor
    Título:
    [Christmas Dead]: Regalos y esperanza
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2100
    John iba a apagar las luces dentro de media hora, no podía mandar el grupo al carajo sólo para esperar por él. Así que sin pensárselo dos veces Billy apresuraba el paso de tanto en tanto sin separarse de la bolsa que cargaba a duras penas pero que no se le caería nunca.

    No era de extrañar, Billy medía poco más de metro y medio de altura a su corta edad de once años, era pequeño y frágil a primera vista y lo cierto es que carecía de fuerza en los brazos, pero en verdad era guerrero como hay pocos. Veloz, valiente, con una voluntad que compensaba su falta de fuerza y con una confianza en sí mismo que casi rayaba al extremo de la egolatría eran características que lo confirmaban, características que afirmaban que él era el único capaz de volver a tiempo antes de que ellos lo encontrasen.

    Mientras Billy corría en aquel pueblo fantasma dando todo de sí, John casi rompe sus binoculares con la fuerza de sus dedos cuando vio desde la terraza del edificio que a más de seis metros de Billy se presentaba un pequeño grupo de muertos vivientes cojeando, pero John sabía bien que lo que era un grupo de ellos se convertiría más temprano que tarde en una horda sin par.

    Billy también se dio cuenta de eso así que corría tan rápido que sintió su garganta totalmente seca de tanto inhalar y exhalar aire a tal velocidad. La bolsa y sus largos cabellos pelirrojos le nublaban la vista y le dificultaban la toma de aire pero todavía así permaneció con esa voluntad de hierro a la que se había aferrado de principio a fin, nunca perdió las esperanzas aún cuando la lógica le decía que no iba a llegar. ¿Quién sabe? Quizás fue recompensado por esa voluntad y fe en sí mismo porque cuando se supone que caería derrocado con su misión asignada fallida salió Catherine con una pistola a matar a unos cuantos de sus perseguidores. No demasiados, sólo la cantidad que ponía en peligro la vida del enano pelirrojo.

    Catherine se acercó a Billy, tomó la enorme pero ligera bolsa que él había estado cargando todo este tiempo y la arrojó a su espalda tal como tomó a Billy de la barriga y lo llevó casi arrastrándolo hasta el refugio donde había estado observando un preocupadísimo John con sus binoculares.

    —¡Vamos! ¡Entren! ¡Ya, ya! —exclamó Ted con la puerta (que pertenecía a un viejo edificio que utilizado como refugio) abierta hasta que Catherine entró con Billy.

    Tan pronto Ted cerró la puerta y Catherine estuvo dentro con Billy, la rubia de ojos pardos arrojó al muchacho al piso y ayudó a Ted a reforzar la puerta poniendo la pesada tranca inmediatamente éste había puesto la cerradura y los candados en sus respectivos lugares. Hecho esto, Catherine y Ted se deslizaron ligeramente con la espalda pegada a la puerta. Catherine se deshizo del sudor en su frente y observó a Billy que estaba enderezándose poco a poco y haciéndose cargo del polvo que había acumulado en gran parte de su cuerpo.

    —¿Te encuentras bien? —preguntó Catherine jadeando y con un dolor terrible en las costillas.

    —Perfectamente—afirmó Billy con una sonrisa.

    —¿Por qué la bolsa es tan grande? No que ibas a traer provisiones...

    —Bueno... —Billy se sentó de golpe en el suelo de la inseguridad, cosa que le provocó un intenso dolor en las nalgas por lo que ocurrió anteriormente—. Pensé que...

    —¿Esto es una muñeca? ¿Una figura de acción...? —observó Catherine mirando lo que había en el interior de la bolsa que, si bien contaba con provisiones, no era lo que se tenía previsto. Catherine entró en desconcierto y se dirigió a Billy con cólera—. ¿En qué estabas pensando? ¡¿Arriesgaste tu vida sólo por un par de juguetes?!

    —Feliz navidad—brindó Billy con una sonrisa que hacía caso omiso al regaño de la rubia.

    —¿Navidad...?

    —Sí... —confirmó Billy con una enorme sonrisa—. Tal vez se les haya pasado a todos pero John cuenta los días del calendario todos los días. Me dijo que tal vez podría traer algún que otro obsequio para navidad...

    —¡JOHN! —nombró a gritos Catherine a medio pararse y corrió hacia las escaleras que dirigían al segundo piso pero luego se dirigiría al tercero donde había una puerta que accedía a la terraza, lugar en el que John había estado observando a Billy. No obstante, John había bajado a tal prisa que se le había caído su azulada gorra en uno de los escalones que bajaba al segundo piso mucho antes de que Catherine empezará con lo planeado.

    Aligerando la prisa se dirigía a Billy preocupado pero fue detenido por una contundente bofetada de parte de Catherine

    —¡Eres un maldito hijo de perra! ¡Casi matas a Billy! ¡¿Lo sabías?!

    —No iban a matarlo... —afirmó John sobándose su mejilla izquierda.

    —¡¿Y tú como ibas a saberlo?!

    —Porque antes me matan a mí—prometió el hombre de madre latina que alguna vez fue un excelente universitario.

    Catherine, por su parte, no dijo nada más y se dirigió al tercer piso para descansar dejando a John sólo con Billy, bueno, y con Ted que ni se había inmutado ante la rabia de la difícil mujer.

    —¿Me trajiste algo a mí, pulga? —preguntó Ted felizmente y con una sonrisa que no escondía ni su soberbia barba. Aunque ciertamente, esa sonrisa era opacada totalmente por la de Billy y sus ojos iluminados por las palabras de Ted.

    —¡Sí! —afirmó el pelirrojo corriendo hacia la bolsa de regalos.

    John guardó sus manos en los bolsillos de sus vaqueros, se rascó su cabello azabache con su mano derecha y pegó el hombro izquierdo en la pared de la pequeña habitación de la planta del edificio en donde se alojaban. Observó con envidia la vivaz felicidad del muchacho revolviendo todos los regalos para hallar el que era para Ted quien hacía lo mismo que John pero en la posición que había quedado tras cerrar la puerta a los muertos vivientes.

    —Así que... ¿Esto fue idea de John, Billy?

    Billy negó con su cabeza sin apartarse de su sonrisa así que Ted dirigió su vista hacia John para hacerlo hablar.

    —Bueno... Hace unos días Billy vino conmigo a “la oficina” porque presumía no poder dormir... Bueno, francamente me pregunto si alguna vez lo hizo—Billy sacó una pequeña caja y se la dio a Ted.

    —Alguna vez me dijiste que te encantaban los chocolates que se vendían en la tienda de Don Leo. Bueno, no acudí a la tienda de Don Leo pero...

    —¡Eres una bestia, pequeña pulga! — soltó cariñosamente Ted y abrió la caja viendo que había solamente la mitad de chocolates que debía haber.

    —Lo siento, es que quería saber a que sabían.

    —Pero sí... ¡Debería regañarte por no haberte comido más! ¡¿Qué digo?! ¡Debería darte una paliza! —exclamó con el igual cariño con el que trató a Billy desde un principio.

    —Cómelos, son más ricos de lo que tú me contabas—aclaró Billy sonriendo.

    John siguió mirando con suma admiración la felicidad que irradiaba en el ser de aquel pequeño niño.

    —Billy, ¿qué te parece si vas a darle sus obsequios a los demás allá arriba? —sugirió John, Billy se echó la bolsa en la espalda y se fue corriendo—. ¡Y TRÁEME MI GORRA POR FAVOR! —pidió John logrando que Billy se la arrojará, John atrapó su azulada gorra que debió haber sido pisada por Catherine debido a las jóvenes manchas que traía. Eso y los pies de Billy eran muy pequeños para que esas sean sus huellas—. ¡GRACIAS! —e inmediatamente dijo eso, del piso de arriba se escuchó a un montón a los refugiados aullar y aplaudir de felicidad, John esbozó una sonrisa que utilizaba solamente la comisura derecha; esta vez enseñaba los dientes.

    —Billy es un gran chico... —apreció Ted—. No deberías haberlo metido en eso.

    —Si no lo hubiera hecho ahí no lo hubiera hecho nunca—explicó John. Se sentó en el piso y se colocó su gorra—. Al contrario de su hermana, estoy convencido de que tal vez no sea lo correcto sobreproteger tanto a Billy. Tarde o temprano tendría que hacerse un hombre y no lo logrará acurrucado con unos niños con la mitad de su edad alrededor del fuego.

    —Tal vez tengas razón... Sólo digo que... No sé... Ese chico tiene cierto talento en romper el protocolo.

    —Estoy convencido que ese talento sea lo que nos salvará algún día. Por el momento... —John sonrió ante la idea que tenía en su cabeza y colocó también su hombro derecho en la pared, golpeó su cabeza contra la pared dejándola en esa postura—. Feliz navidad...

    Navidad... Navidad había sido algo de lo que lo que John y los demás refugiados no habían disfrutado desde hace mucho. Cuando esa plaga empezó a azotar el planeta y mataron a sus padres, hermanos y tíos, erradicar todo lo hermoso y bello de la vida, consideraban que sencillamente no tenía sentido alguno. Que era un sinsentido, pero John no creía eso, o Billy, ellos creían que la esperanza debía permanecer en pie y que no debía morir.

    Quizá sólo sea una fecha. No..., es una fecha pero lo único realmente importante es lo que esa fecha representa. Representa la esperanza.

    Mientras esa esperanza siga presente, nada los derrocaría.

    —¡Regalos! ¡Regalos! —exclamaba el pequeño Jim—. ¡Lucy! ¡Lucy! ¡Billy trajo regalos!

    Jim y Lucy se acercaron a la bolsa que tan tenazmente había cargado Billy durante el trayecto. Se jactó con una arrogante sonrisa pero se notaba que lo que más le había importado era la felicidad que inculcó en los pequeños niños al cuidado de John. Pero sí, su hazaña fue increíble, ¿para qué negarlo?

    —Anne—nombró vacilante el pequeño pelirrojo a la madre que daba leche materna a su hijo cubierta por una manta—. Esto es para ti y Junior—dicho esto, Billy extendió una caja algo grande envuelta con papel de regalo.

    —Gracias, pequeño—dijo la madre mientras rompía el papel y abría la caja.

    —Tomé algunos cuadernos y libros para colorear. Todos los que pude—explico Billy al ver la sorpresa de Anne, la madre de Junior.

    —Billy, esto es...

    —Lo sé—dijo el chico con una sonrisa.

    Estuvieron así hasta llegado el anochecer y todos estuvieron en cama. Cada uno se había dormido con una sonrisa, algo que no sucedía desde hace mucho. Bueno, alguien no, alguien que se encontraba llorando en su respectiva habitación. Con la mejilla pegada a la fría pared, mirando la fría pared sin pestañear salvo cuando se prometía dormir de una vez por todas; nunca ocurría.

    —Tienes el sueño pesado, ¿eh, Cat? —dijo una sombra recostado por la puerta recientemente cerrada.

    —¡Largo de aquí, hijo de puta!

    —Ey, cálmate—pidió John acercándose al colchón de la rubia—. Sólo quiero que te calmes, ¿sí?

    —¿Por qué no te vas de una vez por todas...?

    John se recostó en el colchón de Cat y empezó a acariciar su intenso cabello rubio.

    —Porque te prometí, alguna vez, que nunca te abandonaría—le recordó—. Cuando tú cargabas a tu hermanito de cinco años o menos aquella tarde. La ciudad estaba evacuando y no tenías vehículo en el que partir, la plaga acechaba y tú estabas indefensa.

    —Pero tú viniste, recogiendo a todas esas personas que habían sido abandonadas a su suerte. Las que pudiste. Aunque eso significó quedarte aquí—contó Cat haciendo memoria—. ¿Por qué...?

    —Oh, vamos... Tú sabes por qué. No me hagas explicarlo, sabes que soy malísimo—John le dio un beso en la mejilla.

    —Sí, lo sé... —John le dio un beso en el cuello, ella se dio la vuelta, lo miró a la cara, le acarició la cara con los nudillos y ambos se besaron. En un tiempo de siete u ocho segundos se separaron y se miraron el uno al otro...

    Ah, Billy. Por cierto...

    ...y Catherine sintió una especie de manto cálida cubriéndole todo el cuerpo...

    —...te quería pedir algo que no está en la lista. No sé si podrías conseguírmelo, pero en el caso de que sí...

    Al grano, John.

    ..., vio como John sacaba algo del interior de su chaqueta con su mano izquierda. Por un momento Catherine supo que era, pero decidió apartarse de sus teorías para no menospreciar la sorpresa.

    Bueno aquí va...

    John sacó una pequeña caja de color negro.

    ¿Bromeas? Lo conseguiré aunque tenga que romperme los huesos.

    Oh, Billy, por favor... La quiero conmigo, no molesta conmigo.

    La abrió dejando en claro un anillo de compromisos.

    —Feliz navidad.
     
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    Fénix Kazeblade

    Fénix Kazeblade Creador de mundos Comentarista destacado

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    Por más que uno lea estas historias no puede evitar de cierta manera emotivarse, se llegan a ver realmente mucho pero tanto como fics como en peliculas más que un cliche son un clasico, mira que hasta meter un personaje que se llame "Billy" pero es un recurso genial, yo lo use para darle un buen obsequio de navidad a mi colega @Resistance y él luego a mi, que tengo que decir al chico le gustan los zombis.

    Vaya y tenías que hacer el cierre emotivo del regalo final más grande y sigificativo para que todo concluya de una manera que te deje hasta arracando un suspiro Resitance lo hizo, por suerte su novia estaba cerca del muerdago si no la situación se había tornado incomoda. Muy buen fic, solo cuidado con esos tiempos imagina a los fantasmas de la navidad combinados el del pasado y presente uno solo, sería un tipo grandote y gordito brilloso, una enome luciernaga, lo digo por que el texto está en pasado y esta estos verbos luego por allí:

    sería "rompió" ¿no?, pero tranquilo no pasa nada.

    Buen escrito, gracias por participar, se despide de ti, tu amigable vecino, amigo y escritor Fenix Parker.

    3/5
     
    Última edición: 6 Enero 2016
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    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Me ha encantado, ¡de verdad! todo relatado de una forma que te imaginas la situación, tienes alguna cosa cómo lo dicho Fenix, pero nah, todo bien a mi parecer. He estado más ocupado leyendo que otra cosa, creo que es la segunda vez que lo leo o así xDDD en fin, sin duda un gran fic, todo lo que representa la Navidad en un mundo así... el regalo final... increíble. ¡Gracias por participar! :D

    4/5
     
    Última edición: 7 Enero 2016
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