The Loud House Carol

Tema en 'Fanfics sobre TV, Cine y Comics' iniciado por Sylar Diaz, 6 Noviembre 2021.

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    Sylar Diaz

    Sylar Diaz Sei mir gut Sei mir wie du wirklich sollst

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    3 Agosto 2019
    Mensajes:
    58
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    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Carol
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    49
    (Comisión) Los Loud son una familia de triunfadores, sin embargo, el único varón de la familia había sido mimado por demasiado tiempo. Preocupado, Pop-pop decide contratar a una niñera altamente recomendada para convertir al joven Linky en todo un hombre.

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    Última edición: 6 Noviembre 2021
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    Carol
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    4
     
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    Albert Kyteler era un hombre anciano y felizmente jubilado. Un viejo soldado que, a pesar de vivir su retiro en una tranquila casa de ancianos para otros veteranos de guerra, nunca había dejado de ser proactivo, sino todo lo contrario, el viejo Albert seguía esforzándose todos los días para siempre triunfar y superarse a sí mismo. Esa había sido la forma en la que él había criado a su única hija, la pequeña Rita, y ella criado a sus propias hijas una vez llegado el tiempo de tenerlas. Albert estaba sumamente orgulloso de sus diez exitosas nietas, e incluso, y aunque lo negara siempre, llegaba a sentir cierto orgullo al pensar en el restaurante que su yerno acababa de adquirir, pero en aquel paraíso había un problema… el único hijo varón del matrimonio Loud, un muchacho al que su hija y su marido decidieron convertir en su único nieto. Lincoln, un chico perezoso, de voluntad y cuerpo débil que incluso llegaba a ser en sus modos... algo amanerado.

    El viejo soldado enloquecía al ver en cada una de sus visitas al hogar Loud la forma en la que su amada hija y nietas mimaban al niño. Por respeto al buen juicio que su Rita había mostrado al criar a sus hijas, Albert guardó silencio durante los diez años que aquel niño albino había formado parte de la familia, hasta que un día no pudo soportarlo más. Lamentablemente para el anciano, tras una salida para conocer un poco más al niño descubrió que había esperado demasiado tiempo sin actuar y aunque seguía siendo fuerte para su edad, pronto descubrió que ya no era capaz de seguirle el ritmo a su nieto, así que siguiendo el consejo de una de las personas a las que más respetaba, su nieta Lori, terminó contratando una niñera y pedido prestada la vieja casa del lago de Harriet a su prima Ruth.

    Al inicio, cuando les contó a Lynn padre y Rita sobre su plan para corregir el rumbo que la vida de Lincoln estaba tomando, ambos esposos se negaron en redondo argumentando que era una tontería el querer dejar al pequeño de once años sólo en una cabaña en medio del bosque con una desconocida durante toda una semana, que el asunto con Lincoln no era tan grave como para que el pequeño se perdiera el inicio de su verano. Albert no se desesperó, sino que simplemente aclaró que la vieja casa del lago contaba con todos los servicios; desde luz eléctrica y teléfono hasta televisión por cable por lo que el peliblanco tendría infinidad de distracciones para pasar el rato y que siempre que quisieran podrían ponerse en contacto con él sólo con llamar al teléfono, además, Lincoln tampoco iba a estar solo durante toda una semana con una desconocida.

    Después de todo, Carol Pingrey era una de las niñeras más cotizadas de todo Royal Woods… además de haber sido recomendada para el trabajo por Lori misma.

    Así que, sin ya ninguna oposición por parte de los padres de su nieto, Albert tomó la camioneta de Lynn Sr. y tras obligarlo a empacar, llevó a Lincoln hasta las afueras de Royal Woods, justo hasta una de las costas del lago Erie, hasta la entrada del hogar ancestral de Harriet.

    Para la sorpresa de Albert, la chica Pingrey ya los estaba esperando frente a la cabaña de madera y roca cuando finalmente llegaron. La rubia que tenía ante él era una muchacha hermosa, incluso siendo evaluada bajo todo estándar de belleza que el viejo marino conociese. Ahí esperando pacientemente a ambos varones peliblancos al lado de su Sedán estacionado, Carol parecía irradiar sensualidad desde cada parte de su cuerpo; desde su chaqueta purpura abrochada sobre una blusa blanca que resaltaba perfectamente las curvas de su cuerpo hasta sus tersas piernas elegantemente cubiertas por un par de conservadoras medias de seda.

    El cuerpo de la muchacha rubia parecía haber sido creado para ser admirado con lascivia, pero su expresión seria y sobria lograban, de alguna manera, demostrar un aíre de compromiso profesional que nadie de su edad debería poseer. Al ver a Carol Pingrey, Albert supo que había contratado a la persona adecuada para resolver el problema de su nieto.

    Lincoln, el niño delgado y tímido, al contrario de su abuelo complacido, lucía aterrado ante la idea de quedarse a solas durante una semana entera con la que hasta hace unas semanas era la peor enemiga de su hermana. Sabiendo que aún estaba a tiempo de salvarse del que creía un castigo por parte de sus padres, el albino intentó recurrir a su facilidad de palabra y astucia para convencer a Carol de que todo se trataba de un malentendido… pero la actitud que había adoptado Albert durante el camino a la cabaña y la mirada severa que le dedicaba en ese preciso momento le dejaron muy en claro que decir o hacer cualquier cosa sería una idea pésima.

    —Descuide señor Kyteler, me encargaré de que su nieto sea atendido e instruido de la manera más integral. Después de todo, ayudar a los niños no es sólo mi trabajo, sino mi pasión... —comenzó a recitar Carol de forma casi automática tan pronto como los tres entraron a la cabaña. Esto, en lugar de fastidiar al anciano, como ocurría con todas las otras familias para las que Carol trabajaba de niñera, pereció elevar aún más la estima que Albert tenía en ella al pensar que se trataba de una persona seria y confiable.

    Tan maravillado estaba Albert con la niñera frente a él, que nunca notó que, aunque la rubia no había dejado de hablar con el mismo tono de vendedor de teletienda, sus ojos esmeraldas no se apartaban ni por un momento del rostro ruborizado del tímido niño albino.

    Las cosas se aceleraron tan pronto como Carol terminó con su monologo propagandístico; las maletas con la ropa de ambos fueron acomodadas en los dormitorios que serían ocupados, el refrigerador llenado con comida más que suficiente para dos personas a solas durante una semana y antes de que el albino pudiera decir nada, Albert se marchó apresuradamente… dejando a su nieto completamente solo con la chica Pingrey.

    Lincoln sólo pudo ver impotente cono Vanzilla se alejaba por la carretera hasta desaparecer en el horizonte. Parecía que el pobre se quedaría parado a un lado del camino todo el día, observando absorto en la dirección en la que su abuelo se había alejado, pero una mano se posó de improvisto en su hombro, casi haciéndolo gritar y sacándolo de su ensimismamiento. Sobresaltado, Lincoln volteó a mirar la extremidad, descubriendo al hacerlo cinco dedos largos y esbeltos coronados por uñas con manicura perfecta y pintadas con esmalte negro y azul metálico.

    La mirada del pobre, junto con todo y cabeza, fue subiendo poco a poco siguiendo el elegante brazo unido a la mano sobre su hombro hasta llegar al lugar en el que supuestamente debería estar el rostro de su niñera. La cara de Carol, sin embargo, estaba oculta de la vista de Lincoln por los turgentes pechos de la misma. La chaqueta purpura había desaparecido permitiéndole al albino descubrir que la blusa blanca que la rubia llevaba puesta no era más que una delgadísima capa de algodón que a causa del sudor comenzaba a adherirse a los senos ocultos debajo de esta. Ante aquel espectáculo repentino, Lincoln se quedó con la boca abierta por casi un minuto entero hasta que logró reunir la presencia de ánimo suficiente como para hablar… o al menos intentarlo.

    —Eh… y-yo… uh… —¡Genial, no podía ni pronunciar una palabra! Lincoln se sentía como un tonto. En realidad, él estaba de acuerdo con su abuelo; necesitaba trabajar un poco en su autoestima y seguridad. El viejo soldado siempre lucía tan fuerte y seguro de sí mismo, siempre en control… Lincoln sabía que no era nada parecido a su abuelo o a sus hermanas sin embargo realmente quería llegar a ser como ellos… como un Loud de verdad.

    —Vamos Lincoln ¿no me vas a saludar? —dijo Carol finalmente al ver que el niño se había quedado congelado—. Tartamudear es una señal de desconfianza y sé que ese no es nuestro caso ¿acaso no paso casi todos los fines de semana en tu casa junto a tu hermana?

    Las palabras de la que durante los últimos tres años había sido la rival jurada de Lori, y que durante muchos más antes que esos había sido su mejor amiga, lograron despabilar finalmente a Lincoln. Dando un par de pasos hacia atrás, el albino logró ver finalmente el rostro de Carol.

    El cabello rubio de la muchacha estaba recogido en su mayor parte por una diadema rosa, dejando apenas lo suficiente como peinar un pequeño flequillo rubio que enmarcaba su hermoso rostro y hacia resaltar sus brillantes ojos verdes acompañados por un par de pómulos bien definidos que, en conjunto, y por extraño que parezca, lograban crear una verdadera obra de arte capaz retener la mirada y el aliento de Lincoln indefinidamente.

    Si la rubia estaba molesta por el hecho de que él había estado viendo directamente a sus pechos hasta hace un segundo, o porque ahora veía su rostro embobado… bueno, no lo hizo notar.

    —Si… yo… este… ¿lo siento? —inhalando hondamente por la nariz y sacando el aire por la boca, Lincoln le dio una metafórica patada en el culo a su cerebro para despertarlo—. Intentaré no volver a tartamudear, señorita Pingrey…

    Carol se le quedó viendo al joven albino un momento más, entonces, la más ligera de las curvas se posó en sus labios rosas y el más discreto de los rubores a sus mejillas. Lincoln estaba luchando con todas sus fuerzas para mantenerle la mirada y no tartamudear ¡verlo así de vulnerable era dolosamente adorable!

    —Si te sientes más cómodo, Lincoln, puedes simplemente llamarme "Carol", como siempre haces cuando me quedo a dormir a tu casa —las cejas de Lincoln se elevaron un poco al oír aquello ¡se sentía tan casual! Y cumpliendo con su palabra, toda la postura de la rubia se relajó ante sus ojos hasta adoptar un aire casi informal—, después de todo ¿acaso no somos buenos amigos?

    —Creo que… —Estuvo a punto de tartamudear, pero a último momento logró corregirse a sí mismo. Lincoln podía tener la voluntad de una lechuga, pero no era un niño tonto… y como sí proteger su menguante orgullo no fuera suficiente, también había en él un extraño impulso creciendo lentamente que comenzaba a orillarlo a hacer todo lo necesario para agradarle a la hermosa rubia—. Muchas gracias, eso me encantaría, Carol…

    Carol asintió lentamente, sólo una vez. Sus ojos verdes fijos en los azules del niño, ocasionando que el corazón del pobre se acelerara un poco—. Muy bien Lincoln, si así lo prefieres no tengo problema —Entonces ella volvió a acercarse y una vez más sus pechos ocultaron su rostro de la mirada de Lincoln. Antes de que él pudiera dar otro paso hacia atrás y volver a hacer contacto visual, según su abuelo eso era lo más caballeroso cuando se habla con una dama, ambas manos de Carol se posaron en sus hombros manteniéndolo fijo en el lugar.

    ¡El pobre estaba atrapado, incapaz de ver otra cosa que no fueran los pechos de la amiga de su hermana! Entonces fue que Lincoln se dio cuenta de que uno de los botones de la blusa blanca se había soltado de su lugar… permitiéndole ver directamente aquel valle de piel blanca aprisionada por un sujetador igualmente blanco. Aunque lo hubiese querido, Lincoln no hubiese apartado nunca la mirada.

    —Estoy segura que nos llevaremos de maravilla en nuestro tiempo juntos, Lincoln —Cuando ella finalmente lo soltó antes de dar un paso hacia atrás para poder ver su cara, él no pudo sino sentir vergüenza, pensando el que rubor en su rostro sin duda delataría hacía donde había estado dirigida su atención exactamente, pero Carol sólo sonrió un poco más sin preguntar por qué estaba sonrojado.

    Lincoln era joven, pero al ver la sonrisa en el rostro de Carol sólo pudo preguntarse si su corazón le estallaría o sí simplemente se detendría por completo. El pobre no sabía que aquel sería sólo el inicio.

    Al siguiente día, el primero de la semana que pasarían a solas, cuando ella entró en la habitación en la que dormía Lincoln para despertarlo, lo hizo usando una versión muy similar, aunque bastante diferente, de su conjunto del día previo; la blusa blanca de algodón, una idéntica a la del día anterior, se abrazaba a la perfección a las curvas femeniles de su cuerpo… pero esta vez su busto resultaba mucho más difícil de ignorar debido a que la tela del sujetador en esta ocasión no era blanca, sino rojo intenso lo que lo hacía resaltar a simple vista.

    —Es hora de levantarse, Lincoln ¡Tenemos todo un día por delante y debemos comenzarlo con un buen desayuno! Así que despierta, vístete, y baja al comedor —recitó Carol con entusiasmo, pero él estaba tan aturdido a causa de acabarse de despertar que su mirada seguía dirigiéndose automáticamente a la sombra roja que lograba adivinarse a través de la delgada tela blanca de la blusa.

    Tan pronto como Lincoln adivinó que era lo que estaba viendo, el pobre comenzó a hiperventilarse, logrando así despertar completamente. Con la cara tan sonrojada que incluso le resultaba doloroso, los ojos de Lincoln volvieron a encontrarse con los de Carol, el albino ya iba a balbucear una excusa por su mal comportamiento, pero antes de que pudiera decir nada, la rubia simplemente le sonrió alegremente antes de girarse sobre sus talones y caminar lentamente hacia la puerta de la habitación.

    Fue entonces que Lincoln descubrió que la parte inferior del conjunto de su niñera también era ligeramente diferente al del día previo. La falda que Carol había usado ayer al presentarse ante Albert terminaba justo por debajo de sus rodillas, pero esta, aunque idéntica en cuanto a color y estampado, terminaba un poco más arriba de sus rodillas y lucía un poco más ceñida al cuerpo. Mientras caminaba hacia la puerta abierta, las caderas de Carol se contoneaban sobre sus piernas largas y estilizadas sólo cubiertas por un par de calcetas altas que ascendían hasta cubrir completamente sus firmes pantorrillas. Cuando la rubia finalmente dejó la habitación, el peliblanco no sólo descubrió que aún podía oler su perfume en el ambiente, sino que también se volvió consciente de una más que obvia carpa de circo formada por sus cobijas… ¿cuánto tiempo había estado esa cosa ahí?

    Moviéndose a velocidades que hubiesen asesinado de la envidia a su hermana Lynn, Lincoln se levantó he hizo su cama. Estaba tan emocionado por bajar a desayunar con su hermosa niñera que incluso hizo un esfuerzo extra al momento de vestirse… un gran esfuerzo extra.

    Quince minutos más tarde, el albino entró al comedor usando unos pantalones caqui, zapatos lustrados y una camisa anaranjada fajada por debajo del cinturón. Una de las cejas de Carol se levantó discretamente y el inicio de una sonrisa boba se posó en sus labios al ver al muchachito tan bien arreglado, sin embargo, no permitió que aquel encantador espectáculo la distrajera. Manteniendo un gesto tranquilo, la rubia sentó al albino a la mesa antes de desaparecer en la cocina. Guiándose por el delicioso aroma que flotaba en el comedor, Lincoln supuso que el desayuno estaba recién preparado.

    Y como ya esperaba, por el marco que daba a la cocina volvió a aparecer Carol con una charola llena con un plato con tres hotcakes apilados en una pequeña torre con algunos arándanos encima, un huevo duro acompañado de una guarnición de tres salchichas y una banana tan grande y amarilla que Lincoln casi podía asegurar que era el resultado de uno de los muchos experimentos de su hermana Lisa.

    Babeando sobre su desayuno como sólo un niño hambriento puede hacer, Lincoln prensó entre sus dedos el tenedor y se lanzó al ataque contra la comida delante de él, pero antes de que lograra poner siquiera a prueba la esponjosidad de sus hotcakes Carol le arrebató el cubierto de las manos.

    —Lincoln, ya te había dicho que yo me encargaría de que estuvieses bien atendido y cuidado ¿no es así? —Comenzó Carol, usando una vez más el tono de voz de vendedor de anuncio televisivo—. Eso no sólo aplica para las lecciones y las rutinas de ejercicio que haremos juntos sino también para la comida.

    —Sí, pero… eh… no creo tener ningún problema en hacer esto por mi cuenta —las palabras murieron en su garganta al ver como Carol tomaba el tenedor entre sus delicados dedos y partía un trozo de hotcake ¡¿acaso planeaba darle de comer en la boca?! Aunque apenado, no pudo evitar sentir cierta felicidad ante la idea.

    —No digas tonterías, dije que me encargaría de cualquiera de tus necesidades que yo juzgara conveniente… así que abre grande y disfruta —su voz no sólo había regresado su tono normal, sino que incluso había sonado extrañamente melosa cuando dijo la última parte y antes de que Lincoln pudiera decir más nada, Carol le metió a la boca el tenedor saturado con hotcakes y arándanos.

    Lincoln se sonrojó un poco mientras masticaba su primer bocado, agradeciendo en silencio que Carol no hiciera las cosas aún más vergonzosas al hacer ruiditos de avión. Ya sin encontrar resistencia de ningún tipo, ella continuó dándole de comer, logrando que con cada nuevo bocado las mejillas del albino alcanzaran tonos más intensos de rojo.

    —Y mira nada más, apenas vamos empezando y ya estas hecho todo un desastre —Sin comprender a que se refería Carol, Lincoln volteó a verla, pero la rubia empujó su cabeza de regreso antes de remojar una servilleta con un poco de su saliva—. Espera un poco y deja que te limpie eso.

    Lincoln comprendió que debía de tener un poco de jarabe en la mejilla. ¿Pero eso no sería culpa de ella en primer lugar? Antes de que el peliblanco pudiera darle voz a su reclamo fue que gracias a la peculiar postura de su cabeza se volvió consciente de algo delante de él.

    ¡Estaba viendo directamente a los pechos de la rubia! Una vez más, sin que Carol se diera cuenta, uno de los botones de su blusa blanca se había soltado de su lugar dejándole al albino el camino libre para ver directamente el sujetador rojo y toda la carne que sujetaba; Carol estaba ligeramente inclinada hacia delante mientras limpiaba su mejilla, de modo que su escote involuntario de volvió más que evidente para la mirada tan cercana del niño.

    Lincoln se quedó contemplando absorto por un par de segundos más hasta que su propia vergüenza lo obligó a actuar. Confiando en que el jarabe ya hubiese sido limpiado de su rostro, el albino apartó la vista y comenzó a voltearse hacía su desayuno, pero Carol lo tomó firmemente de la mejilla y guio de regreso su cabeza, y su mirada, hacia su escote antes de continuar limpiando su rostro por otros quince segundos.

    Carol continuó dándole de comer con cuidado. Limpió su rostro cariñosamente en otras cuatro ocasiones antes de que se acabaran los hotcakes. El huevo duro, por suerte para la presión arterial en aumento de Lincoln, pasó sin mayor problema.

    —Debo de admitir, Lincoln, que todo esto luce delicioso —teniendo la boca llena con lo último de su huevo duro, Lincoln sólo pudo asentir—. Pero estaba tan ocupada cuidando que tú desayuno estuviera rico que se me olvidó cocinar algo para mí…

    Habiendo tragado su bocado, Lincoln habló por simple reflejo.

    —¡Oh, lo siento! Sí quieres, puedes comer de mi desayuno, Carol —ella sonrió al oír aquellas palabras, su expresión sólo reflejaba satisfacción… pero no sorpresa.

    —Muy bien Lincoln, te daré un 9 por ser generoso —Lincoln parpadeó al oír aquello ¿acaso estaba calificándolo? ¿decirle que se le olvidó preparar si propio desayuno había sido alguna clase de prueba? Aparentemente no, pues Carol tomó la banana frente a Lincoln y empezó a pelarla—. Gracias por invitarme un poco de lo tuyo.

    Lincoln le sonrió débilmente a su niñera antes de pinchar una de sus salchichas con su tenedor recién recuperado. Ya estaba por darle la primera mordida cuando Carol terminó de pelar su banana y con toda la calma posible, como si aquello fuera algo común, se metió casi la mitad de toda la fruta dentro de la boca.

    Con los ojos tan abiertos como su boca, Lincoln jadeó ante la vulgar escena. Sin poderlo evitar, su tenedor, con todo y salchicha, se resbaló de su agarre y terminó por caer directamente entre sus piernas.

    Carol, cuyos ojos nunca habían abandonado la cara del niño, vio lo que pasó y se congeló por un segundo entero antes reaccionar. La banana abandonó su boca con la misma sencillez con la que había entrado, sin embargo, ahora estaba cubierta por una gruesa capa de saliva en la mitad que había legado hasta su garganta

    —¡Dios, Lincoln! ¿estás bien? ¿no te quemaste, o sí? —Carol casi aventó la fruta sobre la mesa antes de meter a toda prisa una de sus manos entre la entrepierna del joven albino en un intento por recuperar la comida y el cubierto caídos—. ¿Ya vez por qué insistí en darte de comer personalmente? Pero ya no hay por qué preocuparse, de ahora en adelante yo seré la única que atienda a tus necesidades… pero creo que las salchichas que compró tu abuelo para nuestra estadía aquí son muy grandes para ti, con algo de este tamaño pudiste haberte ahogado. —Dijo ella mientras sujetaba firmemente la salchicha… aunque no parecía que el tenedor que se había caído junto con ella estuviese cerca…

    —E-eso no… n-no es parte del desayuno… —Dijo Lincoln con un hilo de voz cuando Carol le dio un ligero tirón a la "salchicha" entre sus delgadas piernas en un intento por recuperar el alimento.

    —¡Ay! ¡LO SIENTO! ¡Lo siento! —gritó Carol con el rostro completamente rojo antes de retirar inmediatamente su mano de la entrepierna del chico. Lincoln, al sentir como el agarre de la rubia abandonaba finalmente su parte noble, no pudo sino estremecerse un poco—. Prometamos ambos tener más cuidado a partir de hoy ¿de acuerdo?

    —Y-yo… yo prometo ser más cuidadoso… espero… —Un poco más respuesta, Carol asintió a las palabras de Lincoln.

    —¡Bien! Porque no obtendrás una calificación aprobatoria ante las pruebas que tu abuelo pidió que te hiciera si no tienes cuidado… ahora… creo que esto amerita que tu calificación baje a 8.5…

    Lincoln iba a abrir la boca para quejarse por el descenso de su calificación ante algo que realmente no fue su culpa, pero antes de que pudiera decir nada, Carol tomó de la mesa la banana ya pelada e hizo que Lincoln le diera algunas mordidas en compensación por su salchicha perdida antes de comerse ella el resto de la fruta.

    -o-

    Carol nunca volvió a abrochar el botón suelto de su blusa, y conforme pasaba el tiempo se fue volviendo más difícil para Lincoln el ignorar y fingir que no estaba embobado por aquel escote delicioso que mostraba parcialmente el sostén rojo que sujetaba firmemente dos senos maravillosos.

    Después de desayunar, y después de que la rubia le pidiera al albino que lavara los trastes sucios del desayuno, ambos se dirigieron al "aula de estudio" –cuando Harriet aún vivía aquello se trataba simplemente de un viejo granero de piedra–, para las clases extracurriculares que Lincoln debía tomar y aprobar durante su semana alejado de su familia. Un pequeño mesabanco y un pizarrón blanco para plumones eran las únicas cosas que amueblaban en lugar.

    Sin que su niñera se lo indicara, Lincoln tomó asiento delante del pizarrón y preparó su libreta y un lápiz para tomar apuntes cuando fuese necesario. Carol ya había escrito su nombre en la elegante y fluida letra cursiva que él acababa de aprender a leer en la escuela.

    —Bienvenido a mi clase, tengo mucho que enseñarte el día de hoy —Incapaz de olvidar la intensa sensación que la mano de Carol había generado en su entrepierna al intentar recuperar el tenedor y la salchicha, Lincoln empezó a notar una vez más como sus pantalones se convertían poco a poco en una versión en miniatura de una tienda de campaña.

    Y como sí los dioses lo odiasen, las cosas simplemente se pusieron peor pues Carol se giró, dándole a él la espalda, y con un marcador en mano comenzó a escribir en la pizarra. Su mano golpeaba tan rápido el pizarrón y su brazo se movía con tanta fuerza que su cuerpo entero comenzó a sacudirse, su trasero más que el resto. Mientras que la parte superior del cuerpo de Carol apenas y se movía, sus nalgas comenzaron a moverse de lado a lado, a brincar arriba y abajo casi de la misma forma en la que bailaba Lori en su habitación cuando creía que nadie la veía. Esta vez, a diferencia de lo que ocurría cuando sorprendía a su hermana mayor, Lincoln se quedó embobado por el movimiento de su trasero.

    Ella ya era mucho más alta de lo que él era de pie, pero gracias a la menor altura que tenía Lincoln estando sentado la diferencia de altura entre ambos se evidenciaba aún más; ahora el trasero de Carol quedaba sobre la línea de visión del albino. Y conforme ella escribía, llenando poco a poco la parte superior del pizarrón, se iba inclinando cada vez más para escribir en las partes inferiores del mismo… provocando que su pequeña falda se levantara y revelara un poco más de sus muslos. Sin siquiera ser consciente de ello, Lincoln empezó a inclinarse sobre la paleta de su silla intentando que su punto de vista descendiera un poco más y le permitiera ver más de los muslos de su niñera… no estaba funcionando, pero de cualquier forma la vista ante él era increíble… la forma en la que su trasero se movía, vibraba, tan atrapantes a la vista, tan sensu… ¡ya no se movían!

    Lincoln se obligó a parpadear un par de veces para enfocar todo el panorama frente a él. A pesar de seguir levemente inclinada encarando la pizarra, ahora Carol lo estaba mirando fijamente por sobre su hombro con una expresión seria.

    Ella se enderezó rápidamente, dándole la espalda una vez más, y él jadeó por la sorpresa de saberse descubierto. Cuando Carol volteó finalmente, Lincoln notó que su rostro tenía un intenso rubor muy parecido al que había tenido el suyo durante el incidente del desayuno; Lincoln ya estaba preparándose para el regaño que sin duda se merecía por faltarle el respeto a la amiga de su hermana, pero la rubia no dijo nada acerca de él mirándola y en su lugar se limitó simplemente a señalar lo escrito en la pizarra. El niño, intentando escapar de su vergüenza, concentró toda su atención en la lección que Carol había preparado.

    «La lección de hoy estará centrada en el estudio de la reproducción humana, en la interferencia hormonal en los impulsos, la capacidad de concentración de los jóvenes varones humanos, así como identificar signos de fertilidad en las hembras humanas»

    Lincoln se le quedó viendo a la pizarra, parpadeó una única vez antes de voltear a ver a su maestra-niñera. Intentaba concentrarse, realmente lo intentaba… pero todo su esfuerzo por poner atención se fue a la basura tan pronto como Carol cambió el peso de su cuerpo de una pierna a la otra, pues aquel movimiento de su trasero mientras escribía la lección provocó que su falda se subiera aún más por sus piernas, ahora él casi era capaz de ver aquel lugar en el que los tersos muslos de la rubia se tocaban…

    —Veo que te estas esforzando por alcanzar otro 9 en esta lección, Lincoln…

    Lincoln tragó saliva con la fuerza necesaria como para tragarse uno de los horribles chistes de Luan e hizo su mejor esfuerzo por centrarse en la clase. Y de hecho aprendió bastante durante aquellas dos horas, cómo, por ejemplo, por qué su… "cosa" … se ponía tan dura durante ciertas situaciones. También aprendió que muy pronto su cuerpo, si no es que ya empezaba a ocurrir, comenzaría a captar las señas de fertilidad en los cuerpos de sus compañeritas… señas de fertilidad como los atrayentes labios de Carol… sus pechos firmes y voluptuosos para su complexión delgada… cómo sus caderas redondas y llenas de sensualidad parecían capaces de… dar a luz a muchos niños sanos.

    Fue una clase muy educativa, Carol incluso logró incluir un comentario breve acerca de cómo una ducha con agua fría ayudaba a controlar ciertos impulsos, por lo que Lincoln no pudo sino sorprenderse cuando el 9 que Carol le había prometido se convirtió en un 6.5 ¡¿Qué es lo que ella quería?! Como sanción a causa de su baja calificación, Lincoln tuvo que aprenderse de memoria para el día de mañana una lista de vocabulario.

    «Términos para los genitales masculinos

    1) Pene

    2) Falo

    3) Verga

    4) Salchicha...»

    Y la lista continuaba de igual forma por otras veinte entradas. Incluía algunos nombres que parecían ser poco comunes, cómicos, o simplemente perturbadores.

    —Domador de Zorras… —Lincoln se estremeció al leer ese en voz alta.

    También había otra lista con otros 24 términos en el reverso de la hoja, sólo que esa era para genitales femeninos… Lincoln sólo necesitó leer los primeros dos para sentir como su cara se derretía por la vergüenza; sin lugar a dudas no podría volver a ver a los ojos a sus hermanas después de agregar esas palabras a su vocabulario.

    Al menos Carol tuvo el tacto para dejarlo comer el almuerzo por su cuenta, sin embargo, le dijo antes de desaparecer en su habitación que tenía que comer poco pues al almuerzo le seguiría una sesión de ejercicios aeróbicos y que no quería que se sintiera mal mientras se ejercitaban.

    Casi una hora después, ya comido y ya habiéndose aprendido de memoria los cuarenta y ocho términos de su tarea, Lincoln salió por la puerta trasera de la vieja cabaña de la bisabuela Harriet y se quedó contemplando las tranquilas aguas del lago Erie. Había cambiado sus pantalones caqui por unos shorts deportivos que Lynn le había comprado en su cumpleaños pasado y comenzaban a quedarle algo chicos, los zapatos lustrados fueron reemplazados por sus tenis blancos y ahora usaba una playera holgada sin mangas… pero del mismo tono anaranjado que siempre usaba. Carol le había avisado que lo haría esforzarse realmente, así que tenía que estar preparado para sudar.

    Cuando Carol finalmente salió por la puerta trasera de la cabaña, Lincoln descubrió que ella había seguido su propio consejo. La blusa blanca de tela delgada se había ido, y su escote finalmente cubierto por un sostén deportivo negro que necesitaba de cuatro tirantes que se cruzaban por la espalda de la rubia para ofrecer el sostén adecuado para sus considerables senos… aunque el top no lograba evitar que el busto se moviera casi libremente con cada paso que ella daba. La falda a cuadros violeta también había sido reemplazada, y justo como decía Rusty siempre que entraba en confianza, Carol había logrado cubrir más piel y dejado menos a la imaginación pues los leggings negros que usaba se abrazaban a su cuerpo como una segunda piel.

    Todo el cuerpo de la rubia presumía una suavidad cautivadora que obviamente estaba cimentada por músculos que, aunque discretos, eran firmes y fuertes… un cuerpo sólo conseguido tras años de una dieta muy cuidada y de ejercicio constante, Leni y Lori eran otros ejemplos muy claros de aquel hermoso equilibrio, pero a diferencia de cuando veía a sus hermanas en medio de sus sesiones de yoga, una sensación muy intensa comenzó a apoderarse de Lincoln al contemplar a Carol.

    Embobado por la obra de arte frente a él, Lincoln se quedó mirando, apenas y consciente del creciente bulto en sus shorts. ¡Y para empeorar las cosas, la niñera se había dado cuenta de la reacción que su apariencia estaba teniendo en el joven albino!

    Carol sabía que su abuelo tenía ciertas inquietudes sobre su nieto, la había contratado específicamente para que se encargase de despejar ciertas dudas después de todo, pero al ver la erección creciendo en las bermudas de Lincoln no le quedó duda que el pequeño albino ya era todo un hombre… sólo uno muy, pero muy adorable.

    —Bueno… este… ¿estás listo para empezar a hacer ejercicio? —intentando ya no ver al encantador niño a su lado, Carol comenzó a trotar en su sitio, provocando que sus pechos bambolearan al no poder ser debidamente contenidos por su top deportivo.

    Aquello fue demasiado para el ya de por sí, nervioso albino.

    —Bah… Bah… Bah… Bah…

    Preocupada por aquellos berridos como de oveja, Carol dejó de trotar en su lugar y comenzó a acercarse a Lincoln, el rostro del pobre había abandonado la palidez rosada que siempre lo había caracterizado y se había tornado de un rojo intenso.

    —¡Dios mío Lincoln! ¿estás bien? —Carol tomó el rostro del albino entre sus manos; el pequeño estaba ardiendo en fiebre, pero antes de que pudiera decir nada Lincoln se alejó de ella de un brinco y estiró su playera naranja hacia abajo, cubriendo parcialmente sus shorts.

    —No ¡No…! Quiero decir…. estoy bien, Carol —debía haber alguna manera para alejar esos extraños pensamientos acerca del cuerpo de su niñera de su mente ¿verdad…? entonces recordó el rápido consejo acerca de una ducha fría—, es sólo que creo que me apetece más nadar en el lago el día de hoy… eso es todo.

    —¡Oh ya entiendo…! Ya me habías preocupado por un momento —un poco más relajada, Carol le regaló a Lincoln una de las sonrisas más hermosa que él hubiera visto—. Realmente no tengo problema, pero sí quieres que nademos tendrás que esperar a que me ponga mi traje de baño ¿de acuerdo?

    La idea de verla en un atuendo aún más revelador rebotó dentro de la mente del niño, acelerando aún más su corazón.

    —Entonces quizá lo mejor sea posponer para otro día el sumergirnos en el lago… juntos.

    Lincoln intentó apartar la mirada cuando dijo la última parte, sin embargo, sus ojos nunca lo obedecieron y Carol pudo ver claramente como él recorría su cuerpo de arriba abajo con la mirada.

    Entonces Carol comprendió qué era lo que había pasado y porqué Lincoln tenía el rostro colorado, sin poderlo evitar se sonrió para sí misma y luego se encogió de hombros. Pero el verla sonreír sólo provocó que Lincoln se estremeciera otra vez y volviera a sonrojarse y Carol no pudo sino reírse por las reacciones tan lindas del niño.

    Una carrera corta a través de la modesta finca de Harriet, con Carol siempre al frente, pronto provocó que Lincoln empezara a correr de forma graciosa e irregular debido a un no tan modesto bulto creciendo dentro de sus shorts. Los ocasionales sonidos de algo carnoso golpeando contras las piernas del niño también provocaron que Carol comenzara a ponerle más contoneó a su trote.

    Y justo cuando el pobre ya no podía más, Carol decidió que era el momento perfecto para una sesión de yoga bajo la luz del sol. Ignorando sus quejas, ella lo guío a través de diferentes poses que variaban en dificultad entre sí. Lincoln intentó recordar el nombre de la mayoría, pero toda su atención se centraba en realidad en la forma en la que el cuerpo de Carol se movía y contorsionaba con cada posición diferente.

    Lincoln encontró su habilidad para concentrarse más comprometida conforme pasaban los minutos. A pesar del contoneo de sus caderas o la forma en la que sus pechos se movían al cambiar a una pose nueva, el chico no estaba completamente embobado, sólo sorprendido por las constantes situaciones comprometedoras en las que se encontraba siempre que estaba cerca de Carol. Entonces, algo hizo click en su cerebro; al inició creyó que todo se trataba de meros accidentes y malentendidos, que ella ignoraba la forma en la que Lincoln la miraba… pero no era ese el caso. Ella lo había descubierto y no lo había detenido y reprendido ¡sino que lo estaba animando!

    Lincoln esperó sentirse apenado como en las ocasiones pasadas, pero eso ya no sucedió; Ante la revelación de que a ella no le disgustaba que él la viera, con cada nueva pose que Carol le enseñaba, su vergüenza iba cediendo paso a la expectación por ver más de su cuerpo.

    Finalmente, todo llegó a un punto crítico durante la última pose en la que ambos estaban sentados uno frente al otro, con las piernas tan separadas como sus cuerpos se los permitía y con ambos brazos levantados hacia el cielo. Como ya esperaba Lincoln, sus ojos fueron incapaces de ignorar el cuerpo de su niñera. Esta vez, sin embargo, no admiró su trasero o sus pechos, sino sus piernas abiertas y tensas.

    Los pantalones que usaba Carol eran ceñidos al cuerpo por diseño, y debido a que llevaban casi dos horas ejercitándose bajo el sol, el sudor hizo que la tela de los mismos se pegara aún más a sus piernas. Lincoln observó, como si no hubiera nada cubriéndolos, la forma en la que los músculos de los muslos de Carol se tensaban y movían con cada respiración. Admiró la forma en la que gruesas gotas de sudor descendían por su abdomen plano y levemente torneado hasta perderse en la zona de la entrepierna, lugar dónde la tela de sus leggings parecía ser levemente más gruesa que en el resto.

    Al sentir una gota de un líquido diferente al sudor escurrir por su barbilla, fue que Lincoln descubrió que había estado babeando mientras admiraba el cuerpo de su niñera. Usando cada parte de la fuerza de voluntad que le quedaba intentó apartar la mirada de las piernas perfectas que tenía delante de él y en su lugar mirar a Carol directamente a la cara… y por primera vez desde que esas situaciones vergonzosas se empezaran a repetir, Lincoln descubrió que Carol no lo estaba viendo. Estaba distraída por algo más…

    Lincoln siguió su mirada perdida antes de sentir como todo su ser se estremecía ante la vergüenza más pura que recordara haber sentido jamás. Sentado, con las piernas tan separadas como su cuerpo se lo permitía, las cortas piernas de su short se habían arremangado sobre sus muslos provocando que la hinchada cabeza de su… pito… como la lista de vocabulario que había tenido que aprenderse de memoria nombraba en el apartado doce, sobresalía varios centímetros por el borde de sus shorts deportivos, debido a que la parte de su miembro que alcanzaba a asomarse al aire libre estaba completamente cubierta por lubricación natural simplemente destellaba bajo la luz del sol… volviéndose aún más llamativa.

    ¡Y Carol la estaba viendo embobada! Su respiración se estaba acelerando segundo a segundo, su rostro había alcanzado un rubor aún mayor al que había tenido durante el incidente del desayuno. De pronto, Carol parpadeó, sus ojos abandonaron el pene erecto del niño para enfocarse en su rostro y con la expresión más sorprendida que Lincoln hubiera visto desde que Lucy aprendiera a escribir, la rubia tragó saliva.

    —C-creo que… ya fue suf-ficiente, Linky —Carol se puso de pie de un brinco, aunque su expresión había vuelto a aparentar tranquilidad el rubor no abandonó sus mejillas, y corrió de regreso a la cabaña de Harriet… el movimiento que hacía su trasero al trotar fue incentivo más que suficiente para que Lincoln se pusiera de píe y la siguiera.

    Una vez de regreso al hogar, cada uno desapareció dentro de sus habitaciones y Lincoln finalmente pudo tomar su ducha helada… sorpresivamente para el pobre, poco hizo el agua fría por remediar la situación de su entrepierna por lo que después del tercer intento simplemente se dio por vencido y salió de la regadera.

    Al menos esperaba que la cena fuese un poco más normal a comparación del resto de las actividades del día, realmente necesitaba un poco de normalidad, pero cuando Lincoln finalmente volvió al comedor se encontró con una atmosfera extraña… y con Carol como nunca antes la había visto.
     
  3.  
    Sylar Diaz

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    Escritor
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    Carol
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Comedia Romántica
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    4998
    La enorme mesa circular de madera podía acomodar sin problemas a una decena de personas, pero sólo tres velas alumbraban dos asientos dejando al resto de la estancia sumergirse en la oscuridad del atardecer. Lincoln dio un par de pasos dentro del comedor antes de descubrir que Carol ya estaba presente. Estaba sentada a la izquierda del que parecía, sería su lugar. Al verlo llegar ella se puso de pie, provocando que un escalofrío inmenso recorriera la espalda del albino… a pesar de estar usando sus mejores ropas, Lincoln se sintió terriblemente mal vestido a comparación de la rubia.

    Carol sólo estaba usando un vestido violeta liso y tacones negros, su hermoso cabello rubio estaba suelto y caía suavemente sobre sus hombros desnudos. Llevaba sombra de ojos azul claro y un toque de lápiz labial rojo. Todo el atuendo era coronado por un collar plateado que descansaba elegantemente sobre su escote.

    —Wow…

    Tan pronto como la exclamación abandonó la boca de Lincoln, una sonrisa radiante se posó en la de Carol antes de hacerla apartar la mirada y sonrojarse discretamente. Y Lincoln supo en ese instante que parte de esa sonrisa y de ese sonrojo se debían a la forma en la que él la estaba mirando; admirando su cuerpo con la pasión y el respeto que una obra de arte como ella se merecía.

    —Espero que te guste como luzco, tú… tú te vez muy guapo —Lincoln asintió de forma continua por tres segundos antes de obligarse a responder.

    —Tú… uh… te vez muy… —Carol levantó una de las cejas al tiempo que posaba una de sus manos elegantemente cuidadas sobre su cadera, Lincoln tragó saliva, respiró hondo y le dio otra patada metafórica a su cerebro para poder continuar—. Tú eres una mujer hermosa, Carol Pingrey.

    El rostro de ambos se sonrojó de forma casi simultánea, completamente satisfecha con la respuesta de Lincoln, Carol ni siquiera intentó disimular la sonrisa en su rostro.

    —Mucho mejor, tienes un 9 —Lincoln sonrió al escuchar eso, complacido al saber que se había ganado una calificación tan alta de alguien como Carol—. Ahora, sentémonos a la mesa, es muy importante para un hombre de bien el aprender la etiqueta apropiada para comer en sociedad… quizá yo no sea compañía adecuada, pero espero bastar para enseñarte lo básico.

    Lincoln frunció el ceño.

    —¡¿Qué?! ¡Carol no digas eso, cualquiera estaría encantado con pasar tiempo contigo! —Los ojos de Carol resplandecieron con adoración al ver al niño acercarse con un adorable ceño fruncido en su adorable carita.

    —Oh, Lincoln… ¿tan rápido quieres obtener puntos extra? —todo el coraje y gallardía desaparecieron del rostro de Lincoln y fueron reemplazadas por un sonrojo mucho menos intenso que los otros que los que él había sufrido durante el día. Al ver el cambio tan radical en su postura, Carol no pudo evitar reírse, su risa un sonido melodioso que hizo que el corazón del albino latiera a toda velocidad.

    —Ya, poniéndonos serios, esto se trata de otra lección. Así que espero que muestres una concentración y seriedad un poco mejor que la que me has mostrado durante las otras actividades del día —Lincoln asintió seriamente, se armó de valor y justo cuando iba a sentarse, su cerebro metafóricamente pateado le regaló una revelación.

    Moviéndose tan rápido como su cuerpo se lo permitía, Lincoln pasó por detrás de Carol y le acercó la silla antes de voltear a verla con una mirada expectante.

    Al comprender cuál había sido el motivo del albino al hacer aquello, el rostro de Carol se iluminó con otra sonrisa maravillosa antes de que tomara asiento grácilmente. Tan pronto como se cercioró de que ella estuviera cómoda en su lugar, Lincoln se sentó a su lado derecho, en el otro asiento disponible. Frente a ambos, en la elegante vajilla antigua de Harriet, la cena ya estaba servida.

    Lincoln sintió que debería sentirse avergonzado por compartir mesa con una mujer tan hermosa, pero conforme pasaron los segundos pronto descubrió que la vergüenza no llegaba y también descubrió que los ojos de Carol sólo lo observaban a él. Utilizando esta nueva confianza recién descubierta, Lincoln le sostuvo la mirada a su compañera, provocando que la sonrisa de la rubia creciera hasta mostrar sus dientes perfectos. Y comenzaron a cenar.

    Realmente Lincoln ya conocía todo lo relacionado a la etiqueta de una cena formal, en gran medida gracias a todo el tiempo que le había dedicado a aprenderse los libros de Gil DeLily sobre vida en sociedad… sin embargo nunca había aplicado sus conocimientos fuera de las fiestas de té de Lola. Obviamente estaba nervioso, pero no permitió que su ansiedad arruinara la cena con Carol. Comieron siguiendo las rigurosas reglas que una cena formal exigiría, ambos haciendo su mayor esfuerzo por entablar una conversación con el otro del tema que fuese. Y dicha conversación finalmente surgió cuando a Lincoln se le ocurrió preguntar por las pruebas que había vivido durante el día y sobre las situaciones sonrrojantes que ambos sufrieron. El albino no obtuvo ninguna respuesta directa más allá de una sonrisa cada vez más grande en el sonrojado rostro de Carol… sin embargo sí logró deducir quien estaba detrás de todo. Una revelación que casi lo hizo carcajearse.

    —¿Qué? —la pregunta de Carol era inocente y genuina, sin embargo, Lincoln tuvo que lamerse los labios antes de hablar.

    —Creo que ya sé cómo es que se siente ser alguien como mi… ser alguien como Albert. Quiero decir… ser alguien a quien la gente escucha —Carol asintió, pero permaneció en silencio, intuyendo que Lincoln todavía no acababa de hablar—. Sé que yo no soy realmente un… que yo no soy como él… o como las chicas… pero ahora entiendo cómo se siente ser alguien así —puso ambas manos sobre la mesa, bajando con ellas sus cubiertos—. Ser… alguien importante… jefe de familia o dueño de un negocio respetable… ¡tener a una mujer hermosa sentada a mi lado haciéndome compañía! —Había dicho lo último con una mirada ausente, sin embargo, lo había dicho con una convicción tan grande, que dejaba en claro que él sabía exactamente qué era lo que había dicho.

    Carol sólo pudo sonreírle, respirando profundamente y haciendo su mejor esfuerzo para no pegar un chillido agudo como la adolescente fascinada que era en realidad en esos momentos. Sin embargo, el albino aún no terminaba de hablar.

    —¡Porque tengo a una mujer muy hermosa haciéndome compañía! —una sonrisa radiante que Carol había visto mucho durante sus años como porrista, una autentica sonrisa de triunfo, se posó en la hermosa carita de Lincoln.

    —Muy bien Lincoln, tienes un 8 —Dijo Carol con una sonrisa propia, y cuando la sonrisa de triunfo desapareció de la cara del albino, la suya creció aún más.

    —¡¿Q-qué?! ¿po-por qué? —Lincoln le dio a su cerebro una paliza metafórica para que no lo volviera a hacer tartamudear frente a Carol—. ¿Por qué sólo un 8? ¿Qué necesito hacer para que me des un 10?

    La sonrisa de Carol volvió a cambiar sobre su rostro, creciendo hasta volverse infantil y burlona. Intentando disimularla, se acercó una servilleta a la boca para limpiar una mancha que en realidad no estaba ahí antes de descolgar su bolso del respaldo de la silla.

    —Lo siento Lincoln, pero no puedo decirte cual es el objetivo de estas lecciones, tendrás que descubrirlo por tu cuenta…

    Del bolso, Carol sacó un pequeño espejo compacto y lápiz labial, el cual comenzó a reaplicar sobre sus labios.

    Lincoln se le quedó viendo por un momento antes de voltear a ver a la mesa y al plato vacío y sucio frente a él. Su mente, temiendo otra golpiza metafórica, comenzó a revivir todo el día. Las lecciones dementes. La forma en la que ella actuaba a su alrededor. La forma en la que vestía y que tan complacida se veía cuando él simplemente… bueno, cuando babeaba al verla. Cuando la siguió trotando mientras admiraba su trasero, cuando se puso duro como un pedazo de metal cuando la vio comer una banana… una revelación brilló en su mente.

    Lincoln volvió a voltear hacia Carol. Ella estaba ocupada viendo su reflejo mientras reaplicaba su lápiz labial, pero cuando finalmente acabó, volteó a verlo y le sostuvo la mirada. Cerró el espejo con un 'click', encogió los labios, igualando el maquillaje, y luego los abrió. La misma sonrisa que no la había abandonado durante toda la cena volvió para embellecer su rostro, provocando que los ojos de Lincoln se dirigieran a sus labios… pero algo un poco más abajo también llamó su atención; el abundante escote que el vestido de Carol hacía lucir.

    Ya sin dudas sobre las intenciones de su abuelo, Lincoln se levantó de su lugar y mientras la tienda de campaña crecía en sus pantalones, comenzó a acercarse a Carol.

    —Creo que ya sé… —tragó saliva, sus ojos reflejando su ansiedad y su corazón latiendo a toda velocidad—, creo que ya sé qué es lo que has intentado… enseñarme…

    —¡Oh! ¿en serio? —Carol realmente dudaba que Lincoln hubiese descubierto el objetivo detrás de las lecciones, pero ver al niño tan seguro y serio era motivo más que suficiente para dejarle continuar.

    —Quieres que yo… que yo aprenda a tomar… lo que quiera cuando quiera —Atónita, Carol se quedó un momento con la boca abierta.

    —¡¿Qué?! Lincoln, me parece que te equi… —Lincoln ya estaba frente a ella. Una de sus manos se posó sobre la cara de la rubia, sus dedos se extendieron por su mejilla mientras que la otra la tomó del mentón facilitándole a él el acercar su boca a la de ella.

    Un beso gentil fue lo que silenció la respuesta de Carol, quien sólo por un par de segundos se perdió en aquel contacto tan íntimo y tan inesperado… hasta que todas sus alarmas morales se activaron en su consciencia y recordó a quien estaba besando; Lincoln Loud, el hermano menor de Lori Loud, un muchachito que había conocido desde bebé ¡un niño de once años!

    Empujándolo lejos con toda la fuerza que sus brazos pudieron mostrar, la cual no fue mucha, Carol apenas y pudo romper el beso.

    —¡Lincoln! ¡¿Qué te ocurre?! —al oír el tono de Carol, los labios de Lincoln temblaron y dolido, dio un paso hacia atrás—. ¡Por supuesto que no intentaba enseñarte nada parecido a eso de "tomar lo que quieras cuando quieras"! ¡Tú abuelo me contrató para ayudarte a desarrollar asertividad! ¡Para enseñarte a confiar en ti mismo…! Me dijo que sólo con incentivarte con algo que tú desearas… con mi apariencia mientras te guiaba paso a paso sería suficiente para que desarrollaras tu autoestima.

    Sintiendo que se ahogaba con un grito atorado en la garganta, Carol se levantó a toda prisa de su asiento, al tiempo que sus hombros comenzaron a temblar y sus ojos a llenarse de lágrimas. Al ver a su amada tan afectada, todo el pesar por creerse rechazado abandonó a Lincoln y lentamente volvió a acercarse hasta poder envolver las manos de ella entre las suyas. El gesto logró despabilarla de su ataque de pánico lo suficiente como para que abriera los ojos, la carita de Lincoln lucía roja, llena a partes iguales de ansiedad y deseo. Al verlo, Carol supo que ella debía lucir muy parecida a él… una muchacha de diecisiete años… casi una adulta… una adulta que sentía atracción por un niño inocente, lo mismo que el niño sentía por ella ¡era una persona asquerosa!

    —Entonces… ¿de eso se trató todo…? —Lincoln le soltó la mano al tiempo que sus propios ojos comenzaban a llenarse de lágrimas—. ¿Tú y mi abuelo planearon todo esto sólo para volverme loco y que yo intentara impresionarte?

    —Bueno… el plan de Albert funcionó… así que lo llamaré y le diré que cumplí mi misión antes de lo esperado —Evitando volver a hacer contacto visual, Carol buscó en su bolso su celular—. Lo llamaré y le diré que puede pasar por ti el día de mañana.

    Lincoln agitó su cabeza no queriendo escuchar las palabras de la rubia ¿su abuelo quería que mostrara una actitud más dominante y asertiva? ¡Pues bien podía comenzar por complacerlo hoy!

    —Pues Albert no está aquí… ¿o sí? —dijo Lincoln con un tono que jamás había utilizado al tiempo que le arrebataba el celular a su niñera; no había levantado la voz, no había murmurado… simplemente dijo lo que deseaba—, y, además, Carol, creo que aun tienes más calificaciones que dar…

    Al ver el cambio en la actitud de Lincoln, Carol sintió algo muy parecido al miedo… o a un intenso deseo pasional sólo por un momento. Boquiabierta, la rubia dio un paso hacia atrás y se tropezó con la pata de una de las sillas, sólo sus rápidos reflejos y su cercanía con la mesa evitaron que callera por completo. Ya no estaba parada erguida cuan alta era, sino que estaba apoyada de espaldas en el borde de la mesa, sólo un centímetro o dos más alta que Lincoln. Sus temblorosas piernas estaban abiertas para soportar un poco mejor el peso de su aturdido cuerpo. Aquella postura atónita sólo hacia resaltar aún más el escote del vestido y con él sus pechos que subían y bajaban rápidamente siguiendo el ritmo de su nerviosa respiración; al dar un paso hacia enfrente, Lincoln descubrió que podía ver con toda claridad el contorno de sus pezones erectos.

    Habían estudiado los pezones como zona erógena justamente aquel día, Lincoln había aprendido los motivos que los hacían endurecerse… y el comedor no estaba frío—. Carol… ¿quieres que me gane más calificaciones?

    Carol nunca había querido nada con tanta intensidad en su vida y supuso que lograr que Lincoln desarrollara esa actitud era a fin de cuentas su objetivo como niñera, así que simplemente guardo silencio. Lincoln interpretó ese silencio como una afirmación y acercándose nuevamente sabiendo que esta vez no sería rechazado, volvió a besarla con abandono al tiempo que tomó con una de sus manos el borde del escote y lo apartó completamente al bajarlo casi hasta el vientre de la rubia. Con sus labios atrapados entre los de Lincoln, Carol sólo pudo inhalar cuando el niño descubrió sus pechos, las areolas de un rosa oscuro coronadas cada una por un pezón erecto de un color ligeramente más oscuro que el resto.

    La garganta de Lincoln hizo un sonido muy parecido a un chillido de cachorro al descubrir aquellos bellos montoncitos de carne por primera vez, entonces, sin poderlo evitar, sus manos se posaron sobre los pechos de su niñera. Los dedos se hundieron levemente en ellas, salvo por los pezones que neciamente se endurecieron un poco más bajo el contacto con la piel de Lincoln. Ante aquellas caricias, Carol volvió a inhalar sin romper el beso, pero cuando él apretó un poco más fuerte ella exhaló un gemido, indicándole que aquello le había gustado. Sin pensar, sólo moviéndose guiado por un instinto que ignoraba poseer, Lincoln se restregó aún más en el cuerpo de la rubia, su cadera enterrada entre los muslos de ella… la sensación de algo largo y duro creciendo dentro de su ropa interior.

    Carol ya había visto muchas veces el contorno de aquello, lo había sentido a través de sus pantalones durante el desayuno… pero al recordar lo que había alcanzado a ver durante la sesión de yoga sintió un deseo ciertamente inmoral crecer en su interior—. Linky… yo quiero… toma lo que quieras de mi… cuando quieras —las palabras de Carol sólo se vieron interrumpidas por la intensidad con la que Lincoln seguía besándola, el autocontrol de ambos ya había desaparecido por completo.

    Lo que Carol había dicho en un inicio era cierto, Albert no la había contratado para acostarse con su nieto. Ella era niñera legitima, encargada por velar por la educación del albino, cuidarlo y guiarlo hasta convertirlo en un caballero seguro de sí mismo… ¡pero Lincoln era justo su tipo! ¡un chico encantador en todo sentido! Un muchachito sólo capaz de apartar los ojos de su cuerpo por un momento cuando la timidez ya había pintado sus mejillas de rojo… únicamente para volver a voltear a verla un segundo después, justo por eso fue que su coqueteo gentil desde un inicio se salió control hasta rápidamente escapársele de las manos. El descubrir que el deseo era mutuo sólo fue la gota que derramó el vaso y terminó por acallar la voz de sus consciencias.

    La cintura de Lincoln volvió a restregarse entre los muslos de la rubia, directamente contra su húmeda ingle, y Lincoln pudo sentir con toda claridad el calor muy intenso que emanaba de ahí. Excitado por la curiosidad y el morbo, el albino retrocedió un par de pasos, sus manos abandonando finalmente los pechos de la niñera inmoral. Al ver el deseo en la cara del albino, Carol bajó ambas manos hacia su cadera sólo para levantar su falda y hacer a un lado su ropa interior, revelando finalmente su sexo.

    Tan pronto como la vagina de la rubia estuvo a plena vista, Lincoln se hincó frente a la mujer para poder admirarla mejor.

    —Linky… ¿te acuerdas de la clase de hoy? —Por supuesto que se acordaba. Admirando aquella zona tan íntima del cuerpo de su adorada, Lincoln pudo ver todo con claridad, desde el clítoris hinchado y reluciente escondido justo debajo de un denso bosquecillo de gruesos pelos rubios, hasta los relucientes labios que rosados y húmedos cubrían su feminidad. La diferencia suprema de una mujer con un hombre, su vagina, su coño, su vulva, su hoyito, tarrito de miel… aunque le diera pena decirlo, la verdad es que había estado mucho más interesado en esa lista de vocabulario que en la otra.

    —Quizá nuestra siguiente clase no se base únicamente en una imagen sacada de interne-aah ¡LINCOLN! —envalentonado, el albino decidió probar un poco del postre que tanto anhelaba. Su joven lengua lamió la parte superior de la vulva frente a él, provocando que Carol gimiera, y al oír aquella hermosa melodía lo hizo de nuevo, y de nuevo ¡y de nuevo! Su lengua comenzó a recorrer de arriba a abajo la totalidad del sexo de la rubia sin importarle nada… ni siquiera se detuvo cuando Carol intentó apartarlo con sus manos.

    —¡O-Oh! ¡LINCOLN! ¡LIIIIIN-Linky! ¡Basta! ¡NIÑO BASTA! ¡HE DICHO BASTAaaaahh! —Lincoln apenas llevaba poco menos de diez minutos con la cabeza entre los muslos de la rubia, pero eso poco importaba, la pobre chica Pingrey había estado excitada desde que supo que estaría a solas en una cabaña en medio de la nada con el muchachito de sus sueños. Su cerebro frito por la lujuria y el morbo la acercó en tiempo record hasta el clímax, y con un gemido más parecido a un grito sus piernas se cerraron sobre la cabeza de Lincoln mientras que su vagina completamente dominada por la lengua de su joven amante explotó en líquido, chorreando su néctar en la boca, en la barbilla, y finalmente manchando la parte delantera de la camisa del albino.

    Confundido y ligeramente preocupado al pensar que lo acababan de orinar –el pobre aún ignoraba como eyaculaban las mujeres–, Lincoln siguió lamiendo con pasión pues estaba consciente que aquello le había encantado a su Carol. Deseoso de darle más placer a su amada, el siguió probando su néctar con rápidas y vigorosas lamidas hasta que sintió como el cuerpo de Carol volvía a estremecerse y con sus manos volvía a intentar, otra vez sin éxito, apartarlo de su vagina. Motivado por la forma en la que el cuerpo de la rubia se contorsionaba, Lincoln siguió lamiendo hasta forzar a Carol a llegar a un tercer orgasmo.

    —¡N-No! ¡Basta Lincoln! ¡Bast-bastaaargh! —logrando finalmente empujarlo lejos, Carol cerró las piernas mientras sentía como las oleadas de placer de su último orgasmo la atravesaban de punta a punta, dejándola temblando y con los ojos cerrados—. Oh dios… dios mío… te ganaste tú 10…

    En su aturdimiento post-orgásmico, Carol oyó el ruido de la ropa al frotarse sobre más ropa. Luego el suave roce de una silla al ser arrastrada sobre un piso de duela. Y entonces apareció algo en el borde de la visión de la niñera amoral.

    Un Lincoln con el rostro colorado estaba de píe ante ella, mucho más alto que lo que el encantador albino tenía derecho a ser. Estaba parado sobre una silla, la cual tuvo que acercar a la mesa y a Carol. Y estaba desnudo. Su camisa empapada tirada a un lado, aunque su barbilla y su suave y joven torso aún resplandecía con humedad ante la luz de las velas. Sus pantalones, sin embargo, habían sido descartados por otros motivos… el principal de ellos le estaba apuntando directamente a ella.

    —Oh… wow —Con poco más de trece centímetros de largo, aquello no podía considerarse realmente grande, pero para Carol, cuyo compañero intimo más grande hasta la fecha había sido únicamente su dedo anular… lo que vio ciertamente le pareció algo inmenso.

    Sin ser capaz cubrir completamente la circunferencia con los dedos de una mano, Lincoln comenzó a bombear rítmicamente su pene antes de guiarlo hacia abajo. Cualquier duda que él pudiera tener sobre el pleno consentimiento de Carol se perdió cuando un par de uñas pintadas en esmalte negro y azul metálico se hundieron en su vagina y abrieron los labios para él. El albino sólo tardó un momento para admirar aquella piel rosa e invitante, el intenso sabor aún fijo en su lengua, antes de empujar ansioso su pene dentro de la mujer.

    —¡Hnnng…! —Lincoln gruñó a través de sus dientes apretados mientras su pene se deslizó una primera vez en la funda de seda más perfecta. Sobrecargado por aquellas intensas sensaciones, todo lo que pudo hacer fue sujetarse de las piernas de ella, sus dedos hundiéndose en su piel. Sus muslos se sentían casi como sus pechos, pero no eran tan suaves pues él sintió rápidamente el musculo solido que descansaba bajo aquella piel delicada… sin embargo, el pobre no fue realmente consciente de nada de aquello, pues su mente aún estaba concentrada en la vagina de Carol; húmeda, cálida… y succionándolo hacía dentro con una fuerza increíble… sólo la mitad de toda su envergadura estaba dentro de Carol y se sentía maravilloso.

    —¡Aaahnn! ¡Lincoln! —la reacción de Carol, por otra parte, fue un poco más vocal cuando de forma oficial perdió su virginidad—. ¡Mierda Lincoln! ¡Métemela, métemela bien y cógeme!

    Sin oír realmente sus palabras, pero siendo consciente de la demanda en su tono de voz, Lincoln obedeció a Carol y entró completamente en sus entrañas—. Es tan… apretado…

    Mordiéndose los labios, Carol quiso gemir que estaba de acuerdo, sin embargo, para ella todo se trataba de que él era demasiado grande… demasiado para tratarse de un niño que tenía casi seis años menos. Malinterpretando los sonidos de Carol, Lincoln se hizo hacia atrás hasta que sólo su punta continuaba dentro de ella. La rubia rugió al comprender que Lincoln intentaba abandonar sus interiores, y actuando con la urgencia de la necesidad no tardó en hacerse escuchar.

    —¡Mierda Lincoln! ¡Méteme otra vez tu maldito domador de zorras! ¡HAZLO AHORA!

    La rubia no tuvo que repetirlo dos veces.

    La verga de Lincoln volvió a hundirse completamente en la intimidad de Carol, abriéndola más que cualquier otra cosa con la que ella hubiese intentando masturbarse en el pasado. Sintiendo como su interior se expandía y se ajustaba para acomodar debidamente a su joven amante, las piernas de la niñera se cerraron tras la cintura del niño para que no volviera a intentar abandonarla al tiempo que una de sus manos se aferraba a sus propios pechos mientras que la otra se hundía en su dorada melena y ella se limitaba a gemir con las fuerzas que le quedaban.

    Las caderas de Lincoln bombearon una vez, dos veces, y con un gemido tembloroso el pobre se apretujó tanto como pudo contra el vientre de Carol antes de explotar dentro de ella tras la cuarta penetración. Carol inhaló como nunca antes de exhalar un gemido mudo al sentir por primera vez en su vida el orgasmo de un hombre dentro de ella. El pene del albino, tan gordo para su vagina novata, expandiendo las paredes de su interior con tanta fuerza que cuando aquello se hinchó aún más para expulsar el semen, la rubia sólo pudo temblar… y ni hablar de aquella sustancia en sí. Denso y caliente esperma, grandes cantidades de aquella sustancia siendo bombeadas dentro de ella. Tras los primeros cuatro chorros ella pudo comenzar a sentir un calor peculiar expandirse en su interior conforme sus entrañas empezaron a ser inundadas por sensaciones nuevas y desconocidas para ella.

    —¿Acabas de…? Oh por… no creí que saliera tanto en una sola vez… creo que eso es prueba de que te provoque demasiado —Carol bajó la mirada para regalarle una sonrisa completamente satisfecha y cansada a su inesperado amante, pero la cara de Lincoln no estaba en posición para ver nada. Su frente estaba enterrada entre los pechos de ella mientras luchaba por recuperar el aliento—. Al menos dime ¿eso se sintió bien, Linky? Supongo que podemos considerar esto como un plu… ¿qué?

    Las palabras murieron en la boca de Carol tan pronto como sintió el pene de Lincoln volver a crecer en su interior y sus pequeñas manos abandonar sus muslos para aferrarse a sus nalgas. Sin que ella pudiera reaccionar aún, el albino levantó la cara y capturó el pezón de uno de sus senos con la boca. Succionándolo y masajeándolo con la lengua como si quisiera obtener leche de él… ordeñarla con la boca. Con un gruñido de esfuerzo, él volvió a mover su cadera hacia ella llenándola completamente una vez más; la cabeza de su miembro alcanzando sin problemas el cérvix.

    Carol sólo pudo lanzar un chillido mudo antes de que él empezara a martillear su interior con una fuerza y un vigor poco propio de su cuerpo delgado y débil. Acababa de eyacular, pero ahora era claro que Lincoln no estaba satisfecho aún. Su joven y gruesa verga bombeando dentro de ella con abandono. Tan agotada estaba ella que sus piernas ya no podían envolver el cuerpo de Lincoln como lo habían hecho en un inicio, ahora sólo descansaban completamente abiertas a los lados del albino, invitándolo inconscientemente a tomarla y reclamarla como suya.

    La visión de la rubia comenzó a volverse borrosa. Su mundo, uno de éxtasis y placer, comenzó a derrumbarse conforme el joven semental seguía invadiendo su interior con un pene demasiado grande para su complexión. Su cuerpo, incapaz de moverse por sí mismo, se movía y agitaba sin ninguna clase de resistencia con cada nueva penetración por parte de Lincoln. Su vagina temblaba y expulsaba líquidos incontrolablemente conforme la verga de Lincoln entraba y salía de ella, desplazando con cada penetración un poco del semen que acababa de eyacular en su interior. La lefa comenzó a escurrir por los muslos a la elegante mesa de vadera, y de ahí directamente hacia el suelo de duela pulida. A Carol ya no le importaban cuidar de los finos muebles de la cabaña ni guardar las apariencias con su protegido, ahora sólo quería descubrir una nueva forma de motivar y complacer a su Lincoln… ya estaba logrando formar el inicio de una idea en su mente cuando un nuevo orgasmo la atravesó y borró todo propósito de su mente.

    Cuando finalmente volvió en sí, Carol ya no estaba segura de cuánto tiempo había pasado, para ella se sintió solo como un par de minutos… pero quizá eso se debiese a las intensas oleadas de placer que continuaban invadiéndola y alterando su percepción del tiempo.

    Lincoln, por otra parte, parecía no acusar el paso del tiempo. Incluso después del orgasmo más grande que el niño apenas entrando a la pubertad pudiese recordar, Lincoln seguía siendo una víctima de las hormonas buscando desesperado alivio para una necesidad que recién descubría, por lo que terminó cogiéndose a su ardiente niñera con el mismo vigor por otros diez minutos hasta que su tan deseado éxtasis comenzó a anunciarse. El ruido húmedo de la piel de su cadera chocando con la entrepierna de ella se detuvo por un momento antes de reanudarse con una velocidad y una fuerza aún mayor. Ese fue el impulso que las piernas de Carol necesitaron para finalmente reaccionar, y aunque no pudieron reunir la fuerza para volver a envolver completamente la cintura del albino si lograron apretar su trasero pálido contra el pubis de la rubia. Con lo poco de consciencia que le quedaba, Caro miró hacia abajo, hacia el rostro sudoroso de su amante, sus ojos azules completamente llorosos pues el final se acercaba.

    Cuando Lincoln ya no pudo más, usó todas sus fuerzas en una última penetración, provocando que su pene entrara en su amada aún más profundo que nunca y que uno de los tacones de Carol se zafara de su hermoso pie y cayera al piso con un golpe seco, sin embargo, una sonrisa enorme se plantó en el bello rostro de la rubia.

    —Hazlo… lléname con tu amor, Linky. Ya no voy jugar con tus sentimientos nunca más… sólo dame tu amor… —Y en efecto, tras lanzar al aire un grito no muy masculino… sino algo más parecido a un chillido de uno de los juguetes de Charles, Lincoln le dio todo lo que tenía a Carol.

    El intenso chorro con el que la segunda corrida de Lincoln comenzó a invadir su interior provocó que la cabeza de Carol se desplomara, lo mismo que sus brazos, sobre la mesa. Sólo un par de segundos después sintió como el albino se desplomaba sobre ella, aunque el pobre seguía corriéndose. Todo su peso muerto descansaba sobre su estómago y entre sus pechos. Tras casi tres minutos inmóviles en la misma posición, lo último que hoyó Carol antes de caer inconsciente fueron una serie de espiraciones profundas que, si no eran de sueño, estaban bastante cerca. Había sido un largo día para ambos…
     
  4.  
    Sylar Diaz

    Sylar Diaz Sei mir gut Sei mir wie du wirklich sollst

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    Escritor
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    Carol
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
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    Comedia Romántica
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    4
     
    Palabras:
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    Recostado en su cama, el pecho de Lincoln subía y bajaba siguiendo el ritmo calmo de su respiración. El niño aún estaba inmerso en un sueño profundo y reparador. No solía dormir hasta tarde, sin embargo, su joven cuerpo estaba disfrutando del merecido descanso de sus recientes tensiones. Sus labios eran una línea recta, pero los bordes de los mismos comenzaron a curvarse hacia arriba conforme empezó a sentir el calor acariciante de los rayos del sol acariciar su cuerpo.

    ¿O quizá lo que sentía no se tratara de las caricias características de la luz del sol?

    Un ligero gemido se escapó de sus labios, y un sonido húmedo surgió de alguna parte cercana a sus piernas. Un sonido de piel chocando con piel, sonidos de alguien chupando y sorbiendo. El corazón de Lincoln comenzó a acelerarse, su respiración le siguió el paso y su nariz comenzó a temblar como la de un conejito oliendo su alrededor.

    De repente los ojos de Lincoln se abrieron, sus músculos se tensaron abruptamente y una vez despierto, su cuello se dobló al borde de su capacidad para permitirle ver directamente hacia sus piernas, donde algo grande estaba levantando sus cobijas. Sin embargo, era obvio para el albino qué o, mejor dicho, quién estaba debajo de sus sabanas. Justo al borde del cobertor levantado se alcanzaba a ver el trasero levantado de su niñera. La rubia se había metido bajo sus colchas y parecía estar muy ocupada haciendo algo con el pene y su boca.

    —Aahhhnn ¡C-C-Carol! ¡Hmmph! —El niño tuvo que cerrar su boca con ambas manos para acallar un grito enfebrecido. Sus ojos azules comenzaron a ocultarse tras sus parpados conforme los sonidos de succión de Carol crecieron en intensidad.

    Las caderas de Lincoln comenzaron a moverse solas, los músculos de su vientre a tensarse, sus muslos a levantarse y justo cuando el placer que sentía en sus genitales llegaba a un punto crítico… ella simplemente se detuvo.

    Viéndose libre de aquella sensación tan intensa, Lincoln comenzó a respirar pesadamente antes de que sus sabanas fuesen quitadas de en medio por una sonriente Carol. Estaba usando lo que él había llegado a aprender era su atuendo normal… para convivir con él. En pocas palabras estaba usando una falda corta que se ajustaba casi como una segunda piel a su trasero y muslos, una blusa blanca cuasi transparente que lucía un gran escote y una diadema que mantenía su cabello debidamente peinado.

    Completamente relajada, la rubia se sentó entre las piernas abiertas de Lincoln y usando su pulgar se limpió lentamente un poco de saliva que le estaba escurriendo de las comisuras de sus labios. Su lápiz labial rojo estaba embarrado, parecía que más de su maquillaje estaba en el pene erecto frente a ella que en su rostro mismo.

    —Eso… tú estabas… —aturdido por acabarse de despertar y por su pene deseoso de que aquel placer se reanudara, Lincoln sólo pudo mover su mano señalando en la dirección general de sus piernas.

    —Ese fue un ejemplo de algo llamado felación, Linky —dijo Carol con su tono monótono de vendedor de puerta en puerta sólo momentos antes de que sus ojos brillaran con malicia y sus labios formaran una sonrisa juguetona—, una acción que suelen realizar las féminas para complacer a su novio coloquialmente llama como mamada… o también conocida como una buena chupada de verga.

    —Ya veo… —al oír aquellas últimas palabras, el pene de Lincoln se estremeció y una gota enorme de un líquido transparente se escurrió por el glande.

    Carol le guiñó un ojo antes de salir de entre las piernas de Lincoln y acostarse a su lado —Lamento haberte despertado de forma tan brusca, Linky, pero aquí tengo algo que quería mostrarte —Extendiendo una de sus elegantes manos hacia el costado de la cama, una mano que tenía una mancha roja de lápiz labial y liquido preseminal entre el pulgar y el dedo índice, y señaló a una bandeja repleta de comida sobre el buró. Desayuno en la cama… esta vez comida suficiente para que ambos desayunaran juntos.

    —Gracias Carol —La rubia se sonrió satisfecha antes de acercar la bandeja con su desayuno, los ojos de Lincoln abandonaron a la hermosa rubia para centrarse en uno de los vasos—. ¿crees que pueda tomar un poco de agua antes que otra cosa?

    —Oh ¡Por supuesto! —Carol tomó el vaso de la charola y se lo dio para que bebiera, era leche fría. Lincoln casi inhaló la mitad del líquido antes de soltar un suspiro satisfecho. Sin preguntar, Carol tomó el vaso de sus manos y no pudo evitar maravillarse por el adorable bigote de leche de su muy adorable amante—. Vaya que sí que estabas sediento, Linky.

    Lincoln sonrió apenado y ya estaba por disculparse cuando algo atrajo su atención. No podía evitarlo, el escote que dejaba ver la blusa de Carol resaltaba enormemente sus pechos, un par de bultitos casi tan pálidos como la leche ¿y de dónde viene la leche después de todo? La respiración de Lincoln comenzó a aselarse y su pene, que nunca había perdido la erección, comenzó a gotear liquido preseminal con fuerza renovaba.

    Ver aquella reacción sólo le sirvió a Carol como una señal de "¡arranque!" pues preparó una cuchara llena de granola y yogurt y comenzó a alimentar en la boca al albino. Lincoln se sonrojó, pero después de ser alimentado de la misma forma por una semana no dijo nada… sin embargo algo si comenzó a incomodarlo a nivel subconsciente tras el tercer bocado de desayuno.

    Él podía hacer cualquier cosa que deseara con Carol. Ella era suya, así como él de ella, eso había quedado claro tras tantos días compartiendo momentos maravillosos juntos, así que él se tragó el bocado que ya tenía en la boca y la detuvo antes de que le diera otro.

    —Carol… —la niñera parpadeó coquetamente al oír su nombre y le regaló al niño toda su atención, dejando ella de comer— quisiera… quisiera ver tus pechos mientras desayunamos…

    Por su parte, Carol estuvo a punto de ahogarse con sus tostadas de aguacate y huevo, y tuvo que toser por otros cinco minutos antes de poder hacer más nada.

    Con un rubor para nada discreto adornando su rostro, la rubia respondió a la petición de su adorado soltando los botones restantes de su blusa, desajustando los tirantes de su sostén negro y jalando la tela con encajes de su sujetador hacia abajo… hasta que sus pezones lograron escapar de su prisión de algodón. Carol ni siquiera tuvo que quitarse alguna prenda para complacer al albino.

    —Bueno… aquí están mis niñas… pero no dejemos que ellas nos distraigan de nuestro bien merecido desayuno —y así, con las tetas al aire para el placer de él, la niñera siguió desayunando al lado de un muy feliz niño. Un apetito comenzó a saciarse mientras que otro sólo aumentaba.

    Cuando la comida baja en grasas y azucares, la misma comida que habían comido durante su semana juntos, de la bandeja se terminó Carol se concentró en la verga de su adorado. Su tronco, un regalo de la genética y casi una señal divina que indicaba que ese niño crecería para conquistar mujeres al por mayor, descansaba completamente erecto contra uno de sus muslos.

    —¿No quisieras que atendiera alguna de tus necesidades antes de que empecemos con la lección… Linky?

    "Linky" estaba muy cerca de aceptar la propuesta asintiendo por diez minutos como un idiota, pero otra idea que no se hubiera atrevido a proponer bajo ninguna otra circunstancia se posó en su mente.

    —De hecho… quisiera hacer algo diferente en nuestro último día juntos —una sonrisa pícara se posó en su rostro momentos antes de que volteara a ver a su mujer, Carol sintió como su corazón se detenía justo cuando los ojos azules de su amado se posaron en los suyos—, Carol ¿no tendrás algún atuendo con el que quieras… er… divertirte un poco?

    La rubia apartó la vista un segundo, el rosa de sus mejillas fue reemplazado por un tono rojizo.

    —Quizá tenga algo como eso… sí… —dijo finalmente, una ligera curva trasformó sus labios en una sonrisa apenada. No quería decir nada más para no revelar todos sus secretos, sin embargo, tras una semana juntos, Lincoln ya conocía sus gestos a la perfección por lo que no necesitó palabras para saber la verdad.

    —Pues quiero que escojas uno de ellos… tú atuendo favorito… y quiero verte con él puesto.

    Ahora era el pecho de Carol el que se movía apresuradamente siguiendo el ritmo de su nerviosa respiración.

    —Claro que sí, Linky —sin decir nada más, ella se levantó de la cama, volteó hacia la puerta, sus tacones resonaron como un eco en el pasillo tan pronto como ella abandonó la habitación… excitada.

    Lincoln sonrió como un diablillo tan pronto como estuvo solo. Este iba a ser el mejor día jamás…

    Después de ponerse su trusa de la victoria, pues aún después de una semana teniendo intimidad con Carol se sentía extraño andar desnudo por la casa de la bisabuela Harriet, Lincoln se dirigió al recibidor de la cabaña. En realidad, se trataba más de una sala de estar inmensa con vista a la entrada y a las escaleras a la segunda planta que de un recibidor. Carol tendría que descender por esas escaleras y Lincoln planeaba contemplarla desde una posición privilegiada… de sólo imaginar sus deliciosas piernas bajando escalón tras escalón, el corazón del albino comenzó a acelerarse y su miembro a palpitar tras la carpa instalada por sus calzoncillos.

    No habían pasado ni treinta minutos cuando desde la segunda planta se escuchó una puerta cerrarse y el eco de pisadas acercarse ¡Se acercaba! Luchando contra su nerviosismo por no apresurarse, Lincoln se posicionó en el nuevo punto dulce, el lugar desde el cual tendría la mejor vista hacia arriba de las escaleras, y alcanzó a admirar a Carol justo cuando ella comenzaba a bajar.

    El pobre niño ahogó un grito, sus ojos cas tan abiertos y nerviosos como los de ella.

    Cada paso que ella daba hacia que su cadera se contoneara sensualmente de lado a lado. Su cuerpo, sin embargo, no lucía especialmente lascivo como imaginó Lincoln en un inicio pues su amada sólo estaba usando lo que parecía ser ropa de a diario; un short café ceñido que terminaba muy arriba de las rodillas y una camiseta azul sin mangas que no alcanzaba a cubrir completamente su ombligo por lo que cada pocos pasos su vientre plano quedaba a la vista.

    No le costó nada a Lincoln reconocer que esa ropa sencilla y que le resultaba tan familiar no le pertenecía a Carol… ¡SINO A LORI!

    El cabello rubio de la hermosa niñera estaba suelto, la diadema rosa había desaparecido, y ahora le caía libremente sobre sus hombros y brazos desnudos. Carol también había reaplicado tanto su lápiz labial como el resto del maquillaje y ahora sus ojos estaban cubiertos por sombra azul… el rubor de sus mejillas, sin embargo, se debía únicamente a la expectativa de lo que Lincoln fuese a decir.

    El pequeño no dijo nada, pero si había un mensaje oculto en su silencio sorprendido… así como en la forma en la que su verga crecía aún más dentro de sus calzoncillos.

    La escalera, con sus dieciséis escalones, era bastante larga, pero eso no le importó a Carol, quien la descendió en un segundo. Lincoln se tensó un poco cuando vio a su amada acercársele corriendo y… ¿pasar atrás de él? El pobre no tuvo ni que girarse completamente para descubrir que la rubia se había detenido justo a su espalda, pues Carol lo tomó firmemente por los hombros y lo mantuvo firmemente en esa posición antes de acercarse un poco más para poder susurrar en su oído.

    —Muy bien, torpe… —se aventuró Carol con el apodo, sabía que Lori llamaba así al niño cuando ambos estaban solos—. Dijiste que querías divertirte un rato antes de mi última lección ¿cierto?

    —¡Carol! —a pesar de hablar más nervioso que nunca, las palabras de Lincoln salieron como un grito susurrado—. ¡Creo que esto ya es llegar muy…!

    Pero la chica Pingrey fue rápida en silenciar al albino.

    —No, mi nombre no es Carol… —Carol recorrió sus dientes con la lengua tan pronto como Lincoln reunió la presencia de voluntad suficiente para voltear sobre su hombro—, mi nombre es Lori… ¿recuerdas, torpe…?

    —Oh mi dios… —un escalofrío que por poco hizo que Carol se preocupara por su adorado, recorrió la espalda de Lincoln—. ¿Entonces quieres que… que lo hagamos con esta ropa… hermanita?

    La nerviosidad podía notarse en la voz del niño. Los hombros de Carol se agitaron con la risa que se escapó de su garganta, tuvo que esforzarse un poco, pero al final logró tranquilizarse.

    —Claro, rarito… si eso es lo que quieres, hoy puedes… hoy puedes cogerte a tu hermana mayor. —lo último lo había dicho en ese mismo extraño tono meloso que tanto había usado durante sus últimos días juntos, pero el brillo en sus ojos le dijo la verdad a Lincoln. Ella también lo quería… y lo quería ya.

    Un sonrojo que podría iluminar toda la cabaña sin ayuda y una sonrisa enorme se posaron en su rostro pecoso. Él nunca había pensado en tener un juego de roll con Carol respecto a algo tan morboso, pero de repente parecía como la mejor idea jamás.

    —Muy bien, yo no tengo nada en contra con darte lo que quieras… después de todo… siempre me gustó complacer a mis hermanas —dijo Lincoln siguiéndole el juego a Carol, el rostro de la rubia se sonrojó igualando al de Lincoln y otro ataque de risa nerviosa agitó sus hombros.

    Tomando las manos de la rubia entre las suyas, Lincoln guio a Carol de regreso a la base de las escaleras y sin decir nada más subió un par de escalones, quedando sus ojos, aunque él aún era más chaparro, casi a la misma altura que los de ella… una de esas sonrisas que lograban derretir hasta el corazón más frio volvió a aparecer en el rostro del albino.

    —A decir verdad… hermanita… si quisiera que me enseñaras algo hoy —Lincoln se mordió los labios para evitar soltar una carcajada nerviosa y desvió la vista… Carol nunca había visto algo más tierno en toda su vida—. Quisiera que me enseñaras la mejor forma de complacer a una hermosa mujer rubia que se parece bastante a ti… ¿quizá puedas empezar por enseñarme a besar? Quisiera aprender a hacer eso realmente bien…

    Ella se acercó un poco más antes de inclinarse hacia él, la diferencia de altura finalmente igualada gracias a los escalones, y le susurró al oído en su tono meloso—. Entonces creo que tendré que reestructurar el temario de nuestra última lección juntos, Linky —sus labios se unieron, y no por primera vez, Carol se preguntó si acaso su joven amante tenía una especie de talento secreto para complacer mujeres.

    De forma tímida al inicio, pero conforme pasaba cada segundo con un poco más de audacia, la lengua de Carol comenzó a explorar el interior de la boca del albino. Lincoln, al sentir aquel objeto húmedo y cálido acariciar su lengua, sujetó con una de sus manos la cintura de su amada y con la otra se aferró a uno de los pechos que tanto le fascinaban. La rubia respondió a las caricias apoyándose con toda su fuerza en el cuerpo del niño… tras un pellizco juguetón en uno de sus pezones terminó por empujar con demasiada fuerza.

    —¡MHHG! —gritó Lincoln, pero sin romper el apasionado beso francés, tan pronto como empezó a caer hacia atrás hasta quedar completamente acostado sobre los escalones, la niñera, igual intentando no dejar de besarlo, terminó por caer junto con él, quedando ella encima. Sus piernas se abrieron para permitirle sentarse a horcajadas sobre él mientras el beso se hacía más apasionado.

    Las manos bien manicuradas de Carol comenzaron a explorar el pequeño cuerpo debajo de ella, sus dedos coronados por uñas negras y azules se movieron hábiles para aferrarse al elástico de los calzoncillos de Lincoln antes de bajárselos. Sólo momentos después el pene erecto del albino, aún cubierto por algunas manchas de lápiz labial, fue liberado de la prisión de algodón.

    Al poder contemplar finalmente su meta, Carol gruñó de forma casi animal antes de colocarse justamente sobre la pelvis del chico, cada uno de sus pies firmemente posicionado en los costados de Lincoln, e hizo a un lado los shorts cafés que Lori le había prestado en su última pijamada juntas para revelar su vagina excitada. Al notar que la rubia no llevaba ropa interior alguna, Lincoln volvió a sonreír un momento antes de que ella bajara un poco y envolviera su pene dentro de sí.

    Un gemido intenso escapó de la boca de ambos.

    Su niñera bajó aún más sus caderas, gimiendo y volviendo la penetración más profunda aún… ya tenía casi la mitad de la verga dentro cuando notó que una de las manos de Lincoln se apoyaba firmemente en el barandal y ambos pies en los escalones inferiores… y sin darle oportunidad de hacer más nada el niño levantó su pelvis con toda su fuerza. El gemido de placer que aquello provocó en Carol abandonó la garganta de la rubia convertido en un gemido mudo, pero ni aun así rompieron su sesión de besos.

    Sin embargo, sus labios si tuvieron que separarse tan pronto como las caderas de ella comenzaron a moverse en círculos y las de él en un bombeo constante de arriba-abajo. Aquella fricción deliciosa entre sus sexos pronto provocó que la verga de Lincoln alcanzara una firmeza increíble y que la vulva de ella estallara en líquidos con cada nueva penetración. Carol sentía como si en su interior hubiera una especie de botoncillo mágico que enviaba una descarga nerviosa a todo su cuerpo cada vez que era oprimido, y el pene de su principito era muy capaz de encontrarlo una vez, y otra vez, y otra vez…

    —¡MIERDAAAA! —Un líquido espeso y blanquecino brotó de la gruta de ella y cubrió completamente el falo de él, lubricándolo aún más. Aquello sólo hizo entrar a Carol en un frenesí, no sólo comenzó a montar el rabo de Lincoln con aún más rapidez y abandono, sino que sus paredes vaginales también se cerraron con mucha más fuerza… ordeñando casi literalmente al travieso conejito que invadía su gruta de forma insistente.

    Lincoln reaccionó al aumento del placer no sólo bombeando con mayor fuerza hacia arriba sino también aferrando sus manos y su boca a los pechos bamboleantes que colgaban sobre su cabeza, sin preocuparse siquiera por liberarlos de la playera sin mangas que aún los protegía de su vista. Así, chupando por sobre la tela, él alcanzó a capturar con su boca uno de los pezones de Carol y como si buscara obtener leche succionó y mordió con fuerza. Carol sólo pudo sentir impotente como un nuevo orgasmo la alcanzaba ni siquiera diez minutos después del primero.

    —¡Oh dios! Carol esto se siente… tú te sientes tan bie… —la niñera tuvo que encorvar un poco la espalda para encontrar los labios de su amante una vez más, su lengua no tardó nada en entrar a aquella otra boca que ya le resultaba tan familiar y estrujarse contra la de él. Lincoln estaba abrumado por tantas sensaciones placenteras invadiéndolo al mismo tiempo. Sin poderlo evitar y casi sin resistirse, el pobre terminó por ceder al placer y, sufriendo de espasmos casi tan intensos como los de ella, terminó por inundar la vagina de su adorada con chorros inmensos de su lefa caliente.

    Carol finalmente rompió el beso, un grueso y largo hilillo de saliva conectaba sus bocas abiertas mientras ambos luchaban por recuperar el aliento. La sensación del pequeño semental violando sus adentros con semen era algo inolvidable. Ella finalmente dejó de cabalgar la verga de Lincoln tan pronto como sintió el flujo de esperma detenerse completamente en su interior y cuando el falo, aún cubierto en el lápiz labial restante de aquella mamada mañanera, comenzó a encogerse a su tamaño normal, un torrente constante de leche de hombre comenzó a escurrir de la entrepierna húmeda de la rubia.

    Lincoln se quedó inmóvil sobre los escalones de madera jadeando por aire un momento más, los bordes afilados de cada escalón comenzaban a lastimarle la espalda. Carol abandonó su pose de jinete y acurrucándose al lado de Lincoln, poniendo especial cuidado en que sus pechos se restregaran contra el torso desnudo del niño, comenzó a cubrir su carita con besos cariñosos. Los húmedos chasquidos de la succión de sus labios llenaron completamente el recibidor mientras ella alegremente dejaba marcas de besos con su labial rojo sobre las mejillas de su adorable amante. La respiración de Lincoln finalmente se normalizó al tiempo que una sonrisa amplia comenzaba a aparecer nuevamente en su semblante.

    —Te moviste tan bien y tan apasionadamente que hasta podría decir que me dolió… —Carol no pudo evitar soltar una risita coqueta y feliz—, no, en serio, si dolió cuando casi comenzaste a saltar sobre mi pene… creí que me lo arrancarías.

    —Lo siento mucho Linky —con un dedo, Carol recorrió el contorno del estómago y las costillas de Lincoln—, no quiero hacer nada que pueda inquietarte o distraerte…

    Ahora fue el turno de Lincoln de reírse.

    —¡Eso es mentira! Te encanta volverme loco, mujer —Ambos se sonrieron completamente felices y casi completamente satisfechos… porque tan pronto como las piernas de Carol volvieron a rosarse contra las de Lincoln, la muchacha descubrió que él seguía semi-erecto. Al igual que su primera vez juntos, y todas las veces que lo hicieron después de esa, el joven albino no estaba satisfecho con correrse sólo una vez.

    —Mmmm, Linky, parece que sigues con ganas para más —la sonrisa tranquila de Lincoln se transformó en otra mueca traviesa.

    —Uh huh. Es que estar contigo se siente muuuuuy bien —para enfatizar sus palabras, le dio un ligero pellizco a los pezones de los pechos sobre él—. ¿Te animas a probar algo más?

    Tras pensarlo brevemente, ella simplemente asintió feliz.

    —Entonces híncate por allá —usando mucho tacto, el niño dirigió a su niñera hasta la base de las escaleras, dónde le indicó que se hincara encarando la puerta de entrada. El trasero de la rubia apuntaba directamente al albino, un poco de semen se escurría por las piernas del short de Lori y comenzaba a mancharle los muslos a Carol. Nerviosa como pocas veces antes, la niñera miró por sobre su hombro… los ojos de Lincoln refulgían con el deseo más intenso que ella recordara haber visto.

    Levantando una de sus manos por sobre su cabeza sólo para hacerla descender con fuerza un instante después, Lincoln le dio una nalgada a su amada que hizo que sus nalgas se agitaran con la fuerza del golpe ¿acaso planeaba tomarla por detrás? ¡Pero si sólo los animales cogían así…!

    Esa revelación provocó que un escalofrío recorriera su espalda ¡SE LA IBA A COGER COMO UNA PERRA!

    —Oh. Por. Dios. —suspiró Carol antes de girarse una vez más para contemplar a su pareja. Lincoln recorrió sus labios con su lengua antes de sonreír como un verdadero diablo.

    Esperando a que él la tomara con toda la pasión y la violencia que su mirada febril prometía, ella sólo pudo aferrarse con uñas y dientes a las duelas del piso… sin embargo él nunca se movió de su lugar.

    —Sé que dicen que no hay tiempo como el ahora… pero ¿es mucho pedir que hagas los honores? —aquellas palabras que reflejaban una asertividad días antes desconocida para el muchachito, seguidas de una nueva nalgada, le indicaron a Carol qué era lo que él esperaba de ella.

    Más mojada que nunca, y casi hiperventilándose, Carol usó una de sus manos para apartar una vez más el short de en medio y presentarle finalmente su vagina a Lincoln para que el la tomara.

    Toda su vulva se encontraba en plena vista, un desastre húmedo y rebosante de semen y fluido vaginal. Todo aquello funcionaría como lubricante natural. Ella incluso seguía humedeciéndose más con cada segundo que pasaba esperando a que él se la cogiera como la perra que era en realidad. Sin decir nada, Lincoln presionó la punta de su verga contra su gruta, Carol inhaló tanto aire como era capaz antes de que él entrara en ella finalmente.

    Carol sabía que nunca había experimentado algo como aquello. Su aventura más osada habían sido esas sesiones de besos en la parte trasera de la sala de cine con Bradley, su novio de la escuela… ¡Mierda, se había olvidado por completo de Bradley! ¿Qué pensaría el pobre si supiera lo que su novia había estado haciendo durante la última semana? Seguramente nada agradable después de que se haya pasado los últimos meses inscrito a un gimnasio por ella… también porque ella se había estado acostando con un niño.

    Era cierto… ¡Había pasado la última semana teniendo sexo con un niño! ¡UN MONTÓN DE GENTE IBA A PRISIÓN TODOS LOS AÑOS POR ABERRACIONES SIMILARES!

    ¿Qué pensarían sus padres de ella cuando se enteraran? ¡Porque sus padres se enterarían de lo que había entre ella y el hermanito de Lori! por muy inmoral que su relación con Lincoln fuera, Carol no planeaba convertirla en un secreto vergonzoso, sin embargo dudaba aun así ¿podría acaso volver a ver a su hermanito pequeño a la cara? ¿Cómo reaccionaría Lori y sus otras hermanas?

    Lincoln, por su parte, no estaba al tanto de todas las dudas que comenzaban a acosar a su amada tras una semana de encuentros pasionales absolutamente reprobables, pero si notó la forma en la que el cuerpo de Carol comenzó a tensarse casi de repente, por lo que intentó relajarla de la mejor forma que conocía.

    Se inclinó hacia delante e intentando comunicarle todo su apoyo y amor, le dio un beso en la espalda, en el área entre los omóplatos, antes de abrazarla por detrás y deslizar ambas manos por sus suaves y sudorosos costados; una mano se afianzó sobre su pecho izquierdo y la otra bajó rosando su abdomen hacia su ingle. No fue difícil encontrar su clítoris abultado y húmedo asomando por entre sus bellos púbicos. En cuanto empezó a jugar con el sensible bultillo, todo el cuerpo de Carol se estremeció y la pobre lanzó un grito ahogado de éxtasis, Lincoln respondió dándole algunos besos más en la espalda… el único lugar que alcanzaba a besar debido a su corta estatura.

    La táctica de Lincoln funcionó a la perfección; tan pronto como sintió las caricias de su amante, Carol se olvidó de todas sus dudas y remordimientos. ¿Cómo había podido ser tan tonta como para dudar? ¡Si su Linky permanecía a su lado no había nada de lo que temer!

    El sonido metálico de una cerradura abriéndose detuvo el tren de pensamiento de la rubia, la pobre ya iba a avisarle al muchachito follándola por detrás, pero la puerta de entrada se abrió antes de que pudiera hacer nada.

    Un grito aterrado se atoró en la garganta de Carol con el tropel de groserías que también querían salir, dejándola muda. Lincoln intentó salir de la gruta de su amada y aparentar que no estaban haciendo nada indebido… pero sus músculos se negaron a escuchar a su cerebro. Ambos amantes estaban paralizados en la pose del perrito, la verga del albino enterrada hasta la base en la vulva de la rubia.

    El viejo Albert había abierto la puerta para que entrara primero su familia, y la gran mayoría ya habían logrado entrar sólo para encontrarse con esa escena surreal, por suerte tanto Leni como la tía Ruth fueron rápidas en reaccionar y se apresuraron en sacar de la cabaña a las menores que habían alcanzado a entrar y en mantener afuera a las que no… lamentablemente ni la nerviosa rubia ni la anciana se preocuparon mucho del resto de la familia.

    Rita y su esposo simplemente observaban la escena atónitos, Luan y Lynn lucían mortalmente pálidas y también parecían estar paralizadas por la sorpresa, Lori, a un lado de sus padres, era la única del grupo que lucía absolutamente furiosa. El rostro de la primogénita se había transformado en un color rojo infernal que combinaba perfectamente con la forma en la que rechinaban sus dientes… al verla así, Lincoln realmente la creyó capaz de transfórmalos, a él y a su amada, en pretzels humanos.

    Por suerte, cuando la rubia pareció vencer su indecisión entre matar a Carol y conseguirle ayuda psicológica a su hermanito o matarlos a ambos, Lynn padre se desmayó en los brazos de su hija, Lori luchó un momento con el peso muerto de su padre antes de que Rita también se desmayara sobre ella; el peso combinado de ambos adultos resultó ser demasiado para la joven casi-adulta quien simplemente se derrumbó frente a la puerta aún abierta, enterrada bajo los cuerpos inconscientes de sus padres.

    Albert fue el único que, al menos en apariencia, se había mantenido tranquilo… sin embargo, sus ojos delataban el infierno que se arremolinaba en su interior.

    Carol notó casi al instante la forma tan violenta en la que el hombre que la había contratado para cuidar a su nieto la miraba, y cuando él comenzó a caminar hacia ella, depositando en cada paso toda una promesa de amenazas y dolor, sólo se le ocurrió a la pobre cubrir con sus manos su deshonra. Nadie la ayudaría, ella no merecía ayuda. Pero para su sorpresa, la suya y del viejo soldado, Lincoln se movió casi tan rápido como su abuelo y se paró delante del anciano… como si su delgado y pequeño cuerpo pudiera realmente proteger a Carol del castigo que sin duda se merecía.

    Sin embargo, Albert si se detuvo ante el gesto de Lincoln, el muchacho delgado y ojeroso al que finalmente podía enorgullecerse en llamar nieto. El niño le sostuvo la mirada al viejo soldado frente a él, ninguno de los dos cedió ni un ápice.

    El viejo ya le iba a decir a su nieto que se pusiera algo de ropa, y a la rubia que se largara de su vista cuando una voz ronca tronó a su espalda, sorprendiéndolo tanto a él como al niño albino.

    —¡Ese es mi hermano! —exclamó una muy sonrojada Luna tras fotografiar con su celular el lamentable estado de Carol Pingrey… la hermosa mujer que hasta hace unos segundos había sido sólo una fantasía romántica inalcanzable... de ella y de su amiguita Sam.

    No creo que sea necesario que les aclare que no apoyo ni apruebo lo mostrado en este fanfic.

    Recuerden shavots, la pedofilia (como cualquier otra parafilia) no es ilegal pero si reprobable moralmente, el estupro y la pederastia si son ilegales ¡y son delitos muy graves! así que les pido que no repitan nada de lo que acaben de leer.

    GRACIAS POR LEER
     
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