Seven Capilla

Tema en 'Partidas Inacabadas' iniciado por SacriDH, 29 Abril 2017.

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    SacriDH

    SacriDH Quieres que lo haga? Está bien pero... lo romperé

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    CAPILLA

    La capilla de nuestro señor Morcandyrell, el altísimo, elfo lunar, quien salvó a los habitantes femeninos de su planeta escapando junto con ellas y abandonando a sus demás compatriotas para ser devorados por la lluvia ácida y los terribles fenómenos tectónicos que sacudían a su planeta natal; es un lugar de culto, hechizado con tanta magia de protección que le pondrían los pelos de punta a cualquier maleante. Muchas personas se sienten atraídas por la capilla ya que es fácil entrar en contacto con los pensamientos en ese lugar. Muchos dicen que los santos y dioses favorecen a quienes rezan con fervor. No hay dudas de que a los buenos feligreses que contribuyen con su cuota de polvo astral se los favorece aún más.

    Si sientes ganas de rezar, meditar antes de una próxima y difícil misión o simplemente reirte en la cara de esos dioses falsos que tanto venera la gente eres libre de hacerlo.

    Favores disponibles:

    Rezo normal a las no tan santas madres de nuestro señor: ¡Gratis! Las santas madres te concederán un amigo al azar que podrá acompañarte en tu viaje (nada garantiza que sea un buen amigo)

    Rezo avanzado a nuestra señora la más servicial: 100 gs. Polvo Astral. Podrás elegir uno de los atributos de tu amigo ya sea género, clase o raza.

    Rezo mágico a nuestro señor Morcandyrell: 200 gs Polvo Astral. Podrás elegir todos los atributos de tu amigo.

    Rezo tántrico al gran Padre de todo y a todos sus lacayos religiosos: 300 gs. Podrás elegir 2 compañeros y elegir todos sus atributos.



    *******************************
    Kyrie Románov (Lujuria)

    Ingresas a la capilla lentamente y te sientas en uno de los bancos de madera, rememorando anteriores paseos por el sitio.
    El lugar está muy bien cuidado, debe ser el rincón más limpio de la ciudad. Las eróticas estatuas colgando de la pared con las 22 posiciones sexuales con las que dicen que Morcandyrell creó a todas las razas del continente te transmitieron escalofríos. Algunas eran asquerosamente incómodas, incluso para una experimentada como tú.

    Sientas la presencia de alguien más adelante. Es un viejo y delgado elfo vestido con una túnica de colores dorados. Su rostro pálido enmarcando ojos negros y su cabello plateado estirado hacia atrás se detienen en tu existencia. No es un buen partido ni en tus más remotas pesadillas pero ese viejo elfo debió haber sido muy atractivo hace quizá unos doscientos años. Con un asentimiento te señala hacia una esquina donde hay una pequeña estatuilla modesta y pura y a su lado una urna dorada. Sonríes con desdén. La capilla necesita fondos para funcionar y mucha gente termina dejando todo el fruto de su trabajo con tal de mantener ese antro.

    En ese momento no tienes ni un gramo entre la ropa pero quizá puedas echar una plegaria sin que al viejo elfo le de un infarto cuando contemple de cerca tu belleza de los mil demonios.
     
    Última edición: 29 Abril 2017
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    Ana inukk

    Ana inukk Gurú

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    Kylie Románov

    Controlo mi respiración mientras tomo asiento, me había agitado en la intensa lucha con el deseo que me embarga gracias a Lujuria que vive en mí pero por ahora he vencido. No planeo quitarme la ropa y fornicar con una estatua... Prefiero amantes que se muevan, al menos mientras pueden.

    Aquel Elfo que me observa sin verme realmente (lo se porque nadie que me detalle puede manteger se tan calmo) termina de menguar mis ganas, en definitiva podré esperar hasta escoger a alguien en la taberna.

    Al ignorar su silenciosa solicitud puedo soltar una ligera retahíla de frases dirigidas hacía las creadoras de las razas. Obviamente no pido control o que mi deseo mengüe pero quizás si escuchen plegarías sobre buenos amantes y misiones propicias para que surja la pasión de una buena lucha o mejor un excelente acostón. Si, oro por unos cuantos buenos acostones.

    Me dirijo hacia la salida, mi encuentro con la tranquilidad y las deidades ha llegado a su fin.
     
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    SacriDH

    SacriDH Quieres que lo haga? Está bien pero... lo romperé

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    Kayla Lindsay (Pureza)

    La curiosidad se hizo presente en ti cuando leíste en los tableros de la plaza que la iglesia estaba buscando gente preocupada por el bienestar del mundo. La verdad es que nunca te habías puesto a pensar todo lo que te gustaba vivir y lo bueno que sería que ese planeta no llegara a su fin. A pesar de ser consciente que no eras un ser vivo normal sino un adalid de la pureza creías firmemente que, a su manera, ese mundo lleno de ratas parlantes y trasgos olorosos merecía quedar incólume y completamente virgen, tal y como sus propios nativos lo construyeran, con sus imperfecciones y sus bellezas, pero sin ser dañado por alguna fuerza externa. La sola idea de que un paraíso como ese fuera profanado y violado te ponía los pelos de punta.

    A pesar de que la capilla a la que te dirigías exhibía frente a ti esculturas bastante subidas de tono pues el elfo que había fundado el continente parecía tener una ligera predilección por la compañía desnuda a ti te pareció una casta y bella representación del poder de aquellos seres de ser resistentes y crear un buen hogar en toda Terranova a pesar de todos los peligros que hubieran tenido que pasar.

    En la iglesia, un obispo elfo recibía a cada voluntario con palabras amables, un abrazo, un poco de vino o agua y un delicioso estofado de ardilla que tenía un aroma que te estrujaba el estómago de hambre.

    Cuando llegó tu turno de pasar, el obispo te observó algo confuso. Tardaste un poco en darte cuenta por qué lo hacía. La mayoría de los que habían ido eran tipos en armadura, con físicos imponentes, paladines y templarios curtidos con los mejores entrenamientos. Tú, como espíritu hecho carne de una virtud tan delicada como la pureza, te era imposible mostrarte como algo más que una joven inocente pero sabías que tu fuerza física y mágica superaba con creces la de cualquier ser mortal.

    —¿Eres Kayla Lindsay? Bienvenida seas a la casa del señor. He recibido pocas mujeres hasta la fecha y creo que eres la más joven de ellas. ¿Quieres beber y comer algo?

    Con mucho respeto aceptaste y con modales exquisitos engulliste la comida, que estaba aún más deliciosa que su aroma, posiblemente era más fácil convencer a los guerreros con el estómago lleno.

    —Agradezco que quieras ayudar a la comunidad. No quiero ofrecerte una de las misiones peligrosas como atrapar una banshee la cavernas heladas o una ardilla gigante de las estepas. Puedes optar por hacer una misión de reclutamiento, en la plaza o en la taberna, tu elijes. Sólo tienes que lucir bonita, agradable a la vista, y repartir estos pergaminos para que podamos conseguir más gente que quiera ayudar como tu. Sino puedes ser la dama de compañía de una embajadora de Elfendor, una agradable amiga mía que necesita ayuda para manejarse en la ciudad pues no la conoce bien. ¿Qué dices? ¿Te interesa algo de eso, muchacha?

    ¿Acaso ese obispo cree que eres una pobre debilucha? Que aparentes ser una niña que no rompe un plato y que creas que cada mota de polvo debe quedar íntegra y no mezclarse con entidades ajenas no quiere decir que seas una inútil. Bien podrías atrapar una banshee o una ardilla gigante que esté atormentando gente inocente, eso te aterra, quisieras defender a cualquier pobre población a punto de ser maltratada en ese mismo instante. Claro que seguramente una gran cantidad de guerreros lleva a cabo esas misiones y nadie quiere hacer publicidad o acompañar a esa embajadora, podrías hacerlo, sólo para ayudar al viejo obispo.


    *************************
    Edek Crowley (Generosidad)

    Te interesó mucho el aviso que encontraste en la plaza. Ayudar era una de las mejores formas de pasar el día según tu punto de vista. Ver una sonrisa en la cara de la gente que te rodeaba era algo que te alegraba el alma, sobre todo si la sonrisa provenía de una persona bonita.

    En el momento en que entraste en la iglesia y te cruzaste con varios obispos no pudiste evitar suspirar al darte cuenta que en ese día probablemente no verías sonreír a nadie bonito. Y algo que tampoco te gustaba eran las mentiras que esos obispos escupían para hacer creer a mucha gente que sus donativos era para ayudar a la gente mientras que lo utilizaban para sus propios beneficios.

    De cualquier manera, eso no te importaba. Lo que hicieran los demás era cosa de ellos, tú tratarías por todos los medios de aportar tu grano de arena a ese continente. Un obispo elfo de una edad tan avanzada que temías que fuera el propio Morcandyrell se te acercó al verte. A diferencia de la mayoría de los demás obispos, ese parecía extrañamente caritativo.

    —Hola, joven. Veo que viene por el anuncio.

    Sorprendido, le preguntaste cómo lo dedujo, pues no tenías armadura y entraste por la puerta de la capilla como cualquier creyente.

    —Me sentiría defraudado si una persona como tu no viene por el anuncio. Se ve en tu cara que harás cosas muy buenas por nosotros.

    Te ha dejado impresionado ese vejete. Recordabas que los elfos eran una de las especies que más años llegaban a vivir en el continente y que, a pesar de su gran sabiduría, muchas veces los detalles tan insignificantes como esos se les pasaban por alto.

    —Ya que has venido hasta aquí, creo que puedo darte un pequeño encargo. Verás, creo que bien podrías rescatar a la hija de una familia noble de Soxe que se perdió en el Bosque Cromático. También estoy casi seguro que podrías derrotar aquel draco que tiene los huesos por encima de la piel —expresaste una mueca de asco con sólo imaginar la criatura—, pero creo que, por lo que veo en tu rostro, tu mejor trabajo será éste.

    El obispo te guió hasta un pequeño huerto que había en la parte trasera de la capilla. Allí, sentada entre pastos altos que casi la tapaban, había una niña elfa. Su cabello, a diferencia de la mayoría de los elfos que variaba en tonalidades amarillas y blancas, era de color púrpura como el veneno de los escorpiones del pantano. A pesar de eso y de su rostro manchado de tierra y sus ropas humildes, era un bellísimo espécimen que sólo necesitaría una pulida para verse mucho mejor.

    —Ella es Aranefyn. Es huérfana. Estuvimos encargándonos de ella hasta hoy pero está creciendo... tiene quince años. Eso para un elfo normal no es más que el comienzo de la niñez pero esta muchacha... ha crecido en un mundo muy distinto al de los elfos convencionales. Tienes que entenderla como una humana de quince años. Su mente está... alterada. Y no se debe a que vio morir a sus padres a manos de una ardilla rabiosa de los montes, eso lo soportó bastante bien. Creo que necesita salir de la capilla. ¿Quisieras llevarla contigo a dar una vuelta por Soxe? Al menos para ver si se llevan bien, puedes traerla de nuevo si las cosas no van como esperas. ¿Lo harás? Sería muy generoso de tu parte si me ayudaras con esto.

    El viejo no parece tener un gramo de tonto. Tocó tu fibra sensible como avatar de la generosidad al mencionar la última frase. Pero cuidar de una niña con conflictos con su pubertad no te parece la mejor manera de ayudar a un mundo que podría terminar por un mal terrible en cualquier momento. Eliminar a aquel draco te parece algo mucho más útil y salvar a aquella muchacha en apuros te parece lo más heroico, podrías rechazar esa oferta de niñero y elegir cualquiera de las otras dos. Tú elijes.
     
    Última edición: 29 Mayo 2017
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    Factummale

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    Edek Crowley.

    Y después de tentadoras sugerencias para servir a la comunidad se me termino dando la opción de ayudar a una chica elfo a llevar eso de la pubertad, me hice levemente el ofendido ante la idea de ser niñero, es más, estaba a segundos de rechazar la oferta y pedir el trabajo de encontrar a la chica, pero después de pensarlo otros segundos más me he quedado con la idea de que sería menos complicado, como primer encargo, hacer sonreír a esa chica, además, perdía menos intentando aquello que con alguna de las otras misiones.

    Le mostré una sonrisa cálida al obispo para luego dar mi respuesta final.

    —Aunque no sea lo más generoso que puedo hacer por el mundo, al menos puedo darle un buen día a la chica —giré la vista a la muchacha —, no esta mal, para ser la primera tarea —concluí sin borrar la sonrisa de mis labios.


    No sé en que me estoy metiendo, mami, tengo miedo :DDD
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Kayla Lindsay

    Finalmente, conseguí llegar a la capilla.

    Nada más conocer que el mundo estaba en peligro, supe que era mi momento de actuar. Al leer el anuncio, me imaginé que necesitaría guerreros para la lucha y quizás no pensarían que fuese adecuada, pero yo tenía mucho más poder del que imaginaban así que no tendría miedo de aceptar cualquier misión que me otorgasen.

    Entré a la capilla con el fiel sentimiento de ayudar, de salvar el mundo que creía que debía mantenerse así. Sí, es cierto que no era perfecto, pero era mi hogar y no pensaba dejar que lo destruyesen, no si podía hacer algo.

    Sabía que las estatuas de ese lugar no se correspondían realmente a lo que alguien se imaginaba del lugar santo, y aun así me era imposible no sonrojarme y apartar la vista de todas las esculturas al pasar al lado de ellas. Admiraba, eso sí, todo lo que habían hecho por nosotros. ¡Pero seguía siendo vergonzoso!

    Sea como fuere, me acerqué con rapidez a la zona donde se encontraba el obispo reclutando personas para las misiones.

    Como no podía ser menos, el elfo me miró con confusión. Por supuesto, yo no era una persona que impusiera físicamente... era la Pureza al fin y al cabo, todo mi ser expresaba delicadeza e inocencia. ¡Pero era fuerte! Y estaba a punto de decírselo al obispo cuando empezó a hablar.

    Suspiré suavemente al ver que no me rechazó, sino que simplemente recalcó el hecho de que era mujer y, además, la más joven. ¡Ya vería el señor que fuerte era a pesar de eso! Pero antes, acepté la comida que me ofrecía. No se podía ir a una misión con le estómago vacío.

    Comí, haciendo gala de todos mis modales, pues no quería quedar mal. Y como disfruté aquel estofado. Hacía mucho que no comía tan bien.

    Y entonces, cuando terminé el plato y me limpié de la posible suciedad que podía haber en mi rostro o manos, el elfo volvió a hablar. Y yo lo escuché con atención.

    Fruncí el ceño cuando acabó de hablar. ¿Se creía que yo no podía luchar contra banshees o contra ardillas gigantes? ¡Claro que podía! ¡Y seguramente mejor que todos esos guerreros con sus armaduras! ¡Yo tenía más poder que todos ellos a pesar de mi apariencia!

    —¡Pero...! —empecé a quejarme, dispuesta a dejarle claro al obispo que yo podía hacer esas cosas sin ningún problema. Sin embargo, me di cuenta que no podía ser tan egoísta. Si todos los hombres estaban con esas misiones y había pocas mujeres, sería necesaria más ayuda para reclutar personas, o nadie podría ayudar a la embajadora, y no quería que se perdiese con los peligros que hay en este lugar.

    Me tranquilicé, decidiendo que lo importante era ayudar y que ya tendría la oportunidad de demostrar lo que valía. Pero mientras tanto, tenía que ayudar con todo lo posible.

    Sonriendo de nuevo, mostrando el rostro más calmado y con ello, una sonrisa llena de luz, asentí al elfo.

    >>Ayudaré a la embajadora de Elfender, ¡conozco bien este lugar! ¿Dónde debo recibirla?
     
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    SacriDH

    SacriDH Quieres que lo haga? Está bien pero... lo romperé

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    Edek Crowley (Generosidad)

    El obispo no pudo ocultar su sonrisa de agradecimiento cuando aceptaste la extraña misión.

    —Creeme, es mucho más generoso de tu parte tomar esta misión que dejarnos a nosotros a cargo. Toma este pergamino, cualquier gasto que tengas por tu nueva aprendiz puedes cargarlo a nombre de la iglesia. Ahora, si me disculpas, tengo mucho papeleo que hacer. ¿Por qué no van a disfrutar un poco del mundo antes de que se acabe? Muchas gracias de nuevo, hijo de Morcandyrell.

    Y, sin decir más, el obispo se retiró dejándote con muchas preguntas y sólo un pergamino con el sello de la iglesia y una niña elfa a cargo. La muchacha se acercó a ti lentamente, como si hubiera sido partícipe de toda la conversación.

    Su ropa blanquecina le quedaba grande, como si la hubiera heredado de una orca huerfana también. Estaba sucia en muchos lugares, sobre todo en la parte baja que se arrastraba por los suelos. Su rostro era pálido y taciturno, su sonrisa era una linea recta y sus ojos casi cerrados parecían estar siempre mirando al horizonte, nunca te miró directo a los ojos. Su cabello violeta era lo que más llamaba su atención. Estaba algo alborotado, como si peinarlo no le hiciera mucha gracia. Cuando se colocó a tu lado pudiste ver que, a pesar de que su altura no se había desarrollado, apenas le llevabas poco más de una cabeza. Sin decir nada, estiró su mano izquierda buscando la tuya. Cuando la encontró, se quedó asintiendo sin dejar de mirar el horizonte y su presión sobre ti fue creciendo. Sin dudas, era muy extraña.

    Diste unos pasos hacia atrás y ella se dejó llevar. Fuiste a un costado y te siguió, siempre sosteniéndose de tu mano como si fuera una cría de leprechaun. Quizá cuidarla fuera pan comido.

    De repente, habló.

    —Quiero verte matar un unicornio.

    Sorprendido al escuchar su dulce y firme voz, buscaste sus ojos para ver si ellos te confirmaban que era ella la que había dicho eso. Ella siguió mirando un punto fijo en la existencia a pesar de que tenía tu cara al frente.

    —Mata un unicornio para mí. Y también un pegaso.

    No había duda. Lo dijo en tu cara y la voz salió de su pequeña y redonda boca élfica. Sus ojos purpura eran dos bombas de maná fulminando tu mente. ¿Ella de verdad estaba pidiéndote eso? Echaste maldiciones dentro de tu mente. ¡Eres el adalid de la generosidad, no puedes negarte a un pedido así de una pobre alma atormentada! Pero... matar un unicornio... era una atrocidad, incluso a un brutal ogro se le hubiera complicado la tarea moral de eliminar a una criatura totalmente pura como esa. Y el pegaso lo mismo. Algo debía tener contra los equinos esa muchacha.

    —También quiero un helado de mandragora.

    ¿Acaso lo único que haría sería pedirte cosas? El helado era lo de menos, había un mago heladero cerca de la taberna, él te vendería uno. Al momento en que recordaste la taberna, se te ocurrió que ahí podías encontrar cazafortunas. La mayoría de ellos eran tipos que no te caían bien, avariciosos engendros de las sombras que se vendían al mejor postor sin importarles si te traicionaban o no pero te gustaba aún menos la idea de matar esas pobres criaturas. Si, por el contrario, decides hacerlo tu mismo sólo tienes que ir hacia el bosque cromático a buscarlos.

    No puedes negarte al pedido de la muchacha, tu forma de ser lo impide, pero puedes tratar de convencerla de elegir otra cosa, si te parece que podrás lograrlo.

    Decidas lo que decidas, arroja un dado de 10 caras.

    *****************
    Kayla Lindsay (Pureza)

    Decides que una misión de custodia no es tan mala idea después de todo. Sería terrible dejar que un masculino acompañe a una embajadora elfa, muchos soldados tienen pésimos modales por más de que conozcan bien la ciudad.

    —Me alegra que hayas elegido ayudar a la embajadora. Es muy importante que le agrade la ciudad y venga a vivir un tiempo aquí, fomentará el comercio y el turismo y además atraerá una gran cantidad de tropas élficas, lo que nos conviene en estos difíciles momentos. La embajadora llega al mediodía, irás a recibirla a las puertas de Soxe con éste pergamino.

    El obispo te tendió un escrito firmado por él, te dio sus bendiciones incluyendo el religioso “que las mujerzuelas te acompañen” y centró su atención en otros postulantes que se encontraban en la entrada de la capilla.

    Sin mucho más que hacer ahí te diriges a la entrada de la ciudad, dejando atrás la pequeña capilla y dándole la bienvenida a la mixtura de colores, aromas y contaminación sonora de la plaza y el mercado de la ciudad.


    Luego de una recorrida ligera por el mercado te dirigiste al portal donde los guardias revisaron el pergamino y prometieron guiarte a la embajadora cuando llegara.

    Y cuando llegó, lo hizo con toda su pomposidad. La verdad es que te fascino la presencia de las tropas élficas. Sabías bien que cada raza de Terranova era pura a su manera pero no creías que nada excepto los ángeles fueran más puros que los elfos. (sobre todo los de clase alta).

    La embajadora era una muchacha de cabello amarillo muy intenso, como un sol brillando en la tierra. Era muy alta, superando el metro ochenta y su mirada negra como el carbón te penetraba el alma. Vestía túnicas de seda de sierpe lunar y unos zapatos brillantes que parecían estar hechos de polvo astral puro. Llegó en una carreta tirada por ardillas de muy refinada estampa, esquiladas y de músculos entrenados. La acompañaba un destacamento de elfos elegantes pero a la vez vestidos para la batalla a los que, no pudiste engañarte, te fascinaba contemplar.

    Ruborizada, recibiste a la mujer con un saludo inclinando tu delicado cuerpo. Le tendiste el pergamino y ella lo leyó con atención.

    —¿Eres mi escolta? Soy Frendolyn Maxheroda, hija del supremo sacerdote de Elfendor, embajadora de los Elfos Lunares y representante del clero en toda misión divina en nombre de nuestro mesías, Morcandyrell.

    No pudiste evitar avergonzarte aún más al tener que presentarte sólo como Kayla Lindsay, incluso quisiste describirte como Adalid de la Pureza, la Delicadeza y los Refinados Modales sólo para darte un título que pudiera elevarte un poco más a su altura pero no dijiste nada para no tener problemas.

    Frendolyn, a pesar de su altísimo rango, resultó ser más simpática de lo que esperabas. Habló mucho contigo y te comentó que ella nunca había dejado Elfendor y que pocas veces había tenido trato con humanos u otras razas, algunas no las había visto en su vida, pues hacía poco de su nombramiento como embajadora. Con treinta años ella apenas comenzaba su etapa adulta.

    La acompañaste a ella y a cinco de sus elfos guardianes hasta la posada para que se acomodaran. Ella te permitió entrar a su habitación y comenzó a hablarte.

    —Kayla, ¿dónde debería ir ahora? Yo... yo tengo la misión de ir a todos los poblados de Terranova a reforzar la fe de nuestros clérigos en estos difíciles momentos. Me pareció conveniente comenzar por Soxe, la ciudad más grande del continente pero realmente no sé si quiero quedarme aquí. Podría ir a Hikara, al Bastión de Mancoduro o a Targhen... ¿por qué debería empezar por este lugar? ¿Qué es lo que hace especial a Soxe?

    Esas preguntas muchas veces te las hacías tú. ¿Acaso su mercado lleno de esclavistas y seres de todas las razas comerciando sus productos o sus cuerpos eran algo especial? ¿Tal vez sus tabernas llenas de delincuentes y cazafortunas? Su plaza y su pequeña capilla no eran nada de otro planeta aunque quizá deberías comenzar por ahí, aún sabiendo que esa muchacha había estado encerrada en una iglesia toda su vida.

    Se acercó a ti de repente y te dio la espalda que quedaba en linea recta a tus ojos de tan alta que era.

    —¿Puedes desabrochar mi vestido y ayudar a ponerme algo más cómodo? En el pergamino dice que serás mi dama de compañía pero no sé si esto está dentro de tus funciones.

    Te pones de repente del color de los diablillos ígneos. No puedes evitar llevar tus palmas frías a tus mejillas que arden como la forja del herrero. ¡Se va a desvestir frente a ti! Eso no debería importarte, tratas de metértelo en la cabeza aunque te cueste. Ella es solo otra mujer como tú, no va a hacerte nada pero... una situación tan íntima es para ti tan extraña como debe ser para ella la visita a esa ciudad. Ella está afrontando su problema, ¿tu lo harás o dejarás a la elfa vestirse sola?

    Además, decide el próximo destino de ambas. Puedes llevarla a cualquier parte de Soxe donde creas que ella va a sentirse mejor.
     
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    Factummale

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    La chica, en un principio se me había hecho un tanto adorable, el como tomo mi mano y siguió mis movimiento, como si temiera perderme de vista... o al menos pensaba así de ella antes de que me pidiera hacer esas cosas tan... ¿Horribles? ¿descabelladas?, ¿inmorales?, no tenía ni una palabra clara para describir con exactitud la petición.

    Y eso me había debajo en un dilema interno, por un lado, no estaba bien rechazar una petición, pero, no podía simplemente llegar al bosque y matar a un unicornio y menos pagar para que alguien hiciese eso, pensativo llevé mi mano libre a mi boca, para empezar a morder mi dedo pulgar, ya no podía abandonar a la chica, así que tenía que resolver las cosas, aunque bien podía ir por el helado ahora y rezar para que ella olvide que me pidió matar sin razón aparente... si, eso sonaba bien.

    —Bien, primero iremos por el helado, ¿te parece?

    Lo siento, no sabía como escribir este post, espero este bien xD
     
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