El fantasma y Molly Mcgee Caminando Sola

Tema en 'Fanfics sobre TV, Cine y Comics' iniciado por Sylar Diaz, 24 Abril 2022.

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    Sylar Diaz

    Sylar Diaz Sei mir gut Sei mir wie du wirklich sollst

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    Miembro desde:
    3 Agosto 2019
    Mensajes:
    58
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Título:
    Caminando Sola
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    57
    Sinopsis: Aprovechando el adorable ambiente que ofrece una mañana de otoño (¡LA MEJOR ESTACIÓN DEL AÑO!) Libby elige seguirle el juego a su mejor, de hecho su única, amiga y juntas toman una larga caminata antes de iniciar el entrenamiento para la nueva temporada de softball junto con el resto de Las Lemmings...
     
  2. Threadmarks: Caminando Sola
     
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    Caminando Sola
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1873
    Era un frio sábado de mediados de octubre. El cielo de un tono suave de naranja –aunque con cada segundo que pasaba se iba tornando de un bello azul claro conforme la mañana se convertía en tarde–, y los árboles que se alzaban sobre la calle frente a su casa estaban repletos de hojas anaranjadas, rojas y cafés… casi como si sus ramas se hubiesen convertido en antorchas inmensas y hermosas. Algunos niños jugaban en las grandes pilas de hojas secas pobremente reunidas con recogedores en los jardines o andaban en sus respectivas bicicletas a toda velocidad por la avenida. El aroma característico del humo de leña, que ardía dentro de todos los hogares con una chimenea propia, impregnaba el aire fresco de la mañana e incluso ya había algunas casas en el vecindario con lámparas de calabaza tallada adornando sus entradas o con decoraciones de Halloween colgando frente a sus ventanas.

    ¡Otoño! Libby adoraba esta época del año, la estación perfecta para pasear sola por el vecindario pensando sobre su nuevo cuento o trabajando en su bordado junto al fuego en su hogar; había tantas cosas que le gustaría hacer, pero que tristemente no podría. Su madre la había inscrito en el equipo local de softball dejándola a ella atrapada por algunos meses más con una responsabilidad que simplemente no deseaba.

    Normalmente ni siquiera se molestaría en asistir a las practicas, sus compañeras de equipo la odiaban y la coach de las Lemmings era una mujer de la tercera edad que en su vida había jugado el juego, sin embargo, ella ya no era una niña, no señor. Ahora tenía trece años y debía comportarse como la mujer madura y absolutamente responsable que… ¿a quién quería engañar? Odiaba hacer deporte, odiaba tener que soportar las burlas y comentarios hirientes de todas las demás, pero lo más importante ¡odiaba asistir a las tontas prácticas de ese tonto equipo! Y si no fuera porque su madre y tía ya habían pagado la membresía por todo un año escolar entonces simplemente hubiera renunciado después del primer día… aunque las cosas habían mejorado bastante los últimos meses y eso tenía que reconocerlo.

    Las chicas del equipo, eso incluso incluía a la infame Andrea Davenport, habían comenzado a actuar de forma más amigable con ella.

    Las Lemmings, de forma inexplicable, habían ganado el campeonato del torneo de verano ¡y todo gracias a que ella había atrapado la pelota durante la última entrada del último juego! Y eso la llevaba a la mejor parte…

    Los entrenamientos cada fin de semana con el equipo de softball eran la oportunidad perfecta para pasar un poco más de tiempo con la mejor chica que Libby Stein-Torres hubiera conocido jamás; Molly McGee, su mejor amiga, de echo su única amiga, en el mundo.

    Molly, quien no llevaba ni seis meses viviendo en el pueblo, siempre lograba verle el lado divertido a todo, y siempre intentaba ponerle una sonrisa en el rostro a todos. Justo por eso Libby la quería casi como a una hermana, y justo por ella era que la joven judía no había renunciado aún al ya-no-tan-patético equipo de softball y a la presión que ser una de las dos jugadoras estrella del mismo conllevaba.

    Fue por su nueva amiga que Libby había decidido perderse sus actividades favoritas de su estación favorita y prepararse para la temporada de invierno de softball femenil. Las Lemmings se habían propuesto conquistar el campeonato estatal una vez más, pero sin depender de una única jugadora como lo habían hecho en la temporada anterior.

    Desde que iniciaran los nuevos entrenamientos, ambas amigas habían acordado encontrarse siempre frente al hogar Stein-Torres justo al medio día para caminar juntas hasta el centro deportivo del pueblo; sin embargo, esta vez la forastera McGee parecía haberse adelantado a la expectativa una vez más. Veinte minutos antes de lo previsto, Libby vio a su amiga Molly acercarse lentamente por la banqueta con un caminar inestable, la gran sonrisa que adornaba sus labios delataba lo nerviosa que la asiática estaba por iniciar una nueva temporada en el equipo al que tanto le había ayudado.

    Libby no necesitó incentivo alguno para salir de su hogar a toda velocidad y correr a abrazar a su mejor amiga, interceptándola a medio camino.

    La sonrisa en los labios de Molly creció aún más al sentir los brazos de Libby envolver los suyos y cuando la chica judía miró a su amiga a los ojos notó un brillo especial y hermoso en ellos… Molly McGee era la única persona que Libby conocía que realmente podía sonreír con la mirada.

    Sin decir una palabra, Molly tomó cariñosamente una de las manos de Libby entre las suyas y juntas comenzaron a caminar, alejándose lentamente del hogar de la castaña.

    Sin embargo, tras los primeros minutos siguiendo a su amiga, pronto Libby se dio cuenta de que no se dirigían al centro deportivo… sino a las afueras del pueblo. Ya iba a preguntarle a su amiga por qué había cambiado el rumbo cuando lo entendió todo; las demás no le habían dicho que se había cambiado el punto de reunión para la práctica semanal del equipo.

    No es que le sorprendiera que sus compañeras de equipo fuesen capaces de hacerle algo así, la misma situación ya se había repetido varias veces en el pasado, sino que le dolía que después de todo lo que había pasado en los últimos meses ellas aún la trataran mal. Había creído que finalmente todas eran amigas, que finalmente la veían como a una amiga… o al menos como una más del grupo y ya no como "Libby, la eterna marginada social".

    Aparentemente nada había cambiado en realidad… seguía siendo la apestada del pueblo.

    Aquel pensamiento inquietante ya estaba por deprimir a Libby, regresándola al estado de ánimo retraído que la había caracterizado durante los últimos cinco años, sin embargo, el contacto reconfortante de su mano con la fría piel de la mano de Molly le recordó que ya no estaba completamente sola. Ahora tenía una amiga, la mejor amiga, y ella nunca la dejaría sola.

    Así que, con una confianza renovada y absoluta en la muchacha a su lado, Libby se adentró sin chistar al bosquecillo que rodea Brighton aislándolo de los otros pueblos cercanos y del resto de Michigan. Juntas caminaron por casi veinte minutos sin decir nada, las palabras ya no eran necesarias pues ahora Libby sabía que no había otra persona en todo el pueblo, salvo quizá por su madre, con la que tuviera mayor confianza que con Molly.

    Poco a poco, Libby comenzó a olvidarse que estaba camino a una práctica de softball y empezó a disfrutar el paseo en el bosque. Todo lo que llegaba a sus oídos era el ruido de pájaros y ardillas llamándose los unos a los otros mientras se alejaban a toda velocidad del par de amigas ya fuese por aire o por las ramas de los árboles. Por mucho que le desagradaran las actividades al aire libre, Libby tenía que admitirlo, cuando un animal salvaje o un enjambre de abejas no te ataca cada tres pasos, caminar por el bosque era una experiencia en extremo placentera y relajante. ¡Y qué mejor persona con la que descubrir algo así que con su mejor amiga!

    Entonces, casi de repente, el sonido de algo vibrando llegó de improvisto a sus oídos, momentos antes de que un sonido aún más fuerte rompiera la quietud del bosque. El celular que le había heredado su tío Ted estaba sonando. Y al revisarlo, Libby descubrió molesta que se trataba de una llamada de la insufrible Andrea Davenport.

    Sólo entonces se acordó que no estaba en un simple paseo con su amiga, debían apurarse sí no llegar tarde a la práctica con las Lemmings. Pero ¿cómo había obtenido Andrea su número personal? Solo su familia y algunas pocas personas sabían su número de celular. No había forma en la que ella hubiese obtenido, a no ser que…

    Con el corazón en la garganta, Libby volteó hacia su compañera.

    La sonrisa en el rostro de Molly sólo se acentuó un poco más, seguramente debido a la pena por ser descubierta. Libby tendría que volver a tener una charla como la del Bat Mitzvah con ella; Molly no podía seguir inmiscuyéndose en sus decisiones personales por mucho que creyese que le estaba ayudando a vencer su timidez y complejos.

    Apretando con un poco más de fuerza la rígida mano de su amiga, a modo de apoyo moral, y preparándose para enfrentar las burlas o comentarios despectivos que la chica Davenport sin duda iba a decirle, Libby inhaló un par de veces antes de contestar el celular.

    —¡¿Se puede saber dónde mierdas estás?! —Libby tuvo que alejar el celular de su oído, parecía que Andrea estaba a un solo empujoncito de sufrir una embolia—, ¡ya llevas casi veinte minutos de retraso!

    La sangre de Libby comenzó a hervir al oír aquello ¿cómo podía Andrea echarle en cara que iba tarde cuando ni siquiera se había dignado a decirle que el punto de reunión se había cambiado? Pues bien, ella ya estaba cansada de que todos, en el pueblo y en la escuela, creyeran que podían pasarle por encima, ignorarla y mangonearla.

    No lo toleraría más, en especial de Andrea Davenport.

    —¡Escucha Andrea, tú no puedes tratar…!

    —No ¡Tú escúchame a mí! —la cayó desde el otro lado de la llamada, las voces molestas del resto del equipo comenzaron a hacerse oír entre la respiración furiosa de Andrea—. ¡Si nos vas a dejar plantadas al menos pudiste llevarte a la lunática McGee contigo! que sin nadie que le siga el juego, Molly ha comenzado a discutir consigo misma como siempre hace cuando cree que nadie la mira…

    Con el corazón comenzando a acelerársele, Libby colgó.

    Andrea decía que Molly McGee estaba en el centro deportivo junto con las Lemmings, pero eso no podía ser posible, porque de ser el caso… de ser ese el caso entonces ¿quién la había tomado de la mano y encaminado a las afueras del pueblo?

    Sudor helado comenzó a escurrir por su frente y por sus dedos.

    Temblando de pies a manos, Libby volteó una vez más hacia la chica que la acompañaba. Esa persona tan parecida a su amiga Molly y que aún sostenía su mano no había dicho ni una sola palabra, así como tampoco le había quitado los ojos de encima durante la última hora. Su pecho subía y bajaba, pero ella no inhalaba ni exhalaba aire, sino que sólo se movía fuera de sintonía natural como si simplemente estuviera imitando en apariencia la respiración humana.

    Esos ojos, los mismos que nunca se habían apartado de su rostro, Libby ahora se daba cuenta, estaban vacíos de vida y sin embargo ella le sostenían la mirada con un odio y una voracidad infinitos… congelando con terror su alma e impidiéndole gritar.

    El agarre de la mano de ella en la suya ya había perdido todo el confort y la gentileza inicial y se había transformado en una trampa de hierro de la cual Libby no podía soltarse.

    Sin que la pobre niña judía pudiera hacer nada por huir, la boca de la criatura se abrió… su verdadera boca…
     
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