Two-Shot Cambiar o mantener

Título: Cambiar o mantener
Fandom: Pokémon Rol Championship
Palabras: 913 + 918
Personajes: Melanie, Michael
Summary: Melanie y Michael tienen objetivos contrapuestos, y van a tratar de convenceros de sus distintos puntos de vista. ¿Lo logrará alguno de los dos?
Advertencias: Mindblowing inminente.


Melanie

El motivo por el que estoy en Galeia ahora… eso no es algo fácil de explicar. De hecho, es lo más complicado de explicar que se me ocurre.

Supongo que podría empezar por explicar un poco cómo fue mi vida. Desde luego, no tuve una vida precisamente feliz. Todo cuanto me rodeaba desapareció en las tinieblas, y yo no podía hacer nada salvo ver como todos a los que quería iban desapareciendo de mi vida. Me fui quedando sola, poco a poco; sola, sin nadie que me ayudase, sin nadie que me quisiese. Murieron. Desaparecieron, como dije.

Los acontecimientos y el contexto en el que se desarrolló mi vida no fueron los mejores, eso no lo niego. Tal vez no soy objetiva en mi forma de pensar; no puedo serlo. La cuestión es que nunca fui feliz, y nunca pude entender por qué el destino fue tan cruel conmigo. Por eso comencé a investigar. Al principio era optimista, ¡quizá existía alguna manera de hacer que todo se arreglase! De recuperar a mis seres queridos. En el fondo era una motivación sumamente egoísta. Todo cuanto quería era ser feliz yo misma, poder empezar de cero, a cualquier coste.

No tardé en dar con la solución: había una única forma de lograr mi objetivo, y era con la ayuda de un amiguito muy particular; el que ahora es uno de mis más fieles compañeros. Su poder, trascendente de todo límite de la temporalidad, me serviría, estaba convencida, para lograrme un futuro mejor. Un presente mejor. Un pasado mejor. En definitiva: una vida mejor. Y, al menos, una vida para quienes no pudieron tenerla.

Pero… no funcionó. Contra todo pronóstico, lo único que logré fue revivir desde otra perspectiva todos los traumas que viví en mi infancia. Todo lo que logré fue presenciar, otra vez, cómo lo perdía todo, pero desde una perspectiva externa. Aquello no tenía solución. No la tenía… ¿o sí?

Descubrí que mi amigo era especial, era diferente. Y encontré que podía ayudarme de una forma distinta. “¡Genial!”, pensé. “Ahora sí que podré encontrar la manera de solucionarlo todo”. Pero no, no la encontré. Todo lo que encontré fue a más personas que sufrían destinos similares a los míos. A personas que sufrían tanto o más que yo. No había felicidad en ellos, ni siquiera había vida. Solo más y más sufrimiento.

La misma existencia de ese poder, del poder especial que mi compañero no debería tener, y aun así tiene… ¿por qué era capaz de hacer eso, cuando las leyendas nunca hablaron de esa capacidad? ¿Por qué? Esa era la nueva pregunta; entender el motivo. Miles de viajes fueron necesarios para buscar el núcleo de todo ello, el epicentro de los terremotos que azotaron nuestras vidas decenas, centenas, millares de veces. Y, tras mucha indagación, lo encontré.

Encontré a un viejo conocido, un conocido que, probablemente sin quererlo, fue el causante del sufrimiento de muchísimas personas. Y entendí, entonces, que el enfoque de mi misión estaba totalmente equivocado. Sí, tenía que lograr conseguir calmar mi sufrimiento, pero… pero igualmente debía tratar de paliar el sufrimiento de tantos otros como yo. Porque nunca debió existir tal sufrimiento, y, aun así, por culpa de él, acabó sucediendo. Así que, tal vez, solo tal vez, lo más correcto era impedir que todo empezase. Si nunca empezaba, nunca habría sufrimiento… no se puede jugar a ser dios, no cuando ese juego genera tantísimas víctimas. Infinita cantidad de ellas.

Sé que mi planteamiento es muy extraño, incomprensible, y que nadie lo entenderá. He ahí el motivo de que nunca haya intentado hablar con nadie sobre ello. Por eso, aunque no pueda simplificar tamaña situación con un ejemplo como este… la única forma de explicar mi situación de manera sencilla y aproximada que se me ocurre es… con un símil.

Supongamos por un momento un escenario donde hay centenares de personas cuyas vidas son miserables, y tan sólo un par de ellas que han encontrado algo de felicidad. La mayoría de esas personas, con vidas llenas de sufrimiento, viven un completo infierno de soledad y tristeza, sufren. Todos ellos, todas esas personas, imaginemos, han nacido por culpa de un experimento que nunca debió haber existido, son producto de… no sé, ¿una clonación? Es difícil encontrar una situación de la vida diaria que reúna todo el contenido que quiero expresar, pero una clonación ficticia puede servir. Todas estas personas, las muchas que sufren y las escasísimas que no lo hacen, son clones que nunca debieron existir, pues han nacido de un acto ilícito de parte de un tercero, el clonador. Esa persona ha creado a todas esas personas, y con ello ha logrado generar muchísimo sufrimiento.

Si se pudiese evitar que el clonador llegue siquiera a producir todas esas personas, si se impide que llegue a lograr hacer lo que pretende, hacer lo nunca debió haber hecho, pues esas personas no estaban destinadas siquiera a nacer… si se pudiese, ¿lo haríais? ¿Haríais que todo volviese a la normalidad, impidiendo ese error, ese acto ilícito e injustificable y, con él, el sufrimiento de miles de personas, que os agradecerían eternamente que acabéis con su sufrimiento… aun a costa de la felicidad de esas excepciones, que solo representan un grano de arena entre miles de montañas?

Yo… ese es mi objetivo, verdaderamente. Escogí el bien de muchos a cambio de un nuevo mal para unos pocos. Escogí cambiar.

Y ese chico, Michael… tomó una determinación totalmente distinta a la mía.

 

Michael

Wow, wow, wow, ¡para el carro! ¡Tío, esto es muy grande! ¡Un fic dedicado solo a mí, eh! Genial, genial, siempre había querido narrar en primera persona, ¡cómo mola esto de la Mesa de Fanfics, eh!

Bueno, que me voy del tema. Hola, roleros. Soy Mike, para serviros. En teoría debo explicaros qué demonios hago en Galeia. Reconocedlo, no tenéis ni idea, ¿eh? Y la intriga os mata. Pero en fin, realmente es una movida demasiado compleja. Hasta a mí, a veces, me cuesta entenderlo. Pero oye, lo intentaré explicar, de manera, uhm… sencilla. Pero sin hacer muchos spoiler, claro, de lo contrario, ¿qué trama voy a dejar para después? ¿Eh?

Empecemos por el principio: mi vida. Francamente, no voy a mentiros. Yo fui muy feliz. Tenía a mi lado a multitud de personas que me querían, que me cuidaban y todo eso. Ya sabéis, ¿no? Viví lo que se puede considerar una infancia modélica. Mi adolescencia fue igualmente buena, y mi juventud va camino de serlo. Me espera un futuro prometedor, apoyado por mi familia y mis amigos, rodeado de gente que me quiere. Vaya, que tengo suerte de tener la vida que tengo. No puedo quejarme de ello.

Es obvio que soy totalmente subjetivo a la hora de justificar mis planteamientos, pero, ¡ey, entendedme! Soy feliz, y creo que tengo derecho a serlo. Yo, y tantos otros, por muy pocos que sean, tenemos derecho a conservar nuestra felicidad, ¿no?

A decir verdad, la historia de mi llegada a Galeia fue mucho más casual de la de mi colega del capítulo anterior. Yo conocí a mi amigo y fiel compañero por pura suerte, y es que, ¡qué demonios!, la suerte nunca me ha faltado, francamente. La cuestión es que molaba demasiado contar con la amistad y ayuda de ese ser tan singular, y no dudé en curiosear un poco. Así fue como me di cuenta de lo que sucedía. Así fue como me di cuenta de que mi amigo tenía… un poder más amplio incluso del que se suponía que podía tener. Y mi mayor defecto, mi excesiva curiosidad, me arrastró.

Observé que, en efecto, había muchísimas personas que tenían unas vidas horribles. Así fue como entendí de verdad cuán afortunado era yo de haber vivido mi vida de manera tan satisfactoria. No podía sino intentar ayudarles, pero… era imposible. No existía salvación posible para ellos, por más que lo intentaba. No se podía cambiar el destino de nadie, en teoría: no se podía cambiar el pasado. Que trágico todo, ¿no? Tan desesperante, tan decepcionante… pero era lo que había, a fin de cuentas. Al menos juro que lo intenté todo lo posible. Yo tan solo quería que todos pudiesen conocer la felicidad de la que yo gozaba, ¿qué si no? No deseo el mal a nadie, nunca lo hice.

Pero entonces observé que había alguien como yo, esa Melanie, y me informé sobre ella. Descubrí, al igual que ella, cuál era el origen de todo: el origen de que tantas personas sufriesen, miles de ellas, pero, al mismo tiempo, el origen de que yo y unos pocos más fuésemos felices. Que sí, que Mel tiene razón, ¿no? Si todo parte de un error, ese error no es más que una equivocación, algo que en un inicio no debió suceder. Así que su idea era extirpar la causa de la tristeza de tantos… y, con ello, de la felicidad de unos pocos. Permitidme que discrepe.

El ejemplo que ella ha dado sobre todo eso de los clones y tal es tremendamente raro, ¡pero oye!, soy muy vago como para pararme a buscar otro símil, así que os aguantáis, porque pienso utilizar el mismo símil. Imaginad todo eso de los clones y tal. Alguien, un científico loco o algo así, supongo, tiene la brillante idea de recluir en un mismo sitio a miles de personas creadas artificialmente. Sí, nunca debieron de existir, ¡pero existen, ¿no?! De esos miles de clones, la inmensa mayoría sufre un destino para nada merecido y sus vidas se convierten en un continuo sufrimiento. No obstante, entre todo el mar de tristeza, unas pocas de luces de alegría resplandecían, quizá solo diez, doce, qué más da el número; la cuestión es que hay personas, artificiales y que no debieron de haber existido, sí, pero personas que, aunque sus vidas sean puras mentiras, son felices. Muchas otras sufren por culpa de este error, es cierto, pero esas pocas no, esas pocas llevan vidas alegres.

Si pudieseis hacer que la creación de estas personas artificiales nunca llegase a llevarse a cabo, si pudieseis lograr que nunca se llegase a realizar ese acto de clonación, ese acto que en un principio nunca debió existir, ¿lo haríais? ¿Haríais desaparecer la felicidad de unas pocas personas que no tienen culpa de nada y que tienen el derecho a vivir su vida normalmente, aunque sea falsa, aunque no debiese de existir? Si ya el error está cometido y, aunque por culpa de ese error muchos hayan tenido la desgracia de verse sumidos en la desesperación, existen personas que ahora pueden vivir una vida feliz gracias a ese error, decidme, ¿hay derecho a robarles esa felicidad?

Pues yo pienso que no, y por eso mi objetivo no es otro que ese: yo escogí mantener el ya existente bien de unos pocos, aun a sabiendas de que muchos viven una situación mala. Escogí mantener todo tal y como está.

Y esa chica, Melanie… tomó una determinación totalmente distinta a la mía.