Café para youkai

Tema en 'Fanfics Abandonados de Inuyasha Ranma y Rinne' iniciado por Asurama, 9 Agosto 2009.

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    Asurama

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    Café para youkai
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    Café para youkai

    Las tiendas aún no abren. Casi son las siete de la mañana, hace frío, el cielo está cubierto por grises nubes que esparcen fina llovizna. De vez en cuando, un auto cruza la calle mojada, siendo reflejado por la luz del farolito que está casi a mitad de cuadra, algunas personas caminan con paraguas, hablando en murmullo.

    El Kuroi Tsubasa, el café más visitado de la zona apenas acaba de abrir sus puertas hace quince minutos, pero ya hay una pareja allí, tomando un tibio desayuno. En realidad, solo ella bebe, él, en cambio, se dedica a contemplarla. Las tres personas que atienden el local trabajan afanosamente mientras los miran de reojo.

    La curiosa escena se repite siempre, desde que tienen memoria. Siempre van allí todos los días para el desayuno de la mañana y para la cena. Siempre van sin falta. Aunque está mal visto, la pareja siempre deja propina, una cantidad considerable. No suelen hablar mucho, tan sólo se miran el uno al otro, no hablan con los empleados y se van tan pronto como llegan otros clientes. Siempre aparecen entre las primeras horas del día y las últimas horas de la noche, cuando no hay nadie más. El Kuroi Tsubasa parece estar siempre abierto para ellos. Esos dos son personas muy raras. Ambos visten del mismo modo: calzado, jeans y abrigos grises, debajo de la ropa aparentemente humilde, se distinguen camisas de una seda muy fina. Aunque ambos tienen una belleza sobrenatural, él es quien más llama la atención por su extraña apariencia.

    La silenciosa escena es acompañada por el murmullo del televisor encendido, que transmite las primeras noticias de la mañana:
    “Es la tercera vez en el mes que sucede, el Banco Central fue asaltado una vez más, los especialistas debieron ingresar al lugar con máscaras debido a una alta concentración de gas venenoso. Como veces anteriores, el blindaje que recubre las entradas fue derretido con lo que, consideran, es un ácido de fuerte composición. Ni siquiera los sistemas de máxima seguridad parecen capaces de detener al ladrón que nuevamente se llevó consigo una enorme suma de dinero. Estamos con el gerente: ¿Señor?”
    “—Todos nuestros empleados han sido investigados. La policía y los investigadores aún no han dado con pistas del culpable. Al parecer, es impecable en su trabajo: no sabemos qué tipo de equipamiento tiene para burlar la seguridad, las cajas fuertes fueron abiertas por alguien que conoce la clave, por más que las cambiemos, siempre son abiertas. No hay huellas, las cámaras de seguridad no captan imágenes, el sistema de detección tampoco. Es ridículo, para burlar el sistema, entrar y luego salir con semejante cantidad de dinero, debería poder moverse en menos de diez segundos y a una velocidad descomunal, es inconcebible para un ser humano”.

    Ella se pone un mechón de su negro cabello detrás de la oreja, revuelve el café con la pequeña cuchara.

    —Sesshoumaru-sama ¿oís las noticias? ¿tenéis idea de quién pudo haber hecho eso de nuevo?

    Él está mirando hacia el televisor, dándole la espalda un momento, niega con la cabeza mientras chista.

    —No tengo la menor idea, Rin-chan —voltea a mirarla, para ser japonés, tiene los ojos demasiado claros—. Pero hay que reconocer que ese ladrón tiene mucho estilo.
    Ella mira el televisor de reojo.

    “—Pareciera obra de un youkai —“ bromea la periodista.

    —DAIyoukai —murmura él mientras apoya la cabeza en la mano, restándole importancia. Unos mechones blancos le cubren los ojos. Todas las personas que lo ven creen que su color no es natural. En realdad, lo es.

    Ella bebe un sorbo antes de volver a mirarlo.

    —Lo que sea ¿Robar espadas ya pasó de moda?

    —Como hace quinientos años —bromea sin denotar ni un poco de humor en su expresión.

    Sin darse cuenta, los tres empleados ya se han quedado mirándolos de forma indiscreta nuevamente, aún cuando no puedan escuchar lo que hablan. Es raro verlos cambar de posición, pues parecen dos estatuas perfectas que apenas hacen movimientos, es raro escucharlos hablar y los dos tienen una voz que embelesa. Además, sus ojos son tan atrayentes como su voz: vidriosos, como si se tratara de personas muertas, no son ojos humanos. Parecen fantasmas. Esas personas no tienen forma de saber que esos son fantasmas.

    —¿No creéis que esto es un poco exagerado, alteza?

    Él levanta la cabeza.

    —Venganza. Vos estáis sentada sobre lo que deberían ser mis dependencias —lo último suena en tono rudo—. Sobre lo que debería ser vuestra casa.

    Ella guarda respetuoso silencio. Él tiene razón.

    —Los humanos creen que pueden robar tierras. Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón —entrecierra los clarísimos ojos—. Si vos contáis mis casos, yo ya acumularía unos… —hace la cuenta mental— …unos trescientos mil años.

    Ambos se dedican unas sonrisas que rozan entre lo cínico y lo simpático.

    —Al fin y al cabo, a los amorales humanos nada les importa —continúa él. Ladea la cabeza sin cambiar la curiosa expresión— ¿Dinero?

    Ella ríe con la ocurrencia y luego, ambos están riendo abiertamente.

    Los empleados voltean a verlos. Es rarísimo verlos reírse, deberían tomarles aunque sea una fotografía. De todas maneras, ellos no saldrían en las fotos reveladas, aunque esas personas no tienen modo de saberlo.

    Es una buena explicación de por qué ningún sistema de seguridad jamás logró captarlo, su velocidad es otra buena explicación. Ventaja de ser youkai. Humanos tontos, que creen que todo lo saben. Niega con la cabeza mientras los mira. No saben nada.

    Se le queda mirando como diciéndole mentalmente “a qué hora terminas ese café que quiero largarme, no soporto que me observen”.

    Ella lo sabe y se ríe.

    —De qué os reís —se queja frunciendo apenas el ceño—. No me causa gracia.

    Ella ríe nuevamente. Vaya, y esa sonrisa no se le gasta nunca, nunca después de casi cinco siglos. Envidia.

    A propósito, ella parece disminuir la velocidad del consumo. A él se le revuelve el estómago cada vez que ve comida de humano. De no tener estómago fuerte, hace rato hubiera vomitado ¿ella como se las arregla para tragárselo todo?

    —No tenemos la culpa de ser así —bromea antes de levantar de nuevo la taza. Extraña servirle una copa en un cuarto cerrado, así que se disfruta el momento. Ha perdido la cuenta desde la última vez que lo hizo. No es la costumbre en un curioso año dos mil nueve. Baja la vista.

    —¿De qué habláis? Tengo orgullo de youkai. Deberían ser ellos los que se escondieran de mí y no al revés. Colmillo Explosivo debería estar en mi cadera y no de adorno en vuestra casa como si fuese una espada cualquiera —baja la vista con una expresión imposible de discernir—. Tengo orgullo de youkai… aún cuando ignorara que hay humanos que pueden convertirse en youkais.

    Ella deja la taza a un lado, acaba de perder el apetito.

    —Se supone que yo debería ser un montón de huesos en un campo de tierra ¿verdad?

    Él levanta solo la mirada.

    —Qué suerte para mí que no es así.

    Ambos vuelven a bajar la mirada y se quedan en esa silenciosa comunión.

    Las noticias acabaron y el canal transmite videoclips de música. A ella le gusta bailar y moverse entre la gente, aunque él se arrancaría los cabellos de los nervios si tan sólo le pidiera permiso. Aún así, cuando están en un lugar de poca visibilidad suelen hacer rutina normal. Tienen más dinero del que podrían gastar en toda una vida aunque su origen sea “mal habido”. Tienen mucho tiempo libre para ir a muchísimos lugares aunque él se muestra reticente a salir del país. La vida, sin embargo, es diferente y divertida todos los días: estudian, descubren cosas… es raro encontrarse con otros youkai. Aún hay, pero están todos escondidos al igual que ellos. Él tiene razón, las cosas deberían ser al revés.
    Entre las cosas que están extrañas, su presencia es una de ella. Durante años la muerte la perseguía y se supone que debería estar más que muerta a estas alturas, pero se negó a morir, así de sencillo.

    Recuerda con facilidad el orden en que las cosas sucedieron. Fue durante una guerra contra un ejército invasor que era precedido por un daiyoukai, ella tenía unos diecinueve años, quizás veinte. Cuando él y el ejército salieron, el palacio que estaba exactamente en donde ellos se encuentran fue atacado. Sus guardias intentaron escapar con ella hacia el mar, pero cayeron en una emboscada y ella fue envenenada con youdoku de uno de los enemigos. Se suponía que debía morir, pero sabía que él estaba fuera en algún lugar y se negaba a morir, sabiendo que si se iba, esta vez no habría regreso. Soportó poco tiempo, hasta que él regresó. Cuando sus pulmones y su corazón dejaron de funcionar, las personas de todo el palacio no sólo se partieron en un terrible dolor, sino que se negaron a sacarla y dejaron su cuerpo sobre un altar, dentro de sus propias dependencias. Él envió por Inuyasha con la intención de envolverla debajo de una tumba de los diamantes de Tessaiga, con la idea de dejarla allí por siempre.
    Esa noche, abrió los ojos, su corazón siguió latiendo y sus pulmones siguieron funcionando, pero sentía al mundo de un modo diferente a la última vez que había cerrado los ojos. Cuando se miró al espejo, éste se le cayó de las manos haciéndose añicos en el suelo. Se horrorizó. No podía esperar menor sorpresa de la gente que la vio salir. La aceptación no tardó en aparecer. Claro, ahora era youkai como ellos.
    Cuando Inuyasha y los otros llegaron un día después, sintieron un rechazo inmediato. Miroku y Kagome trataron, literalmente, de exorcizarla. A la fuerza, se vio obligada a atacarlos, ya que ellos parecían no entender su sencilla explicación de que ella pensaba permanecer junto a o-yakata-sama tanto tiempo como él viviera y donde fuera que estuviera.
    Miroku dedujo que él era la razón por la que ella se mantenía atada al mundo y le pidió “encarecidamente” a Sesshoumaru que le ordenara marcharse. Él iba a hacerlo, pero el corazón tiene razones que la razón no entiende. No la echó. Desde ese momento, comenzaron a estar juntos en todos lados. Qué suerte. Y todo por negarse a morir.
    Ni Inuyasha, ni Kagome, ni Sango ni Miroku, ni ninguna otra persona logró entender, al cabo de su corta vida, qué había sucedido, cómo o por qué. De todas maneras, ella había sobrevivido, que era el fin último de Sesshoumaru. Precisamente por eso, él dejó de buscar.

    Si las cosas no hubieran sido así, ahora no estarían disfrutando de un café —bueno, ella disfrutaba del café y él la contemplaba como a un dios—.
    Ella tiene las manos apoyadas sobre la mesa redonda, él toca las manos de ella y un pie le da una patadita a su pierna. Ella finge que no está pasando nada. Afuera, el clima empeora, es la excusa perfecta para quedarse un poco más, pero la gente se está moviendo y algunas personas están entrando. Dejan un billete grande en la mesa y salen.
    —Deberíamos hacer esto más seguido, Sesshoumaru-sama —bromea.
    Él la mira con cara de circunstancia y van caminando calle abajo, mojados por la lluvia, dirigiéndose a una biblioteca.
    —Sois espléndido —murmura ella en voz baja.
    Él no dice nada por un buen rato.
    —No hay palabras para describiros —suelta finalmente.
    Ella ríe.
    —¿De qué os reís? —pregunta de nuevo.
    —De nada, alteza. Recuerdo el pasado.
    —No soy muy afecto al pasado —tiene ambas manos en los bolsillos mientras ella se toma de su brazo. Hace unos siglos jamás hubiera soñado que lo tocara—. Aishita



    “…Sesshoumaru-sama, si Rin debiera morir, no os olvideís de mí…”
    “…No digas tonterías…”



    —Eien ni issho —murmura ella, inclinando la cabeza sobre el brazo de él.
    Paran de caminar unos segundos y se miran.
    Ella le regala una sonrisa gigante, una que recuerda la brutalidad con la que se conocieron en unas condiciones muy diferentes a las actuales.
    —Al menos unos quinientos años más —comenta Rin.
    —Sí, quizás un tiempo más —le pasa un brazo por el hombro aún cuando eso es algo tan poco común—. Tal vez… unos cuantos millones de años… —Continúan caminando por la fría calle otoñal.

    …Es una edad que se acerca al “siempre”…
     
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    Rukierza

    Rukierza Entusiasta

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    Re: Café para youkai

    Hulaa! como andas? ps espero que estes de diez! bueno, me volviste a sorprender con otra de tus historias, esta bien lindo tu one-shot de veras! adoro a esta pareja y me gusto mucho que hayas convertido a Rin en youkai aunque te quería preguntar si ella se convirtió en daiyoukai o en youkai nah mas?? y ps me gusto mucho la escena en el cafetín, toodos esos empleados espiándolos y sessh todo molesto me pareció de lo más tierno! espero que pronto vuelva a leerte =)
     

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