Romántico [Días de abecedario] C de Carlota

Tema en 'Relatos' iniciado por Angelivi, 3 Mayo 2017.

  1.  
    Angelivi

    Angelivi Bruja ordinaria

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    7 Febrero 2017
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    Pluma de

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    Escritor
    Título:
    [Días de abecedario] C de Carlota
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1324
    El cielo es azul, las plantas son verdes y los tulipanes son rojos. ¿No es maravillosa una vida tan llena de color? Cada vez que llega la primavera solo tengo ganas de saltar y brincar, dejarme atrapar por las ensoñaciones que me inspiran los suspiros de las nubes, prestar atención a las melodías que entonan los gladiolos al ser acunadas por el viento... ¡Y la primavera de este año ha comenzado esplendorosa! ¡No podía ser mejor!

    Di mi paseo mañanero mientras danzaba al son de las margaritas, coreada por el piar de los gorriones. Acababa de tener una idea: iría al parque, allí podría disfrutar al máximo de este esplendoroso día que Dios nos había ofrecido. Mi trote continuó hasta mi destino, donde el rumor del aire trajo hasta mí una bella melodía. Alguien estaba tocando un instrumento, era una bella melodía. El mundo se silencio, él también prestaba atención a aquella grácil música, los árboles susurraban elogios y las abejas se animaron a bailar. Busqué el origen de aquella melodía celestial.

    Sentada sobre una gran roca estaba una chica que parecía haber abandonado temporalmente este mundo, concentrada únicamente en aquel pequeño instrumento redondo de madera agujereado. Parecía que los colores se habían vuelto más vivos en esta zona, aquella música me hipnotizó. Me senté frente a la piedra y me quedé escuchando hasta el final de la composición. Cuando aquel sortilegio se evaporó, la mujer abrió los ojos y, entonces, me descubrió. Me emocioné tanto que aplaudí hasta que las palmas de mis manos comenzaron a escocer.

    — ¡Ha sido maravilloso! ¡Eres toda una artista!

    — Gracias... no fue nada, solo me dejé llevar por los sentimientos de una humilde vagabunda.

    — Pues lo has hecho realmente bien, haces milagroso con esa... cosa —desconocía qué había estado tocando, cosa que me resultó intrigante.

    — Esta cosa se llama ocarina. ¿Nunca habías visto una? —sacudí la cabeza. La que se había autodenominado vagabunda miró detenidamente su ocarina como si estuviese debatiendo algo—. En ese caso ten, te la regalo —dijo lanzándome su instrumento. Lo atrapé en el aire por los pelos.

    — ¡N-no puedo aceptarlo! En tus manos es un tesoro, en las mías no valen nada. No sé tocar.

    La vagabunda sonrió y se levantó.

    — No te preocupes, todo se aprende. Considéralo como una invitación al arte.

    — ¿Y qué hay de tu música? No puedes perder algo tan especial.

    — ¿Especial? —su sonrisa se torció levemente, pero no era tristeza lo que me mostraban sus ojos—. Esa cosa dejó de ser especial para mí hace tiempo. Estará mejor contigo. Será mejor que me vaya, ya no quedan anclas en mi vida. Muchas gracias por haberte dejado conocer.

    Sin que me diese tiempo para responderla, la mujer se bajó de la roca y se perdió en la maleza. Estaba confundida, había sido un encuentro tan extraño... y tan mágico. Me sentí como si fuese la protagonista de un cuento de hadas. Contemplé la pequeña ocarina, estaba cuidadosamente tallada, cada dedo podía sentir el amor con el que se fabricó esta piedra preciosa. En mis manos tenía historia.

    Me fui del parque sin apartar la vista de la ocarina. No sabía qué hacer con ello. Por supuesto, me lo iba a quedar, no quería deshonrar un gesto tan bonito. Sin embargo, me sentía mal por no poder usarla como se merece, nunca había tenido la oportunidad de tocar un instrumento. Me detuve en la plaza del pueblo, allí había una estatua. Supuse que al señor que iba montado a caballo no le importaría que practicase un poco bajo su sombra.

    Coloqué un dedo sobre uno de los agujeros, intuí que sería parecido a una flauta. Vi a primo tocar la flauta cuando era pequeño, me resultó útil como guía. Soplé con cuidado y la ocarina entonó un bello sonido. Fui probando y enseguida noté como si mis dedos bailasen solos. Incluso yo misma estaba sorprendida.

    — ¡No puede ser! ¿Esta ocarina es mágica?

    — La magia no existe, tonta.

    Me di la vuelta disgustada. ¿Cómo puede nadie atreverse a decir que la magia no existe? Se había acercado un chico, parecía ser de mi edad, o eso creo. No soy muy buena adivinando edades. Tenía el semblante más gris que había visto en mi vida, y no se trataba de que estuviese sucia, transmitía una tristeza muy profunda con matices de rencor. Era un gris desagradable.

    — La magia está en todas partes, hay que ser ciego para no verla.

    — ¿En serio crees en esas chorradas? Eres más tonta de lo que pensaba.

    — ¡No soy tonta! ¡La naturaleza está llena de magia! ¡Los árboles, las flores, los animales, los ríos y las montañas! ¡Todos ellos contienen magia!

    El chico me miró perplejo. Pareció entender mis palabras, es que mira que decir que la magia no existe. De pronto, comenzó a reír y la que quedó perpleja fui yo.

    — ¿Se puede saber qué te hace tanta gracia?

    — ¡Que eres más tonta de lo que pensaba! ¡Jajaja!

    Me enfadé tanto que inflé mis mofletes.

    — ¡Deja de llamarme tonta! ¡El único tonto eres tú! —su risa se cortó como si de pronto le hubiese apuñalado. Pensé que igual me había pasado, empecé a sentirme mal—. Oye, lo siento mucho. No quería ofenderte.

    — ¿Por qué te disculpas? No eres tú la que debería disculparse, te estaba insultando, ésa no es la reacción que esperaba. Tendrías que enfadarte conmigo y después alejarte, es tu mejor opción.

    — No me ha gustado lo que has dicho, pero tampoco es motivo para tomar una medida tan radical. Aquel que reconoce sus errores merece ser perdonado.

    Le dediqué mi mejor sonrisa. Mi corazón se llenó de felicidad al ver cómo aquel nubarrón que tenía por expresión se esfumó y dio lugar a un cielo despejado. La magia le había alcanzado.

    — Yo... yo... Siento mucho lo que te he dicho, de verdad. Hacía tiempo que nadie me decía algo tan bonito.

    — No entiendo por qué te sorprendes. La vida es bonita, es mejor vivir diciendo cosas bonitas que ensuciar el mundo con tristezas.

    De repente el chico se sonrojó y puso una cara un poco tonta. No pude evitar que se me escapase una risita, con lo que se puso más rojo.

    — Me gustaría disculparme como es debido. ¿Conoces el bar "La ventura"?

    — Sí, he ido alguna vez.

    — ¿Dejarías que te invitase a tomar algo?

    — Me temo que hoy no puedo, tengo que ayudar a mi padre con la floristería, abrirá dentro de poco. ¿Qué te parece si quedamos mañana?

    — Genial. ¿A las diez?

    — Allí nos vemos —me despedí con una sonrisa tras afirmar.

    Pasé el resto del día ayudando a mi padre, mientras que no me podía quitar de la cabeza el casual encuentro con el chico de esta mañana. Al principio me pareció muy antipático, pero cuando vi en el fondo de sus pupilas entendí que el problema estaba en que había perdido su magia y ya no le quedaba color. Sentí mucha dicha al ver que gracias a lo que le dije al menos pudo recuperar el rojo. Por alguna razón estaba ansiosa por que llegase el día siguiente, quería conocer más a ese chico que tanto me había llamado la atención.

    Llegó la hora a la que quedamos. Me presenté en el bar, no había mucha gente. Sin contar a la señora que acababa de salir, estaba el camarero ocupado en mantener limpia la barra, al fondo a la izquierda había una chica de cabellos dorados y, un poco más cerca, estaba sentado un señor que dejó su mirada fija en mí desde que entré. Ya le había visto muchas veces y siempre que lo veía me lo encontraba mirándome fijamente. Me daba algo de miedo, prefería alejarme de él. Miré hacia la derecha, y entonces lo vi.

    Abrí los ojos y exhalé por la sorpresa que me llevé, era el chico de ayer; pero ya no era el mismo chico: en él estaban representados todos los colores del mundo.
     
    Última edición: 3 Mayo 2017
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    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    Antes que nada, fue nada más leer ocarina y recordar Zelda... sorry not sorry (?

    Pero, pasando al relato tal cual, me ha gustado un montón. Lo que he podido notar hasta ahora de los dos relatos que he leído de ti, es que esos encuentros casuales y mágicos, como quizás los describiría Carlota, forman como una cadena de favores o de ¿inspiración? No sé cómo explicarlo, pero el punto es que de alguna manera todos estos encuentros ayudan a los personajes de una u otra manera. Ella al encontrarse a esa supuesta vagabundo encontró un tesoro y más magia en la ocarina y después el chico, al encontrarse con ella, volvió a tener los colores que tanto había perdido hacía rato, los que hicieron referencia al inicio del capítulo donde Carlota admira la belleza de los colores. Me gustó ese enlace.

    Y nada, como siempre, es un verdadero placer leerte, seguiré atenta a los que se vengan y espero leer toda la serie y si no, pues me disculpas, pero haré el esfuerzo. Te cuidas mucho.

    Hasta otra.
     
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