One-shot Brain, brain, go away [JoeyxJez | FSN!AU]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Gigi Blanche, 21 Octubre 2019.

  1.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Título:
    Brain, brain, go away [JoeyxJez | FSN!AU]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2855


    Dejo la etiqueta a Yáahl acá, ya que estoy (?
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    Brain, brain, go away
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    Cuando el pico de la botella se detuvo, apuntándole directamente a ella, Jez se preguntó si había sido buena idea en verdad dejarse llevar por las insistencias de un Daichi pasado de alcohol. Había estado bastante divertido hasta el momento, con su modesta botellita de cerveza rubia en la mano, ya bastante tibia y sin gas. Cuando llegó a la fiesta alentada —más bien obligada— por sus amigos, no habría imaginado nunca que acabaría allí: sentada sobre el suelo, en un gran círculo, con una botella verde apuntándole y una apabullante cantidad de gritos y chiflidos que la hicieron sonrojarse. Su mirada conectó fugazmente con la de Daichi, situado bastante lejos, y el muchacho le sonrió entre risas y aplausos. Vaya, él la estaba pasando hasta mejor que ella, ¿verdad?

    —¡Bueno, bueno! ¡Llegamos al último nivel! —exclamó una chica, la que había estado moviendo el juego hasta ahora, y le guiñó el ojo a Jez—. Veamos quién acompañará a Volkov.

    Jez tragó saliva. No necesitaba mucha experiencia en fiestas para saber cuál era el último nivel de ese juego. Hizo un repaso mental de las personas jugando además de ella, y su mente decidió dejar de funcionar cuando recordó a alguien en particular. Sintió el calor ascendiendo a sus mejillas abruptamente, y aun así, una poderosa fuerza la obligó a levantar los ojos y buscar los suyos. Encontrarlos tan rápido, viéndola, le dio un vuelco al corazón. Y la botella, entre tanto, comenzó a girar. Su transparencia verdosa destellaba bajo las luces de colores y, cuando fue disminuyendo su velocidad, Jez apretó los labios y frunció el ceño. Quería que se la tragara la tierra, pues le resultaba imposible no ansiar encontrar un resultado en particular; ese que la hacía morirse de nervios y emoción a la vez.

    Cuando la botella se detuvo, Jez sintió que también lo hacían el tiempo y los latidos de su corazón. Un pequeño silencio de expectativa fue seguido por una oleada similar de chiflidos y gritos. Pero ahora ya no vitoreaban su nombre, era otro. Jez lo reconoció de inmediato y le dio un miedo horrible alzar la mirada. Sabía, sabía que ahí iban a estar sus ojos, tan calmados y confiados como siempre, viéndola. Ella simplemente no podía lidiar de manera natural con ese tipo de situaciones, pero él parecía haber nacido para ello. No tenía idea cómo lo hacía, pero era algo que siempre había admirado y odiado de él en partes iguales. Atraía la atención, incluso cuando ella menos la deseaba, y por su culpa había vivido incontables vergüenzas. ¿Había hecho bien en prestarles atención a él y a Daichi? ¿Era lo correcto estar en esa fiesta?

    Su correntada de pensamientos se detuvo de golpe cuando percibió la silueta de Joey incorporándose y acercándose a ella. Su mano, extendida, apareció de lleno en su campo de visión, y se obligó entonces a buscar sus ojos. Allí estaba, sonriéndole calmado. Como si nada. Mientras ella por poco no se moría por dentro.

    Pese a todo, aceptó su mano en silencio y sin quejas.

    La emoción de la gente había aumentado en intensidad, pero cuando los dedos de Joey envolvieron su mano con fuerza, todo eso pasó a segundo plano. La guió a paso calmado hasta una puerta de madera, y luego de abrirla, se volvió hacia ella y le permitió el paso.

    —Las damas primero, dicen.

    Jez apenas se atrevió a hacer contacto visual. Asintió, queda, y obedeció. Aquel espacio era estrecho y oscuro. Cuando Joey ingresó detrás de ella y cerró la puerta, ya no fue capaz de discernir ningún detalle. Apenas un rastro de luz se colaba por la hendija inferior de la madera. Hasta la música y las voces, si era posible, ahora se oían lejanas y obtusas.

    —No me extrañaría que estos tipos se hayan tomado la molestia de insonorizar el clóset —comentó Joey, golpeteando la pared suavemente con los nudillos—. Todo sea por el bien de la fiesta.

    Jez se encontró arrugando los pliegues de su falda con ambas manos. ¿Qué se suponía que dijera? Debía… debía ser simpática, ¿verdad? Seguir la conversación con naturalidad y sonar divertida. Estaba en una fiesta, después de todo. ¿Quizá debería haber bebido más? ¿El alcohol la habría ayudado a relajarse?

    Un breve silencio se instaló entre ellos luego de las palabras de Joey. De cierta forma, Jez sabía que el muchacho estaba concediéndole un espacio a conciencia para responderle y adecuarse a la situación, a su ritmo y soltura. Lo conocía hace bastante ya, y habían pasado muchos buenos momentos, ellos y Daichi. Eran amigos, se divertían juntos, ¿por qué ahora… estaba tan malditamente nerviosa? ¿Era porque estaban solos y a oscuras, y Joey probablemente hubiera bebido algo de más? ¿O era porque allí, dentro de ese clóset, ella quería que ocurriera aquello para lo cual jamás se había atrevido a mover un dedo?

    —Así que, Jez, henos aquí —soltó Joey, arrastrando la espalda por la pared hasta sentarse en el suelo—. ¿Por qué no nos apegamos a la temática y me cuentas qué serían siete minutos en el paraíso para ti?

    La actitud de Joey la relajaba y frustraba en partes iguales, si es que eso era posible. Soltó un suspiro imperceptible e imitó sus movimientos, sentándose en el piso, frente a él. Cuando bajó los brazos para apoyar las manos se topó con los pies de Joey, así que adivinó estaría con las piernas estiradas. Ella hizo lo mismo, alisando la falda, y alzó la mirada hacia… nada, era todo negro.

    Era reconfortante, ¿verdad? Poder hablar sin que nadie la viera, decir lo que le plazca sin temor a ruborizarse y dejarse perseguir por el qué pensarían los demás. Allí, en medio de esa oscuridad, podía ser… más ella.

    —¿Cuánto bebiste, Joey? —inquirió, soltando una risa corta.

    —Más de lo que debería pero menos de lo que crees —respondió, perspicaz, arrancándole otra risa suave a Jez—. Tú suenas dolorosamente sobria, mi querida Bellabel. Pensé que era el trabajo de Daichi ofrecerte una cerveza cada media hora.

    —Lo hizo, lo hizo… un par de veces.

    —Ah, ¿caso perdido?

    Jez asintió con la cabeza y se rió de inmediato por su estupidez. ¡Como si pudiera verla!

    —Bueno, hablemos con honestidad —dijo Joey, mientras Jez sentía cómo se acomodaba desde su lado; posiblemente flexionando las piernas—. ¿No te gusta el sabor de la cerveza? ¿O te da miedo emborracharte? Porque no, no aceptaré un “no me gusta emborracharme” como respuesta si nunca lo hiciste.

    Jez apretó los labios, algo nerviosa, y recordó su decisión anterior: autenticidad.

    —Pues… diría que un poco de ambas. Pero más que nada la… segunda, sí.

    Juraría que oyó a Joey sonreír.

    —Ya veo, ¿y por qué crees que es eso?

    —¿Eres mi terapeuta ahora?

    —Licenciado Wickham, señorita. A su disposición.

    La mano del muchacho chocó contra su rodilla y Jez imaginó que estaría extendiendo el brazo para saludarla como parte de su broma. Meneó la cabeza y aceptó su mano, estrechándola con un apretón suave.

    Comenzó a comprender que aquello de broma no tenía un pelo cuando Joey, en vez de soltarla, afianzó el agarre. Sintió sus dedos cálidos y ligeramente ásperos envolviendo el dorso de su mano, deslizándose sobre su piel como serpientes, y Jez sintió una oleada de calor subiendo a sus mejillas. Por lo general, cuando le ocurrían cosas así, toda emoción o deseo anterior era solapado y degradado bajo la imperiosa necesidad de huír del lugar donde pudieran verla en ese estado. Luego se reprimía mentalmente y se ponía a pensar en la cantidad de cosas que podrían haber sucedido y jamás tendrían cabida debido a su maldito nerviosismo y su forma de manifestarse.

    Aún no lograba controlarlo, pero allí adentro era distinto. Aunque se pusiera roja como un tomate maduro y todo su cuerpo se bañara de un intenso y repentino calor, nadie podría notarlo. Nadie podría juzgarla por ello. Saberse al resguardo de la oscuridad le confería la tranquilidad necesaria para permanecer compuesta y, paradójicamente, conservar la pálida tonalidad de su piel; aunque ella no se diera cuenta, y se visualizara similar a un volcán rabioso, la realidad era esa. Nada en el aspecto de Jez brindaba indicios de su nerviosismo interno.

    Entonces Joey tomó su mano, sin aparente intención de dejarla ir, y Jez se preguntó qué ocurriría de ahora en más, puesto que ella no tenía intenciones de detenerlo. Un par de segundos pasaron, sin cambios aparentes, y una peligrosa idea atravesó la mente de Jez.

    ¿Y si Joey también estaba dudando?

    Su pulgar, entonces, comenzó a acariciar el dorso de su pequeña mano y Jez contuvo el aliento brevemente, como si cualquier alteración o ligera modificación del ambiente pudieran espantar a Joey y lo que sea que tuviera en mente.

    Brain, brain, go away.

    La canción atravesó los aislantes del clóset y llegó a los oídos de ambos, casi como un mantra. Ninguno sabía que el otro también sonrió al momento de oír aquellas palabras, tan irónicamente convenientes, y mientras la música seguía los dos decidieron hacerle caso al héroe sin nombre.

    La remota luz colándose por debajo de la puerta les había ayudado para, con el tiempo, distinguir siluetas y formas recortadas en la oscuridad. Así, Joey tuvo una idea bastante certera de cuánto debía inclinarse para acercarse a Jez sin chocarla. Apoyó una mano sobre la pared detrás de la chica y fue aproximándose, poco a poco. Jez, por su parte, aunque apenas pudiera ver y Joey mantuviera extremo cuidado de hacer el menor ruido posible, recordó todos esos intentos frustrados de Daichi por asustarla estando ella echada en el sofá.

    —Tienes un jodido sexto sentido —le decía siempre el chico—. Pareciera que llevas ojos en la espalda.

    Lo primero parecía ser cierto, lo segundo no tanto. Aunque no pudiera ver ni oír una mierda, Jez podía sentir a Joey acercándose, cada vez más, con una precisión aterradora. Era bastante estúpido, a decir verdad. Sentarse y esperar a que pase lo que quieres que pase. Su pasividad era algo que tampoco le gustaba de ella, pero en ese momento no le podía importar menos. Estaba encerrada con Joey en un clóset, y Joey parecía estar a punto de besarla. ¿Acaso… él siempre habría sentido lo mismo? ¿Era eso posible? No cruzaron más palabras, y Jez agradeció que así fuera, porque la anticipación creciendo dentro de su pecho le había robado tanto el aliento como el habla.

    Brain, brain, go away.

    Sintió a Joey cerca, tan cerca como nunca antes había sentido a nadie, y estrechó las rodillas suavemente.

    Brain, brain, go away.

    Y la besó. Presionó sus labios primero, luego los abrió poco a poco, y comenzó a moverse. Jez, algo torpe, le correspondió lo mejor que pudo. No entendía muy bien cómo hacer eso, y su mente había sido absorbida por la extraña sensación de los labios ajenos, tan suaves, de la saliva ajena, tan húmeda, y de su estómago en creciente efervescencia, tan atípico. El corazón no se cansaba de darle vuelcos y trompicones con cada segundo que pasaba, con cada pequeña acción de Joey. Como cuando acunó su mejilla mientras la besaba desde la izquierda, y luego arrastró los dedos entre su cabello al girarse hacia la derecha. O cuando su otra mano rodeó su cintura y la despegó de la pared, mientras sentía su breve respiración caliente contra el rostro antes de besarla otra vez. Jez no tenía idea sobre qué hacer con sus labios o sus manos o todo su cuerpo, no como Joey parecía saberlo. Él siempre tenía esta habilidad de actuar con semejante naturalidad, como si hubiera nacido siendo un experto. No le incomodaba, sin embargo, tampoco la ofuscaba; a pesar de que claramente quería hacer todo eso, Jez podía notar cómo Joey aminoraba la velocidad de tanto en tanto para permitirle acostumbrarse y ponerse en ritmo.

    Y eran esos detalles los que podían con Jez, absolutamente.

    Cuando se dio cuenta, una oleada de creciente adrenalina le alborotó el cuerpo y sintió de repente el deseo más grande, más intenso y más abrumador de besar a Joey que había tenido nunca. Ahora sabía cómo era besarlo, y lo necesitaba. Necesitaba absorber cada segundo que le fuera permitido estar con él.

    Joey notó sus intenciones y no tardó en corresponderle. Se recostó contra la pared, como antes lo había estado, y atrajo a Jez hacia él para sentarla a horcajadas sobre su regazo. La chica sujetaba su rostro con ambas manos, aferrándose a su cabello oscuro de tanto en tanto o presionando su nuca para profundizar el beso. Despacio, con precaución, Joey fue deslizando sus manos sobre la silueta de su cuerpo. Sus hombros, su espalda, su cintura, pasando por sus caderas hasta llegar a sus piernas. Comenzó a acariciar la cara externa de sus muslos con la sutileza suficiente para darle cosquillas, aventurándose más y más por debajo de la falda. Jez no mostró señal alguna de tensión, y Joey bajó la boca hasta su cuello.

    Cada centímetro de su piel parecía reaccionar como lava hirviente bajo el tacto de Joey, y aunque la sensación se le hiciera extraña, supo que estaba descubriendo un mundo peligrosamente nuevo para ella. El alegre Joey, el amable Joey, el payaso Joey, todos esos Joey habían desaparecido para dejarle lugar al Joey que ansiaba conocer. Allí estaba, besando su cuello, acariciando sus piernas, disponiendo de su cuerpo a total antojo. Y Jez estaba bien con eso.

    Había comenzado repartiendo besos castos sobre su piel, pero las ansias iban mellando su compostura y supo que el egoísmo ya había empezado su trabajo sobre él. ¿Cómo podía parar, sin embargo, cuando Jez ladeaba la cabeza ante sus besos y soltaba suaves suspiros de aquella forma tan tierna pero jodidamente excitante? ¿Cómo habían llegado a eso? No tenía ni puta idea, y tampoco tenía ganas de pensarlo ahora. Sus manos volvieron a su cintura, pegándola a él con cierta brusquedad, y recorrió la curvatura de su cuello con besos húmedos, muy húmedos.

    Jez sintió la lengua de Joey por primera vez allí, sobre su cuello. Era extraño, pero no le desagradó. El muchacho la besaba y respiraba contra su piel. Era agitado, era intenso y caluroso. Las piernas se le aflojaron sin notarlo, y fue consciente de ello cuando sintió un bulto bastante… duro sobre su intimidad. Abrió los ojos de golpe, intentando procesar la información, y sintió una vergüenza horrible. Joey pareció notarlo y se separó de su cuello, alzando el rostro hacia ella.

    —¿Estás bien? —murmuró, deshaciendo poco a poco el agarre en su cintura.

    —S-sí —balbuceó, prácticamente de forma automática.

    Joey, por supuesto, no se lo tragó.

    —¿Qué sucede, Jez? Puedes decirme.

    Jez apretó los labios y apoyó los puños sobre el pecho de Joey, ejerciendo así algo de distancia.

    —No es nada, yo sólo…

    —¡Ah, el tiempo acabó, tortolitos! ¡Hora de salir del paraíso!

    Los fuertes golpes en la puerta habían sacudido a Jez, quien dio un respingo y se incorporó de un salto, buscando acomodarse la ropa y secarse la boca y el cuello y… Dios, no podía hacer nada ahí abajo, ¿no?

    Quería que la tierra se la tragara.

    Sintió a Joey irguiéndose a su lado, pero no buscó tocarla. Ella permaneció allí, esperando, otra vez. ¿A qué? No sabía.

    —Perdona, Jez —dijo entonces, acercándose a la puerta—, luego lo hablamos si quieres. Voy a salir ahora.

    La luz la cegó momentáneamente. La diferencia entre ese clóset y el resto de la casa era abismal, y no se sentía capaz de volver a la fiesta y a la gente como si nada hubiera pasado. Las chicas del juego la abordaron apenas salió y le hicieron tantas preguntas que su cerebro se anuló y una horrible ansiedad escaló hasta su garganta. Necesitaba irse a casa.

    —¡Jezzie! ¿Me aceptarás una cerveza ahora?

    Daichi había aparecido entre la muchedumbre como un héroe de último minuto, y sólo necesitó tomarla de la muñeca y arrastrarla fuera del living para salvarla. El aire volvió a los pulmones de Jez y soltó un largo suspiro.

    —Gracias.

    —No hay de qué, darling. ¿Irás a casa? ¿Quieres que te lleve?

    Jez alzó la mirada hacia Daichi, quien la veía calmado y risueño como siempre. ¿Era acaso tan obvio lo que había pasado? Ni siquiera tuvo tiempo de fijarse qué había hecho Joey tras salir del clóset, y tampoco le apetecía buscarlo ahora.

    —Sí, por favor. Si no es molestia.

    Daichi le guiñó un ojo y pasó un brazo alrededor de sus hombros, guiándola hacia la salida. Jez no quiso mirar atrás. También le habría gustado dejar de pensar y revivir los siete minutos más intensos de su vida, pero eso no sería posible. No cuando el rastro fantasmal de la voz, los labios y las manos de Joey seguía ahí, palpable, sobre todo su cuerpo.
     
    Última edición: 15 Noviembre 2019
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  2.  
    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

    Leo
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    AAAAAAAAAAAA GIGI AKSBDJAVEHAVSJDAJKEVS

    Dios, es que me muero gurl.
    Yo es que vivo por la dinámica de estos tres, porque Daichi siempre está ahí en plan cómplice, pero Jez y Joey me pueden, de verdad, son adorables.
    El nerviosismo de Jez es tan IC que memeo, esta niña a pesar de quererlo y ansiar que la botella caiga en él, está ahí con el corazón en la garganta y cuando pasa lo que quiere me encanta que Joey se toma un tiempo para que hablen and shit, porque he's so soft with her omg.
    Jez sintiendo cómo se acerca en plan ninja xDDD gosh.

    Aquí me tienes, aguantándome las ganas de chillar como una loca desde el momento en que se besaron porque oh shit, empezó todo cute y luego fue escalando 7u7 a mí nadie me engaña, que estos se querían comer la boca hace rato.
    JEZ, HIJA, POR QUÉ TE DETUVISTE CUANDO ESTABAS LLEGANDO A LO BUENO *angry noises* Y encima se les acaba el tiempo, lloro.
    Agradecimientos a Daichi por llevar a la niña a casa. No todos los héroes tienen capa.

    Gracias por esto, Gigi. Soy fan ;-;
     
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  3.  
    Etihw

    Etihw ghost Comentarista empedernido

    Cáncer
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    Me vuelvo a repetir, pero creo que no está mal recordarte una vez más la gran narración que tienes, es encantadora y mete a uno de lleno en la historia. Nunca me cansaré de decírtelo, bebé.

    He de decir que gosssssssh, me mataste por completo. Nunca creí que el fic fuese tan tierno y sepsi a la vez, la escena entre Joey y Jez en el armario es super genial, te lo juro. Él tan amable y caballeroso que la deja entrar primero, y para relajarla empieza una conversación, y se ríen juntos y la tensión se va. Y luego al fin empieza la acción, le coge de la mano y se acerca a ella y asfkjafskafjñjf el beso fue tan tierno y apasionado. Tan bien descrito todo que me lo pude imaginar a la perfección (??? Creo que es algo bueno que su primer beso fuese a oscuras, no vaya a ser que le diese un patatús a la pobre beba (? Que btw, saltando al principio con lo de la botella y la fiesta, debería de sentirse malditamente afortunada de haberse metido en el armario con él y no con otro, o se moriría real :cc

    Vale, volviendo a lo que nos interesa a todas 7u7 (? askjfafñjfa Bueno, ¿qué te voy a decir que no dije ya? El beso fue awesome, tierno, torpe, sheno de amorsh, pero también sensualote uwu Ah, qué atrevido sos, señor Wickham. Pero hasta acariciándole el cuerpo es todo cuidadoso, se gustan demasiado estos dos, y me alegra que al fin hayan dado un paso. ¿Será que podrán hablar de esto algún día cercano y seguir por dónde lo dejaron 7u7 y quizá empezar a salir juntos? Aaaaaaaa, quiero conti, conti (???)

    Also, me dio mucha ternura que metieses a Daichi por ahí ;-; De verdad me gusta la relación de amiwis entre estos tres, gosh, el final me tiene añjfaffaffakaf. Que hablando de eso, pobre Jez, cómo la dejan ir a casa así (?????

    Ay, tardé mucho en leerte y me perdí fangirleo del bueno en su momento. Pero bueno, iré a leerte y a comentarte más cositas <3
     
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