Harry Potter Boggart -[Fantastic Beasts]

Sirius había sido un pequeño travieso desde la cuna. Cuando dio sus primeros pasos por la Antigua y Ancestral Casa de los Black, Walburga había perdido los estribos y se había lamentado como nunca de los destrozos de valiosos objetos de la familia, algunos irreparables. Tal vez desde ese día, su relación se había quebrado. Aunque no había sido buena jamás. Sirius no se lamentaba por ello, ni lo haría en ningún momento en el futuro.

No habría tenido más de seis años, sus padres estaban demasiado ocupados en educar al pequeño Regulus que, momentáneamente, se habían olvidado de él. Fue en ese preciso momento que pensó que haber tenido un hermanito después de todo, no había sido tan malo.

Descubrió que había una escalera oculta detrás de una puerta, gruesa y pesada en el tercer piso. No tenía permitido estar ahí, eso estaba claro. Pero desde allí al primer piso ni siquiera lo oirían.

La rechinante puerta cedió una vez la había empujado con sus últimas fuerzas. Le había llevado tiempo, pero al final había logrado lo que ningún otro Black lo había hecho en bastante tiempo. Recordaba a su madre haber retado a sus primas por haber rondado por ahí hace algunos años. Aseguraba que no era sitio para señoritas y niños curiosos. Esa vez sus ojos habían estado clavados en él con tanta intensidad a pesar de que ni siquiera había llegado ahí, aún.

Las escaleras estaban sucias, llevaban empolvadas muchos años al parecer. Telas de arañas estaban en todas partes, pero no tenía miedo. Siempre se veía como un niño valiente y eso es lo que era, al menos antes de que la puerta pesada de madera se cerrara detrás de su espalda.

Había quedado en penumbras, atrapado en una espesa oscuridad, fría y silenciosa. Después de tratar de calmarse unos largos minutos y haber limpiado traicioneras lágrimas de su rostro, tanteó los escalones de aquella mugrienta escalera y comenzó a subir poco a poco. Al menos sabía que en alguna parte a donde esta fuese debía existir una ventana.

Pero parecía interminable, aún no estaba seguro de saberse la hora, pero llevaba al menos más de una hora y media subiendo. Aquello era prácticamente imposible. Sin embargo, cuando ya estaba por rendirse y largarse a llorar nuevamente, llegó a otra puerta, lo supo al chocar con ella.

A diferencia de la anterior ésta se abrió inmediatamente. La claridad de la habitación le dañó los ojos y tardó en acostumbrarse a ella un par de segundos.

Era espacioso, y más ordenado que otras habitaciones en la que hubiera estado. Recordó entonces que su abuela había vivido allí hasta su muerte. Sí, la vieja amaba estudiar los Boggart y se decía que su muerte había sido producto de un acercamiento peligroso a uno de ellos. Eran rumores, pero no podía descartar lo horrible que pudo haber sido.

Las lecciones extenuantes de su padre sobre criaturas mágicas eran sus favoritas y soñaba alguna vez experimentar lo que el viejo Newt Scamander había vivido. Amaba las aventuras y el peligro. Enfrentarse a su madre era una de esas situaciones.

Walburga Black, sin duda, debía aparecer en ese libro: Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos, con nueve X de lo peligrosa e irritante que era. Sí, el pequeño Sirius así lo creía.

Estaba tan sumido en sus pensamientos que tarde se dio cuenta del constante golpeteo en alguna parte en la habitación. Demasiado metido en sí mismo que no logró ver como empezaba a salir de la nada la forma de Walburga a sus espaldas. Porque no lo olvidemos, un Boggart no posee una forma definida, la forma que adquiere es lamentablemente lo que más tememos y Sirius, el pobre de Sirius, aunque no lo admitiera jamás, le temía a su propia madre de una forma espantosa.

El grito del pequeño Sirius penetró las paredes del tercer piso, por donde el señor Black había subido casualmente. Reconoció a su hijo y por primera vez realmente se sintió algo sobrecogido, aún más, al saber de dónde provenía.

Con un simple movimiento de varita removió el encantamiento de las escaleras y subió los inmóviles tres escalones. Vio al revoltoso de Sirius en un rincón balbuceando algo que no lograba entender y allí lo vió, el Boggart de su primogénito.

—¡Riddikulus! —el Boggart con la forma de su esposa se convirtió de repente en un payaso confundido, habría sido divertido si no estuviera tan preocupado y Sirius tan aterrado. Con firmeza lo guió hasta un armario y allí lo encerró con éxito. Suspiró y se giró hacia el niño —. Ve a tu habitación antes de que tu verdadera madre se entere —lo ayudó a ponerse de pie y se asesoró de que no estuviera lastimado —, no nos olvidemos que ella es peor que eso —no esperó que le entendiera, él estaba algo perdido en esos instante, pero al menos había asentido estremeciéndose casi naturalmente —, yo te cubro.

Jamás volvió hablarse de aquello, incluso tiempo después de fugarse a casa de los Potter su padre nunca había mencionado aquel incidente. Era quizás el único secreto que ambos guardaron hasta la tumba, después de todo había descubierto que el Boggart de su padre también era, irónicamente, Walburga Black.


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Estoy algo dudosa al respecto pero bueno, es lo que salió