Batallas de un reino (Caps 1-2)

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por Likhuh, 8 Noviembre 2009.

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    Likhuh

    Likhuh Guest

    Título:
    Batallas de un reino (Caps 1-2)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    2671
    Batallas de un reino (Caps 1-2)

    1-. La Safi Liomesh
    El cielo se encontraba estrellado. La luna, coronada reina de la noche, bañaba todo cuanto ante ella se cruzaba y, aunque débil, su argéntea luz era suficiente para que fuera posible advertir entre los árboles dos figuras humanas. Una de ellas, de aspecto femenino llevaba puesto un traje de gala de color negro. Su cabello era largo y liso, de un color extraño entre rosa y rojo. Se movía elegantemente mientras agarraba su sombrero negro por miedo a que pudiese caer en el fango que cubría la pantanosa orilla del río. Miraba de reojo al otro individuo, un varón alto que vestía como un campesino. Tenía las facciones suaves y en su cara reinaba un gran pesar.

    -¡No! ¿Cómo esperas que haga eso? ¡Son mis padres! –Decía éste en un tono amargo.
    -Serán tus difuntos padres si no lo haces –respondió ella en el tono seco y sarcástico que le caracterizaba y que tan vivamente contrastaba con la sonrisa cálida que solía mostrar siempre que estaba cerca de él. Cualquier persona se hubiera dado cuenta de que se querían muchísimo con solo mirarles.
    -Y tus difuntos suegros, recuérdalo –Respondió él.
    -Oín, no quiero matarlos ¡Quiero salvarlos! Si no lo haces es muy posible que los busquen. –Dijo antes de guardar un silencio extraño para añadir en voz baja: -Quizás ya lo estén haciendo.
    -¿Pero por qué? Sólo son dos viejos que no harán daño a nadie. Quieren morir en su casa como cualquier anciano.
    -Pues ten la certeza de que si no haces lo que te digo, ellos no morirá, pero no en su casa. –Dijo ella antes de echar a correr por el bosque.
    -Mío ¡Mío! ¡¡Mío!! –La llamó él, corriendo en su búsqueda.
    Oín corría detrás de Mío mientras ella, lentamente intentaba meterse en el río para cruzarlo.
    -¿No irás a meterte en el río vestida así? –Preguntó Oín desconcertado.
    Ella miró fijamente a Oín sin responder a su pregunta. Éste, dándose cuenta del escrutinio de su novia frunció el ceño y observó sin hablar la reacción de ella, viendo atónito como de repente Mío empezó a reír sin motivo aparente.
    -¿Qué pasa? ¿Tengo cara de enano? ¿Qué te hace tanta... –Paró de repente al sentir un violento golpe en la cabeza que le hizo caer al suelo, para, momentos después levantarse de forma rápida y poner una posición de ataque tan ridícula que Mío estalló a reír en carcajadas.
    Oín, al escuchar dolido las risas de Mío, miró ante todo lo que le rodeaba y fue entonces cuando vio el objeto que lo había lastimado y comprendió por fin el por qué se reía su novia. Frezz, la mascota de Mío, un cuervo grande de ojos dorados se había posado en el árbol que había detrás de él y había estado saltando en una rama casi suelta con intención de tirársela a la cabeza.
    -Maldito pajarraco. –dijo enfadado–. Uno de éstos días lo mataré. El cuervo más listo de cuantos he conocido y sólo intenta matarme. –Miró a Mío antes de añadir–. Si lo consigue, él no será quien traiga la comida a tus hijos.
    Mío, como si no lo hubiera oído seguía cruzando el río de forma que sus elegantes ropajes quedaban totalmente mojados y manchados de lodo.
    -¿No hay un maldito puente por aquí? –Dijo Oín enfurecido. –Ese vestido debe ser carísimo.
    -No lo hay y no sé de qué te preocupas si el vestido lo pagó mi padre.
    -Pero lo compró a mis padres, y ese era carísimo. –Dijo convencido.
    Mío miró a Oín y sin decir una palabra e instantes después le dio la espalda para salir del río por el otro lado del río.
    -¿Qué pasa, no vienes? –Le dijo ella de espaldas.
    -Debe haber pirañas en ese río. –Respondió él como si eso explicara todo.
    -Vamos, no seas cobarde. Sabes muy bien que hoy es el día.
    -El día, la verdad es que llevaba cuatro años esperándolo. –Se dijo a si mismo más que a Mío antes de intentar saltar el río sin éxito, de forma que fue a caer al agua empapándose.
    -Permitan los dioses que tenga la suficiente fuerza para aguantarte mucho tiempo. –Dijo ella esbozando una cálida sonrisa. –Aunque en realidad creo estar segura de que eso es lo que me gusta de ti.
    -¿Te gusta que me caiga? –Respondió Oín atónito, nadando hasta la orilla del otro lado del río, dónde Mío lo esperaba pacientemente.
    -No, me gusta que no tengas miedo a caerte. –Dijo ella agarrándole de la mano para sacarlo del río y darle después un cariñoso beso.
    -A mí me gustas tú, sencillamente. –Dijo él tímidamente–. Aunque no estoy muy seguro de lo que he sentido cuando me he enterado de que querías matar a mis padres. –Dijo confuso –¿Rabia? ¿Miedo? ¿Alivio tal vez? No es que me alivie que quieras matar a mis padres pero empezaba a pensar que hay algo raro en que te lleves bien con tus suegros, no suele ser así.
    -Amo a mis suegros. No debe ser tan raro –Respondió Mío dubitativa.
    -No los amarás tanto cuando me has pedido que los lleve mañana con nosotros a cruzar el río. Mi padre no anda, ya lo sabes ¿Quieres ahogarlo? ¡Y mi madre no sabe nadar! ¿También quieres ahogarla? –Dijo él en un tono que más parecía que preguntaba por curiosidad que por sarcasmo o miedo.
    -¡Oín! ¿Cómo puedes ser tan tozudo? La parte más honda del río me llega hasta el pecho, o sea, el ombligo de tu madre, ella puede andar sin necesidad de nadar, ¡Es dos veces más alta que yo! Y a tu padre podría llevarle yo misma. O tú –Dijo en tono acusador.
    -Sí, sí. Llevarle hasta la muerte. –Dijo él reacio a dar su brazo a torcer, aunque sabía que Mío tenía razón.
    -A la muerte los has llevado tú. Te recuerdo que mi padre nunca ha aceptado nuestra relación. Él es el conde y yo su hija. Nunca aceptaría que me enamorase de un campesino. En cuanto vean que nos hemos fugado irán a casa de tus padres e intentaran sacarle la información que ellos no tienen. Puede que les hagan daño. ¿No lo entiendes Oín? ¿Tu cabeza está tan hueca que no eres capaz de preocuparte por tus padres? Porque si es así no sé si merecerá la pena huir mañana contigo. ¡Y vamos ya! –Añadió –Nos lo vamos a perder.
    Ambos se alejaron del río seguidos de Frezz, acercándose a la que llamaban la columna de los dioses. Una colina gigantesca donde cada cuatro años se formaban los famosos cortejos del unicornio. Éstos animales tan poco comunes aparecían en el río y efectuaban su danza de cortejo. Se acariciaban con sus brillantes cuernos mientras cantaban al unísono unas extrañas canciones que parecían un cántico clerical.
    Semanas después se decía que nacían los nuevos unicornios, frutos de ese mágico día en la columna de los dioses. Nadie podía afirmar eso pero tampoco podían negarlo. Por alguna razón nadie había visto una cría de unicornio ni a una hembra de unicornio embarazada, pero cada cuatro años existía la certeza de que entre los unicornios que participaban en el cortejo, había algunos que nunca habían estado allí. Otras dudas se albergaban acerca de estos animales, por ejemplo, nadie había visto nunca un cadáver de unicornio pero sí que se sabía que los unicornios morían. Era algo que los sabios y mayores de los pueblos decían que el viento les había contado alguna vez. De la misma manera nadie había oído hablar a un unicornio pero los oían claramente cantar como lo haría un humano en los días del cortejo. Eran unos seres extraños, fascinantes. Mío siempre tuvo el sueño de aprender más de ellos.
    Esa noche transcurrió tranquila, las gentes de todas las razas hablaban y se relacionaban entre ellas, cosa que sólo pasaba una vez cada cuatro años. Alrededor de una hoguera un joven mago gnomo les contaba historias a los pequeños y, algunos elfos intentaban, sin éxito, cantar como los unicornios. Como cada cuatro años la columna de los dioses se llenaba de humanos, enanos, elfos y neréidos. Misteriosamente nadie se acercaba demasiado a donde estaban los unicornios. Nadie lo necesitaba, se creían elegidos para ver el espectáculo y no querían estropearlo. Mío y Oín pasaron una velada mágica desde la copa de un árbol, escuchando la Safi liomesh, que era como llamaban los elfos la canción que cantaban los unicornios el día del cortejo. No se atrevían a respirar por miedo a no escuchar una de las notas. Toda la noche admiraron a los animales de los mitos y cuando se fueron en parejas, como hechizados por la canción, Mío y Oín consumaron su amor mientras Frezz intentaba como siempre en esa mágica noche seguir a los unicornios.

    2-. Los reyes gnomos
    El día del cortejo del unicornio es uno de los pocos días en que todas y cada una de las gentes de las cinco grandes razas que pueblan Alfab puedan relacionarse con los demás sin prejuicios. Los longevos elfos, los acuáticos neréidos, los duros enanos, los inteligentes gnomos y los poderosos humanos. –Dijo una voz de gnomo cerca de una hoguera donde niños de todas las razas, sentados alrededor, escuchaban con interés la historia del desconocido –Los gnomos viven en dos ciudades al norte de Gepport y hace unos años están dominados por dos monarcas diferentes, pues la ciudad de Ilýmen se ha dividido en dos: Ilýmen y Leulas. –Calló de pronto el hablante como si tratara de recordar algo o de ordenar sus ideas. Era alto comparado con los de su raza, pues llegaba al metro y no existirían muchos gnomos que llegasen a esa altura. Era un gnomo imponente entre su raza. Su aspecto, a pesar de su altura no era agresivo o duro, sino inteligente, más de lo que un gnomo puede serlo. Debía ser una eminencia. Iba vestido con una túnica blanca y un cinturón blanco que lo definían como aprendiz de magia. En sus facciones inteligentes se dibujó una mueca de satisfacción y prosiguió con su historia. –Cuando Onýrom el rey de los gnomos vivía, Ilýmen era una ciudad próspera y llena de vida. Los gnomos creían en sí mismos y estaban muy seguros de su inteligencia, sabían que el monarca que encabezaba su raza era uno de los más inteligentes y que su sabia experiencia les sería de gran utilidad a la hora de afrontar cualquier problema. Pero Onýrom no era eterno, ni siquiera era longevo pues los gnomos de Ilýmen solían vivir unos setenta y cinco años y éste rozaba ya los setenta, es por eso que decidió elegir a su sucesor. Tenía tres hijos y escogió al mayor, Semmeter. Esto armó un revuelo en la raza de los gnomos, ya que, aunque nadie dudaba del buen juicio de su rey les parecía irrespetuoso romper con la tradición de los gnomos que decía que solo un cabeza de familia podía ser rey. Semmeter no estaba casado ni tenía hijos a diferencia de su hermano menor, Fislen. Los más conservadores de la raza decidieron hablar con Fislen y contarle que él merecía ser rey. Aunque Fislen no dudaba de la elección de su padre, decidió contarle lo que algunas personas de la ciudad pensaban. Onýrom asombrado ante la confianza que los suyos pusieron en su hijo y en la forma de éste de tratar con ellos, pensó que sería un rey excelente, así que se levantó se asomó a su ventana en el castillo y llamó a voces a los habitantes de su ciudad que dos horas después esperaban ansiosos a oír las palabras de su rey.
    -Me muero, no me queda mucho tiempo y alguien debe ocupar mi puesto. Hace unos días os dije que saludarais al que sería vuestro rey tras mi muerte y aplaudisteis a Semmeter. Hoy os digo que serán dos los reyes que honrarán llevar el rango de Rey de los Gnomos. Si os presenté a Semmeter hoy os presento a Fislen. –Recitó el gnomo.
    Algunos aplaudieron, otros no, algunos simplemente miraron con incredulidad la escena imaginando una guerra por el poder. Pero eran hermanos, no habría derramamiento de sangre. La gran ciudad de Ilýmen se dividió en dos para dar paso a Leulas, pero aunque nadie se diera cuenta, había alguien entre los dos monarcas, Semmeter era el mayor de tres hermanos y Fislen el menor pero entre esos tres una persona ocupaba el puesto del medio. Yo, Erouc soy el hermano de los dos reyes gnomos. Mis hermanos no permitirían que me diese a un bando ni tampoco que me mantuviera al margen mientras viviese en la ciudad, ya que el vivir en una de las dos sería para mi gente el haberme decantado por uno de los bandos.
    Siempre tuve una gran curiosidad y sensibilidad para la magia, así que no fue nada difícil que me acogieran en una escuela de hechicería.
    -Así que por eso te hiciste mago –Dijo uno de los niños –¡Pues yo de mayor seré mago!
    -No es un camino de rosas, hace dos años que estudio la magia. –Respondió él –Mi sueño es llegar a ser un archimago, de esos que son capaces de tomar formas animales y de controlar por completo los fenómenos naturales.
     
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