Baño de chicos

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 23 Noviembre 2020.

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    Zireael

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    En condiciones más o menos normales era posible que nunca nos hubiésemos puesto una mano encima en este sentido, incluso si como imbéciles nos hubiese pasado por la cabeza más de una vez de forma consciente o no y viéramos pendiendo de una cuerda, con lo mucho que nos echábamos las manos encima teniendo en cuenta que éramos unos jodidos ariscos. Los eventos habían conseguido apilarse de tal forma que luego bastó un solo empujón para que la torre se desplomara, las piezas se desparramaran y el fuego avivado por la ventisca solo siguiera consumiéndolo todo, hasta reducir el mundo a cenizas. Los dos andábamos cargando mierdas abismalmente distintas encima, eso sin duda, pero el que había derribado todo, al menos hoy, era el mismo maldito demonio.

    El desgraciado lobo, siempre los infelices de Shibuya jodiéndolo todo. Incluso cuando todavía podía decirse que éramos hermanos de sangre les gustaba dar por culo. Eran agresivos de gratis, territoriales que te cagas y en su caos había cierto metodismo que no alcanzamos a terminar de leer nunca.

    Y el instinto me lo seguía diciendo, insistía en repetirme que el maldito no se había metido solo con Hiradaira y todo Dios en Shinjuku, todas las reacciones que había visto en el cuerpo de Kohaku me decían que el infeliz no se había quedado contento con eso. Que ambicioso, desinteresado y carente de moral alguna como eran él y todos los de su calaña, había seguido picando hasta abrir la piel.

    Que en la no-respuesta de Ko estaba todo dicho.

    Porque el silencio otorgaba, ¿o no?

    No significaba que porque se me fuese la olla todo el resto de cosas que le había dicho a Ko fuesen mentira, de hecho era tan transparente con este chico que comenzaba a dar puto miedo. Todo mi speech de que me buscara, que lo escondería del mundo tanto como quisiera y que regresara a casa, que pasara cuando quisiera a lo que fuese, era más cierto que la mitad de las cosas que había dicho en mi vida. Aún así a nadie lo había matado hacer el tonto que supiera, además ya estaba dicho y visto que yo no era ninguna mente maestra, ni siquiera cuando había alcanzado a ver la telaraña con una claridad aterradora.

    Pecaba de ser un puto imbécil.

    Sus manos en mi cabello no me estaban ayudando demasiado a centrar las ideas, incluso si no había fuerza excesiva en su agarre ni nada, solo saber que estaba aferrado a mí me mandaba las neuronas a la mierda, que ni se dijera del suspiro y la risa pesada que me echó encima. El calor palpitó como algo vivo, orgánico, al ritmo de un pulso que no sabría decir si era el mío, el suyo o los dos revueltos con lo descoordinado que me parecía de repente. Recortó las siluetas, las otorgó de bordes afilados y colmillos que solo me siguieron tentando a saltar de cabeza.

    Joder, que así no hay quién pueda.

    Cuando me detuve lo sentí aflojarme el pelo, deslizarse a mi nuca y la parte de arriba de la espalda, su tacto estuvo a nada de provocarme un escalofrío aunque sí logró erizarme la piel. Afiancé el agarre en su cintura sin darme cuenta, clavándole los dedos de una mano en la espalda baja y suspiré con algo de pesadez cuando encontró mis ojos.

    Seguí sus movimientos casi como un vigía, la tontería consiguió que volviese a reír y arrugué la nariz con cierto aire inocentón impregnado en el gesto. Cuando se inclinó e hizo todo el condenado recorrido sin tocarme se me congeló el aire en los pulmones, presa de una expectativa de lo más jodida, pasé saliva con algo de dificultad revolviéndome apenas en mi lugar. Me desinflé los pulmones cuando presionó la lengua contra mi piel, el aire me abandonó el pecho en un suspiro pesado que no disimulé ni un poco y hasta incliné la cabeza para dejarle más espacio.

    —No voy a mentirte, soy un chico simple —murmuré reiniciando el movimiento de mis manos, navegué por sus costados y deslicé los dedos con ligereza sobre su abdomen—. Dos caricias y me tienes contento.

    Alguien tenía que recordarnos que no eran ni las diez de la mañana.

    Ni siquiera puse resistencia al resto de sus movidas, que me quitara la corbata y abriera la camisa. Los besos que repartió, el camino que trazó y cómo me presionó la pierna me arrancaron cualquier cantidad de suspiros, no habría podido contenerme aunque quisiera. Recibí su boca como si nada, lo dejé colarse antes de reaccionar y presionarme de vuelta con algo más de intensidad que antes, a la vez que desenredaba los brazos de su cuerpo para replicar la movida de deshacer el nudo de la corbata y abrirle la camisa.

    Anclé la mano en su nuca, dejé ir sus labios y descendí a su cuello de nuevo deslizando la lengua despacio. Hice la camisa hacia un lado, lo suficiente para poder alcanzar su hombro, donde lo mordí sin fuerza, cosa que repetí en la clavícula. Se me aflojó una risa estúpida que hizo que mi aliento rebotara en su piel.

    —Aunque debo admitir —murmuré mientras regresaba a su cuello, bajo la oreja, para darle otra mordida—, que me mandarás a clase un poquito más emocionado de la cuenta.

    Volví a su boca, me hundí en ella sin pensarlo siquiera y posé la mano en su mejilla. Tracé un nuevo camino, alcancé su cuello sin darme cuenta de que lo había rodeado sin fuerza con los dedos y seguí a su pecho, colé las manos dentro de la camisa a medio abrir antes de seguir y seguir, otra vez hasta su abdomen. Me sonreí contra su boca y enganché los dedos por dentro del borde del pantalón sin concretar nada, solo por la pura gracia.

    ¿En qué momento me habían dado permiso de ponerme a jugar de cabrón? Vete a saber.
     
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    Gigi Blanche

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    La noche del desastre en Minato era un recuerdo que había sabido mantener a distancia, no sólo por el miedo y las sensaciones que me imprimía, sino por lo problemático que revolver esa mierda podía llegar a ser. Todos contaban con fragmentos diferentes de la historia, algunos incluso deformados a voluntad ajena, e indagar no haría más que causar una peligrosa fricción. Anna no sabía que fueron los lobos quienes me dieron la paliza y le echaron el polvo en la bebida, Rei no sabía que había sido precisamente Shinomiya, y yo, que en teoría contaba con la información completa, ni siquiera estaba al tanto de algo aún peor.

    Que Tomoya la había alcanzado esa noche.

    Y absolutamente nadie podía contar esa historia.

    Pero ahora la amenaza había aparecido en el horizonte, vino con la flamante entrada del demonio y ya no tenía idea cómo se desarrollarían las cosas. No tenía idea hasta qué punto seríamos capaces de evitar una fricción capaz de generar explosiones enteras, en especial si Anna se enteraba que incluso ahora, luego de todo lo ocurrido, seguíamos ocultándole verdades.

    Todo era una puta mierda, en definitiva.

    Por eso buscaba que quemara.

    Y la lista de restricciones que un poco a tientas me había autoimpuesto seguía yéndose a la mierda. No liarme en la escuela, por ejemplo, ¿de dónde había salido esa, siquiera? No tenía idea, ya ni importaba. Estaba para abollar el papel y arrojarlo a la basura sin mirar dos veces, quemarlo e iniciar una nueva. O no reescribirla en absoluto. Ahora mismo era lo que menos me apetecía.

    Sus reacciones viajaban por el escaso, casi nulo espacio entre nosotros, alcanzaban mi piel y penetraban hasta sacudirme el jodido esqueleto. Eso de las dos caricias me hizo bastante gracia aunque no respondí como tal, ¿acaso en el fondo no era más que un cachorrito? Vete a saber, de todos modos no iba a descartar porque sí la información que me arrojara.

    Si era tan fácil dejarlo contento, ¿cómo me iba a negar~?

    Una oleada extraña de satisfacción me bañó el cuerpo apenas adiviné sus intenciones de quitarme la corbata a la mierda. Lo dejé hacer, dejé que abandonara mi boca y volviera a trazar el contorno de mi cuello. Tensé la mandíbula al sentir el camino de su lengua, fue lento y la sensación se propagó al resto de mi cuerpo. Solté un suspiro denso en cuanto me mordió el hombro, luego la clavícula, y entreabrí los ojos al oír su voz. Llegó embotada, desde una dirección diferente, y adiviné lo caótico que debía estar corriendo el viento para engañar así a mis sentidos.

    Sus palabras contra mi oreja no hicieron más que seguir enviándome escalofríos por la espina dorsal, tuve hasta el impulso de sacudirme como un perro mojado y en su lugar me limité a sonreír, anclando la mano en su nuca al instante en que volvió a mi boca. Iría a quejarse de esas mierdas conmigo que era puro aire libre, si me daba la gana podía amoldarme a los bordes de un jodido títere y literalmente cumplir el capricho que le saliera del culo. Lo que fuera.

    Comerle la boca.

    Comerle la mierda que quisiera.

    O incluso más que eso.

    Sólo tenía que pedirlo.

    —Qué cosas —susurré contra sus labios en un momento donde me separé apenas. Le eché encima una sonrisa de mierda y busqué sus ojos—. Bueno, nada que no se pueda resolver, ¿verdad?

    Ya no había forma de regresar ni pretender que no se lo estaba mostrando en carne cruda, que no lo tenía escrito en toda la puta cara.

    Que esta era mi propia oscuridad.

    Que aquí no sabía de límites.


    Sus dedos en torno a mi cuello me arrancaron un jadeo automático que ahogué contra sus labios, presionándome dentro de ella ya con maña a secas. Su mano era fuego, era jodido fuego y me estaba quemando. El pecho, el abdomen, se afirmó al borde del pantalón y reflejé su sonrisa incluso sin darme cuenta.

    Pero qué cabrón, Cay Cay.

    —Eh, eh —murmuré, separándome lo suficiente para verlo de frente, con una amplia sonrisa plantada en el rostro—. ¿Qué estás tocando, acaso?

    No me molesté siquiera en disimular lo agitada que tenía la respiración. Me incliné sobre su oído, acariciando su muslo en movimientos ascendentes, y le mordisqueé el lóbulo. Fue un vaivén lento y vago, rocé apenas su entrepierna y luego regresé al punto de origen, reiniciando la movida. Se me escapó el aire en una risa floja, allí en su oído.

    —Perdona. De repente la idea de emocionarte es demasiado tentadora~


    this nasty bitch istg cay cay u just woke up the beast

    Also tengo esta imagen guardada en la carpeta de Kohaku desde hace un chingo de tiempo y la iba a poner en el post anterior pero como la pendeja que soy me olvidé y ya me callo la boca, no thoughts only gayness


    a1498b3da039a5fa1cae4b66ed7f35b8.jpg
     
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    But I'm still begging for the pale sugar water.
    Eyes lazy for the truth.
    Am I still waiting like a lamb to the slaughter?
    .
    Maybe, I'm a total wreck
    so drain my blood until there's nothing left.
    Maybe, I won't repent.
    Live a lie and let the vultures in.
    .
    Make a mess of me.
    Cayden1.png
    Para ser un jodido evitativo de mierda sabía aferrarme muy bien a las cosas que lograran subir ciertos interruptores, ¿no? La hierba, el remedo de admiración de los omegas, el cómo me había aferrado a las palabras de Yako y luego cómo me aferraba a la gente, incluso si la rechazaba de forma abierta en otros contextos. Todo lo que disparara una respuesta en mi mundo desligado, en la cueva fría, me llamaba poderosamente la atención y había que darme solo un empujón para que me lanzara al vacío de sensaciones.

    Solo para seguir funcionando como el núcleo de una estrella, por fusión.

    Había estado por volver todos mis contactos al revés para colocar una fuerza defensiva por la mierda de Kurosawa, ahora tenía ese nuevo desastre encima y ya no sabía qué hacer. Las cartas empezaban a quedarme cortas, las piezas atacantes del tablero estaban momentáneamente fuera de juego, algunas ni siquiera sabía si seguían jugando para nosotros y la bomba solo parecía estar cargando energía para estallar en cualquier segundo.

    Era capaz de ofrecerme como carne de cañón solo para que alguien me dijera cuándo se iba a desatar el infierno.

    Pero no tenía nada y estaba aferrado, para la gran gracia, como un maldito lobo famélico al costado de Kohaku. No había aflojado los dientes un jodido segundo, de hecho no hacía más apretar y apretar, empapándome de una sangre que no era mía y que el otro maldito salido tampoco parecía echar en falta. Era del mismo tono de rojo que tenía yo en la cabeza por obra de la genética.

    Sabía jodidamente dulce, estaba a un pelo de resultar empalagosa, pero que me adormeciera los sentidos de esa forma era lo que me estaba volviendo loco. La saliva se me acumulaba en la boca y caía para revolverse con el parche de sangre, a la vez que el dulzor combinado con el olor ferroso parecían extender las sombras a todo el espacio, del cubículo al resto de los baños y cuanta cosa alcanzaran.

    Surgían como monstruos desde el niño de las nubes.

    Quizás debía preocuparme, asustarme, lo que fuese. Alguna reacción que pudiese considerarse normal o como mínimo decente, pero tenía los sentidos absolutamente consumidos, embotados. Quizás realmente no tuviese que sentir nada relacionado a la moralidad, eso era posible también, y el cerebro inútil se decantó por esa.

    Porque las sombras eran tentadoras y a quién íbamos a engañar, me tenían más puesto que la mierda.

    No era que yo me detuviese demasiado en elegir qué hacer y qué no hacer de forma consciente en determinados espacios, pero lo cierto era que en la escuela me montaba el teatro de forma más o menos aceptable. El uniforme perfecto hasta que se me ocurría encajarme una de las chaquetas de bordados que gritaban gang en todo lado, la cara de cordero que no mataba una mosca y hasta hacía la caridad hablando con los nuevos o dándoles mis apuntes; con semejantes pintas en la lista no entraba liarme en los baños. Sin embargo, la vida sorprendía y allí estábamos.

    Cuando se separó apenas lo suficiente para hablarme y me echó encima la sonrisa jodida, la que todos aprendíamos a emular tarde o temprano, sí sentí el escalofrío correrme por la columna. Lo acompañó un placer de mierda, porque no tenía remedio, y lo cierto es que este idiota me tenía comiendo de la palma de la mano como un buen cachorrito.

    Es decir, no era que me molestara, pero valía la pena admitirlo.

    No sé qué hizo click cuando ahogó aquel jadeo contra mis labios, pero definitivamente algo se conectó y bueno como era para meter información en categorías, de una vez quedó guardadita con post-it y todo para la posteridad. Recibí su mirada cuando volvió a separarse, no sé ni por qué acabé por reflejar su sonrisa y me relamí los labios sin quitar la mano de donde la había dejado.

    —¿Qué? Yo no estoy haciendo nada~

    La sonrisa se me desvaneció del rostro cuando sentí el movimiento de su mano en mi muslo, se me congeló la respiración en los pulmones otra vez y volví a tragar grueso al sentir que me mordisqueaba el lóbulo. Fue un jodido roce, apenas eso, pero otro suspiro traidor me dejó el pecho y la cadera estuvo a nada de reaccionarme sola.

    Perdona. De repente la idea de emocionarte es demasiado tentadora.

    Cabronazo de mierda, de verdad.

    Esto debería ser hasta ilegal.

    Busqué su boca de nuevo, al desgraciado lo iba a gastar pero que me preguntara si me importaba, y me colé como me vino en gana, ya sin pizca alguna de tacto o algo remotamente parecido. La mano que había anclado al borde del pantalón se deslizó de allí a su muslo, lo presioné con cierta fuerza y regresé sobre el trazo solo para alcanzarle la entrepierna por fin, presioné apenas y devolví la mano a su pierna en lo que dejaba su boca en paz. Encontré sus ojos un momento, regresando la mano libre bajo su camisa y trazando líneas algo erráticas con el índice sobre su piel.

    —Ya. Aunque eso de ser solo yo no suena a buen trato, ¿o sí? —La chispa que me cruzó por los ojos debió ser una mezcla rarísima de burla y seriedad—. Y soy una criatura de negocios~


    belu: cay cay u just woke up the beast
    cay cay en slightly brat mode, viendo que a ko se le fue la puta pinza:
    [​IMG]

    okya that's enough bc that pic? that's illegal mISS *screams* no thoughts only gayness x666
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Probablemente hubiera sido capaz de echarme la vida como si nada hasta ahora porque cuestiones retorcidas como el ego, la posesión y la validación ajena que jamás habían entrado en mi diccionario. Incluso allí, donde bien sabía que muchísima gente veía simples y oscuros hilos de poder, para mí no había más que calor y electricidad. Podía reducirme a escombros cada maldita noche, podía destrozarme y reconstruirme con la salida del sol como si nada. Por eso me daba igual cuánta sangre perdiera, me daba igual con cuánta fuerza los dientes de Cay apretaran, si en definitiva todo era pasajero.

    Dentro de mi oscuridad nada realmente me tocaba.

    Era mi propia cueva.

    Quizá fuera el lugar donde descargaba toda la energía que acumulaba sin darme cuenta, la tensión contenida de los átomos en constante choque y movimiento. Le enchufaba los cables a alguien más, lo inmovilizaba de pies a cabeza y le dejaba libre cauce a la puta cantidad de voltios que me saliera del culo. Sabía que la electricidad era estimulante, que en su justa medida podía generar calor, activaba los nervios y con la precisión adecuada, con la maldita precisión de un relojero, podía enloquecer.

    Quizá fuera mi propia imagen del egoísmo.

    No lo pensaba ni dos veces.

    No sé yo qué tanto me había preocupado por Cayden ni por qué le había pintarrajeado una aureola encima de la cabeza con tantas ganas, si era el primero en saber cuán bien, cuán a gusto llegaba a regodearse entre las sombras. Era una condición de mierda que todos los condenados como nosotros compartíamos, quizá fuera inevitable y lo lleváramos grabado a fuego desde siempre. Quizá, con las heridas abiertas, viéramos que sangrábamos de un tono de rojo más oscuro. Allí estaba el niño, hasta la cintura dentro del fango, hundido en mi propia versión de la cueva. Y no necesitaba oírlo de su boca para saberlo.

    Que lo estaba disfrutando como un puto vicioso.

    Detallé el movimiento de su lengua al relamerse los labios, porque ya estaba visto que podía ser ese cerdo, y la inocencia con la cual me respondió no hizo más que embravecer la tormenta. Los rayos rasgaron el aire, penetraron en la tierra y congelaron el mundo entero a cada descarga, iluminando la oscuridad de a flashes intermitentes.

    Lo recibí en mi boca de puro gusto, como si fuera a aburrirme, y atrapé su labio entre los dientes con una ligera cuota de fuerza añadida. Lo dejé ir poco a poco, la sonrisa de mierda ensanchándose en sintonía, y aproveché el espacio para colar mi lengua dentro de su boca. Como me dio la gana, hasta donde me salió del culo. Fui malditamente consciente del recorrido de su mano, desde el borde del pantalón hasta mi muslo, y el cuerpo estuvo a nada de temblarme por toda la jodida electricidad que sentía encima. Me alcanzó la entrepierna, un rayo fue a dar justo en mis neuronas y moví las caderas para presionarme contra su mano con unas ganas estúpidas. Dejé ir sus labios al mismo tiempo, le jadeé encima y cerré los ojos con fuerza, echándole toda mi respiración encima.

    Recuperé un mínimo de cordura en cuanto retiró la mano, abrí los ojos y me tomó un par de segundos enfocar el mundo, que los parchones negros desaparecieran. Me detuve en la resina tan cálida de sus ojos, tragué saliva y lo escuché. No le bastaba al cabrón, que ahora estapreba jugando sobre mi piel de nueva cuenta.

    Pero bueno, Cay Cay.

    Un poquito de piedad.

    —Diría que no —susurré con la voz cansada, aunque eso no me impidió esbozar una mueca divertida.

    Me mantuve prendado a sus ojos y sólo prendado de sus ojos moví las caderas hasta encontrar la presión de su entrepierna; mi sonrisa se ensanchó, otro vaivén, otro fogonazo. Recuperé cierta seriedad porque las neuronas ya no me daban para todo, me incliné encima de su boca y no lo besé, sólo comencé a jadear sin una mínima pizca de decencia. De un momento al otro le quité las manos de encima y me incorporé para cerrar la puerta del cubículo. Con pestillo y todo. Me vacié los pulmones de golpe, me di la vuelta y me permití observarlo de pies a cabeza. Una sonrisa burlona me estiró los labios.

    Qué desastre.

    Regresé a su regazo sin hacerlo esperar demasiado, mi mano acarició su cabello y siguió su recorrido por sus hombros, las clavículas, su cintura y me hundí en su cuello al navegar la zona de su pantalón. Le respiré encima, fue pesado y se me escapó una risa baja al encargarme del botón de la prenda a tientas, luego la cremallera. Lo rocé por encima de la ropa interior, colé la punta de los dedos en la bragueta y presioné la lengua en su piel al mismo tiempo que lo envolvía con firmeza.

    Qué caliente estaba.

    —Hombre de negocios, dices —susurré al subir a su oído, sacando su miembro para comenzar a estimularlo—. Entonces supongo que estás familiarizado con la idea de cerrar buenos tratos.
    *vibing des rocs af*
     
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    Zireael

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    El fango en el que estaba metido y las sensaciones que me bañaban el cuerpo estaban quedando grabados con hierro caliente para ir a caer en la misma caja de archivo de un montón de mierdas que pasaban en la noche, en pleno mundo de sombras. No eran de la misma naturaleza, claro, pero encajaban de forma estúpida en esa categoría. Se grabaron junto al dinero yendo y viniendo, la cortina de humo de tabaco y hierba, el acceso a los hoteles pijos con solo mi apellido, el sonido de la carne mancillada, la atención que buscaba como un maldito perro, mi presencia de fantasma y las sirenas de la policía.

    La clase de cosas que debían dar miedo pero estimulaban como droga sintética.

    Había picado y picado, como un desgraciado instigador, hasta que la tormenta de Kohaku demostró por fin hasta dónde era capaz de llegar y el fuego esparcido por el suelo solo se avivó hasta que las columnas de fuego recordaron a obeliscos arrastrados por el viento. Inmensas lenguas de fuego que lamían todo lo que estuviese a su alcance con la misma manía que yo seguía apretando los dientes; consumían piel, huesos, calentaban las rocas del fondo de la cueva hasta que se encendían como carbones y cientos de ojos del mismo tono de ámbar que los míos se abrían aquí y allá.

    ¿No estaría yo en mi putísima salsa por tener toda la atención de Kohaku encima?

    Pedazo de attention whore.
    Un día me iba a morir por ser tan puto necesitado, pero no iba a ser hoy.

    Me hizo gracia verlo detallarme cuando me relamí los labios, no aflojé la risa solo para no joder mi propio teatro de mosca muerta y casi pude jurar que sentí la vibración de los relámpagos al reventar contra la tierra fría que discurría debajo de nosotros, la que había dejado inactiva a conciencia. Iluminaron los rincones de la cueva y acentuaron el brillo de las rocas incandescentes, creando nuevos juegos de sombras, de bordes filosos y dientes.

    La electricidad no hizo más que seguir corriendo cuando me mordió el labio, el jodido cabrón, junto a esa movida se le ensanchó la sonrisa y me di cuenta que podía venderle el alma a este idiota y me importaría una puta mierda. Lo recibí de nuevas cuentas, dándole todo el maldito espacio para colarse en mi boca, recorrerla como le saliera de los huevos y hasta dónde quisiera. Aún así no fue hasta que lo sentí mover las caderas para presionarse contra mi mano que la reflejé, pero la reflejé bien.

    Escaló de alguna parte en el centro del pecho, me alcanzó los labios y se ensanchó casi hasta hacerme descubrir los dientes en el momento en que me comenzó a jadear encima, agitando el maldito fuego de nuevas cuentas. Tenía tanta sangre rebotándome en los oídos que su voz me llegaba amortiguada, distante, opacada también por el chisporroteo del fuego, la peste a metálica de la sangre, el gusto empalagoso y los golpes insistentes de la tormenta.

    Cuando el cabrón se movió hasta encontrar mi entrepierna la serpiente eléctrica que bajó desde las nubes acumuladas sobre mí me dio directo en el cerebro, el placer se esparció sin orden alguno y se proyectó hasta el último rincón en el momento en que se inclinó sobre mi boca para jadearme encima. Si la sonrisa se me había desvanecido un poco en ese momento volvió a ensancharse, casi como un reflejo de la suya, y eché la cabeza contra la pared de atrás para desinflarme los pulmones.

    Me quitó las manos de encima y el fuego repiqueteó con más fuerza, esta vez no había nada que lo contuviese porque no me quedaban neuronas suficientes para ello, y no reclamé como un puto crío solo porque vi lo cerrar la puerta. Conecté con sus ojos mientras el idiota me miraba de arriba abajo, total si por mí era que viese todo lo que quisiera, para qué mentir con semejante descaro.

    Volvió a mi regazo, las manos me respondieron solas y se anclaron a los costados de su cuerpo de nuevo en lo que el jodido trazaba un nuevo camino, repartiendo la electricidad sin piedad alguna. Inhalé con fuerza al sentirlo hundirse en mi cuello, al sentir su respiración pesada y escucharlo reír mientras se encargaba del pantalón. El nuevo roce sí me activó las caderas, que buscaron empujarse hacia su mano, y cuando me envolvió el suspiro que me dejó el pecho estuvo a nada de convertirse en una maldita queja de placer.

    Y allí íbamos de nuevo, debía darme vergüenza la forma en que este imbécil me calentaba. Ahora no podía echarle la culpa a que me había debido hasta el agua del florero, ni siquiera a los tres jalones de hierba.

    Al escucharlo se me escapó una risa ronca, baja, que recordó más al ronroneo de algún animal que cualquier otra cosa y le jadeé cerca del oído sin nada parecido al pudor.

    —Por supuesto —respondí luego de pasarme la lengua por los labios, ni me di cuenta que la voz me había bajado un par de octavas—. Además los mejores negocios salen cuando ambas partes están a gusto, ¿no?

    Despegué una mano de su cuerpo, la hundí en su cabello, enredé los dedos y lo empujé de regreso a mi cuello porque me dio la gana básicamente. La mano libre viajó al borde de su pantalón otra vez, me encargué del botón y la cremallera dando palos de ciego, para poder colar la mano como había hecho él conmigo y rozarlo por encima.

    Como si este cabrón me decía que me arrodillara y le comiera la polla.

    Lo hacía sin dudar un puto segundo.
     
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    De un momento al otro, las neuronas me dieron lo suficiente para reconocer una pequeña parte de los conflictos que me habían refrenado antes. No había manera en que volvieran a afectarme, no con el rugido del incendio y la tormenta a mi alrededor. No había manera de ocuparme en mierdas moralistas cuando el cuerpo se me derretía en cada lugar donde me tocaba. Aún así, las neuronas se activaron apenas un instante y me arrojaron encima una porción de verdad.

    Cay podía estar habituado a las sombras, pero no precisamente esas.

    Le había abierto la puerta de par en par.

    Y lo estaba disfrutando como un auténtico hijo de puta.

    Fue oscuro, breve y denso que te cagas, pero me rayó el cerebro con la intensidad suficiente para darme cuenta que si debía reincidir, si en algún futuro debía reiniciar esta tormenta, no sólo lo haría sin poner pegas sino que me lanzaría de cabeza, gustoso que te cagas.

    Casi como si pudiera susurrarle al oído eh, ¿sientes esto?

    ¿Lo sientes?

    Puedo darte todo lo que quieras.

    Que le había asegurado que no dudara en buscarme si necesitaba huir del mundo, sí, y la oferta se mantendría siempre en pie con la tenacidad de un bastión. El caso era que, probablemente y como quien no quiere la cosa, la invitación se había… ampliado.

    El jodido se apretó contra mi mano apenas rodearlo y eso sólo me instó a acentuar el agarre, total ni de coña iría a hacerle daño. No en ese estado. Lo estimulé de arriba abajo, imprimiéndome su calidez, y alcancé la punta con el pulgar. Tracé varios círculos, cambiando la dirección de tanto en tanto, presioné y me tragué el suspiro que amenazó con salir al recibir su jadeo encima de la oreja. Había que ver nada más, la cantidad de neuronas que se me fundían en fila sólo de oírlo así.

    Como si quisiera arrancarle la puta cabeza del cuerpo.

    Sentí sus dedos en mi cabello y sonreí al adivinar que me empujaba directo a su cuello, justo como había hecho en la fiesta. No iba a negar que esa clase de órdenes tácitas me ponían un huevo y medio, era la frutilla del postre ¿y por mí? Ya lo había pensado. Por mí, que me pidiera lo que le saliera de los huevos.

    Obedecería gustoso.

    Como un perro meneando la cola.

    Le respiré encima del cuello, noté su mano cerca de mi pantalón y por inercia apreté los dedos en torno a su miembro. Fue una reacción automática de la expectativa, de la electricidad entumeciéndome el cuerpo, y cuando lo sentí rozarme abrí la boca para morderle el cuello. No fue demasiado fuerte ni nada, fue más una extraña necesidad de aferrarme a algo y no tardé en besarlo en el mismo lugar, presionando la lengua y acentuando el movimiento de mi mano.

    Le repartí unos cuantos besos inconexos en el cuello, prácticamente se lo empapé, deslicé los labios hasta su oído y anclé la mano libre del otro lado, justo debajo de su mandíbula. Lo sostuve con una firmeza casi brusca, lo mantuve quieto allí y bajé la vista, bueno, a su polla. Al movimiento de mi mano.

    Y me relamí como un jodido cerdo.

    —¿Qué quieres que haga, Cay? —jadeé, y tracé el contorno del lóbulo con la punta de la lengua—. Sólo tienes que pedirlo.

    Anda, q
    uiero oírte decirlo.

    Sigue hundiéndote en el fango.

    Hasta el pecho.

    El cuello.

    Toda la puta cabeza.

    Húndete conmigo.
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Había que ver nada más, para tener un incendio alrededor me dejaba moldear con más facilidad de la uno esperaría. No era precisamente la pasividad que había señalado el impertinente de Nakagawa, que no parecía recordar cuál era su puto lugar, era algo de una naturaleza diferente. Porque parecía controlar el fuego para guiarlo precisamente a dónde sabía que iba a arrasar con todo más rápido y con más fuerza.

    Una suerte de fuego controlado, como una llama de plasma.

    Éramos un par de imbéciles y habiendo disipado los conflictos morales de un manotazo, como quien aparta un mosquito necio a mitad de la noche, ahora quedaba claro que si teníamos que repetir el numerito, se repetía y punto. Lo repetíamos con todo el gusto, sin dudar un jodido segundo, podíamos reiniciar la tormenta y el desgraciado incendio con un solo llamado.

    Como perros entrenados.

    Me arrancó otro suspiro pesado del pecho al acentuar el agarre cuando me empujé contra su mano, que ni se dijera del resto, el cabrón me iba a dejar sin aire más temprano que tarde. Cada toque, cada círculo y movimiento de su mano proyectaba las víboras eléctricas por todo mi cuerpo sin piedad, si me preguntaba era posible que solo pudiera explicarme diciendo que sentía que el cuerpo se me iba a reducir a cenizas en cualquier momento.

    Era evidente que no iba a negarme una puta mierda, así que regresó a mi cuello y cuando lo rocé me mordió, no tuvo fuerza especial ni nada, pero que hubiese buscado aferrarse a mí así solo siguió aflojándome los cables. Pasé saliva al sentir que me besaba en el mismo lugar, presionando la lengua y fui terriblemente consciente del movimiento de su mano antes de que prácticamente me empapara el cuello. Estuve por aflojar la cabeza hacia el costado, pero el cabrón me sostuvo con una firmeza que rayó lo brusco y cuando bajó la vista, para relamerse como el pedazo de cerdo que estaba hecho, se me escapó otra risa ronca.

    En esta laguna de fango no había medias tintas.

    —A ver, ¿qué pasa? ¿Quieres que te lo pida por favor? Puedo hacerlo~ —El jadeo y su lengua en el lóbulo me obligaron a callarme un momento, entre toda la estupidez la mano con la que lo había rozado afianzó el agarre. Cuando volví a abrir la boca la voz me salió todavía más ahogada entre la respiración—. ¿Qué más voy a querer? Que me comas la polla.

    Oh well, that's nasty to be fucking honest with you.

    Ya lo había soltado, ya no había nada que hacerle y la sonrisa de mierda me regresó a los labios con la estupidez que me pasó por la mente.

    —Prometo regresarte el favor lo mejor que pueda.

    Venga, estoy esperando que me arrastres.
     
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    Gigi Blanche

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    De verdad, ¿cuánto tiempo se suponía quedaba hasta que sonara la campana? Como mínimo al menos esperaba no tener los sentidos lo suficientemente embotados para no oírla, porque ahí sí que nos jodíamos. Nunca había sido ningún obseso de las reglas, mucho menos la escuela, pero hacía lo que tenía que hacer y allí me sentía cómodo. Era un problemita que ahora mismo todo eso me importara una auténtica mierda.

    Imposible que fuera de otra manera, igual.

    La risa que vibró en su pecho alcanzó a rebotar en el mío, poseía un color totalmente diferente de los que siempre había encontrado en Cay y para qué iba a mentir, era satisfactorio que te cagas. Entre sus palabras se revolvió la firmeza de su mano y solté el aire en un suspiro pesado, vaciándome los pulmones. Fue cosa de aguardar, dejarle montarse el pequeño teatro y finalmente lo pidió.

    Lo pidió, el cabrón.

    Sonreí tan amplio que le mostré mi dentadura al erguir el cuello. Mi mano seguía afianzada allí, debajo de su rostro. La arrastré hasta hacerme con bastante cabello y lo empujé dentro de mi boca. Lo besé un rato con la ansiedad que ya manejábamos, sin dejarle nada quieto ahí abajo ni un puto segundo, y volví a relamerme al buscar sus ojos.

    —Tenemos un trato, señor~

    Volví a colarme en su cuello y repartí unos cuantos mordiscos en lo que me incorporaba de su regazo. Alcancé su hombro, su clavícula, y seguí descendiendo hasta hincar las rodillas en el suelo, frente a él. Suspiré con suavidad, manteniendo su miembro con una mano, y lo miré. Me prendí de sus ojos mientras lo acariciaba un rato más y seguí ahí al inclinarme y lamerlo de punta a punta. Repasé la superficie con delicadeza, tracé círculos, presioné y de un momento al otro, cerrando los ojos, me lo metí en la boca.

    Prácticamente entero.

    Y desde ahí seguí, marcando un ritmo progresivo, mientras hundía una mano dentro de su camisa y arrastraba las uñas a lo largo de su abdomen, el pantalón, sus muslos y luego en ascenso. Seguí y seguí, porque lamentablemente no cargaba forros encima y bueno, eso tendría que quedar para otro día~

    Las ganas no me las quitaba ni Dios.

    De que el imbécil me follara.

    Y seguí y puto seguí porque le había extendido una invitación a mi porción de oscuridad y él aceptó como un jodido suicida, porque era el mismo cabrón de la habitación de huéspedes que le había comido la polla a uno de sus mejores amigos.

    —Dime, Cay Cay, ¿así te gusta?

    Y porque quería fundirle hasta la última neurona del cerebro.
     
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    Zireael

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    No me iba a poner a preguntarme ahora, si no me lo había preguntado durante cinco años de mi vida, qué mierda había en las sombras que eran capaces de tentar de esta manera. No importaba demasiado de dónde surgieran, pero tenían incluso más poder que el de la luz que atraía a las polillas que chocaban contra los focos hasta morir. Aún así el resultado era más o menos el mismo, me estaba lanzando a la oscuridad, a la sangre que había derramado en el suelo, buscando morirme.

    Morirme un par de segundos entre el sabor empalagoso, la peste a hierro y los monstruos de sombras de este cabrón.

    Así como yo le había encajado los dientes en el costado hasta alcanzar el hueso, las figuras oscuras que se proyectaban por el espacio y lo llenaban hasta tragarse incluso la luz del sol me estaban mordiendo que daba gusto, sentía los colmillos encajarse en cada porción de piel que tuviesen al alcance. Seguían el ritmo de los golpes de los rayos contra la tierra, cargaban con la misma fuerza y yo solo me ofrecía como un cerdo para el matadero, porque la inyección de adrenalina y quién sabe qué más mierdas que tenía en el cuerpo era mejor que cualquier droga.

    La sonrisa de dientes descubiertos que me echó encima activó no sé cuántos interruptores de golpe, subieron solo para grabarme la jodida imagen en la retina y volvieron a bajar en el segundo en que su mano se hizo con mi cabello para volver a empujarme contra sí. Entre la puta ansiedad con la que me besó, que no me dejara quieto y se volviese a relamer cuando se separó la pura verdad es que casi me zafa la cabeza del cuello.

    Un poquito sí que eché en falta su peso en mi regazo, con toda la estupidez le estaba tomando gusto a tenerlo encima. Tampoco es como que hubiese podido quejarme, si era yo el que le había pedido que acabara lo que comenzaba, y joder que se había tomado la petición a pecho. Del cuello al hombro, a la clavícula y así hasta que finalmente se hincó y se prendó de mis ojos como buen cabrón.

    Tensé la mandíbula con una fuerza que casi me hizo pensar que me había jodido los dientes cuando sentí su lengua y se montó todo el espectáculo previo, arrojándome más electricidad directo al cerebro. Las sensaciones del cuarto de huéspedes regresaron, surgieron de un parchón de oscuridad en el preciso instante en que cerró los ojos y se lo llevó a la boca.

    Estaba jodidamente puesto, a quién iba a engañar, y la humedad de su boca me destruyó todo rastro de conciencia que me quedara. Se me olvidó hasta dónde mierda estábamos, la hora qué era, el mundo entero y cuando me desinflé los pulmones ya no fue un suspiro lo que me salió del fondo del pecho, fue una genuina queja de placer. Me dio hasta vergüenza si tenía que ser honesto, pero estaba sensible que te cagas y aunque hubiese querido callarme tenía todo el cuerpo actuando en automático, así que seguí lanzando jadeos inconexos al aire a pesar de que por un instante había deseado que me tragara la tierra.

    Y siguió.

    Dios, me iba a dar un golpe de calor y toda la mierda.

    Enredé la mano izquierda en su cabello, en un principio para asirme a algo, pero apenas arrastró las uñas se me fue una cuota de fuerza inconsciente y lo empujé contra mí. Porque había calcinado absolutamente todas las cadenas que yo mismo me había colocado, se habían fundido entre el fuego y los rayos hasta desaparecer, y quería que este desgraciado me reventara la cabeza, me fundiera cada maldita neurona y me mandara a clase con la mente en blanco para no escuchar el puto ruido del mundo.

    Y siguió.
    Dime, Cay Cay, ¿así te gusta?
    A ver, mi vida, hay cosas que se contestan solas.

    Pero aún así uno las respondía otra vez.
    —Sí. —La afirmación me salió como una exhalación, había aflojado el agarre en su cabello al escucharlo pero en ese instante volví a afianzarlo—. Mierda que sí.

    En el cerebro ya me discurrían los dos idiomas a la vez, no sabía ni cómo los estaba filtrando, en realidad no sabía cómo mierda articulaba palabra si estaba caminado tan al filo del abismo. El caso era que tampoco podía pedirme demasiado con todo el show que nos veníamos montando, una ola de calor me cayó encima, me bañó todo el cuerpo y con el cerebro en negro no supe ni cómo alcancé a conectar neuronas.

    —Que sepas que si sigues vas a hacer un puto desastre. —Con el frío que hacía afuera no era ni medio normal la temperatura que tenía en el cuerpo, me pareció sentir hasta un par de gotas de sudor bajarme por el cabello de la nuca—. Yo solo aviso.

    No iba a aguantar un segundo más.

    Pedazo de favores le debía al cabrón. Cuando se los regresara iba a tener que disculparme la falta de experiencia, pero iba a hacer un esfuerzo para que al menos valiera la pena, porque ganas de comérmelo entero no me faltaban.

    De hecho con ese pensamiento que resultó jodidamente claro entre la presión que sentía en el cuerpo, apareció otro, me rayó la mente con una fuerza estúpida y hasta me cagué en mis muertos por estar en medio de la puta escuela. Había sentido atracción por bastantes personas en la vida, claro que nunca hice nada al respecto, pero aún así hasta ahora esa mierda me cruzaba con semejante fuerza por la cabeza y sentí que iba a volverme genuinamente loco.

    Quería que me follara.

    Quería follármelo.
     
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  10.  
    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    Con lo mal que venía durmiendo estos días sólo Dios debía saber cómo me las arreglaría para mantenerme despierto durante las clases. Parecía una genuina protesta contra el frío que había asolado la ciudad de la noche a la mañana, habíamos rociado la habitación entera de gasolina y chasqueamos los dedos. El fuego de Cay se encargó del resto.

    La sangre me bombeaba contra los oídos, ardía como un auténtico delirio de fiebre y tuve que preguntarme por qué carajo era tan excitante empujarse al borde del abismo. Por qué nos sentíamos más vivos cuando el aliento de la destrucción nos acariciaba la nuca y no antes.

    Y cómo mierda renunciar a la experiencia luego de haberla saboreado.

    Era lo que, creía, estaba inyectándole a Cay en el cuerpo. Una sustancia nueva, otra droga de la cual depender o en la cual caer. Quizás acababa de oscurecer aún más su cueva, y cuando las columnas de fuego se redujeran a cenizas descubriría un nuevo negro, un negro más opaco, denso y abismal. Trazo a trazo, suspiro a suspiro, acercándose al jodido vantablack.

    Lo preocupante era que no iba a detenerme.

    Sus reacciones eran mi puto postre, a quién iba a engañar. Disfrutaba como un jodido enfermo oír su respiración agitada y sus jadeos, palpar la ansiedad que imprimía en sus movimientos, la nota ausente en su mirada. Ya se había ido, había desconectado del mundo y ¿qué iba a hacer, sino ayudarlo a seguir escapando? Cuando se aferró a mi cabello sentí encima una corriente de energía, presioné mi lengua con más ganas y el cabrón me empujó. Fue automático, un auténtico gemido fue a brotar de mi pecho para morir en mi garganta, que total muy ocupado estaba chupándosela. No había forma de disimularlo, si esas mierdas me gustaban y que fuera precisamente Cay quien perdiera la puta razón, lo suficiente para meterme su polla hasta la garganta, me ponía de una forma impresionante.

    Como para mandar el forro a la mierda y treparme encima suyo.

    Su respuesta a mi pregunta me siguió aflojando los cables, sonaba más puesto que la mierda y esa estupidez me arrojaba encima una satisfacción incalculable. Me sonreí, tomándome un momento para mordisquear sus muslos, presionar la lengua aquí y allá y lamerlo antes de regresarlo a mi boca. Todo era un puto desastre de saliva y fluidos, y no podía importarme menos.

    Yo tampoco tenía ya la cabeza sobre el cuello.

    Su advertencia me hizo gracia, la verdad, que conectara las neuronas suficientes a pesar de todo. Dejé ir su miembro, soltando una risa floja, y me sequé la boca con el dorso de la camisa. Estiré el brazo a tientas para arrancar algo de papel higiénico y regresé a su regazo, ocupando una mano para masturbarlo y la otra sostuvo el bollo de papel justo encima. Hundí el rostro en su cuello, para apoyar la frente más que nada, y le eché mi respiración frenética encima. El fuego ardía, la tormenta me tensaba hasta el último nervio del cuerpo y me incliné sobre su oído, bajando la voz a un susurro grave y pausado.

    —Ya puedes morirte, cariño.
     
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    Zireael

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    Ni siquiera con la gracia en la habitación de huéspedes el negro había sido tan jodidamente oscuro, ni siendo de noche afuera y con alcohol en sangre. Ahora se nos había ido la puta olla de una manera increíble, alguien debía hasta darnos una medalla al mérito por ello o algo. La oscuridad que habíamos volcado, revuelta con el fuego y la tormenta, no era capaz de reflejar nada de luz.

    Porque era el genuino vacío del espacio.

    Así como el cabrón había jadeado cuando le rodeé el cuello con los dedos, no se me escapó la reacción cuando lo empujé contra mí incluso si había muerto en su garganta que estaba demasiado ocupada conmigo para nada más. La atención era una cosa de lo más selectiva, uno ponía cuidado solo a un montón de estupideces que le resultaran medianamente interesantes, y esas dos cosas me habían llamado de forma ridícula. Si hubiese tenido un poco más de neuronas vivas era posible que hubiese vuelto a empujarlo, pero ya no me daba mucho el multi-tasking.

    Con el resto de movidas solo consiguió que me siguiese desinflando los pulmones, la respiración me iba como la mierda y prácticamente sentía el corazón atorado en la garganta, palpitando, amenazando con ahogarme. Cuando quise darme cuenta había regresado a mi regazo y las llamas que habían chisporroteado antes cuando se había levantado, parecieron reducirse en automático, satisfechas.


    Ya puedes morirte, cariño.
    Joder, Ko, no tenías que ser tan extra.

    Había hundido el rostro en mi cuello, me estaba echando la respiración encima y aún así que me soltara eso terminó de joderme la cabeza, ya de por sí en la mierda. No sé cómo logré coordinar los movimientos, pero alcancé a colar una mano en el espacio entre nosotros para separarlo unos centímetros y le cacé el mentón un poco al vuelo con una ligera cuota de fuerza añadida. Mi resina opaca chocó con la suya un segundo antes de que me le fuese encima, me hundí en su boca como y hasta donde me vino en gana.

    El cuerpo me tardó cero segundos en aflojarse a partir de ese momento, la puta ola de calor me cayó encima y prácticamente me deshice bajo su cuerpo. Aún así terminé por sujetarle el rostro con ambas manos e hijo de puta yo, pero le comí la boca como si no llevara todo el rato haciéndolo de por sí. Lo liberé para tomar aire y dejé un par de besos más sobre sus labios, castos.

    Ni Dios debía saber cómo me quedaba energía para hacer el imbécil, lo atraje hacia mí para que volviese a apoyarse en mi hombro y enredé los dedos en su cabello, acariciándolo. Allí seguro escuchaba como el corazón me golpeaba contra las costillas, pero me daba igual. Se me aflojó una risa baja, casi estúpida y la verdad era que este idiota me había dejado el cerebro sin oxígeno.

    —Puede proceder a canjear su premio cuando mejor le convenga, sir~ —Pasé saliva en un intento de normalizarme el pulso, tragándome un poco la gracia de paso—. Estoy a su entera disposición
    me: cay, babe, u don't have to say it like that if-
    cay cay weak af por ko: wanna hear me say it again?
     
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  12.  
    Gigi Blanche

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    Estaba demasiado ocupado enfocándome en él, en sus reacciones, para adivinar que le darían las neuronas y haría una jugada. Me separé bastante por inercia al sentirlo removerse, incluso un chispazo de preocupación me atravesó el cerebro al pensar que quizá, por alguna razón, algo le estaba incomodando. Busqué sus ojos por ende, esperando encontrar la respuesta a mis dudas, pero las voces se silenciaron con la contundencia de un vendaval al ajustarme la mano en el mentón e inclinarse hacia mí. Ahogué una sonrisa allí, en sus labios, un segundo antes de corresponderle.

    Este chico.

    No me daba mucho el cerebro para sincronizar el beso y el movimiento de mi mano, pero hice lo mejor que pude. Lo sentí al instante, estaba más que habituado a ese ínfimo instante de quietud, de silencio, donde la oscuridad termina de envolverte, se te pega al cuerpo como una garrapata viciosa y anula hasta el último de tus sentidos. Frené mi mano poco a poco, hasta dejarla quieta del todo, y fui repentinamente consciente del ruido que hacíamos al besarnos, de sus manos en mi rostro y sus piernas bajo las mías. Fui consciente de todo, como si el mundo se hubiera reiniciado en ese preciso momento luego de haber sido inmovilizado bajo la fuerza arrolladora del fuego y la tormenta.

    Solté aire casi al mismo tiempo que él, fue pesado y vino acompañado de otra sonrisa floja al recibir sus besos castos. Me guió de regreso a su hombro, me dejé hacer y me acomodé allí como si planeara quedarme dos meses o toda la vida. El cabello debió hacerle cosquillas en la piel y cerré los ojos, atento a los latidos de su corazón. Iba como loco, pobrecillo, y por alguna razón me dio una ternura estúpida.

    Las sombras ya se habían retraído, de regreso a su guarida.

    Me quedé allí, básicamente inmóvil, incluso cuando habló. Lo escuché y solté una risa en voz baja, fue bastante suave. Tomé aire por la nariz, decidiéndome a erguirme, y parpadeé hasta enfocar el mundo, enfocar sus ojos.

    —Qué diligente —lo molesté, prácticamente en un susurro, y paré la oreja al notar que alguien abría la puerta de afuera y se colaba en el baño para usar un grifo de agua. Sonreí, algo travieso, y me incliné para hablarle en el oído y que sólo Cay me escuchara—. Descuida, vendrá cuando tenga que venir.

    Como si fuera a aceptarle el vale de deuda o algo.

    Volví a buscar sus ojos, le sonreí con suavidad y recogí su rostro entre mis manos para besarlo. El tío seguía ahí afuera lavándose las manos o qué sé yo, así que tuve cuidado de no hacer ni un ruido. Aún así, fue lento y profundo, como si contara con todo el tiempo del mundo. Lo besé hasta que me dio la gana y cuando la puerta volvió a cerrarse me separé, sonriéndole antes de incorporarme.

    —Te dejo que te limpies —murmuré, acomodándome la ropa y la corbata antes de quitar el pestillo—. Me quedaré afuera para avisarte por si entra alguien, así te mueves tranquilo.

    Había regresado al Kohaku de toda la vida, suave y amable, sin una puta escala. Le dediqué una última sonrisa antes de salir del cubículo y entonces del baño, cerrando la puerta detrás de mí y echando la espalda sobre la pared justo al lado, atento a los movimientos del pasillo. ¿Me había quedado caliente como la mierda? Pues sí, eso no se lo iba a negar a nadie, pero no iba a permitir que me afectara. Tampoco quería hacerle sentir que me debía algo o la mierda que fuera.

    Si tenía que volver a pasar pues pasaría, pero no sería yo quien iría a pedírselo. Podía ponerme como un puto cerdo hundido en el fango de la cueva, pero tenía mis códigos y había ciertas cosas que no toleraría en ningún ámbito.

    weno por mí lo dejamos aquí si quieres, que además no le queda nada al período xd

    un placer rolear drama y gayness con usted, señorita uwu/


    pd: soft ko best ko
     
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  13.  
    Zireael

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    Las figuras oscuras retrocedieron en el acto, aflojaron la mordida o acabaron por fusionarse conmigo, ni idea, pero casi como reflejo yo hice lo mismo, liberé el costado de Kohaku por fin a pesar de haber quedado empapado de sangre dulce. Retrocedí hasta mis propias sombras, al fondo de la cueva donde ya los miles de ojos se habían apagado y sentí que la euforia, el éxtasis que me había llenado el cuerpo, desaparecía regresándome el silencio que solo era interrumpido por el ruido del beso como tal.

    Se dejó hacer cuando nos separamos y lo traje de regreso a mi hombro, nada nuevo bajo el sol, y el rato que permaneció allí lo acaricié con todo el cariño que le tenía, que no era poca cosa y él lo sabía. Me permití hasta cerrar los ojos unos instantes, lo suficiente para que poco a poco el pulso regresara a un ritmo más o menos aceptable. Era un jodido cubículo de baño en la escuela, pero la cueva podía surgir en cualquier sitio y ahora que estaba allí no se me antojaba demasiado ir a ninguna otra parte. Claro que no tenía mucha opción.

    Cuando se enderezó encontré sus ojos, jodidamente aturdido a decir verdad, ni siquiera reaccioné demasiado al escuchar que alguien entraba al baño. Lo que me dijo al oído me arrancó una risa floja, no sé ni por qué pero asentí con la cabeza despacio. No hacía falta cantarlo a los cuatro vientos, ya estaba visto que íbamos a seguir haciendo el imbécil cuando se nos cruzaran los cables.

    Reflejé su sonrisa y esta vez fui yo el que se dejó hacer, que me tomara el rostro para besarme. No esperaba que fuera así, es decir, el idiota me besó como si nos sobrara tiempo en la tierra, fue profundo y lanzó apenas unas cuantas chispas sobre mi piel, cosa de nada, alcanzaron a provocarme una satisfacción diferente.

    La satisfacción sosegada de la que le había hablado antes.

    Suaimhneas.
    Así como quería que me apagara todas las luces, que me volara la cabeza, no iba a mentir que me gustaba la idea de que siguiera besándome de esa forma. Suspiré con cierta pesadez cuando se incorporó, acomodándose la ropa y bueno, nada qué hacerle, me quedé mirándolo como imbécil. Si acaso asentí con la cabeza, para que supiera que al menos le estaba poniendo atención.

    Una vez estuvo fuera vi por dónde incorporarme aunque había quedado bastante inútil, hice lo mejor que pude por limpiarme y ya para acomodarme la ropa salí del cubículo. Estaba hecho un jodido desastre me viesen por dónde me viesen.

    ¿Qué había dicho Arata antes de largarse de la mansión pseudo-victoriana?

    Que tenía cara de que me habían comido la polla.

    Jodido hijo de puta, mira que tener que darle la razón a un estúpido como Shimizu era una cosa que uno no hacía muy contento, pero no quedaba más que aceptarlo. Seguí acomodándome la ropa frente al espejo hasta que todo pareció regresar más o menos a su lugar, tomé la lata arrugada que había quedado en los lavamanos y la tiré a la papelera, para después abrir el grifo y pegar un par de tragos inmensos de agua.

    Salí al pasillo sin prisa, como si nada, y ni siquiera terminé de girar el rostro hacia Kohaku cuando ya había estirado el brazo hacia él, para colgarme del suyo y arrastrarlo conmigo. Me incliné un poco hacia el frente, lo suficiente para poder encontrar sus ojos y dedicarle una amplia sonrisa, fue liviana, casi infantil y ni idea de dónde me salió teniendo en cuenta que había tenido la cabeza metida hasta el fondo del barro.

    Era mi poder, quizás. La flama que iluminaba mis sombras no era muy grande, parecía no tener fuerza tampoco, pero costaba lo suyo apagarla.

    —Vamos, vamos~ que se hace tarde. —Me tragué la risa en lo que regresaba la vista al frente—. Hey, Ko, almuerza conmigo un día de estos. Te prometí respetar tus papitas, te prometo respetar tu almuerzo también.

    ¿Qué si teníamos el desastre encima? Sí, pero ahora mismo podían mandar a Shinomiya, el apaleado y al mismo Sugino a tomar por culo. Kohaku era lo poco que me recordaba que el mundo todavía tenía cosas que ofrecer, así que iba a aprovecharlo e iba a protegerlo aunque tuviera que volver el mundo al revés para hacerlo.


    *inserte nyoooom sticker* not me ofreciéndole almuercitos a todos cuz im a simple man

    confirmo que soft ko best ko *shora* gracias por permitirme este pinche dramón y esta gayness, señorita uwu its was a pleasure
     
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  14.  
    Reual Nathan Onyrian

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    — Sí, este fin de semana me viene perfecto. ¿Y en tren? Porque no. Va a ser una experiencia nueva para mí, la verdad. Hasta ahora, no me quise subir para no perderme demasiado. Además, podré ver la ciudad desde otra perspectiva. Sí, es un buen plan —le devolví la sonrisa.— ¿El sábado te parece bien? Dime después en donde nos juntamos y demás, probablemente con la ubicación de Maps al teléfono. Ah, eso, creo que no tengo tu número. ¿Me lo quieres pasar?

    Le alcancé mi teléfono, y continué caminando por el pasillo. Había pasado por alto el vistazo que la chica le dedicó a mi bastón. La verdad, no me importaba nada. Al que más le pesaba no poder moverse tan rápido o tan ágil como antes era a mí, así que entendía que otros lo encontraran algo complicado. En especial para salir a pasear o caminar. Además, mentiría si decía que me había ayudado a tomarme la vida con más calma. Mi fisioterapeuta en Austria ya me había retado varias veces por mi impulsividad, y dudaba que aquí en Japón fuera distinto. Cuando encontrara a uno que pudiéramos pagar, obviamente.

    Busqué con la mirada la puerta de los baños, y me dirigí hacia allí. Miré por encima del hombro a Alisha, y le dediqué una sonrisa.

    — No me tardo.

    Entré a los baños, y contemplé meterme en uno de los cubículos, pero luego deseché la idea. Era un baño de hombres, después de todo. Los que iban a entrar ahí eran hombres, o gente que se consideraba hombre. No iban a ver nada nuevo mientras me cambiaba, la verdad. Tal vez los tatuajes en mi brazo y mi pecho, pero ya había visto a varios en la escuela con los mismos, y el miedo que tenía antes por lo que había escuchado sobre lo que pensaban sobre los tatuajes se había diluido bastante.

    Me desembaracé del uniforme mojado, quedándome en bóxers, y me vestí con el de gimnasia. La verdad, era un cambio que agradecía. Siempre me había sentido mucho más cómodo con ropa de gimnasia. Tal vez podría venir todos los días de lluvia sin paraguas, y usar esa excusa para moverme en mi uniforme de gimnasia. Sonreí ante la idea tonta. Para el pantalón, tuve que apoyarme en el lavabo, porque si bien tenía la fuerza suficiente como para pararme en una pierna, la que todavía cojeaba se iba a terminar quejando todo el día si lo hacía, además de que la humedad ya era suficientemente molesta.

    Poco sabía yo que la chica probablemente no me esperaría fuera.

    No entendí bien si Alisha iba a entrar al baño o no (? Lo dejo lo suficientemente críptico por las dudas.
     
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    Amane

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    Hombre, ¿qué parte de que me apetecía fumar no había entendido? Jack me avisó de que no tardaría pero, ya siendo bastante costumbre, ignoré completamente sus palabras y me metí en el baño de chicos como si estuviese en mi casa. A ver, no era así como mi lugar favorito para hacer crímenes pero no había más remedio, ¿verdad? De todas formas había sido en los baños de esa planta donde me había tirado a Joey a principio de curso así que no era como si fuese un sitio virgen o algo por el estilo.

    Me metí en el último cubículo como venía siendo costumbre, solo dirigiéndole una mirada de soslayo al pasar y antes de que se quitase realmente ninguna prenda, y me dejé caer sobre la tapa del váter con un suspiro pesado. Dejé la puerta abierta, pero me giré de tal manera que no podría mirar hacia fuera a menos que fuese excesivamente descarada, y levanté las piernas para dejarlas apoyadas sobre la pared mientras me encendía el porro.

    —No coger el tren en Tokio es un poco suicida, ¿sabes? Aunque bueno, ya se ve que ponerte en riesgo se te da bastante bien~ —bromeé, tras darle la primera calada al tabaco, y recién entonces me digné a prestarle atención al móvil del chico.

    Una vez más, por suerte o por desgracia, me sabía mi número de teléfono de memoria así que no tuve necesidad de buscar mi móvil para mirarlo. Sería cuestión de tiempo que me diese cuenta, si últimamente andaba revisando que no tuviese mensajes nuevos constantemente con todo el asunto de Aiden, pero eso no pasaría de momento.

    >>Eh, no te importa que le avise a Joey también, ¿verdad? Para lo del sábado, digo. He's kinda my ride or die, y no creo que me perdone si se entera que te he llevado por ahí de fiesta sin él~

    Además de que si se me iba la pinza con el alcohol o cualquier otra cosa, seguramente él era el único capaz de pararme antes de hacer una estupidez como las que me suelo marcar cuando estoy sola. Mira si no iba a anteponer las salud de Jackie y todo, qué buena chica era~
     
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    Reual Nathan Onyrian

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    Me sorprendió un poco que Alisha entrara al baño de hombres a fumar, la verdad. O sea, sabía que quería fumar, pero pensé que iba a hacerlo en el de chicas. Tal vez eso era menos drama que la encontraran aquí. O puedo que el baño de chicas fuera peor, la verdad. Al menos mantuvo su palabra, y se sentó de tal manera que espiar resultara en un esfuerzo extra para el cual seguramente no tenía ninguna intención de gastar energías. La miré por el rabillo del ojo, como una especie de seguro mental, pero en cuanto levantó las piernas volví mi mirada al frente. Había que devolver la cortesía.

    — Bueno, que puedo decir, me gusta mucho la adrenalina, la verdad —confesé, mientras me ponía la remera de gimnasia.— Por alguna razón acabé con bastón, ¿no? Igual, no sé por qué sería medio suicida. ¿Por todas las distancias? Sí es por eso, estoy acostumbrado. O tal vez por perderte, aunque tampoco me molesta demasiado. Sigo siendo enorme, en especial para Japón. Bah, que se yo, ya estoy hablando mucho.

    Solté una carcajada ligera, mientras me acomodaba los pantalones. Ah, que cómodo se sentía. Moví un poco los brazos, disfrutando de la libertad que me brindaba una remera de algodón de gimnasia en comparación de la camisa del uniforme diario. Y ni hablar que era mucho más fresca. Y toda la humedad de mis ropas anteriores se había ido, lo cual también era un alivio.

    — No, no me importa para nada. Puedes avisarle desde mi celular, si quieres —comenté, para mirarla sonriendo, mientras me secaba el pelo como podía. ¿Por qué había decidido dejármelo largo?— Y obvio que sería para lo del sábado. ¿Para qué otra cosa le ibas a avisar, no? —bromeé, mirando hacia el espejo.— ¿De qué se venga al baño a verme como me cambio? No sé si sería un espectáculo muy divertido.

    Me troné el cuello, para relajarme, y me giré hacia ella.

    >> Listo, ¿quieres que te espere, o voy subiendo? No sé cuanto te falta.
     
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    Amane

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    —¿Qué tiene que ver que seas enorme con perderte por Tokio? —pregunté, frunciendo el ceño, pero acabé soltando una risa justo después de darle otra calada al cigarro, negando con la cabeza—. Nevermind. Era un poco por todo, la verdad, es un coñazo moverse por aquí a pie porque es enorme, sobre todo si no conoces nada. But if you are alright~


    Luego dijo que no le importaba que avisase a Joey, cosa que estuvo bien aunque de todas formas lo hubiese hecho aunque hubiese dicho que no porque... en fin, hacía lo que me salía del coño siempre, por si no había quedado claro. Igual dejé escapar otra carcajada floja con el otro comentario, porque ya habría que ver en qué universo conseguía que Joey viniese para ver a un chico cambiándose de ropa. Engañándolo, por las risas, pero seguro luego intentaba vengarse de mí.

    >>Nah, no te preocupes, ya tendré tiempo de decírselo —murmuré, extendiendo la mano hacia el exterior del cubículo y, en ella, el móvil del chico—. Lo que prefieras, Jackie. ¿Quieres un poco? Puedo guardarle un par de caladas a un chico guapo como tú~
     
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  18.  
    Reual Nathan Onyrian

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    — Oh, me refería a que... bueno, sí, no tiene sentido explicarlo —solté una risita, y me crucé de brazos.— Sí, supongo que tampoco puedes recorrer tanto moviéndote a pie. Y como prefieras.

    Tomé el celular y lo guardé en el bolsillo. Estaba por tomar mi mochila e irme, ya que todavía tenía que guardar el uniforme en alguna bolsa o algo para que no humedezca todo a mi alrededor, cuando Alisha me ofreció un par de caladas de su porro. Me mordí el labio en una sonrisa y puse los ojos en blanco ante el pequeño halago, en un intento de desviar la atención de mis mejillas sonrojadas. Nunca me iba a acostumbrar a que me llamaran guapo o cosas así. Y eso que lo habían hecho durante muchos tiempo en mi vida. No sé. Cosas mías.

    Contemplé el cigarro extendido durante unos minutos, y luego me encogí de hombros. Eran un par de caladas, y me iban a ayudar a que el dolor en la pierna se notara menos. Hacía un tiempo que no probaba mota, la verdad, pero no me debería hacer mucho daño. Tal vez hasta me despejara un poco la cabeza.

    — Eh, ¿por qué no? Quizás necesito relajarme un poco —tomé lo que la rubia me ofrecía y le di una buena calada. Cerré los ojos e inspiré, sintiendo el cosquilleo en la garganta y las ganas de toser. Vaya, se notaba la falta de práctica últimamente. Pestañeé un par de segundos, suspiré, y se lo devolví.— Bueno, yo voy yendo a clases, que ya debe ser hora. Nos veremos más tarde, supongo.

    La saludé con la mano y una sonrisa, y salí rengueando de allí. En cuanto salí por la puerta, tosí un par de veces. Iba a volver a tener que acostumbrarme, parecía. Meneé la cabeza, y me dirigí hacia el ascensor.

    Yo hasta acá llego, que el resto del día se me ocupa Gabi :(
     
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    Amane

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    La reacción de Jack a mi halago, para nada intencional y simplemente dicho con la naturalidad que tenía por decir esas cosas de todo el mundo, fue de lo más tierna y, to be honest, a aquellas alturas era posible que me contentase solo con molestarle de esa manera. Venga, hacía mucho que no lograba sonrojar a un chico por decirle algo bonito, tenía que contar como alguna especie de evento legendario o algo por el estilo.

    Bueno, claramente nadie se iba a tragar el hecho de que me valiese con un par de reacciones adorable y que no iba a intentar nada más, pero por el momento podía tomármelo con calma y disfrutar de aquello también~

    Cuestión de que aceptó mi oferta y le extendí el porro con una sonrisa inocentona, siguiendo sus movimientos con cierta expectación implícita grabada en mis ojos. Le ofrecí porque había dicho que le gustaba salir de fiesta y beber, así que simplemente asumí que un poco de hierba no le sería muy extraña, pero también imaginé que por lo menos no tenía que haber fumado desde que llevaba en Japón y eso me hizo entornar ligeramente la mirada mientras le daba la calada.

    See ya~ —murmuré, bajando las piernas de la pared e inclinándome hasta asomar la cabeza por fuera del cubículo, para poder así seguirlo con la mirada hasta que salió del baño.

    De nuevo, ¿a ese pobre corderito me iba a llevar de fiesta y, encima, invitando a Joey al desastre? Es que debería sentirme un mínimo de culpable, pero venga ya, lo único que sentía eran aun más ganas porque llegase el día en concreto.

    Me acabé el cigarro sin perder la sonrisa risueña en ningún momento y salí de los baños como si nada, subiendo al aula justo a un par de minutos de que tocase la campana, sin pretender disimular en ningún momento que había estado fumando por ahí. Ah, ¿no que yo había venido con resaca aquella mañana? Era tan fácil animarme a veces~

    No hacer posts de relleno con ali es lava
     
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    Zireael

    Zireael Equipo administrativo Comentarista empedernido

    Leo
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    Si el dolor de cabeza cedió al final fue a punta de medicamentos a secas, porque entre el caos, la invocación nocturna inesperada de cierto imbécil y las poquísimas horas de sueño la mezcla decía migraña eterna por todas partes. A la mañana siguiente sentía el cerebro espeso, casi pastoso, y cuando sonó la alarma maldije en voz alta.

    Volví a quemar dinero en un Uber hasta la academia, porque no me apetecía lidiar con la multitud del tren a esas horas ni por asomo. Bajé frente a la escuela y poco antes de cruzar el portón con intenciones de seguir mi camino noté la silueta de Dunn apostada unos metros más allá, lo suficiente para que ningún profesor o administrativo le prestara suficiente atención. Le había pegado una pitada modesta al porro y lo estaba guardando, ya apagado, cuando reparé en él. Me miró con la misma intensidad que lo había hecho la noche anterior y aparté la vista, incómodo.

    Para ser tan delicadito se tomaba las negativas demasiado personales.

    Solo tenía que esperar, el hijo de puta. Solo eso le había pedido.

    Logré entrar a la academia unos minutos antes de que la nueva amiga de Jez, la otra albina, se pusiera a repartir folletos en la entrada y lo agradecí eternamente porque cuando husmeé por un costado al escuchar el bullicio antes de seguir hacia el interior de la academia me di cuenta que había un conglomerado de personas allí que incluía a Fujiwara y Alisha. No se me apetecía lidiar con nadie en este momento, pero de todas las opciones esas eran incluso más penosas así que fue la única suerte con la que topé.

    Aprovechando que me había librado, seguí por el pasillo y me debatí en dónde quedarme o qué hacer con mi vida. Al final opté por meterme a los baños de la planta baja para evitar la mayor cantidad de ojos posibles y entré a un cubículo cualquiera. Apoyé la espalda en la puerta, saqué el teléfono del bolsillo pero también la caja de cigarros y extraje uno antes de hacer nada.

    Me lo coloqué entre los labios, me dejé el móvil en la mano izquierda y busqué el mechero para encender el cigarro. Inhalé profundamente, el tabaco se consumió y mientras soltaba el humo, que se alzó hacia el techo de los baños, abrí el chat correspondiente. Estaba decidido desde ayer, pero la decisión no se equiparaba con tranquilidad, porque me quedé dando vueltas entre mandar un audio, un mensaje o si debía pensar en un acercamiento mucho más directo. Al final opté por dejar de pensar por cinco segundos para poder hacer algo.

    Morning
    No vengo a decir nada por mensajes, no es eso
    An, quiero que hablemos. Cuando sientas que puedas o quieras, no tiene que ser ya mismo si estás muy molesta, pero que sepas que no me quiero hacer el imbécil más tiempo
    Puede ser en algún sitio aquí en la escuela, en algún lado con poca gente, o podemos quedar fuera
    Respóndeme cuando quieras, estaré pendiente al teléfono


    Sentí que había escrito demasiado pero lo dejé así porque en caso contrario todo se traduciría en “hablemos” y me parecía demasiado escueto hasta para mí. No quise quedarme en el chat siquiera el suficiente tiempo para ver si estaba en línea o no, solo cerré todo, zambullí el teléfono de regreso en el bolsillo y seguí fumando. Cuando el primer cigarro se me terminó saqué el segundo y esperé, sin saber si iría a clases o buscaría el modo de saltarme las primeras horas.


    Gigi Blanche well here i am

    as always no tienes por qué llevarle el apunte y puedes postergarlo hasta cuándo te parezca, esto es solo pues approach de altan
     
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