Baño de chicos (3° piso)

Tema en 'Tercera planta' iniciado por Yugen, 3 Diciembre 2020.

  1.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    El baño de chicos del Sakura Gakkuen. Con cubículos cerrados y lavabos con espejo.

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    Hygge

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    Shawn Amery

    Me dejé caer en los baños del tercer piso en cuanto el receso dio comienzo. Ni siquiera sabía a qué venía, ni por qué había accedido a aparecer por allí realmente. El chat desconocido seguía abierto cuando revisé de nuevo el único mensaje con el que contaba. No tenía foto de perfil, ni estado, y tampoco podía leer la hora de conexión.

    No comprendía cómo habían conseguido mi número, pero fuera quien fuera me conocía. Aunque era difícil no hacerlo.


    Te espero en los baños, príncipe. Tengo algo para ti 12:50

    Príncipe.

    La curiosidad mató al gato, y aún así allí estaba. Tampoco tenía mucho más que hacer. Se me habían quitado parte de las ganas de hablar con Laila y tampoco estaba de humor para ir con los chicos del equipo. Quizás esa fue la combinación del desastre. La elección desastrosa que me llevaría a un callejón sin salida. Aunque me lo replanteé en el último segundo, viendo que nadie aparecía, fue demasiado tarde. Escuché la puerta abrirse y cerrarse, y el chasquido del pestillo echado no me pasó desapercibido.

    La silueta de aquella persona adentrándose al interior de los baños se me asemejó más a la de un fantasma o a un muerto en vida. Mis músculos se tensaron ligeramente, apoyado en la pared de azulejos de brazos cruzados, y un escalofrío amenazó con recorrerme la espalda cuando aquellos orbes como resina echada a perder me atravesaron de lado a lado. Fue casi como ver una versión distorsionada y corrompida de mí mismo.

    Zuko Astaroth

    —Oh, mira por dónde —su voz me alcanzó, cargada de una asquerosa jocosidad que no me venía en gracia. Su extraña sonrisa me hizo apretar la mandíbula—. Shawn Amery haciendo una visita a los dominios plebeyos, quién lo diría.

    —No te hagas el idiota —corté de lleno, alzando el teléfono en mi mano—. Sabes de sobra que estaría aquí. ¿Qué demonios quieres de mí ahora, Astaroth? Creí haber dejado claro que cortases cualquier relación conmigo al cumplir con mi parte del trato.

    Zuko alzó las palmas, ensanchando su sonrisa de hiena, y comenzó a andar hacia mí a paso lento.

    —Woh woh woh, tranquilo, príncipe de brillante armadura. He venido en son de paz, ¿ves? —se mofó, soltando una suerte de risa nasal que no relajó mi gesto. Más bien aumentó mi incomodidad, si es que eso era posible. Seguí cada uno de sus movimientos, alerta; lo vi apoyarse en el lavabo y alzar la mirada hacia el techo, con una calma desesperante—. De hecho, he venido a traerte un regalo. No puedes decirle que no a un gesto así. Me dolería en el alma.

    Sacó de su bolsillo un saquito cerrado con una cuerda dorada y logré atraparla en el aire, extrañado. Otra vez esa risa burlona.

    >>Buenos reflejos. Nada mal para el capitán de dos equipos, ¿uh?

    Lo ignoré de lleno, extrayendo del interior del envoltorio lo que fuera que aquel demente me había traído. Sobre la palma de mi mano yacía una pequeña muñeca de trapo que reconocí al momento, encendiendo todas las alarmas en mi cabeza. Fruncí el ceño y clavé la mirada en él, exigiendo respuestas.

    —¿Por qué coño tienes esto? Creí que habíamos terminado el trabajo y ella...

    —Sí, bueno, sobre eso —Zuko se llevó las manos tras la cabeza, despreocupado, a pesar de que el tema requería mucha más seriedad que esa. Sus orbes dorados me enfocaron cuando las palabras llegaron hasta mí, paralizándome en el lugar—. Al parecer no completamos del todo nuestro pequeño recado. No lo suficiente, como puedes ver.

    >>Así que, en buena teoría... el trato no está cerrado, no.

    Me separé de la pared y apreté los puños, consternado. No sabía qué era lo que me encendía más; si el hecho de estar enterándome de manos de aquel idiota o de que no mostrase un ápice de preocupación en sus facciones. Lo estaba disfrutando, ¿no? La expresión que debía estar formando en aquel instante. El hecho de saber que aún no había logrado deshacerme de él como había pensando. ¿Esa era la presencia que había estado notando todo este tiempo? ¿El jodido me había estado siguiendo?

    Estuve por añadir algo más, buscar respuestas, pero estaba cansado. Estaba harto de sus mierdas y de sus chantajes, y no quería volver a dejarme embaucar por él. No de nuevo.

    Ni Laila ni Yule merecían juntarse con alguien así.

    —...Ese ya no es mi problema, Astaroth —sentencié, apartando la mirada. Comencé a caminar hacia la salida, rebasándolo con lentitud, y casi pude ver cómo ensanchaba su sonrisa a través del espejo—. ¿Qué te hace pensar que volveré a aceptar algo así? Estás demente.

    —Puede que lo esté, sí —se encogió de hombros, siguiendo mis pasos con tranquilidad mientras jugaba con un mechón de su flequillo—. Pero puedo asegurar que ahora mismo estás dudando. Solo hay que verte, ¿uh? Tu jodido complejo de héroe se puede notar desde mi casa, campeón.

    No supe en qué momento me detuve, ni de dónde me nacía toda aquella rabia. ¿Era porque sabía que tenía razón? ¿Porque no quería admitirlo? ¿O bien porque era justo él el que me lo estaba reprochando? En cualquier caso apenas me percaté de cuándo su silueta danzó por mi costado, deslizándose hacia la puerta, y el chasquido del pestillo me trajo de vuelta a la realidad.

    Nuestras miradas conectaron una última vez.

    >>Es irónico, ¿cierto? El héroe, uniendo fuerzas con el villano. Solo me pregunto... ¿quién hará el papel de quién esta vez, Shawn?

    La puerta se cerró frente a mí, pero no reaccioné. La pequeña muñeca de trapo se apretó entre mis dedos cuando pateé uno de los cubículos, todos completamente vacíos y abiertos. Un nuevo mensaje llegó a mi teléfono, y lo abrí con una pesadez que no parecía mía.

    Piénsatelo. Esperaré una respuesta cuando finalicen las clases 13:14
    Estaré en tu santuario, no llegues tarde 13:15
     
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    Insane

    Insane Maestre Comentarista empedernido

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    "El caminar de sus pasos por la fina madera lo tenía sumamente tenso, siguiéndolo en todo momento para luego notar el cómo se recostaba en el escritorio, con el perfecto traje a la medida, desajustándose apenas la corbata para escudriñarlo con la mirada como sino se tratase de su propio hijo, sin embargo, él se mantuvo ahí, sosteniendo su atención con las manos a los costados, luego de ignorar el hecho de que su madre le pidió al llegar a casa el no tocar el tema.

    Pero había que tocarlo.

    Alguien ya se lo había comentado.

    Y no por nada, lo estaban esperando a las dos de la madrugada"


    Dio un vistazo por la cafetería, buscando entre las cabelleras el color que lo embobaba como si fuese hipnotizado, pero no dio con ello, pensó entonces en enviarle un mensaje, pero se quedó jugando con el celular entre los dedos mientras tomaba el ascensor, deslizando el pulgar hasta el contacto de su padre para dejarle una nota de voz, simple, directo:

    "Pa, ¿Podemos hablar cuando llegue a casa? Si no vas a estar esta noche, al salir del instituto voy a tu oficina"

    Evitó en el transcurso mover la lengua inquieta que tenía por socializar con personas a su alrededor, teniendo tres cosas marcándole la mente luego de guardarse el móvil en el bolsillo del pantalón:

    Ver a Sasha.

    Abordar a Sasha.

    Pedirle hablar a Sasha.

    "Arrugó el ceño hasta deformársele el rostro, siseando entre dientes.

    —Retráctate.

    La risa irónica invadió la habitación como el estruendo del jarrón al chocar contra el suelo.

    —Es una perra, y si te gustan las perras, te la follas y ya está —siseó con autoridad, sin inmutarse por el choque de la porcelana al quebrarse en pedazos, manteniéndose recto en su posición—. Luego pones los pies en la tierra, y te consigues una mujer de verdad.

    Su respiración se tornó pesada, tóxica, como si se le complicara respirar.

    —¡Retráctate!"

    El sonar leve del timbre del ascensor le llegó a los tímpanos como el aviso esperado, abriéndose las puertas mientras ojeaba de forma superficial el pasillo. Aún quedaban algunos estudiantes, unos caminando de aquí para allá, otros sentados en el suelo compartiendo entre risas, enseñándose cosas en el celular. Aquello aligeró un poco sus músculos empezando a caminar a lo largo, con el objetivo claro:

    Disculparse.

    Arreglar las cosas.

    Besarla hasta el cansancio.


    Oh, y estaba tan seguro de que no se cansaría nunca de ello. Elevó entonces su mirar al visualizar el letrero del aula 3-1, y en cuanto iba a inclinarse para echar la vista dentro frenó en seco, escuchando de lleno la voz que podía reconocer a metros de distancia, hasta en las notas del chat así estuviesen distorsionadas, asumiendo que seguía acompañada.

    "Su cabeza se nubló al sujetar a su padre de las solapas de la camiseta, sacudiéndolo con el alma ardiendo, las manos sudando y el rostro iracundo.

    —¡Que te retractes maldita sea!"

    Estuvo a punto de continuar su caminar, sin importarle interrumpir, o eso pensó hasta que las palabras le martillearon el cerebro.

    <<Hey, hon>>

    ¿Me estás jodiendo?

    <<Pillado con las manos en la masa, ¿no?; pues parece que solo hay una solución a mi problema de no cargar palillos hoy.>>

    ¿Qué dices?


    <<Venga, no soy una princesita ni nada, así que nos los podemos ir turnando>>

    Vaya.

    <<¿Qué no me coma todo? Eh~ qué poca confianza>>


    "El llanto de su madre al otro lado de la puerta, el sentirse aturdido, el tener sobre él los guardaespaldas de su padre sujetándolo mientras su propio viejo lo golpeaba hasta el cansancio, con él forcejeando colérico hasta que todo se tornó completamente blanco, escuchándolo hablar a lo lejos.

    —Luego la verás coqueteando con otro, y sabrás que te hice un favor, Daute."

    El tiempo se detuvo, quedándose quieto como una maldita estatua a la que le echan fuego encima y se niega a arder, sin embargo, no era la primera vez que se ponía a tontear con otro, entonces, ¿por qué se sentía tan molesto?

    Miró apenas por la ventana de la puerta, denotando la intensidad de la mirada en ella sobre los ojos de él, las sonrisas, la tensión, el coqueteo, comportándose tal cual como el día en que la conoció.

    Alejó de sus sentidos el ruido de los murmullos, las charlas a su alrededor, hasta la propia voz de Pierce en el proceso, escuchando apenas el tik tak de su reloj de mano, regresando entre sus pasos, sin enterarse ni siquiera que los nudillos estaban completamente blancos al empuñar las manos dentro de las bolsas del pantalón.

    Estaba dispuesto a hablar con su padre al volver a casa, ¿no?

    El recibir otra paliza pero alzar la voz.

    Gritarle que lo dejara estar con ella en paz.


    Tragar.

    Forzar.

    Ocultar.

    Se adentró a los baños sin ni siquiera ser consciente de ello ante el estruendo que causó por estrellar el celular contra el vidrio del espejo, y no frenó, no fue capaz de hacerlo, golpeando la pared con las manos empuñadas, una, dos, tres veces hasta hacerse mierda los nudillos, hasta que logró sentir dolor en ellos, frenando al sentir que le pesaban los pulmones al inhalar aire, desconociéndose en el proceso.

    Y entonces, salió, dejando el móvil hecho trizas, azotando la puerta para largarse escaleras a bajo, ignorando de lleno los rostros extrañados de los desconocidos mientras ocultaba de nueva cuenta en los bolsillos, la mierda de daño que se había provocado en las manos.

    Dispuesto a dar un paso hacia adelante. ​

    Retrocediendo cien pasos hacia atrás.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Aclaro que Mao está en el marco de la puerta, no es tan descarada como para entrar al baño de chicos sin más, algo de estima se tiene y respeto a los ajenos a sus delirios (?)

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    Me paré en saco delante de la puerta, una vez ya ahí miré con absoluta seriedad el picaporte, con la mano alzada con ganas de abrirlo; pero quedó suspendida mientras yo cerraba los ojos he inhalaba profundo, para luego soltar el aire por la nariz, delicado.

    —Aquí vamos —murmuré con convicción, girando el picaporte y abriendo la puerta hasta el fondo, buscando al tipo con la mirada. No demoré mucho en encontrarlo, vamos, si casi parecía estar acicalándose como un gatito y todo; a duras penas mantuve mi cara de poker para no reírme de la pura y dura ternura.

    Y así se hacía el rudo, he~

    —¡Senpai! —hablé con esa voz firme y casi gutural, que me salía sin mayores problemas y solía usar para hacerle sustitos de nada a Hiro, buscando llamar la atención del castaño así. Cuando nuestras miradas conectaron, yo aún en el marco de la entrada, solté lo siguiente en un tono audible, pero para nada desafiante o si quiera "fuerte"— ¿Tienes un momento? Necesito decirte un par de cosas.

    Y mi mirada se entornó, solo que esta vez al alzar el mentón un poco no había rastro ni de coquetería, enfado o bromas; pura y dura seriedad.

    Japonesa, además.
     
    Última edición: 29 Enero 2021
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    Gigi Blanche

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    Estaba acomodando un mechón de cabello para regresarlo a la mata algo desprolija que se me revolvía en varias direcciones cuando oí una fuerte voz anteponiéndose al silencio de los baños. Había sentido la puerta abriéndose, claro, pero no le había llevado el apunte. Di un respingo y todo, y la serenidad que había logrado mantener en mi rostro se endureció al reparar en la silueta de la mocosa, apenas de refilón.

    Madre de Dios.

    Suspiré profundamente, regresando a mi tarea, sin prestarle mucha atención.

    —¿Qué quieres? —solté, bastante de mala gana.

    Arrugué el ceño al recibir su respuesta. ¿Que si tenía un momento? Técnicamente sí, pero ¿quería gastarlo con ella?

    —Habla, entonces —dije en voz alta, enfocado en mi reflejo, primero, luego en cómo me lavaba las manos.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Dioses, ¿había dado un respingo, no? La seriedad en mi expresión se acrecentó al fruncir más mis facciones, pero en parte para contener la jodida risa que amenazaba por brotarme de la garganta y el alma misma. Solté el aire contenido por la nariz, suave, era bastante; así que supongo que se parecía a una fuga de gas, más que el sisear que había usado la primera vez que lo vi.

    Tras pensar su respuesta apenas dos segundos di un pesado y algo angustiado suspiro, pero no por él en especifico, era la otra cara de mi vida ese sentimiento. Relajé mi expresión para mirarlo con resignación, apacibilidad y un deje mínimo de compasión, cruzándome de brazos y pasando una pierna por sobre la otra, con una mueca en los labios y una ceja más alzada que la otra.

    ¿Y ahora que?

    —Kobayashi Masuyo, ese es mi nombre, senpai; que te he estado mosqueando todo este tiempo y ni eso sabías —inicie, al final si que terminé sonriendo con un deje de sorna, pero nada relevante, porque la pena en mis ojos y compasión en las cejas seguía. De todas formas, mi voz salía calma y plena, con el tono ambivalente entre lo femenino y rosando lo demasiado masculino para una enana como yo, según criterios que no me interesaban. Volví a verlo con una indiferencia a causa de no tener un sentimiento más fuerte que otro; calma y seriedad funcionadas—. Aunque no lo creas, no soy fan de llamar la atención, así que prefería hablar en privado antes de formarnos un teatro barato acá.

    Me encogí de hombros a ojos cerrados, inhalando resignada, destensando todo en cuanto solté otro suspiro, yendo a verlo otra vez.

    >>No te conozco de nada, pero te seré sincera; me das un montón de pena, tanta que me pondría a llorar como una cría de ser honesta.

    Volteé a ver el pasillo, más que nada para asegurarme de que no hubiera entrometidos, que bien buenos eran los japoneses para mirar desde lejos, pero nunca involucrarse. La idea me sacó un gruñido de odio genuino. Otro suspiro, manteniendo el semblante enfadado.

    —Así que eso, odio ver las cosas mal y que nadie mueva ni un puto dedo por arreglar las cosas—. Volteé a verlo otra vez, directamente y con seriedad—. Así que seguiré mosqueando, pero ten muy claro que no pienso acosarte sin motivo alguno. Antes muerta que una puta acosadora, no como sospecho que eres tú, ¿me entendiste?

    Volví a mirar el pasillo, mi voz se aceleró un poco, pero no dejó de ser monocorde; no cantaba por mero amor al arte, al fin y al cabo: Todo tenía un uso y razón de ser. Todo lo que hacía tenía un fin más grande que el básico.

    >>No sé, no quiero ser tu amiga, porque los amigos se traicionan al igual que los aliados; así que una mosca alrededor de la mierda suena bien por ahora.

    Y la sonrisa socarrona adornó toda mi expresión, y soltando una risa rítmica y baja giré a encararlo.

    El kitsune bromista

    No el que se acostaba con señores aleatorios.
    El que te dejaba en bancarrota.

    Ese era yo.

    Ya te imaginarás quien es el ser vivo en esa metáfora.

    Y me tensé, con la mirada desafiante llena de seguridad; lista para lo que me cayera encima.

    Como siempre había tenido que hacer.
     
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    Hygge

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    Vaya primer día más interesante, ¿eh~? Esperaba que me recibiesen con bombos y platillos, ¿pero con unas pruebas físicas que parecían salir de una puta academia militar? Ni en la mejor de mis fantasías. Lo único que mereció la pena fue sacarle un par de cigarrillos a Lena mientras esperábamos fuera a que la mierda terminase. Solo nos faltaban las palomitas para disfrutar del espectáculo en la pista.

    Contemplé el sobre que apareció en mi taquilla la mañana siguiente, con cierta cuota de interés impresa en mi semblante. ¿El triángulo del dragón? Mira nada más, una temática bastante... apropiada con el mundo de sombras que se revolvía en aquella academia como si nada.

    Bueno, bueno, habría que ver a quiénes tendría que agradecerle tamaño honor de ser invitada, ¿cierto~?

    Sí, eso.


    Subí las escaleras y pronto llegué al tercer piso, con bastante más tiempo del que esperé, y tras perder de vista a la castaña estuve por dirigirme sin mucho que hacer al aula cuando unas voces llamaron mi atención. Redirecioné mis pasos, sutil, hasta dar con una alumna de primero vociferando algo hacia el interior del baño de los chicos. Uh, eso era nuevo. No me costó mucho ubicar al receptor del mensaje desde mi ángulo y una sonrisa felina se dibujó en mi rostro por rebote, acercándome cuando la niña acabó de hablar.

    ¿Había dicho que el día de ayer solo tuvo una cosa interesante?

    Recitifico, pues.

    —Ah, Kou-chan —le llamé, con una dulzura bastante impostada. ¿Y esas confianzas? Ignoré de plano a la chiquilla, entrando al baño como quien no quiere la cosa, y apoyé la cintura en el lavabo contiguo, cruzando los brazos bajo mi pecho. La cara de cualquiera que entrase allí dentro debía ser digna de cuadro—. Te estaba buscando... oh.

    Giré el rostro hacia ella, fingiendo una preocupación que no sentía y agregué, intercambiando miradas entre ambos. Incluso me llevé el dorso de la mano al rostro, apenada.

    Me estaba divirtiendo como una perra, ¿no?

    Tremendo discurso se estaba comiendo el cabrón.


    >>¿Interrumpo algo?

    Perdón, no pude evitarlo xDDD
     
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    Kaisa Morinachi

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    Otra vez, como quién se cambia de máscara sin siquiera mover un pelo, mi mirada recae en la nueva sombra oscura incluso antes que cruzara el marco de la puerta: Ya lo había dicho, estaba atenta al pasillo y a los mirones como ella.

    Por lo menos no llegaba al punto de solo juzgar.
    De todas formas se estaba metiendo en mi terreno sin siquiera vacilar.
    Así que tampoco vacilaria.

    No le quité la mirada de encima, ahora poco me importaba qué pensara o hiciera... Kou, así se llamaba el senpai. Con la ceja encargada y mi cara de hastío apacible solté todo el aire contenido por la nariz, en un movimiento armónico y no por ello menos frustrado.

    —¿Por qué preguntas, estúpida salamandra? —solté sin siquiera meditar el apodo, insulto o alías; cómo se lo tomara. Mis brazos cruzados, pierna en vertical sobre la otra no habían cambiado: Mi seriedad solemne también había vuelto, y mi voz era tan grave que podía ser un puberto de 12 sin mayores problemas.

    Aparte de la silueta, claro. También la jodería como sí nada por meterse a sus anchas en el territorio de los chicos.

    Habían reglas, preciosa: Que el dinero o la fortuna te salvaran de evadirlas no te ponía en la cima de la cadena alimenticia.

    Mi mirada gélida y ámbar seguía sosteniendo sin temor la suya; apatía total. Si yo también venía errada de fábrica.

    >>Porque, según lo que puedo notar por tu tono de voz, eres más que consciente del 60% de lo que ocurre en este sector —mis ojos se entornaron, como sí en realidad fuera a atravesarla con dagas o algo, como sí en verdad sirviera para dañarla—. Y tema aparte...

    Me separé del marco, para pararme estoica con mis pies en v invertida, manos en la cintura, bloqueando por completo la entrada del baño. Alcé el mentón, como quien mira una fila de hormigas y piensa analizar cuáles matar y cuáles solo incordíar.

    >>¿Eres travesti, transexual? ¿O este chico tiene alguna deficiencia que requiera de ayuda externa en temas de higiene? Porque sí no, significa que has venido acá solo a comerle la puta boca.

    Sonreí con sorna, desafiante.

    >>O sí no, no me explico tanta confianza para entrar en los baños de los hombres, más con las pintas de japonesa perfecta que te cargas, cariño~

    Y tras esa última mofa, mi cara volvió a la seriedad absoluta.

    Era un jodido monte.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La enana se lo pensó un par de segundos antes de soltar la lengua; honestamente me habría venido de joyas que no se adecuara a mis condiciones y se retirara, pero bueno. Al menos lo había intentado.

    Me fregué las manos con bastantes ganas mientras empezaba a hablar, se presentó y archivé la información aunque no sabía si la retendría para el día siguiente, la verdad. Tendía a descartar los datos de nula relevancia, y es que realmente no cargaba el menor motivo o intención para relacionarme con ella. Mi objetivo en esa pocilga era concreto, específico.

    Y de por sí, detestaba ir a la escuela.

    Dijo que prefería evitar los teatros baratos y no sé yo, con el espectáculo que se había montado mordiéndome la oreja y todo. El simple recuerdo me lanzó un relámpago por la columna y me contuve, otra vez, de sacudirme como un perro rabioso. Ugh. Llevé las manos bajo el chorro de agua, las sacudí un poco y me estiré para buscar un par de servilletas de papel. Venía todo relativamente normal, no le había dirigido la mirada pero sí la estaba escuchando, de ahí que mis movimientos se congelaran al oír lo siguiente.

    Me das un montón de pena.

    ¿Eh?

    Tanta que me pondría a llorar como una cría, de ser honesta.

    Bueno, ¿y por qué no me das el gusto, mocosa?

    Seguro llorando a gritos te soporto mejor y todo.


    La situación ya no servía ni para divertirme, era una directa y genuina tocada de cojones. ¿De qué iba esta idiota, picándome desde ayer? Estaba empezando a dudar si no me conocería de antes, si le habría cagado la vida al hermano o algo, porque de otra manera tenía que estar mal de la cabeza para obsesionarse tanto conmigo. Y si iba a echarse la vida pensando en mí, que al menos fuera de otra manera, qué sé yo.

    Tampoco iba a culparla~

    Hice un bollo las servilletas húmedas y las lancé a un cesto con cierta fuerza aplicada, descargando el aire de mis pulmones al mismo tiempo. Alcé la vista al techo un instante, enterré las manos en los bolsillos y giré sobre mis talones para recargar las caderas en el lavabo que acababa de usar. A esta altura tuve que mirarla porque la incredulidad casi le ganó la pulseada al fastidio.

    Antes muerta que una puta acosadora, no como sospecho que eres tú, ¿me entendiste?

    ¿Qué cojones?


    ¿Que yo era un acosador? Pero si literalmente no había hecho nada, joder. ¿De dónde sacaba esas ideas de mierda? Sólo había visto a la imbécil de Hiradaira echándose encima mío, ni siquiera había atinado a reaccionar. Vamos, cada vez tenía más peso la teoría de que me conocía de alguna parte. Tenía que hacerlo, era eso o ser una salida de mierda.

    Y estaba hasta la polla de esas locas.

    ¿Qué mierda quieres de mí, mocosa?

    Mira que el menú es amplio.

    Y francamente desagradable.

    Se me escapó una risa irónica, insonora, y regresé la vista a los cubículos vacíos cuando la seguí escuchando. ¿Que no quería ser mi amiga? Bueno, eso estaba más que claro. La situación era ya tan surrealista que me había permitido empezar a tomármela con gracia, pero entonces la enana terminó de cagarla y se me zafaron un par de cables.

    Fue un parpadeo de absoluta oscuridad.

    Así que una mosca alrededor de la mierda suena bien por ahora.
    El puto coraje.

    Ya te imaginarás quien es el ser vivo en esa metáfora.
    El

    puto

    coraje.

    La sonrisa desapareció, mi semblante se oscureció y deslicé la mirada hasta sus ojos verdes con la cabeza ligeramente ladeada. Tenía que ser la expresión que Anna vio cuando comprendió la situación, cuando los lobos la habían rodeado en torno a la piscina; cuando el mocoso alejado de los chacales puso pie en el terreno equivocado e intentó robarme el negocio. Cuando Kakeru se negó a oír mis demandas. Cuando Tomoya pensó que podría reducirme a un sucio y lamentable omega.

    ¿Y qué hice?

    Aplastarlos a todos.

    Como insectos.

    Y ahora venía esta niña subida a vete saber qué pony, con qué caricaturas metidas en la cabeza, ¿y se creía que tenía el poder para intimidarme? ¿El derecho de insultarme así? ¿A mí? Por favor. Recorrí su silueta de pies a cabeza, en silencio. Kobayashi había dicho, ¿verdad? Intenté hacer memoria pero no di con nada. Kobayashi, Kobayashi. ¿Estaba obviando alguna pieza importante? ¿Cómo se suponía que procediera con esta pulga?

    ¿Debía ignorarla?

    ¿O aplastarla?

    Los dedos me cosquilleaban, fuertemente comprimidos dentro de los bolsillos. Estuve a punto de abrir la boca cuando una tercera figura se apareció de la nada llamando a mi nombre y me arrancó de mis cavilaciones, forzándome a relajar el gesto por reflejo. Pestañeé, enfocando la silueta de la pelinegra, y una sonrisa liviana danzó en mis labios.

    —Hotaru-chan —saludé de la misma forma, en voz suave.

    ¿A qué venía el numerito? Vete a saber, de cualquier forma lo agradecía. La cabeza se me había desconectado y recibir una distracción tan repentina me ayudó a reconectar los cables. Mantuve aquella expresión ligera, casi amable, mientras las chicas hablaban entre sí. Conocía poco y nada a Hotaru, pero ya había demostrado ser muy capaz de divertirse como le viniera en gana a costa de los demás.

    Qué princesa tan problemática.

    A la mocosa no parecía haberle venido en gracia la intervención de Hotaru, le habló como si se dirigiera a alguien de su tamaño y joder, tuve que tragarme la risa que estuvo a punto de arruinar, no lo sé, mi fachada de tío elegante y compuesto. ¿Estúpida salamandra? ¿En serio? Me llevé una mano al rostro de forma vaga, un poco para tapar la mueca divertida al regresar mi mirada a Hotaru, en busca de su expresión.

    Y la cosa no quedó ahí.

    La niñita tenía agallas, había que admitirlo. Eso o era una suicida a secas. ¿Travesti? ¿Transexual? ¿Que quería comerme la boca? En serio, ¿cuántas idas de olla podía soltar alguien en tan poco tiempo? Venga, al menos debía agradecerles haberme divertido la mañana. Prefería este show antes que el tupé de la mocosa insultándome como si fuera mierda en el zapato o algo.

    Debajo de mi zapato vas a quedar tú, idiota insufrible.

    Bueno, bueno, Kou.

    Ya.

    Sólo es una niñita irreverente, ¿verdad?

    Puedes enseñarle su lugar sin ponerle un dedo encima.

    Lo sabes.

    Me permití una risa nasal, floja y bastante suave, mientras meneaba la cabeza y despegaba las caderas del lavabo. Avancé con bastante calma hasta posicionarme junto a Hotaru y deslicé la mirada de arriba abajo en torno a su cuerpo, deteniéndome en sus ojos para sonreírle. Fue un gesto amplio y cristalino, digno de un cabrón cambia máscaras. Entonces me volví hacia la niña, Kobayashi.

    —¿Has oído eso, Hotaru-chan? —solté con una nota de ingenuidad impostada, regresando mi atención a Ankoku; bajé un poco el tono de mi voz, ladeando la cabeza—. ¿De veras viniste hasta aquí sólo para comerme la boca~?

    Pedazo de tocho, madre santa de dios xdd
     
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    Hygge

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    Y yo dejo el anthem de esta por aquí

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    A la enana no le había hecho ni puta gracia que me apareciese por allí, solo había que ver cómo me miraba, como si quisiese atravesarme con los ojos o algo. Parpadeé, las tupidas pestañas meciéndose con cierta incredulidad fingida, y el velo de indiferencia y desinterés que me cargaba mandaron al desagüe su intento de tomar las riendas de una situación que rozaba el jodido surrealismo de por sí.

    ¿Estúpida... salamandra?

    ¿Tienes idea de con quién te estás metiendo, cariño?

    No, claro que no.

    Ni me interesaba ni pretendía descubrir qué había motivado a la chiquilla a aparecerse por allí, pero que incluso el pobre diablo pareciese sacado de onda con todo el espectáculo me causaba cierta gracia. La mañana se había puesto interesante de repente. Mantuve la mirada en todo momento posada sobre la niña, alzando la comisura de los labios apenas, recreándome en silencio con todo lo que salía de esa linda boquita suya. ¿Que si era consciente? Contuve las ganas de soltar una carcajada fresca en respuesta. Hablaba y se comportaba como la reina de la colina, cuando no comprendía una mísera parte de la mierda que se gestaba entre esas cuatro paredes.

    Dulce, dulce ignorancia.

    Entorné la mirada por una fracción de segundo cuando se plantó contra la puerta, como si se creyese con el puto derecho de bloquearme la salida o algo. Podía dejar fluir infinidad de cosas, como el hecho de que sacase mi sexualidad a colación sin venir a cuento, que intentase mirarme por encima de su hombro a pesar del tamaño de pulga que se marcaba, pero no toleraba las órdenes. Mucho menos de una cualquiera como ella. Hice un esfuerzo por contener la mueca de desagrado y mi sonrisa se ensanchó en respuesta.

    Alguien debe enseñarte cual es tu lugar aquí, preciosa.

    Nadie va a bajarme de mi trono.

    Nadie.

    Cerré los ojos, soltando el aire por la nariz en una risa suave al escuchar la voz de Kou a mi lado. Había seguido sus movimientos por el rabillo del ojo con una precisión felina, pero no era precisamente eso lo que se me pasaba por la cabeza. Comencé a caminar hacia la salida, sinuosa, y el manto de obsidiana se meció con mi movimiento sin despegar la mirada de Kobayashi.

    Hablando de japonesas perfectas.

    —Caliente caliente~. Te acercaste a la respuesta correcta —murmuré, casi ronroneé de hecho, y me incliné para sostener su mejilla con mi mano. Esperé sentirla tensarse, como lo hacía el mero hecho de entrar a un baño de hombres y prácticamente me relamí ante su presencia, sin dejar de hablar hacia Shinomiya—. Pero de repente me encapriché con otra cosa, me temo.

    De nuevo esa risita inocentona, como si tuviese un ápice de eso, e impedí cualquier huida de la chica sosteniéndola del rostro antes de estampar mis labios contra los suyos. No le di tiempo de procesar el gesto antes de profundizar el beso con la lengua, notando su inexperiencia al vuelo con bastante gracia, y la solté tras unos segundos como si no acabase de comerle la boca a una puta cría. No es como si mis límites morales fueran demasiado nítidos de por sí, pero robarle el poder se había sentido jodidamente bien y retrocedí un par de pasos, reparando en cada una de sus expresiones sin poder contener la gracia.

    ¿Puedes verla ahora?

    La jodida corona.


    >>Espero que eso resolviese todas tus dudas, cielo~. ¿Más relajada?

    Y el cabrón de atrás en primera fila. Esperaba que hubiese disfrutado al menos del espectáculo.

    Ya te dije que no me responsabilizaba de ella morita JAJAJA ay
     
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    Kaisa Morinachi

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    Mi seriedad se vio bañada por un desconcierto controlado, mis labios ligeramente abiertos mientras acrecentaba mi ceño fruncido; sintiéndome totalmente expuesta por la simple frase que empezó con caliente, y la que terminó provocó que me cruzara de brazos, ladeara la cabeza y entornara mi mirada al máximo; con la sonrisa gatuna en verdad malintencionada, todo lo opuesto a usado con Aoyama. No tenía respeto, esto era una competencia por ver cuál de las dos era menos idiota, ¿verdad?
    Aunque me olía a empate~

    Mis ojos opacados por la indiferencia volvían a brillar mientras ella se acercaba, inhalando hondo prediciendo sin pensarlo siquiera lo que ocurriría, porque la única loca japonesa que mordía y golpeaba antes de usar la jodida boca como correspondía, era yo hasta el momento; porque no había sido capaz de encontrar a otra de mi misma calaña...
    aunque esta se asemejaba.

    No me resistí; simplemente abrí la boca e hice los movimientos mínimos para no interrumpir su jugada. Cuando deduje que estaría por terminar su jugada, sin soltar la destensada cruzada de brazos que tenía, la risa brotó desde mi garganta y salió aterciopelada, monocorde y melodiosa; fresca y clara. Era una risa genuina y calmada, sin ningún rastro de nervios o tensión. Cuando empezó a alejarse volví a cargar mi costado en el marco de la puerta, brazos cruzados, una sonrisa apacible y mis ojos aún clavados en ella.

    Que calma, mira tú, si hasta me recordó que estaba viva y todo.
    Que no era una puta máquina.
    —Ehhh~, ¿cielo? Pero que bonito halago —canturreé antes de responderle cualquier cosa, con los rasgos felinos fluyendo con cada célula sanguínea que poseía. Aun no tenía pensado entrar en el baño de los chicos...
    No aún.
    >>Y si, ya me quedó claro quién es el pez gordo en este acuario metafórico, cariño —solté con total apacibilidad y calma, casi rozando lo maternal, pero el deje de sensualidad inevitable me delataba antes de siquiera empezar a mover los pies. Apunté a Kou con un ligero movimiento de cabeza—. Ese tipo me desespera, por eso tan a la defensiva, negligencia mía~

    Y entonces volví a erguirme como correspondía, pero en vez de llevarme las manos a la cintura deshice la coleta que llevaba mientras con la otra mano buscaba el peine dentro de mi bolso escolar. Seguí hablando con la templanza que había obtenido, sin deshacerme de la entonación gatuna.

    >>Quería divertirme con este chico, pero ya habrás visto lo amargado y poco sensible que es; una desgracia y escoria, la verdad— Mis cejas se arquearon con lástima, pero mi sonrisa seguía siendo la misma mientras hablaba; porque en realidad era una lástima que tanta belleza física se desperdiciara en tan gran idiota testarudo. Una verdadera las-ti-ma—. Solo lo vi sonreír cuando una chica poco menos y parecía querer matarlo, intenté ser brusca, arisca; luego juguetona, coqueta.

    Terminé de hacer el bollo alto en el pelo, para luego llevar mis manos a las caderas, cabizbaja y negando con suavidad.

    —Una lástima que me haya tenido que topar con un sádico, como los detesto~ —A pesar de los temas a tratar, la calma y ronroneo de mi voz y acciones nunca cambiaban, porque ya estaba en otra sintonía; ignorando de sobremanera a Kou, a pesar de seguir teniéndolo en cuenta. Miré directo a la chica, ojos contra ojos, ladeando la cabeza tan cachorro; cada hebra de mi cabello, exceptuando el flequillo, estaba aglomerada en el circulo sobre mi cabeza de manera pulcra y fina— Veo que tú eres más versátil~

    Y tras eso entré al baño, a paso calmado y calculado, tranquila y sin prisa alguna, tomándome el tiempo y formas que más me acomodaras; bien erguida, manos en la cintura y mentón solo un poco alzado. Mi mirada seguía siendo la misma, pero sin rastro de tensión o enfado. No dejé de hablar en ningún momento, como tampoco me distraje de sus ojos.

    —Yo no, soy demasiado testaruda, así que entraría en la categoría de masoquista—. Me detuve frente a ella, mirándola como quién le sonríe... no sé, ¿a su amante secreto, quizás? A su deseo culposo, pero sin culpa alguna. Solté otra risa aterciopelada, antes de llevar mis manos al cuello de su uniforme y repasarlo, acomodarlo a pesar de que siempre estuvo como correspondía.

    Masuyo C.png

    >>El idiota no entiende las señales, ni los mensajes ni las indirectas; muy estúpido, la verdad —hablaba más bajo, solo por estar cerca, me era irrelevante sí Kou quería o no escuchar. Ya estaba jugueteando con otro ratón distinto. Y mis ojos ahora seguían el camino que marcaban mis manos mientras hablaba—. Así que solo me ha hecho enojar, frustrarme y sentir mal, anoche casi me tomo un café hirviendo de la pura frustración, pero bueno; que conozco lo que es el auto-cuidado y el masoquismo se disfruta, no castiga—; cuello, botones del centro, cuando se acabó el cárdigan se bifurcaron mis manos y, sin rozarla, terminaron apoyándose en el lavamanos tras suyo, sin tocar ninguna mísera parte de su cuerpo. Mis ojos ya estaban otra vez sobre los suyos.

    >>¿Te gustaría ir a una fiesta, preciosa? —canturreé con mi voz grave, pero femenina, mientras ladeaba la cabeza y le sonreía casi con ternura—. Por un momento pensé invitar al principito de por allá, pero ya sabes; las reinas son más importantes que los futuros al mando~

    Mori: Mao va a invitar a Kou a la mascarada.
    Hygge: JAJAJAJA, no
     
    Última edición: 30 Enero 2021
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La expresión de Hotaru no auguraba nada bueno, eso era seguro. Detallé sus movimientos en dirección a la puerta como quien no quiere la cosa, al fin y al cabo la mocosa seguía bloqueándola así que, de momento, estaba encerrado. Las cacé al vuelo, ¿verdad? Sus jodidas intenciones. Las cacé y una sonrisa de mierda se extendió por mi rostro. Alcé la barbilla, entoné una ligera risa socarrona y aguardé.

    Tú y tus caprichos, Hotaru-chan.

    Era una salida de cuidado, como la pulga y Hiradaira, pero al menos estaba cagada en dinero y sabía gobernar sobre la podredumbre, no sólo revolverse ciegamente en ella. Bueno, o al menos era la princesita de quienes sí. Suficiente para mí. Apenas llegaban a Tokyo, pero ya había oído bastante en boca de Teruaki-san.

    Los Ankoku.

    Me desinflé los pulmones en un suspiro hasta dramático, desviando la mirada mientras Hotaru le comía la boca a la niña. Tampoco me apetecía ser un voyeur ni nada parecido. Como mucho me permití recorrer la figura de la mayor con la vista y luego derivarla al techo, la pared, mi propio reflejo. Asentí, satisfecho con mi aspecto.

    Regresé mi atención al espectáculo al notar que Hotaru retrocedía en mi dirección. Seguí los movimientos de ambas con la mirada entornada y una ligera sonrisa pegada al rostro, aunque apenas Kobayashi soltó la lengua de vuelta contuve otro suspiro pesado. ¿Ya estaba pegándome de vuelta? Pedazo de deporte, eh. Encima se puso a ventilar algunos trapos sucios y mira, me daba igual pero le estaba dando material a Hotaru para que me molestara.

    En serio, ¿qué había hecho para merecer esto?

    Eh~ Qué descarado, Kou.

    Si el espectáculo de Hotaru me había relajado un poco, la mocosa insoportable no tardó en hacer los honores para volver a tocarme los cojones. Qué ganas de enseñarle una puta lección, joder. Pero no merecía la pena. Además tenía que agradecerle a la princesa, ¿verdad? Me había salvado de una horrenda invitación a la fiesta.

    Solté una risa floja, descargando la tensión de algunos músculos, y empecé a caminar hacia la salida. Al pasar frente a ellas deslicé la mirada al aguamarina de Hotaru, lo suficiente para dedicarle una sonrisa suave.

    —Diviértete con tu nuevo juguete, Hotaru-chan~ No lo arruines demasiado rápido.

    Y me fui, en dirección al aula.

    Ya en el pasillo me permití liberar un bufido denso, muy denso, y giré el cuello en un par de direcciones. Saqué las manos de los bolsillos, las sacudí, la camisa se me acomodó sobre el cuepo y le di un par de vueltas a la malla del reloj.

    Como nuevo.
     
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    Hygge

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    Me estaba descojonando en toda su cara, haciendo lo que me venía en gana con su privacidad y su espacio personal y aún así la mocosa no se alteró un ápice. No me sacó ninguna reacción en concreto, tampoco me moría por generarle nada, más bien esperaba sacarme su insignificante presencia de mi camino pero ahí estaba. Relajando sus gestos como si fuese su amiga de toda la vida y le hubiese hecho un favor o qué se yo.

    ¿Era cosa mía o saltaba de un extremo al otro con una facilidad irrisoria?

    Vaya admiradora secreta te has ido a conseguir, principito.

    La escuché con condescendencia contenida a pesar de que me importaba una mierda lo que estaba diciendo, y de vez en cuando el labio me temblaba de la risa que me daba escuchar a una cría dirigirse de esa forma a Shinomiya. ¿Escoria? ¿Sádico? ¿Que quería divertirse con él? Tenía los ovarios bien puestos o era estúpida a secas, no me cabía en la cabeza qué esperaba conseguir acercándose a los de tercero cuando aún estaba tan... verde.

    Pero lo dejé fluir como todo, aguardando a que terminase su nuevo monólogo y se marchase o lo hiciese yo misma, lo que sucediese primero. Había entrado por pura diversión y ya estaba satisfecha, no me había despertado tan altruísta aquella mañana como para salvarle el culo a un tipo que apenas conocía. Estaba grandecito para quitarse las moscas de encima.

    Pero como si el jodido karma se estuviese riendo en mi cara de repente el chip en su cabeza cambió, y volcó toda su atención en mí. Enarqué una ceja al verla acercarse, peinarse mientras hablaba y una vez terminó comenzó a arreglarme el uniforme. La diferencia de alturas daba hasta risa y la miré desde arriba dejándola hacer sin más, con la sombra de la misma sonrisa jocosa danzando en mis labios. Incluso eché un vistazo fugaz a mi alrededor antes de volver a encontrar sus ojos.

    ¿Me estaba invitando a la fiesta una niña?

    ¿Dónde estaba la puta cámara oculta?

    —¿Cómo dices? —respondí, y bajé mi voz unas octavas mientras enrededaba un mechón de su cabello en mi dedo por amor al arte. ¿Un beso y ya la tenía comiendo de mi mano? Parece que me subestimé~—. ¿No crees que soy algo mayor para ti, linda? Seguro que los niños de tu edad se mueren de ganas de ir contigo.

    Ya, claro.

    Como suponía Shinomiya no fue estúpido y aprovechó que la tenía entretenida para deslizarse hacia la salida. Encontré sus ojos y mantuve la odiosa sonrisa en todo momento. Como si nada pudiese alcanzarme realmente.

    —Me debes una~ —comenté sin más, para volver mi atención a la enana que tenía tratando de aprisionarme contra el lavabo o a saber. Suspiré, encogiéndome de hombros con cierta teatralidad—. ¿Pero sabes? Puede que exista la remota posibilidad de que acepte. Hoy me siento generosa.

    Aparté sus brazos con firmeza, sin llegar a ser brusca, y seguí el mismo camino que el chico minutos después de que partiese. Alcé la voz por última vez, dándole la espalda mientras me alejaba.

    >>Tienes estos dos días para buscar una forma de convencerme, confío en ti~.

    No esperaba que me hiciese mucho caso pero visto lo visto, cualquier cosa era posible en aquella academia de locos.
     
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    Kaisa Morinachi

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    Estúpido y sensual narcisista XD

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    Solo desconecté mi atención de la azabache para observar a Kou con el rabillo del ojo, mi cara había vuelto a tener la apacibilidad seria que en realidad, era el sentimiento que me generaba Kou: Seriedad. Porque no podía verlo de otra forma que no fuera un crío al que había que darle a entender que no todo en la vida era tachar las cosas de la lista de compras, aburrido~

    Por eso mismo me alteraba más la presencia de la chica, ella parecía tener claro la filosofía de disfrutar los beneficios de la vida. No como el idiota de pacotilla, al que no tocaba solo por que sería muy similar a tocar a Kimura, y a Kimura nadie me lo tocaba sin su autorización.
    Vaya, si ya lo había adoptado y todo.

    Que fastidio.

    Dejé que la chica se fuera sin más, apartándome a un costado en cuanto ella me tocó los hombros. Me respaldé en el lavabo, brazos cruzados, y una sonrisa llena de cinismo y sorna, mentón alzado, cubrió mi expresión.

    —¿No es suficiente motivo seguir jodiendo a Kou-senpai? —solté con una satisfacción bastante controlada, sin quitar su vista de encima, luego me encogí de hombros a ojos cerrados, para desprender del lavabo y guiarme por su sombra.

    >>Yo en verdad, voy por el "Triángulo Dragón", Kou era la opción por sí no reconocía a nadie allá o, no sé~ —canturreé dejando atrás la seriedad apacible y buscar la mirada ajena, juguetona— Necesitar a algún principito corrupto~

    Había que ver, ¿juguete? Pobre ingenuo.

    Era una herramienta.

    El arma.

    Una muñeca de antaño

    El Karma.

    "Muñeco Vudú"

    Eso era lo que él estaba empezando a exigirme, ¿no?

    Después de todo, los árboles solo crecen bien sí son compasivos y pacientes con ellos~
     
    Última edición: 30 Enero 2021
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    Zireael

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    No había contado con que ella fuese a estirar la mano y revolverme el cabello, apenas detecté sus intenciones estuve por enderezarme como un resorte y evitar el contacto. De hecho se me descontroló el pulso, sentí el corazón bombearme sangre a una velocidad estúpida, y no sé cómo hice para permanecer en mi lugar.
    Incluso así abrí un poco más los ojos, a la expectativa, como un gato de la calle listo para echar a correr ante cualquier movimiento brusco... Que nunca llegó, obviamente. Cerré los ojos por reflejo y solté el aire contenido despacio, obligándome a relajar los músculos que había tensado de forma casi inconsciente.

    Me levanté de la silla, tomé lo que quedaba de sandwich y me retiré junto a Liza sin más luego de volver a sonreírle. Al menos sabía que ese gesto no era parte de los teatros que me montaba.

    Al llegar a su clase me despedí, le dije que nos veíamos mañana y seguí caminando. A mitad de las escaleras sentí que alguien me arrebataba el sandwich de la mano, ni siquiera me sobresalté.

    —¿Nos seguiste desde que salimos de la cafetería, Honeyguide? —pregunté al aire mientras el otro abría el sandwich y se lo zampaba de un par de bocados—. Qué acosador, hombre.

    —¿Y esa castaña tan bonita por qué no la conozco? —preguntó con la boca llena—. ¿Por fin te vas a ligar a alguien?

    —Ambos queremos entrar al mismo club, eso es todo. No pienso tanto con los cojones como tú, Shimizu —dije sin complicación mientras hundía las manos en los bolsillos—. ¿Vas a ir mañana al Triángulo?

    Asintió con la cabeza y cuando estuvimos en el pasillo de arriba lanzó la envoltura a la papelera.

    Seguí sus pasos hasta los baños, como si el estúpido me hubiese leído la mente. No estaba en mis planes que me arrastrara al cubículo pero Shimizu me tomó con la guardia baja, me empujó dentro y cerró la puerta.

    Solté un suspiro hastiado mientras rebuscaba en el bolsillo el porro a medio consumir.

    —Iré, sí. Aunque déjame decirte que tu diseñadora fina esa casi me saca un ojo de la cara, mejor le hubiese pagado con un riñón —comentó mientras echaba la espalda contra la puerta.

    —Se me olvidó decirte que le dijeras que ibas de parte de Dunn, my bad —respondí luego de soltar una risa y haberle pegado un jalón al porro.

    Me arrebató el pitillo de entre los dedos, soltó una risa bastante floja y le pegó una calada él también. No había mucho que hacerle, ya había perdido su dinero digamos.

    —¿Crees que aparezca alguien raro en la fiesta de mañana?

    Se encogió de hombros y pareció pensar la respuesta un par de minutos.

    —Un poco improbable según lo que me dijeron tus fuentes. Si fuese el caso no enviarían a los de toda la vida, si no, ya sabes-

    —Los que se camuflan, sí. Eso es lo que me preocupa.

    —Te vas a morir de estrés a los veinticinco, Cayden. Relaja el culo un poco, seguro Akaisa pone un gorila en la puerta y yo siempre cargo algún arma encima, todo controlado. Solo mantén esos ojos abiertos y ya.

    Le pegó un jalón bastante importante al porro y antes de que pudiese hacer nada me ancló la mano en el mentón, sujetándome el rostro para inclinarse hacia mí. Le atajé las intenciones sin dificultad al maldito hijo de puta, así que solo entreabrí los labios para que me pasara el humo blanquecino. Le exhalé encima unos segundos después.

    So nasty.

    —Pero no olvides divertirte un poco, mariposita, no te robaste la atención inicial para luego ir a estresarte como un estúpido.

    Le solté una sonrisa de mierda encima, le di un golpe sin fuerza en el pecho con la palma abierta y luego estiré el brazo para abrir la puerta. Como vi que no había nadie afuera le arrebaté lo que quedaba del porro, me lo acabé y seguí caminando, ya con la carita de mocoso inocente de nuevo.

    —Estás hecho un cerdo, ¿no, Ara-kun? —dije antes de alcanzar la puerta—. Andabas un chupetazo en el cuello hace poco, luego se te notaba en la cara que habías sacado un polvo y ahora estás aquí echándome el humo en la boca. Bastante incorregible~

    —Es mi don, qué puedo decir.

    —Con esos brazos tatuados y con traje vas a parecer un genuino hijo de la yakuza por cierto.

    —Como debe ser, ¿no crees? De todas formas de qué hablas, podrás tener cara de mocoso, pero la herencia de tu padre no se ha perdido. Sigues usando su apellido para rascar lo que haga falta en el mundo de sombras~

    Se me escapó una risa que amenazó con convertirse en una carcajada y salí del baño sin más, dispuesto a regresar a la clase aunque al final la campana había sonado hace un par de minutos.

    Había que ver qué pasaba mañana, sabiendo que Cerbero y Hades estaban dejando libre la entrada al Inframundo.


    Hitori rellenos locos

    Con eso cierro este arco de Cay (???)
     
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  16.  
    Gigi Blanche

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    Bueno, qué día de lo más aburrido. Anna seguía desaparecida, yo seguía sin hablarle, Morgan hizo su vida y la chica que se suponía debía mostrarle la escuela desapareció antes de que siquiera pudiera hablarle. No era mi día, ¿eh? Al comienzo del receso bajé a la cafetería para comprarme un pan y reconocí la voz de Emily a la pasada, dentro de la 3-2. Tampoco había indicios de Sonnen o de Cay Cay por ninguna parte, Arata tampoco, bueno. Supongo que todos andaban ocupados.

    Qué aburrido.

    Al final pasé el receso en la biblioteca, leyendo un libro cualquiera y comiendo mi pan. No estuvo mal en sí, era una persona que sabía estar sola, digamos. Podía disfrutar de mi propia compañía y convertirlo en un tiempo agradable. Aún así, no acostumbraba hacerlo. Siempre acababa rodeado de personas, a veces de lo más extrañas, que me arrastraban de aquí para allá y yo... estaba bien con eso. No me molestaba.

    No me gustaba del todo estar solo, si debía ser honesto.

    Cuando había silencio los pensamientos se oían más fuertes.

    Emprendí mi camino de vuelta cuando sonó la campana. Hice un bollo el papel del pan, lo arrojé en un cubo de basura y subí sin prisas hasta el tercer piso. Mejor aprovechaba el viaje para ir al baño antes de entrar a mi aula y casi choqué de frente con Cayden, que iba saliendo. Alcé las cejas, sorprendido, y de inmediato suavicé el semblante al reconocerlo.

    —Hola y adiós, Cay Cay —murmuré, dándole unos toquecitos cariñosos sobre la mata fuego—. Nos vemos mañana~

    Eso fue todo, entré al primer cubículo del baño y me dispuse a, bueno, hacer lo que tenía que hacer. Las clases de la tarde y ya, podría volver a casa. Podría tomar un té con nana, jugar con los pequeños y ayudar a mamá con la cena. Podría volver a rodearme de voces, risas y ruido.

    Perdón, es que últimamente roleo con muy pocos personajes y hay relaciones que extraño mucho (?
     
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    Zireael

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    Bueno bueno bueno, ¿pero no sería yo un aprovechado de mierda? Por supuesto, en parte los había seguido porque también era un chismoso a secas, parte de mi trabajo después de todo era ser los oídos de todo un grupo, así que digamos que la maña se me había quedado y no había mucho remedio en pretender eliminarla. El resto lo había soltado para intentar picarlo, aunque sabía no tenía demasiado éxito, con todo en ese momento el imbécil parecía particularmente tranquilo.

    Como quien ha hecho un buen trabajo y se va a descansar a casa satisfecho consigo mismo.

    Digamos que por eso lo había arrastrado al cubículo y le había pasado el humo al idiota, porque se lo noté en todo el cuerpo que estaba de un humor decente, y además sabía que haberse montado todo ese rollo de las invitaciones lo tenía en su puta salsa, sobre todo tan cerca del día y empezaba a dejar la luz por la que aparentaba moverse hasta alcanzar las sombras más oscuras.

    Cuando el mocoso siguió su camino me regresé al cubículo, me dejé caer sobre el inodoro y saqué la cajetilla de cigarrillos que cargaba desde que el idiota de Sonnen me había dejado sin la provisión de esos días. Saqué uno, inicié el pequeño incendio y entre el rechinar de la ruedilla del mechero escuché otra voz conocida, además del apodo que solo él usaba con el chiquillo.

    Pegué una calada, dejé salir el humo y me quedé escuchando.

    —Perdona, Ko, que casi te llevo en banda. —Desde donde estaba no podía verlos, pero Cayden le había sonreído como un idiota y solo le había faltado moverla la cola—. Nos vemos~

    Eh, si es que el tonto lo adoraba como si genuinamente fuera su hermano de sangre, la emoción se le había notado en cada maldita palabra y me daba entre risa y ternura. Si en el fondo era un bebé de verdad, el resto era puro teatro manejado de forma ejemplar.

    Escuché que Kohaku se metía a otro de los cubículos, me terminé el cigarro a velocidad y lancé la colilla al inodoro cuando me levanté para salir.

    —Eh, Ko-chan —dije una vez fuera, alzando la voz mientras me acomodaba un poco el cabello frente al espejo. Igual se me estaba pegando lo vanidoso el otro idiota—. Deberíamos tomar un par de copas juntos mañana, por los viejos tiempos.

    Tampoco iba a mentir tantísimo, le tenía afecto al enano.


    wEY TENÍA QUE *rueda por todo el piso* como no iba a poner la reacción de Cay?? y no soltar al pendejo de Arata asdsadbejs

    Ahí queda uwu ♥ era for the record nomás
     
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    Gigi Blanche

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    Unos segundos después de encerrarme en el cubículo oí que la puerta de otro se abría y alguien salía. No le concedí ninguna importancia, la verdad, hasta que el sujeto en cuestión elevó la voz y lo reconocí al vuelo. Ah, conque había estado con Cay Cay. Se me formó una sonrisa en el rostro y mientras traía la puerta del cubículo para salir se me ocurrió olisquear el aire. Pero claro, mira el puto olor que había a hierba y cigarro.

    No le dediqué gran atención como tal, pese a obviamente haber cazado su silueta y todo. Se estaba acomodando el cabello frente a un espejo y yo me posicioné en el lavabo de al lado para lavarme las manos. Bueno, me permitiría asumir que iría a la fiesta considerando lo que dijo.

    —¿Nostalgia, Ara-chan? —lo molesté, en el tono suave y liviano de siempre. Sacudí un poco las manos para quitarles el excedente de agua y reparé en su reflejo, primero, su perfil a mi lado después—. No lo sé, mejor me buscas ahí e intentas convencerme~

    Iba a broma, claro, pero ¿no sería aburrido una respuesta de manual? Llamarle sexto sentido, nariz de camello o lo que fuera, el caso es que rebusqué dentro de los bolsillos de mi saco y con suma precaución estiré el brazo hasta dejar caer un porro en las bolsas de su pantalón. Me había dado la sensación de que el pobre diablo apestaba a nicotina barata y no mucho más, ya mejor le valía comprarme antes de seguir echándose todos esos químicos nefastos en el cuerpo.

    Busqué sus ojos al erguirme y le dediqué una sonrisa angelical, de las que me montaba sin problema.

    —Invita la casa~

    Igual íbamos a la misma clase, de modo que guardé las manos en los bolsillos y lo esperé para emprender la marcha de regreso.

    pau: aquí queda
    belu: bUENO ESO LO DECIDO YO

    ya ya, no tienes que responder realmente JAJAJA pero tenía que aventar esto cuz he talked to me
     
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    Zireael

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    Lo vi salir gracias al reflejo del espejo, encontré sus ojos del mismo tono ámbar del otro chiquillo y le solté una sonrisa de siempre, fue una mezcla rara de altanería y genuina alegría. Me dejé el cabello quieto, giré el cuerpo para apoyar las caderas en el lavabo y me quedé allí, esperando que terminara de enjuagarse las manos. Total íbamos a la misma clase, irme no tenía mucho sentido y tampoco me apetecía.

    Solté una risa bastante floja cuando soltó lo de la nostalgia y me encogí de hombros, restándole importancia. La verdad no era bueno con sentimentalismos, nunca lo fui, no tenía la pinta ni de putísima coña pero usaba el pensamiento racional más de lo que parecía. Eludía las muestras de cariño genuino, evitaba mostrar cualquier emoción que no fuese aquel aire de prepotencia perpetuo y seguía con la vida.

    No tenía otra opción.

    —¿Hmh? ¿Tendré que usar alguna vieja técnica acaso? —dije como si nada, aunque era clara la doble intención del comentario.

    Noté su movimiento con el rabillo del ojo, rebuscó algo y finalmente estiró la mano hasta colar el objeto en cuestión en mi bolsillo. Me sonreí con una suficiencia que dio gusto, no había que ser ningún genio de premio Nobel para saber que me había dejado caer un porro así, por pura caridad.

    Tan amable como siempre el cara de ángel.

    Encontré sus ojos, su sonrisa de angelito y negué con la cabeza suavemente, con cierta incredulidad impostada. Como noté que se quedaba allí esperando aproveché el... digamos vacío legal, le encajé el brazo sobre los hombros, lo atraje hacia mí y empecé a caminar hacia la salida de los baños.

    —Pero qué servicial, Ko-chan~ muchas gracias, así puedo tirar esos malditos cigarrillos al menos por hoy —susurré bastante cerca de su rostro, saliendo del baño en dirección a la clase—. Ah, mañana espero contar con tus servicios, necesito reabastecerme un poco antes de tiempo.


    Shimizu pUEDES DEJAR EL CULO QUIETO UN SEGUNDO FFS
    Pista: he won't
     
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    Gigi Blanche

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    It was black but so violently bright
    Like the birth of a sun

    So I cried out
    But my voice could not be heard aloud
    For held here safe in my mouth

    The bird was done.

    Kohaku.png

    El silencio del baño me obligó a retroceder hacia lugares oscuros, al mismo tiempo que me despejaba la mente. Pestañeé y pestañeé, recobrando noción del espacio, pero a cada pantallazo negro las imágenes reaparecían. Veía su sonrisa demente, oía la música opacada por debajo de su voz, tan sedosa y pausada. Podía sentirlo, podía saborear la sangre en mi boca, las esquirlas de vidrio perforándome la piel. La dureza de sus nudillos.

    Podía sentirlo.

    Podía regresar a ese momento y permanecer atado a él.

    El corazón me lastimaba en el pecho y me fui a un lavabo, intentando tomar algo de agua. Tragué como un estúpido, tanto que el estómago casi se me dio vuelta, y me quedé allí, con la cabeza floja y los dedos más pálidos que nunca. Cerraba los ojos de puro impulso para regular mi respiración, pero cada vez que lo hacía le permitía a los demonios regresar.

    ¿Qué hacía ahí? ¿Iba al Sakura?

    ¿Ahora lo entiendes, Ko?

    ¿Anna lo sabía? ¿Rei lo sabía? ¿Alguien...?

    Lo que pasa cuando metes las narices donde no te llaman.

    No. Nadie lo sabía.

    Y lo que puede seguir pasando...

    Me había encargado de ello.

    si abres la puta boca.

    Era lo normal, sólo yo conocía el nombre de mis demonios. Los sellaba debajo de mi piel, aunque quemaran y perforaran. Los encerraba con tanta fuerza que acababa siendo doloroso, y ya no eran sólo sus dientes afilados. Eran los míos. Pero era lo que tenía que ser, ¿verdad? No había otra alternativa. ¿Qué diferencia haría, de todos modos? Nada iba a cambiar el pasado. Chiasa no volvería a sonreírme, Yako tampoco, y Shinomiya seguiría siendo el puto protegido de la yakuza.

    Nada iba a cambiar si abría la boca.

    De un momento al otro me di cuenta que estaba clavándome un espectáculo para cualquiera que entrara al baño y me encerré en el cubículo de siempre. Me desplomé sobre la tapa del retrete, rebusqué entre mis bolsillos y encendí un porro empezado con dedos temblorosos. Casi se me fue a la mierda y la llama del mechero me dolió en la retina, y el corazón me seguía yendo como loco y le di una calada profunda que te cagas. El humo me quemó en los pulmones, entrecerré los ojos y le di una patada a la puerta, exhalando poco a poco. La madera rebotó contra el pestillo de seguridad y de mi garganta brotó una risa insonora, grisácea. Y observé el humo danzando hacia el techo, y le di otra calada y tragué grueso. Era amargo que te cagas.

    Hijo de puta.

    Sólo quedaba aceptarlo, como siempre.

    Hijo de su grandísima puta.

    Aceptarlo y adaptarme.
     
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