Baño de chicas

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 23 Noviembre 2020.

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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Los baños de chicas del Sakura Gakkuen. Son amplios, con cubículos cerrados y lavabos con espejo. El pequeño ventanuco del fondo permite la entrada de luz natural.

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    Había acompañado a las chicas a su clase, me había despedido e incluso había subido a la segunda planta, decidida a meterme a clase de una vez a pesar del montón de inseguridades de mierda que me habían caído encima de la nada. Estaba completamente dispuesta a ignorarlas, como había hecho desde que Kaoru terminó bajo los neumáticos de aquel coche, como había hecho para sacar a mis padres de la trinchera.

    Pero ahora no había nadie a quién sacar.

    Más que a mí misma.

    ¿Estaba sobrepensándolo todo? Posiblemente.

    ¿Por qué no solo lo llamaba y punto, en vez de hacerme la tonta?

    Porque la palabra había saltado: error. Y una vez que lo hacía no había manera de retroceder, por más que lo intentara, porque el error era lo que intentaba reducir en mi vida.
    De esa forma, enfrascada en mis mierdas, ni me di cuenta que Hiradaira y otras chicas estaban en el pasillo, simplemente me giré, regresé a la planta baja, me metí a los baños y me encerré en el último cubículo. Me dejé caer pesadamente sobre el inodoro cerrado, sin realmente mayor objetivo que no estar a la vista de todo el mundo de repente. No era que sintiera ganas de llorar ni nada, era una tontería, pero tampoco me sentía bien y solo quería desaparecerme un rato.

    Apagón.
    La palabra me rasgó la mente con una fuerza ridícula, me llevé la mano al bolsillo de la falda y saqué el móvil, para revisar los contactos, me detuve sobre el de Altan, así en piloto automático.

    Apagón.

    Hey.
    No me regresaste la caja de bento.


    Sí ya sé, más tarde te la paso.

    Al.

    ¿Qué cojones quieres?

    Siempre llevas cigarros encima.
    Sé buen niño, mueve el culo a los baños de abajo y pásame uno.


    ¿Me estás jodiendo?

    Ya quisieras. No te pongas de moralista, el viernes me arrastraste al Hibiya.
    Intentaste besarme, bebiste conmigo, tu amiguito tatuado me dio tabaco también.
    Deja de pretender ignorarlo.

    Somos cómplices.


    As you wish, Persephone.

    Se tardó lo que me pareció una eternidad, pero minutos más tarde recibí otro mensaje suyo diciéndome que estaba fuera de los baños, así que salí, me pasó un cigarrillo casi con maña, colándolo en el bolsillo de la falda, y me dejó también aquel mechero de niño pijo que cargaba desde vete a saber cuándo ya.

    —¿Ahora eres tú? —preguntó con cierta burla en la voz—. La rota.

    —¿Rota? Al, mi vida, debo ser jodidamente inmortal a este paso —solté con el mismo tono de voz—. Agradece que no te pedí otra cosa más que un simple cigarro.

    —¿Black out?

    Black out.

    Un poco crípticos sí que podíamos ser cuándo nos daba la maldita gana, como si tuviéramos un código, un idioma, pero todo era porque estaba sincronizada a medias con él. Podía leerlo como él leía a los demás, incluso sin tener el privilegio de ver el mundo como una telaraña.

    >>Como sea, gracias. —Giré para volver a meterme a los baños, pero el idiota me sujetó la muñeca.

    —Ten cuidado por dónde te estás moviendo, Shiori.

    —Sí, sí. Ahora déjame. —Me saqué su mano de encima con un movimiento brusco—. Es un cigarrillo no una inyección de heroína, relaja el puto culo. Nunca nos preocupamos el uno por el otro, no vamos a empezar a hacerlo ahora.

    Él lo sabía, la razón que tenían mis palabras, y tampoco podía ponerse muy quisquilloso. Más de una vez me había echado el humo en la boca, no había diferencia de echármelo yo en los pulmones directamente.
    Volví a meterme al cubículo y sin importarme que hubiesen algunas chicas de primero afuera, mirándose en el espejo antes de subir a clase, saqué el mechero de Altan, lo accioné y encendí el cigarrillo de una calada. Liberé el humo no mucho después, que se alzó al techo de los baños.

    —Mira que ir a soltarle todo en la cara de la nada —murmuré apenas para mí misma—. ¿Desde cuándo soy tan jodidamente estúpida?

    Me llevé el cigarro a los labios de nuevo, dando una nueva calada, y volvía a revisar el móvil. Me quedé viendo el contacto de Hiroki como una idiota hasta que finalmente regresé el aparato al bolsillo sin hacer nada.

    Bueno, tan siquiera me había divertido el fin de semana. Ya eso era algo.

    Lástima que no tenía ni la más puta idea de que había estado charlando, bebiendo y fumando con dos idiotas de la extinta pandilla que había tenido por cabeza a nadie más que mi propio hermano mayor, y los dos idiotas, un poco cagados de verme ahí, tampoco se habían atrevido a decirle nada a Altan.

    ¿Qué habríamos hecho con esa información? Ni idea.

    Habíamos faltado a la voluntad de mi hermano de no revolverme con las pandillas.

    Pero ya a eso había fallado desde que me lié con Altan el año pasado, enredado como había estado siempre con piezas flojas, y seguí haciéndolo cuando terminé follando en la maldita enfermería de la escuela con un ex-lobo de Shibuya.

    Lo problemática lo había disimulado bien, ¿no? Y ahora brillaba como serie de luces de Navidad.
    Por eso me había fusionado con la maldita figura de los lobos de maravilla.

    Lo llevaba en la puta sangre y no lo sabía.
    absolutamente necesario
     
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    Yugen

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    Tomo-chan, tengo una sorpresa para ti.

    Había sido gracioso verdaderamente. Si se estuviese mirando en ese momento al espejo tendría esa puta sonrisa desquiciada en la cara. Esa de dientes descubiertos, animal, carente de humanidad por completo. Tenía ganas de partirle la jeta desde que los había dejado y lo había estado buscando como una alimaña hambrienta. Ni un chute de la mierda que se metían en la calle podría disparar el torrente de serotonina que activaba escuchar las carne desgarrarse y el crujir de madera seca al quebrarse los huesos.

    Deslizó el pulgar sobre la pantalla del móvil. El archivo adjunto se descargó rápidamente.

    Ah, como me encantan las sorpresas. Especialmente estas.
    Puta zorra de mierda.
    Se le escapó una risa extraña, nasal.

    Era una foto. Una de las chicas de tercero, ni siquiera le importaba el nombre. Aparecía semidesnuda con el uniforme desabrochado y la falda corrida unos centímetros por encima de los muslos. Se la había follado un par de veces sin compromiso como tantas otras que tenía agendadas a su lista de contactos por mero y puro entretenimiento. Su misoginia era demasiado palpable como para verlas como algo más.

    La había visto. A la chica de la víbora azul. La que rondaba al lobo de Shibuya como un insecto molesto. No se le escapaba nada al jodido imbécil. A fin de cuentas era una hiena y prefería evitar enfrentamientos directos. Aunque podía desgarrar la piel y partir huesos, no tenía nada que hacer contra depredadores más grandes. Era alto, espigado y enclenque. Bastante débil en apariencia, siempre llevando una marcarilla. Era un tipo con un sistema inmune de mierda.

    La verdadera pregunta era como alguien como él había logrado liderar a los lobos.

    Hi-kun, te gustan los perros ¿no?

    Él, que solo era el hijo bastardo de una prostituta.


    Había golpeado una y otra y otra vez. Hasta que la carne desgarró y los huesos crujieron bajo las acometidas de su bate de clavos.

    La sangre le salpicó las mejillas y el olor a óxido le inundó el cerebro. Los colores y las luces de neón danzaron frente a sus ojos como un carrusel y sus risas desquiciadas taladraron sus oídos y le entumecieron el cuerpo.

    Ven bonito, ven. Vamos a divertirnos tú y yo.

    Movió el cuello de lado a lado como un péndulo que crujió con un sonido sumamente desagradable. La había estado siguiendo. Guardando las distancias porque no era ningún imbécil y aunque tenía algo que entregarle, esperaría a que estuviera sola para hacerlo. Odiaba ser el puto chico de los recados pero aquel pequeño presente, si había hecho correctamente sus comprobaciones, sería justo la chispa necesaria para desatar el Ragnarök.

    Solo que Fenrir ya estaba muerto.
    Jugueteó con aquel pequeño presente entre sus dedos, distraído. Y sonrió cuando la superficie de metal destelló bajo los halógenos del baño de chicas.

    Pero qué bonito.

    Si se parecían y todo.
    —Woof—susurró con cierta diversión intrínseca y alzó la mirada hacia el espejo.
    Tenía un aspecto de mierda. Estaba pálido, demacrado, con unas profundas ojeras violáceas. Y aún así le sonrió a su reflejo. Le sonrió a su reflejo como el jodido desquiciado que era. Como la hiena manchada que se había infiltrado entre los lobos. Como el maldito egocéntrico manipulador. Sabía que ella podía salir en cualquier momento del baño pero actuaba con bastante metodismo, como si le trajese sin cuidado si lo veía. Los baños estaban exentos de cámaras y habiéndose asegurado de que no hubiese nadie en la puerta ni en el resto de cubículos se había echado encima una coartada perfecta.

    Por eso su historial policial estaba limpio, incluso si era un criminal consagrado.

    Salió poco después y desapareció por el pasillo. No quedó rastro alguno de que hubiese estado allí.

    Salvo... eso.

    El pequeño presente.


    Manchado de una sangre ya seca, oscurecida, todo lo que había sobre el lavabo era un llavero de Hachiko.

    Todos: Natsu es un monstruo
    El verdadero monstruo:

    I'm not even sorry *llora*
     
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    Zireael

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    It's the start of the end.
    Surrender the throne.
    The blood on my hands covered the holes.
    .
    The wolves are at my door
    but I can see the writing on the wall.
    The wolves are at my door
    waiting for my empire to fall.
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    Me había intentado fumar el cigarro sin demasiada prisa, para tan siquiera rendirlo un poco, y me distraje con las volutas de humo escalando hacia el techo tratando de no pensar en nada más o la cabeza se me iba a terminar de ir a la mierda. En determinado momento pareció que el baño quedó completamente vacío, no había ruido en los lavamanos, tampoco en los cubículos.

    Al menos fue así un rato, porque luego aparecieron los pasos amortiguados. No eran femeninos, estaba casi segura, pero su puta madre iba a salir a comprobarlo cuando todavía me quedaba algo del cigarro, apenas una calada más.

    Se detuvo, lo escuché, pero por la hendija de ese cubículo no alcanzaba a ver demasiado por el ángulo. Si acaso pude notar su silueta, alto, delgado como una varilla. Bastante parecido a un palillo de dientes si me lo preguntaban.

    Vaya idiota estaba hecha.

    Poco sabía de la hiena que tenía al frente.

    Y Altan, que no había calculado ese giro, tampoco me había advertido de la presencia del monstruo que se había colado en los baños en el momento perfecto para fracturarme la mente de principio a fin.

    Se fue no mucho después, como si realmente no hubiese entrado a hacer nada o eso creí yo. Aplasté la colilla contra la pared del cubículo, las cenizas fueron a dar al piso y la lancé luego al inodoro para bajar la cadena. Tomé el maletín del suelo, me acomodé el uniforme aunque no estaba fuera de lugar siquiera y salí del cuadrante. Todavía no se había metido nadie más.

    Me acerqué al lavabo para enjuagarme la boca, tan siquiera sacarme el sabor a humo de la lengua y fue entonces que lo vi.

    Y el mundo se fue a negro.

    El llavero de Hachiko manchado de sangre oscura, oxidada, tirando entre marrón y negro bajo las luces halógenas. El llavero de Hiroki allí sobre el lavamanos, puesto para que obviamente yo lo viese, porque no me habría metido con las pandillas hasta el fondo pero me hacía una idea de cómo se movían los hijos de puta. Lo había visto en las sonrisas de mierda que se le escapaban a Altan a veces, en cómo leía el mundo y cómo se movía, lo vi también en Shimizu su amigo el tatuado, en su charla sobre cuchillos, y en Cayden Dunn, incluso aunque era ansioso como la mierda, pero más que eso lo había olido apenas... El maldito sulfuro.

    Apestaba.

    Los dientes me castañearon como si tuviese frío aunque afuera rayaba un sol que hasta que daba gusto y de hecho una cubeta de agua helada y hielo me cayó encima, sentí el escalofrío que me arrojó todo el cuerpo antes de que el agua diera paso al incendio forestal, arrasador, capaz de destruirlo todo.
    Estiré la mano hasta tomar el objeto, como si solo verlo no me bastara para confirmar lo que había pasado y entonces pensé que el único error absoluto había sido no hostigar a Hiroki el fin de semana, quedarnos juntos o lo que fuese.

    No lo sabía, pero estaba pensando exactamente igual que Altan la noche antes de que Jezebel se fuese y como pensaría de saber que esa misma hiena, la que acababa de dejarme su versión de una oreja cortada sobre el lavado, había acorralado a Anna el viernes.

    Culpa.

    Total y absoluta culpa.

    Apreté el llavero en el puño, el regalo de Aika, el pequeño obsequio que compartía con Hiroki y ahora estaba allí, lejos de su dueño, parchado de sangre, y el grito que me rasgó la garganta mientras lanzaba el puño cerrado contra el espejo debió escucharse hasta el puto patio y el portón de la Academia.
    El cristal se hizo trizas, me abrió los nudillos y se parchó de sangre fresca. Había dolido como la mierda pero no interesaba, ni por asomo, de hecho el dolor me avivaba el incendio.

    No.

    El jodido infierno.

    El maletín se me había resbalado de las manos en algún momento, quedó en el suelo del baño, y salí hecha un absoluto demonio. Sentía la sangre deslizárseme por los dedos y seguramente se revolvió con la que ya tenía impregnada el objeto.

    —¡Muestra la puta cara, maldito cobarde! —grité ya en el pasillo, podía haberse desaparecido pero me iba a escuchar hasta el maldito Satanás. Recibí miradas de la gente de afuera pero no pudo importarme menos—. ¡Ven! ¡¿Quieres jugar, es eso lo que quieres?! ¡Sube al maldito tablero, jodido asqueroso!

    Le estaba hablando al aire, pero estaba ida como cuando Anna le había escupido encima a Hiroki, peor si era posible. El rojo y el negro palpitaban como un maldito corazón vivo, y el reflejo del lago negro me regresó una sonrisa que era casi una copia de la del monstruo, pero esta vez no tenía a quién pedirle ayuda para salir.

    Me lo habían arrancado de las manos.

    Esta vez no podía llorar porque no había quién me sacara del pozo.

    Así que debía abrazarlo, ¿no? Al reflejo, a la sonrisa desquiciada, a la parte más repugnante de mí.

    Fusionarme hasta la médula con los lobos.

    Como había hecho Kaoru sin que nos diéramos cuenta.

    Yako.

    El zorro de campo de Chiyoda.

    —¡¿Qué piensas, maldito desperdicio, que no tengo quién me respalde?! ¡Hijo de puta, no tienes idea de con quiénes te estás metiendo! —Me lo estaba inventando, estaba arrastrando a Altan y sus piezas flojas al terreno sin siquiera tener idea que ya de por sí el alemán tenía razones de sobra para querer romperle todos los huesos—. ¡Lo sabes, hijo de perra, lo sabes bien! ¡En la puta calle todo se cobra!

    No sé en qué momento alguien me cayó encima, me detuvo justo en el nacimiento de las escaleras, casi tacleándome.

    —¡Kuro, para! ¡¿Qué tienes, qué te pasa?! —Su voz me llegó como de otro mundo, pero era la voz de Hiroshi Koizumi.

    —¡Ese maldito bastardo, fue ese maldito cerdo, le hizo algo!

    —¡Ya para! —Traté de zafarme y aunque Koizumi no tenía ni de coña la fuerza o altura de Altan, se había sacado adrenalina suficiente para poder contenerme y prácticamente hacerme retroceder—. ¡Para, estás sangrando!

    —¡Suéltame de una puta vez, Koizumi! —espeté, tratando de quitármelo de encima—. ¡Qué me sueltes!

    Negro.

    El más absoluto negro.

    Vantablack.

    ¿Me había tenido que noquear, el jodido mocoso de mierda, y lo había logrado?

    Qué puta gracia.
     
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    Gigi Blanche

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    Se estaba disculpando. La idiota se estaba disculpando y no vi por dónde negarlo con el ahínco que habría deseado. Alcé la vista hasta sus ojos un poco de golpe, abrí la boca dispuesta a hablar pero nada salió. Retrocedí a los pocos segundos, volviendo a sellar los labios para rascar y rascar hasta conseguir algo medianamente decente.

    —No es tu culpa, Em, sólo querías ayudar.

    Probablemente nada habría salido tan mal si no hubiera sentido el agobio de aquellas personas acercándose, pero lo cierto es que no me enteraría. Noté que se giraba hacia mí y, otra vez, busqué sus ojos con cierta timidez. Había algo en aquel morado tan amable que agrietó aún más la represa, y el nudo en la garganta palpitó. Tragué saliva.

    Que cómo estaba.

    —Yo...

    ¿Quería mentirle?

    Dios, no.

    Estuve por hablar, las lágrimas a media palabra de aflojarse del todo, cuando la voz de Jez a mis espaldas me hizo dar un respingo. Había llamado a Altan con tanto ímpetu que no pude omitirlo, aunque tampoco me di vuelta. De hecho, todo el puto cuerpo se me tensó.

    No lo pensé demasiado, sólo busqué la muñeca de Emily y la jalé fuera de los casilleros, por el pasillo y hasta el baño. El recorrido duró apenas segundos pero ya no pude retener una mierda y comencé a sollozar incluso antes de llegar a destino.

    Cerré la puerta de un empujón, el coletazo siguió aflojándome las defensas y cuando me le eché a Emily encima, toda la mierda me inundó.

    ¿Estaba siendo egoísta? Probablemente, pero no vi por dónde detenerme. Tampoco me fijé si habría alguien en algún cubículo, sólo enterré el rostro en el hombro de Emily y retraje los brazos contra su pecho, como un crío asustado o un animalillo herido. Dios, tenía que estar jodidamente desesperada.

    Ayer había rechazado su abrazo y ahora estaba forzándola a darme uno.

    Mierda, Anna.

    De la forma que fuera, no vi por dónde contenerme. Cada vez que pensaba que no iría a seguir llorando la represa se colmaba en un pestañeo y ahí iba, ahí me ahogaba. El llanto se sentía irreal, rebotaba entre las paredes de azulejo y regresaba a mis oídos deformado. Era deplorable, era patético y ruidoso.

    Y dolía.

    Dios, dolía muchísimo.

    Amane chale uwu
     
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    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Lo cierto es que había esperado unas cuantas reacciones por parte de Anna, siendo aquella una de ellas si tenía que ser sincera, pero no había manera de que hubiese predicho la escena de Altan y Jezebel y, sobre todo, cómo esta podía afectar a la morena. Por supuesto, no tenía manera alguna de saber todo el rollo que llevaban encima, pero tampoco era ciega y sabía que algo pasaba entre ellos.

    Me dejé llevar por Anna sin oponer ninguna resistencia, como cabía esperar. De buenas a primeras podría parecer que simplemente me dejaba hacer para, no sé, no molestarla o apenarla aun más pero lo cierto era que sí que quería aquello. No había querido presionarla, pero al final del día lo único que había querido era que confiase en mí para que dejase salir de una vez todo lo que llevaba dentro y que la estaba ahogando de aquella manera.

    ¿Lo quería por bondad o por egoísmo? ¿De verdad me preocupaba o solo quería atarla aún más a mí, que me necesitase de esa manera y no me dejase sola? Eso... eso era algo que prefería no pensar de momento.

    La recibí en mis brazos sin problema, haciendo peso sobre los pies para no moverme ante el ímpetu, quedándome así anclada en el sitio. La rodeé por completo con mis brazos y de repente me percaté de lo sumamente menudo y frágil que era su cuerpo, de lo pequeña que parecía.

    ¿Cuántas cosas has tenido que aguantar, Anna? ¿Cuántas cosas ha soportado este cuerpo tan frágil, cariño?

    De vez en cuando apretaba un poco más, afianzando el agarre, pero por general preferí mantenerlo lo más suave posible. Las manos se habían anclado a su espalda y no había manera alguna de que la fuese a soltar hasta que no quisiese, pero tampoco quería realmente presionarla así que estaban ahí, firmes pero sin apretar. En algún momento comencé a rozarle la espalda con una de las manos e incluso me atreví a subir un poco a su cabeza, acariciándole el cabello con mimo.

    —Está bien, cielo —murmuré con aquel tono suave, casi maternal, dejando caer la cabeza hacia un lado hasta depositar la mejilla sobre la suya—. Sé que duele, pero déjalo salir todo, ¿sí? Tómate todo el tiempo que necesites, hasta que deje de doler.
     
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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master yes, and?

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    Otra vez cuz yes



    Stood at the cold face
    Stood with our backs to the sun
    I can remember being nothing but fearless and young
    We've become echoes, but echoes, they fade away
    We've fallen to the dark as we dive under the waves

    Anna dark mode 2.png

    Nunca había sido de llorar. Incluso de pequeña, cuando me caía, me raspaba las rodillas o los codos. Siempre me la aguantaba hasta no poder más, apretaba los dientes con tanta fuerza que sentía iría a quebrármelos. No me gustaban los demás niños lloriqueando, gritando o haciendo escándalo. Me creía mejor, más madura y que debía estar a la altura. Me avergonzaba demostrar debilidad, porque se suponía era la mejor en lo que hacía, a la que más felicitaban, a la que más aplaudían, y no podía ser menos de lo que la gente veía en mí.

    En verdad toda la vida me moví según reflejos, ¿verdad?

    No más que una sombra maleable a disposición de los demás.

    Una silueta.


    Emi no opuso resistencia alguna, mucho menos me apartó. En el fondo sabía que siempre podría contar con ella, que era esa clase de abnegada, y quizá fuera esa certeza precisamente la que me había mantenido reacia a buscar cualquier cosa parecida al confort entre sus brazos. ¿Y si me acostumbraba? ¿Y si también me enroscaba en torno a su cuerpo y terminaba asfixiándola? Jamás me lo perdonaría, no podía permitírmelo.

    No.

    No podía.


    Ahí estaba, sin embargo. Era un maldito grifo descompuesto, llorando a borbotones. No podía formular una sola palabra coherente, el aire quemaba y todo el cuerpo me ardía, pero estaba frío, entumecido, los espasmos se descargaban como relámpagos y me oxidaban los músculos. Por un momento tuve un miedo horrible de sufrir otro ataque de asma, me costaba respirar y sentía la cabeza liviana. Pero no era eso, sólo me estaba hiperventilando.

    Demasiado aire.

    El corazón me golpeaba las costillas.

    No puedo dejar de llorar.

    Cálmate, Anna.

    Cada vez más, y más, y más.
    No respiro.

    Anna, cálmate.

    Dios, estoy toda sudada.

    Cálmate.
    No respiro.

    Ya cálmate.

    Ni siquiera podía ordenar mis ideas, no estaba pensando nada en absoluto. Era una represa rota, una cascada ruidosa, una mera silueta inundándose. Como si nada me perteneciera, nada me identificara y nada mereciera. Las caricias de Emily estaban ahí, intenté aferrarme a ellas, intenté no perderme y acabé fallando como una jodida en mi misión por no atarme, por protegerla de mí misma.

    Estiré los brazos y literalmente me enrosqué en torno a su cuerpo. Dios. ¿Qué dolía, exactamente?

    Todo.

    Estar lejos de mi familia.

    No ver a papá.

    Ser incapaz de pedirle un abrazo a mamá.

    Saberla tan apagada, fría y vacía.

    Temer convertirme en ella.

    Haber sido una auténtica sombra tanto tiempo.

    Haberle mentido a Kakeru.

    Haberme aferrado a su cariño.

    Soltarlo a la deriva.

    Ignorar su canto de sirenas.

    Su cuerpo frío.

    El asma.

    Creerlo muerto.

    Creerme responsable.

    Mi reflejo en el espejo.

    Los lobos en las sombras.

    El empujón de Kou.

    Mi reflejo.

    La ansiedad.

    Los vómitos.

    El miedo.

    Mi reflejo.

    Los rumores.

    Las manos de Tomoya.

    La sangre de Kurosawa.

    El abrazo de Jez.

    Mi reflejo.

    La voz de Kohaku.

    Los almuerzos de Emily.

    Mi reflejo.

    Altan.

    Mi reflejo.

    Sólo... Altan.

    ¿Qué veía en mi reflejo?

    Una sombra.

    Una silueta.

    ¿Qué vería Altan en mí?

    ¿La sombra de alguien más?

    ¿El trazo de una silueta a voluntad?


    Me obligué a calmarme, vete a saber cómo funcionó, al menos regulé mis respiraciones y el mareo amainó. Lo fue reemplazando una presión contundente, áspera, que se extendió por todo mi cráneo, pero no le di mayor crédito. Las palabras de Emily llegaron desde algún rincón lejano, justo como ayer, pero esta vez barrieron el ruido blanco que me rodeaba y efectivamente me alcanzaron. Sentí su mejilla contra la mía, ese simple contacto reactivó mi cuerpo y estiré el cuello para darle un abrazo más firme. Pegué el rostro a su cabello, estampé las palmas en su espalda y sorbí la nariz, intentando encontrar mi voz. Dios, debía estar hecha un desastre y no quería que me viera así.

    —Estoy cansada, Em —sollocé, me oí trémula y gangosa; tenía la nariz tapada y resollé—. Estoy tan cansada de todo.

    Como para renunciar y ya.

    —Ya no... —Respiré con fuerza a la mitad de la oración, intentando recomponerme—. Ya no quiero nada. Nada de esto. No puedo perdonarme, no puedo ser feliz, no... ya no sé ni lo que quiero. Si merezco algo. Si alguien debería quererme o si sólo les haré más, y más, y más daño.

    Apreté los ojos hasta que dolieron y volví a sollozar, tensando el cuerpo para evitar más espasmos.

    —Casi lo maté, Em. Casi lo maté y ya no quiero hacerle eso a nadie.

    Dios, lo siento.

    —Pero lo quiero.

    Lo siento tanto.

    —Y me duele mucho.

    Ser una mera sombra.

    Sólo una silueta.

     
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  8.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Esperé pacientemente mientras las chica seguía desahogándose. ¿Qué esperaba exactamente? No sabía si iba a hablar en algún momento, tampoco pretendía que lo hiciese, pero supongo que esperaba a que se calmase un poco. En algún momento lo haría, ¿cierto? No importaba cuando pero quizás solo quería eso, que llorase hasta que se sintiese tranquila.

    Sentí como en algún momento sus brazos se deslizaban hasta rodearme también y volví a apretarla ligeramente en respuesta, como si intentase hacerle saber que seguía ahí, que seguía dispuesta a esperar y a escucharla si hacía falta.

    Y habló, así que la escuché.

    No podía decir que había logrado seguir el hilo de sus pensamientos por completo, pero hice el mejor esfuerzo que pude para intentar comprenderlo. Quería saber qué responderle, quería ayudarla de verdad, y haría lo posible por conseguirlo aunque me costase.

    —Cariño... —comencé a hablar, en un murmullo también, tomándome mi tiempo para formular las palabras de la manera que quería—. Lo que realmente te puedo asegurar es que mereces que alguien te quiera, sin importar qué. Puede que desde tu posición no se vea así, que parezca que has hecho algo tan terrible que no mereces ser feliz o que te quieran, pero créeme, nada es tan terrible como para que sea así.

    Hablaba desde la más absoluta ignorancia, por supuesto, aunque las palabras inconexas de después me hacían querer entender algo de lo que había sucedido. Pero aun así, sin saberlo o teniendo solo una ligera idea, estaba convencida de mis palabras y lo decía desde la más absoluta sinceridad también.

    ¿De verdad podía una niña de 16 años hacer algo tan terrible que le hiciese ser miserable el resto de su vida? ¿Estaba el mundo tan jodido? Realmente quería pensar que no, que Anna lograría darse cuenta que mucha gente estaba dispuesta a quererla incondicionalmente y que creía que se lo merecía.

    Quizás yo podía ser una de ellas, sin ir más lejos.

    Cogí aire por la nariz y lo solté poco a poco, armándome de valor para seguir hablando. No sabía si estaba bien o no, pero si había tomado el impulso de contarme lo que fuese... tenía que, al menos, intentar que lo hiciese de verdad, que se quitase todo el peso de encima, o no merecería la pena.

    >>Anna... ¿de quién estás hablando?
     
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    Gigi Blanche

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    Absorbí las palabras de Emily aunque muchas no las incorporé o acepté como habría querido. Ojalá fuera tan fácil. Ojalá bastara con oír lo que quieres escuchar, lo que tu corazón o la mierda que sea necesita, pero no funcionaba así. Sería un placebo, en todo caso, una satisfacción temporal que apenas se desvaneciera tendría que salir para volver a encontrarla. Una y otra, y otra, y otra vez, alimentándome de ilusiones. Volviéndome adicta.

    Obviamente lo sabía, que no resolvería nada hasta convencerme de verdad. Hasta verme en el espejo y ser capaz de yo misma decir esas cosas. ¿Cómo lograrlo, sin embargo? No tenía la menor idea, no cuando sólo encontraba oscuridad y más oscuridad.

    Me separé lentamente de Emily, mantuve las manos en sus hombros y luego las dejé caer. No me atrevía a mirarla, debía lucir horrible entre las lágrimas y los mocos. Sorbí la nariz, secándome el rostro con los puños del blazer, y me agaché hasta recostar la espalda en la división de dos cubículos. Estiré las piernas en el suelo y suspiré.

    Ya había abierto la puta boca, ¿verdad? Nunca había dicho la mierda en voz alta, nunca había sentido tanta vergüenza. Le había soltado la mierda y, Dios, me arrepentía muchísimo. Pero si no aclaraba los tantos sabía que quedaría sonando aún peor de lo que era, de modo que me cargué los pulmones de aire y lo liberé lentamente. Mi voz seguía sonando débil y gangosa, como si estuviera a medio pelo de quebrarse.

    —Kakeru. Te lo mencioné el otro día, mi... ex novio, digamos, él... —Cerré los ojos con fuerza y le di un golpecito al palo detrás de mí con la cabeza. No llores, Anna, no llores, no llores—. Intentó quitarse la vida el año pasado.

    Solté la mierda a borbotones y de hecho tuve que tragar saliva apenas cerré la boca. Dios, estaba conteniendo tanto el nudo en la garganta que me dolía muchísimo. Qué puta mierda.

    Abrí los ojos y los clavé en mis zapatos, el suelo, los bordes de mi falda. Cualquier cosa antes que Emily.

    —Es... una mierda enorme y una historia muy larga, pero eso es lo que pasó. Había ido a buscarme a mi aula, yo andaba evitándolo y cuando volví... lo encontré. —Más aire, más dolor, más lágrimas contenidas. Me pasé la mano por el rostro con maña y arrastré el flequillo hacia atrás—. Lo encontré y hacía un frío horrible, y si no hubiera estado huyendo de él nada de eso habría pasado.

    Si le hubiera prestado mi oído.

    Si hubiera preguntado.

    Si no lo hubiera reducido a un chivo expiatorio como hicieron todos.

    Llevé las manos a mi falda por ocuparlas en algo. Se pusieron a doblar la tela, enroscarla, arrugarla y apretarla. Más y más fuerte.

    —Podría haberlo evitado —insistí, las lágrimas volvieron a correr sin poder evitarlo y las palabras se me cortaron en medio de un sollozo audible; soné cansada, triste y jodidamente furiosa—. Podría haberlo evitado y no lo hice, y no voy a perdonármelo en la puta vida.
     
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  10.  
    Amane

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    No pretendía que solo con decirle aquello todo se solucionase, ni mucho menos, la situación era compleja y necesitaba mucho tiempo por delante. Necesitaba trabajo por su parte, lo sabía bien, era ella la que tenía que trabajar desde dentro para darse cuenta de todas las cosas bonitas que tenía y todas las que se merecía. Pero eso no significaba que no podía ayudarla con ello, ¿cierto? Lo que había dicho, lo creía genuinamente, y puede que no fuese la solución definitiva, pero siempre ayudaba un poco oírlo de los demás.

    Dejé que se separase sin ninguna oposición y aproveché en lo que ella se acomodaba para hacerme con un poco de papel de los dispensadores. Me quedé de pie al volver a encararla y la escuché con cuidado, sin poder evitar abrir los ojos al comprender finalmente lo que me estaba diciendo.

    —Oh, cielo... —murmuré, sin poder evitarlo.

    No sonaba condescendiente ni nada por el estilo, simplemente... entristecida. No podía ni imaginarme lo difícil que tenía que ser eso, llevar el peso de pensar que alguien se había intentando quitar la vida y creer que podías haberlo evitado. Podía intentarlo, y aun así seguramente me quedaría solo con una pequeña parte de lo que ella estaba sintiendo.

    Me senté a su lado, sin importarme mucho la situación, y le extendí la mano con los pañuelos. Estaba evitando mi mirada, supuse que no quería que la viese tras haber llorado, y no pretendía incomodarla así que lo dejé estar y no la busqué. Me quedé a su lado, por supuesto, y clavé la vista en nuestros zapatos.

    >>Cariño, seguramente nunca sea capaz de sentir lo que tú estás sintiendo en este momento, y tampoco voy a pretender que lo hago porque no quiero mentirte para hacerte sentir mejor —hablé en tono bajo, casi confidencial, a pesar de que seguramente estábamos solas ahí—. Imagino que no debe ser fácil pero creo... creo que no deberías centrarte tanto en lo que podías haber o no hecho.

    Era una mierda y no tenía ni idea de nada, pero tenía el presentimiento de que Anna no podía haberlo evitado, no por completo, al menos. Quizás podría haberlo hecho ese día, ¿pero qué le aseguraba que eso fuese suficiente, que no lo intentaría en otro momento? Y depender de alguien de esa manera... solo le hubiese dado una falsa seguridad, y tampoco podía ser sano para ella.

    >>Has dicho que le quieres, ¿verdad? Y él sigue vivo. ¿Por qué no centrarse en eso? Está vivo, aprovecha eso, enséñale que merece la pena seguir con vida, que le sigues queriendo. No puedes vivir en lo que hubiese pasado, pero puedes aprovechar lo que sí tienes, ¿no crees?

    Ugh, sonaba un poco cursi todo, ¿no? Pero no podía hacer nada al respecto, la verdad, no lo había pensado de antemano y lo cierto era que creía fervientemente todo lo que había dicho. Al fin y al cabo, yo misma era un poco cursi de por sí.
     
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  11.  
    Gigi Blanche

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    My heart was breaking by the shore
    And I couldn't give you anymore
    And I'm still shaking and crawling back again
    And all my brothers and all my sisters are gone

    I'm sorry that I let you go, I'm sorry that I cared
    I'm sorry that the feeling shows and I just wasn't there
    I'm reminded of the fool I was
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    Los pañuelos aparecieron en mi campo visual a cámara lenta, desenfocados por las lágrimas, de modo que recogí la mano y los agarré un poco a tientas. Los deposité sobre mi regazo, me puse a doblarlos y estirarlos entre mis dedos, usé uno para sonarme la nariz mientras escuchaba a Emily. Las cosas que me decía ya las sabía, ya las pensaba y ya Rei me lo había dicho en su momento, pero sin importar qué era incapaz de quitarme este sentimiento de encima. La culpa, la frustración y el miedo. El miedo constante, palpitante y odioso de que algún día lo intente de nuevo.

    Lo intente y lo consiga.

    Porque seguía sin permanecer a su lado.

    No reaccioné de ninguna forma, sólo me quedé escuchándola con la vista clavada en los papeles entre mis manos, cuando lo siguiente que dijo me hizo arrugar el ceño. ¿Que había dicho que lo quería? Tuve que esforzarme por retroceder sobre toda la mierda y recordar lo que le había soltado mientras aún la abrazaba. Se me escapó una sonrisa amarga al darme cuenta que pobre chica, imposible que me entendiera si había hecho semejante mezcla.

    Era probable que nunca dejara de querer a Kakeru, pero no me había referido a eso.

    —Ah, no. —Solté una risa nasal bastante deplorable y volví a sorber, presionando los pañuelos—. No me refería a él cuando dije eso, lo siento. Estaba... hablando de Altan.

    Venga, ya le soltaste lo más cagado, ¿por qué detenerte?

    —Que ya no quiero hacerle eso a nadie, por eso me da miedo quererlo. Me da miedo enroscarme en torno a las personas como una maldita serpiente, asfixiarlos, incluso envenenarlos, porque puedo... ser tan, tan posesiva. Tan egoísta. —Comencé a menear la cabeza, cada vez con más ímpetu—. Y no quiero, no. No quiero hacerle eso a Al.

    Otra sonrisa amarga, las lágrimas volvieron a acumularse tras mis ojos pero esta vez no me impidieron seguir hablando, así fuera lento y bajo.

    —Y por otro lado está enamorado de Jez, creo, ¿o de Kurosawa? Estuvieron saliendo, creo que siguen viéndose o que como mínimo... no pinto nada ahí. —Me encogí de hombros, suspirando, y recogí las piernas para enterrar el rostro entre mis rodillas. Me abracé con fuerza, arrugué todos los malditos pañuelos—. La verdad, sólo soy una estúpida y... no lo sé. Tengo todas las razones para no quererlo y aún así...

    Sigo intentando.

    Sigo buscándolo.

    Siendo una puta pesada sin una pizca de dignidad.

    Jez era la mejor amiga de su vida entera, y Kurosawa... Ella le había preparado el almuerzo, intentó besarla el fin de semana pasado, la asistió en todo lo que pudo con la mierda de Tomoya, salió hecho una furia de su clase, incluso la buscó en mi aula; cuando se trataba de ella lisa y llanamente pasaba de mí, y... y en los casilleros...

    ¿Y si la detuvo para salvarla de sí misma? ¿Para que yo no le hiciera daño?

    ¿Y yo, como una imbécil, malinterpreté todo?

    Me presioné con fuerza, tanta que los músculos me temblaron y finalmente cedieron junto a las lágrimas. Estaba hecha un desastre y, Dios, no podía dejar de llorar.

    —No soy más que una estúpida.
     
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  12.  
    Amane

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    La neurona de Emi: wasted (?)

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    —Oh, ¿Altan?

    Me llevé un dedo de la frente, dándome un par de golpecitos con el ceño fruncido. Emi, céntrate, ¿quieres? Tampoco era tan realmente difícil seguirle el hilo a Anna, sobre todo una vez supe que a quién se refería era a Sonnen. Es decir, era tan... obvio, viéndolo en retrospectiva.

    Aproveché que la chica se había hecho con los pañuelos para dejar las manos libres sobre mi regazo, jugueteando con el borde de la falda y centrando la vista en ese mismo movimiento, con tal de tener algo en lo que concentrarme y no dispersarme más.

    >>¿Eso crees? Yo... creo que querer a alguien es muy bonito. Supongo que no puedo hacerte cambiar de opinión tan fácilmente, pero no soy capaz de ver tu cariño hacia alguien como algo tan negativo e hiriente.

    Tomé una bocanada de aire y lo solté lentamente después, en un suspiro silencioso. Era un poco irónico que le dijese todo aquello cuando yo misma había pensado algo muy parecido el día anterior, que hacía toda clase de cosas por los demás para que dependiesen de mí de alguna manera... como si los atase a voluntad, como su serpiente venenosa.

    Pero se había convertido en costumbre, ¿verdad? Aconsejar a los demás sobre algo e ignorar deliberadamente eso para mi misma.

    >>An, no... no quiero confundir, al fin y al cabo todo es subjetivo, pero no creo que no pintes nada o que seas una estúpida. Siento que Altan te tiene mucho cariño y, sí, siento que quizás sea diferente al que le tiene a Jez o a Shio pero no en el mal sentido.

    Me mordí el labio inferior después de decir aquello, tomándome un tiempo para recapacitar si quería realmente seguir metiéndome más en ese tema o no, si quería seguir hablando sobre algo que quizás solo yo había visto y que solo podría empeorar más la situación en lugar de mejorarlo.

    >>Sea como sea... realmente creo que tienes que hablar con él de todo esto. Porque si de verdad le quieres pero no puede llegar a ser correspondido, es mejor que intentes superarlo cuanto antes... ¿pero y si lo hace? ¿Y si también te quiere? Además... si tienes miedo de hacerle daño, él más que nadie puede ayudarte a ver si es real o no.

    Cerré los ojos durante un segundo, tragando saliva, y retomé el movimiento de mis dedos justo después, pues en algún momento lo había parado aunque no sabría decir con exactitud cuando.

    >>Pero sé que da demasiado miedo...

    Tremenda ayuda le estaba ofreciendo, ¿eh? Ninguna solución concisa, vaya amiga.
     
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  13.  
    Gigi Blanche

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    Querer era bonito, sí, eso había creído siempre. Lo creía al ver a mis padres, la forma en que se miraban y sonreían. Lo había creído en torno a la enorme fogata que hacíamos, cantando y bailando juntos. Lo creí cada vez que salí corriendo a por las tiritas o el algodón cuando uno de los niños se caía. Llegué a creerlo junto a Kakeru, al principio. Querer era bonito.

    Pero ya no sabía hacerlo bien.

    No reaccioné visiblemente, aunque sus palabras se clavaron hondo en mi pecho. Me estaba diciendo lo que ya sabía, la verdad, y no iba a enfadarme con ella por pensar igual, sólo... dolía un poquito más oírlo en boca ajena, supongo. Ya sabía que no me quería como quería a Jez o a Kurosawa, lo cierto es que yo tampoco.

    —No pretendo que se enamore de mí ni nada, si yo tampoco siento eso. —Logré sacar la cabeza de mi cascarón y me corrí el cabello hacia atrás, todo húmedo y pegoteado por las lágrimas. Debería habérmelo atado—. Lo conozco hace una semana, al fin y al cabo. El asunto es que confío en él, lo hago de una forma estúpida y... eso, es estúpido, pero también es genial.

    Se me formó una sonrisa diferente en los labios al decir aquello. Ya no cargó tristeza, furia o frustración, era más bien alegría. Incluso con toda la mierda revuelta, con el rostro aún empapado y los ojos enrojecidos, pude sonreír de esa manera y ni siquiera me di cuenta.

    —El año pasado me pasaron un par de mierdas que me... cagaron bastante. Hubo momentos que creí que realmente no podría volver a confiar en un hombre, ¿sabes? Pero con Al eso no pasó. Supongo que tampoco querría perder eso, digamos, perder... eso que encontré en él.

    Me limpié hasta el último rastro de lágrimas del rostro, suspiré y me incorporé. Palmeé un par de veces mi falda y me eché el cabello a la espalda, estirando ambas manos hacia Emily. Me seguía dando bastante vergüenza porque seguro me veía horrible, con los ojos hinchados y eso, pero ¿se lo debía? Quería agradecerle, digamos, y verla a los ojos era el primer paso.

    —Como sea, a nadie le ha matado una friendzone, ¿verdad? —Me permití una risa ligera que sonó un poco débil y me encogí de hombros, apretando sus manos suavemente—. Puedo ser su amiga y ya, porque lo que menos quiero es perderlo del todo.

    ¿Y si dolía? Bueno, ya podría preocuparme por eso luego. Si le caía a Al con mierdas del calibre corría el riesgo de alejarlo de forma irremediable y, Dios, no quería.

    Liberé el aire de golpe, renovando la sonrisa, y solté sus manos sólo para extender ampliamente los brazos y mirarla. Sentí el leve escozor de las lágrimas otra vez, pero logré apartarlo con éxito.

    —¿Me das otro abrazo, Em?
     
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  14.  
    Amane

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    Supongo que no era lo que quería escuchar y lo cierto es que tampoco yo supe expresarlo de la mejor manera, pero lo hecho, hecho estaba. A decir verdad, tampoco tenía manera alguna de saber con certeza lo que cada uno sentía por el otro y por los demás. Yo... era una simple espectadora, una que tendía a romantizar demasiadas situaciones y que realmente no tendría que tener derecho a opinar en algo así.

    Sea como fuere, no pareció molesta ni dolida, y supongo que me alivió de alguna manera. Me digné finalmente a mirarla al notar que se incorporaba y no pude evitar reflejar su sonrisa, genuina como era, casi de manera inconsciente.

    Observé como se levantaba, asintiendo con la cabeza un par de veces ante sus palabras. Era realmente jodido, ¿verdad? Creer no poder confiar en un hombre nunca y no necesitaba saber lo que le había pasado para entender su mentalidad. Y encontrar a alguien que te hiciese cambiar todo eso, volver a confiar... tenía que ser realmente especial y el temor a perderlo era comprensible.

    Acepté sus manos sin mucha oposición y me levanté con ella, respondiéndole al apretón con otro suave de mi parte antes de dejarla ir y observar como extendía los brazos con una sonrisa enternecida. Asentí con la cabeza y me acerqué para rodear de nuevo su cuerpo, los brazos apretando alrededor de su cintura y el rostro hundido en su cuello.

    —Anna, admiro mucho lo fuerte que eres.

    Por aguantar tantísimas cosas con entereza, por no dejar ver todo lo malo y ser siempre tan positiva para los demás, por... ser ella, en definitiva.

    Me separé después de un rato, pero ni de coña lo hice por completo. Solo me incorporé lo suficiente para poder mirarla, dedicándole una sonrisa llena de cariño, y llevé una mano hasta su rostro, pasándole unos mechones por detrás de la oreja y acariciando su mejilla justo después, con mimo. La otra mano se quedó anclada a su cintura.

    >>Gracias por confiar en mí.
     
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  15.  
    Gigi Blanche

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    Claro que iba a aceptar mi pedido, ¿verdad? Era Emily, era el mismo tipo de tonta que Jez. Las dos se empeñaban en entregar amor y calidez sin reparos, no juzgaban, oían hasta la última de las historias y siempre, siempre tenían una sonrisa guardada para cuando otro la necesitara. Eran criaturas estúpidamente abnegadas, algo que jamás podría entender ni compartir, pero sí valorar. Dios, cuánto lo valoraba y cuánto las valoraba a ellas. Sin importar las mierdas ponzoñosas que me susurraran al oído, si había un tipo de persona por la cual me resistiría a ellas sin cuarteles, ese tenía que ser el tipo de estúpidas que Jez y Emily eran.

    Sus brazos rodearon mi cintura y no tardé en estrecharme con fuerza contra su cuerpo, envolviendo su cuello. Respiré con calma, mi corazón por fin se había calmado y pude notar un montón de cosas. Emily era delgada y menuda, su cabello ennegrecido brillaba bajo los tubos fluorescentes y despedía cierto aroma floral. Me quedé allí, disfrutando de su cercanía lisa y llanamente reparadora, y pensé que volvería a echarme a llorar como una niña cuando la oí.


    Anna, admiro mucho lo fuerte que eres.
    Apreté su cuello con un poquito más de fuerza y enterré el rostro en su pelo, sorbiendo por la nariz. Me limité a asentir, cuanto mucho murmuré un sonido afirmativo, y cerré los ojos con fuerza. Las lágrimas quemaron. ¿Era fuerte? Quizá, no era algo de lo cual me enorgulleciera, pero oírlo de alguien más... era eso, reparador. Eran manos intentando sellar mis grietas. Me ayudaba a sentir que no todo lo que hacía era en vano, que mi fortaleza podía ser la clave para... no lo sé, superar la mierda.

    Le permití separarse, bajando las manos a sus hombros, y recibí su caricia con una sonrisa muy parecida a la suya. Entrecerré los ojos ante el contacto y solté el aire por la nariz, inaudible.

    —Gracias a ti, linda, por escuchar todo mi lloriqueo. —Me incliné hacia ella, sobre mis puntillas, y presioné los labios en su frente antes de susurrar allí—: Te quiero mucho.

    Repartí entonces unos cuantos besos castos en su rostro. Su frente, primero, luego ambas mejillas. Busqué sus ojos antes de concederle el último en la punta de la nariz. Fue un roce de nada, el aleteo de una mariposa, y deslicé las manos por sus brazos hasta alcanzar las suyas.

    —Gracias —repetí, balanceandonos suavemente de lado a lado—. Me siento mejor ahora, al menos un poquito~

    Aquello lo solté como una broma liviana e incluso lo acompañé de una risa suave. Bajé la vista a nuestras manos, jugueteando entre sus dedos, y arrugué ligeramente el ceño.

    —Me gustaría... ir a esa fiesta contigo, Em —reconocí en un susurro, por alguna razón me avergonzaba un poco—. Es algo que no me convence del todo, por cómo me he estado sintiendo y porque... bueno, ¿todo el rollo de los vestidos, los tacones y demás? —Me encogí de hombros, esbozando una sonrisa apenada—. No va conmigo, la verdad, las imagino a todas ustedes tan bonitas y...

    Y luego yo.

    —Pero me gustaría ir, quiero que vayamos y nos divirtamos juntas —insistí, regresando la vista a sus ojos, y despegué una mano de la suya sólo para acariciarle el cabello—. ¿Podría pedirte que insistas y me patees el culo si hace falta, si vuelvo a dudar? ¿Harías eso por mí, linda?
     
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    No pude evitarlo, cada beso que Anna me iba dejando por la cara me hacía sacar una risilla divertida y enternecida. Si es que era una mor de niña, ¿verdad que sí? También hizo que me sonrojase, a decir verdad, pero bueno, eso no era nada nuevo tampoco.

    —Yo también te quiero mucho, An —murmuré, dejándole un beso sobre la frente como ella misma había hecho antes.

    Seguí su vista hacia mis manos, sin perder la sonrisa en ningún momento. Lo cierto es que no creía que tuviese necesidad de mentirme en algo como eso, no después de haberme contado tantas cosas personales, así que me alegraba mucho saber que al menos un poquito mejor sí estaba, que podía haberla ayudado aunque fuese solo escuchando.

    Acabé por alzar las cejas después, algo sorprendida, pero pronto recuperé la calma de nuevo y dejé caer la cabeza hacia un lado, el lado dónde había dejado la mano sobre mi cabello para ser más concreta.

    >>Prometido~ Y, hey, aunque no lo parezca, ¡soy muy fuerte! ¡Y no me voy a contener! Porque también quiero que vayamos a esa fiesta juntas~

    Dejé escapar otra risa divertida y, después de un rato, pasé el brazo por encima de sus hombros, apretándola ligeramente contra mí. Así y todo, no solté en ningún momento la otra mano que sostenía la suya.

    >>Y creo que te verías muy linda con un vestido, Annie, pero si quieres ir algo más informal o lo que sea, adelante. Digo yo que no tendríamos mucho problema en convencer al "misterioso" anfitrión de que nos deje entrar aun así~

    De repente tuve un chispazo y me imaginé a Anna yendo con, no sé, un traje o algo así y tenía que admitir que la imagen no era para nada desagradable. ¡Aun así! Lo cierto es que tampoco me resultaba muy difícil imaginarla con un vestido pomposo y todo, ¡si era como una muñequita!

    Wow, there is so much gayness going on
     
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  17.  
    Gigi Blanche

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    Oír que también me quería era algo bastante predecible dado el contexto, así y todo consiguió lanzarme un relámpago de calidez por el cuerpo que me obligó a sonreír de igual manera. Cerré los ojos un instante también, ladeando la cabeza, y una risa suave vibró en mi garganta. No sé si me merecía haber topado con alguien como Emily, pero definitivamente no iba a renegar de ello. ¿Cómo era que nos habíamos conocido? ¿Cuando la llamé al círculo en la fiesta de la azotea? Qué cosas, eh.

    Recordaba esa noche vívidamente. El sonido de la bolsa de papitas, la ligera brisa corriendo y las estrellas sobre nosotros. Una de ellas surcó el cielo rauda, brillante y efímera, fue apenas un pestañeo y arrastré a todos a pedirle un deseo. ¿Qué había deseado yo?

    Jamás olvidar este momento.

    Bueno, de momento iba bien, ¿verdad? Aunque sabía que no se trataba de eso, de la bolsa de papas y la brisa. Se trataba de las personas a mi alrededor, lo que había sentido en ese instante. Deseaba sentirme así por siempre.

    Joven, estúpida e imprudente, y también feliz.

    Reí junto a ella al prometerme que me arrastraría a esa fiesta, realmente cada risa iba aligerando más y más el peso de la angustia que me cargaba encima. Iba viendo las cosas con mayor claridad, dándome cuenta que... bueno, no era el fin del mundo. Podía superarlo.

    Iba a superarlo.

    Le permití presionarme contra ella y sus palabras me lanzaron una ligera cuota de nerviosismo encima. ¿Que me vería linda con un vestido? Qué va... Pero bueno, lo creyera o no seguía siendo bonito oírlo de alguien más.

    —Nah, no me gustaría que todas estén super arregladas y yo de jean y sudadera. ¡Ya veré qué hago!

    Y los tiempos eran por demás acotados, pero en ese momento no tenía ganas de preocuparme por algo tan nimio como un vestido. Se me ocurrió una idea y mis labios fueron estirándose cada vez más y más en una sonrisa. Me deslicé suavemente fuera del agarre de Emily para depositar una mano en su cintura, la otra buscó su mano y estiró nuestros brazos.

    —Además podremos bailar~ —canturreé, comenzando a mecerme de lado a lado allí, en medio de los baños; solté una risa fresca que rebotó entre las paredes de azulejo—. Venga, Em, ¿hay cosa más romántica que un buen vals? ¡Tenemos que sentirnos princesas esa noche!

    Me separé ligeramente, alcé nuestras manos para instarla a girar y volví a buscar su cintura de inmediato, guiándola a lo largo del pasillo del baño con movimientos suaves mientras murmuraba una canción de vals.

    Princesas.

    Funny.
     
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  18.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Dejé que se separase de mi agarre sin mayor oposición, observando con las cejas alzadas sus movimientos. Me costó un poco darme cuenta de lo que planeaba hacer, la verdad, pero cuando lo hice al fin, la carcajada cristalina que dejé salir rebotó por el lugar junto a la de Anna.

    Le seguí el juego sin poner quejas, colocando la mano que no estaba agarrada a la suya sobre su hombro, y seguí sus pasos sin más. Era extraño, porque bailar no es que fuese una de mis cualidades, pero no me costó para nada mecerme al ritmo que la chica iba marcando. Claro que sabía que era solo una tontería que se había montado en medio segundo ahí y tal; la cuestión es que me sentía tan liviana que simplemente me dejé llevar y se sentía bien, se sentía correcto.

    Después del giro, seguimos con el movimiento, pero después de un rato acabé por pasar ambos brazos por encima de sus hombros y entrelacé las manos detrás de su cuello.

    —¿Me concedería entonces el primer baile de la noche, señorita? Sería todo un honor para esta humilde servidora~
     
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  19.  
    Gigi Blanche

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    Ahí estábamos, bailando un ¿vals? en medio del ¿baño de chicas? Sí, perfectamente normal, y se sentía genial. Era el tipo de estupideces que de tanto en tanto era capaz de montarme sin preocuparme por el qué dirían, si alguien iría a vernos u opinar. Hacía lo que me surgía, me mecía al ritmo de la brisa y eso era todo.

    Era el mejor sentimiento del mundo.

    En determinado momento Emi se soltó de mi mano para rodearme el cuello con los brazos. Sus movimientos me causaron una mezcla de diversión y curiosidad que interpreté en cierta coquetería, al sonreírle y presionar ambas manos a los costados de su cintura. También habíamos reducido el ritmo del vals, meciéndonos lenta y sencillamente de lado a lado.

    —Cómo no~ —accedí, con cierto tono elegante—. Será mi más grande honor y privilegio, mi Lady. ¿Desearía, además, asistir a mi morada para prepararnos de cara a la celebración que nos espera?

    Afiancé suavemente el agarre, deslizando las manos hacia su espalda para abrazarla y reposar la barbilla en su hombro. Me seguí meciendo de lado a lado.

    —Ya se me ocurren un par de ideas —susurré junto a una risilla—. Vamos a divertirnos un montón~
     
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  20.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

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    Sentí sus manos afianzándose sobre mi cintura y, no sé qué pasó ahí, pero repentinamente fui consciente de que estábamos bailando bastante pegadas en mitad del baño de chicas. No me separé ni nada por el estilo, porque no es que la idea me molestase, pero sí sentí como el rubor me subía a las mejillas por la estupidez.

    Intenté no darle mayor importancia, porque realmente solo se trataba de mi vergüenza innata, y aproveché que Anna había apoyado su cabeza sobre mi hombro para dejar caer la mía hacia un lado, rozando su cabello con la mejilla.

    —Sería muy agradable, miss, hacer los preparativos en su hogar —murmuré, risueña y con una sonrisa boba en los labios ante la idea—. Jo, ni ha empezado el día y ya quiero que acabe, Annie. Nos lo vamos a pasar tan bien, ya verás.

    Cómo para olvidar todos los problemas durante una noche entera y ser solo los adolescentes imprudentes y hormonales que en el fondo éramos.

    >>Oh, no —exclamé repentinamente, después de un rato, abriendo los ojos—. Nos hemos olvidado de los tacones para practicar. Vamos a tener que hacer un intensivo mañana o algo para no hacer mucho el ridículo~
     
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