Azotea

Tema en 'Lavandería' iniciado por Bruno TDF, 13 Abril 2018.

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    Bruno TDF

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    Un amplio espacio al aire libre que se encuentra en la parte más elevada de la lavandería. La bordean grandes macetas en las que algunas vez hubo frondosos setos; de ellos sólo quedaron las ramas quebradizas, pero siguen siendo útiles para mantenerse resguardado de los ojos indeseados de las afueras. El suelo está compuesto en su mayoría de cemento polvoriento e inclusive se pueden apreciar charcos de agua en algunas partes, rastros de las últimas lluvias. Exceptuando una banqueta para tres personas en el extremo más alejado a la puerta de acceso a la terraza, no hay mucho más por ver en este lugar.

    Salvo la cosa enorme y peluda que hay en un rincón, la anciana que riega una flor en otro rincón y el gorrión albino que los observa desde una rama de seto seco.

     
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    Bruno TDF

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    Capítulo #0
    Bienvenida a las esperanzas

    El edificio tenía dos pisos, la pintura descascarada y una de sus cuatro ventanas estaba sellada con varias capas de cinta scotch, ya que la habían destrozado a piedrazos. Lo verdaderamente llamativo era el cartel de la fachada. Decía: “Lavandería La Pelusa Sucia”, con el dibujo de un lavarropas y una pelusa sonrientes que… ¿lloraban sangre?

    Descuiden, el nombre y el dibujo los hicieron los vándalos —suspiró la chica sucia—. No importa las veces que lo arreglemos, siempre aparece igual a la mañana siguiente.

    ¡P-P-Pero ese no era el verdadero problema! Es decir… ¿Por qué diablos su futuro lugar de trabajo era… una lavandería? La conductora del camión no les dio tiempo para realizar preguntas, ya que les hacía gestos desde la puerta ya abierta, para que entraran. Su sonrisa era cada vez más grande.

    Deben pasar entre los bolsones de ropa sucia que hay detrás del mostrador —indicaba al tiempo que los jóvenes pasaban. Su voz ya no sonaba áspera—. Del otro lado está la Sala de Máquinas; al fondo de ese lugar hay una escalera que los llevará hasta la Azotea. Esperen allí, que pronto nos reuniremos con ustedes. ¡Qué emocionada estoy! ¡Venga, no se me queden paraditos!

    Los seis nuevos policías ingresaron a una suerte de recepción, donde había un gran mostrador con computadoras y teléfonos en un extremo, y un teléfono del siglo pasado en el otro. Detrás se veían las cuatro enormes bolsas de tela que rozaban el techo.

    Dejaron a la chica atrás y pasaron entre ellas, tarea que demandaba bastante esfuerzo porque los pasajes eran estrechos. Llegaron entonces a una sala más amplia y algo oscura, donde una docena de lavarropas y secadoras funcionaban con un murmullo breve mientras en el aire se elevaban pequeñas burbujas y aromas perfumados. Al fondo notaron unas escaleras, por las que subieron hasta encontrar una puerta sin llave.

    Así finalmente, llegaron a la Azotea, regada por la luz del día soleado. Aunque podían limitarse a esperar sin más, era la oportunidad para que los nuevos agentes se conocieran mejor. Porque ahora eran Policías; eran camaradas. La unión hace a la fuerza, y nada mejor que un intercambio de palabras para que naciera.

    Amane Kurone rapuma Liza White Reual Nathan Onyrian Allister

    ¡Comienza oficialmente el rol!

    Sus personajes deben esperar a que comience la ceremonia de bienvenida. Dado que recién llegaron a destino, siguen vistiendo sus ropas de civil, pero al finalizar el episodio les será otorgado el uniforme.

    Ahora está en curso una Fase Libre, cuyo objetivo es que los personajes se conozcan mejor entre sí. La Fase Libre finalizará al cabo de un breve tiempo, cuando yo postee para hacer avanzar la trama.

    Ah, pero también pueden hacer algo más. Habrán notado que, en la descripción de la Azotea (el primer post, o sea), hay tres elementos marcados en negrita. Son elementos interactivos. Cada escenario tendrá elementos con los que se puede interactuar y que no son estrictamente necesarios para hacer avanzar un Capítulo. Pueden ser objetos, hechos e inclusive Personajes No Jugables.

    Para activar un elemento interactivo, simplemente deben narrar en negrita que se acercan al mismo.
     
    Última edición: 13 Abril 2018
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    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Suzumiya Konoe

    Desde mi más tierna infancia había ansiado poseer el privilegio de formar parte de los cuerpos de la ley. Su fuerza, su determinación y su coraje. La ciudad era un lugar tan peligroso; el vandalismo y los delitos menores estaban a la orden del día en un entorno distante donde la gente vivía con miedo. Ayudar al cambio o contribuir a él recaía en las manos de solamente unos pocos afortunados.

    Y yo me sentía afortunada de ser uno de ellos. Había estado nerviosa y emocionada desde que aquella destartalada camioneta se había detenido frente a mi casa. Incluso si el trayecto hasta aquel lugar no había sido el mejor y había tenido que sostener algunas de las bolsas para que no golpeasen brutalmente a mis compañeros en cada bache y bifurcación del camino, me sentía en paz conmigo misma. Estaba... cumpliendo un sueño. Estaba cumpliendo mi sueño de ser útil y contribuir a mejorar la precaria sociedad en la que vivíamos.

    —Disculpe señorita— llamé la atención de la joven de aspecto descuidado que nos había trasportado en el camión una vez arrivamos nuestro destino—. ¿Está segura de que no ha confundido las direcciones?

    No la estaba reprendiendo, mi voz era suave y demostraba preocupación genuina. ¿No podía haberse equivocado? Este lugar no era... una comisaría. Al menos no una propiamente dicha. Mi sorpresa fue bastante significativa cuando la camioneta que nos trasportaba a mí y a los que serían mis compañeros se detuvo en una especie de... ¿lavandería?

    Observé el edificio demacrado con dolor en el pecho. Las ventanas rotas y precariamente reparadas con cinta, las paredes destartaladas y de pintura desconchada... Dejando al margen el hecho de que aquel lugar era genuinamente "la comisaría", generaba una profunda sensación de desazón en mí.

    Condenados vándalos.

    Definitivamente había que hacer algo para cambiar la situación de raíz.

    Me llevé un mechón de cabello negro tras la oreja— una de mis manías cuando algo me enervaba— y encaminé mis pasos junto a mis compañeros donde nuestra guía nos indicó. No podía dejar de observar mi entorno, reparando en los detalles y archivando cada desperfecto que veía en mi cabeza. Una remodelación. Sí, este lugar necesitaba una remodelación urgente. ¿Sería muy caro conseguir los materiales? Quizás podía comprarlos yo misma... Los edificios oficiales eran un problema de la comunidad y desgraciadamente no era el único edifico que veía en esas condiciones.

    Finalmente, tras un trecho accidentado, alcanzamos una puerta. Miré a mis compañeros por encima de mi hombro y asintí más para mí misma que para nadie antes de abrirla y permitir que la luz natural nos bañara a todos.

    Se trataba de una azotea pequeña bañada por el sol del mediodía. Contribuyendo con el aspecto abandonado y derruido del lugar, el suelo era de cemento y estaba salpicado de pequeños charcos dejados atrás por las lluvias. Y eos setos secos...

    Eché un vistazo crítico a mi alrededor. Y entonces...

    —Oh, ¿también le gustan las flores?— pregunté, deteniéndose detrás de aquella anciana en un rincón, que parecía afanándose en regar una flor solitaria. Algo de vida en un lugar tan desolado... Apoyé mis manos sobre mis rodillas y me incliné hasta quedar a la altura de la mujer. Sonreí gentilmente—. En especial me gustan los claveles, las rosas y los lirios. ¿Puedo preguntar que flor está regando? ¿Necesita ayuda?
     
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    Allister

    Allister Caballero del árbol sonriente

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    Sumiyaki Raito / Raisumi

    — ¡Madre santa, Mira este lugar!— exclamé casi con molestia al bajar de aquella incómoda camioneta. Realmente me cabreaba que los delincuentes hubieran convertido la estación de policía en un cuchitril de mala muerte. Tomé aire resignándome un poco y me dispuse a caminar hacia donde la pequeña conductora nos había indicado.


    A pesar de la precariedad del sitio, yo me sentía sumamente emocionado de estar aquí. Tenía una deuda que saldar con los delincuentes que azotaban a la ciudad y este era el primer paso para lograr mi objetivo.


    Encendí un cigarrillo y fumé despreocupadamente siguiendo a los que serían mis compañeros de justicia. El lugar sí que daba espanto, era como una maldita casa embrujada. Miré varias cosas sospechosas al entrar. ¿Una anciana regando las flores en un lugar como este? Mmm… por demás sospechoso. También pude ver de soslayo una extraña figura peluda recluida en un rincón — Tú sí que mereces mi atención— me dije a mi mismo con tono cauteloso al tiempo que desenfundaba mi arma y me separaba del grupo. Sabía que en la comisaria me darían mi arma de reglamento, pero vamos ¡Nadie anda desarmado en la ciudad! Y en lo que a mí respecta aquel extraño intruso podría ser un maldito delincuente tratando de emboscarnos.


    Sostuve el cigarrillo fuerte con los dientes y apunté serenamente a la figura. Esbocé una sonrisa chueca debido al cigarro y pregunté — ¿Y tú quién carajos eres peludin?


    Sepan disculpar mis fallas ortográficas :P pero es que estoy roleando a hurtadillas desde el trabajo :P
     
    Última edición: 13 Abril 2018
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    Juan de la Vara

    Cuando puso un pie en el pavimento, cerrando la puerta de la camioneta, se quedó observando el grafiti que los maleantes habían realizado. Alzó una ceja y entrecerró el ceño; tarea muy difícil pero tenía control total sobre sus facciones, como si fuera un Jim Carrey. Juan se quedó mirando la pelusa llorando sangre. ¿Era alguna clase de mensaje subliminal hacia la lavandería? Quizá un ajuste de cuentas... la maldad siempre tenía un inicio en algo, seguro era que la lavandería se había equivocado en su labor y prendas se mancharon para siempre, quizá intercambiaron ropa interior por error... eso era motivo para dibujar una pelusa y un lavaropas llorando sangre. Juan afirmó a sus pensamientos y antes de ingresar se detuvo, sacó el móvil y buscó por youtube una canción que le ayudara a crear el ambiente ideal.

    Cuando el primer sonido comenzó, un aire misterioso le hizo mover la gabardina negra, como si un ventilador estuviera frente a él. Tuvo que sostenerse el sombrero, mientras sus cabellos azabaches se mecían y golpeaban contra su mejilla. Ahora estaba mucho mejor: ingresó a la lavandería con su rítmico andar: las espuelas en la parte trasera de sus botas sonaban metálicamente en cada paso. Abrió la puerta de par en par, como si fuera una taberna del oeste y apreció el interior. "Primero una mujer sucia, el cabello grasoso y olor. Ahora una lavandería, a primera vista siendo victimas de las triadas de los grafitis... y con mucho trabajo sin hacer. Esas bolsas de basura no se lavan solas. Es peor de lo que me temía. La lavandería... cielos, no quiero ni pensarlo. No tiene empleados y las triadas vuelven y vuelven, están solos, completamente aislados del sistema judicial y penal. Lavandería Pelusa Sucia... lo juro en este momento, con toda esta pila de basura como testigo. Cuando todo esto termine vendré y yo mismo lavaré estas toneladas de prendas apestosas. No dejaré que vuelvan a hacerte alguna maldad" y luego de sus pensamientos, aún con la música de fondo, siguió al resto entre las pilas de bolsas y porquería.

    Cuando llegó a la azotea observó a la mujer con las flores, algo peludo en la esquina y el gorrión albino, quizá el mismo que le había entregado el mensaje el día de ayer. Observó a la mujer que se acercó con la anciana: la primera impresión de Juan es que la anciana causó una mezcla de nostalgia y ternura. Los abuelos daban esa impresión siempre. Pero y si la abuela escondía un cuchillo, ¿quizá? Se quedó al margen pero no apartó la vista de la anciana. Él sabía, Juan lo sabía: no había que confiarse, los abuelos eran tiernos hasta que te tiraban agua hirviendo en el medio del rostro y a tu p*ta madre. Luego notó al chico que iba a ver la cosa peluda al tiempo que desenfundaba. Fue como si el tiempo se hubiera detenido y Juan desenfundó al mili segundo. Apuntó al chico, a la anciana y al gorrión. Decidió disparar al gorrión, esperando que eso calme un poco las aguas... pero si el único nervioso era él, pero qué importa: la personalidad de Juan se evaporó al momento de que el disparo sonó y ahora Jhonny estaba allí, temblando por completo luego del disparo.
     
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    Reual Nathan Onyrian

    Reual Nathan Onyrian Adicto

    Capricornio
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    Cait Hills

    Éramos un grupo extraño, en un transporte extraño. Había una gran variedad entre mis compañeros. Teníamos desde un cowboy hasta una adolescente con aspecto tímido. Saqué mi libreta y me puse a anotar todos estos detalles, de forma distraída. Servía para alejar los pensamientos y la nariz de aquellas pilas de ropa sucia en la cual estábamos encajonados. Nuestra conductora también era bastante particular. Bajita, roñiza, el cabello hecho una greña. Sin que se diera cuenta, le había sacado varias fotos. Seguramente la mayoría estaban borrosas y sin enfocar, pero alguna podía rescatarse, sin duda.

    Al final, llegamos a nuestro destino. Una lavandería. Vaya, esto estaba lleno de sorpresas. Mientras la mujer nos explicaba sobre el origen de aquel interesante dibujo de una pelusa llorando sangre (al cual obviamente le saqué las fotos necesarias), observé el edificio en su totalidad. Estaba completamente en ruinas. Saqué mi libreta y anoté todos los detalles que pude. ¿Era esta de verdad la comisaría? ¿Sería tan solo una forma de distraernos, de hacernos una prueba? Tal vez era un modo de despistar a los criminales, con una fachada graffiteada y derruida. En mis cavilaciones me encontraba cuando me di cuenta que el grupo ya había entrado al edificio. Con paso apurado, los seguí por el interior del mismo, y por las escaleras que subían a lo que parecía una terraza. Tomé nota mental de todo alrededor mío. La humedad, la pintura descascarada, la mugre. Todo pequeño detalle. La verdad se encontraba en esos pequeños detalles.

    Emergimos en aquella azotea particular, con piso de cemento y charcos de lluvia. En un excelente estilo Noir. Lo único que faltaba era un jazz ligero. Observé a mi alrededor. Había una anciana regando una flor, a la cual se le había acercado una de mis compañeras, una muchacha de aspecto agradable. Al parecer, quería establecer una conversación, veríamos si tenía éxito. Otro se dirigía hacia aquella cosa peluda que se encontraba en una esquina, con su arma desenfundada. Alcé una ceja al ver esto.

    No creo que sacar un arma sea el mejor procedimiento para eso, amigo. —dije, con un tono de voz un poco cantado, un poco suspiro.

    El cowboy estaba mirando con bastante intensidad al gorrión. Decidí no prestar atención a todo ese espectáculo ahora, y me puse los auriculares de mi walkman, dejando que Uranium Fever sonara en mis oídos. Me apoyé en el borde de la azotea, mirando a la ciudad, y me puse a tararear y a seguir el ritmo de la canción tamborileando con mis uñas. Prendí un cigarrillo, y cerré los ojos, esperando descansar. Pero al parecer la vida tenía otros planes. Un fuerte ruido retumbó en mis oídos a pesar de los auriculares, y me di vuelta rápido, con la mano en el arma que tenía en la cintura. Pude ver como el cowboy estaba apuntando, un arma humeante, hacia donde antes estaba el gorrión. Al parecer estaba temblando.

    ¡¿Qué mierda te pasa, idiota?!— le espeté, todavía con mi arma a mano. Había empezado a hiperventilarme.



    Y perdón rapuma por el insulto, pero la pobre fue agarrada por sorpresa xD
     
    Última edición: 13 Abril 2018
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    Allister

    Allister Caballero del árbol sonriente

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    Aún estaba ido tratando de dilucidar que era aquel extraño esperpento peludo cuando de pronto un ruido captó mi atención. Era casi imperceptible un breve silbido de aire que se me hacía familiar. — ¡Pero que coñ...!— exclamé sin terminar y volteándome al instante. Mi reacción tenía que ser veloz y certera pues aquel nimio sonido era el de un arma desenfundándose.


    Alguien me habló sobre no usar el arma, era una chica, pero no presté mucha atención, quizá ella no había notado lo que yo, así que debía actuar rápido.

    Mis ojos bailaron veloces alrededor de la habitación y vislumbraron a un extraño vaquero a punto de disparar a un pobre gorrión albino, pero fui yo el que jaló el gatillo primero haciendo un disparo al suelo para que el ave reaccionara. Voló y se salvó por un pelo… bueno quizá por una pluma.

    ¡Qué carajos crees que haces! — grité al tiempo que la chica que hace un momento trató de evitar que usara mi arma, también insultaba al vaquero.
     
    Última edición: 13 Abril 2018
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    Bruno TDF

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    Habiendo acortado la distancia que las separaba, Konoe pudo apreciar mejor el aspecto de la anciana de la azotea. Era bajita y robusta, con el cabello color ceniza desordenado en rulos desprolijos. Llevaba puesto el típico vestido floreado de cualquier viejita de su edad y un delantal, por no mencionar las pantuflas con forma de conejo que había al final de sus piernas regordetas. Antes de que la joven le dirigiera la palabra, sonreía con ternura hacia una astromelia roja que crecía en una maceta pequeña, la única planta viva en la azotea desolada.

    Pero su expresión se torció al escucharla. Los disparos tampoco ayudaron, mucho menos el hecho de que, al alzar la mirada, viera a Konoe muy cerca de ella y a tres personas con armadas desenfundadas. Hubiera gritado, pero lo que hizo fue apuntar a Konoe con la manguera, porque sí, estaba regando la astromelia con una manguera.

    ¡¿Quién eres tú?! —espetó, con el miedo atravesando su voz.

    Era más claro que el agua que estaba asustada. Aunque sin disparos, probablemente también se hubiera asustado. En La Ciudad, confiar es una condena.


    ¡Opciones! ¿Qué debería responder Konoe?

    • ¡Tranquila, soy Policía!”
    • “Baje la manguera, por favor.”
    • “Nos trajo la chica sucia.”

    Kurone Ahora mismo te encuentras en una Contienda de Opciones. Te toca continuar la conversación con Anciana de la Azotea, nadie más puede meterse. En cada instancia te daré tres opciones de respuesta; puedes narrar la respuesta de Konoe de la forma que más te guste, pero debes encajar la frase elegida tal cual aparece aquí (motivo por el que las opciones serán lo más neutras posibles para respetar la personalidad de los PJ). ¡Ten cuidado! Esta conversación en particular tiene un Desenlace Bueno, un Desenlace Neutro y un Desenlace Malo.



    Antes de que el arrebato de Juan de la Vara lo distrajera, Raito logró determinar lo que era la cosa enorme y peluda. Era nada más y nada menos que un lobo. Uno muy, pero muy grande, de pelaje gris oscuro en casi todo el cuerpo; salvo el pecho, el hocico y los extremos de las patas, que eran color negro. Llevaba un pañuelo color verde agua atado en torno al cuello, del tamaño de una camisa de talle grande... que tenía una gran mancha de sangre seca en una parte.

    El lobo en cuestión estaba durmiendo. Ni siquiera los disparos lo conmovieron. O era de sueño pesado, o sordo, quién sabe. Y parecía haber estado mordisqueando un palito antes de echarse la siesta.

    ¡Opciones!

    • Tocarlo.
    • Picarlo con el palito.
    • Dejarlo en paz.
    ¡Otra Contienda de opciones! Dado que el personaje de Allister ahora está enfocado en Juan de la Vara, cualquiera es libre de interactuar con el lobo :} (aunque Allister puede retomarlo si lo desea)


    En otro orden de cosas, el gorrión albino estaba bien. Se había posado en otro seto muerto y miraba fijamente a Juan con sus pequeños ojos rojos. Se podría decir que estaba enojado.
     
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    Allister

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    Esperaba la respuesta del Cowboy que aparentemente se había quedado en estado de shock, quién sabe si por el disparo que yo realicé o por su propia detonación. Lo cierto que es que todo aquel alboroto me había distraído del saco de pelos que estaba a punto de descubrir. Reaccioné y volví la espalda al escuchar tras de mi un leve ronquido.


    El bulto peludo se contraía y expandía respirando trabajosamente. Yo me acerqué para ver mejor.

    ¡Vaya sorpresa! Era un ¿perro? No más bien era un… — ¡Lobo! — grité con algarabía

    — ¡Oh por dios! ¡Tenemos un lobo mascota en la comisaria! — farfullé con la emoción propia de un niño. Aquellos animales se me hacían de lo más misteriosos, elegantes y perfectos. A tomar por saco el tiroteo yo quería al lobo.

    Lo acaricié cautelosamente. — ¡Te llamaré Canuto! Te traeré carne fresca todas las mañanas y patrullarás con todos nosotros… aún estaba yo hablando cuando el animal abrió los ojos y…

    ojala mi decisión no sea errada
    que sea amistoso, que sea amistoso, que sea amistoso
     
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    ... y enterró sus dientes en la mano de Raito. Al pobre hombre lo había ganado más el entusiasmo que la cautela, que ahora pagaba con un dolor que nacía en sus dedos para luego ir subiendo hasta la altura del codo. Intentó quitar la mano de las fauces del animal, quien no soltó. Pero no estuvo mucho tiempo así. El lobo lo liberó al cabo de unos segundos. Raito pudo ver cómo habían quedado unas heridas sangrantes en sus cuatro dedos, porque el pulgar se había salvado. Sangraban y dolían, sí, pero comprobó que los podía mover con normalidad.

    Al parecer, aquella bestia se había ocupado de no lastimarle más de lo necesario. Pero ahora estaba de pie, mirándolo con unos fieros ojos amarillos, que parecían decir: "No me molestes."

    [​IMG]

    Fin de la Contienda de Opciones (porque las hay cortas y largas)

    ¡Raito ha perdido 5 Puntos de Vida!

    Allister, temo decir que has elegido la opción que llevaba al Desenlace Malo xD (pérdida de PV).
    Si elegías picar al lobo con el palito habrías obtenido un ítem, lo que sería el Desenlace Bueno.
    Si lo dejabas en paz, no habrías perdido Vida pero tampoco hubieras obtenido nada, por eso sería el Desenlace Neutro.
     
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    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Suzumiya Konoe

    Todo sucedió muy deprisa. Me encontraba allí, tratando de hablar con aquella anciana cuando se formó un gran revuelo entre mis compañeros en la azotea.

    Me volteé repentinamente en estado de alerta al escuchar disparos y voces que soltaban improperios, preguntándome internamente si se trataría acaso de una emboscada, de un robo o un ataque a distancia. En un lugar como La Ciudad nunca se estaba seguro de nada.

    En cualquier caso, me incorporé y extendí mi brazo protectoramente frente a la anciana, mientras descubría, no sin asombro, que eran mis compañeros los que habían ocasionado revuelo semejante. Mi expresión mostró desconcierto.

    ¿Por qué todos portaban armas? ¿Era un requisito? ¿Era estrictamente necesario traer un arma? No podía entender por qué disparaban porque no estaba prestando atención a mi alrededor hasta el instante mismo en que ese tiro resonó en la azotea, pero... ¿era estrictamente necesario hacerlo?

    Que... enérgicos y animados parecían ser mis camaradas. Éramos un grupo muy extraño y asimismo parecíamos ser muy diferentes... ¿no era verdad?

    La anciana mujer se volteó entonces con el miedo pintado en el fondo de sus ojos. Comprendía su temor. Entendía su miedo. Comprendía que tuviera que desconfiar de todo el mundo en La Ciudad. Con manos temblorosas me apuntó con la manguera con la que se hallaba regando aquella solitaria astromelia.

    Yo me había propuesto ayudar a salvar La Ciudad y sus habitantes. A... hacer felices a las personas que no lo eran. Que lo merecían. No permitiría que un entorno lúgrubre y oscuro sembrase sus corazones de temor. No se podía vivir con miedo.

    Pero como si los disparos venidos a nada no hubieran sido suficiente sorpresa, se escuchó un gruñido fiero desde un rincón en sombras. Un gruñido furibundo y letal. Al voltear mi mirada en la dirección del ruido, mis ojos se abrieron de la impresión al ver a un enorme lobo gris clavando su mandíbula en la mano del hombre rubio forzudo que había venido con todos en la camioneta.

    —¡Ah!— grité de forma ahogada. ¿Estaba ahí antes ese animal?—. ¡No trate de sacar los dedos del tirón, es peligroso.... podría arrancárselos de cuajo!

    Traté de acercarme en pos de socorrerle, pero un nuevo problema—porque no parecían ser ya suficientes— tomó mi atención. La anciana mujer que se encontraba regando la flor.

    —¡¿Quién eres tú?! — me espetó repentinamente, sus ojos abiertos enormemente y su voz destilando pavor.

    >>Por favor, cálmese— le pedí tratando de sonar calmada. Sin embargo, nerviosa por todo lo que estaba sucediendo, me llevé nuevamente un mechón de cabello tras la oreja. Uno y otro después—. Cálmese, por favor. Mi nombre es Konoe. Soy... soy policía.

    >>Mis compañeros y yo no pretendemos lastimarla— añadí—. Aunque... me gustaría poder decir lo mismo de su canino...

    Volteé la mirada al rincón en sombras. El lobo había liberado la mano del hombre forzudo. Sus dedos parecían sangrar, pero no había desgarrado ni roto ningún hueso en el proceso.

    ¿Qué hacía un lobo en la azotea de una lavandería? ¿Era el equivalente a un perro policía, quizás?
     
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    Hygge

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    Yuki Akiyama

    Lo cierto era que había llegado a recrear mil veces la posible escena en la que me embarcaría al iniciar mi tan esperado viaje. Pasaron por mi portentosa imaginación cientos de transportes, equívocos por mi patosa orientación y memoria, incluso me vi quedándome dormida antes siquiera de poder iniciar mi nueva vida. Pero de entre todos ellos, nunca me imaginé que acabaría subiéndome en un transporte tan... curioso. Con un contenido... más curioso aún.

    ¡Es decir, no quería criticar a nadie, no señor! ¡Y menos hacerles sentir mal, aunque solo sean mis pensamientos! Pero la verdad es que, uhm, era un tanto claustrofóbica y... y los golpes de los calcetines dándome en el rostro a cada giro del volante no me tranquilizaban mucho. Mi corazón de por sí ya había alcanzado su máxima aceleración en cuanto tuve que subirme al vehículo, y sentir el ligero contacto de mi brazo con el de una chica a mi lado y la pierna de otro en el lado contrario solo hizo acrecentar la sensación de nerviosismo. No fui capaz de curiosear a mis nuevos compañeros demasiado, pues en el instante en el que tomé asiento llevé ambas manos a la bufanda verde que decoraba mi cuello, sujetándola bajo mi nariz como si de un momento a otro fuera a deslizarse, y así me quedé, como si me estuviese ocultando de las miradas del resto. Aquella costumbre la había adquirido desde que tenía uso de la razón. A veces no me daba cuenta, pero siempre acababa en esa posición.

    ¿Os imagináis al típico gatito que esconde su cabeza tras la cortina pero deja el resto del cuerpo al descubierto, y a pesar de ello creen que no le ven? Pues yo era la viva representación de aquello. Solo que yo sí sabía que no era invisible, pero al menos intentaba superar mi ya de por sí triste vergüenza de alguna forma. ¡Incluso de vez en cuando les miraba de reojo, algo es algo!

    Mi mirada curiosa se paseó por cada recoveco del nuevo lugar en el que nos encontrábamos, admirando con cierta intriga el decorado en la fachada y el interior de la estancia. Solo era una lavandería... ¿Era aquí donde debíamos ir? ¿La señora conductora no se habría confundido sin querer? Aún así no fui capaz de decir nada acerca de mis inseguridades sobre aquel lugar, y seguí al resto del grupo dejándome guiar por el momento. Al parecer sí que íbamos bien encaminados, puesto que nos pidieron que esperásemos en la azotea del lugar, como si nos diesen un tiempo para charlar. Y ahí fue donde comencé a ponerme tensa de nuevo. Ya empezamos.

    Algunos comenzaron a dispersarse entonces, para mi sorpresa. Y yo, desde mi lugar, sin separar las manos de mi bufanda, les observé. Mis ojos emitían un brillo de emoción a pesar de todo, puesto que a pesar de no conocerles de nada, ya admiraba a todas las personas que allí se encontraban. Les admiraba con toda mi alma. Seguí con la mirada a una joven que se encaminó a hablar con una viejecita que se encontraba cuidando las flores del lugar, y paseé la mirada hacia un chico que fue a revisar una curiosa bola de pelo al fondo del lugar. Pero mi atención acabó siendo captada por completo por el agradable cantar de un gorrión blanco que se encontraba posado no muy lejos de nosotros. Enternecida por la pequeña ave, y distraída del resto, decidí encaminarme con cuidado hacia esta para tratar de verla más cerca y poder apreciar mejor el sonido que emitía.

    Pero antes de poder dar un paso más, la situación tranquila y armoniosa acabó ensombreciéndose de repente. Alguien había enfocado su atención también en el gorrión, pero no con las mismas intenciones que yo. Detuve mis pasos por instinto, creyendo que querría acercarse a verlo y le molestaría, pero al ver el brillo de un arma en su mano sentí mi corazón detenerse en el momento. Todo ocurrió a cámara rápida. Solo sé que emití un grito en un vano intento por decirle que se detuviese, mas cuando iba a cerrar los ojos y esperar lo peor... alguien le salvó. Uno de los jóvenes, el mismo que se dirigía hacia la bola de pelo, había disparado al suelo para asustar al ave en el momento exacto como para hacer que se asustase y se marchase. Yo aún me encontraba algo agitada por el susto, pero no pude evitar observar con una gran admiración al salvador de aquella pobre ave indefensa. Observé al chico alejarse, y estuve tentada a ir a agradecerle por su ayuda... pero me sentí algo intimidada, y decidí que lo mejor sería dejarlo ir.

    Sin embargo, ahí no quedaba la cosa. Como si no fuese suficiente, la anciana que regaba las plantas parecía asustada tras la aparición de la joven (y no podía culparla, estando donde estaba), pero a su vez un grito de dolor inundó la estancia. Me llevé una mano al pecho al ver que el salvador del ave tenía ahora la mano ensangrentada, y al ver mejor la escena me sorprendí al ver que todo se debía a un lobo que se encontraba frente a él. ¿¡Q-qué hacía un animal así aquí, sin vigilancia!?

    Atemorizada por todos los factores a mi alrededor dejé de pensar, y fue mi corazón el que decidió mis acciones posteriores, a pesar del peligro que suponía acercarse. Corrí, buscando desesperada algo en mi bolsillo, y al llegar junto al chico me detuve, alargando mi brazo para apartarle cuanto antes del animal salvaje. Por un momento mi brazo se detuvo, indecisa ante el contacto, pero finalmente dejé de pensar y lo atraje hacia mí, procurando colocarle lejos del lobo. Inmediatamente le miré con evidente preocupación, y entre murmullos sofocados le pedí que tendiese su mano hacia mí. Fue ahí cuando saqué el pequeño pañuelo azul que llevaba conmigo, y lo até alrededor de la herida para evitar que se infectase más al estar en contacto con otros objetos.

    —¿Te... te encuentras bien? —logré murmurar tras breves segundos de silencio, alzando la mirada mientras volvía a colocar mis manos sobre mi bufanda, tras acabar mi cometido. No dejaba de intercalar la mirada entre la herida en su mano y sus ojos, preocupada por si le escocía mucho, y me arrepentí de no haber venido con algún botiquín de emergencia. ¡Nunca se sabía lo que podía pasar! Finalmente me permití suspirar, y viendo que tenía la oportunidad perfecta para hacerlo, desvié la mirada mientras intentaba decir lo que pensaba—. Esto, muchas gracias. Por... por lo del gorrión. Parecerá una tontería pero... me hubiese sentido muy mal si algo le llegaba a pasar a ese pequeñín.

    Allister Te convertiste en el héroe de esta chiquilla por lo que se ve (?)
     
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    ¡Canuto mal agradecido! — Mascullé adolorido al tiempo que el lobo me ensartaba con furia sus dientes. Traté de no jalonear pues sabía que el animal no cedería si empezaba a reñirle. El dolor era cada vez más punzante, y aunque podía darme cuenta de que ¨mi buen amigo” canuto no estaba mordiendo con la brutal fuerza propia de un lobo, comencé a preocuparme al ver la insistencia del animal. Tarde o temprano acabaría por arrancarme un dedo, tenía que hacer algo y pronto. Miré mi arma de soslayo pero aquella no era una opción, el pobre canuto no merecía ser ajusticiado solo por seguir el compás de su naturaleza, después de todo había sido yo el que había ido a la boca del lobo. Quise reír con la ironía de aquella frase, pero maldita sea, la mano me estaba doliendo demasiado.


    Canuto aflojó un poco y en aquel instante alguien tiró de mi hacia atrás separándome del temperamental lobito, al que parecía no importarle mucho seguirme torturando pues enseguida volvió a agazaparse para seguir su ardua faena onírica.


    Una voz suave y susurrante me pidió que le extendiese mi mano dañada. Observé a la dueña de aquella voz, que había sido la misma persona que me había separado del lobo.


    Era una chica, pequeña y bonita, llevaba una bufanda verde que le cubría parte del rostro, su semblante tímido y delicado me tomó por sorpresa pues el valor que había mostrado al acercarse a mí a pesar del lobo estar cerca, contrastaba con su figura.

    Le extendí mi mano como en un acto reflejo y ella enseguida me vendó con un pañuelo azul.


    — ¿Te... te encuentras bien? — farfulló quedamente la chica. — Esto, muchas gracias. Por... por lo del gorrión. Parecerá una tontería pero... me hubiese sentido muy mal si algo le llegaba a pasar a ese pequeñín.


    Tras breves segundos de observarla respondí; — ¡Oh sí, me encuentro bien, al parecer el lobo Canuto no muerde tan fuerte! — Extendí una sonrisa agradecida y añadí; — Oye, muchas gracias por ayudarme, hace falta gente así en la ciudad, lamento que hayas tenido que manchar tu pañuelo por mi culpa, prometo que lo compensaré. Acto seguido junté mis manos e hice una reverencia en señal de disculpas al más puro estilo japonés, tal como mi madre antaño me había enseñado.
     
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    Bruno TDF

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    ¡Policía mis pantuflas! —exclamó la anciana, volviendo a captar la atención de Konoe— ¿Sabes cuántas veces quisieron meterme ese cuento, m’hijita? ¡¿Sabes cuántas?! —cuando más hablaba, más levantaba el puño libre, ya que el otro lo ocupaba en su letal y largo armamento de goma— ¡Perdí la cuenta! (No es que se me haya olvidado por ser viejita… Hum). ¡Oh, y no oses hablar mal de Aquiles, él es más bueno que el pan y me cuida! —¿se estaba refiriendo al lobo?

    La anciana siguió parloteando sobre las veces que trataron de engañarla, pero Konoe se dio cuenta de algo: decir que era Policía no había servido de nada. Es más, sólo empeoró la situación.

    ¡Y es más! La anciana se le acercó súbitamente, rápida como una ráfaga de viento, y apoyó la oscura boca de la manguera en su yugular. Su cara recordaba a un bulldog.

    ¡Y ES MÁS! Se tomó el atrevimiento de dejar escapar un chorrito de agua helada. Una sensación muy fría se deslizó por el cuello de la chica, y se extendió debajo de sus ropas hasta quién sabe dónde.

    No eres Policía, ¡son sólo ladronzuelos de tan poca monta que ni Aquiles quiere perder el tiempo con ustedes, salvo con el rubio ese! —volvió a dejar escapar otro chorrito de agua— Has venido a robar, ¿a que sí? Si lo confiesas, te dejaré ir, porque apresarte vendría a ser lo mismo que nada, el Juez Supremo últimamente se ha vuelto tonto de remate.



    ¡Opciones!
    • "¿Tengo cara de astromelia para que me esté regando de esta forma?"
    • "¡Deje de mojarme, por favor, el agua está demasiado fría!"
    • "No vinimos solos: nos trajo una chica con gorra en un camión."
     
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    Yugen

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    Suzumiya Konoe

    Aquella señora tenía una gran energía y carácter a pesar de ser tan mayor. Había pensado que se trataba de una anciana vulnerable y asustada, pero ese no era el caso en lo absoluto. Y decirle que era policía parecía haber sido un error más que un intento por serenarla, aquella aparente cándida señora había perdido por completo los estribos.

    Alcé mis manos desnudas y las mostré no solo tratando de tranquilizarla, sino de mostrarle que estaba desarmada. Yo no poseía un arma conmigo como mis compañeros. Al menos no aún. Y por supuesto, yo no tenía intención alguna de lastimar a esa señora, a su lobo Aquiles o a su preciosa astromelia.

    —S-señora, por favor escúchem—¡kyah!

    No pude evitar gritar en un ligero y momentáneo estado de shock cuando no solo sentí la manguera de goma contra mi garganta, sino el agua helada deslizarse por mi piel. El constrate de mi piel templada con el agua fría fue abrumador. Un escalofrió recorrió mi espina dorsal mientras sentía el chorro del agua descender por mi clavícula y continuar su trayecto entre mis pechos hasta mi vientre, mojando la camisa que llevaba puesta ese día.

    La anciana siguió gritándome y el agua helada siguió y siguió bajando por mi cuerpo. Era... una sensación muy desagradable. No era verano ni momentos de andar jugando con agua.
    Y estaba demasiado fría como para resultar soportable.

    —Comprendo su angustia pero— un nuevo escalofrío me sacudió—, le doy mi palabra de que no vinimos a robar. Vinimos con una chica en una—

    Traté de decir algo más, pero se me dificultaba hacerlo cuando el agua helada provocaba una sensación de shock constante sobre mi piel. Cuando yo solo trataba de ayudar... Oh, por todos los cielos...

    —¡S-señora deje de mojarme, por favor!— le pedí entonces, alzando gradualmente la voz—. ¡El agua está demasiado fría! ¡Puedo... tener una flor en el cabello, pero definitivamente no necesito que me riegue!
     
    Última edición: 14 Abril 2018
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    Yuki Akiyama

    Tironeé con suavidad de mi bufanda hacia arriba, casi como un acto reflejo al ver que me dirigía una sonrisa agradecida. Comparado con lo que ellos estaban dispuestos a hacer día a día, lo mio no había sido nada... Y aún así me agradecía con gran ahínco, haciendo que me quedase en blanco mientras jugueteaba con la tela de la prenda verde. Me sentía como una fan a la que uno de sus admiradores le había hablado, aunque lo cierto era que, conociéndome, sabía que reaccionaría así con todos los allí presentes.

    ¡Pero es que eran tan geniales! ¡Casi tanto como mi hermano!

    —N-no ha sido nada, de verdad. No necesitas compensarme —logré emitir, con una leve sonrisa oculta tras la bufanda. Sentí mis mejillas arder ligeramente, como siempre me ocurría, y tuve ganas de esconder mi rostro al completo tras ella... pero eso quedaría algo raro, ¿no? ¡Y seguro que me asfixiaría!—. Considéralo, uhm... Un agradecimiento por salvarle la vida a Shiro —y ladeé mi rostro, observando con ternura al gorrión albino cantar desde algún punto de la azotea.

    >>¡Oh! Esto... Me llamo Yuki, Yuki Akiyama. ¿Cómo te llamas tú?
     
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    La anciana de la azotea se quedó mirándola fijamente. Sus ojos luego se desviaron hacia el lobo Aquiles, quien había vuelto a recostarse sobre sus patas pero permanecía despierto. Luego volvió a concentrarse en Konoe. Luego miró la manguera. Volvió a lanzar otro chorro de agua fría, pero algo en el estremecimiento de la pobre chica hizo que le quitara la manguera del cuello y diera un discreto paso hacia atrás, aunque sin dejar de apuntarla.

    Los delincuentes de La Ciudad tienen un bloque de hielo en donde debería ir el corazón y por lo mismo es sustancia fría lo que corre por sus venas —dijo—. Si te ha molestado la temperatura del agua es porque hay calor en ti —¿qué clase de razonamiento era ese? Qué poético, sí, pero no tenía lógica biológica lógica. ¿Ah, dije “lógica” tres veces?—. Una chica tan joven y linda como tú… no puede ser mala… A MENOS QUE… —volvió a alzar la manguera— ¡Estés en plena formación para robar los pantalones de mis clientes! ¡Ay, pobres, qué vergüenza para ellos ir en calzoncillos por la calle!



    ¡Últimas opciones! ¿Y AHORA?
    • “¿Tengo que hacerte dibujitos para que entiendas que no soy mala?”
    • “Tengo mi propia ropa y me la lavo yo.”
    • “¿Acaso usted es… Policía?"
     
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    Allister

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    —N-no ha sido nada, de verdad. No necesitas compensarme Considéralo, uhm... Un agradecimiento por salvarle la vida a Shiro — dijo la pequeña desviando su mirada hacia el gorrión que hace nada estuvo a punto de ser historia.

    ¡Oh! Esto... Me llamo Yuki, Yuki Akiyama. ¿Cómo te llamas tú? —preguntó volviendo en sí y con cierta timidez.

    — Mi nombre es Raito, Raito Sumiyaki, mucho gusto pequeña Yuki —respondí mientras le alborotaba el cabello con la mano sana. La miré con curiosidad y enseguida una pregunta atravesó mis pensamientos ¿Acaso yo era el mayor de todo el grupo? Realmente todos se miraban muy jóvenes creo que no pasaban de los veinte. ¿Enserio ellos estaban jugándose el pellejo a tan temprana edad? En una ciudad como esta ser policía no tenía ninguna garantía. Pensé en las mil y un razones que cada Solo esperaba que el dichoso comisario Woody supiera como mantener a salvo a los nuevos policías. Pensé en la pequeña que estaba frente a mi estaba algo nerviosa a raíz del tiroteo previo y la mordida del desdichado canuto, debería armarle plática para que se tranquilizara un poco.

    — Menudo lugar y vaya grupito el que tenemos ¿cierto Yuki?, ¿Qué te ha parecido hasta ahora la inducción? — dije, al tiempo de que me percataba del quilombo que la viejecita estaba armando con otra compañera, la tenía como rehén y le apuntaba con una peligrosa … ¿manguera? ¿Qué pretendía? Matarla a punta de chorros de agua? No pude evitar echarme una risotada ante semejante espectáculo. — Mira eso — le dije a Yuki — tenemos un.. ¿10-4? o no se cual sea el código policial para viejita armada con un manguera. Sea como fuere, no creía que nuestra compañera se encontrará en un peligro real, solo hacía falta que se explicara bien. Mientras no entrara en la ecuación el lobo Canuto todo estaría bien.
     
    Última edición: 14 Abril 2018
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    Yugen

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    Suspiré aliviada cuando finalmente aquella anciana me liberó. Mi cuerpo aún sentía el frío sobre la piel, en gotas, y no pude evitar abrazarme a mí misma. Estaba helada. Ayudar a la gente implicaba mucho sufrimiento ¿no era verdad? Pero era demasiado pronto para rendirse. Yo me había propuesto ayudar a los demás. Necesitaba... no, debía hacerlo.

    Ese era mi deber a partir de entonces.

    —Gracias— dije agradecida, aliviada y mil cosas más una vez me soltó. Escuché su extraño aunque poético razonamiento pensando que era una forma original de verlo... pero parecía que aún no estaba del todo salvada. No, en lo absoluto.

    Cuando creí que el agua se detendría y asimismo las acusaciones de la anciana hacia mi persona, esta volvió a alzar la manguera y acusarme de cosas cada vez más descabelladas.

    —¿Qué necesidad tendría de robar los pantalones de sus clientes?— pregunté con urgencia, sintiendo mis mejillas arder ligeramente ante el razonamiento rebuscado de la anciana—. Por favor, no diga cosas tan descabelladas. Insisto señora... no soy una delincuente. No tengo intención alguna de robar; una chica nos trajo en una vieja y desgastada camioneta.

    Miré a la señora. Miré al lobo en un rincón, miré a mis compañeros... y una idea repentina, aunque poco probable dada la situación, acudió rauda a mi cabeza. Necesitaba salir de aquella situación por mis propios medios y de forma civilizada. Inspiré profundamente, conté mentalmente para mí misma y llevé de nuevo un mechón de cabello negro tras mi oreja.

    Bien.

    Debía encauzar de nuevo aquella conversación. Elegiría con cuidado mis palabras. Preguntar su nombre no era una opción viable pues siendo tan reacia y desconfiada era imposible que me lo dijera. Necesitaba otra vía de acción.

    >>Esta pregunta puede sonar extraña, pero es posible...—dije entonces— ¿que usted sea policía?

    No había manera de que aquella pregunta fuese afirmativa... pero o esa señora trabajaba en la lavandería o formaba parte del cuerpo de seguridad... no había más opciones aparte de esas.
     
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    Yuki Akiyama


    Una cálida sensación me embargó en el momento en el que Raito me revolvió el cabello de esa forma. Hacía tanto que no sentía ese gesto, que hacerlo ahora me hacía sentir ciertamente nostálgica. Sin embargo era consciente de que ponerme a llorar ya no era la solución, a pesar de que probablemente era lo que hubiese hecho hace no mucho tiempo atrás. Agité entonces mi cabeza con suavidad, despejándola de todo pensamiento negativo posible, y me centré en observar con curiosidad a la persona que tenía delante. Pocas veces tenía la oportunidad de conocer a tantas caras nuevas, ¡y mucho menos a los geniales salvadores de la ciudad!

    "Menudo lugar y vaya grupito el que tenemos ¿cierto Yuki?, ¿Qué te ha parecido hasta ahora la inducción?".

    —¡A-ah! Pues... —di un pequeño brinquito al tener una respuesta directa que responder, y recorrí la azotea con la mirada como si esta me fuese a otorgar una respuesta. Aún me sentía algo insegura cuando me hacían preguntas, por muy fáciles que fueran. Tenía miedo de trastabillar con las palabras o de decir algo fuera de lugar, pero Raito me había inspirado confianza hasta ahora, y supongo que eso me ayudó a soltarme un poco más con él. Volví a tironear con delicadeza de mi bufanda, buscando las palabras adecuadas—. La verdad es que nunca me esperé iniciar en el cuerpo de la policía de esta forma, está siendo todo muy... curioso, ¿no crees? Quizás... Quizás trabajar en la lavandería sea un trabajo con un fin oculto que nos sirva para pulir nuestras habilidades, ¡como con Jackie chan! Ya sabes, dar cera, pulir cera... ¡Un clásico!

    >>L-lo siento, creo... que me fui un poco por las ramas.

    Agaché la cabeza, sintiendo mis mejillas arder una vez más mientras recapacitaba las palabras que había dicho. ¿Jackie chan? ¿Qué se suponía que pintaba esa película aquí? ¡Aish, siempre me pasaba lo mismo, no daba una! Sin embargo, antes de seguir torturándome a mí misma, la voz de Raito me volvió en mí una vez más, y alcé la mirada hacia donde me señalaba con la cabeza. Fue ahí cuando me percaté del rumbo que había tomado el aparente conflicto con la ancianita: la amable chica que se encontraba junto a ella había sido atacada con una manguera, y ahora parecía estar pasando mucho frío, pues se abrazaba a sí misma mientras su ropa comenzaba a gotear ligeramente. Entrecerré los ojos, como si yo misma sintiese el frío del agua recorrer mi piel, e intenté buscar con la mirada algo con lo que cubrirla. No podía quedarme allí viendo como esta acabaría pillando un resfriado con una buena acción como esa, pero me mordí el labio inferior con impotencia al ver que la azotea estaba completamente desierta.

    Quizás... Quizás podría bajar a la lavandería y buscar algo para ella. ¿Me dejarían ausentarme por un momento?

    —Raito, ¿crees que deberíamos ayudarla? —murmuré, sin apartar la mirada de ella con angustia. Confiaba en que tenía la situación controlada pero... pero pobrecita—. Tiene que estar pasando mucho frío, pero aquí no hay nada con lo que abrigarla...
     
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