One-shot Axolotl [Mitologia Azteca]

Tema en 'Otros Fanfiction' iniciado por Fénix Kazeblade, 18 Junio 2018.

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    Fénix Kazeblade

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    Escritor
    Título:
    Axolotl [Mitologia Azteca]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1926
    Si quieres saber más sobre este ser, consulta El olimpo en este foro.


    Aquel hombre observaba las aguas en quietud del lago a unos diez metros de él, el viento soplaba en su rostro atrayendo el olor a humedad del caudal hasta sus fosas nasales, observaba las luces de la ciudad encendiéndose ante un sol que agonizaba escondiéndose al final del día por las montañas lejanas, más él no percibía nada, su cuerpo estaba allí, pero el espíritu que le otorgaba la chispa de su vida había sido arrancado a trozos por las decepciones de una vida llena de esfuerzos y cerro recompensas, una vida sin relevancia ni propósito a la que cerrando los ojos y con ayuda de aquel rio le pondría fin.

    Se sujetó con fuerza de uno de los pilares que sostenía el puente, cruzó ambos pies y presionó los dientes mientras se inclinaba cada vez más hacia el frente presionando sus ojos con fuerza.

    ― Es una vista excelente― afirmó una voz femenina que le hizo detenerse.

    Abrió los ojos y giró la cabeza, se encontró con una mujer joven de piel trigueña y una sonrisa encantadora, una de aquellas que te es imposible no imitar por el carisma que transmiten, sin darse cuenta se encontró sonriendo.

    ― Vaya y esa es mucho mejor― declaró ahora la chica mientras lo observaba ― me refiero a esa sonrisa, deberías dejar salirla un poco más.

    ― Disculpa― respondió el chico desconcertado― ¿Pero te conozco?, yo mira… no es el mejor momento para hablar…

    ― Siempre termina siendo un buen momento― le indicó con cierto entusiasmo― de esa manera podrías saber a cuantísimas personas les importas.

    Esa última afirmación le golpeó justo en el pecho, sintió como el corazón se le oprimía y se le formaba un nudo en la garganta.

    ― Es algo que no puedes saber, ni siquiera es algo que debería estar hablando contigo, no me conoces― declaró más a la defensiva.

    La chica suspiró, tenía un rostro bastante expresivo que de alguna manera siempre dibujaba un gesto feliz, se sopló un mechón de la caja y meneo la cabeza.

    ― Tal vez solo sea una extraña entrometida, pero estoy a segura que si tú haces lo que estabas dispuesto a hacer, no sabrás si estabas equivocado y todo sea distinto, solo te falte otra perspectiva.

    El chico quedó pensativo, a su mente vinieron un par de recuerdos donde él estaba evasivo cuando sus padres le preguntaban por cómo se sentía, cuando amigos preocupados le insistían por horas que los acompañara a salir hasta que por demasiadas negativas dejaron de intentarlo. Cerró sus ojos pasivamente y comenzó a llorar, se dispuso a cruzar para otro lado esperando encontrarse a la chica pero estaba solo. Mientras sonreía levemente alejándose de allí, escuchó un leve siseo y algo cayendo al agua, imaginó que había sido una roca suelta.


    ************************************

    Un par de meses más tarde doña Inés, una mujer de edad avanzada caminaba en pasos lentos hacia la habitación de la estancia donde residía ya unos catorce años atrás. Existían varias lagunas en su mente, pero un vago recuerdo le susurraba que aquel día precisamente había algo especial.

    Un niño pequeño cruzó corriendo frente a ella mientras se lanzaba a los brazos de un anciana que mientras lo sostenía por la magia del amor que sentía se había sentido más joven. Una pareja de adultos maduros se encontraban sentados al lado de otra que apenas logrando abrir los ojos, narraba una historia confusa pero llena de pasión de sus días de juventud contenta de ser escuchaba. Otra de ellas, una amiga que había conocido al llegar a ese sitio, sostenía frente a su cuerpo un vestido lleno de flores bellísimo, con un gesto extraño y ademanes que indicaban que buscaba modelarlo, su familia frente a ella reía plácidamente, a ella misma le había arrancado una pequeña risa, hasta que percató de nuevo de su soledad.

    Se sentó en una silla mecedora acariciando un mantel blanco que hace años había tejido una de las enfermeras que la cuidaba para ella con su mano tembloroso mientras emitía un sollozo.

    En definitiva era un día especial, como navidad, como su cumpleaños, como su aniversario, días que ahora solo significaban fotografías viejas y amarillentas guardadas en su cajón, su marido había partido hace años y el resto de su familia les había parecido una carga y la habían abandonado allí.

    Era el día de las madres, lo había dicho una de las enfermeras en los pasillos, aquello solo intensificó el dolor latente en su interior.

    ¿Cómo es qué las personas a las que más había querido solo la habían olvidado?.

    ― ¡Abuelita! ¡Abuelita! ― exclamó de pronto una voz infantil.

    Levantó la mirada sorprendida por la energía que emanaba y se sorprendió que un pequeño corría desatrampado hacia ella y la abrazaba con fuerza.

    Por un pequeño instante se olvidó de pensar, quien era, si se había equivocado o era real, simplemente optó por empaparse de su ternura, de su cariño, de la calidez que el niño le profesaba.

    ― Hace tanto que había querido conocerte mi linda abuelita― declaraba el infante mientras le sostenía con sus regordetas manos las mejillas.

    ― Pero, mi niño ¿de dónde has salido? ¿Cómo es que nunca te había conocido?.

    ― Me escapé de mis papás, tenía que verte― confesó murmurándole al oído.

    La dulce ancianita comprimió su rostro mientras lagrimas le brotaban, le acarició el cabello y le beso la frente. Los ojos del niño eran redondos y de un café claro, igualitos a los de su hijo José Miguel, seguramente era de él.

    El niño sonrió con los mimos de su abuela y se recostó en su hombro dispuesto a dormir luego de que ella le había contado un cuento. Doña Inés se percató del tiempo que había pasado, para ella había sido como si parte de aquellos tantos años perdidos hubieran vuelto de pronto y hubiera querido que durara para siempre, pero el niño tenía que volver.

    ― Tenemos que llevarte con tus papás― le dijo mientras el niño la observaba algo triste. ― deben de estar preocupados ¿Vienes de muy lejos? Una de las enfermeras podría llevarte.

    ― No, están a dos casas de aquí, mi hermano mayor sabe que vine y me está esperando.

    ― ¿Estas muy seguro?

    ― Jamás te mentiría abuelita― le respondió con la mirada más convincente del mundo.

    La ancianita le besó la frente de nuevo y lo abrazó, el pequeño hizo lo mismo, se puso frente a ella y buscó en su bolsillo sacando una flor que lucía perfectamente conservada, cosa rara, dado donde la había sacado, se la dio en sus manos y la abrazo de nuevo.

    ― Feliz día de las madres abuelita, yo no te he olvidado.

    Doña Inés sonrió mientras veía que se alejaba, se giró un momento para volver a su habitación y el niño ya no estaba, lo atribuyó que se había ido corriendo.

    ******************************************

    Jamás había tenido tanto miedo en su vida, para Jocelyn todo era incierto, su labio inferior temblaba y cada vez se sentía más débil, intentó gritar de nuevo, el sonido solo rebotaba alrededor de las paredes de hormigón; casi sin fuerzas, se obligó a obtenerlas buscando zafar su pierna sepultada debajo de un par de bloques.

    Al menos aun sentía sensación en ella, pues paenas moverla, le había dolido como el demonio.

    Ella se había quedado tarde esperando al chico que le gustaba fuera de su salón, asistía a una clase de música extracurricular, se encontraba nerviosa y muy emocionada porque al fin saldrían juntos, pues uno de ellos maravillosos designios del destino había hecho que se gustaran ambos.

    Fue tan repentino lo ocurrido, la tierra de pronto se habría agitado y el edificio entero se destrozaba por causa de un temblor, sus miradas asustadas de ambos eran lo último que habían visto ambos antes de que una nube de polvo los separara en extremos totalmente opuestos.

    ― Josy…― murmuró alguien a su oído. ― no te rindas.

    La joven se giró para un lado y luego para otro, podría acabarse el mundo pero esa voz la reconocería en cualquier lado. Era Daniel, el chico que le gustaba.

    ― Daniel… Daniel ¿eres tú?... ¡Daniel!... ― gritó con todas sus fuerzas.

    Espero unos segundos y nada ocurrió. Cuando pensó en atribuirlo a una especie de delirio algo ocurrió.

    Alguien el sostenía la mano, su piel era algo ásperas en las puntas de los dedos a causa de callos provocados por pisar las cuerdas de la guitarra. Era él.

    ― Hola, tranquila, ya estoy contigo. ― le dijo sintiéndolo.

    Y ella también lo hizo.

    Daniel sentía un dolor intenso en su hombro izquierdo, definitivamente lucía más caído de lo normal, no necesitaba estudiar medicina para intuir que algo estaba roto y había buscado un suéter del uniforme escolar para usarlo de cabestrillo. Las primeras horas el dolor había sido intenso pero ahora se había calmado.

    Recorrió el pasillo donde se encontraba por un lado estaba bloqueado por una columna gigantesca que ni con las dos manos sanas hubiera podido mover y por el otro medio edificio de enfrente derrumbado. Estaba atrapado, desesperado, asustado y hasta hacia unos minutos atrás, solo.

    Había escuchado su voz, podía ser solo la de ella, tan inigualable. Estaba viva, le hacía eso tan feliz, le estaba llamando, de alguna manera se había percatado que estaba allí, debía salvarla.


    Había cerrado un segundo los ojos y al reabrirlos era de noche, ella estaba allí con ese cabello recogido en coleta que no se cansaba de ver y sus pómulos rosados. Estaba allí recostada en su pecho, segura.

    No lograba recordar nada, pero de momento no quería hacerlo, solo quería pensar que estaba allí y por eso significaba que todo iría bien.

    Ella había cerrado sus ojos perdiéndose en sus sueños cuando él le había indicado que podía dormir tranquila pues la protegería, juntos habían liberado su pierna sin problema.

    Los equipos de rescate llegaron al día siguiente con ayuda de perros, rescataron a 33 personas aquel día, algunos con heridas graves pero vivirían. Llamó la atención de todos, la historia de dos chicos que afirmaban habían sobrevivido juntos, uno del otro, aunque hubiran tenido que excavar al menos 20 metros de concreto para juntarlos.


    ***************************************


    Un joven músico caminaba con su estuche de guitarra desde la fuente de los leones donde había tocado toda la tarde hasta encontrarse en la acera del boulevard, otro hombre uno más maduro se le unía en el camino y le daba una palmada mientras ambos observaban la puesta de sol.

    El que era más adulto sostenía un libro en la mano, tomaba una gafas que colgaban en el cuello de su camisa y sin detenerse comenzaba a hojearlo hasta llegar a las últimas páginas.

    ― Vaya hermanito, sí que has estado ocupado.― afirmó Quetzalcoatl.

    El chico sonreía con modestia.

    ― Cada vez me convenzo que fue la mejor decisión Axolotl, yo transformarme en el sol y hacer las cosas para ellos desde allá arriba, mientras tú cambias vidas aquí abajo.― señaló mientras lo abrazaba de su hombro.

    El joven músico lo observó riendo, mientras lo hacia su rostro cambiaba, transformándose primero en una joven de pómulos sobresalientes, luego en un muchacho muy cercano a su edad, seguido de la figura de un niño pequeño y finalizando, antes de tomar su forma original, con la de una mujer trigueña y risueña.

    ― Abra que esperar a mañana, que más surge.

    Diciéndose esto quedo en su forma real, anfibia, de piel purpura y húmeda, moviéndo sus branquias feliz mientras que el otro adquiría una forma ofidia de impotentes alas, desapareciendo ambos, con el último rayo del sol.
     
    Última edición: 2 Septiembre 2020
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