Aula 2-2

Kashya

Adoraba a Emily pero a veces era demasiado difícil tener que lidiar con su energía, realmente. Lo bueno es que con el tiempo, llegábamos a entenderos muy bien sin necesidad de palabras y ella también había aprendido a respetar los límites y a saber cuando se estaba pasando.

La verdad, nunca me había enfadado con ella, tampoco. Ni con nadie...

Tras verla entrar en su aula, dirigí mis pasos hacia la que sería la mía, con calma. Me senté en uno de los asientos en primera fila y saqué las cosas necesarias para estar preparada. Parecía que por ser el primer día tendríamos que presentarnos así que cuando llegó mi turno, me levanté para responder un simple "Kashya" antes de volver a sentarme y prestar atención a los libros que tenía delante.

¿Cuándo empezaba la clase?

 

Cuando llegué al salón de clases decidí tomar asiento en la primera fila, en las columnas del centro, y permanecer allí hasta que fuera hora de presentarnos. Mientras, le eché un vistazo a mis compañeros e identifiqué muchas caras conocidas. Para matar el tiempo, decidí poner a prueba mi pequeño esfuerzo de memorizar todos y cada uno de sus nombres, y sonreí.

Bien hecho, Bleke.

No sería en vano, estaba segura. No habían sido exactamente mis planes, pero tendría que trabajar desde el día uno si quería que esto tuviera éxito. Había decidido adrede no mover demasiadas fichas en primer año, pues era nueva en la institución y necesitaba tiempo para labrar el terreno, acercarme a los profesores, ser encargada de la clase y estar siempre, siempre presente en caso de que mis compañeros precisaran asistencia. Pero ahora, ahora era el momento. Era hora de entrar en verdadera acción.

Cuando llegó mi turno de presentarme, me incorporé con calma y me giré hacia mis compañeros con una sonrisa sosegada. En voz clara y firme, pero también suave, dije:

—Hola a todos. Mi nombre es Bleke Middel; pueden decirme Bleke, si gustan. Espero nos llevemos bien este año. Hay muchas cosas que deseo hacer por esta institución, y por ello me gustaría recibir su apoyo en las elecciones estudiantiles venideras. —Suspendí un ligero silencio en el aire a consciencia, para recorrer con la mirada a todos mis compañeros y reafirmar mi sonrisa—. Eso es todo, muchas gracias.

Volví a sentarme y me acomodé el cabello detrás de la oreja, calmada.

Ya había iniciado.

 

La pequeña pero genuina sonrisa que había logrado sacarle a Watanabe era suficiente para ella, era todo lo que buscaba, y en cuanto la menor le dijo que se llevaría todo el trabajo solo volvió a sonreír. No le importaba hacer el tonto si servía para hacerla sonreír.
Antes de poder decir nada más, había casi echado a correr y con razón, ya iban siendo horas de que se fuera a su clase también. El cachorro tenía suerte de haberse librado de ella, al menos a primera hora, se limitó a empezar a andar no sin antes dirigirle una última mirada, como si temiese que se le fuese a perder.

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Se apresuró a subir subir a la segunda planta y entró a la clase. Tomó su lugar habitual, ni muy al frente ni muy atrás. Apenas unos momentos más tarde, ya los estaban haciendo presentarse a pesar de que casi todos se conocían aunque fuese de vista.
Ahora que lo pensaba, la presidenta había dicho que dimitía, ¿no? Quizás... pudiera intentarlo. Sacudió la cabeza, como queriéndose sacar la idea tonta de la cabeza, para qué si habían mejores opciones. Es más, allí estaba Bleke, diciendo que esperaba su apoyo, ¿cómo iba a rivalizar con la centrada Bleke? Había que ser idiota.

Apenas se dio cuenta cuando llegó su turno de presentarse.

—Soy Kurosawa Shiori —dijo, haciendo una leve reverencia, ¿qué más se supone que decía uno en las presentaciones y cómo era tan fácil olvidar eso de un año a otro? Se enderezó y sonrió, de repente algo cohibida—. Los que ya me conocen saben que me gusta mucho ayudar, así que bueno, eso, si necesitan algo siempre pueden hablar conmigo.

Una vez terminó, volvió a tomar asiento para luego sacar sus cosas.
¿Podría almorzar con Watanabe-chan o la agobiaría? Ni siquiera sabía si la menor la consideraba su amiga o solo su tutora. Hizo un mohín, sin apenas darse cuenta y clavó la vista en la pizarra frente a ella.

 

Se dejó caer pesadamente en su asiento al entrar en la clase. La vida era extraña o la extraña era ella, para haberse relajado considerablemente con la presencia de dos huraños como lo eran Katrina y Hiroki.
Se abrazó a sí misma, recostando la espalda en el respaldar y cerró los ojos un rato.

Ese no era clima para estar en clases, con semejante día lo que apetecía era estar en la cama, quizás echando una siesta. De hecho tenía sueño.

Agh, en la tarde tenía que atender el club de cocina, ¿cierto? Con Honda, frunció el ceño apenas, ganas no tenía pero tampoco iba a dejar el club abandonado por una orgullosa de mierda.

Quizás porque ella misma tenía un orgullo que defender.

Ojalá ese día pasara rápido.

 

Bleke apenas le brindó relevancia a la irrupción tan... particular del profesor. Cuanto menos, se imaginó la intensa mirada reprobatoria de su padre si lo viera comportándose así. Casi podía oír las palabras saliendo de su boca, filosas y calmadas, como lanzas de hielo.

¿Y este es el hombre encargado de la educación de mi hija?

Pero, a decir verdad, a ella le traía sin cuidado. Cuando el hombre los invitó a leer sus redacciones, Bleke agudizó su oído y paseó la mirada con disimulo sobre los pupitres circundantes. El silencio seguía extendiéndose y frunció apenas el ceño. No era lo ideal, pero si no le quedaba de otra tendría que hacerlo.

Llama la atención, pero no demasiado.

Ahí estaba de nuevo, la voz grave y rasposa con sus eternas y dogmáticas indicaciones. Bueno, muy a su pesar debía reconocer que siempre le habían servido, así que algo de razón llevaba. Y el orgullo de Bleke no era tan endeble como para amenazar con romperse por atender frente a figuras de autoridad claramente mayores y más experimentadas que ella.

Cuando una voz enérgica se alzó entre el silencio y la silueta delgada de una chica pasó junto a ella, Bleke suspiró casi imperceptiblemente y volvió la mirada a su redacción. Muy bien, ahora podría actuar como había planeado. La jovencita había mencionado algo sobre su ¿yaya? y comer cierta comida japonesa, pero a decir verdad le prestó muy poca atención. Una vez finalizó, Bleke clavó su mirada en el profesor y alzó la mano.

—Kenzo-sensei, ¿puedo pasar yo ahora?

Preocúpate por lo que sale de tu boca, y aún más por cómo reacciona tu alrededor ante ello.

No había preparado nada demasiado complejo, a decir verdad. Debía, después de todo, administrar con el mayor cuidado posible la fina línea entre ser un estudiante y una figura de autoridad. En ese sentido, la tenía incluso más difícil que entre los viejos de la familia. Pero ellos no lo verían, ¿verdad?

—Deseo sacar el mayor provecho académico y personal de mi vida como estudiante —comenzó a leer, en voz clara y suave; lo suficientemente alta para que las últimas filas la escucharan, pero sin imponerse ni distraer de sus pensamientos a quienes no les apeteciera oírla. Como siempre, atenta al equilibrio—. Creo en esta institución, pero no con los ojos cerrados. Creo tanto en sus bondades como en sus defectos. También creo en mí, y en las capacidades con las que cuento para reparar las pequeñas grietas en la red invisible que nos une. Somos un gran y complejo sistema, con su gran y compleja homeostasis; somos más que la suma de nuestras partes, pero al mismo tiempo, si una parte se quiebra, el sistema agoniza. Por ello, ansío mantener bien presente en la consciencia de la institución que no somos sólo números. Incluso nosotros, meros estudiantes, somos más que la suma de nuestras partes. Y ningún sistema debería pasarlo por alto. —Bajó la hoja, paseó la mirada por sus compañeros e inclinó profusamente la cabeza—. Muchas gracias por su atención.

 

Se había despedido de Nagi cuando esta llegó a su clase, con su sonrisa cálida usual, y finalmente había subido a la segunda planta a su clase. Había notado a la chica de la coleta teñida y a Aika en el pasillo, en otras condiciones se habría detenido a charlar, pero se limitó a sonreírles antes de entrar al aula.

Se dejó caer en su lugar con pesadez, con la menor cantidad de movimientos posibles, y aún así arrugó los gestos. Dejó el maletín a un lado y recostó la cabeza en el pupitre justo como había hecho Altan.
Estaba agotada, por decir lo menos. Encima aquel resentimiento muscular no la dejaba olvidar lo que había pasado hacía unas horas, era un recordatorio persistente, como un mosquito en una noche de verano, pero no podía matarlo de un manotazo y, aunque pudiera, posiblemente no lo haría.

En todo caso, no había visto a Hiroki en los casilleros como era usual y ni siquiera era que lo estuviera evitando adrede, pero de alguna forma era un alivio.
No sentía la máscara del todo en su lugar todavía, como si fuese a ir a dar al suelo en cualquier momento. Apenas había podido sostenerla con Yukie y Nagi.

Presionó el rostro contra sus brazos a la vez que cerraba los ojos. El murmullo de la lluvia le llegaba como desde otro universo.

Joder, qué puto sueño.

En definitiva tendrían que dejar la reunión del club para otro día.

Para cuando se dio cuenta, había cedido al cansancio de su cuerpo, arrullada por la lluvia.

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nada que me gusta el relleno bitches im sorry

 

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Chale que yo tengo a la quiet queen aquí WAIT A SECONDO

Kashya Thornton

Emily finalmente se dirigió a su aula y me quedé con Aika y aquella chica, Anna, en el pasillo. Me di cuenta de la reacción de la primera al ver a Mimi entrar en su aula, y también vi a Kurosawa entrando en el aula. ¿Huh? Parecía muy cansada también pero Emily me había dicho que se había ido de la azotea desde el principio, ¿así que por qué...?

Tras mirar otra vez a las dos chicas, me giré para entrar al aula y me acerqué a la morena, inclinándome para mirar mejor su rostro. No reaccionó y me di cuenta entonces de que se había quedado dormida.

Interesante.

Me incorporé después y me dirigí hacia mi sitio, sentándome para sacar un libro y leer mientras el profesor aparecía. Ya casi había acabado el libro del club pero preferí coger otro para leer y acabar el primero junto a las demás.

 

Había recibido el mensaje de Joey más o menos por las escaleras, y se encargó de responderle antes de ingresar al aula; bajo ningún concepto atendería al aparato en medio de las clases. Una sonrisa ligera, bastante imperceptible, danzó en sus labios al saber que Amery había vuelto a mostrar la cara en la Academia y, por si no fuera poco, Joey parecía contar con información sobre Suzumiya-senpai. ¿Habría ido a la fiesta? Dios, la simple posibilidad le causaba la gracia suficiente para atreverse a reír. Era tan hilarante como improbable, así que debía ser otra cosa. Pero, ¿qué?

Se acercó a Kashya cuando la divisó en su asiento, le sonrió y depositó sobre su pupitre un libro de texto.

—Perdona, Kashya, ayer me llevé el tuyo sin darme cuenta —murmuró, sentándose un momento en la silla aún libre que había delante—. Hablando de eso, cuando volví a casa revisé mejor uno de los ejercicios que hicimos y creo que encontré ciertas incongruencias. ¿Podrías ayudarme?

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sabroso relleno

 

Kashya Thornton

Sin embargo, nada más sentarme sentí como una presencia se acercaba a mi mesa y pronto vi un libro de texto apareciendo en mi campo visual, lo que provocó que levantase la vista para descubrir de quién se trataba.

Bleke.

—No te preocupes —fue lo primero que le dije, cerrando el libro que estaba leyendo para recoger el que ella me había dado.

Me dispuse a guardarlo en la mochila cuando escuché que seguía hablando y paré mis movimientos en seco. Intercambié un par de miradas entre el libro en mi mano y la chica, para finalmente dejarlo de nuevo sobre el pupitre y asentir con la cabeza.

>>Mhm.

No dije nada más pues asumí que mi mirada sobre la suya sería suficiente para hacerla entender que podía informarme sobre lo que había encontrado.

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Oh yeah, mi parte favorita, el relleno *sips tea*

 

Ensanchó un poco más su sonrisa, tranquila, y procedió a explicar el ejercicio de química con el cual había tenido problemas. Kashya podía parecer desconectada del mundo y de las personas que la rodeaban, pero realmente jamás le había negado ayuda o asistencia cuando se la había pedido. Fuera lo que sea que estuviera haciendo, lo apartaba a un lado y te prestaba atención; Bleke lo valoraba mucho.

A medida que le explicaba la situación, se dio cuenta que tenía un error en una de las fórmulas y procedió a borrar el elemento para escribirlo correctamente. Apenas levantó la vista del cuaderno un breve instante para repasar el rostro de su compañera.

—¿Has hablado con Jez, de casualidad? —murmuró, mientras procedía—. Hoy, quiero decir.

 

Kashya Thornton

No fue difícil encontrar el error que había tenido. Un simple fallo en una fórmula que había acabado provocando que el resto del problema no saliese bien, pero que por suerte tenía una fácil solución. Ese era el problema de la química y las matemáticas, un error ínfimo podía hacer que te equivocases en todo y nada funcionase.

Observé como borraba y comenzaba a corregir el problema para después levantar la cabeza al escuchar su pregunta. ¿Jez? Uhm... Negué con la cabeza, lentamente.

—No, pero Emily me ha pedido que le diese algo de su parte si la veía —respondí, una vez paré el movimiento de mi cabeza—. Emi estaba muy cansada, quizás Jez lo esté también.

 

Casi se había dormido durante las clases, si es que no lo había hecho sin darse cuenta y despertó de igual manera. Como sea, los profesores no lo habían notado y eso era lo importante. Se talló los ojos al oír la campana y estiró piernas y brazos, bostezando. Dios, qué sueño, se habría tirado a morir en algún lado de no ser porque... ¡era hora del almuerzo!

¡Hora de comer!

Una idea relámpago le atravesó la mente y se incorporó de un brinco, a punto de echar a correr cuando recordó algo. ¿Cómo podía cambiar sus niveles de energía tan drásticamente? Buscó a Aika con la mirada y, al encontrarla, llamó su atención con el brazo en alto.

—¡Ai-chan, iré a buscar a un amigo! ¡Si quieres unirte, estaremos en la cafetería!

Dicho eso (más bien gritado), ahora sí salió corriendo en dirección al tercer piso.

 

Kashya Thornton

Me había separado de Emily sin mucho problema, solo observando de reojo cómo se dirigía hacia los casilleros de tercero para esperar a alguien. No me había dicho quién pero la conocía lo suficiente para saber que se trataba de Katrina Akaisa.

No iba a intervenir en nada de lo que decidiese hacer y, de todas formas, había distinguido la cabellera bicolor de Anna entrando a la Academia también. Estaba segura que acompañaría a Emily, y podía confiar en ella porque se veía como una buena chica.

Así pues subí hasta llegar a mi aula y dejé las cosas sobre mi pupitre, como solía hacer. Me senté en la silla pero, rompiendo con la rutina, no saqué ningún libro y simplemente me quedé esperando hasta que Bleke llegó también a la clase. Cuando finalmente lo hizo y se acomodó en su propio asiento, me acerqué en silencio y llamé su atención con un par de toques en su hombro.

—¿Sabes algo de Jez?

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Gigi Blanche
No te entretengo mucho babe, dw, era por aventarla a algún lado (?

 

Había alcanzado a presenciar parte del desastre; o, más bien, las cenizas del incendio. Había bastantes estudiantes congregados en la entrada y se preguntó a qué se debería; cuando se coló entre algunos y se valió de su estatura para echar un vistazo... bueno, no entendía pero tampoco se veía bien. Kurosawa estaba echada en el suelo, contra la línea de casilleros, y un muchacho de cabello ceniza parecía reconfortarla. Más allá, Sonnen y Hiradaira. Arrugó el ceño, lo pensó de inmediato.

¿Y Jez?

La conmoción no le correspondía de nada y se escurrió hasta su casillero para cambiarse los zapatos y subir. Cuando llegó a su asiento, oyó los pasos amortiguados de Kashya y le sonrió con la tranquilidad usual.

Estaba bastante cansada, pero no tenía motivos para transmitirle nada de ello a Kashya. Mientras menos supiera o tuviera que ver con sus problemas familiares, mejor.

—Buenos días, Kashya. ¿De Jez? No, no realmente. ¿Por qué preguntas?

 

Kashya Thornton

—Mm.

Asentí ligeramente con la cabeza al escucharla, habiéndome esperado aquella respuesta por su parte. ¿Quizás fuese un presentimiento? Pero sentía que algo no iba bien con ella y me preocupaba no haberla visto aún desde ayer.

Normalmente llamaba mucho la atención entre el resto de alumnos.

>>Ayer pareció muy afectada por lo que le dijo Morgan —expliqué, sin apartar la mirada de ella y con el tono neutral de siempre—. Y tú la conoces mejor que yo.

 

Entornó ligeramente la mirada, desviando su atención al maletín para comenzar a distribuir sobre el pupitre los útiles de la primera asignatura. Sí, ella también lo había notado y probablemente tuviera razón con respecto a conocerla mejor. La conocía lo suficiente para saber que sus razones del dolor de cabeza eran una mera excusa para resguardarse en su propio cascarón.

Jezebel jamás le contaba ni un solo problema, ¿verdad? ¿Tenía sentido pretenderlo, siendo que ella hacía exactamente lo mismo? Las mantenía siempre afuera de la puerta, de pie en la acera, observando un palacio cerrado a cal y canto.

Lo pretendía, sí, y lo hacía porque se sabía diferente, ¿no? Porque... ellas jamás lo entenderían.

El peso de la maldición.

Estaba cansada de varias cosas a las que no podía renunciar y permanecía renuente a involucrarse demasiado. Por eso no le había escrito a Jez la noche anterior, aunque lo pensó y lo pensó hasta irritarla.

Era ese tipo de cobarde.

—Sí, yo igual lo noté, aunque no sabemos si está relacionado con su ausencia de hoy. ¿Quizá sólo está llegando tarde? —Le sonrió a Kashya, quizá en un intento por tranquilizarla, y agregó, conciliadora—: Vamos a esperarla un rato en la biblioteca antes de salir a almorzar, ¿te parece? Por las dudas.

 

Kashya Thornton

Observé con detenimiento como la chica sacaba los utensilios y no me pasó desapercibida tampoco su mirada. Ninguna de las tres nos caracterizábamos por contar nuestros problemas, ¿verdad? No entre nosotras, menos con los demás, aun cuando posiblemente siempre nos dábamos cuenta que no todo estaba bien.

Asentí con la cabeza cuando la escuché.

—Está bien, gracias. Nos vemos después.

Me despedí así de la chica y volví a mi sitio, imitando sus pasos al sacar las cosas necesarias y colocarlas sobre el pupitre.

De verdad esperaba que todo estuviese bien con ella.