Arácnofobia

Arácnofobia

Hola! :D
Eh... bueno... este escrito lo hice para el concurso "Relatos fóbicos 2.0" :)
La verdad, esta patético :o Yo misma lo admito xD
Notesé que hay un error muuuuy grande, que alcance a distinguir hasta cuando ya había entregado x'D
Gracias a Chechuus por el beteo, te adoro, chibitA!

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Sólo era algo insignificante, ¿por qué rayos le temo entonces? ¡Debo de poner atención al examen! Está tan complicado… Pero, se está acercando más. Es tan pequeña. Sus patitas se mueven de una forma descontrolada, buscando llegar a mi hombro. Cada vez le falta menos…


—¡Mátala! —exclamé, levantándome del pupitre y señalando en dirección a la ventana.


No fue ninguna sorpresa, el que todos mis compañeros y mi maestro me miraran de una forma extraña. Diría que llegaron a pensar que estoy loca.

—¿Tanto alboroto por una simple…?


—Ella les tiene pavor. —comentó una chica, de cabello corto y negro, y ojos café oscuro sin quitar la vista de su examen. Es mi mejor amiga, Rebeca.

—No me interrumpas. —dijo molesto Cristian, un chico llenito y con casi la misma descripción de Rebe.


—Hmp. —bufó mi amiga.


—Estamos en examen, chicos —dijo la profesora Silvia—. Señorita, ¿podría tomar su lugar? —finalizó, dirigiéndose a mi.


—Pero… ¿Puedo sentarme en otro lado? —pregunté, con ojos suplicantes.


—No, ahora siéntate. —la profesora se dirigió de regreso a su escritorio.


Suspiré resignada. Me senté lentamente, sin quitar la vista de ese pequeño ser. Sólo el sentirle cerca, provocaba que me estremeciera. Traté de concentrarme de nuevo en la hoja de papel, que seguía en blanco. A este paso reprobaría.


Perdí la noción del tiempo, volví a la realidad cuando la profesora pasó a pedirme mi examen. Afortunada e inconscientemente, lo había terminado.

Salí con Rebeca al patio, para tomar un poco de aire, después de cinco exámenes de corrido.


—¡Por fin, somos libres! —exclamó ella, saltando de alegría.


—No cantes victoria, nos falta el examen de técnicas. —suspiré de nuevo.


—Maestros malos, se alían para hacernos sufrir —dijo, con cara de sufrimiento. Me volteó a ver de nuevo—. ¿Y esos suspiros?


—Nada, nada… Vamos a la cafetería. —la evité, corriendo hacia el lugar.


—Esta niña me oculta algo… —alcancé a escuchar.


Al poco rato, se encontraba a mi lado. Compramos algunas frituras y jugo de frutas, platicando animadamente con el despachador. Varios de nuestros compañeros también entraron, tirándose a las sillas a descansar y pidiendo sus respectivas comidas.


Rebeca y yo hablamos animadamente de nuestras antiguas escuelas, ella más que yo, prefiero escucharla. Cristian no tardó en entrar también, junto con sus amigos. Unos segundos después, sentí algo en mi hombro.


—Hola, Suzey. —saludó Cristian. Correspondí, hasta que alcancé a ver lo que tenía en mi hombro.


—¡Ah! —grité, parándome, quitándome la chamarra y sacudiéndola.


Una carcajada grupal se soltó en toda la cafetería, mientras yo me quedaba quieta y observaba el suelo.

—Cristian…


—¿Qué pasó? —preguntó burlonamente, mirando también al suelo.

—¡¿Por qué rayos no me dijiste que era de juguete?! —exclamé, tomándole por el cuello de la chamarra.


—Era una broma —respondió, mirándome a los ojos—. Tú que te alteras…


Segundos después, salí de la cafetería, enojada. Rebeca me seguía, riéndose. Un muy lastimado Cristian se encontraba en el suelo, con su linda arañita de juguete en la boca.