Aquellos gigantescos pies Estaba sentada, mirando hacia abajo, cabizbaja y se quedó observando sus pies. No se había dado cuenta de lo mucho que le habían crecido, ¡eran enormes! Incluso se atrevería a decir que gigantescos y no se había dado cuenta de lo pesados que eran. Eran pesados como el plomo y le costaba incluso caminar con ellos. ¿Por qué ahora se daba cuenta de ello? Pensó que quizás, unas alas en los pies le ayudarían a poder con ellos. También sopesó la idea de estrujarlos como un arándano, para sacarle todo el jugo de pies que tenían. Aunque aquello le pareció una idea disparatada después de un rato dándole vueltas. Ya no era una niña para sopesar tamañas tonterías, ella debía darse cuenta de que era una adulta y ella misma tenía que conseguir que sus pies pesasen menos. Aunque la pregunta continuase siendo: ¿Cómo hacerlo?
Que tierna y adorable. Me dio ternurita al imaginarmela sentada, mirnado sus pies y darse cuenta de lo inevitable. La verdad es que es una etapa muy difícil pasar de la niñez a la adultez. Sin embargo, a veces esta ocurre en el momento menos esperado y, la vida de adulto, llegó a uno sin previo aviso. Muy buen relato, Ichiinou, como siempre.