Long-fic Anécdotas de un padre

I
Testu Katsumoto.​

El sol al fin hacía acto de presencia en el pueblo Masara, los pidgey hacían su cantar matutino y los ciudadanos iban y venían junto a sus compañeros pokémon, a pesar de que era un lugar tranquilo, el pueblo en ocasiones era parada de muchos entrenadores; uno por tener una posada, y dos, por el famoso restaurante y posada. Todo esto levantó el interés del joven entrenador llamado Testu Katsumoto, de diecisiete años y nativo de ciudad Kuchiba. Él había escuchado sobre la famosa posada, y aprovechando el dinero que ganó en un torneo no muy de renombre, decidió darse un descanso y pasar una semana relajada junto a sus compañeros pokémon.

El viento movía con cuidado su cabellera negra, quitándose su abrigo y, con delicadeza, abrió la puerta del recinto de dos pisos; el lugar no era muy grande, pero para él era suficiente. Con paredes de madera de color blanco y unos sillones color beige y una modesta mesa de centro redonda. Cerró los ojos al sentir el aroma a lavanda, era uno de favoritos; pero eso no importaba ahora. El joven al sentirse más seguro decidió entrar.

—Buenos días... —habló con un tono que seguía en la inseguridad.

Por dentro el lugar era más grande, pudiendo ver la puerta que conectaba con el restaurante. Giró la mirada al recibidor, viendo a la mujer de cabello castaño y ojos marrones.

—Buenos días, bienvenido a Masara House —contestó al notar su presencia—. ¿Desea algo?

La voz de la señora sacó a Testu de su ensimismamiento.

—Eh... Sí, quiero una habitación, por favor. —En ese momento un hombre, posiblemente empleado del lugar, llega al vestíbulo.

—Señora, necesito su ayuda, el restaurante está lleno hoy —interrumpió dándole una mirada al joven.

La mujer sonrió.

—Ya voy —dijo dando una última mirada a entrenador—. Siento tener que irme, mi hija puede atenderte... —Vio como ella se asomaba por las escaleras—. ¡Hanako, necesito que atiendas a un cliente!

Él escuchó la voz de la chica, y entonces pudo oír como bajaba las escaleras, Hanako era la hija de la dueña de la posada, vestía con una camisa verde con cuadros y unos pantalones cortos, cabello castaño y ojos marrones, con el cabello en trenzas. Era linda, según los estándares del joven, que de por sí no era muy exigentes.

La joven se vio confundida ante la mirada del chico hacia ella, teniendo que pasar la palma de su mano delante de su rostro para hacerlo reaccionar.

—L-Lo siento, una habitación, por favor —dijo al volver a tierra firme.

—¿Una habitación? —aseguró— Usted no es de por aquí, ¿cierto?

—No —respondió—. Soy viajero, un entrenador pokémon.

Hanako en menos de un segundo cambió su expresión, causando un rezongo en el pobre entrenador.

—¡Un entrenador pokémon! —exclamó con entusiasmo.

—S-Sí.

Ella mando al diablo el protocolo del lugar, hablando con más soltura con él.

—¡Que emoción! Yo siempre he querido ser un entrenador pokémon, pero no puedo, tengo que ayudar a mi madre en la posada.

Tetsu no sabía que decir, él ya llevaba siete años viajando, y ver que aquella jovencita, de su edad, nunca ha salido de casa, le era extraño, o sea, ¿nunca sintió el placer de volar sobre un pidgeot? ¿O el aroma de Venusaur? Eso le hizo estremecerse, y se notaba que ella le agravada la idea de viajar y salir de casa. Al verla a los ojos, emitían la chispa de una aventurera algo... temeraria.

—Si quieres puedo mostrarte mis pokémon —dijo sin pensarlo demasiado.

La mirada de Hanako se iluminó.

—¿En serio? Los entrenadores que han llegado a Masara House son muy reservados, eres el primero que está dispuesto a mostrarme sus pokémon.

—¿E-En serio? —preguntó rascando su nariz algo nervioso—. No creo que... No creo que sea para tanto.

—¡No digas eso! A mí me gustan los pokémon —respondió.

Luego de esa conversación, el entrenador de cabello negro recibió las llaves de su aposento y dejó su equipaje. Aunque no se quitó el cinturón con las pokéball para que la chica los viera, abrió la puerta y, para su sorpresa, Hanako estaba ahí, esperando con una inocente sonrisa. Él se sobresaltó al verla así de repente.

—Siento si te asusté —habló.

—No te preocupes, sólo apareciste de repente —contestó—. Ya tengo mis pokémon.


Los dos jóvenes fueron al patio trasero del inmueble, Testu le dijo a la chica que se sentara y ella no dudó en obedecer; ella esperaba emocionada, y él en unos segundos sacó todas sus Pokéball, Testu lanzó los artefactos en el aire y una luz blanca se disparó de ellos, revelando al equipo del joven entrenador. Siendo un Pidgeot, Venusaur, Golduck, Arcanine, Persian y Venomoth. Ella los miró de izquierda a derecha, siendo más grandes de lo que se veían en televisión.

Ella se paró de donde estaba sentada, dirigiéndose a los pokémon, aunque fue detenida por el joven.

—Los pokémon se ponen nerviosos cuando se acercan de golpe —inquirió—. Ellos confían en mí, observa...

Él hizo que arcenine se acercara, el pokémon de fuego no le hizo nada, solo apoyó su cabeza en la mano de su entrenador. Hanako los vio dibujando una sonrisa, y se vio sorprendida cuando él tomó su mano para acercarla a la criatura. Esta cerró los ojos y aceptó la mano de la muchacha, haciéndola temblar al ver que al fin estaba tocando a un pokémon de verdad, a un arcanine de verdad, sus ojos marrones brillaron como el sol, sorprendiendo al joven de tez morena.

El pokémon notó que no soltaba su mano, dándole una mirada algo picara, Testu al darse cuenta solo pudo dar un respingo y soltó su mano.

—¿Podemos ver a los demás? —preguntó ella más emocionada.

—C-Claro —dijo llamando a los otros pokémon.

Así estuvieron una hora más, admirando los pokémon del joven, Hanako estaba impresionada, los pokémon de aquel entrenador eran impresionantes, en especial el pokémon volador. A ella le encantaban, y verlos al fin de cerca pudo tener una parte de su vida completada. Pero el día no era eterno, así que, cuando el sol se fue, tuvieron que volver a la posada.

Los dos caminaron por el pasillo hasta llegar a la habitación donde él se alojaba. Testu abrió la puerta, despidiéndose de la chica de forma amable. Al cerrar la entrada detrás de sí, suspiró.

«Esto está mal, sólo voy a estar en Masara una semana; no debo encariñarme con ella», se dijo antes de caminar a la cama, el lugar no era tan grande, pero tampoco pequeña; para él era suficiente. Con un armario donde guardó su mochila, un espejo y su propio baño, el piso era de madera, con una pequeña alfombra, las paredes eran azules y la luz era tenue.

Con tantas cosas en la cabeza, él joven prefirió dormir. Esperando que aquella tarde con la chica solo fuera algo de un solo día.

Sin saber que tanto iba a cambiar su vida de ahora en adelante.

---

Notas:
Hanako: Delia
Pueblo Masara: Pueblo Paleta
Ciudad Kuchiba: Ciudad Carmín

PS. Este fanfic no va a ser largo. Solo unos capítulos, y creo que no va a ser un two-shot como lo tenía pensado. Así que... espero que lo disfruten.