?

¿Te ha gustado este FanFic?

  1. Sí, bastante.

    8 voto(s)
    100.0%
  2. Pudo ser mejor.

    0 voto(s)
    0.0%
  3. No, para nada.

    0 voto(s)
    0.0%
  1.  
    Cami Chan

    Cami Chan Usuario común

    Acuario
    Miembro desde:
    10 Marzo 2011
    Mensajes:
    304
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amor Prófugo
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    1306
    Pareja: InuYasha x Kagome.
    Advertencias: Ninguna. Quizás un muy leve OoC en el futuro, pero espero que no.
    -o-o-o-
    Amor Prófugo.
    -o-
    Capítulo Uno: Los Ojos Dorados.



    —Oh, Dios mío… ¡Mira quién viene hacia acá! —exclamó Sango sobre el tun-tun de la música de la fiesta.

    Bailando, miré hacia el lugar que ella observaba y vi a Hojo abriéndose paso hacia nosotras. Luces azules, rojas y verdes teñían el lugar abarrotado de gente bailando y riendo.

    —Higurashi. —Me saludó Hojo, tomándome una mano y haciéndome dar una vuelta—. Te ves hermosa, amor. —Me dio un leve beso en los labios y se separó para saludar a Sango con un beso en la mejilla.

    Sango levantó ambas manos como excusándose.

    —Si me disculpan, creo que los dejo, tortolitos.

    Hojo y yo nos quedamos solos en medio de la pista de baile.

    Llevábamos saliendo apenas un mes. Hacía años que Hojo me mostraba su interés en mí, pero yo nunca supe qué decirle al no saber qué sentía por él, ya que sólo lo veía como un amigo. Al final, después de rechazarlo sutilmente tantas veces, decidí darle una oportunidad. No podía decir que me arrepentía, Hoyo me había tratado estupendamente a cada minuto y siempre me cuidaba.

    —Me alegra que hayas venido —susurró en mi oído mientras bailábamos juntos.

    —Es la fiesta de mi novio, ¿cómo no iba a venir? —Le sonreí.

    Él me devolvió la sonrisa y me besó de nuevo. Aquel día celebrábamos que al fin habíamos salido de vacaciones de verano. Todos se hallaban alegres, libres de tensiones y estrés. Lamentablemente, Hojo se iría de vacaciones a Europa con su familia durante todo el verano y no podríamos vernos, sin embargo, habíamos prometido hablar siempre que se pudiera por teléfono o video-llamada.

    Así pasaron dos horas, entre besos y caricias, planes para cuando volviéramos a vernos. Tristemente, sentía que no había química en nuestros besos, que las caricias eran vacías y que los planes nunca se cumplirían. Había creído que aprendería a amar a Hoyo si estaba con él, pero hasta el momento eso no había sucedido. Aunque, bueno, tan sólo llevábamos un mes juntos, ¿no? Aquello podía cambiar.

    Eran las tres de la mañana y la mitad de la gente se había ido. Había quedado en reunirme a esa hora con Sango, Yuka, Eri y Ayumi para irnos juntas. Me solté de Hojo, que hasta el momento me había mantenido abrazada en un sofá a un lado de la fiesta.

    —Debo irme —anuncié con voz cansada. Estaba molida.

    —¿Quieres que te lleve a casa? —Me ofreció él, incorporándose.

    —No te preocupes, me iré con mis amigas. —Me paré y me incliné para darle un beso de despedida—. Nos veremos luego.

    Salí a la calle, esperando que estuviesen mis amigas allí, esperándome, pero no había nadie. Con un suspiro, me encaminé hacia el lugar donde habíamos estacionado el auto de Sango anteriormente, pensando que probablemente ellas deberían estar en él. Sin embargo, mi sorpresa fue mayúscula al ver que no estaba el auto allí. «Me dejaron», pensé enojada. Calculé mis opciones: Podía pedirle a Hojo que me llevara o irme caminando, después de todo, mi casa no se hallaba muy lejos, tan sólo a unas cinco cuadras.

    Decidí no molestar a Hojo e irme caminando. Mañana mataría a Sango por dejarme.

    Me pasé la chaqueta beige sobre el vestido corto negro y lo apreté bien contra mi cuerpo, ya que el aire estaba bastante frío aquella noche. Las calles estaban desiertas, como era de esperarse a las tres de la mañana. Un escalofrío tras otro me recorrían la espalda, no sabía si era por el frío o por el silencio y soledad de la calle, pero, fuera lo que fuera, me hacía querer avanzar más rápido para llegar rápido a casa.

    Di un salto al sentir cómo algo caía en un callejón a mi lado. Miré hacia el lugar rápidamente, descubriendo que el culpable había sido un simple gato, que tiró un basurero metálico. Mi corazón latía a mil por hora, por lo que respiré profundo un par de veces para tranquilizarme y seguí caminando.

    Mis pasos eran los únicos que se escuchaban en las calles. Seguramente era la única tonta que se atrevía a andar caminando a esas horas sola, pero bueno, aquello también debía incluir a maleantes y ladrones, ¿no?

    Ese pensamiento se borró de mi mente en el mismo instante en que una mano me tapó la boca desde mi espalda y me arrastró a un callejón. Forcejeé con todas mis fuerzas, tratando de apartar ese brazo de mi boca, pero sólo lograba que hiciera más presión, ahogando más los gritos que brotaban de mi garganta.

    Me empujó contra la pared del callejón y lo tuve frente a mí. Era un hombre, sin duda, pero no podía verle el rostro. Lo tenía cubierto con un pañuelo rojo que sólo dejaba a la vista sus ojos. Estaba aterrada, en algún lugar de mi mente una vocecita interior gritaba «¡Me matará! ¡Abusará de mí!», pero estaba demasiado shockeada como para tomar conciencia de ellas. No sabía que hacer, quería echar a correr, pero algo me decía que no llegaría muy lejos.

    —¡Auxilio! —grité con todas mis fuerzas, esperando despertar a alguno de los vecinos de aquella cuadra.

    El «agresor» rápidamente me tapó la boca y me aplastó contra la pared con su cuerpo.

    —¿Por qué no cooperas conmigo y te callas, Kagome? —habló.

    Habló. Sí, el agresor habló. Y lo hizo con una voz tan cortante como una navaja. Luego de la sorpresa, se abrió paso el pánico en mí. ¿Cómo sabía aquel hombre mi nombre? Eso no podía ser bueno.

    Una gota de sudor resbaló por mi nuca y sentí que me desmayaría en cualquier momento, pero no podía permitírmelo, debía ser fuerte para escapar. Si me desmayaba, quedaría a total merced de aquel hombre. Sin embargo, mis intenciones y mi cuerpo no coincidían. Ya comenzaba a ver borroso. El agresor me sacudió para hacerme reaccionar de mi atontamiento, provocando que me golpeara fuertemente la cabeza contra la pared.

    —¡Eh, tú! —Escuché una voz.

    Entonces todo sucedió tan rápido que apenas fue un borrón para mí. De un momento a otro, me hallaba libre y el agresor estaba siendo acorralado al fondo del callejón por un hombre. Me derrumbé contra la pared, tratando de mantenerme consiente. Escuché lejanamente cómo mi salvador le daba una golpiza a mi agresor mientras me aferraba a quedarme en el aquí y ahora, pero ya no me daban las fuerzas.

    Unos ojos dorados fueron lo último que vi.
     
    • Me gusta Me gusta x 9
  2.  
    Mikura

    Mikura Usuario VIP

    Capricornio
    Miembro desde:
    15 Diciembre 2006
    Mensajes:
    2,396
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Hola amiga.

    Me gustó mucho tu nueva historia, la narracion fue sencilla y fluída, no noté fallos en la ortografia.
    La trama me pareció interesante al comenzar a leerla, pero luego de un momento, me vi envuelta en esta; lo cual provocó que me adentrara.
    Definitivamente tu historia tiene ese toque a nostalgía que buscaba. Ya que hace mucho que no leo algo de Inuyasha, que realmente llenara mis espectativas.
    Te Felicito. Ahora, espero que pronto puedas subir el siguiente cápitulo de tu Fic.

    Te deseo suerte y muchos ánimos. Byeni

    Atte: Mikura 700
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  3.  
    Kohome

    Kohome Fanático Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    26 Agosto 2011
    Mensajes:
    1,024
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Woo, que buen fic, aunque no me apego mucho a los que hubican a todos en el presente, me dejó impactada.

    No puedo ni pensar quien fue. Esque nisiquiera el nombre dice algo del resto, -.-'.

    Espero que Kagome este asalvo, pero si me dejo medio torpe algo: ¿cómo es que el "agresor" sabía el nombre de Kagome?, o lo que es peor ¿será algún conocido?. Ay que emoción.

    Ojala y el "salvador" sea Sesshomaru, yo amo los Sessh x Kag (pero si la actitud de Sesshomaru se maneja bien, nada de Ooc), aunque si es Inuyasha no tengo problema tampoco.

    Avísame cuando tengas conti, y perdóna el comentario corto, prometo alargarlo la próxima.

    Sayito.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  4.  
    Cami Chan

    Cami Chan Usuario común

    Acuario
    Miembro desde:
    10 Marzo 2011
    Mensajes:
    304
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amor Prófugo
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    1763
    ¡Hola! Muchas gracias por sus comentarios. Me han inspirado a continuar con la historia. Aquí les dejo el capítulo dos. ¡Saludos!
    -o-o-o-
    Capítulo Dos
    -o-
    Mil Preguntas Sin Respuesta


    «Ugh… Qué dolor de cabeza».

    Me removí de un lado a otro, intentando conciliar nuevamente el sueño, pero ya no podía. Sentía un dolor punzante en la parte trasera de mi cabeza y cada vez que me apoyaba sobre ese punto, el dolor se volvía insoportable. ¿Qué me pasaba? Abrí lentamente los ojos, notando que los parpados me pesaban enormemente, y me encontré con una habitación blanca e iluminada, con pisos de linóleo azul.

    Asustada por no hallarme en mi habitación, me levanté de golpe. Un mareo insoportable sacudió mi mundo y me obligó a tumbarme nuevamente. Sentí algo tirante en mi brazo y, con cierta dificultad, lo levanté. Tenía un tubito conectado a la parte interna de mi codo. Reconocí de inmediato que era un suero. Estaba en un hospital, pero ¿por qué? ¿Cómo llegué allí?

    Traté de recordar qué sucedió conmigo. El día anterior habían acabado las clases, estaba contenta porque al fin estaba de vacaciones. Hojo había prestado su casa para una fiesta y cuando me iba… ¡Dios mío! ¡el ataque! Me habían atacado en un callejón y alguien me salvó. ¿Fue aquella persona la que me trajo al hospital?

    Mi respiración se aceleró, me convertía en presa del pánico. Me incorporé de nuevo, esta vez más despacio para no marearme, y me saqué el suero. Inconscientemente me llevé una mano a la cabeza, sólo para notar que la tenía vendada. Miré alrededor, buscando mis cosas, pero no había nada. Una silla solitaria en el rincón de la habitación, una ventana abierta, y nada más. No importaba, no tenía tiempo para eso. Me levanté de la camilla y me aventé contra la puerta como un bólido.

    Retrocedí un par de pasos cuando, apenas abrí la puerta, choqué contra un pecho duro y fuerte.

    —Veo que despertaste —Habló una voz masculina.

    Al alzar la vista, me topé con un par de ojos dorados.

    Mil y un recuerdos más nítidos asaltaron mi mente. El golpe que recibí en mi cabeza, el hombre que me salvó, y lo último que vi: unos ojos tan dorados como el oro. Retrocedí nuevamente.

    —No creo que debas estar de pie, ¿o sí? —Habló de nuevo, entrando a la habitación y sosteniéndome de los hombros, como si creyera que me iba a desmoronar de un momento a otro.

    Me guió a la camilla y yo, como si no fuese capaz de controlarme a mi misma, le dejé hacerlo. Me recosté nuevamente y él acercó la silla del rincón a la camilla.

    No fue hasta ese momento que tomé verdaderamente conciencia del hombre. Tenía un estatura media, quizás podía considerarse hasta un poco alto, con un cabello extrañamente plateado, sin mencionar aquellos inquietantes ojos dorados. No parecía tener más de veinte años. Vestía un traje de oficina negro sin corbata y con los primeros botones de la camisa blanca abiertos.

    —¿Quién…? —comencé a preguntar, pero él me interrumpió.

    —Shh —Me calló mirándome fijamente a los ojos—. Aquí el que hace las preguntas soy yo, Kagome.

    Mis ojos se abrieron como platos.

    —¿Cómo sabes mi nombre? —susurré apenas. No me sentía con las fuerzas suficientes para poder hablar con firmeza.

    —El carnet que estaba en tu cartera —dijo rápidamente a modo de explicación—. Ahora, creí haber dicho que yo haría las preguntas —Abrió un poco su chaqueta para mostrarme que tenía una pistola.

    El pánico me invadió. ¡Estaba armado!

    —¡Oh por…! —Me tapó la boca.

    —No hagas un escándalo, ¿sí? Sólo necesito saber un par de cosas.

    Traté de respirar profundo, tratando de ignorar el hecho de que acababa de ver una pistola de verdad por primera vez —sin contar la televisión, por supuesto—. Si aquel hombre no quería que armara un escándalo, no lo haría. El del arma tenía claramente la preferencia.

    —¿Qué hacías el viernes por la noche? —preguntó.

    —Fui a una fiesta en casa de mi novio —solté en un murmullo, procurando que mi voz no se cortara por el pánico.

    Él frunció el ceño y se cruzó de brazos.

    —¿Novio? ¿cómo se llama?

    Ahí dudé antes de responderle. ¿Estaba bien que le diera información a un hombre que no conocía?

    —¿Eres policía o algo así? —Le pregunté.

    Él soltó una carcajada como si mi pregunta le pareciera graciosa y se reclinó en la silla.

    —No, no soy policía o «algo así», pero digamos que soy el que tiene el arma, así que tú contestas a mis preguntas. ¿Cómo se llama tu novio?

    Tragué saliva en seco. Lamentablemente no me quedaba opción.

    —Hojo.

    Increíblemente, él pareció aliviado al escuchar aquel nombre. ¿Por qué? Ni idea.

    —¿Y la razón de la fiesta era…?

    —El término del año escolar —respondí rápidamente. A esas alturas había llegado a la siguiente conclusión: mientras antes terminara con el extraño interrogatorio, antes estaría en mi casa.

    —¿Año escolar? —Volvió a fruncir el ceño— ¿Cuántos años tienes?

    —Diecisiete.

    Él asintió. Me miraba fijamente en todo momento, analizándome.

    —¿Qué hacías sola en la calle después?

    —Volvía a mi casa. Se suponía que me iría con mis amigas, pero se fueron sin mí.

    —Y decidiste que era una buena idea caminar sola a las tres de la madrugada. —No era una pregunta, era una afirmación. Una afirmación con un leve tono de burla.

    Abrí la boca para decir algo al respecto, pero él siguió hablando.

    —El hombre que te atacó. ¿Lo conoces?

    Traté de recordar. Recordar su rostro o algo que se me hiciera conocido de mi «agresor», pero nada venía a mi mente. Sólo un pañuelo rojo.

    —No lo sé… Tenía un pañuelo rojo, por lo que no pude ver su rostro. Sin embargo, él me llamó por mi nombre.

    El hombre frente a mí pareció sorprendido entonces. Se incorporó hacia delante, apoyando los codos en sus rodillas y enlazando sus manos.

    —O sea que él sí te conoce… —murmuró.

    —Tú… ¿fuiste tú el que me salvó? —Me atreví a preguntar.

    —Digamos que el tipo que te atacó no es exactamente mi amigo. Fue un simple tema de… intereses.

    Sentí cómo la sangre huía de mi rostro. ¿Que él conocía al hombre que me atacó? ¿qué significaba eso? Puede que haya dicho que no se llevaban bien, pero él tampoco podía ser un ángel si estaba relacionado con aquél lunático y, además, portaba una pistola sin ser policía. Se me hizo un nudo en la garganta. No quería ni pensar en lo que pudo haberle hecho a mi «agresor».

    —¿Quién eres? ¿Tú me trajiste aquí? —pregunté precipitadamente—. Por favor, no comprendo nada. ¿Quién es el hombre que me atacó?

    En ese momento se escucharon unas voces viniendo por el pasillo. El hombre a mi lado maldijo en voz baja y me tironeó fuera de la camilla.

    —Debemos continuar esta conversación en otro lugar. Ven conmigo.

    ¿«Conversación»? A mí aquello me parecía más bien un interrogatorio a punta de pistola. Estuve tentada de gritar por ayuda mientras aquel hombre me tironeaba, pero el hecho de que tuviese una pistola me dejaba imposibilitada. Me guió hacia la ventana. ¿Esperaba que saltáramos desde Dios sabía qué piso? Entonces noté que pegada a la pared exterior había una escalera de hierro, de esas de emergencias. La bajamos a toda velocidad con él agarrándome por el brazo. Comenzaba a marearme nuevamente debido al esfuerzo, pero aquel no era un momento para debilidades.

    La escalera daba a un callejón. El hombre me guió fuera de este, lugar dónde había estacionado un Audi plateado. Me metió en el asiento de copiloto de ese mismo auto y aceleró por la calle. Sentí mi verdadero carácter aflorar en ese momento. Aquello estaba llegando demasiado lejos.

    —¡¿A dónde me llevas?! —exclamé, mirando frenéticamente por las ventanas del auto. No reconocía aquellas calles — Y, ¿dónde estamos?

    —Estamos en Kioto. Ahora mismo te llevaré a un lugar seguro donde podamos hablar.

    ¡¿Kioto?! Eso no podía ser, ¡yo vivía en Tokio! Pensé en mi familia y amigos… ¡creerán que me secuestraron o que estoy muerta! Bueno, tampoco estaba segura de no ser víctima de la primera opción. Traté de calmarme. Ahora sí que no había forma de que entrara más en pánico.

    Miré con miedo al hombre a mi lado.

    —¿Quién eres? —Le pregunté con la voz quebrada.

    El me miró unos segundos con su ojos dorados y simplemente dijo:

    —Mi nombre es Inuyasha.
     
    • Me gusta Me gusta x 11
  5.  
    Kohome

    Kohome Fanático Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    26 Agosto 2011
    Mensajes:
    1,024
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    ¡Ooooh!, ¡es Inuyasha!, wow, durante todo el transcurso me tuviste en duda, inquieta << ¿quién es él?, ¿quién es él?>> una de las dudas que me estaban matando, vaya, que creativiad, enserio, me tienes envolvida.

    ¡Que drama!, ñii, ya quiero saber que diablos esta pasando. ¡Kia!, lo describiste tan bien que me... me..mmm... maree cuando ella lo hizo jiji.

    Bueno, debo calmarme ¿no?, pero es complicado digo: ¿¡a cuantos kilometros esta Kioto de Tokio!?, dios mío, que tramante, buena esa, que final

    avísame cuando tengas conti, estoy que salto de una ventana (no enrealidad).

    Sayito.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  6.  
    BeatriceBI

    BeatriceBI Guest

    Sigue gustandome :D Y no se porque pero tengo la sensacion de que el otro tipo, el agresor, es Koga o, quizas, Sesshomaru. Mas segura estoy de Koga, eso si! O puede que sea Naraku... Mno! Koga, seguro es Koga. =]]

    Sigue asi y avisame cuanto haya proximo capitulo.

    Besos,
    BI.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  7.  
    Aomecita

    Aomecita Usuario popular

    Piscis
    Miembro desde:
    8 Agosto 2009
    Mensajes:
    692
    Pluma de
    Escritora
    Hola otra vez Cami-Chan claro ya había leído el primer capítulo de esta nueva historia tuya
    el título muy original al igual que la trama bien narrada e intrigante realmente me atrapo desde
    el primer capítulo tengo la intuición de que será un InuXKag *.* con algún parecido a la película
    del Zorro ssssss espero no estar tan equivocada siiiiiiiiiiiiii ya sabía yo que desde un principio mi
    hanyou de ojos dorados seria el salvador de Kagome pero ahora una nueva interrogante asalta
    mi mente... ¿A caso fue Sesshomaru el atacante de Kagome? Quizás... Ya que no le agrada a Inuyasha...
    waaaaaaaaaa igual espero conti cuídate sayo...
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  8.  
    Némesis

    Némesis Usuario común

    Virgo
    Miembro desde:
    1 Octubre 2011
    Mensajes:
    455
    Pluma de
    Escritora
    Hola amiga, Wow me dejaste helada, es muy bueno y moderno tu fic pero ¿Quién es el atacante de Kagome?

    Amiga realmente tienes talento para escribir ¡Mi Dios! me dejaste muda es muy buena tu narración, tu ortografía, todo, de hehco el único error que pude notar fue que "Hojo" no se escribe de esa manera sino Houyo la verdad, pero aparte de eso nada, es excelente tu escrito amiga, espero me avises de la continuación de esto.

    Pero ¡A Inuyasha lo hiciste el malo! no mi Inu lindo no, ¿Porqué? *Llorando* ajjajajjaja es broma amiga le da rebeldía Genial, nunca vi a Inuyasha tan malo grrrr jajajjajjaja, bueno te está quedando excelente sigue así.
     
    • Me gusta Me gusta x 2
  9.  
    sora_tsuki

    sora_tsuki Entusiasta

    Cáncer
    Miembro desde:
    30 Diciembre 2006
    Mensajes:
    65
    Pluma de
    Escritora
    oh...¡era Inuyasha!...me mantuvo con la intriga desde el inicio..genial la narracion tambien me atrapo por completo, espero un siguiente capitulo y no dudes en avisarme.
    Gracias por la invitacion, y tambien disculpas porque recien pude pasarme a verla jeje.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  10.  
    Cami Chan

    Cami Chan Usuario común

    Acuario
    Miembro desde:
    10 Marzo 2011
    Mensajes:
    304
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amor Prófugo
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    1997
    ¡Hola a todos! Muchísimas gracias por sus comentarios, me alegro que la historia tenga aceptación. He de admitir que es una historia algo enredada y de vez en cuanto me es difícil explicar ciertas situaciones como en este capítulo, pero espero que sí se entiendan bien y que sea de su agrado.
    Dato: La distancia entre Tokio y Kioto es de 513 kilómetros, lo que es igual a 2 horas y 20 minutos de viaje.
    -o-o-o-
    Capítulo Tres
    -o-
    Atrapada


    Inuyasha condujo rápidamente a través de la ciudad. Paulatinamente los grandes edificios y negocios del centro fueron reemplazados por grandes extensiones de terreno cercadas, las cuales tenía entendido que eran templos y dojos. Comprendí de inmediato que estábamos en las afueras de Kioto y llegué a ilusionarme al pensar que quizás nos dirigíamos a Tokio y que me devolvería a mi casa, pero mis esperanzas se vieron pronto reducidas a polvo.

    Nos internamos en una calle de tierra bastante estrecha y avanzamos dando tumbos por la irregularidad del terreno. Al final, Inuyasha detuvo el auto frente a un enorme portón de madera. Increíblemente, éste se abrió automáticamente, o eso creí hasta que vi a una señora mayor, de baja estatura y con algo de sobrepeso empujándolo hacia atrás para dejar pasar el auto.

    Al entrar, pude ver la maravilla que se hallaba tras aquellas puertas. Era una especie de casa japonesa antigua, parecida a un dojo, y de enorme extensión. Ésta estaba rodeada por un enorme terreno de jardín. Grandes estanques de peces, pasto verde por doquier, flores y árboles frutales. Todo era hermoso, pero tras esos pensamientos de admiración en mi mente, no podía dejar de pensar en mi preocupante situación.

    Inuyasha guió el auto por un camino de piedra hasta un lugar techado donde guardar el auto. Yo, que hasta el momento me había mantenido en silencio, lo tomé del brazo al ver que éste se disponía a salir del auto. Él me miró sorprendido.

    —¿Dónde estamos? —le pregunté con la garganta seca.

    Él sonrió. No sabría decir si era una sonrisa tranquilizadora o arrogante, pero no le presté atención.

    —Estamos en mi hogar.

    Dicho esto, se bajó del auto y lo rodeó para abrir mi puerta. Yo lo miré indecisa.

    —¿No quieres salir? No me hagas forzarte.

    Quise llorar. Sí, las lágrimas amenazaron con salir de mis ojos, pero las contuve. No me sentía bien, cada célula del cuerpo me dolía, estaba confundida, ¡y aún así él me hablaba de esa manera! Bueno, no es que esperara que fuera dulce conmigo, pero mis hormonas femeninas poco se preocupaban de que la situación fuese razonable, y sí que era poco razonable llorar por la falta de delicadeza de un secruestrador para conmigo.

    Ignorando la mano que él me tendía para ayudarme a bajar, salí del auto. Sentí como si mil yunques reposaran sobre mis hombros, y creí que mis piernas cederían, pero logré mantener la compostura. Me llevé una mano a la cabeza en un acto reflejo, sólo para recordar que la tenía vendada. Seguía con el camisón del hospital sobre el corto vestido negro que me había puesto para la fiesta. Aquella fiesta me parecía tan lejana ahora…

    El sonido de una carcajada ahogada me llamó la atención y miré a Inuyasha, que me miraba con expresión burlona. ¡Aquello era el colmo! Sentí cómo la sangre hervía bajo mis mejillas y mi carácter afloraba nuevamente.

    —¿Qué te causa tanta risa? —Fruncí el ceño, cosa que me dolió, pero no dejé que me afectara.

    —¡Por favor! Apenas puedes mantenerte de pie sola, ¿y rechazas mi ayuda? —Me acusó— ¡Mírate! Estás tan blanca que temo que desaparezcas en cualquier minuto.

    Mi mente quedó en shock. No entendía qué tanto podía importarle a él si yo me sentía mal o si moría. Me había secuestrado, ¿no? ¿No lo hacía aquello el malo de la película? Por más que me hubiese salvado de algún otro loco, no me parecía que él estuviese precisamente cuerdo.

    —¿Pretendes que acepte la ayuda de un loco que me amenazó con un arma? Ni de coña.

    Él pareció sorprendido por la agresividad en mis palabras, pero rápidamente se recompuso.

    —¿Te refieres a esto? —Señaló a la pistola que tenía bajo la chaqueta. Un escalofrío me recorrió de arriba abajo— Es la única forma en que podría lograr que cooperes conmigo.

    La furia me embargó. ¡Por supuesto que habían muchas maneras de lograr me colaboración! No tenía por qué llegar a las amenazas de muerte. Decidí guardarme mi criterio y me alejé de él. Comencé a caminar lejos del auto dando tumbos por el poco equilibro que poseía en aquel momento. Sabía que no llegaría lejos, porque no podía salir del dojo ni me atrevía a entrar en la casa, por lo que simplemente atravesé la gran extensión de pasto hasta el estanque y me senté a la orilla de éste.

    Sentía la mirada de Inuyasha clavada en mi nuca, y es que debía estarse preguntando qué demonios pasaba conmigo, pero ni yo misma lo sabía. Lo normal sería —si es que había algo de normal en aquello— que yo me pusiera a suplicar por que me dejase ir o que intentara escapar, en cambio, ahí estaba yo: haciendo una especie de capricho y totalmente resignada a que no podría escapar.

    —Bienvenido de nuevo, señor Inuyasha —Escuché la voz de una mujer a mis espaldas. Supuse que era la anciana que nos abrió la puerta.

    —Hola, Kaede. —La saludó él.

    —¿Qué le sucede a la niña? —preguntó la mujer— ¿Por qué está aquí?

    —Nada, sólo que, al parecer, tiene el carácter de mil demonios —dijo Inuyasha con voz algo exasperada—. Por ahora no puedo decirte nada, Kaede. Sólo es muy importante que no salga de aquí.

    Lo sabía. ¡Sabía que no me dejarían irme así como así! Estaba atrapada. Apoyé mi cabeza en mis manos, presionándome los ojos con las misma fuertemente. Todo aquello tenía que ser una pesadilla. ¿De qué le servía a aquél hombre mantenerme cautiva? ¡Tan sólo era una estudiante cualquiera! Mi familia no era adinerada ni poseía una buena posición social como para ser víctima de un secuestro. ¿Era todo por el ataque después de la fiesta? Si era así, ¿cómo podría asegurarle a Inuyasha que todo era simple casualidad?

    —Pero señor, ¿no se enfurecerá su hermano en cuanto sepa que ha traído a una extraña aquí? —Escuché que le decía la anciana a Inuyasha.

    —Keh. —Soltó éste despectivamente—. Poco me importa lo que él piense.

    Después de eso, escuché sus pasos en la tierra y, acto seguido, la puerta corrediza de la casa abriéndose y cerrándose. Supuse que se había ido y, sólo entonces, me atrevía a mirar a mi espalda.

    Efectivamente, se habían marchado. Miré mi reflejo en el estanque. Inuyasha tenía razón, me veía bastante demacrada. Tenía el cabello alborotado y la cara muy pálida. Lo peor era que mi aspecto no se alejaba mucho de cómo me sentía por dentro. Las lágrimas comenzaron a rodar como un diluvio por mis mejillas para luego caer al estanque.

    Así pasaron horas. Ya era de noche y yo no me había movido ni un ápice de donde estaba. Las lágrimas ya habían cesado, pero mi nariz continuaba roja y mis ojos hinchados.

    «Si tan sólo no hubiese sido tan orgullosa… Si tan sólo le hubiese pedido a Hojo que me llevara, nada de esto habría pasado». Ése era el pensamiento que pasaba una y otra vez por mi cabeza.

    ¡Todo por mi tonto orgullo! ¡Todo por creer que podía hacer todo sin ayuda de nadie! Ahora mis amigos y familia debían de estar muy preocupados… Y todo por mi culpa.

    —Oye, levántate ya de ahí. —Escuché de repente a mi lado.

    Di un salto debido a la sorpresa y miré al lugar del cuál provenía la voz. Era Inuyasha, parado junto a mí de brazos cruzados. Rápidamente desvié la mirada de él y volví a dirigirla hacia el estanque.

    —Déjame —supliqué con voz compungida—. Vete.

    Inuyasha cambió su peso de un pie a otro, con claras intenciones de no querer irse.

    —No seas tonta, está helando aquí afuera —espetó él con voz molesta. Si yo tenía un carácter de mil demonios, pues él también.

    Tenía razón. Hasta ese momento no había notado que realmente hacía mucho frío, pero prefería quedarme ahí que dormir bajo el mismo techo que él.

    —Déjame —repetí.

    Por unos segundos, todo quedó en silencio. Creí que al fin se iría, cuando sentí que me alzaba y, finalmente, el suelo desapareció bajo mis pies. ¡Me estaba cargando! Forcejeé como pude, pero fue inútil, ya que él me aferraba fuertemente al estilo nupcial.

    —¡¿Qué demonios crees que haces?! —chillé— ¡Bájame ahora!

    Él hizo una mueca de molestia ante mis gritos, pero no me hizo caso. Al final, me crucé de brazos y evité su mirada a toda costa. Entramos en la casa. Él dejó sus zapatos en el recibidor y nos adentramos por un largo pasillo de madera lustrada. A nuestros lado habían muchas habitaciones, pero parecían estar vacías. Al final, el pasillo se dividía en dos e Inuyasha me llevó por la izquierda. Llegamos a una gran habitación preparada con un gran colchón japonés en el suelo, grandes armarios y una conexión a un cuarto de baño.

    —Dormirás aquí —dijo sin bajarme aún—. Los armarios están llenos de ropa que puedes usar y tienes baño propio.

    Entonces me bajó. Yo no sabía que decir. La verdad es que en mi imaginación me llevaría más bien a un calabozo con cuarto de tortura, pero me encontraba con aquello: una linda habitación llena de comodidades.

    —Mañana seguiremos con la conversación que dejamos pendiente hoy.

    Dicho aquello se retiró. En aquel punto, estaba muy confundida. A veces era arrogante y daba miedo, otras veces era amable. ¿Quién era aquel hombre llamado Inuyasha? En mi corazón se albergó cierta esperanza de que quizás no era tan malo como yo pensaba.

    Sacudí la cabeza. ¡Qué ingenua puedo llegar a ser! No me podía dejar engañar por falsas demostraciones de amabilidad. Tenía que ver la manera de salir de aquel lugar, de volver con mi familia y denunciar a este loco con la policía.

    Volvería a ser libre.
     
    • Me gusta Me gusta x 12
  11.  
    Aomecita

    Aomecita Usuario popular

    Piscis
    Miembro desde:
    8 Agosto 2009
    Mensajes:
    692
    Pluma de
    Escritora
    Hola hermanita gracias por avisarme que haz continuado esta historia veo que mi "amenaza" Funciono Muhahaha XD
    el capítulo de hoy me gusto mucho siiiiii sabía que Inuyasha se iba a llevar a Kagome a alguna especie de escondite pero jamás
    me imagine que fuera a su propia casa hay si ahorita Kagome se "arrepiente" De no haberle dicho a Houyo que la llevara a su casa
    después de esa fiesta mmmmm pero yo se que conforme pasen los días esa idea va a cambiar lo presiento waaaaaaaaa espero conti de nuevo pronto cuídate sayo...
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  12.  
    Mikura

    Mikura Usuario VIP

    Capricornio
    Miembro desde:
    15 Diciembre 2006
    Mensajes:
    2,396
    Pluma de

    Inventory:

    Escritor
    Hola Cami amiga ^^
    pobre Kagome, de verdad está pasando por momentos duros, y mas con el carácter de Inuyasha XD
    la historia parece ponerse cada vez más interesante, espero que pronto puedas seguirla, ya que me dejas con ansias de seguir leyendo :3

    También he notado, aunque no se si fue mi imaginación, que en esta parte de la narración: "lograr me colaboración" según yo, creo que debería de ir así: "lograr mi colaboración"
    Imagino que fue un pequeño error de dedo :3

    Bueno amiga, esperaré con ansias el proximo cap.

    Atte: Mikura 700.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  13.  
    Némesis

    Némesis Usuario común

    Virgo
    Miembro desde:
    1 Octubre 2011
    Mensajes:
    455
    Pluma de
    Escritora
    Hola linda, como prometí aquí estoy, que interesante continuación.

    ¿Qué onda Inuyasha?, de repente de la nada es simpático, como cuando estaba muerto de la risa por que Kagome estaba débil y encima no aceptaba ayuda, que onda quien aceptaría la ayuda si te secuestran, BEER, que no se pone a pensar en eso, pero linda aún tengo dudas ¿Houyo la está buscando?, ¿Quién era el primer atacante de Kagome?, ¿Qué hace Inuyasha?, ¿para qué Demonios quiere a Kagome?, es demasiado confuso, pero me gusta, la verdad no noté que fuera enredado ni menos que no lo supieras explicar a mi se me hizo sencillo de entender la verdad, ya quiero ver la cara deforme de Sesshomaru jajaja, y la cara de Houyo cuando sepa que pasa con Kagome y la de la misma Kagome cuando por fin Inuyasha le diga su propósito, que ni yo sé ¬¬

    Bueno linda noté uno que otro error ortográfico pero que habrán sido dos tildes que te comiste o el que quizá deberías poner al principio de todo el texto el típico: Pov's Kagome, así se entiende mejor que ella narra TODO el tiempo, bueno linda hasta aquí, nos leemos... te quiero.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  14.  
    Kohome

    Kohome Fanático Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    26 Agosto 2011
    Mensajes:
    1,024
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Oh... genial, Inuyasha es un ricachón de Kioto y vive con su hermano que me mata... ejem, si esque es Sesshomaru claro.

    En fin, me encantó, el desarrollo de esta historia me mata, además que manejas un misterio impactante, realmente bien planeado.

    Ojala y Kagome seda con mayor facilidad, la verdad esque a mi tampoco me pareció malo ni nada, debe tener otro fin a todo eso.

    Avísame cuando esté la conti, muero por leerla.
     
    • Me gusta Me gusta x 2
  15.  
    Cami Chan

    Cami Chan Usuario común

    Acuario
    Miembro desde:
    10 Marzo 2011
    Mensajes:
    304
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Amor Prófugo
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    4967
    ¡Hola a todos! Disculpen la tardanza, he estado algo corta de inspiración. Quería agradecerles por sus comentarios, saben que me alegran muchísimo y me motivan para seguir escribiendo. Para compensar lo que me tardé, hice este capítulo más largo que los anteriores. Espero que les guste.
    -o-o-o-
    Capítulo Cuatro
    -o-
    La Perla de Shikon

    La casa estaba sumida en un silencio sepulcral. Sentía mis párpados pesados y a la vez ligeros. El cuerpo me reclamaba por la necesidad natural de dormir, pero mi mente estaba demasiado alerta para eso.

    Un búho ululó en el exterior.

    Se me erizaron los vellos de los brazos y me abracé más las rodillas. Me hallaba sentada en el futón como una niña asustada. No sabía qué hora era, pero por lo negro que se veía el cielo a través de la ventana, debía estar ya bien entrada la madrugada. La oscuridad era tal, que me costaba hasta verme las palmas de las manos.

    Me paré, cubriéndome la espalda con el cobertor, y me acerqué a la ventana. El terreno de la casa era tan grande, que no alcanzaba ni a ver las luminarias de las calles —que ya eran pocas debido a lo alejada que estaba aquella zona de la ciudad—. Todos debían estar dormidos.

    Una idea cruzó mi mente. Si todos estaban dormidos, era el momento perfecto para ver la forma de escapar. Es decir, aquello era una casa, no una cárcel de máxima seguridad… y si hay presos que logran escapar, ¿por qué no yo?

    Dejé caer el cobertor y me moví sigilosamente hacia la puerta de la habitación. La deslicé lo necesario para ver hacia el pasillo.

    «No hay moros en la costa», pensé.

    Abrí la puerta un poco más —lo suficiente para que mi cuerpo pasara— y me adentré en el pasillo. Caminé de puntillas por el piso de madera, cuidando cada paso y palpando con mis manos hacia el frente para no tropezar con nada por la oscuridad que consumía todo. Del otro lado distinguí una luz y supuse que eran las luces exteriores de la casa o de la calle que se colaban por alguna puerta o ventana, es decir: una salida.

    Al ver aquella posible vía de escape, la emoción me embargó y comencé a caminar más rápido. Olvidé todo lo demás, sólo podía verme libre. Una sonrisa comenzaba a dibujarse en mi rostro, cuando un ruido me alertó.

    ¡Uno de los tablones de madera crujió bajo mis pies!

    Me quedé estática por lo que me parecieron horas, escuchando atentamente en todas las direcciones para asegurarme de no haber llamado la atención de alguien. Solté un suspiro de alivio al ver que, al parecer, nadie lo había notado.

    Decidí seguir adelante. Aplacando la emoción y adrenalina que me consumían, fui caminando con mucho cuidado hacia la luz. Al final el pasillo se doblada hacia la izquierda, que era el lugar del cuál provenía la luz. Me quedé un momento en la esquina antes de doblar para ver qué era lo que despedía aquella luz dorada.

    Una puerta semi-abierta.

    Justo allí, al doblar del pasillo, había una habitación con la luz encendida. Sentí una decepción enorme al ver que no era una salida y me sentí tentada a volver por donde vine para buscar la verdadera vía de escape, pero sentí curiosidad de ver qué había tras aquella puerta. Decidí que echar un vistazo no me haría daño.

    Me acerqué sigilosamente y me incliné sobre el pequeño filo que se mantenía abierto. Era una habitación sumamente grande, mucho más que la mía, decorada con tema del Japón antiguo. Habían tres espadas en la pared lateral, las cuales servían de decoración. Bajo ellas una pequeña cómoda de madera rojiza. El suelo de madera había tomado una tonalidad anaranjada por el tono de la luz de la habitación, la cual —yo acababa de notar— provenía de un par de velas colocadas en el suelo. Una gran ventana del otro lado daba una perfecta visión de la Luna llena y bajo ella un futón de dos plazas yacía vacío.

    Una sombra me alertó y acto seguido pude ver cómo un hombre se movía para sentarse en el colchón. Era Inuyasha, vestido con un tradicional pijama japonés que se asemejaba bastante a una bata de baño. Sin embargo, no fue su presencia en el lugar lo que me dio más miedo, sino lo que llevaba en la mano: un cuchillo.

    Ahogué una exclamación. ¿Qué hacía Inuyasha con un cuchillo como aquél? Se veía a leguas que ese instrumento no estaba diseñado para cortar carne, bueno, al menos, no la que uno cocinaría. No sólo se veía que era un arma para matar, sino que era muy extraño. El mango era de un color negro con hilos rojos y estaba algo desgastado, como si hubiese tenido mucho uso. La hoja metálica, por el contrario, estaba en perfecto estado, y no sólo eso, sino que tenía unas inscripciones que yo no alcanzaba a leer en la zona del filo.

    Inuyasha lo miraba muy atento, como si intentara descifrar algo en aquél cuchillo, pero no parecía tener éxito. Suspiró y se levantó —supuse yo que para guardarlo—, cuando una presión en mi hombro hizo que me sobresaltara.

    Miré rápidamente a mis espaldas y me sorprendí al ver que la señora Kaede me miraba con expresión de alerta.

    «Oh, mi Dios… ¡le va a decir a Inuyasha que he estado espiando! Entonces me matará… Dios, Dios, ¡Dios! Estoy muerta», pensé a toda velocidad con los ojos como platos.

    En lugar de eso, Kaede me hizo señas con una mano para que la siguiera. Habiendo hecho aquello, ambas nos retiramos en silencio del lugar hasta mi habitación.

    —Puedo explicarlo —dije automáticamente, como una niña que es descubierta por su madre haciendo algo malo.

    La señora Kaede encendió las luces de mi habitación y me miró con una expresión difícil de descifrar. Parecía perpleja, pero a la vez me daba un aire de complicidad.

    —No importa. Lo esencial es que el señor Inuyasha no se entere de que usted lo anduvo espiando. —Me dijo entonces.

    Un momento. ¿La señora Kaede me estaba encubriendo? Sentí que al menos debía explicarle un poco lo sucedido.

    —Esa no era mi intención, yo…

    —Intentabas escapar, lo sé.

    Me quedé perpleja. ¿Cómo que lo sabía? Sin embargo, la expresión de la anciana me hacía ver que no podía engañarla y que tampoco hacía falta que intentara hacerlo.

    «Claro», pensé. «No debe ser algo muy difícil de adivinar considerando la situación en la que me encuentro».

    Me quedé un momento en silencio, sin saber qué decir. No sabía por qué, pero me sentía avergonzada al haber sido descubierta espiando a Inuyasha. La anciana Kaede abrió mi puerta para irse.

    —Yo no diré nada, pero trata de tener más cuidado. —Sonrió—. El señor Inuyasha no es malo, pero no siempre reacciona de la mejor manera.

    Dicho aquello se marchó. Yo me quedé allí, estática por las palabras de la señora. ¿Inuyasha no era malo? Una nota de escepticismo pobló mis pensamientos. Sin embargo, la señora Kaede me parecía una persona sumamente amable. No podía ser que una persona así se equivocara en algo como eso, ¿no?

    Entonces caí en la cuenta de que no le di las gracias por ayudarme. ¡Qué tonta fui! Por la mañana sería lo primero que haría.

    «O, pensándolo bien, en un par de horas», pensé al ver por la ventana que ya comenzaba a amanecer.

    Me retiré hacia el futón y me tapé.


    Un intenso rayo solar me despertó por la mañana. Quise resistirme y seguir durmiendo… hasta que todos los recuerdos de mi realidad me abordaron. Abrí los ojos de golpe y me senté. Miré a mi alrededor… La cómoda, el armario, la puerta del baño, todo estaba igual que el día anterior.

    Recordé mi pequeña misión fallida de la noche anterior y me pregunté qué hora era, ya que no era posible que me hubiese despertado muy temprano si había estado recorriendo la casa hasta el amanecer. Lamentablemente, no tenía reloj. Tampoco me apetecía salir de la habitación, pero todavía tenía en mente que debía darle las gracias a la señora Kaede por su ayuda, por lo que me dispuse a salir.

    Fui al baño, el cuál estaba conectado a mi cuarto, para darme una ducha. Todo lo que necesitaba estaba allí: toallas, jabones, incluso aceites y cremas. El baño era grande, al menos, más grande que el que yo tenía en casa. De un lado tenía una bañera, sobre la cual colgaba una regadera para que pudiera usarse de ducha también. Un gran espejo cubría una de las paredes y bajo él un mesón de mármol con un lavamanos en el centro. En la pared contraria a la bañera, un inodoro blanco.

    Me miré al espejo. Nunca me había visto peor. Aún tenía la cabeza vendada y acababa de descubrir que también un pómulo moreteado. Además de mi deplorable estado, mi ánimo tampoco era muy bueno, pero había mejorado un tanto desde ayer. Quizás era el optimismo de que pronto podría encontrar la manera de escapar.

    Con toda la delicadeza que me fue posible, me saqué la venda de la cabeza. Me dolió un poco en cierto punto, pero fue perfectamente soportable. Lo demás esperaba que mejorara con un baño caliente.

    Una vez que me di el baño, volví a la habitación y me moví hacia el armario. Inuyasha había dicho que allí habían prendas que podía usar, las cuales yo decidí ignorar hasta ahora. Ya no podía seguir con mi —ya arruinado— vestido de fiesta. Me sorprendí al ver que todas las prendas del armario eran kimonos, nada de ropa casual. No podía negar que eran muy hermosos, con colores vivos y se veían muy nuevos. Me pregunté si fueron de alguien alguna vez, porque no me explicaba porqué había ropa como esta en la casa de Inuyasha. No sabía cuál elegir y saqué uno al azar.

    El kimono que tenía en mis manos era increíblemente bello; un hermoso azul adornado con delicadas flores doradas. Me lo puse y lo até a mi cintura con un ancho cinturón de un rojo vivo. No podían ser colores más alegóricos y, a la vez, más delicados. Antes habría matado por una prenda así, ahora no estaba tan pendiente.

    Salí del cuarto. De inmediato el pasillo iluminado por la luz del día me recibió con todo su fulgor. Entonces me vi en un gran dilema: ¿hacia dónde debía ir? Miré hacia la dirección por la que fui a investigar por la noche, la cuál conducía a la habitación de Inuyasha y otros lugares que no alcancé a ver. Por suerte, no tuve que elegir al azar, ya que unas voces me alertaron de su ubicación. Entre ellas reconocí la de la señora Kaede.

    Avancé por el pasillo, el cual en cierto punto se abrió de un lado, dando paso a un hermoso jardín interior, del otro lado seguía habiendo más pared y puertas. Las voces se hacían cada vez más presentes, hasta que llegué finalmente a una nueva puerta.

    La abrí tímidamente, esperando no molestar a las personas que habían allí dentro. Al entrar, descubrí que era la cocina. Estaba completamente rodeada de mesones de madera en las paredes laterales. La anciana Kaede hablaba con una persona que me daba la espalda, únicamente mediados por un mesón rectangular en el medio de la cocina. Al parecer Inuyasha no se encontraba cerca.

    Al verme entrar, la señora abrió los ojos desmesuradamente, como si quisiera que yo desapareciera. El hombre se volteó a ver qué era aquello que había llamado la atención de la anciana mujer. Me miró sorprendido y, casi de inmediato, con furia. Yo sólo estaba perpleja. Aquél hombre era increíblemente parecido a Inuyasha; mismo cabello plateado, mismos ojos dorados. Sin embargo, éste hombre parecía mayor y era mucho más alto, además de que sus rasgos eran más delicados. Era tan guapo como Inuyasha, de eso no cabía duda, pero ambos seguían dando miedo, en especial éste hombre, que poseía un aire bastante altivo y frío. Alrededor de él se aspiraba grandeza al instante. Estaba vestido con una camisa negra y unos vaqueros azul oscuros.

    Me miraba fijamente con los ojos algo entrecerrados y con expresión fría. Me sentí cohibida y la señora Kaede rodeó el mesón para interponerse entre nosotros.

    —Señor Sesshomaru… —Comenzó a hablar ésta, sin embargo, fue interrumpida rápidamente.

    —¿Qué hace ésta mujer aquí? —exigió saber él con una voz tan cortante como una navaja. Sin duda, no le gustaba para nada que yo estuviese allí.

    —El señor Inuyasha la ha traído por razones que no sé, señor —explicó Kaede, manteniéndose firme—. Sólo sé que la señorita es muy importante para sus objetivos. No le haga daño.

    Sesshomaru —como lo había llamado Kaede— entrecerró aún más los ojos en cuanto la anciana pronunció la última oración y me miró directo a los ojos. Un escalofrío me recorrió de los pies a la cabeza, como si mis instintos me dijeran que él era peligroso.

    —Mujer. —Me llamó—. Dime cómo te llamas.

    Di un respingo en cuanto se dirigió a mi, pero traté de mantenerme segura.

    —Kagome Higurashi.

    El hombre parecía estar calculando mil cosas con el simple dato de mi nombre, pero no parecía haber llegado a nada, por lo que me preguntó:

    —¿Qué relación tienes tú con Inuyasha?

    Su tono era despectivo, como si yo fuese un ser tremendamente inferior, lo que me intimidó aún más. No entendía de dónde vino él ni qué relación tenía con mi secuestrador, pero parecía ser un personaje de importancia para que la señora Kaede se dirigiera a él con tanto respeto y… ¿miedo?

    —Yo…

    —Ya deja de molestar a la señorita, Sesshomaru. —Se escuchó una voz a mis espaldas y alguien me puso una mano en el hombro—. Es nuestra invitada.

    —Miroku —reconoció secamente el albino.

    Kaede pareció alegrarse por la presencia del nuevo individuo, el cual se situó junto a mi. Era un hombre de estatura media levemente fornido. Llevaba el pelo negro atado en una pequeña coleta baja y poseía unos ojos de un curioso azul oscuro. Sus ojos y su tono de voz reflejaban cierta jovialidad y me hicieron sentir un tanto más segura.

    —Si me disculpan, tengo instrucciones de darle un paseo a esta señorita —dijo mirando a Kaede y Sesshomaru de hito en hito. La primera hizo una leve reverencia en señal de respeto y el segundo se limitó a salir de la cocina sin decir nada, pero sin duda sólo de momento, ya que por su actitud yo no dudaba que luego hablaría con el mismo Inuyasha.

    Miroku me rodeó la cintura con un brazo y, con un leve saludo de la cabeza hacia Kaede, me sacó de la cocina. Salimos al jardín trasero de la casa, en el cual yo no había estado hasta el momento. Yo estaba asombrada… Si me parecía que el jardín delantero era enorme, no era nada comparado con este.

    El jardín tenía una enorme extensión de pasto al principio. Tras él había toda una extensión de árboles de todo tipo. Un camino de piedra conectaba desde la terraza de madera en la que estábamos parados hasta algún punto detrás de los árboles. Miroku hizo un gesto con la mano, invitándome a pasar al camino.

    —¿Días difíciles? —Me preguntó como para romper el hielo.

    Yo lo miré, tratando de ver sus intenciones. Al parecer solo estaba siendo amigable. ¿Por qué no? Tal vez podría tener una charla con alguien razonable en aquel lugar.

    —No te imaginas.

    Caminábamos lentamente. Miroku se arregló un poco la camisa azul oscura que tenía puesto y se metió las manos en los bolsillos de su negro pantalón. Se veía tan relajado… ¿acaso él no sabía que Inuyasha era un delincuente?

    —No le hagas caso a Sesshomaru, es sólo que no se lleva para nada bien con su hermano.

    Lo miré confundida. ¿Su hermano? ¿Inuyasha era su hermano? El me miró y sonrió.

    —Inuyasha es su hermano —aclaró.

    Claro, eso explicaba mucho. Ya sospechaba que eran familiares por el parecido tan grande, pero no necesariamente que eran hermanos. Eran tan distintos… Inuyasha daba miedo, pero ante él podía revelarme perfectamente, en cambio, con Sesshomaru, no había podido hablar sin tartamudear.

    —Disculpa pero… ¿sabes algo de todo esto? —pregunté señalando la casa a nuestras espaldas—. No estoy muy enterada que digamos.

    Atravesamos la gran cantidad de árboles. Miroku se acercó a un manzano que estaba a un par de metros de distancia y sacó uno de sus frutos. Volvió a situarse a mi lado y le dio un mordisco a la manzana.

    —Sé todo sobre lo que ocurre aquí —admitió—. Estoy aquí para explicarte lo que ahora también es tu problema.

    «Ahora también es tu problema», repetí en mi cabeza. ¡Yo no quería ser parte de nada allí! Fuera lo que fuese, luego dejaría en claro que no me interesa, ahora la curiosidad por saber de qué se trataba era demasiado grande.

    Llegamos a un lugar que me dejó con la boca abierta: un bellísimo lago rodeado de árboles de cerezo florecidos en su totalidad. El contraste de la limpieza del agua y el rosa de los árboles era hermoso. Bajo uno de ellos había una banca de piedra, a la que nos dirigimos para sentarnos.

    —Este lugar es el único seguro para nosotros. Nos protege de nuestros enemigos y nos da paz —comentó él, consiguiendo dejarme aún más confundida.

    —¿De qué se esconden?

    —No nos escondemos, eso nunca, pero aquí siempre estamos a salvo. No es de «qué» nos protegemos, sino de «quién». Kagome, te contaré una historia y necesito que me prestes total atención.

    Yo asentí efusivamente, completamente interesada por las palabras del hombre junto a mí. Decidí pasar por alto el tema de que me sorprendí cuando lo escuché pronunciar mi nombre, ya que yo no me había presentado aún, pero supuse que los más lógico era que Inuyasha le hubiese hablado de mí.

    —Hace cientos de años existió una poderosa sacerdotisa llamada Midoriko. La época en la que ella vivía no era fácil, ya que en aquellos tiempos humanos y demonios luchaban día y noche por el poder de los territorios.

    Hice una cara rara cuando dijo «demonios», ya que yo esperaba una historia y no una leyenda… ¿o sí era una historia? Bueno, mi abuelo siempre había tenido obsesión con todas aquellas cosas de antiguos monstruos y demás, pero nunca le presté atención. Miroku siguió hablando.

    —Midoriko luchaba como ninguna para protegerse. Los demonios la desafiaban por su poder y querían apoderarse de ella. Ella era muy fuerte y, por lo tanto, difícil de vencer. Por esto, miles de demonios decidieron atacarla al mismo tiempo, lo que resultó en una lucha de siete días y siete noches en las que Midoriko agotó completamente sus poderes. Con la última pizca de poder espiritual que le quedaba, tomó las almas de aquellos demonios y las fusionó junto con la suya misma, la cual contenía cuatro grandes esencias: Arami Tama, que representa el Valor; Nigimi Tama, que se refiere a la Amistad; Kushimi Tama, que significa el Conocimiento y Sakimi Tama, que representa el Amor. Con estos elementos juntos dio origen a la Shikon no Tama, también conocida como la Perla de Shikon.

    Yo estaba extasiada con tal historia. Era algo sumamente triste que aquella mujer haya estado condenada a morir por el simple hecho de ser poderosa.

    —¿No es esa perla la que venden como amuleto de la suerte en los templos? —pregunté, segura de haber escuchado a mi abuelo hablar de aquella joya.

    Miroku rió sin ánimos.

    —Créeme, lo que menos trae es suerte. Aquella perla sólo atrae problemas a este mundo.

    Hubo un momento de silencio en que yo esperaba ansiosa que él siguiera hablando. Ya quería llegar a la parte en que toda aquella historia se relacionaba con nosotros en el presente.

    —Después de aquella batalla Midoriko murió y nació la Perla de Shikon, lo que conllevó a una época de desgracias. El fuerte rumor de que aquella perla podía conceder el deseo que fuese a quién se lo pidiera llegó rápidamente a oídos de los monstruos y humanos más codiciosos, los cuáles sólo querían tener poder. Esto ocasionó grandes batallas por obtenerla.

    —Pero, ¿acaso no podían haber personas de intenciones puras? Quizás no todos deseaban destrucción.

    —Justamente aquél era el problema. La perla de Shikon estaba compuesta por dos esencias totales: una benigna y una maligna. Debido a esto, según su dueño, la perla podía volverse pura o podía poseer una maldad tan grande, que sería capaz de destruir todo a su paso. Si aquella Perla hubiese llegado a estar en manos de alguien de intenciones malignas, la destrucción y las desgracias habrían sido inminentes, ya que se habría liberado Magatsuhi, que es la esencia obscura de esta. Extrañamente, todo aquél que tomaba posesión de la Perla era cegado por la ambición, como si aquella esfera los hiciera cambiar.

    Miroku hablaba tan seriamente, con tanta elocuencia, que sentía como si hubiese sido yo la misma Midoriko que luchó contra aquellos monstruos. Ciertamente sentía una opresión en mi corazón por la tristeza que me ocasionaba aquella historia.

    —¿Qué pasó con la Shikon no Tama?

    —Pues debido a todo el alboroto ocasionado por ella, se le pidió a otra sacerdotisa que la custodiara. Aquella mujer se encargó de purificar la Perla de las energías malignas y la protegió de los que intentaban apoderarse de ella. Sin embargo, ella fue asesinada haciendo su labor. En sus últimos instantes pidió que quemaran la Shikon no Tama junto con su cuerpo. De aquella forma las luchas por la Perla acabarían.

    Ahora sí que nada tenía sentido para mí. Si la Perla había sido destruida, ¿cómo podía relacionarse esta historia con la actualidad?

    —Lo que no entiendo es cómo se relaciona esto con ustedes… y conmigo. Ya todo aquél asunto terminó en ese momento, ¿no?

    Miroku se estiró un poco y se remangó las mangas de la camisa. Parecía como que se preparaba para soltar la verdadera bomba.

    —El problema es que al parecer la Shikon no Tama ha vuelto a aparecer. Incluso se dice que nunca desapareció.

    Sentí cómo de pronto todo cobraba sentido.

    —Entonces… hay personas que quieren apoderarse de ella en este tiempo —dije pausadamente, atando cabos.

    —Exactamente. El padre de Inuyasha y Sesshomaru, Inu No Taisho, dedicó su vida a buscar aquella Perla, pero fue asesinado tratando de proteger a Izayoi, la madre de Inuyasha, cuando este nació. Ahora sus hijos continúan la búsqueda, ya que también les interesa el tener la esfera.

    —Pero no son los únicos, ¿no? —deduje.

    —No, hay más personas involucradas en la búsqueda. Es ahí donde entras tú en todo esto, Kagome. El hombre que te atacó hace dos noches es nuestro mayor enemigo, Naraku, que también está en busca de la Shikon no Tama. Creemos que por alguna razón el se acercó de esa manera a ti, además de que sabía tu nombre. Naraku debió haber estado investigándote hace mucho tiempo y queremos saber por qué tú, qué es lo que quiere de ti. Si el descubrió algo importante en ti, también puede servirnos a nosotros, por lo que te pedimos que nos ayudes.

    Aquellas últimas palabras me cayeron como un balde de agua fría. Se me erizaron los vellos de los brazos al pensar en un hombre siguiendo mis pasos mientras iba a la escuela, mientras estaba con mis amigas, cuando estaba con mi novio, mi familia… ¡Yo no tenía nada que ver en eso! ¿Por qué me seguía? Y ahora me pedían ayuda, pedían mi colaboración. ¿Que no me tenían ya aquí, atrapada? No importaba si yo decía que sí o si decía que no, no me dejarían ir.

    —Supongo que da igual si acepto o no. No me dejarán volver a casa.

    Miroku me miró a los ojos.

    —Kagome, no somos secuestradores. Inuyasha es impulsivo, sí, y necesitaba retenerte. No fue la mejor manera, pero de verdad necesitamos tu ayuda. Naraku no puede obtener la Perla. Si eso ocurre, grandes desgracias llegarán a este mundo. —Entonces hizo una pausa—. Además, si te vas… no podré hacerte una pregunta muy importante.

    Yo ya estaba pensándolo, quizás sí era importante que yo permaneciera en este lugar, pero la última frase de Miroku me llamó la atención.

    —¿Qué pregunta?

    El rostro de Miroku se volvió más serio que nunca y tomó mis manos entre las suyas. Parecía como si estuviese a punto de confesar que tenía poco tiempo restante de vida o algo parecido. Tomó aire y habló.

    —¿Quisiera usted tener un hermoso hijo conmigo?

    Enrojecí hasta el nacimiento del cabello y aparté mis manos de las suyas rápidamente. ¡¿Qué demonios decía ese pervertido?! ¿No estábamos hablando de un tema de lo más serio? No sabía si me lo decía en serio o si era una broma, pero sentía cómo mi mano se preparaba para una hermosa cachetada, cuando alguien se me adelantó golpeando a Miroku en la cabeza.

    —¡Maldita sea, Miroku! Te pedí que le explicaras las cosas, ¡no que trataras de pervertirla! —reclamó una voz furiosa, a la cual reconocí de inmediato.

    —Inuyasha, Inuyasha… calma —pidió Miroku sobándose la cabeza con cara de pillo al que descubrieron con las manos en la masa—. Tú sabes que tengo debilidad por las mujeres hermosas. Igualmente, no te preocupes, ya le he contado todo. Sólo falta que ella acepte ayudarnos.

    Yo enrojecí aún más y desvié mi mirada hacia Inuyasha, quien me miraba fijamente. Parecía bastante molesto y a la vez pensativo, preocupado. Repasé los rostros de los dos hombres que habían frente a mí. Debía elegir entre quedarme con ellos por un bien general sin ninguna garantía o volver con mi familia y amigos. Creí que sería algo fácil, pero las palabras de Miroku me habían confundido bastante.

    —Kagome. —Me llamó Inuyasha—. Ven conmigo.

    Me ofreció una mano y yo la tomé.
     
    • Me gusta Me gusta x 8
  16.  
    Aomecita

    Aomecita Usuario popular

    Piscis
    Miembro desde:
    8 Agosto 2009
    Mensajes:
    692
    Pluma de
    Escritora
    Hola Cami-Chan mil gracias por el aviso ya lo había leído anoche pero no pude comentar por que me quitaron
    pero he vuelto ahorací para comentarte bueno vaya no creí que Naraku aparecería tan rápido y menos que él fue
    quien ataco a Kagome aquella noche ya que como decía que ese hombre no le agradaba de inmediato creí que si
    iba a ser Sesshomaru Wow así qué la perla de Shikon aparecerá en la era moderna? Eso creo quw jamás lo leí
    antes ¿Sesshomaru también con interés en aquella joya? Si nunca antes lo leí Kagome ahora quieres volver a casa
    después no te acordarás de ella ni de Houyo jejeje espero conti cuídate sayo...
     
    • Me gusta Me gusta x 1

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso