Cazadores de sombras Amanecer de las Sombras (Cazadores de sombras)

Tema en 'Fanfics sobre Libros' iniciado por Adamas, 5 Abril 2014.

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    Adamas

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    Escritor
    Título:
    Amanecer de las Sombras (Cazadores de sombras)
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1511
    Decisiones


    Jocelyn Fray y Luke Garroway permanecieron en silencio, contemplando fijamente el anillo que el librero le había regalado a la mujer como símbolo de su compromiso. A pesar de haber estado horas tratando de convencerla, Jocelyn había acabado quitándose la sortija y había tratado de devolvérsela. Como Luke no había aceptado la devolución, el anillo había quedado inmóvil en la pulida superficie de madera de la mesa de la cocina.


    — ¿Crees que no mereces ser feliz por haber engendrado a Jonathan? —preguntó Luke, rígido como una estatua, tratando de no reflejar el dolor que sentía al comprender aquel gesto—. ¿Crees que todo esto es un castigo por lo que le hizo Valentine cuando estabas embarazada? Tú no podías saber qué se proponía.


    —Lo sé, pero no puedo pensar en casarme cuando un hijo mío está causando tanto dolor—replicó Jocelyn, cuyo cabello rojo parecía haberse puesto mustio a causa del dolor y el sufrimiento que había padecido—. Ya te dije en una ocasión que no deseaba que el Mundo de las Sombras regresara a mi vida.


    —No puedes mantener alejado un mundo del que has nacido y que forma parte de ti, y menos cuando tu hija también forma parte del mismo. —Luke extendió sus manos para tomar las de su prometida, pero la mujer las apartó—. Piensas que huir del mundo de los cazadores de sombras te mantendrá protegida, pero solo demuestras el poder que ese mundo tiene sobre tus acciones y tus decisiones.


    Jocelyn se quedó en silencio durante unos minutos, reflexionando. Hacía tiempo que había tomado la decisión de hacer algo respecto a su primogénito, aquel niño que había nacido con la maldición de llevar en sus venas sangre de Lilita, con quien Valentine, su ex-marido, había llegado a un acuerdo. Durante las cuatro semanas que habían pasado desde la batalla en Irlanda, los sueños de la anterior nefilim se habían visto invadidos por extrañas imágenes entremezcladas de forma confusa, pero que contenían un significado oculto.


    —Lo siento, Luke—respondió en un susurró antes de marcharse y dejar a su devastado enamorado a solas con su dolor.




    ¿Cómo lo lograría? ¿Cómo lograría acabar con Jonathan, nutrido por la sangre de Lilita, un guerrero más fuerte que cualquier cazador de sombras normal y corriente, que disfrutaba con el dolor ajeno? Esas eran las preguntas que acosaban la ente de Jocelyn mientras se paseaba por las calles de Nueva York, vacías debido a un repentino frente frío procedente del norte. Llevaba tiempo pensando que el poder de las Marcas y de los nefilim, por cuyas venas corría la sangre de Rassiel, no sería suficiente para derrotar a su demoníaco vástago.


    —Una gran oscuridad solo puede ser derrotada por una oscuridad todavía mayor—dijo una voz procedente de un oscuro callejón, una voz muy familiar que parecía haber respondido a sus pensamientos.


    Jocelyn se detuvo y se aproximó lentamente a la entrada del callejón, del que asomó una figura fantasmagórica de un hombre al que había conocido en su juventud, cuando estudiaba en Alacante: Hodge Starkweather. Sin embargo, su aspecto era más pulcro y joven, como el que tenía cuando era estudiante y no cuando fue asesinado por Jonathan tras haber estado meses encerrado en una prisión; no obstante, su expresión reflejaba un dolor más profundo que el que había mostrado en vida.


    —Hola, Jocelyn—la saludó aquel fantasma, o lo que fuese.


    —Hodge, ¿cómo es posible que estés aquí? —preguntó la mujer mientras sacaba un cuchillo serafín de su cazadora, preparándose para un posible ataque.


    —No es necesario que me tengas miedo—dijo Hodge con una triste sonrisa. Se aproximó a una farola y le dio un puñetazo, pero el puño simplemente atravesó el metal como si no estuviese allí—. ¿Ves? No soy más que un reflejo de mi antiguo ser, una proyección invocada por mi carcelero.


    — ¿Estás prisionero? —preguntó Jocelyn, recelosa—. ¿Quién es tu carcelero?


    —El Primigenio, el Portador de la Aurora, la Primera Luz y la Primera Sombra, el Ángel Negro,... —Hodge miró fijamente a su antigua compañera—. Ya sabes de quien hablo, ¿cierto?


    Jocelyn asintió. Lucifer, el arcángel más poderoso y hermoso de todos los que seguían la voluntad de Dios, que había pecado de soberbia y se había revelado contra el Cielo, convirtiéndose en el primer demonio, el Primigenio, la Sombra de la que derivan las demás sombras.


    — ¿Estás diciendo que estás aquí porque Lucifer te ha enviado? —inquirió—. ¿Con qué propósito?


    —Él lo sabe todo, Jocelyn, todo sobre nosotros: sobre Valentine, sobre Lilith, sobre vuestro monstruoso hijo,... —Hodge se paseó alrededor de Jocelyn—. Todo lo que Lilith planeaba antes de que el vampiro diurno y la Marca de Caín la desterraran a las demás dimensiones estaba destinado a enfrentarse a la Sombra Primordial, pues la considera culpable de su destierro del Paraíso por haberla impulsado a enfrentarse al Todopoderoso.


    — ¿Y qué? Lucifer fue desterrado a una dimensión de la que jamás podrá salir y a la que nadie podrá acceder.


    —Lo acontecido en Idris, la invocación de Raziel, la resurrección de Jonathan Herondale, el pacto entre Valentine y Lilith,... —Jocelyn se dio la vuelta y se sorprendió al ver a Stephen Herondale, el ex-marido de Amatis, la hermana de Luke, y padre del novio de Clary, caminando en mitad de la calle. Al igual que Hodge, parecía más joven de lo que había sido en el momento de su muerte y su rostro reflejaba una profunda tristeza, como si supiese que algo malo iba a ocurrir y que nadie podría detenerlo—. Acontecimientos poderosos han debilitado las fronteras entre los mundos y Lucifer, que posee en sus manos el poder de la Luz y la Penumbra, ha visto que es el momento de moverse, de concluir lo que empezó el día que se rebeló contra el Altísimo.


    —Pero las cadenas que encierran a nuestro maestro en su oscura prisión son más complejas de lo que parecen—dijo una tercera voz, la voz de Camille Belcourt, la vampiresa que había sido la anterior líder del clan de los vampiros de Nueva York. Como Hodge y Stephen, ella demostró ser una criatura incorpórea al atravesar una moto aparcada en la acera sin influir en ella—. Para liberarse, necesita que los Siete Sellos se abran para que el poder de la Oscuridad inunde el mundo y choque contra los agentes de la Luz. La combinación de ambas fuerzas permitirá al Primigenio regresar al mundo y retomar su rebelión contra el Cielo.


    —Deduzco que no podéis hacerlo por vosotros mismos y que por eso habéis acudido a mí—dijo Jocelyn, cada vez más ansiosa—. ¿Por qué pensáis que iba a ayudar a Lucifer a destronar a Dios?


    Una nueva figura, más menuda y delicada que las demás aunque más terrorífica, apareció veloz como un rayo ante la mujer, que abrió los ojos como platos al reconocer el joven rostro de Maureen, a la que había visto en los conciertos del grupo de Simon. Pero ella no era incorpórea, pues sostenía entre sus manos el cuerpo de un gato que había perecido por la pérdida de sangre. La niña sonrió y mostró unos afilados dientes tan finos como agujas.


    —Nuestro maestro puede ver el alma de las personas, sus más profundos deseos y sus mayores miedos—declaró al mismo tiempo que le tendía una mano a Jocelyn—. Sabe lo mucho que has sufrido y sabe que no estás dispuesta a llevar una feliz vida con tu enamorado hasta que resuelvas el problema que tu pasado te ha enviado. Ayúdale a cumplir su destino y Él te recompensará con la felicidad que te mereces.


    Y Jocelyn, llevada por la tentadora proposición de Maureen, estrechó su mano. En ese preciso instante, como si aquel sencillo gesto hubiese desatado una increíble fuerza sobre el mundo, las farolas se fundieron y las ventanillas de los coches explotaron.




    Mientras Jocelyn se ponía a disposición del Ángel Negro, los agentes corpóreos que este tenía distribuidos por todo el mundo habían empezado a moverse: en diferentes ciudades de diferentes países, comenzaban a llegar noticias acerca de las muertes de miembros de diferentes instituciones religiosas, todos ellos fallecidos en misteriosas circunstancias; otros, camuflados bajo la harapienta apariencia de vagabundos que pedían por las calles, empezaron a hablar del Apocalipsis y de los horrores que se desencadenarían cuando llegara el fin de los tiempos y a dibujar extraños símbolos satánicos por las paredes de todos los edificios que estuvieran a su alcance con el propósito de extender el miedo. Aunque la policía hacía todo lo que estaba en sus manos para controlarlos, entretanto iban muriendo agentes en extrañas circunstancias, incluso en los casos más sencillos. Iglesias, monasterios, ermitas,... Muchos edificios relacionados con la religión aparecían devastadas por incendios cuyo origen era imposible determinar o cubiertos de dibujos obscenos y diabólicos.


    Un ambiente de desastre se extendía lenta pero inexorablemente, como si una fuerza malévola estuviera extendiendo unas largas manos para asfixiar a la humanidad entera.
     
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