Y nos miramos, mis brazos enredados en su cuello, acariciando cu cabello, los suyos aferrados a mi cadera, no queriendo soltarla jamás. Nustras miradas iban desde nuestros ojos a nuestros labios, y de nuestros labios hasta cada detalle de nuestro rostro, queriendo grabarnos a fuego lento cada razgo, cada imperfección, cada rastro de nustra esencia. Nos besamos, nos besamos tan despacio, queriendo disfrutarnos el uno al otro, queriendo demostrarnos todo el amor que nos sentimos, el uno por el otro, el uno hecho para el otro. Nos besamos hasta que se nos acabó el aire, separándonos por falta de éste. Y nos miramos, nos sonreímos. Mis manos lentamente pasaron de estar en su cabello a estar en sus mejillas, acariciándolas, amándolas. Sus manos acariciando lentamente los cosatados de mis caderas, levantando un poco la prenda que las cubría para así poder tocar parte de mí, como quise siempre, como quiso siempre. Y nos despojamos lentamente: nos despojamos de nuestros miedos, de nuestras inseguridades... de nuestras ropas. Y nos amamos, nos amamos como siempre soñamos amarnos, perteneciéndonos el uno al otro, haciéndolo mío, haciéndome suya, haciéndonos nuestros, marcando nuestra esencia en el contrario. Nos amamos en todos los sentidos, en todas las formas, en todos los aspectos. Nos amamos de todas las maneras posibles e imposibles también. Me amó y me ama como sólo él sabe y puede... como sólo quiero que lo haga. Y yo lo amé, lo amé y lo amo: como yo sé y puedo... como sólo él quiere que lo haga. Y nos sonreímos, nos mimamos, nos amamos de la forma más inocente y pura posible, porque lo nuestro no va sólo por lo físico, no va sólo por el conocimiento que uno tiene del otro. Nosotros nos amamos: nos conocemos como no nos conocemos a nosotros mismos. Y nos volvemos amar: nos enamoramos cada segundo que pasa. Y nos miramos: con deseo, con amor.