Nos miramos, sin saber qué hacer realmente. Ambos deseando que pasara este momento, ambos inexpertos, aprendiendo el uno del otro sin ambos saber nada. Nos acercamos, acortando la distancia entre nosotros, respirando el aire del otro, besándonos con amor, con deseo, con miedo, con inseguridad, como la primera vez. Nos separamos por la falta de aire, uniendo nuestras frentes con ojos cerrados, abriéndolos solamente para apreciar más de cerca al otro, admirando ese pequeño tono carmín en nuestros carrillos, sonriendo ante el pensamiento que tuvimos: nuestras mejillas sólo se tiñen de ese color por nosotros; mi sonrojo por ti, tu sonrojo por mi. Nos fundimos nuevamente en aquel beso, esta vez sin miedo, sin inseguridad. Nos besamos con deseo, con amor, queriéndonos hacer adictos a los labios del contrario. No respirábamos, pero no nos separamos, no queríamos terminar esa unión. Lentamente nos separamos, unos centímetros lejos del otro. Nos miramos, sin saber qué hacer. Y tomé la iniciativa; por amor, por deseo, por ti. Mis prendas fueron desapareciendo: primero la chaqueta de cuero negra que tenía, me imitaste: te sacaste aquel sueter color celeste, casi gris por su desgaste. Luego desapareció mi blusa color café y tu camiseta blanca, luego mis botas color negro y tus zapatos color blanco junto a nuestros calcetines, luego mis baqueros azules junto a tus baqueros azules... y nos miramos, queriendo grabarnos el cuerpo del contrario para atesorarlo, para adorarlo, para cuidarlo, para amarlo. Lentamente te acercaste a mí nuevamente, me tomaste de la cintura y me miraste, yo te tomé de los hombros y te miré. Nos miramos sin decir nada, nos acercamos hasta acortar la distancia, volviendo a unir nuestros labios anelantes por probar los contrarios. Y lentamente me llevaste hasta la cama, recostándome en ella y recostándote tú encima de mí, aún besándonos. Y nos amamos: nos amamos de la manera que sabíamos amarnos y la manera en la que no. Nos amamos como siempre anhelamos amarnos y como jamás pensamos hacerlo. Esa noche nos entregamos: yo me entregué a ti en cuerpo y alma, tú te entregaste a mí de la misma manera. Yo te entregué todo lo que podía y más, tú me entregaste lo mismo. Ambos nos entregamos una promesa que siempre perdurara: amarnos sin pensar, amarnos hasta el final. Amarnos sin excusas, sólo amándonos.