Aliados

El primero del año, para comenzar bien, o que no, jeje, una aventura épica

Abtha estaba muy lejos casa, era una guerrera esplendida pero con poco sentido de orientación, el clima de la estepa que recorría era cada vez más frío y seco, era claro que había tomado el camino incorrecto, demasiadas millas al norte luego de última cascada. Su morena y trigueña piel se veía ceniza a causa de las condiciones y la inanición, aunque sabía cazar y pescar no le servía de mucho pues no había un lago ni criatura cerca en ese paisaje yermo, la única forma de vida visible eran algunos pinos enanos que forzaban a no desaparecer.

Alguna especie de silueta entre la nieve se acercaba. Era difícil ver a través de ella, ensimismada buscaba mantener calor hasta que la tormenta cesará, ya el mismo aire le quemaba. Tambaleante el ser se aproximaba en medio de la tempestad, creyó que su mente jugaba con ella cuando vio solo unos ojos que parecían flotar en medio de la nieve, eran de cierta manera imponentes y avanzaban entre tormenta como si fuesen uno con la nieve. Un rugido se filtró de pronto en medio de la tempestad, la criatura era un lobo joven de pelaje albo, que caminaba aumentando de intensidad poco a poco sus gruñidos.

A cada segundo aumentaba la velocidad del canino imperioso con la voluntad y coraje cazador, con cada paso también cada latido de Abtha en su corazón. Forzando a sus articulaciones entumidas se puso tambaleante de pie, empuñando en su mano derecha una cuchilla labrada en oxidana dispuesta a morir enfrentando a la bestia, corrió un poco vacilante y se dirigió a su encuentro arrancándose un grito de bravura.

Sin embargo ya estando justo frente a ella el lobo siguió su paso y la saltó de un golpe, escuchó un silbido en el viento y observó una imponente manaza de un azul griseo dirigirse hacia ella, apenas logró esquivarla realizando una pirueta en el piso, mientras buscaba recuperar el aliento, pues sus pulmones estaba dañados por atmosfera gélida, entonces lo vio. Era monstruo, un ojo gigantesco y rojo yacía en medio de su frente, teniendo en los extremos otros dos de un tamaño menor, rugía de furia y dolor, Abtha pudo ver al fiero canino prensado de su cuello con los colmillos, la bestia terminó sacudiéndose y el depredador níveo cayó golpeándose contra un árbol mientras emitía un lamento, la bestia gris entonces la observó a ella. Era un troll ártico, podía estar segura.

El lobo se levantó de nuevo, la observó por segundos. Entonces lo entendió, ella una joven guerrera perdida entre las montañas, lejos de los suyos, hambrienta, él desahuciado, con frío y temor, eran una historia escrita con la misma tinta desde dos polos que terminaba encontrándose en medio medió de ese que podía ser su inminente final.

Algo más que los unía, se reflejó en ese momento en su mirada de ambos, un fuego de brío tal que hubiese podido derretir todo el hielo de aquellas llanuras. El mostró sus colmillos, ella empuñó en ambas manos navaja y al mismo tiempo se lanzaron a la batalla.

Un enorme grito resonó entre las montañas, seguido por sonido sordo como si medio bosque se hubiese derrumbado al mismo tiempo. Él había atacado las piernas del monstruo como distractor mientras ella ágilmente trepaba por sus brazos hasta su cuello, introduciéndole su navaja entre las vértebras, provocándole una muerte instantánea.

Ante el sol del alba heraldo para los dos de una nueva esperanza partieron unidos de cierta manera ahora por un vínculo invisible, prometiéndose en silencio mantenerse juntos, no caer y no rendirse jamás.