Habitación Alexander Valenti

Antes de entrar en la habitación puedes notar que posee una pequeña especie de tarjeta en la que está una pequeña figura de ti, pixeleada. Al entrar puedes encontrar un baño, sin bloque, osea, no se puede cerrar con seguro. Además, una cama, un escritorio con su respectiva silla y en los cajones un juego de herramientas que podrás utilizar como lo desees.
También encuentras una nota que tiene las palabras "Bienvenido, pronto nos conoceremos debidamente" escritas en ella.

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@Bruno EVF

 

Lo primero que llamó mi atención fue la pequeña figura pixelada de aquella especie de tarjeta. El que la había hecho debìa tener bastante buen ojo para las artes como la pintura, porque el parecido que la figura tenía conmigo mismo me pareció satisfactorio, e incluso me resultó divertido, más allá de que el ambiente cargaba augurios no tan buenos.

La habitación no estaba mal. Sus muebles consistían en una cama, un escritorio bastante tentador para escribir, más su silla. Los cajones contenían herramientas varias, las cuales me dediqué a examinar una por una, para descartar las que podían llegar a fallarme a la hora de su uso. Enfrascado en esta tarea, me encontré con una nota que rezaba las siguientes palabras "Bienvenido, pronto nos conoceremos debidamente" . Sonreí, sintiendo que crecía una especie de entusiasmo en mi interior.

¿Pero a dónde debía dirigirme para conocer al autor de la esquela? Tenía que averiguarlo por mi cuenta. Dejé mis pertenencias sobre la cama y salí de la habitación.

 

Mi primera jornada en la Academia Pico de la Esperanza había traído una tremenda mezcolanza de sensaciones. Seguía pareciéndome increíble el rato pasado en la cocina, junto a mi nuevo colega Rin, Daniela, Nix y la chica de la computadora: no era poca cosa enterarse de que nos encontrábamos a merced del extraño Monokuma y que sólo podíamos salvarnos matando a alguien sin ser descubiertos, y sin embargo estuvimos bebiendo y riendo como si nada... Por más que era evidente que estabamos muy preocupados, por mucho que intentásemos disimularlo.

Mis pertenencias, que consistían en un bolso que contenía cambios de ropa (idénticos a la que traía puesta), un tablero de ajedrez y papeles, seguían sobre la cama, tal como las había dejado. Acomodé el bolso debajo de la misma, no sin antes extraer una fotografía de su interior.

Era una imagen de mi madre enmarcada en oro. Reía desde tiempos remotos, dulce y hermosa como solo ella podía serlo. Su destino fue el escritorio. Me gustaba sentirla cerca.

—Han pasado muchas cosas hoy... Y me temo que mi vida está en peligro —le dije— ¿Me estará esperando algo peor que la tuberculosis? No lo sé, pero espero que, estés donde estés, puedas ayudarme, mamá... —hice una pausa— Al final, me voy a reconciliar con papá por la fuerza... No sé si estoy preparado... Menos ahora que logré hacer un amigo, después de tantos años...

Dejé los auriculares, los lentes, la pistola y mi pequeño morral sobre el escritorio, la corbata y el chaleco colgando del respaldo de la silla, me descalcé, para finalmente echarme sobre la cama. Antes de dormirme, me pregunté si en realidad no me había excedido con la confianza...

 

Abrí los ojos, muy despacio. De alguna manera había podido conciliar un sueño poco plácido. Ese pequeño descanso me vino bien, porque ahora me sentía más calmado. A partir de este momento no debía bajar la guardia.

Me quedé un rato mirando el techo, con las manos entre mi nuca y la almohada. En el exterior, es decir, en los pasillos, no se sentía ninguna conmoción, lo que parecía indicar que Monokuma no volvió a hacer acto de aparición. Menos mal, porque necesitaba desperezarme un poco.

Después de una serie de estiramientos y bostezos sobre el colchón, me senté. Desde el escritorio mi madre seguía riendo, ajena al escenario oscuro en el que me había involucrado. Yo era consciente del peligro que se cernía sobre mi vida, pero una parte de mi corazón prefirió sentir que esa risa congelada estaba destinada a mí, como dándome ánimos. La sensación fortaleció la confianza en mí mismo.

Tomé una rápida ducha, y me cambié las vestimentas por otras de iguales características. Me coloqué los lentes y los auriculares; ubiqué la pistola de mi madre en su funda y abroché mi pequeño morral al cinturón. Lo llené de algunos papeles en blanco y un bolígrafo.

Con un ánimo más fortalecido, me dirigí a la cocina.

 

Apenas entré me tiré en la cama, con todas mis cosas encima. Debía descansar todo lo que el tiempo me lo permitiera, antes de que pasara lo que sea que tenía que pasar...

 

Finalmente se ha manifestado. Nos solicita en una sala de audio y vídeo. Salí a toda prisa.

 

Llegamos.

Como me daba cuenta que Nix se sentía muy incómoda, asumí el riesgo de permitirle pasar. No quería ser maleducado con una dama, además.

—Espera mientras busco el bolso —le dije, sonriéndole. Me agaché para buscar debajo de la cama.

 

Me asome en la puerta,de pronto me entro una vergüenza impresionante por estar así, por más de que mis comentarios sean aveces doble sentido sigo siendo algo penosa.

-Gracias- dije mientras el sacaba algo de abajo de su cama.

 

—De nada —respondí mientras abría el bolso sobre la cama.

Deposité sobre las manos de Nix un pantalón de vestir, una camisa de mangas largas blanca y un chaleco oscuro.

—Para evitar que alguien más te vea, creo que lo mejor va a ser que te cambies en esta habitación —le dije—. Si no quieres, lo entenderé. Si te parece bien, me daré la vuelta para no mirarte.

 

-No es que no confíe en ti pero tienes un baño de todas maneras- le sonrei, su ingenuidad me hace pensar que yo lo puedo corromper y ser la más "pervertida" con mis hermanos cerca era imposible.

Entre y salí de baño rapidamente, yo soy casi tan alta como el así que las cosas sólo me quedan anchas. Después me daría cuenta que deje los tacones allí.

Le di un beso en la mejillas antes de dirigirme a la salida.

-Muchas gracias, iré a ver que hago con mi ropa. Duerme bien.

 

Nix cerró la puerta tras de sí, dejándome ruborizado...

Me reí de mí mismo al recordar que olvidé lo del baño. Culpa de su semi-desnudez, que me había desordenado los pensamientos.

Fui a tomar asiento frente al escritorio. Ahí seguía la foto de mi madre, cuya risa ahora me parecía burlona. Sonreí, ruborizándome otra vez: habré quedado como un ingenuo.

Del morral de mi cinturón extraje un papel, el bolígrafo, y me puse a escribir todo lo que había vivido hasta ese momento en la Academia Pico de la Esperanza, como si fuera la crónica de un viaje. El viaje más extraño de todos.

 

Fue una larga sesión de escritura. Las vivencias que había tenido hasta el momento, más las impresiones que me suscitaron, quedaron plasmadas en diez carillas. La crónica incluía un detallado estudio de cada una de las personas con las que interactué, notas sobre los sitios de la Academia (me faltaba explorar la Alberca), teorías sobre el origen de Monokuma e hipótesis enfocadas en la razón por la que yo y catorce personas más terminamos atrapadas en su juego. Salvo las descripciones físicas, cuestiones como las intenciones de los demás o salidas alternativas no eran más que especulaciones.

Guardé los papeles recién escritos dentro mi morral junto con el bolígrafo. La tarea me supuso un intenso trabajo mental. Necesitaba relajarme leyendo algo no relacionado con todo este asunto.

Fue así como me encaminé a la Biblioteca.

 

[Lo que escribió Alexander Valenti en su crónica antes de dormirse sobre el escritorio, luego del encuentro con Monokuma en la cocina]

La explosión incendiará las nubes en cualquier momento, y no son quince las posibilidades de que suceda, sino diecisiete ¿Y si la sombra oscura y blanca concreta una decimoctava posibilidad, la de Pablo Igor Valenti? En esta academia no existen estudiantes, sino voluntades hechas de pólvora, a las que se intenta hacer llegar una chispa juguetona desde las tinieblas...

 

Cuando desperté, vi todo blanco y extrañas manchas negras junto a mí. Una inmensidad infinita en la que me acechaban sombras. Después resultó ser el papel escrito tapándome los ojos, ya que se me había quedado pegado a la frente cuando levanté la cabeza.

A causa de que me dormí sobre el escritorio, sentía dolencias en la zona de la clavícula derecha; pero podía soportarlo.

Antes de ir a la Cocina, me tomé una buena ducha que me despabiló entero.

 

Me había retirado de la cocina sin que nadie se diese cuenta, en medio de la conversación que empezaron a entablar Nix y Graham. Desde mi retirada, transcurrió bastante rato. Cuando me encontraba escribiendo las nuevas páginas de mi crónica, enfocándome sobre todo en las características de Michael Stengel, mi ID electrónico empezó a sonar.

La bomba, por fin, había estallado dentro de la Academia...

No recuerdo muy bien la sensaciones que me embargaron en cuanto vi el nombre de la víctima. Sí sé, que el primer pensamiento que pasó por mi cabeza fue el de rogar que fuera mentira... Desgraciadamente no lo era... Nix había muerto...

Algo nuevo me estaba atravesando por dentro cuando recobré la noción del tiempo y el espacio... ¿Dolor? ¿El mismo dolor que sentí al perder a mi madre? No, era algo similar, pero ligeramente más fuerte.
Antes de dirigirme a la escena del crimen, me tapé los ojos con los lentes: no quería que nadie me viera directamente a los ojos y adivinase lo que pasaba en mi alma.

Lo último que escribí antes de salir de mi habitación y asegurarla con llave, fue:




La muerte se llevó un sentimiento nuevo para mi vida...

 

[Lo que escribió Alexander Valenti en su crónica antes de desmayarse sobre la cama, luego de la reunión de investigación en la Cocina]


Mamá, cuida bien de Nix...

 

Antes que nada, me duché durante largos minutos.

Después, me recosté en la cama. Vestido solo con la camisa desabrochada y los pantalones, me cubrí hasta el pecho. Con las manos entre la cabeza y la nuca, miré el techo por horas.

—Creo... —murmuré, antes de quedarme dormido— que empezaba a quererte... más allá de mis límites...

 

Toque la puerta de Alex. — Alex, despierta, Alex, soy Rin. — Lo llame, como Dani dijo antes; "Era algo por lo que valia la pena despertar".

 

Fui despertado por un repetitivo golpeteo en mi puerta. Sentí la voz de Rin, que me llamaba.

Todavía me sentía afectado por todo lo que había pasado en la Clase del Juicio, por lo que en un principio me puse de costado sobre el colchón, dispuesto a continuar mi descanso.

Rin, sin embargo, insistió. Durante cada uno de los minutos que no le atendía. Entonces me senté sobre el colchón, pensando que era el momento de abandonar mi actitud de decaído. Tenía que ser fuerte.

Abrí la puerta.

—Querido amigo, ¿qué te trae a mi aposentos? —dije, tratando de sonreír.

 

Alex tardo un poco en abrir la puerta, quizas estaba muy cansado, pero por educacion no pudo dejar de abrir. Al verlo soñoliento mis sospechas fueron confirmadas. — Alex, tengo algo que a Nix le hubiera gustado que probaras. — Le dije sonriente, sacando un bollo dulce, igual al que le entregue a Dani. — Yo me siento tan mal como tu, amigo. Pero no creo que a ella le hubiera gustado vernos tristes, asi que... — Puse el dulce en sus manos. — Sonrie. — Con esa simple frase me despedi de el, ahora si, yendo a mi habitacion.