Alejandría Estaba cansado ya de leer tanto. Y la verdad era que cada dos líneas dejaba de entender lo que sus ojos repasaban con ligereza. Era el cansancio, quizá, o el hastío que lo tenía tan agobiado. A veces le costaba comprender como tantas letritas juntas, dibujitos, garabatos, signos, podían significar algo. No lo entendía. Cerró el libro. No tenía caso seguir sofocándose cuando no estaba aprendiendo nada. La prueba era mañana, sí, lo sabía; pero nada le aseguraba que estudiando tendría un mejor resultado. Nunca tenía un mejor resultado. Se estiró sobre su cama y perdió la vista en el áspero e irregular techo de su alcoba. Por algún segundo de vida le hubiera gustado ser un insignificante y mero granito de cemento. Así como esos que se deformaban ante sus ojos, sin deberes ni obligaciones, sólo un granito más igual que todos los otros. Escuchó la puerta de su habitación abrirse de golpe y unos gritos agudos e irritantes. De seguro era su madre alegándole porque no estaba estudiando. Le dio excusas, una, dos… pero no entendía, nunca entendía. Abrió el libro e hizo como que estudiaba. Ella se calló y le cerró la puerta de golpe. Él devolvió su vista al libro con los ojos cansados. Las letritas se movían y se agitaban, querían que las leyera. Quizá podría repasar un poco más. Sólo unas hojas más y se acostaría. Leyó unos nombres, un lugar y algo que le pareció importante. Alejandría. Siguió leyendo porque continuaba sin entender. Le recordó al Juanjo que siempre le hablaba de esa cosa que se quemó. La biblioteca. Sí, quizá él le podría ayudar a entender… mañana. Se estiró nuevamente. Dejó el libro cubriéndole el rostro, quizá haría osmosis y no necesitaría al Juanjo. Sí, seguro, osmosis. Cerró los ojos y se dejó llevar por los sueños. Más que estudiar, le convenía dormir. Nadie daba el cien por ciento de sí mismo con una noche en vela. Quizá Juanjo sí, pero el no. Recordó las palabras en su libro, más letras y más Alejandría. Quería descansar, mas no paraba de pensar en las historias rayadas del Juanjo. Quería callar al Juanjo, pero la secuencia de imágenes no se detenía. Sentía las llamas y el fuego. Olor a planta quemada, a tinta, a madera. Sintió la necesidad de correr pero sus piernas eran fláccidas y lentas. La piel le quemaba, la biblioteca ardía. Ya era tarde. No logró salir ni tampoco salvar ningún manuscrito. Las llamas lo consumían junto a todo lo demás. Las lágrimas corrían por su rostro, pero sólo le causaban más dolor. Observó a la distancia papiros ardiendo… Qué desperdicio. -- Para la actividad ¡Vamos a pensar! Palabras: 440 + Título. La verdad la idea de estudiar no me tentaba para nada. Pero bien, salió algo bien vomitivo y un tanto carente de sentido. Pero para qué (Cacofonía!) tener sentido si se puede no tenerlo (?). Ok, ignórenme... es el insomnio. Biblioteca de Alejandría!
Re: Alejandría Es una representación buena de algo tan sencillo como es estudiar. Sobre todo Alejandría, me encanta el tema de la biblioteca y todos los archivos que se perdieron con el fuego. Ahora bien, hay algo en tu historia que no termina de convencerme, y es el cambio brusco que realizas en los tiempos verbales al narrar. Comienzas haciendo referencia a algo que estaba ocurriendo en el pasado (estaba estudiando, se tumbó en la cama, su madre le gritaba...) y de repente saltas al presente (él lee, no entiende, quiere callar a Juanjo y no sabe de Alejandría). Y luego, de nuevo, vuelves al pasado para narrar lo que supongo es una pesadilla. Sin ese salto brusco y manteniendo el tiempo de la historia, creo que hubiera quedado mejor. Y es "excusas", no "escusas".
Re: Alejandría Ahora que lo mencionas, parece que tuve un verdadero colapso nervioso con tanta mezcolanza que hice. Iré a arreglar. De hecho, ahora recuerdo que al momento de revisarlo también me encontré con párrafos en primera persona, lo arreglé pero de esto no me había percatado. Dónde tenía la cabeza!
