Contenido oculto: Ost Aldea Nido se encuentra oculta a simple vista de visitantes de otras tierras. Una frondosa cortina de lianas y enredaderas simula un trayecto sin salida, pero no es más que un señuelo para proteger a los habitantes que viven en el interior del bosque. Se trata de una villa que ha evolucionado en el tiempo en pos de preservar a su gente. Eran antaño habitantes sin grandes facultades físicas, pero con un ingenio revolucionario. Con el tiempo y para evitar el ataque de posibles pokémon salvajes ubicaron sus casas en los árboles, conectadas entre sí por puentes de madera y sistemas de poleas. Los pokémon lucha ayudan con su fuerza a suplir sus carencas físicas, y las aves sobrevuelan el valle escondido con ávidos jinetes de Nido sobre su lomo. Son los mensajeros por excelencia. Sus habitantes poseen una fuerte conexión con la naturaleza y con la sociedad a la que pertenecen. De cabellos trenzados y trajes ceñidos al cuerpo para facilitar su postura en altos vueltos, si los habitantes venidos de lejos se ganan su confianza serán recibidos con los brazos abiertos.
—¡Por aquí! ¡El niño encontró una entrada! Todo empezó con unas voces en la distancia. Pese a que los mensajeros les habían advertido desde las alturas de la inminente llegada de unos extraños hombres venidos de lejos, su confianza en aquel lugar escondido de ojos indiscretos les había jugado una mala pasada. Creyeron que contaban con ventaja. Recogerían sus cosas y se mudarían antes de que llegasen al corazón de su aldea. Pero no dependió de ellos. Fue cuestión de suerte. Uno de los niños de la aldea se alejó para jugar, lo suficiente como para perderse de vista. Abandonó la seguridad de las enredaderas y salió al exterior, preso de la curiosidad. En su camino encontró a una peculiar mujer de cabello azul, quien amablemente le invitó a acompañarle hasta su hogar. Esa mujer era parte de los Hombres de Blanco. El resto fue historia. —Ha sido un movimiento hábil, no lo niego —La líder de Nido tensó la mandíbula al otro lado de la muchedumbre, maniatada. El recluta habló, sardónico—. Pero tarde o temprano os encontraríamos. Takuma se encontraba presente, maniatado junto a su hermana adoptiva. No podía ver cómo la fuerte y capaz líder de Nido terminaba por doblegarse ante aquellos seres, si es que podía llamárseles humanos. La joven a su lado contuvo las lágrimas a duras penas. —¿Qué vamos a hacer...? Parecía inevitable. Revisarían cada una de sus casas, quemarían sus pertenencias y no descansarían hasta encontrar lo que buscaban. No obstante, en mitad de su desesperación, Takuma logró ver algo por el rabillo del ojo. Un Starly que se posaba en las ramas de un árbol cercano, atento a sus movimientos.
Contenido oculto: La hija que vende desgracia Es un temazo y quería compartirlo Takuma Ito ¿Qué decir? Aquello era lejos de una desgracia, por poco y sentía que traje el mal de Eterna a este pobre lugar. Que envidia, cuatro años y las sombras de aquellos tiempos se cernían con la misma fuerza de siempre. Aquel niño... ¿Qué culpa tenía? Papá me abría culpado. Habría sido castigado. Pero acá no teníamos la maldición eterna, así que miré con ojos filosos a los recluta, por más doblegadas que estuvieran mis rodillas y por más cabizbajo que me obligaran a estar mis ojos enfrentaban los suyos con una ira silente. Con una seriedad y rencor que gritaban con penumbra, porque mi cabello oscuro contrastantes con mi clara piel explicando que yo no era uno más de ahí. Era alguien más ahí, tan forastero como ellos. A lo lejos vi a Haiiro, seguro él estaba pendiente a cada movimiento que le brindaba. Miré a los foráneos, algo en sus auras era inquietante, se veían impolutos, pero lo que hacían era mucho más bajo que lo ocurrido en mi tierra natal. Ahí se sacrificaban vidas, pero por el bien de la propia gente del lugar. Nunca tuvimos la molestia de perturbar a otros. Eras idiota al meterte con el corazón de la región. Nido era la comunicación entre muchas aldeas. Nido era mi hogar. —Calma —dije serio ante la voz temblorosa de quien ahora llamaba hermana, la miré de reojo, con esa seriedad impecable, pero que a diferencia que con los forasteros con ella era incluso protectora, ni un rasgo de agresión. Escudriñé con la mirada a los reclutas— Confía en mí —solté con esa voz murmurante, nada extraño cuando creciste en un pueblo donde cada criatura podía matarte y el silencio junto al respeto eran importantes. Un solo silbido, una ilusión, mi cara pareciera que nunca hizo nada, mis labios estaban sellados, ¿Cuándo silbé? —Calma —repetí a mi hermana, esperando que entendiera que no soltara ni una sola exclamación, porque con ese pequeño y efímero sonido Haiiro comprendió qué debía hacer. Con cuatro picoteos, ocho en total, deshizo nuestras sogas... Miré de reojo a mi hermana, Haiiro había escapado a la rama de un árbol, lejos, un pokémon más entre el montón. No moví mis manos, como si siguiera atado. —Apenas nos quiten el ojo de encima, iremos por el pasadizo del norte: No importa quién se quede atrás, huiremos. Antes que nada, debemos colocarnos a salvo... Miré a mis alrededores, labios sellados, procurando que nadie nos mirara raro... A la cuenta de una, dos y...
Olive, su hermana adoptiva, entendió muy pronto lo que estaba sucediendo. Su mirada se movió hasta el pequeño Starly que picoteaba las sogas. Uno. Dos. —Tres—murmuró. Con la agilidad que le había conferido vivir en Nido, la muchacha se deshizo de las sogas ya sueltas y su mano tomó rápidamente el brazo de Takuma. Debían correr. Con alguna distracción y un poco de tiempo, si silbaba para llamar a su Braviary, quizás podría contraatacar a los forasteros y permitir la huida de la aldea por el pasadizo norte. No importaba lo que Takuma pensara: si debían dejar la aldea y sus gentes atrás, ella no lo haría. Salvar al menos a los niños era una prioridad. Pero esta esperanza fue breve. —¡Houndoom, atrápala!—gritó el recluta— ¡Que no escapen! Olive fue derribada y cayó el suelo con violencia. Se retorció, luchando por librarse. —¡Suéltame!—protestó mientras el tipo siniestro, gruñendo, la inmovilizaba con sus patas delanteras—. ¡Te digo que me sueltes! Pero evidentemente eso no sucedió. Su mirada viajó rápidamente a su hermano, que la veía petrificado desde cierta distancia. Sus ojos verdes le devolvieron tristeza pero también determinación. No eran hermanos de sangre y sin embargo, el vínculo que los unía era tan fuerte como las raíces de los árboles que sostenían Nido. >>¡Takuma, márchate! ¡Por favor, no dejes que te atrapen! No era lo que quería hacer. Pero solo contaba con Haiiro... y su Starly no podría contra ellos. Oyó un silbido, un posterior grito de ave y un Braviary se detuvo a unos metros, aún aleteando a poca distancia del suelo. Era por supuesto el Pokémon de la líder de la aldea. Saltar y huir en él era lo único que le salvaría.
Contenido oculto: Lobo en piel de cordero Takuma Ito Cuando Olive se detuvo para llamar a su Braviary supe que no quería hacer lo que yo, la miré desconcertado, con miedo y preocupación mezclados... ¿Pero quién era yo para atarla a lo que quisiera? De cualquier forma, ocurrido a una velocidad vertiginosa, pero cada fragmento quedó gravado a fuego, mi rostro se desconcertó más cuando un Houn, enorme, cayó sobre ella. Mis ojos quedaron paralizados cómo mi cuerpo, pero apenas escuché sus gritos mi cuerpo se movió por su cuenta y mi cabeza pensó sin que yo supiera qué hacía. —¡Picotazo, Haiiro!— Y la pequeña ave, en general tranquila, cayó con velocidad sobre la criatura y empezó a picotear de aquí y allá, dudaba que fueran cosquillas, es más, el Houn trató de detenerlo y con eso le mordió un ala y la pequeña ave soltó un quejido que me desconcertó otra vez y miré la situación con pánico. Haiiro cayó sobre mis brazos y yo lo acogí con fuerza, mi cuerpo lo cubrió torciendo el torso para dejar mi espalda como escudo contra mi Pokémon. Miré con rabia al Houndoom... ¿Quién gruñía mejor? Y no supe qué hacer hasta que la voz de Olive llegó a mis oídos, la miré con suma seriedad y asentí de inmediato. Me aferré con una mano a una de las patas del Breviary de la jefaza, miré con rabia al recluta de aquel grupo condenado. —¡Me las pagarán! —solté más grave que nunca. Porque ya no era el crío de doce que casi muere... Sentía que nada me detendría. No por demasiado tiempo. Me las ingenié para subir al gran Pokémon pájaro sin soltar al pequeño de Haiiro, mi mirada estaba llena de determinación, seria determinación, porque por más rabia que tuviera la ira ya me la saqué con esa declaración de guerra. Y tú no querías deudas con los espectros de Eterna. Por más que hubiera sido acogido en Nido. Que mala combinación para volverse enemigo. Contenido oculto: Little Pistol
Con aquella severa declaración de guerra Takuma dejó finalmente Aldea Nido. —¡Que no escape! —¡A por él, Fearow! El Braviary de la líder era veloz, mucho más que los Pokémon ave de los reclutas y pudo escapar sin problemas de la persecución aérea. Olive lo vio marchar y no pudo evitar esbozar una sonrisa. Sabía de sobra que sus palabras eran ciertas y que estaría dispuesto a hacer que aquellos invasores pagaran por su crueldad. Pero realmente lo que la hizo sonreír para sí misma, lo que la hizo encontrar algo en luz en medio de esa oscuridad, fue el hecho de que estaba a salvo. —Puede que nacieras en otro lugar—murmuró—, pero tienes la audacia de un aldeano de Nido... hermano. Así Braviary escapó y aterrizó lejos, en mitad del denso Bosque Esmeralda. Un enclave impenetrable de frondoso follaje que los aldeanos de Nido conocían como la palma de su mano. Una vez lo dejó allí lo miró una última vez, como despidiéndose de él, y volvió a emprender el vuelo. Takuma quedó solo. Y Haiiro había recibido una herida en el ala con la no podría pelear contra Pokémon salvajes. Quizás debería centrarse en sanar ese daño primero.
