Contenido oculto: ost Aldea Hidra es una de las dos aldeas que se encuentran ubicadas en Isla Olvido, la pequeña isla que se encuentra separada del resto de la región. Al igual que Árida, Aldea Hidra se encuentra aislada del resto de Sinnoh por una tormenta de arena que rodea la isla. Por esa razón sus habitantes están algo menos evolucionados que el resto de aldeas, con hogares más rusticos y costumbres completamente distintas al resto. A pesar de que se encuentra situada lejos del desierto y del volcán que acompaña a Aldea Árida, sus tierras son rocosas y el ambiente seco. En estas tierras crecen y se entrenan a los pokémon dragón, que conviven desde recién nacidos con los humanos en una relación de hermandad mucho más fuerte que ninguna otra. En ese sentido, la relación humano-pokémon se encuentra más avanzada.
A diferencia del resto de aldeas, Aldea Hidra fue la única en reaccionar ofensivamente a la llegada de los invasores. Su afinidad y conexión con los pokémon dragón, ese lazo que poseían y traspasaban de generación en generación, fue suficiente para que ambos uniesen fuerzas contra los extranjeros de tierras lejanas. Estallidos de ataques dieron la voz de alarma. Los cabecillas de la aldea habían detectado amenazas, y pronto empezaron las batallas. Pese a la conexión innata de los aldeanos, no obstante, los hombres de blanco poseían avances tecnológicos demasiado ventajosos como para hacerles frente por demasiado tiempo. La líder lo supo de inmediato. —Laver —Uno de los aldeanos se cruzó con el joven en mitad del caos. Le puso una mano en el hombro, agitado—. Tienes que ayudarnos a evacuar la zona. La líder está ganando tiempo, pero son demasiados. Nuestros hermanos dragón no podrán resistir demasiado tiempo. Un diminuto Bagon escuchaba la conversación abrazado a su pierna. El hombre lo notó y le dedicó una sonrisa apenada al pequeño. Algo le decía que jamás podría verlo crecer hasta volverse un poderoso Salamence. >>Revisa todas las casas. Busca cualquier rezagado y llévatelo contigo lejos. Salva a todos los que puedas, chico. Contamos contigo.
Laver Hun Realmente no sabría decir que yo estaba rezando a los dioses para que alguno de ellos se apiadase un poco de mi situación y me dieran algo como lo que los demás llaman "sentimientos" o "emociones". Incluso las criaturas aquellas, que terminábamos por criar desde su nacimiento, los Dragones, parecían desarrollar con una importante vehemencia el cariño y lealtad que a la larga desarrollaban con los miembros de la Aldea. En varias ocasiones yo llegué a ayudarlos, ayudando de forma desinteresada el asunto, no era la primera vez que me decían que debía intentar expresar más cosas, ser más receptivo y solidario pero... por mucho que quisiera, no podía, simplemente me era imposible sentir algo. A pesar de todo, fué un Bagon al que le terminé llamando la atención, no sabía si era curiosidad de su parte, intriga, o simple determinación, pero fue el único que había hecho lo que pocos... acercarse a mí y dar ese primer paso de interacción con una vida carente de emociones como lo era yo. El pequeño siempre fue muy solidario, expresivo... activo. Le encantaba demostrar que no había persona que se le resistiese, y pese a mis constantes calmadas pero perpetuas negativas, el pequeño insistió, lo que, tal vez, de algún modo me despertó alguna especie de empatía, pena... o un algo que me ayudase a tolerarlo, y luego a aceptar su compañía ahí donde fuese, pese que superficialmente no parecía haber progreso alguno, el pequeño monstruo no se rendía, y eso hizo que tuviese que corresponder a mi modo y tener que convivir juntos, colaborar, algo que en este sitio no era realmente mucho problema después de generaciones de enseñanzas y experiencias. Somos una Aldea que, debido a la naturaleza de criaturas que entrenábamos, también se reflejaba en nuestro carácter, siendo más férreos y firmes, pero en cierto grado más ariscos con el exterior... No había modo que supiésemos que los mayores dioses compartían el Tipo Dragón, la base de nuestro hogar, así como tampoco podíamos sospechar en lo absoluto un anormal y desconcertante ataque de más humanos... pero, eran personas muy extrañas. Gente con lo que parecía una vestimenta demasiado rara como para siquiera describirla o intentar poner en palabras lo que se presenciaba, armas demasiado anormales, no usaban arcos, lanzas... No usaban incluso cierto grado de acero, o no lo parecía, simplemente... era muy extraño, pese que los monstruos que los acompañaban no nos eran del todo desconocidos. Tuvimos que actuar, y pese a los esfuerzos, era inútil, no sentía nada, o al menos eso pensaba, no que no fuese una extraña presión en el pecho, ¿qué sería? ¿Preocupación? ¿Presión? ¿O tal vez estrés? Era irónicamente difícil intentar comprender la anormal presión, pero me mantenía en una constante alerta, se me exigía el luchar o huir, aunque pronto, alguien más vino, alguien que me mandaba a algo más inteligente... Huir... y hacerlo con cuanta persona pudiese... Tal vez no tuviese emociones, pero sin dudas, un rostro de circunstancias debía expresar en esos momentos, apreté los puños al escuchar que nuestra líder no duraría mucho... lo que debía delatar la severidad del asunto, esto... se escapaba de nuestras manos por completo. —Está bien, será lo mejor—. Respondí calmado, aunque con cierto toque amargo, sentí que alguien se aferraba a mi pierna, y volteé a ver, era el pequeño Bagon, quién me hizo relajar el ceño fruncido para tomarlo y subirlo a mi hombro, intentando consolarlo como mejor podía e intentaba transmitirlo. >>No sé quiénes sean... pero no permitiré que esto se quede así, espero verte pronto—. Dije como último, al final de cuentas, este era el único hogar que conocía, y tener que dejarlo de un momento a otro... no me hacía sentir en lo absoluto cómodo. Evidentemente no compartía la incertidumbre ni el horror de ellos, pero a pesar de que sonase firme, lo hacía realmente mi discapacidad, tal vez, de no tenerlo... sin dudas habría actuado muy diferente. Puse rumbo al sentido contrario del epicentro del combate, al sur, e hice lo que me recomendaron, me escabullí y evacué a cuanto hombre, mujer y niño pude, era incómodo a su manera tener que dejar a los más viejos, no tanto porque no pudiesen, sino porque eran los que se quedaban a luchar, sabían que los jóvenes eran el futuro... ¿Qué podría hacer? Ni siquiera tenía modo de saber por dónde apuntar primero o qué hacer en primer lugar, y aun así, no era suficiente para sentir algo, mas que esa incómoda presión en el pecho que me seguía instando a moverme lo más rápido posible con tal de salir de allí, y pronto...
