The Hunger Games Alba [Sra Everdeen]

Ya liberé a Haymitch, ahora es el turno de ella. Pire me reto ha hacer un relato de ella.



¿Por cuantas ocasiones una mujer puede perder su mundo para que quede irreparablemente quebrantada?.

La Sra Everdeen se lo preguntaba a diario al despertar, su esposo se había ido hace tiempo, realmente lo había amado tanto, la enorme alegría que evocaba sus presencia parecía haberse consumido con él.

Prim, su pequeña Primm, nunca madre quiere sobrevivir a sus hijos, observaba de nuevo en ella su entusiasmo y dedicación que ella había olvidado, el verse asistida por ella le daba la fuerza necesaria para al menos mantenerse de pie, buscando salvar a los que más podía, sin embargo, también se había ido ahora. Ya no existía sitio en el mundo donde los fantasmas no le persiguiesen, en vida normal la figura de su esposo transformando aquella dicha de ambos en sobria melancolía y ¿Cómo es que pretendían que sanara a otros si ella estaba eternamente destrozada?.

El aerodeslizador se alejaba, en este lugar más que en otro los fantasmas se hacían presentes, sus pasos se volvían torpes, tal vez eran sus piernas resistiéndose a avanzar a encontrarse en ese lugar.

Caminó sin embargo, cabizbaja y con una eterna expresión asustadiza sin detenerse. Le sobrevivía una hija, una que la llamaba cobarde, que le impedía llorar y con esto casi hacia que la odiara y al mismo tiempo sentirse despreciable por pensarlo, aquella que tal vez no querría verla como esa sombra semitransparente de aquella anima en pena que ya era otros tiempos, ahora mucho más difusa, más desgarrada.

La puerta se abrió alguien le ofreció entrar pero una especie de halo formado por sus propios pensamientos le impedía ver todo con claridad, todo a su alrededor eran como las siluetas formadas de un sueño que agoniza pues el soñador esta por despertar pero al mismo tiempo sigue dentro del letargo, la guían, ella avanza, de manera automática su cuerpo reacciona, da algunas instrucciones que dos figuras atienden mientras una tercera permanece postrada, a esta última le hace unas preguntas, le responden y generan en ella otras respuestas, comienza el procedimiento, sin embargo se siente agotada, sofocada, su vida es como un inmenso desierto y se ha quedado sin agua para sobrevivir un segundo más.

Entonces ocurre.

Es un llanto, irónicamente es un llanto lo que la hace despertar, volver en sí, las figuras de pronto adquieren identidad y son irradiadas por un brillo espectacular, ella sostiene un niño en sus brazos, lo ha traído a este mundo, se aferra a ella de cierta manera buscando refugio y ella lo abraza conmovida, su hija, Katniss, aquella que creía que la odiaba la observa con ojos tan llenos de amor que le evocan el que sentían ella y su esposo.

― Gracias mamá. Gracias…― repite con lágrimas en los ojos.

Le entrega apresuradamente al bebe en sus brazos esbozando tal sonrisa que algunos músculos del rostro se le entumen un segundo al volver a ser reactivados, cuando se la entrega la abraza y la besa, se siente tan dichosa, ella ha ayudado a traer al mundo a ese pequeño que ha hecho surgir sentimientos en su hija que jamás pensó ver.

Peeta la abraza agradecido y esta le devuelve el abrazo, se dirige hacia su hija, su pareja y la besa mientras ambos observan el fruto de su amor.

La señora Everdeen se da cuenta que de pronto sus heridas ya no existen, aquellas que laceraban su alma y espíritu, muchos han partido, pero su mundo sigue existiendo, pues en el resplandece una nueva luz.