Alas de fuego, espíritu de dragón [Festival de los Cerezos]

Tema en 'CLAMP' iniciado por Acero, 13 Junio 2008.

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    Acero

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    Alas de fuego, espíritu de dragón [Festival de los Cerezos]
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    Alas de fuego, espíritu de dragón [Festival de los Cerezos]

    Hola.

    Este es un one-shot (cosa que no aclaré en el título para no hacerlo más largo aún) que presenté en el concurso "Festival de los Cerezos", el cual me valió el primer puesto.

    Quiero aclarar también que fue publicado en otro foro, y como mencioné allá, "En mi opinión, podría haberlo alargado un poco más, con descripciones o mejor enfoque en algunas cuestiones, pero bueno, el límite de palabras y tiempo escaso me lo impiden".

    Aquí dejo el link donde lo publiqué también.


    Quiero agradecer muy especialmente a Josh (Nobunaga) por su ayuda. Y, en agradecimiento también, va dedicado a él.

    Ahora sí, sin más aclaraciones, paso a la historia.




    Alas de fuego, espíritu de dragón


    Estila era uno de los pueblos más prósperos del reino. Su economía se sustentaba a base de variados cultivos, y aquel bienestar económico se reflejaba en el aspecto del lugar.

    Sus habitantes vivían en armonía, y así había sido durante bastante tiempo…, hasta que las cosas comenzaron a cambiar.
    Se decía que los dragones habían anidado en las cercanías, allá donde se divisaban las montañas. Eso explicaba los repentinos pero constantes ataques: bolas de fuego cayendo abruptamente sobre cultivos y edificios, humareda continua y plantaciones cada vez más arruinadas.

    Estila estaba dejando de ser la aldea esplendorosa de antaño por culpa de las bestias, y eso no se veía nada bien.

    Los pobladores, entonces, hicieron oír sus voces ante el benéfico soberano. Y éste, inmediatamente, ordenó enviar la solución.

    ***


    ─Estila se ve muy bonito ─Fye sostenía una mano sobre los ojos, a modo de pantalla, para evitar la abrupta luz del sol.

    Nos encontrábamos cerca del pueblo, y nos dirigíamos a él al galope pausado de los caballos.

    Mi compañero Kurogane, serio, iba adelante abriendo la marcha, montado sobre un caballo negro. Lo seguía Fye, sonriente y erguido sobre su corcel blanco de largas crines. Y yo, Shaoran, cerraba la marcha sobre el lomo de mi malacara.

    Hacía un día muy bonito, mejor que los anteriores, y todo indicaba que tendríamos una buena jornada de cacería, si acaso los dragones se dignaban a aparecer.

    ─Es una pena que un pueblo tan bonito sea azotado por el fuego de las bestias ─continuó Fye─. Pero el gran Kurorín acabará con ellas, ¿verdad que sí? ─Yo sonreí, mas Kurogane permaneció inmutable.

    Continuamos avanzando, sobrepasando las primeras casas. Debíamos dirigirnos a la Plaza Central. Se suponía que allí nos esperaría el Representante del pueblo. A medida que marchábamos, la gente nos miraba y murmuraba.

    ─¿Que nunca vieron a unos sujetos paseando sobre el lomo de unos caballos? ─refunfuñó Kurogane.

    ─Por supuesto que sí ─anunció mi otro compañero─. Pero están maravillados porque jamás vieron a tres jóvenes guapos paseándose galantemente sobre magníficos corceles.

    ─Tampoco es para tanto ─Me reí─. Ellos depositan en nosotros su esperanza para acabar con el problema. Es todo.

    Rápidamente, tres jóvenes que nos vieron pasar se acercaron. Debían ser de mi edad.

    ─¡Hola! ─saludó uno de ellos─. ¿Ustedes son acaso los Cazadores de dragones?

    ─Desde luego muchacho ─le respondió Fye.

    Dos de ellos salieron corriendo, adelantándosenos bastante. Sólo se quedó el chico que nos había hablado, y continuó avanzando a nuestro paso.

    ─Los esperábamos ─anunció─. De verdad que queremos acabar con esos dragones, antes de que ellos acaben con nosotros. Síganme, los guiaré hasta la Plaza Central, y allí los recibirá Shougo, el Representante del pueblo.

    ***


    Minutos más tarde nos daban la bienvenida Shougo y algunos pobladores. Éstos últimos se ocuparon de nuestros caballos, mientras que nosotros nos poníamos cómodos alrededor de una de las mesas de un lugar que hacía las veces de taberna y posada. Aquel hombre pidió unas bebidas y, seguidamente, nos explicó el problema que aquejaba al pueblo. Nosotros ya teníamos información al respecto, pero nos venían bien varios detalles.

    ─Hace unos días con un grupo de hombres y jóvenes logramos darle muerte a una de esas bestias. Tres de los nuestros salieron heridos, pero están mejor ahora.

    ─¿Y dónde está el dragón? ─quiso saber Kurogane.

    ─Cerca de las plantaciones, no lejos de aquí ─confirmó Shougo─. Es enorme.

    ─Queremos verlo ─pidió amablemente Fye.

    ─Tienen prisa, ¿verdad? ─rió el hombre, levantándose de su asiento─. Ya. Ustedes tomen sus bebidas y descansen un momento del viaje, mientras yo mando a ensillar otros caballos, que los suyos deben estar agotados.

    Dicho esto partió, dejándonos solos en el mar de gente. Las otras mesas estaban todas ocupadas, pero ninguna era tan silenciosa como la nuestra.

    ─¿Qué dices, Shaoran? ─cuestinó Kurogane sin mirarme.

    Yo me puse serio. Por supuesto que iríamos tras ellos, más aún que ya estábamos ahí. Y yo, desde luego, no me echaría atrás, por nada del mundo, sabiendo que posiblemente habíamos dado con el nido.

    Según lo que sabíamos, el Dragón Supremo, Padre de aquellas criaturas, habitaba allí y muy raramente salía. ¿Cuántos nidos habíamos encontrado? ¿Uno?, ¿dos? Pero ésos no eran nidos, al menos no el que estábamos buscando. Demonios, llevábamos mucho tiempo perdido, ¿cuánto más íbamos a demorarnos? Pero Fye siempre decía que tuviera paciencia, que todo este tiempo había sido aprovechado en aprender la mejor manera de cazar dragones.

    ─Iremos ─Fue todo lo que respondí.

    ***


    ─Tengan cuidado ─nos previno Shougo─. Espero saber pronto de ustedes.

    Se había quedado un poco más atrás, cerca del dragón muerto, mientras nuestros caballos avanzaban a paso rápido. Íbamos hacia las montañas, allá donde se suponía que estaba aquel nido de bestias escupe fuego.

    No estaba muy lejos. Seguramente nos llevaría poco tiempo llegar.

    ─Es un hermoso día para cazar dragones ─dijo Fye. Se lo veía muy feliz. Aunque, ciertamente, siempre se lo veía feliz. Era natural verlo con una sonrisa.

    Yo, por mi parte, estaba muy serio. Y también un poco triste. Poco a poco, el dolor volvía a instalarse en mi corazón, diciéndome que aún no me había abandonado. Pero por supuesto que no lo había hecho; me acompañaría siempre mientras no hubiese acabado con mi trabajo, hasta no haber cumplido mi meta. Y es que me había convertido en Cazador por él, sí. El dolor que sentía era la causa de que yo persiguiera a esas bestias hasta darles muerte. Era la causa de que buscara con ansiedad y prisa al ser Supremo, el cual con su sangre me devolvería a mi amada, si la leyenda era cierta…

    ─Shaoran… ─Kurogane me observó, parecía preocupado. Creo que mi semblante decía claramente cómo me encontraba.

    ─Estoy bien, no te preocupes ─dije.

    ─No me preocupo ─mintió seguramente, desviando la mirada.

    ─¡Oh, miren! ─Fye parecía divertido─. Han enviado una comitiva para que nos dé una cálida bienvenida.

    ─¡Demasiado cálida! ─se alarmó Kurogane─. ¡Demonios!

    Fijé mi vista al frente y los vi. Efectivamente, la bienvenida de los dragones consistía en una lluvia de llamaradas ardientes sobre nuestras cabezas.

    Apuramos más el paso intentando esquivar los ataques, y cada vez que una de las bestias pasaba cerca, contraatacábamos con espadas, lanzas y flechas. Pero, maldición, nos superaban en número. Nosotros tres contra un dragón era algo razonable, mas una bestia muy grande y otras tres o cuatro de menor tamaño, nos decía claramente que la suerte no nos acompañaba esta vez. Y era lógico, después de todo estábamos muy cerca del nido.

    ─Les tengo una muy buena noticia ─anunció Fye.

    ─¡No me distraigas! ─se exasperó Kurogane, blandiendo su espada.

    ─Es importante ─continuó─. Allá adelante hay más dragones, y vienen hacia aquí.

    ─¡¿Y eso qué diablos tiene de bueno?!

    ─¡La entrada! ─grité. Fye había descubierto la entrada del nido, al ver a las bestias de dónde salían.

    ─¡Espera Shaoran! ─me detuvo Kurogane.

    Pero yo no quería oír razones. No, después de tanta búsqueda. No, después de haber acabado con cuanto dragón se me cruzara en el camino. No, ahora que estaba tan cerca… No, porque quería de vuelta a Sakura.


    ***********************************************


    Una desgracia había ocurrido en el reino. Los dragones habían atacado nuevamente pero, esta vez, habían dejado víctimas.

    Había ocurrido en las afueras de la ciudad donde nuevos edificios se estaban construyendo. Mucha gente se encontraba trabajando, levantando el nuevo sector de la ciudad. Y allí estaban también los hijos del rey, visitando a los constructores.

    Los dragones acabaron con todo. Destruyeron cuanto encontraron a su paso. Hubo muchos heridos, entre ellos la princesa del reino.

    Inmediatamente ella fue llevada al palacio, donde los médicos del rey la atenderían, mientras que la gente del pueblo y los especialistas se encargaban de los demás.

    Había sido uno de los peores ataques sufridos.

    ***


    Shaoran se desesperó. No podía creer lo que la gente del pueblo comentaba. ¿La princesa Sakura herida de gravedad? No, no era posible.

    Se dirigió a toda prisa al palacio. Tenía que verla, tenía que asegurarse de que ella estaba bien. La Guardia Real le permitió el paso, pues ya lo conocían. Corrió velozmente por el interior del edificio, buscándola. Y halló al príncipe Touya.

    Nunca se habían llevado bien, pero éste no era momento para discutir diferencias. El príncipe se apartó de la puerta y dirigió su vista al interior. Entonces Shaoran se acercó.

    La princesa se hallaba dentro, recostada. A su lado se encontraba su padre, el rey. Shaoran, temeroso, se inclinó levemente en una reverencia, y avanzó con timidez. En la sala estaban también dos médicos y Yukito, el Sacerdote Real, quienes se apartaron del lecho y salieron afuera, secundando a Touya.

    El rey, entonces, le hizo señas al joven para que se acercara, y éste así lo hizo. Observó a la pálida chica, quien respiraba con dificultad. ¿Qué tan mal estaba? Se acercó más y tomó la delicada mano entre las suyas. Le pareció que estaba un poco fría.

    ─Sakura…

    ¿Qué era lo que había sucedido? ¿Cómo sucedió? ¿Cómo era posible que la princesa del reino, su adorable Sakura, se encontrara en aquella situación? ¿Es que acaso nadie estaba con ella cuando se encontraba en peligro? Cuánto lamentó no haber estado ahí en ese momento, cómo deseó haber podido protegerla…

    ─Shaoran…

    Dirigió su mirada a aquel hermoso rostro, tan pálido… Sus ojos se habían abierto, pero no estaban coloridos como otras veces, y su mirada estaba apagada. Su voz, asimismo, no tenía fuerza.

    ─Shaoran…

    Era apenas un hilo de voz. Sin duda, la chica se encontraba muy mal, y a él se le llenaron los ojos de lágrimas. Pero tenía que ser fuerte, por ella.

    ─Sakura, estoy aquí, contigo.

    La joven sonrió apenas.

    ─Acércate, Shaoran…

    Él se acercó más, acariciando la mano de Sakura con las suyas. Quedó a su lado, muy cerca, dispuesto a escuchar lo que tenía ella para decirle.

    ─Mi querido Shaoran ─Retiró la mano que tenía sujeta su padre y la dirigió al rostro del chico─. No te preocupes por mí, estoy bien.

    ─Princesa…

    ─Sakura. Dime Sakura ─la mano volvió a su lugar, aferrándose a las de su padre─. ¿Recuerdas… ─Tragó con dificultad. Le costaba mucho hablar─, que había algo importante que quería decirte?

    ─Sí, princesa.

    La joven sonrió, observándolo a los ojos.

    ─Te amo… Siempre estaré contigo.

    Y luego bajó los párpados con pesadez.

    Inmediatamente entraron los médicos, seguidos de Yukito. El sacerdote empujó suavemente a Shaoran hacia el otro lado de la habitación, y Touya cerró la puerta.

    ***


    Parecía que los minutos eran eternos. Shaoran estaba desesperado, mucho más que antes. ¿Qué podía hacer él? Sakura le había dicho que lo amaba y él, muy tonto, no le había respondido. Por todos los cielos, la amaba demasiado, pero no se lo había dicho. ¿Por qué?, ¿por qué tuvo que ser tan tonto como para no decirle lo que él también sentía por ella?

    El chico se paseaba de un lado a otro del jardín del palacio. No tenía noticias del estado de su amada, y no lo dejaban entrar a verla. Ella estaba muy mal, pero tenía que mejorarse. Sí, era preciso que ella se pusiera bien.

    Pronto vio acercarse al príncipe y al sacerdote, y corrió hacia ellos. Quería noticias, necesitaba oír que Sakura estaba mejor. Pero Touya se encontraba silencioso, mucho más que de costumbre, y no quería mirarlo siquiera a la cara.

    El sacerdote fue quien le dio la mala noticia, y Shaoran quedó paralizado. Fue como si, de repente, el peso del mundo cayera sobre él. No podía ser, no era cierto. Todo se trataba de un mal sueño, una pesadilla. ¿Su adorable Sakura ya no estaría con él? Imposible. Necesitaba oír su risa, escuchar su voz. Necesitaba verla sonreír. Necesitaba ver a esa hermosa criatura danzar entre las flores, mecida por la brisa, bañada por los cálidos rayos del sol.

    Sakura…

    Pero ya no más. Los dragones habían echado por tierra todo aquello, esas bestias habían acabado con la vida de su flor. Y lo pagarían caro, sí, muy caro. Todos y cada uno de ellos tenían la culpa de que Sakura ya no estuviera con él, y por esa razón pagarían el precio.

    Pero, así y todo, no habría nada que le devolviera la vida a su princesa. Aunque…

    Sí, Yukito tenía razón: aquella vieja leyenda. La que decía que con la sangre del Dragón Supremo, padre de todos los dragones, podía devolvérsele la vida a aquel ser querido. ¿Sería verdad? Sí, tenía que serlo, era preciso que lo fuera. Y además, los dragones debían pagar lo que habían hecho. Entonces iría tras ellos y acabaría con todos. Revolvería cielo y tierra buscando al padre de todas esas bestias, y le haría pagar, con su vida, la muerte de Sakura.


    ***********************************************


    ─¡Que te detengas!

    ─¡Shaoran! ─Fye me alcanzó─. ¿Irás tras el padre?

    Lo miré de reojo: no hacía falta una respuesta. Iría, por supuesto, aunque a Kurogane no le gustara la idea. De todos modos no podrían detenerme, más allá de mi determinación, ya que aún éramos atacados por el fuego de las bestias que danzaban sobre nuestras cabezas constantemente.

    ─Son demasiadas, ¿desde cuándo se multiplican? ─gritó Kurogane, alejado de nosotros.

    ─No hay tiempo que perder ─apuró Fye─. Shaoran vete, ve a revisar el nido. Kurogane y yo nos ocuparemos de cuantos dragones podamos aquí afuera. Nos alejaremos un poco. ¡Estás solo a partir de ahora! ─gritó alejándose.

    Me apresuré. Oí a mis compañeros llamar la atención, a los gritos, de los dragones. Miré por sobre mi hombro; esperaba que ellos estuvieran bien, que salieran bien de esa pelea tan desigual. Era evidente que no lograrían acabar con todos pero, al menos, matarían a uno o dos. Aunque ya no era importante, a mi parecer. Sólo necesitaban salir con vida de allí, nada más.

    Lo importante, ahora, era que había dado por fin con el Dragón Supremo, aquél de la leyenda. Y con ayuda de su sangre lograría, quizá, devolverle la vida a mi adorable Sakura. ¿Cuánto tiempo hacía que la había perdido? No, no quería pensar en eso. Tenía esperanzas de que no fuese demasiado tarde aún. Yukito, el sacerdote del rey, me había prometido que la cuidaría, que conservaría su cuerpo para que yo tuviera el tiempo suficiente de encontrar al dragón de la leyenda.

    Y ahora me veía avanzando, a paso rápido pero cautelosamente, en el interior de la cueva. ¿Sería que lo había hallado por fin? De seguro era gigante, mucho más que los que había visto antes…

    Y la cueva comenzaba a verse oscura.

    Tenía prisa, ya había perdido mucho tiempo. ¿Dónde estaba aquél dragón? Demonios, tenía que encontrarlo. No aceptaría la idea de tener que comenzar la búsqueda de nuevo.

    “Te estaba esperando.”

    Una ráfaga sacudió la oscuridad, y algo enorme pasó rozando mi cabeza. ¿Qué diablos era eso? ¿Y quién había hablado? Maldición, esa voz había sonado dentro de mi cabeza, pero no había sido yo.

    Me lancé rápidamente persiguiendo a esa cosa hacia la entrada, pero antes de llegar una gran llamarada inundó la boca de la cueva. Me cubrí contra las paredes rocosas, y luego salí abruptamente hacia el exterior.

    Entonces lo ví: verde grisáceo, enorme, de alas hermosas.

    “¿Me buscabas?”

    Me quedé estupefacto. ¿Acaso el dragón me estaba hablando? Era magnífico. E imponente.

    ¡Pero no! Me había jurado que él pagaría con su vida lo que habían hecho sus hijos. No dejaría que su majestuosidad me engañara. Y entonces me lancé al ataque.

    “Detente. ¡Espera!”

    Comencé a lanzarle flechas, una tras otra.

    “¡Shaoran!”

    El enorme dragón pasó demasiado cerca y me arrojó a unos metros, valiéndose de la fuerza de sus alas. Fui a dar contra la pared rocosa. Demonios, sí que tenía fuerza, pero no debía darme por vencido.

    Lo ví acercarse a mí y maldije en silencio. Sólo necesitaba escupir una de sus famosas bolas de fuego para pulverizarme. Me incorporé trabajosamente, dispuesto a clavarle la espada si se acercaba demasiado, o a salir corriendo si podía. Pero la bestia se limitó a aterrizar a distancia prudencial, sin ánimos de acabar conmigo de una vez.

    “Mi valiente joven, ¿por qué quieres terminar con mi vida?”

    Fruncí el ceño. ¿Que por qué quería acabar con su vida? Ya lo sabría…, cuando estuviese muerto. Me lancé sobre él a golpes de espada, intentando herirlo de gravedad.

    Estaba enceguecido, furioso. Por fin tenía frente a mí a aquella bestia, culpable de la muerte de Sakura. O quizá él no fuese responsable, pero lo eran sus hijos, sí. Además, era un dragón después de todo. Y el más importante… por su sangre, sí.

    Vi cómo se debatía, defendía y atacaba, y lo oí llamarme por mi nombre. Pero yo ya no estaba del todo consciente, no…: me estaba volviendo loco.

    No sé en qué momento lo herí, sólo recuerdo la hoja de mi espada bañada en preciosa sangre, el líquido carmesí escurriéndose por mi brazo, humedeciéndome el rostro, y el sabor dulce en mis labios. Tampoco sé en qué momento me hirió él, sólo puedo decir que me sentí desvanecer, agotado, fuera de mí mismo…

    Una luz blanca me envolvió, y luego me sentí flotar. Mi cuerpo era muy ligero, pero no me respondía. Una voz suave me mecía, me guiaba en el mar de luces blancas…, y yo me dejaba llevar.

    Lentamente cerré los ojos, acunado por aquella voz.

    ***


    Cuando desperté lo primero que vi fue algo enorme que me sujetaba. Una cosa verde grisácea con alas, que batía insistentemente una y otra vez.

    “¿Ya despertaste?”

    Intenté incorporarme, pero mi cuerpo estaba pesado. Me sentía débil aún.

    “Tranquilo. Estamos llegando.”

    ─¿Llegando? ─articulé.

    “Al palacio. Tienes razón Shaoran: soy el Rey, Padre y Señor de los Dragones.”

    Eso me hizo reaccionar. Instintivamente busqué mi espada, pero ya no la tenía; sólo encontré unas dagas que usé inmediatamente para herir las garras que me sujetaban.

    “¡No hagas eso!”

    Se sacudió de un lado a otro, mareándome. Pero que tonto era: si a causa de las heridas el dragón me soltaba, habría muerto instantáneamente al tocar el suelo desde esa altura.

    “¿Es que aún no lo entiendes? No lograrás nada matándome. ¿Acaso no conoces la leyenda? ¡Ah!, es cierto: los humanos terminaron deformándola.”

    ─¿La leyenda? ─empezaba a enojarme otra vez─. Con tu sangre podré revivir a un ser querido. Es todo lo que me interesa saber.

    “Exacto muchacho: con mi sangre. Nadie dijo que yo debía morir. Mírate, estás empapado en mi sangre.”

    Observé las heridas de sus garras, y noté cómo el elixir carmesí fluía hasta mí, manchando mis ropas. Estaba bañado en él.

    “Mira, ya llegamos.”

    Aterrizó en el jardín del palacio y me dejó cuidadosamente en el suelo.

    “Te doy mis bendiciones, joven Shaoran. Ve con tu ser querido; vivirá otra vez porque has sido tan valiente como para pelear por ello.”

    Yo empecé a temblar. ¿Y si acaso estaba mintiendo? Ahora empezaba a dudar de aquella leyenda, a pesar de haber encontrado al dragón que se mencionaba en ella. Y él pareció leerme el pensamiento, otra vez.

    “No te preocupes, confía en mí. En un principio, los dragones protegían a los humanos. Pero luego éstos comenzaron a cazarnos, y mis hijos ya no quisieron seguir con la tradición. Todo se convirtió en guerra. Sin embargo, yo aún estoy dispuesto a ayudarlos, porque por eso aún vivo. Ve, Shaoran: ella te espera.”

    El dragón batió sus alas y tomó altura. Yo aún estaba dudando, pero ya no podría evitar que se marchara. Quizá, después de todo, no me hubiese mentido. Y además me había llevado hasta el palacio: tenía una sola manera para saber qué tan cierta era la leyenda.

    Atravesé el jardín y crucé corriendo los pasillos. Nada había cambiado desde la última vez que estuve ahí.

    Entré precipitadamente a la habitación, casi empujando a Yukito, y la vi allí, acostada, como aquella vez…

    Me acerqué pero Sakura, pálida aún, no reaccionó. Con el alma destruída, levanté su delicado cuerpo y lo abracé. Cálidas lágrimas escaparon pesadamente de mis ojos, inundando mis mejillas, limpiando la sangre que en ellas había. Sangre que, supuestamente, debió devolverle la vida.

    Demonios, el dragón me había mentido, ¡me había mentido!, y yo le había creído como tonto que era. Ya no podía hacer nada, había dejado escapar mi oportunidad.

    ¿Entonces, qué me quedaba? ¿Aceptar que ella realmente había muerto? No, no podía hacer eso…

    ─Sakura… Vuelve conmigo…

    Sentí en mis mejillas el roce de sus cabellos, suaves como seda. Y luego me sumergí en el calor de su abrazo y su dulce voz.

    ─Shaoran…

    La solté inmediatamente y la observé: aún estaba pálida, pero sus hermosos ojos eran inundados por el brillo, sus mejillas comenzaban a colorearse y su sonrisa volvía a ser la que yo recordaba.

    ─Mi querido Shaoran…

    Y de pronto, todo volvía a ser tan bello…

    No cabía en mí de felicidad, ¡Sakura estaba viva! Había vuelto, estaba otra vez conmigo. La abracé fuertemente, sintiéndola contra mi cuerpo dolorido.

    ─Gracias… ─susurré─. Muchas gracias.

    Él no me había mentido.

    “Para servirte. A ti y a todos los valientes, joven Shaoran.”
     
  2.  
    Josh

    Josh Usuario común

    Escorpión
    Miembro desde:
    8 Julio 2005
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    Pluma de
    Escritor
    Re: Alas de fuego, espíritu de dragón [Festival de los Cerezos]

    ohhhh... de verdad me dedicas eso a mi? gacias :3 esta muy bueno de verdad y como he dicho millares de veces solo doy ideas lo demas queda en tus manos... aun asi muchas gracias por dedicarmelo... me gusto mucho y felicidades por ganar :)
     
  3.  
    IsmyAlita

    IsmyAlita Usuario común

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    27 Agosto 2007
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    Pluma de
    Escritora
    Re: Alas de fuego, espíritu de dragón [Festival de los Cerezos]

    Hola!

    Me había leído el FF hace time, pero sin tiempo para dejarte post..

    Me encantó.. Yeah! Todo, de verdad que sí. La leyenda, el dragón, todo lo que hizo Syaoran-kun para recuperar a Sakura-chan... OMG! Me gustó demasiado, pobre Saku.. ToT OMG! Me encanta.. de veras que sí..

    Ya sé por qué ganaste jeje, está demasiado bueno n.n

    Se te quiere muchísimo y gracias por avisar..

    ¡Sayonara! ;)
     
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