Te inventé un nombre que no es el tuyo, una apariencia que no coincide contigo y una familia que se asemeja poco a la tuya. Te puse una historia triste que te es indiferente y la edad en la que te dejé congelado cuando, si es posible para mí decirte así, me enamoré. Siempre que escribo lo hago por una razón y, esta vez, no fue sólo para impartir moralejas o graficar mis emociones, haciendo sentir a los demás. Aunque muchos no estén de acuerdo, esta vez, fue para contar lo que siento por ti. He escrito cientos de páginas sobre ti: cosas reales, que sucedieron, cosas que soñé o imaginé, cosas que me gustaría que hubieran pasado ¿Cómo reaccionarias si lo supieras? ¿con vergüenza o indiferencia? ¿O me odiarías? ¿o como es natural en ti, te burlarías? Eres cínico y pesado y completamente lo opuesto a mí y es eso lo que me atraes. La capacidad de resiliencia que veo en ti, aún si ésta pudiera ser falsa y sólo un producto de mi mente para encontrar algo bueno que mirar en alguien a quien aprecio. Tal vez me llevó a ti el deseo de encontrar alguien fuerte que me sostenga, aún si me hiciera daño. Me llevó hacia ti el deseo de la clase de afecto que nunca conocí y que tú no eres capaz de darme. Me llevó hacia ti tu hermoso rostro de ángel y tu capacidad de estar siempre más adelantado que yo en muchas cosas. Me llevó hacia ti el deseo de expiarme de mis culpas. Pero eso no te importó. Te llamé una vez, varias y aceptarte cuando te pedí estar conmigo, pero cuando te dije el motivo, me rechazaste, intentando mostrarme que no estaba bien. Pero después de todo son muy pocas las cosas que está bien en tu vida y pensé que eso te quitaría autoridad para refutarme, pero aún así lo intentaste, como sabiendo que eres mi debilidad y yo terminé por desistir. Me dijiste que no soy una inválida y que soy capaz de levantarme por mí misma, que soy inteligente y sólo debo encontrar la forma ¿y en qué quedamos después de eso? No vas a hacer nada por mí, ni reconocer por reales las cosas que te dije, aunque tal vez algunas de ellas sí lo sean, no vas a ponerte en mi contra tampoco, sólo permanecerás ahí como siempre has estado, sin tener influencia o relevancia alguna en mi vida, ignorando por completo las cosas que he escrito y pensado sobe ti. En pocas palabras, seguiremos viviendo como si fuéramos desconocidos, cuando yo realmente desearía que actuáramos como si fuéramos uno. Pero sé que eso es imposible y pensé que sería lo mejor para los dos que intentara olvidarme de ti. Pero tampoco puedo hacerlo, porque vuelves a mí en sueños y en la realidad y dejar de pensarte, dejar de desear estar a tu lado me es imposible. Aki-san, sigo viéndote así, como el que merece la pena, como el que es bueno y confiable a pesar de sus defectos, como el que merece mi lealtad y mi tiempo, como el Akiyoushi que construí diciendo que era para una amiga aún sabiendo que, en realidad, era para ti. Aunque siempre he dudado que puedas verte en él y además, no te gusta leer, para mi desgracia. Tal vez sólo me preguntarías “¿Por qué se supone que escribiste esto?”. Y yo me quedaría congelada, como cada vez que alguien me rechaza. Y mi corazón es doliente, por una razón que no conozco y a ninguna de esas personas las he podido borrar, pero a ninguna de esas las deseo de una forma loca como una vez te deseé a ti y, además, ellos nunca estuvieron completamente en mi vida mientras, muy a mi pesar, por pertenecer a la misma familia, tú estuviste y estarás siempre. Para que alguien entendiera esta carta, me sentiría tentada a firmar de la manera en que lo haría en el fic. Kanta, hijo de Inuyasha. Pero esto es la realidad y, aunque después me arrepienta como en los infiernos… Sinceramente tuya. Lucy.
