Agua en la boca Lo miró con añoranza. Extendió la mano con el intenso deseo de tocar su suave y blanca textura, acariciarlo con el dedo sólo un poco y luego quizás probarlo. Nada más. Lo quería en su boca que hacía agua por el enorme deseo de disfrutarlo. Pero su mano se detuvo a escasos centímetros y tembló indecisa. Tomarlo o no. Suspiró porque de nuevo, él no sería para ella sino de alguien más, así que bajó la mano parpadeando por la frustración. Se dio la media vuelta y caminó apresurada a la salida para alejarse de su encanto. Se detuvo en el umbral de aquella puerta que daba acceso al dominio de su madre, la cocina y volviéndose, le lanzó una última mirada a aquel pastelito cubierto de chocolate blanco que aun desde la distancia, lucía apetitoso y cautivador, pero ni ese ni ningún otro postre le permitiría comer la estricta dieta, la que ahora regía su vida y si quería tener éxito en el desafío autoimpuesto de conseguir una silueta estilizada, entonces debía ser obediente a su fuerza de voluntad. Esa fuerza de voluntad que siempre terminaba por alejarla de la tentación.
Férrea fuerza de voluntad que tiene esta chica, ya me gustaría a mí. > o < Me ha gustado bastante el relato, es interesante y agradable de leer, y bueno, has hecho que algo cotidiano y normal suene muy bonito. ^^
Me dio un poco de risa el escrito porque me a pasado así, no porque este adieta ni nada, más bien porque sé que ese pastelito es de alguien más y yo quiero comérmelo sin más. Pero mira que con aquella tentación yo también me lo pensaría y hasta tal vez me hubiera regresado, es solo uno, ¿qué puede pasar? Siempre he pensado que si la persona quiera en verdad hacer algo, cueste lo que le cueste lo logrará. Por ejemplo, si ella en verdad quiere conseguir lo que quiere lo logrará, aunque se le planteen tentaciones así o más fuertes. Creo que el relato hubiera sido mejor si se hubiera titulado fuerza de voluntad, eso creo yo.