One-shot de Inuyasha - Adicción a ella. (NarakuxKagome)

Este One-shot va dedicado para Akire Tashio, por un desafío. Espero que le guste.

Dentro de lo vertiginoso de un cuerpo suspendido en la viscosidad, despierto a la luz. Nauseas y una piel que se consume hacia dentro. Dolor y desdén.
Abro mis ojos. Aún la luz me molesta, pero despierto de las pesadillas, de los sueños que entre cavilaciones he logrado mantener rodando en mi imaginación. ¿Existo? ¿Qué parte de mi mente persiste en este momento? ¿Dónde me encuentro?
Trato de investigar mi situación. Mis manos tiemblan incontenibles, pero mi corazón late lentamente. Estoy en algún tipo de pavimento, y mis piernas arden. Mi rostro arde, y siento el cuero cabelludo estremecido. Pronto me encuentro agotada, como respirando finalmente cuando he logrado salir del mar luego de numerosas brazadas. Ahora estoy tirada en la arena, que me unde, me penetra, me pierde...
Vuelvo a despertar.
Entonces está él allí, percibo su respiración. Es un cuarto oscuro. Me vuelvo a recostar en el húmedo piso, y encuentro la oscuridad tenebrosamente acogedora.
:- Pasame la aguja.
Esa voz, profunda, inmunda. Y la sensación de que he escuchado una y otra vez la misma oración desde la eternidad. Mi mano se mueve mecánicamente. La aguja cae entre temblores. Respiro. Dejo de respirar.
¡La furia me controla! Y me levanto y comienzo a correr. La calle está solitaria, hasta que caigo con un golpe seco en el estómago. Allí está él, observándome violento. También está furioso. Me levanto una vez más, con mi respiración agitada. Tengo que conseguir más... al menos una prueba, una sutil perforación... y me doy cuenta de que algo tibio recorre mi antebrazo.
No tengo mucho tiempo más. Pero él no me lo perdona. Nuestros cabellos se unen, largos, sucios y pesados. Nuestros cuerpos batallan contra la pared del estadio. Pasa un patrullero y ambos instantáneamente nos quedamos inmóviles. Cuando pasa, volvemos al frenético encuentro. Emoción, dolor, y sobre todo, cierto placer oculto en medio de esta violación mutua. Él me perfora en cada penetración. Yo lo perforo en cada instante que pasa mientras lo desgarro, con uñas, gritos y lamentos contenidos. Termina. Yo me recuesto y dormito una vez más.
Despierto asustada. Es un sentimiento continuo que ahora me ahoga. ¿Dónde estoy? Sigo en la calle. Mis manos tiemblan aún más.
Entro en el bar. Él está en otro lado, y ahora estoy sola. Me siento en la barra y pido mi dosis diaria. El tipo me sonríe escuetamente y me pide que primero pague la cuota. Enseguida, sin pensarlo demasiado, me arrodillo detrás de la barra a concretar mis tareas.
Una inyección más... otra más.
Oscuridad y de repente silencio.


Mis sienes laten. Señal de que sigo viva. Y mi mente piensa, todo esto piensa mientras recorre recuerdos borrosos. ¿Dónde estoy? No puedo abrir mis ojos. Mis extremidades están adormecidas, mis manos ya no tiemblan. O al menos, eso creo. Entonces, lo percibo, está respirando a mi lado, entrando con sus aires en mi cuerpo, en mi vida, en mi muerte.
:- Kagome -me llama una voz familiar, pero no suya. ¿De quién es? Entonces escucho un llanto silencioso, comprimido. Después, metales, y ecos. El aroma, lo áspero de unas sábanas... estoy sobre una cama, una camilla, estoy dentro de un hospital. -Kagome... -me vuelve a llamar una voz, ahora claramente de mujer.
No abro mis ojos. Pienso en él. ¿Por qué?
Supongo que lo habrán apresado, pero sé que en realidad me sigue esperando. En las calles de la ciudad, evitando las luces de los faroles en la noche indú. Extraño el frío húmedo de los lugares que he frecuentado. La familiaridad violenta que me ha consumido y ahora escucho ese lamento mediocre... y me desespero por dentro, porque quiero volver. Necesito mi dosis, ¿hace cuanto no la obtengo?


Y allí ella está. Acostada, delgada y tan humillante como siempre. Me da lástima, es patética. Me siento sobre la cama tan blanca, tan pulcra, tan horrible como la describo. El horroroso olor a desinfectante... y me siento destruido. Ya no me sirve, los médicos lo han dicho. La droga fue demasiado, solo le quedan unas horas antes de que el coma la consuma del todo. Y si se salva, ya no podrá moverse, o quizá...
Estúpida.
Y entonces la recorro, al menos una vez más. Una niña realmente estúpida... pero era mía. Todas las noches en vela, con ella, hace tanto, desde que la encontré despreocupadamente sonriente y decidí volverla mía. Ahora, ya no me conseguirá más dosis, es inútil.
Me levanto para irme cuando lo veo. Fue una casualidad... me vuelvo a observar su rostro entre sus negros cabellos, tan brillantes. Y su palidez, su inmovilidad. Acaso... sí, es una lágrima. Me vuelvo a sentar, elevándome en la miseria. Los malditos médicos hablaron de coma, de que ya no pensaba más en este mundo, y ahí está, una lágrima, un lamento. Sí, nunca la quise.
Pero está sufriendo.
Agarro el respirador, y observo a una mujer hermosa acercarse con una taza entre las manos. Está cabizbaja, está sufriendo. Ella solía ser así de hermosa. Sonrío y desconecto todo. La mueca de espanto, los médicos corriendo, los gritos... el guardia de seguridad, mis pasos veloces por la calle, mi electricidad, la adrenalina... ya no quiero mi dosis, me estoy undiendo, me estoy muriendo, mis pulmones están consumiéndose.
Así, ahora, me siento envuelto en la oscuridad fría del agua del río. Mis manos durmiéndose ante la falta de sangre. Mi mente durmiéndose ante la falta de aire. Mi corazón durmiéndose ante la falta de... de ella.