One-shot Acute (Miku)

Tema en 'Vocaloid' iniciado por Ruki V, 17 Julio 2014.

  1.  
    Ruki V

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    Escritora
    Título:
    Acute (Miku)
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1515
    Él pensaba que las cosas estaban bien de esa forma. Yo era feliz, él jugaba a ser feliz sin mi, pero pretendiendo que estaba siempre conmigo, como buen actor. Probablemente yo hubiese podido continuar con mi vida de esa manera; solo necesitaba que Kaito siguiera en ella, aunque él viviera pretendiendo. Yo hubiese vivido feliz.

    Escapó a partir de esa noche. Esa noche en la que con el tono de voz más calmado y la sonrisa más sincera que podía mostrar, lo confronté admitiéndole que estaba enterada de que llevaba ya un mes encontrándose secretamente con Luka, mi mejor amiga.

    El sonido de la lluvia golpeando contra la ventana lo atormentaba con pesar: Kaito decía vivir en agonía por estar en el último escalón de la estructura jerárquica debido a su posición como ashigaru* en el ejército. Pero yo era muy feliz viviendo en el campo con mi amado guerrero armado con una lanza. El Japón del siglo XVI era tan pacífico.

    “Quiero que me mires sólo a mi”, fueron las palabras que me atreví a lanzarle a Kaito esa noche antes de que escapara de nuevo a los brazos de Luka.

    No puede ser dicho tan directamente, ¿eh? Yo me atreví. Estaba harta de que Kaito fuera tan cínico con el asunto de su infidelidad. Encima, con Luka.

    Nuestro torcido amor se estaba terminando. Yo no tenía ideas ni me sentía obligada para hacer algo sobre nuestra relación, que llevaba ya cinco años.

    ¿Qué podías ver? Oh Kaito, ¿qué podías ver más allá de nuestra felicidad?

    Asi como se profundiza la oscuridad también lo hace el deseo. Y oh, cómo deseaba yo sentirme tuya, Kaito. Pero supongo que la oscuridad te atrajo más. Oscuridad, deseo, oscuros deseos. Apuesto que a Luka no le costó mucho trabajo atraparte: Con sus exageradas curvas, dignas de una engreída hija de samurái, y su largo cabello rosado, siempre bien peinado, cual geisha virgen que se vendía a alto precio… a mi novio.

    Necesitábamos respuestas en ese lugar y en ese instante. La noche en la que él decidió escapar como todo un cobarde… Un cobarde al que yo amaba con locura: Me aterraba la idea de perderlo, pero si no me escuchaba ni me hablaba ¿qué diferencia habría? Ah, Kaito, ¿no pudiste decirme una vez más que me amabas? Me hubiera quedado tranquila tal vez una semana más si hubiera escuchado eso de ti.

    La sombra de alguien más aparecía y desaparecía. Esa sombra fue agarrando figura; una esbelta figura. Cuando reconocí finalmente a la mujer con la que quería pelear a muerte quede devastada. Luka solía ser mi mejor amiga. Solía serlo. Y, hasta donde recordaba, ella me había contado no hace mucho tiempo de la posibilidad de iniciar una relación seria con un samurái. ¿Sería su pantalla para distraerme?

    Con temor nos aferrábamos el uno al otro. Tuvimos un pasado difícil, pero feliz, y creí que en el presente sería más o menos lo mismo. La persona a la que más amo y yo enfrentándonos contra viento y marea. Ajaja… Supongo que no debí suponer nada desde un principio.

    Emitiendo sonidos secos y sin brillo, yo tocaba el shakuhachi* para meditar y liberal el estrés y las preocupaciones del último mes.

    Los engranajes comenzaron a girar: Me di cuenta de cómo los planes de Kaito y Luka para verse funcionaban y decidí arruinarlos.

    Ella seguía creyendo en él a pesar de que estaba cansada. Todo lo que yo tenía que hacer era terminar de cansarla. ¿Cansarla de qué? De creer en las promesas de Kaito de dejarme y casarse con ella, lo que me parece bastante tonto por una sencilla razón: Llevaban un mes viéndose y nosotros llevábamos juntos cinco años. Luka no podía hacerse ilusiones… pero yo si… ¿O no? A fin de cuentas, ¿las dos éramos unas pobres tontas manipuladas al antojo del imbécil de Kaito?

    Trabajando en lo que daba vueltas y vueltas, mi cabeza llegó a la conclusión de que Kaito debía ser el idiota que merecía infinito desprecio, aunque eso no significara que mi supuesta mejor amiga recibirá mi perdón. Pero si recibiría mi visita, y una buena bofetada.

    Tenía la intención de ir a comprobarlo, que Kaito me engañaba, desde que tuve mis primeras sospechas. Y en una ocasión que lo seguí hasta donde habitualmente se veían, los escuché conversando.

    —Te prometo que voy a dejarla pronto.
    —Llevas dos semanas repitiendo la misma promesa.
    —Cada vez voy más en serio. Es que ella está enloqueciendo…
    —Ajá, y volviéndote loco. Mismo argumento, desde hace dos semanas.
    —Luka, yo te amo.
    —Ya no quiero tus palabras, Kaito— suspiró. —Pero creeré en ellas.
    —Pronto estaremos juntos, sin tener que escondernos.

    Pero fue engañada: Pasaron otras dos semanas y Kaito seguía jugando con nosotras. Pobres de nosotras.

    “La amistad se entrelaza por una súbita campana” decía mi madre. Quiero suponer que se refiere a que tan repentino y estruendoso como el sonar de una campana puede desequilibrarse una amistad. Kaito era la campana entre Luka y yo. Una campana que aunque se hiciera callar, no se arreglarían las cosas. Sin embargo, yo quería hacerla callar.

    Si bien repetían mentiras aún estaban sonriendo cuando me miraban a la cara al “casualmente” toparse conmigo. Sobre todo Kaito, a diario, pues. Si Luka llegaba a verme en alguna ocasión en la que yo hubiese seguido a Kaito, me sonreía tímidamente y enseguida volteaba la cara. Excepto que no pudo hacerlo cuando entré a una habitación en la que ‘lo hacían’.

    Si por la desesperación se aferraron a una excusa, fue a una muy tonta. Es decir, por favor… Si yo hubiese sido encontrada en la cama con otro hombre, mi excusa no hubiese sido “cariño, es que tú ya no me enloqueces de una manera positiva; más bien me asustas”. Kaito estúpido.

    “Su oxidado corazón fue paralizado lentamente”, decía el fragmento del final de una historia que me contaba mamá cuando era niña. Esa historia era un cuento occidental que trataba de una chica que se fabricó una armadura para convertirse en caballero (parte de la armada medieval de algunos países de occidente) del palacio real: Se enamoró del príncipe del mismo palacio, y supuestamente él de ella, pero en lugar de dejar a su princesa, decidió declarar a la guerrera como una traidora, olvidarse de su amor y desterrarla del reino. Esa historia me vio a la mente con la situación en la que nos encontrábamos Kaito, Luka y yo. ¿El oxidado corazón de quién creen, quedaría paralizado?

    Sus sentimientos se entrelazaron en esa fría habitación. Lo sentí: Sentí cómo se miraban el uno al otro, hablando sin hablar. Ah… no… ¿Por qué? Eso era cosa de Kaito y mía. Kaito era mío. Luka era una maldita.

    Ella necesitaba respuestas en ese lugar y en ese instante. “¿Me amas? ¿La amas? ¿Me dejarás? ¿La dejarás?” preguntaba Luka. Kaito estaba mudo, casi inerte. Era claro que no le importaba, ni ella ni yo; solo él mismo.

    La penetrante voz del mal no desaparecía: Dentro de mi cabeza estaba la idea de quitar a Luka del camino, dejando salir toda mi frustración. Pero entonces Kaito se puso de pie, se vistió, me tomó del brazo y sin decir nada me sacó del lugar. Regresamos a la casa, en silencio; dejando atrás a Luka, quien, alcancé a ver, se quedó llorando sin consuelo, desnuda en la cama. Cuando llegamos a la casa, Kaito permanecía en silencio.

    “Arráncate tu máscara y dime la verdad” le dije, sonriendo de oreja a oreja con todo el miedo del mundo a perderlo. Entonces, sin pronunciar una sola palabra, empezó a reunir todas sus cosas en improvisados empaques de tela (teníamos mucha, porque yo remendaba y confeccionaba prendas sencillas) que una vez llenos, los llevó a la carreta. Antes de que se llevara lo último, me abracé de su espalda implorando que se quedara.

    “Nuestro amor ya nunca volverá a ser como antes” me dijo el que resultó dárselas de poeta al momento de despedirse de mi.

    Saco una húmeda y afilada punta de lanza de entre las costuras de mi vestido que yo había arreglado para poder guardar dicha punta, de la lanza de Kaito, en caso de emergencia. Y era urgente matarle...

    ...
    “Ahora arderemos y nos quemaremos, y a todo” pensaba yo en voz alta mientras cargaba el cadáver de Kaito hasta dentro de la casa, por la cual esparcí aceite de cocina. Dejé caer un pequeño trozo de madera encendido en fuego cerca de un charco de aceite al mismo tiempo que me encajaba a mi misma la punta de lanza en el cuello, cayendo muerta junto a mi amado. Me hubiese encantado haber visto la cara de Luka cuando nos encontró.

    Pero no más de lo que me hubiese encantado haber sido auténticamente feliz con Kaito.

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    NOTAS:

    ashigaru – Guerrero que se encuentra en el último escalón de la jerarquía del ejército japonés.
    shakuhachi – Flauta tradicional de la meditación japonesa.

    Fic basado en la canción de Vocaloid del mismo nombre que el fic, interpretada por los personajes del mismo.
     
    Última edición: 16 Febrero 2018
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