1.  
    CandyCandy

    CandyCandy Iniciado

    Sagitario
    Miembro desde:
    11 Julio 2012
    Mensajes:
    45
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Academia Hokusai
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    1902
    este fanfic está inspirado en un personaje de fruits basket. pero es totalmente paralelo al manga y anime. aunque no hayan leido el manga pueden leer perfectamente esta historia.


    Un chico de pelo anaranjado y extraños ojos marrones se apoyó contra el muro de su casa. El sol asomaba al este y el cielo estaba despejado.
    Se colgó la cartera con la mano a la espalda y comenzó a caminar a través de la calle. Al poco se topó con un niño que observaba la copa de un árbol.
    -¿No deberías estar en el colegio?-Le preguntó al pequeño con tono brusco. Este le miró, tenía los ojos llorosos, y le señaló la copa del árbol, había una pelota.-¿Es tuya no?-El chico dejó la cartera al suelo y comenzó a trepar por las ramas, llegó a la pelota y se la tiró al niño. Tenía la suerte de adorar las artes marciales, lo que le ayudaba en cosas como esta. El niño sonrió y la cogió.
    -gracias, Me llamo Toya Daichi. Mi mamá dice que tengo que decir mi nombre y mi apellido para que los mayores me digan en suyo.
    El chico bajó del árbol con los pies separados y se puso derecho. Se había manchado los pantalones negros del uniforme. Se revisó la americana granate y la corbata negra. Todo perfecto.
    El niño seguía esperando con la pelota a que el pelirrojo le respondiera.
    -Kyo Sohma.-De pronto el niño sonrió.
    -¿Conoces a Sohma?-Kyo asintió.
    -Es mi tío.-se había mudado a su casa hacía menos de un mes. Desconocía que fuese famoso en el barrio.
    -Yo lo ayudo con el árbol de naranjas, y siempre me hace zumo.-Kyo se sorprendió, conocía poco a su tío, era el hermano de su madre, y esta había decidido enviarlo junto a él por un tiempo, mientras ella comenzaba su nuevo trabajo de diseñadora de interiores en los hoteles. Nunca habría imaginado que Jiro Sohma pudiese dejar que un niño pequeño lo ayudara y le ofreciera zumo. Si algo caracterizaba a su tío era su severidad con los menores.
    El pelirrojo siguió su camino y dejó al niño atrás. Llegaría tarde a su primer día de clase. Y por desgracia, su tío era el director del colegio.
    Kyo tenía 18 años, había vivido hasta hacía dos meses junto con su madre en unos apartamentos fuera de Tokyo. No había conocido a su padre, su madre no conservaba fotos, pero ella le decía que era Estadounidense, pero al enamorarse de su madre, se quedó a vivir en Japón, Kyo siempre había imaginado que tenía el pelo anaranjado por su padre, pero al no haberlo visto nunca, creía que era herencia de la familia de su madre, su tío lo tenía muy parecido, pero ahora era algo canoso.

    La ventaja de vivir con su tío era, sobretodo el espacio. La casa era grande y solo vivía Jiro. Lo que le permitía estar totalmente a sus anchas y apenas ver a su tío.

    Al poco de caminar, se topó con su nuevo colegio, con un gran patio inicial, lleno de otros estudiantes con el mismo uniforme que él. Se componía básicamente de un pantalón negro, y unos zapatos a juego, una camisa blanca, americana granate con rebordes negros, igual que el bolsillo, donde había grabado el escudo de la escuela y una corbata negra también. Realmente remilgado.
    Las chicas en cambio cambiaban el pantalón por una falda, debía ser realmente incómodo.
    Kyo se apoyó junto a las verjas del patio, para esperar el sonido de la campana. Un par de chicas se juntaron, no muy lejos de donde estaba. Lo miraban y propinaban risitas.
    Su madre siempre le había dicho que podía llegar a ser popular en su clase, era guapo, alto y esbelto y tenía unos bonitos ojos. Pero por desgracia, tenía un pelo extraño, y además era arisco, realmente arisco con las personas, sobretodo con las mujeres.

    Se levantó y comenzó a caminar, a través del patio vio a algunos chicos de su edad, que molestaban a uno de unos 15 años, lo empujaron y se cayó junto a algunos papeles que sostenía. Kyo resopló, ese niño parecía un imán de problemas, pero en cierto modo le recordaba a él, también había sufrido las molestias de los matones algunos años atrás.
    Se acercó a él por detrás y se cruzó de manos. -¿necesitas ayuda?-dijo con tono seco. El chico pegó un grito ahogado y lo miró con cara horrorizada. Después tragó saliva. Kyo se agachó de cuclillas y le cogió uno de los folios que había por el suelo. El rostro del chico era de asombro y miedo, le miró el pelo anaranjado y los ojos castaños, que con el sol se parecían más a granates.
    El chico era muy bajo para su edad, de pelo castaño y grandes ojos de mujer, vestido con el uniforme y con una cartera con forma de oso.-Oye, solo quería darte mi ayuda, si no la quieres está bien, pero deja de mirarme mi pelo.
    -Yo...-El chico recogió algunos papeles del suelo y se levantó, seguía con la mirada fija en el suelo.-Lo siento, lo miraba porque parece de tigre.-y tras eso corrió.
    Kyo se quedó de cuclillas, pensando. Se había dejado uno de los papeles, era un dibujo de un gato. Las palabras de aquel chico le hicieron revivir antiguos recuerdos.

    A la edad de seis años, se su madre se lo encontró en el baño con unas tijeras, se había cortado los mechones del pelo de forma irregular y torpe. Con los años, el lo había visto, ella odiaba su pelo, porque le recordaba a su padre, que había muerto antes de que él naciera. Y por eso él se odiaba a sí mismo, aunque ella nunca le había dejado ver sus verdaderos sentimientos y no cesaba de adorarlo mientras él se lamentaba porque los niños solían meterse con él.
    Su solución fue entrenarse en las artes marciales, un viejo amigo de la familia era maestro, y le hizo un pequeño precio.
    De pronto volvió a tener una cascada de recuerdos del primer día que comenzó a entrenarse, y a su vez de la persona que le aconsejó que tomase esa decisión.
    A los diez años, unos niños lo acorralaron, eran mayores, de unos diecisiete años.
    -Oye tú, ¿tú mamá es la que siempre te acompaña al parque, verdad? -uno de los niños lo miraba con desdén.-Es muy guapa, ¿sabes? Pero nosotros sabemos que no es tú mamá.
    -Sí lo es.-bramó Kyo.
    -No, ella tiene el pelo oscuro. ¿has visto tu pelo?-el resto se rió.
    -Vosotros.-Una voz femenina apareció por detrás.-Dejadlo en paz, ¿no os da vergüenza?-Era una chica de la edad de ellos, de pelo negro y ojos azules.
    -oye, vámonos, es una chica.-dijo uno de estos, y el resto accedió y abandonaron la calle. La chica se acercó a Kyo, vestía un uniforme granate y negro.
    -¿estás bien?-al pelirrojo le dolía el pecho del empujón que le habían propinado pero negó con orgullo la cabeza. La chica con trenzas se sentó a su lado.-¿Sabes que tienes un pelo de tigre?-Kyo se extrañó por la comparación.-deberías aprender a defenderte.
    -Siempre son muchos, y mayores que yo.-Kyo se sonrojó, la chica le miraba con una sonrisa tierna.
    -Y más tontos que tú. Quizás deberías aprender artes marciales, es lo qe aprenden los hombres cuando tienen algo que defender.-Kyo pensó en su madre, quería defenderla a toda costa.-Animate ¿vale?-le dio un beso en la mejilla y desapareció calle abajo.

    Hacía tiempo que Kyo no se acordaba de aquella misteriosa chica, después de ella, el resto siempre huía cuando Kyo les contestaba en tono brusco o mal educado.

    Al poco, un chico se acercó donde él estaba.
    -¿Nuevo?-le preguntó. Era más corpulento que él, de pelo y ojos castaños, no llevaba americana, solo camisa de uniforme y pantalones.-Yo soy nuevo, lo he imaginado por lo solitario que estás.
    -Sí, nuevo.-Respondió Kyo con la mirada fija en el papel del dibujo del gato.
    -Joder, es malo de cojones.-respondió este refiriéndose al dibujo con una risa.-Me llamo Eita Hayate. Soy de último grado.
    -Kyo Sohma.-respondió el pelirrojo.
    -Deberíamos buscar nuestra clase.-le dijo este.-vayamos juntos. ¿Porqué has venido a este colegio en el último curso? Mi madre cree que este colegio pijo es mejor para mi educación, hasta me han pagado una habitación en la academia, está detrás del colegio.-Kyo no conocía a Eita de nada, pero por lo que veía le encantaba hablar, y eso no le agradaba demasiado. Apreciaba el silencio.-Luego te la enseño, no está mal.

    El colegio estaba compuesto por decenas de aulas, en el ala este se encontraban los de secundaria, el oeste los de la elemental y el centro, los de la superior, detrás de esta había habitaciones para los que, como Eita, debían vivir en el colegio, además de un jardín y una cafetería.
    El comedor era bastante grande. También tenía una enfermería, y unas canchas para hacer deporte, un gimnasio y unos vestuarios, era el colegio mejor equipado que Kyo había visto nunca.
    Kyo escuchó como Eita le hablaba sobre su familia, su hermana, tres años menos que ellos, su madre, que era ama de casa y su padre, inspector de policía. Su hermana estudiaba en otro instituto, la madre de Eita deseaba cambiarla el año que empezara el superior.

    La campana sonó y ambos se dirigieron al aula que les correspondía. Kyo se sentó junto a la ventana, le encantaba observar el paisaje, Eita se sentó a su lado.
    Al poco apareció su tío, trajeado y con el pelo engominado. Algunos alumnos observaron a Kyo y a su tío, seguramente la mayoría asociaría el apellido con ese pelo.
    -Buenos días, os doy la bienvenida a la academia Hokusai. Mi nombre es Jiro Sohma, como digo cada año, espero que respetéis las normas y a los profesores.-Al decir eso, una profesora entró por la puerta.-Ella es Karin Suzume, será vuestra nueva profesora de idiomas, espero que seáis amables y respetuosos. Los que os preguntáis por la profesora Takako, se dio de baja a causa de su embarazo, pero esperamos que vuelva pronto con nosotros. Si tenéis alguna duda o preocupación no dudéis en hacérmelo saber, los profesores y yo intentaremos ayudaros todo lo posible.-Al decir esto, se marchó y dejó sola a la joven profesora.
    -Buenos días. -El director ya me ha presentado, así que me gustaría que os presentarais vosotros así podría conoceros un poco.-La voz de aquella chica, el pelo negro suelto y los ojos azules le parecían realmente familiares a Kyo. ¿Quién era ella? Sin saber porqué, algo en su interior le impulsó a levantarse.
    Cuando se quiso dar cuenta estaba de pie, el resto de la clase lo miraba y el permanecía en silencio mirando a la profesora.
    -Kyo Sohma.-Dijo, y se sentó sin dejar de mirar con el ceño fruncido a aquella joven chica. Ella comenzó a estudiarlo de arriba a abajo con ojos extrañados.
    Al poco, todos los alumnos había imitado a Kyo, con variantes como su procedencia o el motivo de estudiar en ese instituto.
    Pero no dejaron de mirarse ambos fijamente.
     
  2.  
    CandyCandy

    CandyCandy Iniciado

    Sagitario
    Miembro desde:
    11 Julio 2012
    Mensajes:
    45
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    Academia Hokusai
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    2100
    Capítulo 2.

    La clase que les dio fue de inglés, pero según el horario que Kyo tenía, la profesora Suzume impartía también clases de Francés y Latín.
    A la hora de salir, Kyo accedió a acompañar a su compañero Eita hasta su habitación, las dependencias eran de dos camas y un baño y hasta algunos profesores tenían habitaciones.
    Kyo se marchó a casa con la puesta del sol, mientras caminaba por el patio, no podía dejar de pensar en la señorita Suzume, ¿era ella? ¿Aquella chica que lo ayudó a sus diez años? Sin duda era muy parecida, solo que ahora tenía cuerpo de mujer, y seguramente tendría unos veintitres años. Quizás ella lo recordara, su pelo no era fácil de olvidar.
    Caminando por la arena del patio se topó con una piedrecita y le dio una patada, pero aquel día una fuerza superior debía estar en su contra y esta rebotó hacia unos chicos de su clase, que se giraron. Estaban fumando.
    -¡Eh! Tú, ¿me has tirado una piedra, cabeza de mandarina?-Eran tres, el que le hablaba era más alto y corpulento que Kyo.-Te he visto en clase, eres el hijo del director ¿no? ¿por eso crees que puedes ir tirando piedras a la gente?
    -Joder.-masculló Kyo, eran demasiados, Kyo solía pelearse mucho con los compañeros de su otro instituto, y parecía que el cambio de instituto no había mejorado aquella situación, además eran bastante idiotas al pensar que su tío tenía hijos. Kyo dejó la mochila en el suelo y se quitó la americana.
    -Este es un chulito.-se rió otro.-No hace falta que te quites nada, acabaremos contigo en un momento.-Tiraron el cigarro al suelo y lo pisotearon.
    Dos de ellos le rodearon por detrás, Kyo se ensanchó la corbata y se remangó la camisa. El primero, se acercó a él corriendo, demasiado emocionado, así que el pelirrojo lo saltó y le propinó una patada en la espalda, tumbándolo en el suelo.
    -¡Ichiro!-masculló uno por detrás.
    -Me ha pillado desprevenido, joder.-Gritó este defendiéndose y poniéndose de pie.
    Los siguientes no fueron tan idiotas y se abalanzaron a la vez, Kyo esquivó de lado el puñetazo del primero y con la inercia le propinó el uno en la boca, el segundo dio una vuelta con una pierna para barrerlo, Kyo le pegó un rodillazo en la barriga.
    Ichiro, ya en pie se acercó, le propinó al pelirrojo un puñetazo en la cara, y este e defendió dándole una patada el la oreja, que lo devolvió al suelo.
    Kyo observó a los tres chicos que se quejaban mientras el escupía la sangre de su labio roto.
    -¿Qué diablos ocurre aquí?-preguntó una voz muy familiar. Su tío Jiro apareció aun con su traje y una cartera marrón. Los tres chicos se pusieron rectos.
    -Ha sido él.-Acusó Ichiro.
    -Si, nos ha tirado una piedra y nos ha atacado.-Dijo otro mientras el tercero asentía. Su tío lo miró para esperar una defensa con rostro severo, pero Kyo solo lo miró con el ceño fruncido.
    -Ven a mi despacho.-Ordenó finalmente con voz autoritaria. Kyo lo siguió, mientras el resto de los chicos se marchaba y le hacía burlas silenciosas.

    Su despacho era bastante grande, junto a la sala de profesores. Kyo no entendía porqué no le había reñido de camino a casa, estaba agotado.
    -¿Porqué te has peleado?-Le preguntó de nuevo sentado frente a él. Kyo no respondió, evitó su mirada y la dedicó a unos libros de Friedrich Nietzsche que estaban colocados en una de sus estanterías. -Kyo, mírame. ¿Hacías esto con tu madre? No deberías causarme estos disgustos. Mira, soy el director del colegio y tu tío, si no te castigo el resto de alumnos podrían pensar que te doy un trato preferente. Dime ¿les tiraste una piedra?
    -Si.-respondió Kyo.
    -¿Porqué, te habían hecho algo?
    -Pensaba en mis cosas y le di una patada a una piedra, le di al grandote.-El director del colegio se recostó en su silla con un suspiro.
    -¿Porqué no intentaste explicárselo a ellos antes de pelearte? En este colegio no se admiten las peleas, y tengo tres testigos contra ti. Lo mejor será que limpies el aula de los profesores como castigo, después de las clases, durante una semana.-Kyo se levantó.-y no vuelvas a meterte en líos, no quiero expulsarte.
    Ambos salieron en silencio del instituto, comenzaba a hacerse de noche.

    Aquella noche, su madre llamó por teléfono, querría saber como había ido su primer día de clase, Kyo estaba de mal humor así que su tío mintió a su madre diciendo que se encontraba cansado y ya dormía.
    El pelirrojo pudo escuchar la conversación que Jiro le daba a su madre, “que tal el trabajo, las amistades, la casa”. Finalmente hubo un silencio, después Jiro dijo “le ha ido todo estupendo, creo que ha hecho amigos y todo” La gran mentira jamás contada. Después, colgó y subió las escaleras y se paró detrás de la puerta.
    -¿Puedo pasar?-Kyo no tenía ganas de hablar con él, pero accedió con un seco Sí. El pelirrojo ya estaba en pantalón de pijama y sentado en la cama para disponerse a dormir, o a darle vueltas a sus pensamientos.
    Su tío se sentó junto a él, aún vestía con el traje y seguía con el pelo engominado.
    -No deberías darle disgustos a tu madre, se preocupa mucho por ti. No le he contado lo de tu pelea. Ella está bien, ha hecho amigos en el trabajo y le han pagado una buena casa. Creo que hemos empezado con mal pie, tu madre y yo hace tiempo que no nos veíamos, tu eras muy pequeño para acordarte, pero te gustaba venir a esta casa. Quizás deberíamos empezar de nuevo. Creo que este fin de semana podríamos hacer algo que te gustase. ¿que te gustaría hacer?
    Kyo se lo pensó, apreciaba el esfuerzo y no quería tener problemas.
    -No hay mucho que me guste, mejor elije tú.-Jiro suspiró.
    -Bueno, el jardín de detrás necesita arreglarse, podríamos hacerlo por la mañana y luego te llevaré a comer a un restaurante que me gusta bastante.
    Kyo accedió sin mirarlo, pero vio como sonreía.
    Esa noche, durmió un poco mejor.
    Al día siguiente se vistió y se miró en el espejo, el labio estaba hinchado y seguía teniendo un corte con sangre seca, seguramente atraería aun más miradas indeseadas.
    Caminó hasta la puerta del colegio y se metió directo en el aula, al sentarse, algunos alumnos comenzaron a rumorear sobre su labio, Kyo apoyó su cabeza sobre el brazo, y el codo en la mesa.
    Al poco llegó uno de los chicos de la pelea, y al verlo, comenzó a contar su versión de los hechos, y en un minuto, Kyo se sintió rodeado por la mayoría de los alumnos que se disponían a meterse con él.
    -¡Ey, Kyo!-la voz de Eita apareció en la nuca del chico. Estaba con una gran sonrisa y preparaba los libros para la clase de matemáticas. Se sentó a su lado.-¿Que hay de nuevo? He dormido fatal, la cama no es tan cómoda como parece.-Kyo lo miró.-Tío, ¿te has curado esa herida?
    -No deberías juntarte conmigo.-Le dijo Kyo, el chico sonrió.
    -Ya me han contado lo de ayer, pero mejor me lo cuentas tú y entonces juzgaré.-Kyo suspiró.
    -No me apetece hablar del tema.
    -Pues hasta que te apetezca, será como si no supiese nada. ¿Tú como has dormido? Deberías invitarme a tu casa, yo te he enseñado la mía.-Kyo no pudo evitar sonreír, pero miró hacia la ventana para que nadie le viera.

    La clase pasó aburrida y lenta, ese día vio a la profesora Suzume, pero solo cuando pasaba hasta otra aula.
    A la hora de la comida, Kyo recordó que no se había preparado nada. Eita le dio envidia al comer con gusto una fiambrera bien llena, pero se negó a probar bocado del chico, odiaba depender del resto.
    Las siguientes clases fueron aún más largas y aburridas.
    A la tarde, Eita la invitó de nuevo a su habitación.
    -Estoy castigado por lo de la pelea.-Mintió Kyo, si le contaba lo de su castigo, era capaz de ofrecerse para ayudarlo.
    Se despidieron y Kyo entró en la sala de profesores. Encontró a la profesora Suzume apoyada en la mesa, con los brazos rodeándole la cabeza.
    Algo le decía que no debía estar ahí. Ella estaba llorando.
    Kyo se acercó hasta detrás de ella y alargó su mano para tocarle un hombro, esta se sobresaltó. Lo miró con los ojos llorosos.
    -Oh.-suspiró ella.-Lo, lo siento. Pensé que me encontraba sola.-la voz de la profesora sonaba dulce y temerosa, Kyo sintió que era como una niña pequeña, todo lo contrario a cuando les impartía clase.
    -Debo limpiar la sala esta semana.-a Kyo se le daba realmente mal hablar con las personas y aún más consolarlas.
    -Lo siento.-Se secó las lágrimas.-he tenido un mal día.
    -Supongo que somos dos.-respondió él en voz alta. Kyo se sentó a su lado. La chica miró el labio del pelirrojo.
    -¿Te has curado esa herida?-Kyo se mordió el labio. Ella sonrió.-Tranquilo, no voy a castigarte. Te reconozco del primer día, estás en último grado, ¿cierto?-Kyo asintió.-Te presentaste el primero, algo que agradecí, pensé que me comerían al ser el primer día. El año pasado aún hacía prácticas.
    -Quizás si hablase con ellos como me habla a mi sí que la comerían.-La profesora se sonrojó y Kyo sintió que había sido un impertinente.
    -¿Te llamabas Kyo...?
    -Sohma.-respondió el chico.
    -Muy bien, Sohma. ¿Familia del director?
    -Es mi tío.-Respondió él.
    -Bien. Te pediría que no contases a nadie lo que has visto hoy.-El chico asintió, la cara de ella había cambiado completamente. Finalmente lo dejó solo en la sala.
     

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