Harry Potter A través del Multiverso

Tema en 'Fanfics sobre TV, Cine y Comics' iniciado por Andromeda, 20 Marzo 2022.

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  1. Threadmarks: Parte I - Capítulo 1: El despertar
     
    Andromeda

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    casa Notting Hill.jpg

    Un rayo de sol penetra por la ventana posándose sobre mi rostro. Siento la luz y el calor que emana de él y me hace entreabrir los ojos para comprobar que ya ha amanecido. Estoy boca abajo sobre la cama y vislumbro una suave brisa que desliza las blancas cortinas de la habitación. Se agradece su frescor ya que siento algo de calor. Me pesan los ojos y vuelvo a cerrarlos.

    - Espera… ¿blancas? - abro los ojos de golpe. - Mis cortinas son azules… - digo incorporándome de pronto sobre la cama - ¿Dónde mierda estoy? – me pregunto asustada mirando hacia todos lados. Puedo ver claramente que no estoy en mi habitación y el miedo me invade haciendo que el corazón me lata a mil.

    Miro a mi alrededor y puedo ver que a mi derecha tengo la ventana abierta que he visto al despertar, con las cortinas blancas, donde una de ellas esta suelta y la otra recogida con un adorno en color violeta. Bajo ella se encuentra un bonito escritorio de madera blanca con un cajón y cuyos tiradores son también violetas. La silla de oficina no se queda atrás y es del mismo color. A mi izquierda se encuentran dos puertas de madera blanca que supongo pertenecen a un armario empotrado cuyos pomos son… ¡adivina! Sí... violetas. Hay un espejo rectangular con marco metalizado en la esquina de la estancia y que te permite ver de cuerpo entero. En medio de la habitación estoy yo, sentada como los indios, sobre una cama grande de sábanas blancas y colcha de flores purpuras a juego con el resto del recinto. A cada lado de la cama una mesita de noche a juego con el escritorio. Frente a la cama otra puerta, pero esta de madera de haya, que sospecho que es la de la habitación.

    Me levanto de la cama y me acerco al espejo. - Aaah!!! – grito y doy un saltito hacia atrás al ver mi imagen en el espejo. - No me jodas, ¡tengo catorce años otra vez! – digo asombrada.

    Me acerco lentamente al espejo y observo mi reflejo en él. Tengo el cabello rizado, de color rubio dorado y con un corte en V que por delante es más corto que por detrás, llegando casi hasta la cintura. Mis ojos verdes resaltan con la tonalidad blanca de mi piel. Mi cuerpo adolescente es delgado y con curvas, ya que mis caderas son notorias junto a mi trasero respingón. Mi busto tiene la medida normal, la noventa, que siempre ha sido mi talla. Llevo puesto un pijama de tirantes y shorts de Monstruos S.A. - Me parecen muy bonitos los pantalones, ¡parezco Sully! – pienso.

    - Sophi, ¿estás bien? ¡He oído un grito! – dice la voz de una mujer tras la puerta.

    – Si, si… estoy bien. – contesto con cara de pasmada. - Me he tropezado al levantarme y me he hecho daño en el dedo del pie. – respondo para que no entre.

    – Vale cariño, date prisa en bajar. Hoy desayunaremos con papá antes de que se vaya a la oficina. – me dice la mujer del otro lado.

    – Vale – respondo. Me quedo en silencio casi pegando la oreja a la puerta y oigo como la mujer emprende su marcha por el pasillo.

    - Pero, ¿Quién se supone que es esa mujer? ¿Mi madre? – me digo bajito. - Por lo menos me sigo llamando Sophi – digo encogiendo los hombros. - ¡Madre mía! Pero, ¿dónde estoy? Me va a dar algo… - me digo en voz baja a mí misma poniéndome la mano en la frente.

    Salgo disparada hacia el armario y hecho un vistazo dentro para ver qué hay. Hace calor, así que me decido por unos shorts tejanos, una camiseta básica blanca de manga corta y unas converse azules. El conjuntito de ropa interior… blanca también. Me visto dejando la camiseta por fuera del pantalón.

    Pongo el pijama bajo la almohada al hacer la cama rápidamente. Soy una invitada aquí, aunque nadie lo sepa, y no puedo quedar mal dejándolo todo tirado por medio. Suelo ser muy ordenada.

    Me apresuro a buscar información lo más rápido que puedo para bajar sin levantar sospechas. Necesito saber quién se supone que soy y quienes son “mis padres”. Tengo que averiguar, lo antes posible, que estoy haciendo aquí y como puedo volver a casa.

    Lo primero que se me ocurre es buscar un bolso ya que allí encontraré algún tipo de identificación. Recuerdo haber visto una mochilita de color celeste colgada en una de las puertas del armario. Me encamino hacia él, y la encuentro, justo, donde me pareció verla. Tiene un pompón rosa peludito que huele a fresa… ¡qué cuqui! Miro dentro y encuentro una cartera de Betty Boop con un documento identificativo.

    Documento de identidad

    Nombre: Sophia Queen.

    Fecha de nacimiento: 19 noviembre …

    Padre: John Queen

    Madre: Anastasia Queen

    Domicilio: … Notting Hill… Londres

    ¿Londres? – me quedo helada. - ¿Estoy en Londres? ¿Pero si yo no hablo inglés? – me digo.

    Me pongo a pensar en la conversación que he mantenido con la señora, “mi madre”, a través de la puerta. - ¡Vaya! ¡Pues parece que sí que lo hablo! – digo con cara de asombro. - ¿Y cómo es posible si para mi estoy hablando español? - me digo con la misma cara de asombrada.

    No sé de qué me extraño, si ni si quiera puedo explicar que hago aquí, con gente que no conozco, en una casa que vete a saber dónde está y en mi cuerpo de catorce años. Será algo normal para esta realidad alternativa…, sueño…, pesadilla…, multiverso… o lo que quiera que sea esto que me está pasando.

    -Sophi, baja, el desayuno se enfría – oigo decir a “mi madre” desde lejos.

    – Voy – grito.

    Me dirijo a la mesita de noche donde he visto que había un móvil. Lo llevaré conmigo, así que lo introduzco en uno de mis bolsillos traseros. ¿Qué adolescente se despega de su móvil? Ninguna. Así que me pondré a investigar mientras desayuno. ¡Contra menos hable con ellos mejor!

    Abro la puerta para salir de mi zona de confort y una corriente de adrenalina me recorre el cuerpo. El miedo se está apoderando de mí y me provocan ganas de hacer pis.

    Saco la cabeza al pasillo y miro de izquierda a derecha. Veo una puerta justo frente a mí que suplico que sea un baño. Vuelvo a mirar a la derecha donde hay dos puertas a ambos lados del pasillo y este acaba en una ventana. Supongo que son dos habitaciones más: una de “mis padres” y otra, tal vez, de invitados. Miro entonces a la izquierda donde se encuentran unas escaleras.

    Salgo casi corriendo y abro la puerta que tengo enfrente, y si, es un baño. Entro ya que necesito hacer pis. En el baño se respira ambientador de brisa marina.

    Cuando termino de hacer mis necesidades me lavo las manos con un jabón que huele a vainilla. Me miro al espejo y con una goma de pelo que hay en una pequeña repisa de la pared me hago una cola alta. El flequillo me cae sobre los ojos y eso hace que me vea bien, tengo cara de niña buena.

    Salgo de nuevo al pasillo y me encamino hacia el inicio de las escaleras. Comienzo a bajarlas muy despacio, intentando no hacer ruido para poder escuchar algo de los que están abajo. Cuando llego al rellano puedo observar cómo ante mí se extiende un gran salón decorado de forma contemporánea pero exquisita. A la izquierda hay una puerta grande de doble hoja, construida con madera de haya, que será la puerta principal de la vivienda y que está separada del salón por un gran arco. Esto hace que parezcan dos estancias, el hall y el salón. Dentro de este último, a la derecha, hay dos puertas más, situadas a ambos lados del televisor de pantalla plana.

    Miro la puerta que da a la calle y unas enormes ganas de salir corriendo me embargan, pero me contengo y no lo hago. Tengo que averiguar el motivo por el que estoy aquí y la única forma es investigando todo lo que pueda.

    Veo que las escaleras siguen hacia abajo y continuo. Cuando llego al siguiente rellano puedo observar una gran cocina que contiene otra puerta a la izquierda, más pequeña que la de arriba, del mismo estilo, pero de una sola hoja. Esta no es maciza como la principal, ya que tiene cristales en la mitad superior, permitiendo la entrada de la luz y la visión del exterior. Me sorprende que la casa tenga dos puertas que den a la calle... La cocina esta revestida de muebles y electrodomésticos. También hay una puerta a la derecha que supongo que puede llevar a un lavadero, ya se sabe, con lavadora, secadora, plancha, etc.

    En el centro de la estancia se encuentra una gran isla con cuatro taburetes donde una pareja joven, de unos cuarenta años a lo sumo, están hablando muy cerca el uno del otro. Parece que están tonteando… ¡que tierno!

    -Sophi – dice “mi madre” alejándose de “¿mi padre?” apresuradamente.

    – Buenos días princesa – me dice él con una sonrisa, girándose y extendiéndome los brazos.

    - ¡Dios! ¡Quiere abrazarme! – pienso algo nerviosa.

    - Buenos días – digo mientras me acerco titubeante a él y me entierra en sus brazos.

    - ¡Vaya! ¡Qué vergüenza! – pienso. “Mi padre” termina el abrazo y me sonríe dándome un beso en la frente.

    - Ya sé que piensas que eres mayor para besos y abrazos, pero tú siempre serás mi princesa – dice con una sonrisa cautivadora. – Siéntate a desayunar que se te enfrían las tortitas y pronto tendré que irme a trabajar – dijo moviendo uno de los taburetes de la isla para que me sentara frente a mi desayuno.

    - Gracias – le digo mientras me siento y observo lo que tengo delante. Un vaso de zumo de naranja y un plato con 3 tortitas. Tengo para acompañarlas: Nutella, sirope de arce o mermelada de fresa. Opto por el chocolate.

    Mientras corto y como las tortitas con los cubiertos, puedo observarlos en silencio. Hablan de trabajo. Al parecer “mi padre” trabaja en un bufete de abogados y “mi madre” trabaja desde casa, es diseñadora de interiores. Ahora entiendo lo bien decorada que está “nuestra casa”.

    Mientras me ignoran hablando de sus planes para el día de hoy en sus respectivos trabajos, yo los estudio a ellos.

    “Mi madre” es rubia como yo, pero su cabello está cortado en V con la nuca rapada y más largo por delante. Le queda genial. Sus ojos también son verdes, pero más claros que los míos y su piel también es blanca. No es muy alta, como yo más o menos, rondará el metro sesenta y cinco. Su cuerpo es delgado y esbelto, por eso no me extraña que “mi padre” no pueda dejar de babear por ella. Estoy segura que si yo no estuviera aquí le estaría metiendo mano.

    “Mi padre” es alto, calculo metro ochenta más o menos, castaño y con ojos color miel. El tono de su piel es más moreno que el de ella. Está bien afeitado y huele bien. A través del traje que lleva puesto se puede apreciar que esta musculado, debe hacer ejercicio a diario. Realmente hacen una pareja preciosa y se ven muy enamorados.

    - Cuando regrese esta tarde, acuérdate que tenemos entrenamiento. ¡Hoy no te escaqueas, princesa! – dice mirándome y levantándose. – Me marcho ya, no quiero llegar tarde – murmulla mientras toma su maletín.

    - Adiós cielo – dice “mi madre” cuando él se acerca y le da un beso rápido pero tierno en los labios.

    – Hasta la tarde – contesta él.

    - Nos vemos princesa – me dice dándome un beso en la frente.

    - Ciao – le digo. Y lo veo salir por la puerta de la cocina que da a la calle. Miro a través del cristal de la puerta y veo como sube unas escaleras para llegar a la acera y desaparece en ella.

    Me quedo en silencio pensando que hacer ahora. El miedo ha vuelto a mí.

    - ¿Qué te pasa hoy? Estas poco habladora… - me pregunta “mi madre”.

    - Nada, que me va a pasar – le digo lo más natural posible.

    - Esta bien… Recogeré el desayuno y me pondré a trabajar en mi estudio – dice incorporándose del taburete. - ¿Qué harás hoy? ¿Te iras al centro comercial con Sahra? – dice mientras recoge los platos.

    - ¿Quién es Sahra? – pienso espantada. - Necesito pensar una excusa, pero ¡ya!

    – No. Me quedaré en casa. No tengo ganas de salir – le respondo.

    - Hace muy buen día, esta soleado y estando a finales de verano este clima pronto cambiará – me dice con una sonrisa.

    - Si, lo sé – digo intentando convencerla – pero me apetece más quedarme en casa, descansar un poco… pronto comenzarán las clases. Tal vez haga un bizcocho o lea un libro.

    “Mi madre” me mira con cara de estupefacción. – ¡Quien eres y que has hecho con mi hija! – me suelta.

    Me quedo blanca como la pared – ¡Mierda, me ha descubierto! – pienso aterrada. - Piensa rápido, piensa, piensa – me digo agobiada.

    – ¿Qué pasa? ¿No puedo hacer un biscocho? ¿No puedo leer un libro? – pregunto como si estuviera enfadada. – Bueno…, quien dice un libro dice el móvil - replico. – ¡Sera posible! si no lo hago, malo, y si lo hago, peor… ¡no hay quien os entienda! – le suelto teatralmente.

    - No es eso cariño, es solo que me has sorprendido. Tú no has hecho un bizcocho en tu vida. ¿Sabes cómo hacerlo? – me pregunta con una sonrisa maliciosa.

    - Pues claro que se – le respondo levantándome del taburete. – Para eso está Youtube – le digo recogiendo mi vaso, plato y cubiertos. – Sera fácil - sugiero llevándolos al lavavajillas.

    - Vale, ahora sí, ¡dime que has hecho con mi hija! – me dice riendo mientras me ve recoger.

    - ¡Muy graciosa! – le replico con una sonrisa falsa. – Vete a trabajar. Ya termino yo de quitar lo que queda – le digo con voz calmada.

    - Vale, está bien. Solo espero que no tengamos que llamar a los bomberos hoy – me dice muy sonriente.

    - Tranqui, mami, todo controlado – le replico con burla.

    Se acerca y me da un beso en la mejilla seguido de un abrazo. Nos quedamos así un minuto que se me hizo incomodo al principio, pero que se convirtió en algo agradable al final. Se separa de mí con una sonrisa y emprende la marcha escaleras arriba mirando dudosa hacia atrás mientras yo me dispongo a limpiar lo que queda en la mesa para dejar la cocina recogida. Una vez termino, saco el móvil de mi bolsillo trasero y me siento de nuevo en el taburete.
     
    Última edición: 20 Marzo 2022
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  2. Threadmarks: Capítulo 2: El intruso
     
    Andromeda

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    Cocina-moderna.jpg

    Me fijo en la funda del aparato que resulta ser de Betty Boop. - ¡Mira, a juego con la cartera! – sonrío. Intento desbloquear el móvil con el dedo índice en la huella de la parte trasera del aparato y se abre sin problemas. – Vale, es mío – pienso en alto. Lo vuelvo a bloquear y lo intento también con el rostro, comprobando el mismo efecto. Por último, lo intento desbloquear con la matriz de puntos que sale en pantalla. No tengo ni idea de cuál será así que pongo la que yo recuerdo tener en mi móvil, M, y se abre también. - ¡Está claro que el móvil es mío! – sentencio.

    Me dispongo a cotillear un poco a ver que tengo en él. Veo que hay varios WhatsApp de una tal Sahra, la chica de la que me habló “mi madre” esta mañana, y me dispongo a leerlos.

    WhatsApp

    Sahra: Buenos días guapa.

    Sahra: ¿Te has levantado ya?

    Sahra: Tía, contesta…

    Sahra: ¿Estás viva?

    Me dispongo a escribirle para tantear el terreno…algo liviano.

    WhatsApp

    Yo: ¡Holi! Buenos días, estaba desayunando en family

    No tarda en escribir su respuesta.

    WahtsApp

    Sahra: Vaaaaale (emoji sonriente)

    Sahra: ¿Vamos al centro comercial?

    Yo: Lo siento, pero hoy no salgo, tengo cosas que hacer en casa. Mañana mejor…
    (emoji triste)


    Sahra: Vale, mañana me va bien. Así hoy acompaño a mi hermana al pediatra para llevar a mi sobrina… Le toca vacuna… te puedes imaginar el show

    Yo: Pobrecita… (emoji triste)

    Yo: Vale, pues nos vemos mañana y me cuentas como ha ido.

    Sahra: Ok, nos vemos guapa (emoji besito)

    Yo: Ciao (emoji besito)

    Con esto zanjo el tema. Me fijo en la foto de perfil que tiene en WhatsApp para localizarla en las fotos que tenga en la memoria del móvil, en Facebook, Twitter o Instagram.

    Abro la galería de fotos y veo muchísimas imágenes nuestras, siempre riendo y abrazadas. ¡Mucho postureo! Conclusión: es mi mejor amiga. Miro detenidamente su melena morena y lisa hasta la mitad de la espalda, con esos ojos grandes y marrones. Su cuerpo es delgado y sin curvas, parece más una tabla de planchar. Es totalmente contraria a mí. Supongo que es turca por su físico y su nombre. Sonrío al vernos en una de las fotos haciendo morritos y guiñando un ojo… parecemos Zipi y Zape, dispuestas a realizar alguna fechoría.

    Hay otras fotos donde salimos con otras chicas y también con algunos chicos. Supongo que son otras amigas y compañeros de clase. Entro en Facebook y veo mucha peña. Algunas chicas han subido fotos mías con ellas haciendo comentarios como: noche de fiesta, cumpleaños de Claire, sesión de cine, picnic en Hyde Park…

    - ¡Madre mía! ¿Quién es este pavo? Ummm… ¡Esta bueno! – miro con cara de interesada. - ¡Me ha etiquetado como… ¿mi chica? ¿Qué es esto? ¿Tengo novio? – digo perpleja. – ¡Ni hablar! ¡No puede ser!

    Me voy otra vez a WhatsApp a ver si tengo conversaciones con él y me entero de algo. Lo encuentro y miro los mensajes enviados.

    WhatsApp

    David: Hola nena

    Yo: No me llames así, ¿Quién eres?

    David: David, el hombre de tu vida

    Yo: ¡Por Dios! Deja de molestarme

    David: Sé que estás loca por mi

    Yo: ¿En serio? Tu flipas…

    David: No te hagas la difícil

    Yo: Pero serás imbécil… Déjame en paz y quita de Facebook lo de “mi chica”, que yo no soy nada tuyo

    David: Al final caerás ante mis encantos

    Yo: ¿Qué encantos, idiota? Olvidadme y vete a la mierda…

    Bloqueado

    - Vale, este tío es un pesado de narices, menos mal que no es nada serio… Espero que haya pillado la indirecta directa… – pienso aliviada. Hecho un vistazo a Twitter e Instagram y tres cuartos de los mismo. La misma gente y el tipo ese, que, visto desde fuera, parece un acosador. No me extraña que lo bloqueara… - Vale, suficiente – pienso. – Luego más –

    Sigo mirando que tengo en el móvil. – Tengo Netflix. – digo dando un pequeño gritito. - Bien, puedo ver series y pelis… – me digo. También tengo música en la memoria interna. La reviso y veo una gran variedad de estilos, todas del tipo que me gusta.

    Entre una cosa y otra son las once de la mañana. Me levanto y me dispongo a hacer un bizcocho de yogur de limón. Voy a la nevera y miro a ver si hay. Reviso los armarios y termino encontrando todos los ingredientes: yogur blanco, huevos, azúcar, aceite, harina, levadura y cacao. Pongo a calentar el horno. Saco la batidora para hacer la mezcla y engraso la bandeja de horno. Una vez todo hecho lo meto al horno y a esperar.

    Según va pasando el tiempo la cocina empieza a oler delicioso. Mientras espero me entretengo con una serie de la plataforma. Tres cuartos de hora después ya tengo un bizcocho de chocolate horneado y reposando sobre la encimera para que se enfríe. Estará perfecto para comerlo a la hora de la merienda. También he dejado recogida toda la cocina.

    Son cerca de las doce del mediodía y no sé qué hacer. Guardo mi móvil de nuevo en el bolsillo y subo las escaleras para llegar al salón. Me acerco despacio a una de las puertas que esta entreabierta y puedo ver a “mi madre” trabajando frente al ordenador y hablando por el móvil. Sin hacer ruido, me retiro para ir a mi habitación.

    Una vez dentro del dormitorio cierro la puerta y me dirijo al escritorio para mirar en el cajón a ver que encuentro. Hay un álbum rosa con fotografías impresas. Lo cojo y me siento sobre la cama para echar un vistazo. Las imágenes de una bebé rubia de ojos verdes son enternecedoras. Debo ser yo. En algunas estoy sola y en otras con “mis padres”. Según voy pasando las páginas la bebé va creciendo y aparece en diferentes momentos de su vida… en una función del colegio vestida de bailarina, en unas vacaciones en la playa, disfrazada de bruja en Halloween, con Papa Noel y rodeada de regalos cerca del árbol de Navidad, mirando la jaula de los leones en el Zoológico de Londres, en un picnic en Hyde Park, junto a una figura de cera en el museo Madame Tussaud, saliendo de la cabina del Ojo de Londres, visitando la Abadía de Westminster… También hay muchas de diferentes cumpleaños. Me parece increíble que esa sea yo, porque en realidad no lo soy, aunque lo parezca. No entiendo nada. El cerebro me va a estallar.

    Miro mi reloj de pulsera. Son casi la una y media. Decido ir a buscar a “mi madre” porque empiezo a tener hambre y seguro que ella también. No me hace ilusión salir de mi zona de confort y exponerme, pero tengo que hacerlo si no quiero morir de hambre. Se supone que “mi padre” no vendrá a comer ya que al despedirse dijo que volvería por la tarde. ¡Uno menos con quien lidiar! – me digo. A ella le diré de hacer algo de comer y de llevárselo a su despacho, así podrá seguir trabajando y yo no estaré en tensión constantemente mientras me alimento.

    Bajo las escaleras de nuevo y me introduzco en el salón. La puerta sigue entreabierta y ella continúa colgada del móvil. Me acerco a la puerta y la abro un poco más. Ella nota el movimiento y se gira para mirarme. Alza su mano con el dedo índice extendido para indicarme que me espere un momento.

    - Vale Charles, quedamos así entonces. Te llamo luego – termina la llamada. - Hola cariño, ¿tienes hambre? – me pregunta mientras se levanta de su silla.

    - Un poco, ¿y tú? – le pregunto dudosa.

    - Si, ya es hora. ¿Qué te apetece comer hoy? ¿Pido chino? – me pregunta mientras me abraza por los hombros para acompañarme fuera de su despacho.

    - ¿Qué tal una ensalada? – pregunto.

    - Buena idea, a ver que tenemos en la nevera – me dice pensativa.

    - No te preocupes, yo la preparo y te la traigo para que sigas con tu trabajo – le digo parándome en seco.

    - Mejor vamos las dos y así me despejo un poco mientras comemos – me contesta empujándome suavemente por los hombros para que vuelva a caminar.

    - Nada, que no me libro… - pienso con resignación. Asiento sonriendo y bajamos a la cocina. Me dirijo a la nevera y veo que hay ingredientes como para hacer una ensalada de nueces con manzana.

    - ¿Hay para hacer ensalada? – me pregunta.

    - Si, haré una ensalada de nueces con manzana. La aliñaré con miel. ¿Te apetece? – le pregunto.

    - Vaya, hoy estas muy creativa en la cocina – me comenta mirando el bizcocho de la encimera.

    - Si, hoy estoy inspirada – le respondo sonriendo.

    Me dispongo a prepararla mientras ella pone la mesa para las dos. Una vez terminada, la sitúo en el centro. Cojo unas pinzas de ensalada y le sirvo primero a ella y después me sirvo yo.

    - ¡Que aproveche! – le deseo.

    - Buen provecho! – me responde sonriendo y comenzamos a comer.

    La miro tímidamente mientras mastico, no sé qué tema abordar para mantener una conversación. No conozco a esta mujer y lo único que se sobre ellos es lo que he visto en las fotografías del álbum. - Mejor me quedo callada – pienso. No tarda en mirarme y empezar a preguntarme sobre lo que he hecho esta mañana. - Perfecto, ya sé de qué hablar sin riesgo – me digo. Muestro mis dotes interpretativas contándole sobre la receta del bizcocho, la conversación con Sahra, la serie que estoy viendo y algunas noticias que he visto en Twitter. A mí se me ocurre preguntarle sobre su trabajo, y ahí es donde puedo comprobar cómo se emociona explicándome el proyecto en el que está trabajando. Se nota que le gusta lo que hace. Mantenemos una conversación muy entretenida hasta que terminamos de comer. - Me cae bien, es encantadora – pienso.

    Me levanto para recoger la mesa y ella regresa a su despacho para seguir con su trabajo hasta que regrese “mi padre”. Una vez termino de limpiarlo todo, decido subir al dormitorio y hacer una búsqueda por internet para ver si puedo aclarar en qué momento del espacio-tiempo me encuentro.

    Cierro la puerta una vez que estoy dentro e inspecciono más detenidamente. Me acerco al escritorio y sobre él hay un portátil. También vi una Tablet en el cajón cuando saqué el álbum. Con esto y el móvil estoy servida en tecnología.

    Saco el móvil de nuevo y me siento sobre la cama. Empiezo a navegar por internet buscando fechas, lugares, noticias, cotilleos, películas, series, actores, etc… y todo parece normal. No lo entiendo. Cuando me quiero dar cuenta ya son las cinco.

    Oigo la puerta de entrada abrirse. Un: Hola ¿hay alguien en casa?, me indica que “mi padre” ha llegado. También oigo a “mi madre” decirle: ¡Hola amor! Estoy en el despacho… Seguro que va a buscarla y… ¡mejor no lo pienso! – sacudo mi cabeza. Los dejaré solos un rato que seguro están deseando verse y besuquearse… - ¡Empalagosos! – me rio recordando la escenita de esta mañana en la cocina. Creo que les voy a dar intimidad – pienso con una pequeña sonrisa pícara y sigo mirando el móvil.

    Estoy tan concentrada en lo que estoy mirando que un ruido estridente proveniente de la planta baja me sobresalta. Parecen ollas chocando contra el suelo. – Estará intentando hacer la cena y con “mi padre” cerca se habrá puesto nerviosa – pienso sonriendo. Miro automáticamente la hora en el móvil y son las seis y media. – ¡Vaya! se me ha ido el santo al cielo cotilleando – murmuro reprochándomelo. Dirijo la mirada a la ventana y veo que el cielo se ha oscurecido. – Se ha nublado. “Mi madre” tenía razón en decir que el buen tiempo veraniego se está acabando – pienso con tristeza.

    Vuelvo a dirigir mi atención al móvil y otro estruendo me vuelve a sobresaltar. Parecen cristales rompiéndose contra el suelo. Me levanto muy despacio de la cama y otro espantoso sonido de cosas rompiéndose me hace saltar hacia atrás del susto. – Pero, ¿qué está pasando? – me pregunto mientras me acerco a la puerta para poder escuchar mejor. De pronto, unos fuertes gritos se oyen dos plantas más abajo y luego un gran silencio. - Esto no me gusta. – pienso nerviosa. Pego la oreja a la puerta y unos chillidos espeluznantes me ponen el corazón a mil. Los gritos no cesan, cada vez son más fuertes y parecen de dolor. Los pelos se me erizan y unos nervios se asientan en mi estómago. Necesito saber que pasa – ¡Venga! como en las pelis de miedo, ¡de cabeza al peligro! – digo abriendo la puerta temblando.

    Camino por el pasillo de la planta superior muy sigilosamente para no ser escuchada - Vete a saber que hay abajo – pienso. Comienzo a descender las escaleras de igual forma hasta llegar al salón. Esta vacío. Me sobresalto al escuchar unos gritos desgarradores de mujer que se escuchan en la cocina. – ¡Me cago en todo! – me digo poniendo los ojos en blanco. - Como resulte que “mi padre” es un maltratador, lo voy a grabar y demandar. ¡Se le va a caer el pelo!, por muy abogado que sea – pienso. Saco mi móvil del bolsillo y conecto la cámara. Inicio la marcha hacia la cocina, móvil en mano, lentamente para no ser escuchada.

    - ¡No! ¡Basta! ¡No sigas! Deja de hacerle daño, por favor, te lo suplico – oigo decir a “mi padre” mientras bajo los escalones uno a uno sigilosamente.

    – Vale…, no es él quien le hace daño. Tiene que haber alguien más. Tal vez un ladrón que se ha colado para robar – pienso rápidamente mientras sigo descendiendo lentamente.

    - Pues si quieres que no le duela más… – oigo decir a una voz masculina lentamente - ¡Dímelo! ¿Dónde está la niña? – pregunta gritando.
     
    Última edición: 20 Marzo 2022
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  3. Threadmarks: Capítulo 3: Único pariente
     
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    policia.jpg

    Me quedo de piedra. - ¿Qué niña? ¿Se refiere a mi o a otra? ¿Qué querrá ese tipo de la niña? – me pregunto.

    - ¡No! ¡Ella no! – dice “mi madre” entre gritos de dolor.

    - Pues entonces… ¡sufre! – dice desquiciado.

    Los gritos de agonía invaden la casa y el miedo me invade.

    - ¡Basta! ¡No está aquí! Está en casa de una amiga – grita “mi padre”.

    - Con una amiga – dice despacio - ¿qué amiga? – pregunta gritándoles.

    Muy despacio y sin hacer ruido, termino de bajar el último escalón y puedo ver la escena.

    Todo es un caos. Hay cristales, ollas, sartenes y vajilla por todas partes. Algunos de los armarios están abiertos y otros tienen la puerta colgando de una bisagra. El cajón de los cubiertos parece haber explotado.

    A la derecha, a un lado de la isla, se encuentra “mi padre”, sangrando por una brecha en la frente y sujetando a “mi madre” por los brazos para mantenerla de pie. Ella, con la cara descolocada y llena de lágrimas, grita y se retuerce desesperada. Su dolor debe ser muy intenso. – Pero…, ¿Qué se lo provoca? Nadie la está golpeando… - me pregunto. A la izquierda, al otro lado de la isla, hay un tipo joven, de cabello rubio y despeinado. Lo tiene algo largo, lo que le da pinta de loco. Va vestido de negro de pies a cabeza y con un abrigo negro de cuero descolorido por algunas zonas. En la mano derecha lleva… ¿un palo?

    Mis cables se funden instantáneamente y una pequeña exclamación sale de mis labios. Creo que me ha oído porque gira la cabeza y me ve al pie de la escalera. Automáticamente muestra una sonrisa triunfal en su cara la cual “mi padre” reconoce y se gira también para mirarme.

    - ¡Sophi! ¡Sal de aquí! ¡Corre! – me grita “mi padre” con los ojos humedecidos por las lágrimas que están a punto de salir.

    - Ni se te ocurra moverte de ahí o tu madre muere – me amenaza el rubio.

    -Tranquilo – le digo con la mano libre. – Haré lo que quieras, pero deja de torturarla – le suplico.

    - Esta bien…- dice sonriéndome. - ¡Cruciatus! – grita moviendo el palo.

    Me quedo helada, no puedo creerme lo que acabo de escuchar… ¿Una de las maldiciones imperdonables de Harry Potter? – me digo mentalmente. Pero más flipada me quedo cuando puedo ver como automáticamente “ni madre” deja de retorcerse y gritar. De sus labios se escapa un suspiro de alivio. Se incorpora poco a poco ayudada por “mi padre”. Tiene que tener los músculos doloridos si realmente estaba bajo la maldición imperdonable. – Pero, ¿qué estoy diciendo? – me recrimino. –No flipes…- me golpeo mentalmente. Miro la expresión de “mi padre” al abrazarla, esta aliviado.

    - Así que esta es la niña… - dice el tipo volviéndose hacia mí. – Creí que sería una mocosa, pero… mira que tenemos aquí… ¡un bomboncito! – dice con una sonrisa perturbadora.

    - ¡No te atrevas a tocarla! – le grita mi padre derramando una lágrima retenida.

    Vuelvo a mirar al tipo que tengo enfrente y estoy petrificada. Se parece a Bartemius Crouch Jr., el mortífago de la Saga de Harry Potter, seguidor incondicional de Voldemort. – Estoy tan nerviosa que estoy flipando en colores - me digo.

    - No sé qué tendrás de especial para el Sr. Tenebroso… – me dice mirándome de arriba a abajo. - Pero en cuando acabe contigo te solicitaré para mi… - informa con una sonrisa de pervertido.

    - ¡No! – le grita “mi madre” envuelta en lágrimas.

    Sigo tan alucinada viendo la escena que solo soy capaz de decir… - ¿Barty?

    “Mis padres” se giran para mirarme con cara de asombro.

    - Vaya, vaya, vaya… pero, ¡si sabes quién soy! Va a ser que si eres especial – dice de forma pausada dando un paso lento hacia mí.

    - No te acerques a ella – le advierte “mi padre” sin soltar a “mi madre”.

    - Si, si… - dice con desdén moviendo la varita en círculos. – Ya no me servís. - ¡Avada Kedavra! – grita con un movimiento de varita.

    Una luz verde sale del extremo superior de la misma lanzando un rayo que alcanza de lleno a “mis padres”. Un fuerte grito sale de mis pulmones cuando los veo caer inertes al suelo. El corazón se me va a salir de lo rápido que me palpita. El miedo se acumula en mi interior y las lágrimas brotan de mis ojos. Miro a Barty horrorizada. Él me mira sonriendo por un trabajo bien hecho. La rabia me invade.

    Comienza a avanzar lentamente hacia mí y yo estoy estática en el mismo sitio. No me puedo mover. El miedo me ha paralizado.

    - ¡Vamos muñeca!, ahora vendrás conmigo. El Sr. Tenebroso me recompensará por esto – me dice con una sonrisa ladeada y a dos pasos de mí.

    Todo parece pasar a cámara lenta. Por instinto, levanto el móvil que tengo en la mano izquierda, y le hago una foto con flash. Se lleva las manos a los ojos y baja la cabeza ya que lo he cegado por unos instantes. Tengo que ser rápida y no darle tiempo a usar la varita. Mi rodilla vuela a sus partes nobles que lo hace encogerse y caer de rodillas al suelo. Mi puño derecho golpea su mejilla izquierda con un golpe seco, lo que hace que caiga totalmente al suelo y suelte la varita. – ¿Soy capaz de hacer eso? Ahora entiendo a “mi padre” cuando habló sobre entrenamiento… – pienso alucinada. Aprovecho su seminconsciencia para subir corriendo escaleras arriba.

    Una vez en el rellano, abro la puerta principal y salgo corriendo bajando los escalones que me separan del camino que me llevará hasta la acera. Miro hacia atrás, sé que me va a atrapar… Giro a la izquierda en la acera y choco contra algo o más bien contra alguien. Me pongo a gritar y forcejear desesperada entre sus brazos porque ya me tiene.

    - ¡Tranquila! ¡Tranquila! ¡Estás a salvo! – me dice una voz calmada de hombre sujetándome por los hombros.

    Miro frente a mí y veo una placa en su pecho. Subo la vista hasta su rostro y no es él. Giro la cabeza a la derecha y veo dos coches de policía y tres agentes más, pistola en mano. La gente, curiosa, se acumula alrededor. Seguro que los gritos y los ruidos han sorprendido a los vecinos y han avisado a las autoridades. El policía que me sostiene, da una orden con la mano, y sus compañeros pasan por detrás de mí encaminándose hacia la vivienda.

    Una sensación de alivio se apodera de mí. Las lágrimas se agolpan de nuevo en mis ojos y mi cuerpo se siente desfallecer. - Efectos secundarios del subidón de adrenalina – pienso.

    El agente me sujeta en un abrazo y me aleja de la zona, abriendo la puerta trasera de uno de los coches patrulla para que me siente. Una de las vecinas le entrega una manta al policía y él le da las gracias. Se acerca y me cubre los hombros con ella. No es que haga frío, ya que estamos aún en verano y no ha anochecido del todo, pero no dejo de temblar por los nervios.

    - ¿Estaré en shock? – me pregunto. Seguro, ya que aún sostengo el móvil, con las dos manos, como si de un tesoro se tratase. No puedo dejar de revivir una y otra vez en mi cabeza lo sucedido hace unos minutos. – ¡Están muertos! – me repito constantemente mientras mis ojos no dejan de llorar. Cada vez que lo pienso, más tiemblo. Sé que tengo que reponerme, ser fuerte, porque, por desgracia, creo que esto solo acaba de empezar.

    Diez minutos más tarde sale uno de los agentes de la casa. Se dirige al policía que me atiende, que parece el jefe, y le dice algo. Él asiente con tristeza y me mira mientras habla por la radio del uniforme. Cuando corta, lentamente, se acerca a mí y se agacha.

    - ¡Lo siento! – me dice apenado.

    Yo asiento con la cabeza en respuesta. Las lágrimas caen solas por mi rostro. No puedo hablar. Solo puedo pensar, por su expresión, que solo han encontrado el cuerpo sin vida de “mis padres” y que Barty ha escapado.

    No tardan mucho en llegar dos ambulancias y más coches patrulla. Una de las paramédicas me revisa para ver como estoy, si estoy herida. Físicamente no tengo nada, pero emocionalmente… es otra cosa. Ella lo sabe igual que yo y supongo que lo comenta con los agentes.

    A pasado una hora y media aproximadamente y ya el forense ha levantado los cuerpos. Las ambulancias se los han llevado. - ¡Esto es muy fuerte! – pienso mientras me siguen cayendo las lágrimas. No los conocía, pero esto me traumatiza. El agente jefe vuelve a acercarse a mí.

    - Hemos buscado información sobre tu familia. Por desgracia, ahora estas sola, y al ser menor de edad necesitas un tutor legal. No tienes ni tíos ni abuelos directos – me dice para que le confirme, cosa que hago con un gesto de la cabeza.

    No sé si es verdad, pero si él me lo dice, yo le creo. Además, ahora que lo pienso, en las fotos no hay abuelos, ni tíos, ni primos… solo ellos y yo.

    - Hemos encontrado una tía tercera de tu madre. La hemos llamado y explicado la situación. Nos ha dicho que se hará cargo de ti, así que viene en camino. – me informa.

    Yo asiento automáticamente. No sé quién será. No hay fotos. Solo me queda esperar y rezar para que no sea una “bruja”.

    - Tendrías que subir a tu habitación y hacer la maleta. Luego te llegaré a comisaría y ella te recogerá allí. A partir de ahora vivirás con ella. – me comenta con una sonrisita. – ¿Vamos? – pregunta.

    Lo miro asustada. No quiero entrar de nuevo. ¿Y si está escondido esperándome?

    - Tranquila, yo iré contigo – me dice como si me leyera la mente y tendiéndome la mano.

    - ¡Dios, que majo! – pienso. Asiento y le sujeto la mano para salir del vehículo. Meto mi móvil en el bolsillo trasero mientras camino.

    Me acompaña todo el camino hasta la vivienda. Me abre la puerta y me hace pasar. Miro las escaleras que van a la cocina y me estremezco. Él lo nota y me sujeta los hombros para darme apoyo. Lo miro y le sonrío. Comienzo a subir las escaleras y me sigue. Entro en mi dormitorio dejando la puerta abierta. Como buen policía, entra e inspecciona la estancia. Después se acerca a la puerta y se queda allí, alerta. Me da mucha tranquilidad, aunque, en realidad, es una tranquilidad falsa, ya que Barty puede aparecer en un plis, matarlo y llevarme. Pensar eso me aterra.

    Abro el armario y miro dentro. En la repisa superior hay una gran maleta amarilla con ruedas. También un neceser a juego con la maleta. Los saco y me dispongo a rellenarlos. Cuando ya lo tengo todo, me dirijo al escritorio para coger el portátil y la Tablet del cajón. Hecho también los tres cargadores. Decido llevarme el álbum de fotos y lo meto todo en la maleta. Me voy de nuevo al armario y saco la mochilita celeste del pompón peludo, comprobando que la cartera de Betty Boop con la documentación este en él. Guardo mi móvil también.

    Coloco el neceser sobre la maleta y me pongo la mochila. Estoy lista para irme, aunque un escalofrío me recorre el cuerpo. El poli se hace a un lado y me deja pasar, pero cuando llego a la escalera me coge la maleta para bajarla. – Es un encanto… - pienso.

    Salimos de la casa y miro hacia atrás. Solo he estado aquí un día, pero me gustaba. El agente me acompaña al coche patrulla y me hace entrar en el asiento trasero. Coloca mi equipaje en el maletero. Se sienta en el lugar del conductor y su compañero en el de copiloto. Enciende el motor y arranca. Veo como salimos de la calle mientras los vecinos miran curiosos la escena.

    Cuando llegamos a la comisaría, me acompaña hasta una sala. Hay una mesa y dos sillas, una a cada lado. Un enorme cristal se extiende en la pared. Me indica que me siente en una de ellas mientras él deja la maleta en un rincón.

    - Ahora vengo – me comenta mientras sale.

    Miro a mi alrededor y me doy un golpe mental. – ¡Estoy en una sala de interrogatorio! – me digo. ¿Soy sospechosa? Lo que me faltaba…

    Unos minutos más tarde entra en la sala con una carpeta con documentos y se sienta frente a mí.

    - ¡Tranquila!... – comienza - Ahora te voy a hacer unas preguntas ya que eres una testigo presencial.

    Yo solo lo miro. ¿Qué quiere que le diga? No sé qué decirle.

    - ¿Viste al tipo que… atacó a tus padres? – me pregunta. Yo asiento tímida.

    - ¿Lo conocías? – niego con la cabeza. ¿Qué le voy a decir? ¿Qué el tipo es de una peli?

    - ¿Puedes describírmelo? – titubeo con la cabeza.

    - Rubio, alto, de negro… - le contesto describiéndolo sin detalles.

    - ¿Alguna marca a destacar? ¿Algún tatuaje? – pregunta.

    - La Marca Tenebrosa – pienso. Niego con la cabeza.

    - ¿Sabes cómo lo hizo? No hay señales en sus cuerpos, solo un golpe en la frente de tu padre… suponemos que por un forcejeo – me informa. Una lágrima resbala de uno de mis ojos y lo seco con el reverso de la mano.

    - Con un hechizo – pienso. Niego de nuevo. Él suspira frustrado.

    - Tranquila, no pasa nada – me consuela. Se levanta con la carpeta en la mano. – Ahora vuelvo. – dice al salir.

    Me vuelve a dejar sola. Miro la habitación…, esto me agobia. Ahora entiendo la presión de los detenidos en este lugar.

    Abro la mochila y saco el móvil. Voy a mirar si ya la prensa se ha hecho eco de la noticia. Así podré saber que piensan sobre lo que pasó. Desbloqueo el móvil y la imagen de Barty aparece de golpe.

    - ¡Dios! ¡Qué susto! – grito bajito. – ¡No recordaba que le había hecho una foto! – pienso.

    - Y… ¿si le enseño la foto a la poli? Igual lo pillan – me digo. - ¿Y de qué va a servir? Se escaparía, es mago… Si escapó de Azkaban como no va a escapar de una prisión normal. Y encima mataría a muchos a su paso – me replico mentalmente. – Pero, ¿Te estas oyendo? ¿Estas desvariando? Lo que dices es de una peli, no existe – pienso. – Definitivamente me estoy volviendo loca – sentencio.

    Cierro la galería de fotos y despliego Google. Voy a buscar en la Wikipedia todo lo que pueda acerca de Harry Potter, que seguro será mucho. No sé de qué me va a servir, pero tengo que saber que está pasando.

    Mi sorpresa es monumental y mi cara un poema. ¡No hay nada! ¡No existe! ¡No hay libro de J. K. Rowling! ¡ni películas! Siento que me va a dar un infarto… ¡No puede ser!

    Intento tranquilizarme un poco. ¡Esto no tiene ningún sentido! Vuelvo a comprobarlo. ¡Nada! La adrenalina comienza a subir de nuevo. Estoy muy asustada.

    Hecho un vistazo a las noticias. Ya aparece información del asesinato de mis padres en varias plataformas digitales, seguro que también en algunos noticieros de la tele.

    Noticias

    Titular: Dos muertos en un intento de robo en Notting Hill.

    - ¿Intento de robo? Yo diría mejor intento de secuestro, pero claro, eso nadie lo sabe. Solo yo – pienso frustrada. Decido no mirar más ya que van muy desencaminados.

    Bloqueo el móvil y lo vuelvo a guardar en la mochila. Me concentro cerrando los ojos para reducir el miedo que siento y poder pensar con claridad.

    - A ver… que tengo hasta ahora – me digo mentalmente. - Estoy en Londres y un tipo de una película, que conozco bien, se ha cargado a mis “padres” y, esa película, en realidad, no existe. ¡Genial! ¡Para volverse loca! ¡No entiendo nada!

    Miro el reloj y ya han pasado tres cuartos de hora desde que llegué a comisaría. Llevo sola unos quince minutos y me subo ya por las paredes de los nervios. Creo que se han olvidado de mí. Tal vez debería irme lejos… desaparecer… ¡no se!

    De repente se abre la puerta y veo entrar al poli.

    - Tu tía ya está aquí. – me informa y se aparta para dejar pasar a la mujer.
     
    Última edición: 20 Marzo 2022
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    Andromeda

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    Caminando a paso lento y elegante, entra una señora de unos setenta años, con el pelo canoso recogido en un moño. Su cara presenta las arrugas de alguien de su edad endulzadas con unos bonitos ojos azules. Lleva un vestido verde y negro de manga tres cuartos por debajo de las rodillas y unos zapatos negros con un poco de tacón.

    Al verla, mi cara de estupefacción es notoria. Me levanto de la silla tan rápido que esta cae hacia atrás. Me giro a mirar la silla y de nuevo me giro a mirarla a ella. Me quedo de pie, congelada. Creo que hasta se me ha abierto la boca. - ¡No puede ser! – me digo, de nuevo, mentalmente. Ella me mira de arriba abajo y su cara es un poema… creo que mis shorts la han asustado.

    - Tranquila, Sophia, te presento a tu tía – me dice el poli. - La Sra. Minerva McGonagall.

    - ¡No me jodas! – pienso a gritos. ¡Estoy dentro de la peli!

    - Cierra la boca señorita – me regaña “mi tía” – ¡Esos no son modales! –

    Cierro la boca de golpe, pero sigo con cara de flipada. – Pues sí, al parecer mi tía sí que es una bruja…

    No me lo puedo creer… ¿Esto es de verdad? ¿He entrado en el mundo de Harry Potter? Debe ser una broma, ¿Dónde está la cámara oculta? No, espera, debe ser verdad, ahora todo empieza a tener sentido, o eso creo… Me muero de emoción, lo juro, me voy a morir de emoción - pienso histéricamente. Las ideas me van y vienen de forma demencial.

    - El agente me ha comentado lo sucedido – me dice acercándose. – Lo siento, mi niña… - me abraza tiernamente y yo le devuelvo el abrazo emocionada…, ¡muy emocionada! Tengo lágrimas en los ojos y no sé si son de tristeza o alegría… tal vez ambas. Acaba el abrazo y la miro a los ojos… sigo flipando en colores. No me lo puedo creer. – Vamos, tenemos un largo camino – me comenta.

    Asiento separándome de ella y me agacho para recoger la silla y la mochila que se cayeron con la impresión. Me la pongo en la espalda y voy por mi maleta que está en el rincón. Me acerco a la puerta donde mi tía está esperándome para salir y cruzándola, pasamos delante del poli.

    - ¡Muchas gracias por todo! – le agradezco al agente con una sonrisa.

    - ¡Solo hago mi trabajo! – me sonríe – Y tranquila, encontraremos a ese tipo – me promete.

    Yo asiento y camino unos pasos alejándome.

    - ¡Muchas gracias, agente! – le agradece mi tía dándole la mano. – No se preocupe, estará bien cuidada – le asegura.

    - Lo sé – sentencia. – La iré informando del caso según se vaya desarrollando – le explica.

    - Gracias. – le agradece – Con respecto a sus cuerpos… ¿me avisará cuando podamos llevárnoslos para el funeral? – le pregunta afligida.

    - Por supuesto, no se preocupe – le confirma el jefe de policía.

    - Buenas noches – se despide mi tía con una leve sonrisa.

    - Buenas noches – se despide de nosotras.

    Salimos de la comisaría, ella delante con paso firme, y yo siguiendo sus pasos y tirando de mi maleta. Nos acercamos a un Rolls Royce clásico negro y el conductor abre la puerta trasera para que mi tía entre. Estas puertas se abren del revés, que gracia… Cuando llego hasta la puerta veo que el que la sujeta es el Sr. Filch, el conserje de Hogwarts. ¡Flipo! Me mira con cara de asco. ¡Lo normal en él, vaya!

    Subo al coche y me siento junto a mi tía. Me quito la mochila y la pongo a mi lado, junto a la ventana. Filch pone mi maleta en el porta-equipajes del vehículo y se sube en el lado del conductor. Puedo verlo a través del cristal cerrado que separa la parte delantera de la parte trasera del vehículo. Arranca el motor e inicia el trayecto. Cruzamos la ciudad y salimos a la autopista. Después de unos kilómetros se desvía y entra en una carretera nacional la cual se adentra en un bosque. Voy mirando por la ventanilla, pero no consigo ver nada por la oscuridad que nos rodea. Solo las luces de los focos delanteros nos permiten ver por dónde vamos. De repente las luces se apagan y la oscuridad nos traga. Me asusto cuando se enciende una pequeña luz ambiental dentro del habitáculo. Una sensación de vértigo se forma en mi estómago al notar como el coche se eleva del suelo. Me pego al respaldo del asiento y mis dedos se aferran a la tapicería.

    - Tranquila, mi niña, el vuelo es seguro – me susurra tomando mi mano de la tapicería y acariciándomela. – Te lo explicare todo, no temas – me mira con una sonrisa.

    - No hace falta, sé que eres bruja – le respondo mirándola con una sonrisa también. Su cara de sorpresa es muy visible.

    Mi cuerpo se relaja al acostumbrarse al movimiento del coche en el aire. Miro hacia delante y veo que el cristal sigue cerrado. La miro de nuevo.

    - La policía no encontrará al asesino de mis padres – le digo.

    - ¿Cómo lo sabes? – pregunta.

    - Porque se quien fue – le respondo. Ella me mira con cara de duda. - Bartemius Crouch Jr. -

    - Imposible, está muerto – sentencia.

    - No, no lo está. Se escapó de Azkaban – le comunico.

    - ¿Cómo lo sabes? – pregunta seria. – Tus padres no son magos, no sabían nada de este mundo –

    - No creo que ellos supieran nada… ¡Es difícil de explicar! Solo puedo decirte que sé cosas– le digo seria.

    Ella se queda pensativa mirando hacia delante, aún me sostiene la mano.

    - ¿Por qué los mataría? ¿Qué buscaba? – se pregunta en voz alta.

    - A mí – le aclaro. Ella me mira con cara de sorpresa y preocupación – Torturó a mi madre con un Cruciatus y luego los mató con un Avada Kedavra – su cara ahora es de estupefacción. – No sé qué quiere Voldemort de mí, pero creo que lo volverá a intentar. –

    Comienzo a temblar solo de pensarlo y ella, al notarlo, me abraza.

    - Tranquila, mi niña, te protegeremos – me consuela. – El Sr. Tenebroso está muerto – me replica.

    - No del todo. Volverá, lo sé – le aseguro separándome de su abrazo.

    - Vale, tranquila. Lo solucionaremos… Déjame a mí encargarme de todo – me dice abrazándome de nuevo. Asiento junto a su hombro.

    Nos soltamos e incorporamos mirando hacia adelante, pero ella me sujeta la mano. Eso me tranquiliza y me indica que esta mujer es un encanto y que puedo confiar en ella.

    - Sophi, despierta… - oigo una voz de mujer. No recuerdo cuando me quedé dormida, pero abro los ojos lentamente para descubrir que sigo en el interior del vehículo y que tengo la cabeza apoyada en su hombro – Ya hemos llegado – me informa. Yo asiento.

    La puerta de su lado se abre y sale ayudada por el Sr. Filch. Yo agarro mi mochila y salgo tras ella como un perrito faldero siguiéndola tres pasos por detrás. Mientras camina, hace un movimiento con la mano alzada sobre ella. Veo que sujeta una varita y su ropa cambia. Su vestido se hace largo hasta el suelo y se va formando un sombrero de punta sobre su cabeza. - ¡Flipo! – me digo alucinada.

    Nos dirigimos hacia una casa iluminada por la luz del porche. En la puerta hay dos personas.

    - ¡Buenas noches! – dice el hombre.

    - ¡Bienvenidas! – dice la mujer.

    Al acercarme y colocarme al lado de mi tía los puedo ver bien. – ¡No puede ser! ¡Son Molly y Arthur Weasley! – grito internamente. Miro hacia arriba y veo la casa en la penumbra. - ¡Estoy en La Madriguera! – vuelvo a gritar mentalmente. – Creo que voy a desmayarme… -

    - ¡Buenas noches! – dice mi tía. – Lamentamos llegar tan tarde… – se disculpa.

    - No te preocupes Minerva, os estábamos esperando – comenta el Sr. Weasley.

    - Ella es mi sobrina Sophia Queen – les dice sujetando mi espalda con la palma de la mano.

    - ¡Encantada, querida! – Me saluda la Sra. Weasley con una sonrisa y mirándome de arriba a abajo. Creo que mis shorts no son del agrado de ningún adulto por la cara de asombro que ha puesto.

    - Ellos son Molly y Arthur Weasley – me indica. - ¡Como si no lo supiera! – pienso algo nerviosa.

    - ¡Hola! – les saludo tímida.

    - Lamentamos tu perdida – me da el pésame el Sr. Weasley.

    – Un terrible accidente - asiente con la cabeza la Sra. Weasley.

    - Gracias – respondo bajando la cabeza triste tras el recordatorio. - ¿Un accidente? Será lo que les ha contado mi tía… – pienso.

    - Te quedarás con ellos hasta que comience el curso escolar en unos días. Mientras yo prepararé todo para tu llegada a Hogwarts, el colegio donde soy profesora. – me informa mi tía. – ¡Tranquila, estarás bien! –

    Estoy muy nerviosa y las palabras no me salen de la garganta, solo puedo asentir.

    - ¿Albus ha hablado con el Ministerio? – le pregunta nerviosa al Sr. Weasley.

    - Sí, ya están informados – le responde.

    - Bien – dice más tranquila. Me mira y sonríe. Se gira para ponerse frente a mí y, de pronto, acerca su varita a mi frente. Instintivamente retrocedo un paso atrás.

    - ¡Tranquila! ¡No pasa nada! – me asegura. – Voy a desbloquear tu mente. Hay algunas cosas del mundo mágico que están ocultas a los ojos de los “no magos”. De esta forma lo verás todo como nosotros – me confirma. Asiento con temor y ella vuele a acercar su varita.

    - ¡Specialis Revelio! – pronuncia tocando el centro de mi frente con la punta. - ¡Ya está! – me dice con una leve sonrisa. Yo me quedo igual. Miro a los Weasley y ellos me sonríen. No he sentido nada. ¿Habrá funcionado? ¡Vete a saber!

    - Bueno, mi niña, es tarde y he de irme. – me dice como despedida y me abraza.

    - Vale, buenas noches… – le respondo devolviéndole el abrazo.

    - ¡Buenas noches! y ¡Gracias!… - les dice a los Weasley con una sonrisa.

    – ¡Buenas noches! – contestan ellos al unísono.

    La veo marchar y algo en mí se tensa. Los nervios se apoderan de mi cuerpo cuando siento las manos de la Sra. Weasley apoyarse en mis hombros.

    - ¡Vamos querida! – me dice mientras me gira y me hace caminar hacia la casa. – Debes tener frio con esa…ropa – dice mirando mis piernas.

    El Sr. Weasley nos sigue en silencio con mi equipaje. Se lo ha entregado el Sr. Filch de mala gana, ¡Vamos! para variar…

    En la entrada puedo ver un letrero destartalado que dice: La Madriguera. - ¡Guay! – pienso. Cuando entro por la puerta veo un gran salón muy sobrecargado con sillones y estanterías colmadas de libros. Hay un reloj, donde las agujas tienen las fotos de los componentes de la familia. A un lado hay una mecedora en movimiento, con unas agujas de punto que no paran de tejer algo. ¡Ahora entiendo al pobre Ron! – pienso.

    - Dormirás en la habitación con Ginny, mi hija pequeña. Es un año menor que tú. – me informa la Sra. Weasley. – Te he preparado una cama allí -

    - Yo subiré tu equipaje – me dice el Sr. Weasley quitándome de la mano la mochila y subiendo todo por las escaleras de madera en forma de caracol. Yo asiento mecánicamente.

    - ¿Podría ducharme? – Le pregunto a la Sra. Weasley. – Lo necesito. -

    - ¿Ducharte? – me pregunta inclinando la cabeza.

    - Bañarme – me corrijo.

    - ¡Por supuesto querida! – me responde – Ahora todos duermen, tienes el baño para ti sola. – sonríe.

    Comienza a subir las escaleras y yo la sigo. Cuando llegamos al primer tramo de escaleras se para.

    - Esta es la habitación de Ginny – me confirma. Yo asiento de nuevo. – ¡Sígueme! –

    Subimos dos tramos más de escaleras y abre la puerta de la derecha para entrar en el baño. Yo la sigo. Se acerca a la bañera y, varita en mano, pronuncia algo que no alcanzo a escuchar. De pronto la bañera se empieza a llenar rápidamente de agua con espuma. Huele a jazmín. - ¡Me gusta! – pienso.

    - Ya está preparado. Aquí tienes una toalla limpia. Cierra la puerta con el cerrojo cuando salga. Cuando termines solo tienes que quitar el tapón de la bañera y bajar hasta el cuarto. – me enumera las instrucciones.

    Yo asiento. – Gracias – le digo.

    Ella sonríe – De nada querida. ¡Buenas noches! – y sale del baño.

    Pongo el pestillo como me indicó y me dispongo a bañarme. - ¡Ummm! – suspiro al entrar en el agua caliente. - ¡Lo necesitaba! – pienso.

    Una vez termino, salgo del agua y me seco con la toalla. Me la pongo alrededor del cuerpo y me cubre desde encima de mis pechos hasta tres dedos por encima de las rodillas. Lo justo ¡Vamos!... Tiro del tapón y el agua va desapareciendo rápidamente. Saco el exceso de agua de mi cabello y lo peino con los dedos. Los rizos están mojados y tendré que acostarme así. - A ver qué puedo hacer mañana con ellos – pienso mirándome en el espejo. Recojo la ropa sucia y las converse con una mano y abro el pestillo y la puerta con la otra.

    Salgo rápido y choco con alguien. Levanto la vista lentamente y me topo con unos ojos azules tras unas gafas redondas. - ¡Me quiero morir! ¡Es Harry Potter! – pienso, histérica. Quiero gritar y saltar de la emoción, pero no me puedo mover. Veo como él baja despacio su mirada, observandome. Inconscientemente me miro y veo lo mismo que él… ¡estoy medio desnuda! ¡envuelta en una toalla rosa que tapa lo justo! – pienso, histérica. Lo miro de nuevo con los ojos muy abiertos y distingo un rubor en sus mejillas. Creo que yo estoy peor que él ya que siento la cara arder. Sin pensarlo dos veces salgo disparada escaleras abajo.

    Al llegar a la habitación de Ginny abro la puerta sin hacer ruido y entro. Cierro la puerta tras de mí y me apoyo en ella aliviada. Tengo el corazón acelerado y me tiemblan las piernas. Cierro los ojos para tranquilizarme. Al abrirlos veo a la pequeña pelirroja frente a mí, en su cama, dormida. La habitación es pequeña, pero con capacidad para tres camas. Hay un escritorio junto a la ventana por la que entra algo de luz y las paredes están llenas de poster. En la cama más cercana a la puerta, está mi mochila y la maleta a su lado, en el suelo. - Debe ser mi cama – pienso.

    Me despego de la puerta y camino hacia ella. Dejo la ropa sucia en el suelo, a un lado de la maleta, y abro ésta en el suelo para sacar un pijama. Me decido por uno azul con pantalón pirata y camiseta de manga corta. Me visto, extiendo la toalla sobre la maleta cerrada para que se seque y me meto entre las sábanas. El colchón es cómodo, blandito…, como si de plumas se tratase. Igual paso calor, ya que la cama tiene manta y colcha, pero de momento me siento bien tapadita. Lo único que tengo ardiendo aún es la cara…

    ¡Por Dios! ¡Qué vergüenza he pasado! ¡No quiero ni pensarlo! ¡Tierra trágame! ¡Qué mala impresión le abre dado a primera vista! ¡Mierda, no voy a poder mirarlo a la cara! Mejor pienso en otra cosa… Sí, mejor…, necesito olvidar el mal trago. ¡Vale, ya!...

    El día de hoy ha sido de locos… Tanto estrés no puede ser bueno… El cansancio se va apoderando de mí y poco a poco voy cayendo en los brazos de Morfeo.
     
    Última edición: 20 Marzo 2022
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  5. Threadmarks: Capítulo 5: Un paseo por el Bosque
     
    Andromeda

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    - ¡Despierta! – me susurra una vocecita mientras me da golpecitos en el hombro. Lentamente voy abriendo los ojos y percibo a una pelirroja sentada a mi lado que me sonríe.

    - ¿Eres la muggle? – me pregunta. – Oí decir a mamá que vendrías – me dice sin darme tiempo a responder.

    - Ginny - la nombro mientras me incorporo sobre la cama. Ella me mira con cara de sorpresa. - Tú madre te nombró anoche - le digo tocándome los ojos con los puños para desperezarme. - Soy Sophia Queen -

    - Bienvenida Sophi – me saluda. - ¡Vamos, levanta! ¡Nos están esperando para desayunar! – me dice incorporándose de la cama. Observo que ella ya está vestida con unos pantalones de pana beige y una camiseta verde de manga larga.

    Miro mi reloj de pulsera y son las siete y media. – ¡Vaya… sí que madrugan aquí! – pienso. Me levanto, doblo la toalla que ya está seca, y la pongo sobre los pies de la cama. Abro la maleta y saco algo para vestirme. Hoy toca tejanos rotos y una camiseta larga, de manga también larga, con rayas horizontales azules y blancas. El bolsillo del pecho y los puños de las mangas es azul tejano. La ropa interior, esta vez celeste, y las converse que no falten. Si hace fresco subiré por la cazadora tejana.

    Me arreglo el pelo con los dedos y me pongo un poco de gomina. - Como tengo el pelo rizado no se notará si no me peino – pienso. Una vez termino de vestirme, saco el móvil de la mochila y lo pongo en mi bolsillo trasero. De la maleta cojo el cargador. Miro por la habitación, pero no veo donde conectarlo. La pelirroja sigue en lo suyo buscando algo por todo el cuarto.

    - ¿Tenéis toma de corriente? – le digo enseñándole el enchufe de mi mano.

    - ¡Vaya! – me dice Ginny al girarse - ¡Qué bien te queda esa ropa! ¡Aunque esté rota! – dice mirando mis tejanos.

    - ¡Es la moda! ¡Se llevan así! – le contesto. Ella asiente con cara de ¿de verdad? Intento llamar su atención moviendo el cable delante de ella.

    -Sí, sí… - dice mirándolo – En el salón, junto a la chimenea…, allí hay uno. No lo utilizamos mucho – comenta encogiéndose de hombros.

    Asiento y guardo el cable en mi bolsillo delantero. Me inclino para hacer la cama, pero Ginny, mirándome con los ojos como platos, me para.

    - ¿Quieres que mi madre me mate? Ella se encarga. Eres una invitada y se enfadaría conmigo por dejarte hacerlo – me comenta en un susurro. Se gira hacia la puerta, la abre y sale. Me quedo quieta indecisa. - ¡Vamos! – me ordena asomando la cabeza por la puerta. La sigo automáticamente y subimos al baño entrando por turnos. Después bajamos las escaleras de caracol hasta el salón.

    Sigo a Ginny hasta una gran cocina. En el centro, destaca una mesa alargada rodeada de muchas sillas. Puedo ver, en la pared de enfrente, un fregadero con una sartén lavándose sola. ¡Genial! – pienso sonriendo. Tras la mesa, cerca del fregadero, un corro de cabezas pelirrojas rodea al moreno. Cuchichean como marujas y se ríen. De pronto, siento la palma de la mano de la Sra. Weasley en mi espalda que me empuja para acercarme a la mesa.

    - Buenos días, querida - me saluda.

    - Buenos días – contesto. Los chicos se separan rápidamente y se ponen, cada uno, delante de una silla.

    - Te voy a presentar a los chicos – me dice la Sra. Weasley. – Esos son los gemelos: George y Fred – los señala con la mano mientras pronuncia sus nombres. Yo los miro según me va diciendo y los saludo con la cabeza.

    - ¡Mamá, qué vergüenza! ¡no sabes reconocer a tus hijos! ¡Yo soy George! - dice el segundo.

    - Perdona George – le responde apenada.

    - ¡Es broma, soy Fred! – se burla. Ella le tira el paño de cocina a la cara como respuesta. Todos reímos.

    - Él es mi pequeño Ronald – me dice señalándolo y él pone mala cara, creo que lo de “pequeño” no le ha gustado. – Y él es Harry Potter – termina indicando al moreno.

    Miro sus ojos azules y me viene a la mente la escenita de anoche. Veo como se ruborizan sus mejillas… - ¡Dios! ¡Él también lo está recordando! – pienso, nerviosa. Retiro la mirada y giro la cabeza hacia Ginny para disimular.

    - ¡Mirad a quien me he encontrado fuera! – dice el Sr. Weasley entrando por la puerta que hay en la cocina. Tras él aparece Hermione.

    - ¡Bienvenida, querida! – la saluda la Sra. Weasley mientras ella sonríe como respuesta. - Y ella es Hermione Granger. – finaliza la presentación la Sra. Weasley. Ginny sale corriendo a abrazarla. - ¡Qué bonito! ¡Qué bien se llevan las cuñadas! – pienso sonriendo de lado – Ella es Sophia Queen. – les dice a todos.

    Los chicos se miran entre ellos con sonrisitas cómplices. Hermione se acerca y me extiende la mano. Yo se la acepto con una sonrisa.

    - ¡Encantada! – me dice.

    - ¡Igualmente! – le contesto. ¡Encantada… yo! – pienso.

    ¡Vamos! ¡Sentaros a desayunar! – nos ordena la Sra. Weasley.

    Cada uno se dispone a sentarse en una silla. ¡Genial! Tengo a Harry justo en frente, entre Fred y Ron. A mí me han sentado entre Hermione y Ginny, será para que no me siente desplazada… La Sra. Weasley está frente a George y junto a Ginny y el Sr. Weasley presidiendo la mesa entre Hermione y Ron. Las miradas que me lanzan los chicos me están poniendo nerviosa.

    Me han servido un vaso de zumo y una tostada de mantequilla con mermelada. Me dispongo a beber del vaso. Sabe raro… como a… ¿calabaza? Ya te digo yo que esto no está bueno, ¡para nada! ¿Qué no conocen las naranjas? Bebo un poco, ya que la Sra. Weasley me está mirando y no quiero hacerle el feo. Veo como Fred se inclina sobre Harry y escucho que le dice bajito al oído: - ¡Tienes mucha suerte Harry, pero que mucha suerte! – Esas palabras junto con unas risitas colectivas de los tres pelirrojos me hacen atragantarme. - ¡Me cago en las hormonas de la pubertad masculina! – pienso mientras intento respirar con normalidad. - Seguro que les ha contado lo de anoche. ¡Tierra trágame! Pero hazlo ¡ya!

    La Sra. Weasley se levanta para ver que me pasa, pero la tranquilizo con la mano para que no se acerque. Ginny y Hermione ponen una mano sobre mi espalda para calmar mi tos.

    - ¡Estoy bien! ¡Estoy bien! – repito moviendo la mano. – Se me ha ido por otro conducto. Solo es eso. –

    Volvemos a comer en un silencio incómodo.

    - Papá – lo nombra Ginny. – Sophi me ha preguntado por los dos agujeros de la pared, esos de conectar cosas eléctricas, los que están al lado de la chimenea -

    - ¡Ah, sí! – me confirma el Sr. Weasley. - ¿Te puedo preguntar para qué lo necesitas? – me pregunta mirándome curioso.

    - Sí, claro – le digo – Para cargar el móvil –

    - Bien. – afirma. Se para con el tenedor cerca de la boca - ¿Qué es un móvil? – me pregunta serio con los ojos expectantes.

    - Un teléfono – le digo sacando el aparato de mi bolsillo y mostrándoselo.

    - Sé que es un teléfono, pero, eso no se parece en nada… - me informa. – Yo trabajo en el Ministerio de Magia, departamento contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggle, y eso, pequeña, ni tiene la forma, ni el tamaño, ni el cable que lo une a la pared.

    - Correcto – le digo – Lo que usted describe es un teléfono de hace veinte años. Los teléfonos de hoy en día no tienen cables y, si son teléfonos móviles, son pequeños y planos como este – le explico.

    - ¡Oh, querida! ¡qué bien nos vendría alguien como tú en el Departamento! – me dice sonriendo.

    - Pregunte lo que quiera, soy un libro abierto – le respondo con otra sonrisa.

    - ¡Lo haré! ¡Lo haré! – me dice. - Nosotros, los magos, vamos evolucionando con los años al igual que los muggles, pero hay muchísimas cosas que ellos han desarrollado y que nosotros no usamos porque, o bien no los necesitamos, o son peligrosos para nuestra supervivencia. Muchos magos son reacios a las nuevas tecnologías y a las nuevas modas y piensan que con la magia y las antiguas costumbres vivimos bien. Por eso hay leyes para mantenerlas prohibidas. El Ministerio se encarga de ello. – me explica. – Ese es mi trabajo en el departamento. Me dedico a averiguar que son y para qué sirven. Luego ellos deciden si usarlo o no. A mí me apasiona el mundo muggle, pero, por desgracia, no todos piensan igual. Ahora que has llegado, algunas cosas cambiarán para facilitar tu estancia entre nosotros, por orden del Ministerio, y otras seguirán como hasta ahora. – concluye.

    Yo asiento. Entiendo la postura de los mandamases del Ministerio… - En realidad, tienen miedo a la evolución y con el miedo, quieren controlar a la población mágica. – pienso.

    – Por cierto, ya tengo todo preparado para la excursión de mañana. – informa cambiando de tema y mirándolos a todos contento.

    - ¡Genial! - Contestan los gemelos mirándose el uno al otro. Ron y Harry también se miran emocionados y pasan su mirada a las chicas que también están sonriendo entre ellas.

    - ¿Y a dónde vamos? – pregunta Ron a su padre.

    - Si os lo digo no será una sorpresa – sentencia el Sr. Weasley. – Sólo puedo deciros que iremos con Amos Diggory y su hijo Cedric – los informa.

    - ¡Madre mía! Ya sé en qué punto de la historia estoy… Me lo imaginaba por la edad, pero esto lo confirma – pienso mirando mi plato.

    - Tú también vendrás, Sophia – me informa sonriente el Sr. Weasley.

    - ¡No, no, no, no…! – le exclamo mirándolo y negando también con la cabeza. – Me niego a morir en el ataque de los mortífagos – pienso, nerviosa. – No es necesario. Me quedaré con la Sra. Weasley – le digo intentando disimular el miedo.

    - ¡De eso ni hablar! – afirma la Sra. Weasley. - ¡Te irás con ellos y lo disfrutaras! – me ordena. Miro al Sr. Weasley y me sonríe contento.

    - ¡Mierda! – pienso - ¡No tengo escapatoria! -

    - ¡No te preocupes, lo pasaremos genial! ¡Ya verás! – Me dicen Hermione y Ginny sujetándome una mano cada una. - ¡Voy a morir! – pienso lloriqueando mientras disimulo la cara de aterrada que tengo.

    Hemos terminado el desayuno y todos se levantan y comienzan a desaparecer. No presto mucha atención de donde van, solo puedo pensar que mañana tal vez sea mi último día… Me levanto y empiezo a recoger la mesa. Dejo algunos platos y vasos en el fregadero y Hermione hace igual. La Sra. Weasley nos saca de la cocina así que voy como una zombi en busca de la toma de corriente junto a la chimenea. Una vez localizado lo conecto al móvil y veo que funciona, se está cargando.

    Veo que tanto Hermione como Ginny están también en el salón conmigo. Se sientan en uno de los sofás una con un libro y la otra con una revista. ¿Qué tipo de libros leerán? ¿de magia? ¿novelas? ¿Y las revistas de que serán? ¿de Moda? ¿Utensilios mágicos? Miro el lomo del libro que tiene Hermione y salgo de dudas… “Libro de Hechizos”. – ¡Cómo no, siempre estudiando! – pienso sonriendo. Miro la revista de Ginny y puedo ver en su portada “Corazón de bruja” – ¡Anda, será como Cosmopolitan, pero para brujas! – me rio por mi comentario interno. Me siento al lado de la pelirroja y ojeo la revista con ella en cuanto me la acerca. Flipo con las fotos que se mueven como GIF.

    Habrá pasado una hora cuando la Sra. Weasley llama a Ginny para que la ayude en algo. Yo me ofrezco a ayudar en lo que sea, empiezo a aburrirme y estoy algo agobiada. Se niega rotundamente. – Ahora entiendo a Ginny cuando me dijo que no hiciera la cama, que su madre se enfadaría – pienso levantando las cejas. Esta mujer usa la magia prácticamente para todos los quehaceres de la casa. - ¡Que guay! - Me acerco al móvil y veo que ya está cargado a tope. Lo desenchufo y lo meto en mi bolsillo trasero. Hago el amago de volver al sofá para sentarme de nuevo, pero lo pienso mejor.

    - Hermione, ¿vienes a pasear un rato? – le pregunto con esperanzas de salir fuera.

    - Tal vez más tarde, quiero acabar este capítulo. Necesito ir preparada para el próximo curso. – me responde.

    - A ti no te hace falta, eres una chica de matrícula – le resoplo.

    - ¿Cómo lo sabes? – me pregunta con la mirada entrecerrada.

    - Se te nota… A nadie se le ocurriría estudiar en verano el temario del siguiente curso… - le respondo rápidamente para disimular. – Ella asiente y sigue leyendo con una sonrisita. Así, que la dejo tranquila y me acerco a la Sra. Weasley que esta con Ginny.

    - Sra. Weasley, puedo salir a pasear? – le pregunto.

    - Por supuesto, querida, pero ten cuidado – me contesta amablemente. Así que contenta subo a la habitación de la pelirroja. Cuando entro, veo que las camas ya están hechas y mi ropa sucia, limpia y doblada sobre la cama. La guardo en la maleta y saco la cazadora tejana. Miro si tengo unos auriculares en la mochila. Los encuentro y bajo para salir de La Madriguera.

    Una vez fuera, me pongo la chaqueta ya que el ambiente es algo húmedo y da la sensación de frio. Delante de mí, hay una especie de lago. Creo que es la razón de la humedad… Miro a mi derecha y ahí está el camino por el que llegué con mi tía Minerva anoche. ¡Jo, qué bien me sienta decir que la profesora McGonagall es mi tía!... Miro hacia la izquierda y el mismo camino se extiende hacia el bosque. Comienzo a caminar hacia él mientras me coloco los auriculares y los conecto al móvil. Selecciono la música que me gusta y vuelvo a poner el móvil en el bolsillo.

    Una vez entro en el bosque, los altos pinos y los enormes cipreses me rodean. Se percibe el olor a tierra húmeda. Me paro y cierro los ojos para percibir el aire limpio en mis pulmones. Sigo caminando lentamente…, no tengo prisa. Voy mirando los árboles donde se escuchan algunos pájaros y saltan las ardillas que, ver de vez en cuando, se dejan ver. - Espero que no me salga ningún bicho raro – pienso, paranoica, mirando hacia atrás.

    Escuchar música me da la posibilidad de dejar mi mente en blanco, no pensar en nada y relajarme. - ¡No puedo! ¡No puedo relajarme! ¡Tengo que pensar que voy a hacer! – pienso algo histérica. La verdad es que debería aclarar mis ideas. Tengo que pensar cómo actuar en la famosa “excursión”. Me encantará asistir a los mundiales de Quidditch, pero no me hace ni pizca de gracia el ataque de los seguidores de Voldemort. Yo soy una muggle, así que cuando ataquen… - ¡Vale! ¡no quiero ni pensarlo! – me regaño mentalmente. Tengo que ingeniármelas para salvar el pellejo. Tal vez, no separándome del Sr. Weasley…

    Estoy concentrada, pensando la estrategia a seguir, cuando siento una mano en mi hombro. Haciendo un movimiento rápido, casi instintivo, me giro y agarro el cuello de una camiseta con la mano izquierda y subo el puño derecho, colocándolo frente a la cara de… ¿Harry?

    - ¡Tranquila, soy yo! – me dice asustado con las manos levantadas en son de paz.

    - ¡Lo siento Harry! – me disculpo bajando el puño y soltándole. Apago los auriculares y me los quito dejándolos colgando, por el cable, sobre mi cuello. - Tengo que estar siempre alerta… - comento en un suspiro.

    - ¿Por qué? – pregunta.

    - No eres el único que Voldemort quiere - le informo girándome para seguir caminando.

    - ¿Qué? – vuelve a preguntar asombrado mientras se pone a caminar a mi lado.

    - Te lo contaré porque confío en ti, pero esto no puede salir de aquí – le ruego parándome en seco y mirándolo a los ojos.

    - No se lo diré a nadie, confía en mi – me suplica. Yo asiento.

    - ¡Joder! ¡Qué guapo es este chico! ¡Qué ojos por Dios!, aunque el pelo lo tiene un poco largo para mi gusto. ¡Moriros de envidia fanáticas de Potter! – pienso distraída por un momento. - ¡Céntrate!… ¡Céntrate, por favor! – me recrimino desviando la mirada.

    - No sé si sabes por qué estoy aquí – le digo.

    - Sí, Ron me ha comentado que tus padres han muerto en un accidente… ¡Lo siento mucho! – me dice apenado. - Se lo oyó decir a sus padres – me confirma.

    - Lo que les pasó a mis padres no fue un accidente, murieron como los tuyos, protegiéndome – le empiezo a explicar mientras comienzo a caminar y él me acompaña. – Uno de los secuaces de Voldemort – le revelo.

    - ¿Voldemort? – me pregunta incrédulo. - ¿Sabes quién es? – Vuelvo a asentir.

    - Entonces nos quiere muertos a los dos – sentencia Harry.

    - Bueno…, creo que si me quisiera muerta ya lo estaría, junto a mis padres – le digo – Más bien fue un intento de secuestro. Quiere algo de mí – le explico.

    - ¿Y sabes que es lo que quiere? – pregunta, curioso.

    - No, pero puedo hacerme una idea. – le respondo mirándolo de nuevo a los ojos. Él me mira expectante.

    - Se cosas – le digo. – Y creo que él lo sabe -

    - ¿Qué cosas? – pregunta.

    - Cosas como… tu sueño… con Voldemort… - le doy como ejemplo.

    - ¿Cómo sabes lo de mi sueño? ¿Practicas adivinación? ¿Eres entonces maga? – me acribilla a preguntas.

    - ¡No!, no lo soy. ¡Soy muggle! ¡Ni magia ni nada! – le respondo nerviosa – ¡Tan sólo se cosas! –

    - Vale… - dice pensativo – Ahora estas a salvo, aquí, con nosotros –

    - No por mucho tiempo… - digo bajito, pero él me oye y me mira.

    No puedo decirle lo que pasará mañana. No puedo alterar los hechos, cambiar algo importante y fastidiarlo todo. No…, debo ser cautelosa y casi invisible.

    – Tú eres mago y puedes enfrentarte a Voldemort como igual, varita en mano… Yo soy muggle, y con lo único que me puedo defender son estos… – le digo enseñándole mis puños en alto. – ¡Y no creo que sirvan de mucho contra una varita a distancia! La primera vez tuve suerte, se confió demasiado acercándose a mí y lo pude noquear. No creo que se repita… - digo resignada bajando las manos.

    - No te preocupes, yo estaré siempre a tu lado… ¡Te defenderé!… ¡Nos defenderemos juntos! - me dice sonriendo y cogiéndome la mano. - Seguro que esos dos hacen mucho, pero que mucho daño… - sonríe. Sé que se refiriere a mis puños. Yo también sonrío. - ¡Menos mal que no me has hecho probarlos antes!… - me dice riéndose. Yo también me rio con el comentario.
     
    Última edición: 20 Marzo 2022
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  6. Threadmarks: Capítulo 6: Un pequeño partido
     
    Andromeda

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    Seguimos caminando por el bosque en silencio durante un rato. Pienso que podría buscar algún sitio para sentarme y escuchar música. No sé si Harry querrá marcharse para buscar a Ron. Cuando me decido a hablar para preguntarle, muevo mi mano derecha y noto que la tengo sujeta. Miro hacia ella y veo que Harry no me la ha soltado. - ¿Cómo no me he dado cuenta que vamos de la mano? – pienso con los ojos como platos. Un subidón me hace arder las mejillas. Lo miro y él me mira también ruborizado. Nos soltamos de golpe e intentamos disimular los dos como podemos.

    - Voy a sentarme a escuchar música en aquel árbol de allí. – Le digo nerviosa.

    - Vale - me dice tocándose la nuca. – ¿Te puedo acompañar? – me pregunta nervioso.

    - Claro – le digo lentamente. – La verdad es que preferiría que se fuera y me dejara sola para que se me pasara la vergüenza que estoy sintiendo. Harry me sonríe como aceptación y nos dirigimos al árbol caído para sentarnos. Cojo el auricular y lo enciendo. Harry me mira y le muestro el otro.

    - ¿Quieres oír música? – le pregunto.

    - Sí, claro. – responde. Le indico como ponerse el auricular y yo me pongo el otro. Ahora estamos enlazados por un cable… - por lo menos no hay contacto físico. – me golpeo mentalmente. La música suena y de vez en cuando miro su expresión. – ¡Me meo! – me rio interiormente. – ¡No está preparado para el Reggaetón!... La letra es demasiado fuerte para él. – pienso de golpe. – Mejor cambio el estilo de música – le digo.

    - No, espera… - me dice escuchando.

    - Se acabó – de digo quitándole el auricular de golpe cuando oigo “pero soy una perra en la cama”. Me he puesto muy nerviosa. – Pero, ¿Cómo se me ocurre dejarle oír esas cosas? – me recrimino.

    Me mira con los ojos como platos y se pone como un tomate. - Pero, ¿qué escucháis los muggles? ¿Todas las canciones son así ahora? – me pregunta.

    - No todas… Es un estilo de música como cualquier otro. – le informo.

    - ¡Vaya! – exclama mirándome a los ojos.

    - Ni se te ocurra contarle a ningún Weasley sobre esto – le digo enseñándole el auricular. – Ya he tenido bastante con que le hayas contado a todos los pelirrojos nuestro encuentro de anoche. – le digo molesta. Me levanto de golpe y me encamino hacia La Madriguera.

    - ¡Tranquila! No te enfades, no diré nada… será nuestro secreto. – me dice sonriendo. Asiento con una pequeña sonrisa. - No me puedo enfadar, es tan guapo… - pienso como una tonta.

    Cuando llegamos a La Madriguera, ya es hora de comer. La Sra. Weasley ha preparado algo especial, según me dicen, y la ha servido en la gran mesa. Cada uno se sienta en una silla, que resulta ser la misma del desayuno. Parece que cada uno tiene un sitio fijo… Los pelirrojos comienzan a hablar y, a veces, parece que lo hacen al mismo tiempo, subiendo las voces uno más que otro. Parece que no se escuchan entre ellos, pero solo es una ilusión auditiva, ya que se contestan mutuamente. Cada uno habla sobre un tema distinto. Cada vez que levanto la cabeza del plato me topo con unos ojos azules mirándome. - ¡Me voy a derretir de un momento a otro! – pienso. Los gemelos no paran de hacer bromas y a mí casi se me sale el dichoso zumo de calabaza por la nariz con un golpe de risa.

    Una vez hemos acabado, la Sra. Weasley, prácticamente, nos hecha de casa. No quiere vernos hasta la cena, la cual será pronto porque mañana tenemos que madrugar. Nos hemos sentado en el jardín de atrás y estamos rodeados de calderos oxidados y botas de agua viejas. – Parece que alguien tiene síndrome de Diógenes… - pienso mirando a mi alrededor.

    - ¿Qué hacemos ahora? – pregunta Ron a Harry.

    - No sé – le dice encogiéndose de hombros.

    - ¿Un partido de Quidditch? – preguntan los gemelos al unísono.

    - ¡Genial! – grita emocionada Ginny. Parece que le apasiona este deporte… Creo recordar que su habitación está repleta de poster sobre el tema.

    - ¡Vale! – dicen Ron y Harry.

    - ¡A por las escobas! – comenta Hermione mientras me agarra del brazo y me hace levantar para que la acompañe. Todos nos dirigimos al mismo sitio, una casa de piedra en el jardín. – No podrás volar, pero encontraremos algo que puedas hacer en el juego – me explica.

    - No te preocupes, solo veros volar será alucinante. – le contesto.

    - ¡Venga, tomad!… - dice Fred entregando una escoba a cada uno sacadas del cobertizo por George.

    - ¡Vamos! – me dice Harry, escoba en mano, acompañándome hacia el huerto con su mano ligeramente sobre mi espalda.

    Cuando llegamos, me siento en el césped mientras todos se van al centro y suben en sus escobas.

    - ¿Preparado Romeo? - dice Fred mirando a Harry y guiñándole un ojo.

    - ¡Preparado! – le responde.

    Vale, ahora es cuando empiezo a flipar en colores. Los veo despegar a todos del suelo. ¡No me lo puedo creer! Solo veo pasar escobas de un lado a otro del huerto a gran velocidad. Mi pelo se revuelve con cada estela de aire que dejan.

    En el huerto, hay tres aros de diferentes tamaños y alturas, a cada lado del mismo. Su cometido es el mismo que el de una portería de fútbol. El balón que utilizan para marcar se llama Quaffle, según me ha dicho Ginny, que es una experta. Luego usan dos balones más grandes y pesados llamados Bludgers, que utilizan para pegarse entre ellos, como el balón prisionero… vaya, y por último se suele usar una pelotita como de pin pon, dorada y con alas, que se llama Snitch. Esta no se usa de forma particular en las viviendas porque vuela a su voluntad y vete a saber dónde podría ir a parar si los niños no la cogen a tiempo... a casa, a Notting Hill, por ejemplo… ¡La gente se volvería loca! – pienso.

    Han hecho dos equipos: en uno están Ron, George y Ginny y en el otro Harry, Fred y Hermione. Los veo lanzar la quaffle a los aros, unas veces entra y otras no. Algunas paradas son impresionantes. Otras veces veo a Ron casi caer de la escoba por el impacto de una bludgers. - ¡Qué bestias son los gemelos! ¡Incluso George que está en su equipo intenta derribarlo! No puedo parar de reír. Parece que van a por él. - ¡Pobre! – pienso. Harry esquiva muy bien las bludgers, supongo que está acostumbrado. - Ya debe llevar tres años jugando en Hogwarts… - pienso. Ginny no para de dar órdenes, parece la capitana, esta entregada… ¡Lo vive!

    Llevan jugando como dos horas. Podría estar aburrida pero no es el caso. Me fascina ver a los chicos en las escobas. - ¡Tiene que ser genial la sensación de libertad! ¡Como cuando montas en moto! ¡El viento en la cara!... ¡Pero multiplicado por mil! – pienso.

    He hecho varias fotos con el móvil, pero algunas han salido movidas… - ¡Qué raro! – pienso con ironía. Pasando a esa velocidad imposible que salgan bien... Las únicas que se ven sin movimiento han sido aquellas en las que estaba alguno quieto sobre su escoba, a la espera de algún movimiento contrario. También he grabado un poco porque realmente esto es alucinante.

    Acaba el partido y descienden en el centro del huerto. Mientras se acercan se oye como ríen y discuten sobre cuál de los equipos ha ganado. Se les oye la respiración acelerada y cara de cansancio, lo normal, vaya…

    - ¿Qué te ha parecido? – me pregunta Fred.

    - ¡Genial! – le respondo. – Se os da bien. Me he reído mucho –

    - Es que Ron es muy torpe – comenta George dándole una colleja.

    - Eso no es cierto – se queja Ron empujando a su hermano.

    - Tienes razón Ron. Iban a por ti… - lo defiendo.

    - ¡Eso no es cierto! – protestan los gemelos.

    - Tengo pruebas – le digo guiñándoles un ojo – Lo he grabado – les muestro el móvil.

    - Pero, ¿eso no es un teléfono? – pregunta la pelirroja.

    -Sí, pero los teléfonos de hoy en día son más que eso. Hacen muchísimas cosas… - informo. – ¡Mirad! – exclamo enseñándoles el video en el aparato.

    - ¡A ver! – dicen todos emocionados, rodeándome para que se lo enseñe.

    Doy al play y se puede ver a George tirarle la bludgers a Ron. Todos empiezan a reír.

    - Pero, ¿cómo le golpeas a él? – dice Harry entre risas – Pero, ¡si es de tu equipo! – Todos nos reímos más fuerte aún.

    - ¡Me encanta tu teléfono! – me dice Ron con una sonrisa ladeada.

    - ¿Nos hacemos un selfie? – les pregunto. Los chicos se miran entre sí.

    - ¿Qué es un selfie? – preguntan uno de los pelirrojos.

    - Una autofoto. Pero esta vez en grupo. Saldremos todos.

    - ¡Sí, claro! – dicen las chicas emocionadas. Les indico como colocarse, más bien, les ordeno que se pongan detrás de mí por tamaños.

    - ¡Sonreíd! – les indico. Todos sonreímos y aprieto el botón.

    - ¡Déjame ver! – dice Ginny. - ¡Qué bien he salido! – me dice mirándome seria. Yo me rio… Veo que es algo presumida. También se acercan los demás para mirar la foto.

    - ¡Guay! – exclaman los gemelos al unísono.

    - Venga dejemos las escobas. ¡Me muero de sed! – dice Hermione.

    Les acompaño al escobero del cobertizo para que las “aparquen”, y nos dirigimos a la casa entrando por la puerta del jardín que lleva a la cocina. Después de beber, todos se dispersan por el salón, tirándose en todo aquello que se parezca a un sofá.

    - ¿Que hacemos ahora? – pregunta Ginny.

    - Ron tiene que darse un baño – dice Fred acercándose a su hermano pequeño para olerlo. Ron lo aparta de un empujón.

    - Y tú también…, ¡hueles como un troll! – le replica. Fred levanta el brazo y se huele.

    - ¡Ufffff! Tienes razón… - dice poniendo cara de asco. – Todos empezamos a reírnos.

    Vamos subiendo de uno en uno al baño. Todos esperamos en el salón nuestro turno, mirando alguna revista o hablando del partido. Una vez salgo del baño, bajo al dormitorio de Ginny para arreglarme antes de bajar a cenar. Me he dejado los mismos pantalones, pero he cambiado de camiseta. Ahora llevo una básica naranja.

    Las chicas siguen aquí y nos ponemos a hablar de todo un poco y a reírnos. Son muy cariñosas y simpáticas. Me cuentan cosas sobre Hogwarts: las clases más divertidas y las más aburridas; anécdotas de los hechizos fallidos y explosiones en pociones; los encuentros de Quidditch entre casas…; Del profesor Snape que es el profesor de pociones y odia a todos los alumnos menos a los de Slytherin; de Hagrid que es el guardián de las llaves de Hogwarts y un buen amigo; de la profesora McGonagall que es la profesora de transfiguración…

    - Y mi tía – les digo.

    - ¿En serio? – pregunta incrédula Hermione. - ¿Y tú no eres bruja como ella? –

    - No, ella es una tía tercera o algo así. No es mi tía directa y mis padres son muggles. Así que yo también – le contesto.

    - Mis padres también son muggles, pero yo no. Puede que a ti te pase igual. – me comenta Hermione.

    - No, nunca he hecho magia ni nada por el estilo. – le digo sonriendo. – Lo más parecido a una bruja que he hecho es… ser mala. - digo con una sonrisilla ladeada. Las tres nos ponemos a reír.

    - ¿Tenias amigos en tu colegio? – me pregunta Hermione.

    - Si, tenía amigas, pero sólo una era mi mejor amiga, Sahra. – le contesto recordando a la chica del móvil.

    - ¿Y novio? – pregunta Ginny con una sonrisa ladeada.

    - No, solo amigos. – le respondo. – Había un pesado que me perseguía, pero lo mandé a paseo rápido. -

    - En Hogwarts hay chicos muy guapos – dice la pelirroja guiñándome un ojo.

    - Gracias, pero no creo que me interesen. – la desaliento.

    - ¿Y Harry? – pregunta de sopetón.

    - ¿Qué pasa con Harry? – le pregunto algo nerviosa.

    - Es muy guapo y he notado como te mira y se te acerca… - comenta peligrosamente la pelirroja.

    - ¿De qué hablas? Es sólo un amigo, como vosotras. – disimulo como puedo. - Ya sabía yo que terminarían sacando el tema… ¡tal vez se me acerca demasiado!… – pienso.

    Oímos los gritos de la Sr. Weasley llamándonos para que bajemos a cenar. Meto el móvil en el bolsillo y salimos de la habitación escaleras abajo. Nos ha costado dos horas estar todos aseados y en la mesa, pero una familia numerosa y un solo baño es lo que tiene.

    - ¿Sabes papá? – dice Ginny mirando a su padre – El teléfono de Sophi también es una cámara de fotos –

    - ¿En serio? – pregunta el Sr. Weasley emocionado. Yo asiento.

    - ¡Y también hace fotos en movimiento! – dice Ron.

    - Se llama video, Ron. – le explico.

    - ¿Me lo enseñarás? – me pregunta.

    - Pues claro – le respondo sacando mi móvil y mostrándole el video.

    - ¡Increíble! – me dice sonriendo.

    - Lo dejaré cargando esta noche y así mañana estará listo para la “excursión” – digo con una sonrisa. – Haremos muchas fotos y videos allí donde vayamos – les digo escondiendo mi miedo.

    - Perfecto – dice el Sr. Weasley. – Mañana tenemos que estar levantados a las seis, así que, hoy a dormir pronto – nos aconseja. Todos asentimos y las caras de emoción de los chicos se hace notar.

    Una vez terminamos, las chicas ayudamos a la Sra. Weasley a recoger la mesa antes de retirarnos a dormir. Los chicos también se retiran, los gemelos a una habitación y Harry y Ron a otra.
     
    Última edición: 20 Marzo 2022
    • Creativo Creativo x 1
  7. Threadmarks: Capítulo 7: El Campeonato
     
    Andromeda

    Andromeda Entusiasta

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    Estadio.jpg

    - ¡Despierta, Sophi! – me llama Ginny - ¡Es la hora! –

    Me despierto de golpe sobresaltada. Miro a la pelirroja y me tranquilizo. Entiendo que es la hora de levantarse. - ¡Nos vamos de excursión! ¡Bien! – exclamo internamente con ironía.

    - ¿Y Hermione? – le pregunto al ver su cama vacía.

    - Ha ido a despertar a Harry y a Ron. – me contesta haciendo cosas por la habitación.

    Me levanto y saco la ropa de la maleta. Hoy me pongo otros pantalones tejanos y una camiseta que me llega hasta las caderas, de manga larga y color gris. El cuello es redondo y escotado con cuatro botones centrales. Dejo abiertos dos de los botones superiores. Lo acompaño con las converse y una sudadera gris claro de cremallera que me llega por encima del ombligo. El pelo me lo dejo suelto como de costumbre.

    Ginny me ha prestado una mochila para meter utensilios esenciales junto con una muda de ropa y un pijama. El Sr. Weasley nos ha dicho que pasaremos una noche fuera, cosa que ya sé. Una vez listas, bajamos a la cocina. Allí nos reunimos todos antes de salir. He cogido el móvil que tenía cargando y lo he guardado en la mochila, así no se perderá en el “viajecito”.

    Tras despedirnos de la Sra. Weasley, nos dirigimos hacia el bosque donde ayer estuve paseando. Los gemelos y el Sr. Weasley van delante, las chicas y yo detrás y Harry con Ron los últimos.

    - ¡Oye papá! ¿A dónde vamos? – pregunta Ron a gritos.

    - Aun no lo sé… ¡No paréis! – responde el Sr. Weasley de igual manera.

    Cuando llevamos unos quince minutos caminando veo a lo lejos a alguien.

    - ¡Arthur! ¡Vaya! ¡Ya era hora hijo!... – le grita el Sr. Diggory mientras el Sr. Weasley se acerca.

    - Lo siento Amos… a algunos se les han quedado pegadas las sábanas – dice mirando a Ron. - Os presento a Amos Diggory, trabaja conmigo en el ministerio – lo presenta mientras nos mira.

    De pronto, de lo alto del árbol, cae un chico delante nuestro.

    - ¡Joder! – digo en un susurro con la mano en el pecho – ¡Que susto! – Lo miro y está sonriendo. – ¡Ahora no sé si estoy en Harry Potter o en Crepúsculo!... – pienso sonriendo con malicia.

    - Y este chicarrón debe de ser Cedric… ¿Verdad? – pregunta el Sr. Weasley.

    - Señor – le saluda estrechándole la mano. Las chicas se miran y sonríen, supongo que les parece guapo.

    - ¡Por aquí! – nos indica el Sr. Weasley para que le sigamos.

    Así hacemos todos, aunque se quedan rezagados Harry y el Sr. Diggory. Seguimos caminando y puedo ver como de vez en cuando Cedric, que va delante con los gemelos y el Sr. Weasley, se gira y nos mira sonriendo. – Pero, ¿qué le pasa a este tío? – pienso. ¡El vampiro es medio tonto! – sonrío. - ¡Mierda! me ha visto sonreír… ¡igual se piensa que es por él! ¡Lo que me faltaba! – me recrimino.

    Después de caminar como media hora llegamos a lo alto de una colina.

    - ¡Sí, es…! ¡es justo ahí! – dice el Sr. Weasley divisando la enorme bota. - ¡Vamos!... ¡no vayamos a llegar tarde! ¡Casi hemos llegado! ¡Colocaos en buena posición! – nos indica.

    - ¿Buena posición? ¿Y cuál es esa? ¡Me voy a caer un trompazo que me van a tener que despegar del suelo con espátula! – pienso al borde de la histeria.

    - ¡Es una bota mugrienta! – exclama Harry extrañado.

    - No es solo una bota mugrienta… ¡Es un Traslador! – le dice uno de los gemelos. Todos se colocan tumbados boca abajo en el suelo alrededor de la bota. Harry tira de mí y me hace ponerme a su lado de igual forma.

    - ¡Es la hora! – exclama el Sr. Weasley.

    - ¿Que es un Traslador? – pregunta.

    - Ahora lo averiguaras – le contesto mirándolo asustada.

    - Dame la mano y no te sueltes – me indica Harry cogiéndome la mano. Yo enlazo mis dedos con los suyos para hacer el agarre más fuerte ya que sé que va a pasar. Todos ponen un dedo sobre la bota, yo incluida.

    - Listos, a la de tres – dice el Sr. Diggory. – Uno, dos…

    - ¡Harry! – le grita el Sr. Weasley para que toque la bota ya que es el único que no lo hace. Harry pega el dedo a la bota.

    - ¡Tres! – grita el Sr. Diggory.

    Una potente luz cegadora sale de la bota, la cual nos hace estar como si voláramos por los aires en círculo muy rápidamente. El Sr. Weasley nos grita que soltemos la bota y al hacerlo comenzamos a caer vertiginosamente hacia el suelo. Yo no suelto a Harry, solo puedo pensar que si salgo de esta será por él. Antes de que nos demos cuenta nuestros cuerpos chocan contra el césped. El impacto hace que me suelte de Harry. Los quejidos que salen de nuestras gargantas son notorios. El Sr. Weasley, el Sr. Diggory y el “vampiro” desciende tranquilamente como si estuvieran caminado.

    - ¡Seguro os ha despejado las fosas nasales! – comenta el Sr. Weasley riéndose de nosotros.

    - Gracias – le dice Harry a Cedric cuando lo ayuda a levantarse.

    Luego hace lo mismo conmigo, ofreciéndome su mano para ayudarme. Yo la acepto y tira de mí, haciéndome levantar de golpe y pegando mi cuerpo al suyo por el impulso. Noto sus manos en mi cintura y su cara muy cerca de la mía. Sigo su mirada y veo que me está mirando el escote.

    – ¿Qué haces? ¡Será posible! – le digo empujándolo instintivamente para alejarlo de mí. Enfadada me sacudo la hierba que tengo enganchada en la ropa.

    - ¡Bienvenidos a los mundiales de Quidditch! – nos felicita el Sr. Weasley.

    Todos se miran emocionados y comenzamos a caminar hacia el barullo. En verdad, yo también estoy emocionada. He sobrevivido al primer asalto.... ¡Un punto para mí! Arthur nos dice que no nos separemos e intento ir lo más cerca posible de Harry y Hermione para no perderme. Hay mucha gente por todas partes, tiendas de campaña por doquier, escobas volando sobre nuestras cabezas... Me quedo absorta mirándolas y, de repente, me agarran de la mano y tiran de mí, ¡es Harry, que majo!

    - No te separes de mí – me dice protector. Yo asiento.

    Nos despedimos de los Diggory y nos encaminamos hacia una de las tiendas de campaña que hay. El Sr. Weasley lo llama “Hogar, dulce hogar” y nos hace pasar. Harry y yo nos quedamos rezagados en la entrada. Me mira y con un gesto de la cabeza le indico que entremos. Soy la primera en pasar y flipo pepinillos… No es lo mismo saberlo que verlo en persona. La tienda por dentro es enorme, nada que ver con el tamaño de fuera. Tiene dormitorios, cocina, baño, comedor y salón… casi como una casa.

    - ¡Me encanta la magia! – decimos Harry y yo al unísono. Nos miramos y nos reímos.

    Nos sentamos en unos cojines en el suelo del salón mientras las chicas escogen litera, Ron está en la cocina pensando en comer y los gemelos en el comedor con los pies sobre la mesa mientras su padre les regaña. Harry se queda pensativo mirando a la nada.

    - ¿Qué te pasa? – le pregunto.

    - Anoche volví a soñar con él – me dice en un susurro.

    - Lo sé – le respondo bajito mientras él me mira. - En él aparecía Voldemort diciéndole a Cola-gusano que tú “eras esencial” y las cosas se harían como él quiere. También había otro tipo que le prometía no decepcionarle – le digo.

    - Sí…, - me dice algo impactado por mi explicación. - Voldemort estaba enfadado con ese tipo por que no pudo conseguir a la chica. – me explica. – Le decía que no consentiría otro error. -

    - ¡Eso es nuevo! – le digo pensativa. – ¡Mierda! El sueño ha cambiado… - pienso.

    - Seguro que hablaba de ti – me aclara.

    - Es posible – le respondo.

    - ¿Qué hacéis cuchicheando? – dice Ron con la boca llena.

    - Nada, hablábamos sobre todo esto – le miento descaradamente.

    - ¡Es genial! ¿verdad? – pregunta extendiendo los brazos, señalándolo todo.

    - ¡Sí que lo es! – contesta Harry.

    Ron comienza a hablarnos emocionado sobre el campeonato. Se unen los demás y las bromas y las risas no se hacen esperar.

    A llegado el momento y nos dirigimos al estadio. Hay muchísima gente de diferentes nacionalidades. Una vez allí podemos ver lo impresionante que es, tanto de ancho como de alto… no paramos de subir escaleras. ¡Parece no tener fin!

    - ¡Dios papá! ¿Estamos más arriba aún? – se queja Ron delante de mí al llegar a uno de los rellanos de las escaleras metálicas.

    - Plantéatelo así… si llueve, seréis los primeros en saberlo – dice con retintín Lucius Malfoy desde una grada más abajo. Su sonrisa de superioridad es clara, igual que la de su hijo. El contraste de su pelo largo y platino con el negro de su vestimenta da miedo. Me pongo cerca de la barandilla junto a Harry. Hermione está al otro lado y el Sr. Weasley lo tengo detrás.

    - Nosotros vamos al palco del Ministerio, por invitación personal del mismísimo Cornelius Fudge – escupe el idiota de Malfoy. Es impresionante como luce su corte de pelo platino y el traje negro con camisa del mismo color. ¡Que guapo el condenado! – pienso algo ruborizada.

    - ¡No alardees Draco! – le golpea su padre en el estómago con el bastón. Yo me río por dentro.

    - Está de más con esta gente… - sigue diciendo con aire prepotente mirando a Hermione. Luego me mira a mí. – Supongo que tú eres la muggle – me dice con una pequeña sonrisa ladeada. – Tal vez estaría mejor protegida en el palco del Ministerio… – dice mirando al Sr. Weasley con desafío.

    - ¡Nosotros la protegeremos! – le escupe Harry tenso.

    Sujeto a Harry por el brazo para girarlo y zanjar el tema. - ¡Mejor nos vamos! – le digo, pero me asusto cuando Lucius sujeta la mano de Harry en la barandilla con su bastón.

    - ¡Que disfrutéis el encuentro mientras podáis! – escupe serio. Suelta a Harry y emprende su marcha con Draco detrás. El idiota me sonríe con arrogancia, mirándome de arriba a abajo. El Sr. Weasley nos sujeta a Harry y a mí de los hombros para que continuemos subiendo.

    Cuando, por fin, llegamos arriba podemos ver el estadio en todo su esplendor. Está a rebosar. Nos vamos colocando y veo a los chicos gritar como energúmenos. - ¡Esto es como el futbol! ¡confirmado! – pienso. Puedo ver a los jugadores con sus escobas volando a gran velocidad y haciendo piruetas. Llegan los irlandeses y después los búlgaros.

    – Krum – se me escapa cuando lo veo en la pantalla grande. Creo que no me han escuchado. Estoy al lado de Hermione y la miro. Ella no sabe qué va a pasar con él, pero yo si… sonrío.

    - ¿Sabes quién es Viktor Krum? – me pregunta Cedric dándome cuenta que lo tengo al lado. ¡Mierda! Sí que me ha oído – pienso.

    - ¡No! – grito – es que todos vitorean su nombre. El asiente con una sonrisa. ¡por los pelos!

    - Es el mejor buscador del mundo – escucho decir a Ron.

    Saco mi móvil del bolsillo y comienzo la sesión de fotos: unas selfie con Hermione, otras con Harry; varias con Hermione y Harry; otras con Cedric, que al principio me mira raro porque no sabe que hago hasta que le enseño las fotos; más de los cuatro junto a Ron; unas cuantas de los gemelos; Ginny y yo; algunas de todos juntos y una del Sr. Weasley y el Sr Diggory.

    El Sr. Fudge, tras una charla, da comienzo al partido. Pienso grabar todo lo que pueda…

    Una vez termina el partido volvemos a la tienda de campaña para descansar y dormir. Todos estamos alterados y Ron no para de alabar a Krum. Todos se ríen y le hacen bromas, diciéndole que está enamorado de él e incluso le cantan una ridícula canción que me hace reír.

    Hay mucho ruido fuera y uno de los gemelos comenta que son los irlandeses. Yo me tenso…, sé que no son ellos, que lo que tanto temía ha comenzado.

    - ¡Basta! ¡Dejadlo todo! No son los irlandeses. – verifica el Sr. Weasley. - ¡Rápido, tenemos que irnos de aquí! – nos dice mientras nos hace salir de la tienda.

    La gente corre desesperada de un sitio para otro entre los incendios provocados. El caos es monumental y el miedo se apodera de mí.

    - Volver todos al Traslador y permaneced juntos – no ordena el Sr. Weasley. – ¡Fred! ¡George! Ginny es vuestra responsabilidad… - les dice.

    Harry me coge de la mano, la cual vuelvo a sujetar enlazando los dedos, no quiero soltarme por nada del mundo. Caminamos apresuradamente entre el gentío con Hermione y Ron pisándonos los talones. De pronto oigo los gritos de Hermione llamándonos desesperada. - ¡Mierda! Nos hemos separado – pienso, nerviosa.

    - ¡Harry! – le grito para que se dé cuenta que estamos solos. Vemos unos tipos con cucuruchos en la cabeza y unas mascaras terroríficas caminando entre el gentío. - ¡Vaya! ¡Parecen del Ku Klux Klan! o eso o ¡Los nazarenos se han escapado de la procesión de Semana Santa! – pienso, irónica. Harry tira de mí y cambiamos de sentido. Corremos como podemos, ya que no paran de empujarnos, y en uno de los golpes tropezamos y vamos al suelo. Intentamos caminar de rodillas, el uno al lado del otro, pero una pierna golpea la cabeza de Harry que hace que rebote contra la mía golpeándomela fuertemente. Siento un gran dolor y todo se vuelve negro…

    Cuando abro los ojos, todo está desolado. A pesar de la oscuridad de la noche, el humo de los incendios apagados se puede ver y respirar. Me duele la cabeza. Me giro y veo a Harry a mi lado, inconsciente. Lo zarandeo para que despierte. Cuando lo hace me mira preocupado y mira a su alrededor asustado.

    - ¡Vamos! ¡Levántate! Tenemos que encontrar a los demás. – le ordeno mientras me incorporo y tiro de su brazo.

    Miro a mi alrededor y frente a nosotros, a unos quince metros, puedo distinguir a Barty. El miedo se apodera de mí cuando veo que él nos ha visto y viene caminando rápido en nuestra dirección. Tiro del brazo de Harry para salir corriendo en dirección contraria cuando escucho los gritos de Hermione y Ron llamándonos. Seguimos el sonido de sus voces y damos con ellos. Miro atrás y veo a Barty huir.

    - ¿Estáis bien? – pregunta Hermione.

    - Sí, tranquila – le contesto.

    De pronto se escuchan varias voces gritando lo que parece un hechizo y Harry me hace agachar. Veo que todos lo hemos hecho. Varias luces rojas chocan uniéndose sobre nuestras cabezas.

    - ¡Esperad! ¡Es mi hijo! – grita el Sr. Weasley. - ¿Estáis todos bien? - pregunta al llegar a nosotros. Todos asentimos incorporándonos.

    - ¡Has puesto tú la marca en el cielo? – pregunta el Sr. Crouch a Harry amenazándolo con la varita.

    - ¿Cómo va a ser él? Es solo un alumno de cuarto curso, no sabe hacer ese tipo de hechizos – sentencia el Sr. Weasley. - Si supiera que ha sido su hijo, le daría un infarto – pienso. La cara de preocupación del Sr. Crouch es visible y está bastante nervioso.

    Harry deduce que los encapuchados eran secuaces de Voldemort y que la marca en el cielo es su marca… “La marca Tenebrosa”. Cuando la miras, ves como un humo verde forma una calavera y una serpiente que sale como de su boca reptando… ¡Escalofriante!

    - Hemos visto a un hombre – les dice Harry mirándome. Yo asiento con la cabeza.

    - ¿Dónde? – pregunta el Sr. Crouch.

    - ¿Se ha ido por allí? – les indicamos los dos al mismo tiempo. Todos los adultos se marchan en su busca.

    El Sr. Weasley nos lleva junto a los gemelos y Ginny para coger el Traslador y volver a casa.

    La bota mugrienta nos deja de nuevo en la colina. Atravesamos el bosque que esta oscuro, pero, entre la varita del Sr. Weasley y mi linterna del móvil, vamos enfocando el camino. Al fin llegamos a la Madriguera. Es tarde y la Sra. Weasley no nos espera hoy. Intentamos no hacer ruido, pero ella ya está en el último escalón de la escalera, con el camisón y el chal por encima.

    - ¿Qué ha pasado? – pregunta preocupada.

    - Luego te lo cuento querida – le responde el Sr. Weasley cansado. – Los chicos deben acostarse, es tarde, y deben estar agotados. Mañana parten para Hogwarts.

    Ella asiente y les da las buenas noches mientras van subiendo a las habitaciones. Yo me quedo rezagada enchufando el móvil a la toma de corriente junto a la chimenea antes de subir.

    - ¿Estas bien querida? – me pregunta preocupada cuando paso por su lado.

    -Sí, tranquila – le respondo con una sonrisa. – Ellos me protegieron. Sobre todo, Harry –

    Ella asiente con una sonrisa tímida.

    Subo las escaleras y me meto en la habitación de Ginny tras Hermione. Hemos perdido las mochilas en el incendio… Menos mal que el móvil lo llevaba encima, sino hubiera perdido algo importante… una prueba física. Nos ponemos el pijama en silencio y nos metemos bajo las sábanas.

    - Intentar dormir. Mañana será otro día agotador… Nos vamos a Hogwarts y el viaje será largo. – aclara Hermione en plan mamá. Tanto Ginny como yo le hacemos caso y cerramos los ojos… habrá que intentarlo.

    Las imágenes de lo ocurrido asaltan mi mente como un rayo y un nudo en el estómago me hace darme cuenta que me he librado por los pelos. Si no llega a ser por Hermione y Ron llamándonos, Barty nos hubiera alcanzado y posiblemente nos hubiera llevado con Voldemort antes de tiempo.

    - ¡No quiero pensarlo! – me digo a mi misma intentando borrar su imagen persiguiéndonos entre los escombros. ¡Mejor pienso en cosas bonitas! – le exijo a mi mente. ¡No puedo! ¡Mierda! – me enfado. – Tal vez un poco de yoga me ayude a dormir, como en otras ocasiones… - pienso animada.

    Dejo el cuerpo totalmente relajado, sin ninguna tensión, sintiendo el peso de las sábanas sobre mi cuerpo. Mis ojos cerrados y la mente en blanco, sin pensar en nada… empiezo a tener sueño.
     
    Última edición: 20 Marzo 2022
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  8. Threadmarks: Capítulo 8: Expreso a Hogwarts
     
    Andromeda

    Andromeda Entusiasta

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    expreso.jpg

    Ya ha amanecido y me levanto derecha a la bañera. Noto que la cabeza me duele un poco, seguramente del golpe de ayer. Me miro en el espejo de la pared, pero no me veo marca alguna, solo noto el dolor. He subido al baño la ropa que me pondré. Hoy toca los tejanos rotos con una camiseta elástica corta, por encima del ombligo, de color rosa chicle, manga larga y descubierta por los hombros. Lo acompañaré con mis eternas converse y la cazadora tejana. El pelo lo dejaré suelto como siempre. Cuando ya estoy arreglada regreso a la habitación para comprobar que lo he guardado todo en la maleta ya que he de dejarla preparada para irnos. ¡Que nervios!

    Bajo a la cocina y todos están allí desayunando.

    - Querida, ¿Qué le pasó a tu camiseta? ¿Se ha encogido? – me dice la Sra. Weasley mirando mi ombligo.

    - ¡No, no! ¡Es así! ¡La moda muggle! ¡Ya sabe! – le contesto con una sonrisa nerviosa.

    - Pues a mí me gusta – dice Fred casi en un susurro. Harry sonríe.

    - ¡Vamos querida! – me dice la Sra. Weasley llamándome con la mano para que me acerque. – Siéntate a desayunar – Tomo mi lugar y me uno al resto de la familia.

    Una vez terminamos y recogemos todas nuestras pertenencias, nos dirigimos a la Estación de King’s Cross, en específico, al andén nueve y tres cuartos. Todos empiezan a cruzar el muro de uno en uno. Llevan los baúles en los carros de transporte. Yo me niego a pasar… Me da miedo atravesarlo. Seguro que me golpeo de nuevo la cabeza y me caigo de culo. Antes de que me dé cuenta, Hermione me coge del brazo y me arrastra con ella. - ¡Vaya! ¡No me he estrellado! ¡Otro punto para mí! – pienso, contenta.

    Pues aquí estoy…, maleta en mano, frente al Expreso de Hogwarts. El tren de vapor es… ¡Increíble! ¡Quien me lo iba a decir!

    Nos despedimos de los señores Weasley. Yo los abrazo con mucho cariño, se han portado superbién conmigo y me da mucha pena dejarlos. Una vez subimos al tren, Ginny y los gemelos desaparecen en diferentes compartimentos. Nosotros cuatro encontramos uno vacío y allí nos instalamos. Tanto Ron como yo nos ponemos junto a la ventana. A mi lado Harry y Hermione frente a él, o sea, junto a Ron. La maleta de ruedas y el neceser los he subido, con ayuda de Harry, en la bandeja de equipaje sobre nuestras cabezas. La cazadora también. A mi lado solo he dejado la mochila.

    El Expreso comienza su camino. Mantenemos una conversación animada, pero Hermione no deja de leer el periódico, informándose sobre lo que ocurrió ayer. Bueno, más bien sobre lo que dicen que paso, ya que nosotros sabemos perfectamente que ocurrió, estábamos allí.

    La señora del carrito de dulces pasa ofreciendo su mercancía. Nosotras no queremos, pero Ron sí y se acerca para comprar algo con los galeones que tiene, que no son muchos. ¡Pobre!... Harry también se acerca al carro y mira lo que hay, diciéndole a Ron que él invita. Ron rechaza su ofrecimiento y compra solo un dulce. Harry sigue mirando que comprar, pero su atención se centra en Cho Chan cuando la ve acercarse al carrito - ¡Casi se le cae la baba!… ¡que mono! Si no fuera tan tímido la tendría en el bote - pienso. La señora del carrito sigue su camino cuando Harry le dice que no quiere nada y él vuelve a sentarse. No han pasado ni cinco minutos y siento mucha sed.

    - ¿Sabéis si la señora del carrito lleva agua? – pregunto.

    - ¡Claro!, no solo lleva dulces…- contesta Hermione sin despegar los ojos del periódico.

    - ¿El dinero muggle vale? – les vuelvo a preguntar.

    - No, solo dinero mágico, galeones – me contesta ella de nuevo.

    - Toma, yo invito – me dice Harry ofreciéndomelos.

    - No…, no quiero que nadie me invite – le protesto.

    - ¡Vale!, pues te lo presto – me dice encogiéndose de hombros.

    - ¡Genial! Te lo devolveré… - le digo cogiendo el dinero y saliendo del compartimento lo más rápido que puedo para que no se me escape.

    - Perdone, ¿Tiene agua? – le pregunto a la señora cuando llego hasta ella.

    - ¡Claro, querida! – y me ofrece una botella de cristal.

    - ¿Cuánto es? – le pregunto.

    - ¡Pago yo! – escucho decir tras de mí. Me giro y veo al rubio oxigenado mirándome de arriba a abajo, parándose en la piel desnuda que no tapa mi camiseta. Yo también lo miro. Lleva unos tejanos negros y una camiseta de manga larga del mismo color. Tiene una especie de X en el cuello de pico como adorno. El pelo platino algo despeinado. - ¡Joder, que guapo! – pienso.

    - No es necesario – le digo reaccionando y ofreciéndole el dinero a la señora.

    - Insisto – vuelve al ataque dándole los galeones a la señora del carrito, la cual los acepta y me mira con una sonrisa.

    - ¡A tomar por culo la libertad femenina! – pienso enfadada. La señora del carrito se marcha.

    - Gracias, pero no era necesario – le digo con el poco de orgullo que me queda.

    - No sabía que una muggle tuviera dinero mágico – me escupe con una sonrisilla estúpida.

    - Me lo han prestado – le digo intentando pasar por su lado manteniendo la distancia máxima que puedo debido a la estrechez del pasillo. Su dulce aroma me embriaga por la cercanía.

    - Si quieres, yo puedo darte trabajo – me dice el idiota con una sonrisa ladeada. Se acerca de forma peligrosa, apoyando cada mano al lado de mi cabeza, sobre la pared del pasillo. Me siento atrapada entre su cuerpo y la pared y percibo su aliento en mi cara. No puedo dejar de mirar sus labios hipnotizada – Como mi esclava… - me susurra casi rozando mis labios.

    - No, gracias – reacciono empujándolo con la mano libre para alejarlo. – No pienso reemplazar a Dobby. – me giro y salgo casi corriendo hasta el compartimento.

    Cierro la puerta tras de mí y suelto el aire que estaba conteniendo sin saberlo. Todos me miran y disimulo sentándome en mi sitio.

    - ¡Toma! – le devuelvo a Harry su dinero.

    - ¿Cómo has pagado el agua? – me pregunta confuso.

    - Malfoy lo ha pagado – le contesto. Ron se atraganta con el dulce que tenía en la boca. Los dos chicos me miran con los ojos como platos.

    - ¿Qué? – pregunta Hermione bajando el periódico. Su cara es un poema.

    - ¿Cómo? ¿Te ha invitado? ¿Lo dices en serio? – me pregunta Harry alucinado.

    - ¿Qué pasa? ¡Él tiene mucha pasta! Pues que la gaste… ¡y con una muggle! - me da la risa.

    Los tres empiezan a reír también. Abro la botella y me dispongo a beber intentando dejar de reír, para no ahogarme, más que nada…, pero de pronto me paro en seco.

    - ¿No puede envenenar el agua sin tocar la botella, ¿verdad? – pregunto preocupada.

    - ¡No, tranquila! – se sigue riendo Hermione – Ninguno podemos hacer nada así todavía.

    - ¡Vale! – contesto y comienzo a beber. Cuando ya me he saciado les ofrezco.

    - ¿Queréis? – les muestro la botella – Cortesía del Sr. Malfoy… - Todos volvemos a reír, esta vez a carcajadas. Harry coge la botella y bebe también. Casi se le sale por la nariz de la risa. Me la devuelve y la guardo en la mochila.

    Pasamos un rato callados y me dedico a mirar el paisaje por la ventana, Escocia es preciosa. Hermione vuelve al tema del periódico y le aconseja a Harry que le escriba a su padrino, Sirius Black, explicándole lo sucedido. Harry me mira, como pidiendo consejo y yo asiento con la cabeza para que lo haga. Le escribe una carta que envía con Hedwig.

    Una vez llegamos a la estación de Hogsmeade, bajamos del tren con nuestros equipajes. Hagrid está en el andén llamando a los estudiantes de primero como cada año. Hermione me hace una seña para que la siga y nos acercamos los cuatro a él. Nunca imaginé que fuera tan gigante, es como mezclar a un jugador de baloncesto y un luchador de sumo.

    - ¡Hola Hagrid! – saluda Hermione.

    - ¡Hola chicos! – nos saluda a todos bajando la vista. – Tu debes de ser Sophia, la sobrina de la profesora McGonagall – dice mirándome.

    - Sí, soy yo – le confirmo.

    - ¿Eres la sobrina de la profesora? – pregunta Ron atónito.

    - ¡Creía que lo sabias! – le contesto. Harry y Ron se miran asombrados. - ¡Pues parece que no lo sabíais! – comento, irónica.

    - ¡Bienvenida a Hogwarts! – me dice con una sonrisa asomando entre su barba.

    - Gracias – le contesto sonriendo. - ¡Qué gran tipo!... en todos los sentidos – pienso.

    - Id hacia los carruajes – nos indica. Nosotros asentimos y nos despedimos de él que se marcha con los pequeños.

    Camino con la maleta de ruedas y miro a mi alrededor. Es emocionante todo ese barullo de alumnos en el andén de un lado para otro…, y ahí está, el rubio oxigenado, mirándome con una sonrisa ladeada. Durante unas décimas de segundo el corazón se me para. Reacciono y paso de él, siguiendo mi camino hacia el carruaje. Nos subimos los cuatro juntos. Ginny llega corriendo y sube también.

    - ¿Dónde estabas? – le pregunto.

    - Con unas compañeras de clase. Siempre nos reunimos en el trayecto a Hogwarts para contarnos nuestras vacaciones de verano.

    - ¡Aaah! – asiento. Miro el carruaje, es algo lúgubre, negro, como de funeraria… y no digamos los Thestrals que son como caballos negros con alas de murciélago. Yo los veo, no sé porque… ¿Será por la muerte de “mis padres”?

    - Aquí veras cosas raras como este carruaje sin caballos, pero no te asustes – me dice Ron. Yo asiento.

    No le voy a decir que se equivoca, ¿para qué?, no los va a ver igualmente… solo Harry el próximo año… si muere Cedric, claro… Cosa que intentaré evitar, si puedo.
     
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  9. Threadmarks: Capítulo 9: El despacho de Dumbledore
     
    Andromeda

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    Hogwarts.jpg

    Llegamos al castillo, porque es lo que es… un enorme y majestuoso castillo con muchas torres. Bajamos del carruaje con nuestros equipajes y nos dirigimos a la entrada. Allí se encuentra mi tía, esperándonos.

    - ¡Bienvenidos otro año más, alumnos de Hogwarts! – nos saluda con una sonrisa. - Dirigiros a vuestras respectivas casas para deshacer el equipaje. La hora de la cena será a la hora habitual. – informa.

    Entre un tumulto de chicos y equipajes moviéndose rápidamente para ir a sus respectivos dormitorios oigo que mi tía dice algo.

    - Vosotros también marchaos a vuestras habitaciones, la Srta. Queen vendrá conmigo. – dice mientras me hace un gesto con la cabeza para que la siga. Me despido de los cuatro con la mirada y colgándome el neceser en el hombro, cojo la maleta a peso. La sigo escaleras arriba.

    No sé exactamente por donde me lleva, el castillo parece un laberinto, pero llegamos a una Torre. Me freno de golpe cuando ella se para. Veo la enorme estatua de un hipogrifo. - ¡Vaya! ¡El despacho del director! – pienso. Antes de que me dé tiempo a reaccionar, mi tía me abraza fuertemente.

    - ¡Lo siento, mi niña! ¡Te dije que te mantendría a salvo y no ha sido así! – me dice afligida.

    - Eso no es verdad… He estado protegida a en todo momento. – la tranquilizo abrazándola fuertemente. Nos separamos y veo como me sonríe.

    - ¡Sígueme! – me ordena con una sonrisa.

    Mi tía dice una contraseña y el hipogrifo empieza a girar sobre sí mismo elevando unas escaleras de piedra en forma de caracol. ¡Mierda! ¡Cómo no pesa la maleta, ahora la tengo que subir por unas escaleras estrechas!… Resignada, comienzo a subir tras mi tía y con la maleta a cuestas.

    Una vez llegamos arriba mi tía toca la puerta y un ¡Adelante! se oye al otro lado. Entramos y mi tía me indica que deje la maleta a un lado. La sala es circular con muchas ventanas y cuadros de directores anteriores. Hay montones de estanterías con libros rodeando la sala y una vitrina con trofeos donde puedo ver la Espada de Gryffindor allí expuesta. Hay dos escaleras, al fondo, a ambos lados de la estancia que llegan a una especie de mirador. En el centro de la sala, se encuentra el escritorio con Dumbledore sentado justo detrás. Dos sillas para las visitas se encuentran delante del mismo. En una de las estanterías, a la derecha del director, se encuentra el Sombrero Seleccionador y a su izquierda, el Fénix.

    - Bienvenida Srta. Queen. – me saluda el director.

    - Gracias profesor – le contesto sonriendo y mirando a todos lados.

    - Siéntate por favor – me indica señalándome una silla frente a su escritorio. Lo hago, pero no dejo de mirarlo todo, estoy en plan curiosa…

    - ¿Estará tras esa vitrina el pensadero? – me pregunto mirando la vitrina de mi derecha.

    - ¡Sophi! – llama mi atención mi tía. Rápidamente giro mi cabeza y miro a Dumbledore. Mi tía toma asiento a mi lado.

    - Minerva me lo ha explicado todo… Antes de nada, quería darte mi pésame. – me dice afligido.

    - Gracias – le contesto.

    - ¿Cómo te encuentras? – me pregunta.

    - Bien, más tranquila… - le digo.

    - Dos ataques en tan poco tiempo… Era imposible prever el atentado en el campeonato – dice pensativo.

    - Sí, lo sé – miento.

    - Aquí estarás a salvo. El castillo está protegido y no pueden traspasar sus muros – me explica. Asiento.

    - Bueno…, como eres diferente al resto de los alumnos, hemos adaptado las cosas a tus necesidades. – me empieza a explicar – Para empezar, y a pesar de no pertenecer a ninguna de las casas, ingresarás en Gryffindor, por dos razones: Minerva es la directora de esa casa y tus amigos también pertenecen a ella. Hemos pensado que te sentirás más cómoda allí. – Sonrío contenta.

    - Dormirás en el dormitorio con la Srta. Granger y la Srta. Weasley. Ya he dejado tu uniforme en el baúl. – me dice mi tía sonriendo.

    - Con respecto a las clases… – prosigue del director - seguirás dando las asignaturas que imparten los “no magos”. El profesor Stefan Colling se encargará de impartirlas. Él es un mago casado con una muggle. Ha practicado la enseñanza muggle en un centro de Londres hasta la fecha. Por desgracia, su esposa murió el año pasado. Cuando Minerva me habló de ti le ofrecí el puesto, el cual, acepto de inmediato. – Yo sigo asintiendo y el director prosigue. – Me ha informado sobre lo que necesitas como material escolar… - lee de una lista que tiene en la mano. - Unos cuadernos de espiral con separadores, bolígrafos de tinta negra y algunas cajas de recambios para los mismos.

    - Te he dejado el material en el aula – me comenta mi tía. Le sonrío.

    - Me comenta que deberías tener un... ¿portátil? – me mira Dumbledore por encima de las gafas.

    - Si, lo tengo – le confirmo.

    - De acuerdo… - continua – Hemos añadido una toma de corriente junto a tu cama y varias en el aula destinada a tus clases para que podáis conectar los aparatos electrónicos. Hemos puesto una red Wifi en la Torre Sur, que es donde se ubica el aula, para que puedas acceder a lo que necesites. –

    Yo sonrío contenta. Eso significa que el móvil también tendrá cobertura. – ¡Genial! – pienso muy animada.

    - Otro tema que quería tratar – prosigue el director – Minerva me ha contado algo que nos ha dejado perplejos. Cuando le contaste lo que les pasó a tus padres, le hablaste de dos hechizos, los cuales son muy peligrosos, y los dijiste sin equivocación alguna. Eso nos ha hecho decidir que además de las clases muggles asistirás a las clases de: Defensa contra las Artes Oscuras, impartidas este año por el profesor Alastor Moody, y que serán teóricas para ti; y de Pociones, impartidas por el profesor Severus Snape. A pesar de no ser bruja y de las insistentes negativas del profesor, Minerva y yo creemos que, esta clase te será de utilidad. – Yo asiento algo sorprendida.

    - Este es tu horario de clases. Veras que te he puesto con los Gryffindor es ambas clases. Tus amigos te servirán de ayuda. – me comenta mi tía con una sonrisa.

    - Vale – no puedo decir nada más, lo de las clases mágicas me ha sorprendido.

    - Para las clases de magia usaras los libros indicados y unos cuadernos como los de tus compañeros. El uso de la pluma será de tu elección - me dice - Si no quieres, puedes usar tus “bolígrafos”. –

    - Los libros y los cuadernos también los he dejado en el aula – me indica mi tía.

    – ¿Alguna pregunta? – me dice el director.

    - ¿Tendré un caldero? – pregunto levantando una ceja.

    - Por supuesto, como el resto de tus compañeros – me dice alterada mi tía, como ofendida por la pregunta.

    - Ah…, ¡Vale!... pues no, de momento no tengo más preguntas – le contesto.

    - Bien…, no tengo que decirte que tienes totalmente prohibido entrar en el bosque Prohibido. Si es peligroso para tus compañeros, piensa lo peligroso que puede ser para ti. – me advierte. Yo asiento enérgicamente. – Al resto de lugares podrás ir como el resto de alumnos. – Asiento.

    – Bueno, ya puedes ir con tus amigos y recuerda, cualquier problema que tengas no dudes en acudir a Minerva o a mí. – me dice cariñosamente.

    - Sí, no se preocupe – lo tranquilizo. Me levanto para irme.

    - Otra pregunta… - me giro hacia el director - ¿Puedo acariciar a Fawkes? – Dumbledore me mira asombrado.

    - ¿Sabes cómo se llama el Fénix? – me pregunta tocándose la barba.

    - Ehhhhhh… ¿Si? – respondo dudosa.

    - Sí, puedes tocarlo… si te deja – me advierte. Me acerco lentamente al pájaro.

    - ¡Hola Fawkes! – le saludo. Poco a poco voy aproximando mi mano y le empiezo a tocar el pecho con los nudillos de los dedos. El pájaro levanta la cabeza…, parece que le gusta. Yo sonrío. Este animal es algo que no se ve todos los días.

    Miro a Dumbledore agradecida y me encamino hacia la salida.

    Recojo el neceser y la maleta antes de salir y bajo las escaleras del despacho. Me quedo parada cuando llego abajo, no se ha dónde ir. De pronto, siento unas manos en mis hombros y al girarme veo que es mi tía.

    - Tranquila, mi niña – me dice – ¡Vamos! te llevare a tu habitación.

    Me guía por los pasillos de piedra hasta llegar a unas escaleras que se mueven como locas… al fin llegamos a la entrada de la casa Gryffindor. Aquí está, el cuadro de la señora gorda, como sé que la llaman aquí. Mi tía dice la contraseña y me hace memorizarla. La señora nos deja pasar y le doy las gracias.

    Entramos en la sala común decorada con los colores de Gryffindor. Está lleno de alumnos. Hay sofás alrededor de la chimenea y en todo el recinto. También tres escaleras, dos en ambas esquinas que parecen llegar a unos torreones donde se encuentran los dormitorios y otra central en la pared que no sé a dónde va... - Igual llevan a un corredor, o algo así. – pienso.

    - Esas escaleras llevan a los dormitorios de las chicas – me indica señalando el camino.

    - Yo la acompaño – aparece Hermione de repente entre el gentío. Mi tía asiente y yo la acompaño.

    - Gracias – le susurro a mi tía. Ella sonríe.

    Me ayuda a cargar la maleta por las escaleras. - ¡Hoy he hecho brazos! – pienso.

    Llegamos al dormitorio, el cual es pentagonal con cinco camas y una mesa central con una bandeja plateada que sostiene una jarra de agua y cinco vasos. Bajo la mesa parece que hay una estufa de leña. Cada cama tiene unas cortinas para dar intimidad al inquilino. Dos mesitas de noche a ambos lados y un baúl a los pies de la cama.

    - Esta es tu cama – me indica Hermione. – Cuando termines de colocar tus cosas en el baúl ponte el uniforme para la cena. Voy a salir con los chicos mientras te instalas. – Yo asiento y ella sale de la habitación dejándome sola.

    Abro el baúl y veo que dentro, como me indicó mi tía, está el uniforme. Una capa negra con el logo de Gryffindor, varias camisas blancas, dos faldas grises plisadas, una corbata con los colores, dos jerséis grises con los colores en el cuello de pico y en la cintura, una bufanda de la casa, calcetines largos grises y unos zapatos negros. Saco de la maleta mi ropa y la coloco también en el baúl. Pongo la maleta bajo la cama para que no estorbe. El neceser lo meto tal cual, bajo la cama, así lo tendré todo a mano cuando lo necesite. De la mochila saco la botella de cristal y la sitúo en la mesita de noche antes de meterla también en el baúl. El portátil, la Tablet y el móvil, junto a sus cargadores, los pongo en los cajones de una de las mesitas de noche, cerca de la toma de corriente, para tenerlos a mano.

    Me lleva un tiempo terminar de colocarlo todo. Cuando me dispongo a prepararme para vestirme, Hermione, Ginny y las otras dos integrantes del dormitorio, regresan para cambiarse. Mientras lo hacemos, me comentan emocionadas que han visto llegar volando un carruaje dorado tirado por siete pegasos blancos y un barco saliendo de las profundidades del Lago Negro. Se preguntan quienes serán… - ¡Yo lo sé! – pienso sonriendo.

    - ¡Mierda! – exclamo y todas me miran asustadas. - ¡A mi falda le faltan dos dedos de tela! – grito mientras me tiro del largo de la falda. Creo que mi tía a calculado mal la talla y me queda corta. - ¡Genial!... con lo que me gustan a mí las faldas – digo poniendo los ojos en blanco.

    - La falda está bien, no le falta tela. ¡Mira la mía! – me dice Ginny dándose una vueltecita a sí misma. – Son iguales. -

    - ¡No, no lo son! ¡La mía es más corta!... No me gustan las faldas ni los vestidos. Prefiero los pantalones – les confieso. – En cuanto vea a mi tía le pregunto si puedo llevar tejanos en vez de falda. – les digo tirándome de los calcetines a ver si suben y tapan más mis rodillas.

    - Te queda bien. No te preocupes… - dice Hermione dándome ánimos. – ¡Y no te tires más de los calcetines que terminaras rompiéndolos! – me chilla. - ¡No te van a subir más! ¡Solo llegan hasta debajo de las rodillas! -

    - No me gusta… me hace sentir… “expuesta”. ¡Se levanta con facilidad! – digo mientras me sigo tirando de la falda para abajo.

    - ¡Pensaba que a las chicas muggle os gustaban las minifaldas! – exclama una de las que no conozco.

    - No a todas. A mí me incomodan... No se sentarme con ellas. Te obliga a sentarte con las piernas cruzadas cuando las usas… yo me siento como un camionero, ¡por Dios! ¡Esto es invento de los hombres para someternos, igual que los tacones! –

    - ¿Cómo se sienta un camionero? - pregunta la otra extraña.

    - Así – les muestro sentándome con las piernas abierta.

    - ¡Vale! – me dice Hermione caminando hacia mí. – Ni se te ocurra sentarte así – dice sentándose a mi lado.

    - Tienes que acostumbrarte a sentarte con las piernas juntas. ¡Así! – me muestra.

    - Claro… Esto es fácil… - le digo irónica. - Solo que me muevo mucho y termino enseñando las bragas – le suelto. Ella pone los ojos en blanco.

    - ¡Ni hablar! – grito poniéndome de pie y corriendo hacia el baúl. – Me pongo los tejanos y la capa cerrada por encima, nadie lo notará – les digo cambiando la falda por los pantalones y colocándome la capa. - ¡Tachan! – exclamo con las manos alzadas.

    - No es buena solución, tienes que llevar el uniforme completo – me sonríe Hermione. – Además, se te ven los bajos de los tejanos por debajo de la capa… - me desalienta mirando mis pies.

    - No me van a prestar mucha atención…- digo mirando hacia abajo y esperanzada.

    - ¡Ya veremos!... – dice Hermione mirándome con los ojos entrecerrados - ¡Venga, vamos! – se levanta como una flecha. – Los chicos nos esperan en la sala común para bajar al comedor.

    Asentimos y salimos del dormitorio en fila para llegar a la sala donde Ron y Harry nos esperan.

    - ¡Mira que sois tardonas! – protesta Ron.

    - ¡Calla Ron! – le contesta Hermione pasando por su lado hacia la puerta de salida. Yo la sigo sonriendo.
     
  10. Threadmarks: Capítulo 10: Los invitados
     
    Andromeda

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    comedor.jpg

    Bajamos y nos dirigimos al gran comedor. En cuanto traspaso las grandes puertas, puedo ver cuatro mesas muy, pero que muy largas, cada una de una casa. Al fondo, en alto y en horizontal a las de los alumnos, se encuentran las mesas de los profesores. Mi tía y Dumbledore ya están sentados. El techo muestra el cielo nublado con lluvia intensa y hay innumerables velas suspendidas sobre nuestras cabezas. Hermione me indica la mesa de Gryffindor que está a la izquierda del pasillo central. Slytherin está a nuestro lado. A la derecha del pasillo se encuentra Hufflepuff y a su lado Ravenclaw.

    Me siento en los bancos cerca de las serpientes. Hermione y Ginny me custodian. Harry y Ron están justo enfrente.

    - Sophi, este es Neville Longbottom – me presenta Hermione que lo tiene a su lado.

    - Hola – de digo – Soy Sophia Queen. - Él me responde un “Hola” bajito, es algo tímido.

    - Hola, soy Seamus Finnigan – me dice el chico junto a Harry.

    - Hola… ¿tú eres al que le explotan todas las pociones en la cara?... - le digo sonriendo.

    - No todas – dice con el ceño fruncido. Todos empezamos a reír.

    El profesor Dumbledore se levanta y, situándose frente a las mesas de los alumnos, nos da la bienvenida a Hogwarts. Realizan el ritual con el Sombrero Seleccionador para poner en cada casa a los alumnos de primer año. Mi tía les va poniendo el sombrero uno por uno. Aplaudimos cada vez que seleccionan a uno, pero nos ponemos eufóricos cuando se trata de uno de los nuestros. Cuando acaban, el director vuelve a levantarse y colocarse frente a nosotros.

    - Ahora que todos estamos acomodados, me gustaría comunicaros algo. – comienza su monólogo - Este castillo no solo será vuestro hogar este curso, sino el de unos huéspedes muy especiales también. Puesto que Hogwarts ha sido elegido… - lo interrumpe el Sr. Filch, que ha venido corriendo por el pasillo central, y le dice algo bajito. Él le contesta algo también.

    - ¡Bien! – prosigue mientras el Sr. Filch vuelve corriendo por el pasillo central hasta salir por las grandes puertas. – Este año Hogwarts será sede de un acontecimiento legendario… El Torneo de los Tres Magos. Para aquellos que lo desconozcan, el torneo reúne a tres escuelas para una serie de retos mágicos. De cada escuela se elegirá a un alumno para que compita. Quede por tanto bien claro El elegido estará solo y confiar en mi cuando os digo que estas pruebas no son para pusilánimes… Los detalles más tarde… - hace una pausa.

    - Pero ahora demos una calurosa bienvenida – prosigue – a las encantadoras alumnas de la academia de magia Beauxbatons y a su directora Madame Máxime – las presenta.

    Se abren las puertas y aparece un grupo de chicas vestidas, como mi abuela en sus tiempos mozos de colegio pijo, de color celeste. Atraviesan el pasillo central haciendo una danza y suspirando.

    - ¡Madre mía! – exclama Ron mirando sus traseros. Los chicos aplauden como si se les fuera la vida en ello. - ¡Por Dios! – pienso poniendo los ojos en blanco.

    Terminan su actuación con la aparición de mariposas purpuras que luego se esfuman. Tras ellas su directora, una mujer muy delgada y más alta que un día sin pan, vestida con pieles.

    - ¡Caramba!... ¡Qué mujer tan enorme! – exclama Finnigan.

    El profesor Dumbledore la saluda, y la acompaña hasta un puesto en la mesa. Después vuelve a colocarse de nuevo frente a las mesas.

    - Y a nuestros amigos del norte, recibamos a los orgullosos hijos de Durmstrang y a su insigne maestro Igor Karkarov – presenta aplaudiendo.

    Se vuelven a abrir las puertas y aparece un grupo de chicos vestidos de rusos con unos bastones que giran y chocan contra el suelo en una especie de coreografía y de los cuales, se desprende un fuerte sonido y luz dorada. Algunos hacen piruetas hasta llegar hasta Dumbledore. Uno de ellos escupe fuego y forma un Fénix que termina desapareciendo. Todos aplaudimos emocionados por el espectáculo. Tras ellos aparece su director, un hombre moreno con barba y pinta de malo vestido también de ruso. Junto a él, Viktor Krum.

    - ¡Mirad! ¡Es él! ¡Viktor Krum! – exclama Ron emocionado.

    Cuando el director ruso llega hasta Dumbledore se abrazan y se saludan. Ambos se retiran a la mesa de los directores y, por arte de magia, nunca mejor dicho…, aparecen todo tipo de alimentos sobre las mesas. Los chicos se ponen a comer como si no hubiera un mañana. Los invitados son el tema de conversación en la mesa y nos partimos de risa metiéndonos con Ron por su “enamoramiento” por Krum.

    De pronto, siento que algo me da en la cabeza. Me la toco mientras me giro mirando al suelo en busca de lo que me ha golpeado. Un panecillo… ¿Me han tirado un panecillo? Levanto la cabeza y veo que tras de mí están los dos gorilas de Malfoy, Gregory Goyle y Vincent Crabbe. Frente a ellos, el susodicho rubio platino mirándome y riéndose. Vuelvo a mi posición en la mesa intentando pasar de ellos. No han pasado ni dos segundos y otro golpe en la cabeza me hace volverme enfadada hacia atrás.

    - ¿Pero tú eres tonto o que te pasa? – le grito a Malfoy mientras mis amigos me miran sin saber qué pasa. - ¿Es que tienes cinco años? –

    - Veo que la casa Gryffindor sigue recogiendo basura... – dice Malfoy en voz alta para que todos los de alrededor lo oigan. Muestra una sonrisa perversa en su cara. – Primero el cara-cortada, la comadreja y la sangre sucia… y ahora una asquerosa muggle. – nos insulta.

    Miro hacia nuestra mesa y veo a Harry como se levanta de golpe con los puños apretados. Le hago señas con las manos para que se tranquilice y, él lo hace solo un poco, sentándose arrastrado por Ron. Miro a Hermione y la noto afectada.

    - Eso que huelo es… ¿envidia? – digo en alto y girándome para mirarlo. - ¡Supéralo Malfoy! – le grito con una sonrisa de mala. Su rostro se vuelve serio de pronto. Yo me giro triunfadora hacia mi mesa y veo como todos sonríen. Parece que lo he cortado y no volverá a fastidiar más… por hoy.

    Al pasar a los impresionantes postres, el profesor Dumbledore vuelve a levantarse y a situarse donde siempre para hablar. En esta ocasión han situado allí una especie de torre de oro y joyas.

    - Prestad atención, por favor… Me gustaría añadir unas palabras… - comienza su discurso. - ¡Eterna gloria! Eso es lo que le guarda al vencedor del Torneo de los Tres Magos – expone.

    - ¡Ni de coña! – pienso, enfadada. – Más bien es el inicio de todo… -

    - Para merecedla, – prosigue – el alumno tendrá que sobrevivir a tres pruebas. Tres extremadamente peligrosas pruebas –

    - ¡Flipante! – sueltan los gemelos al unísono cerca de Ginny.

    - Por ello – continua el director – el Ministerio se ha visto obligado a imponer una nueva regla. Nos explicará sus pormenores el director del departamento de cooperación mágica internacional, el Sr. Bartemius Crouch.

    Cuando el hombre se levanta para acercarse a Dumbledore, un gran trueno retumba en el salón y hace asustarnos a todos. Parece que un rayo nos va a caer encima. De pronto, Ojo-loco, desde un rincón, ataca el rayo con su varita y convierte el cielo tormentoso del salón en una noche estrellada.

    - ¡Dios mío! ¡Es Ojo-loco Moody! – exclama Ron.

    - ¿Alastor Moody? ¿el Auror? – pregunta Hermione.

    - ¿Auror? – pregunta otro chico al lado de Finnigan.

    - Cazador de magos tenebrosos. A la mitad de Azkaban los a apresado él. Dicen que ahora está como una regadera… - nos informa Ron.

    Veo como Dumbledore lo saluda y como luego, disimuladamente, mira a Harry y luego a mí. ¡Dios! Barty ya está aquí… - pienso temblando. Tengo que mantenerme alerta y alejada de él – planeo mentalmente.

    - ¿Qué creéis que está bebiendo? – pregunta Ron.

    - No sé, pero zumo de calabaza no es… - le contesta Harry.

    - Poción multijugos – pienso seria.

    - Tras la debida consideración, - comienza a hablar el Sr. Crouch frente a todos - el Ministerio de magia a concluido que, por su propia seguridad, ningún alumno menor de 17 años tendrá autorización para inscribirse en el Torneo de los Tres Magos. Esta decisión… - se silencia con los gritos de desagrado de todos los alumnos del salón.

    - Silencio – grita Dumbledore. - Hace un movimiento con la varita sobre la torre y esta comienza como a derretirse y desaparecer, dejando ver un enorme cáliz antiguo con letras griegas. Sobre este, unas llamas flotantes de color azul.

    - El Cáliz de Fuego. Todo aquel que quiera participar en el torneo deberá escribir su nombre en un pedazo de pergamino y arrojarlo en la llama antes de esta hora del jueves. No obréis a la ligera. Una vez elegido, no habrá vuelta atrás – explica serio. – Desde este momento, el Torneo de los Tres Magos se da por comenzado. – sentencia.

    Los cuchicheos son audibles por todo el salón. El director nos da las buenas noches para que nos retiremos a nuestros dormitorios. Mañana comenzarán las clases.

    Nos levantamos de la mesa para salir del salón y cuando estamos atravesando las puertas oigo la voz de mi tía llamándome.

    - ¡Srta. Queen! – exclama enfadada.

    Paro en seco y me giro lentamente preocupada. - ¿Qué habré hecho ahora? – me pregunto mentalmente. - ¿Sí, profesora? – le contesto mientras mis amigos se han alejado unos pasos de mí.

    - Que sea la primera y la última vez que no usa el uniforme reglamentario – me suelta. Veo que por nuestro lado está pasando Malfoy mirando la escena.

    - La falda me va corta – le explico en un susurro, acercándome para que solo ella me escuche.

    - Eso no es cierto, es de tu talla. – me dice seria - ¡Más cortos son tus “pantaloncitos” y bien que te los pones! – me recuerda también en un susurro, acercándose para qué solo yo la oiga.

    - ¡Touché! – exclamo mirándola.

    Acabo de llegar y ya se comporta como una madre. - ¡Qué tierno! – pienso, emotiva. Miro de reojo y hay sigue el rubio oxigenado sonriendo de lado. – Espero que no haya oído nada… - rezo mentalmente.

    - Mañana la quiero ver con el uniforme completo. – sentencia. - ¡Buenas noches, Srta. Queen! – se despide pasando a mi lado. Malfoy la sigue mirándome y con esa sonrisa que me saca de quicio.

    - ¡Te lo dije! – me dice Hermione canturreando cuando me acerco a ella. Le pongo los ojos en blanco.

    Nos dirigimos a la sala común. Los gemelos solo piensan en encontrar la manera de engañar la protección de edad y participar en el torneo. Harry y Ron están aliviados de no tener la edad, aunque yo sé, que Harry no se libra. Las chicas ni se lo plantean.

    - ¿Ya tienes el horario de clases? – pregunta Hermione. Asiento. - ¿Las harás con nosotros? –

    - Yo tengo asignaturas diferentes y un profesor particular. – le indico. – No soy bruja, ¿lo recuerdas? –

    - Cierto… ¿Y quién es tu profesor? – pregunta de nuevo.

    - Stefan Colling… creo – le respondo.

    - No lo conozco – dice encogiendo los hombros.

    - Ni yo… daba clases el año pasado en Londres – le comento. Ella asiente pensativa.

    Una vez en la sala, nos despedimos de los chicos y nos dirigimos al dormitorio. Me pongo el pijama y conecto el portátil a la corriente para cargarlo. Estoy agotada y tengo unas enormes ganas de pillar la cama.
     
  11. Threadmarks: Capítulo 11: La clase de pociones
     
    Andromeda

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    Pociones.png

    Me despierto con la alarma del móvil. Abro un ojo y lo veo sobre la mesita de noche. Lo cojo con resignación y lo apago.

    - ¿Qué es eso? – pregunta Ginny.

    - La alarma del móvil… Hora de levantarse. – les digo estirándome.

    - Ese móvil tuyo es una pasada – dice Ginny con los ojos como platos.

    Nos vamos levantando y vistiéndonos con el uniforme. Me he puesto la maldita falda a regañadientes ya que Hermione me ha advertido que pasará si no llevo el uniforme completo. Así que le he hecho caso porque no quiero estar castigada el primer día. Completo el uniforme con una camisa blanca con los primeros botones abiertos, la corbata colocada pero suelta como si de un collar se tratase y los calcetines y zapatos. La capa abierta complementa el atuendo.

    Meto mi móvil en el bolsillo interior de la capa para así llevarlo siempre conmigo. - ¡Nunca se sabe! – pienso. También pongo los auriculares, por si puedo escuchar música mientras trabajo o en algún descanso. Una vez preparadas, bajamos a la sala común donde Harry y Ron nos están esperando para ir a desayunar.

    - ¿Habéis mirado que clases tenemos hoy? - pregunta Hermione a los chicos mientras bajamos por las escaleras.

    - Sí, tenemos Historia de la Magia a primera hora y Adivinación después – dice Harry.

    - ¡Genial! Así tendremos dos horas más para dormir – suelta Ron con cara de sueño.

    - ¡Seguro! – le dice Hermione poniendo los ojos en blanco. - ¿Y tú? ¿Qué clases tienes? – me pregunta curiosa.

    - Mates y Biología – le digo – Empiezo el día fuerte – me quejo encogiendo los hombros. – Después tengo una asignatura con vosotros… Pociones – les confirmo.

    - ¿En serio? – preguntan al unísono los tres.

    - Ayer no me lo dijiste – me acusa Hermione.

    - Sí…, al parecer, tendré dos asignaturas con vosotros. La otra es Defensa contra las Artes Oscuras. Para mí es solo teórico, pero quieren que asista – les informo.

    - ¡Qué bien! – dice Hermione muy animada.

    Llegamos al gran salón y nos dirigimos a nuestra mesa para desayunar. Cuando terminamos volvemos a la sala común para recoger los libros y cuadernos necesarios. En mi caso subo al dormitorio a coger el portátil ya que el material lo tengo en el aula. Una vez en mi poder, me reúno con ellos y salimos en busca de las aulas.

    - ¿Qué es eso? – pregunta Ron.

    - Mi portátil – le digo. Los chicos me miran. - Es un ordenador, pero más pequeño para llevarlo a todos lados. Lo usamos para clase ya que hay tenemos los libros digitalizados y es más práctico. Es como tener una biblioteca entre tus manos. – les explico.

    - ¿Me lo enseñaras? – pregunta Hermione emocionada. – Se de ellos, pero nunca he tenido ni necesitado uno.

    - Por supuesto y te enseñaré a usarlo – le confirmo. – Por cierto, ¿la Torre Sur dónde está? – pregunto.

    Hermione me da instrucciones de cómo llegar como si fuera un GPS. Me despido de ellos, quedando para vernos después en el Hall, ya que no se ir a las mazmorras donde se imparte la clase de pociones.

    Sigo la ruta trazada por mi amiga y consigo llegar al aula. La puerta está abierta y entro tímidamente. La sala es circular, no muy grande, y con mucha iluminación. Hay un triste pupitre en el centro frente a una pizarra. Junto a esta, a la izquierda, se encuentra el escritorio del profesor, el cual también tiene un portátil.

    - ¡Tú debes de ser la Srta. Sophia Queen! – me asusta una voz masculina a mi espalda.

    - Si – le respondo al girarme. - ¿Y usted el profesor Stefan Colling? – pregunto.

    - Correcto – me dice mientras me tiende la mano como saludo. Yo se la acepto.

    Aprovecho el momento para observarlo. Es alto y muy delgado. Su cabello es castaño, y lo lleva bien cortado y peinado. Usa unas gafitas rectangulares que ocultan sus pequeños ojos marrones. Viste con traje marrón, un poco anticuado para mi gusto.

    - Toma asiento – me indica y lo hago. – El material lo tienes en el pupitre. Enciende el portátil y empecemos. – Yo asiento y me concentro en sus explicaciones.

    Ha terminado la segunda clase y me despido del profesor Colling cogiendo el libro y el cuaderno para ir a clase de pociones. Introduzco el bolígrafo junto con el móvil en el bolsillo interno de la capa.

    - Un consejo Srta. Queen – me para el profesor Colling. – Abotone la camisa y póngase bien la corbata. El profesor Snape no es tan permisivo como yo en cuestión de vestimenta - me dice con una sonrisilla. Yo asiento y le sonrío en agradecimiento.

    Camino por los pasillos de piedra. Ya no me parece tan laberíntico el castillo, y soy capaz de encontrar el Hall yo sola. Allí veo que ya me están esperando. - ¡Qué buenos amigos tengo! – pienso con una sonrisa.

    - ¡Esperad! – exclamo – Sujétame esto Hermione – le digo poniendo mis cosas sobre las suyas. Me abotono la camisa y tiro de la corbata para ajustarla. Levanto la vista y veo que Harry me está mirando de arriba abajo parándose en mi falda. - ¡Ya está! – exclamo para sacarlo de su hipnosis. Levanta la vista y me mira a los ojos ruborizado. Recojo mis cosas que sostiene la castaña y agarro del brazo a Harry comenzando a caminar para así mostrarle que no pasa nada y que se relaje.

    Nos dirigimos a las mazmorras y entramos en el aula. Es bastante grande y oscura. Hay tres mesas largas para los alumnos con muchos botes de cristal llenos de sustancias raras, morteros, balanzas de latón y calderos sobre hornillos. Al fondo, a la izquierda y en alto, el escritorio del profesor donde destaca un gran reloj de arena. En la pared de atrás, una estantería llena de botellas de cristal polvorientas y montones de libros almacenados.

    Nos sentamos en la mesa central, de izquierda a derecha, Ron, Hermione, Harry y yo. Junto a mi otra chica que no conozco. - ¡Vaya! Slytherin también están aquí… - pienso molesta al ver a Malfoy entre Goyle y Crabbe, al principio de la primera mesa, delante nuestro. El rubio platino nos ha visto y se gira con una pequeña sonrisa en la cara. – Este chico está pidiendo un puñetazo a gritos! – pienso, molesta.

    No tarda en aparecer el profesor Snape como una exhalación. Cuando llega hasta su escritorio se gira a mirarnos. Su aspecto, realmente, impone miedo. El pelo negro, largo y lacio, le cae casi hasta los hombros. Lleva una túnica negra que, junto a su porte, lo hace parecer sofisticado.

    Creo que me ha localizado porque lo veo acercarse lentamente hasta posicionarse frente a Malfoy.

    - La Srta. Queen, supongo… - dice despacio y mirándome serio. Un nudo en el estómago se me forma de golpe. - ¡Este tío acojona… y mucho! – pienso, nerviosa.

    - Si, profesor – le respondo. Una fina sonrisa se dibuja en sus labios. - ¡Sophi…tiembla! – pienso.

    - Como ya sabrá… – comienza a decir – me obligan a impartir esta clase a una… “no maga”. ¡Una pérdida de tiempo a mi parecer!... Así que tendré que mantenerla cerca, quien sabe los desastres que ocasionará…

    - ¡Vaya! Era mi favorito, pero, dos minutos en su presencia y ya lo odio… y mucho… - pienso.

    Baja la mirada y observa a los Slytherin que tiene delante.

    - Sr. Goyle, póngase junto al Sr. Crabbe – ordena – Srta. Queen, junto al Sr. Malfoy.

    - ¡No, por favor! – me sale de pronto. – Snape me mira muy serio. Creo que me está matando con la mirada.

    Harry se tensa y me mira. Yo también lo miro asustada pero resignada me levanto y, tomando mis cosas, me dirijo al sitio que Goyle ya ha dejado libre. - ¡Mierda! – voy pensando mientras me acerco a mi nuevo sitio.

    Una vez allí, miro a Malfoy que sonríe con aire de superioridad. Levanto la vista hasta el profesor Snape y con la mirada me dice que me siente. ¡Jo! Lo hago, no tengo más remedio.

    Me coloco justo en el filo del banco, quiero estar lo más lejos posible del rubio oxigenado. El profesor gira sobre sus talones y se dirige a su escritorio.

    - Abran el libro por la página doscientos siete. – nos indica volviéndose hacia nosotros.

    Lo hago y puedo ver que es como una receta de cocina. El nombre y la fotografía de una hoja de planta se muestra arriba. Comienzo a leer:

    Esencia de díctamo

    Nombre: Díctamo o Arbusto Ardiente.

    Características: Tallo y hojas de color verde oscuro.

    Contraindicaciones: A veces libera vapores inflamables.

    Uso: Poción herbovitalizante, Brebaje parlanchín, Magia curativa y Núcleo de varita.

    Descripción: El díctamo es una planta mágica o hierva curativa poderosa y reconstituyente. Es utilizada sobre una herida que hace crecer piel fresca y le da un aspecto de varios días.

    - ¿Para qué se utiliza esta planta? – pregunta Snape sobresaltándome. Miro a la clase a ver si alguien lo sabe. Solo veo dos manos levantadas… Hermione una de ellas ¡Cómo no!

    - Srta. Granger… - le da la palabra el profesor.

    - El díctamo o Arbusto Ardiente, es utilizada para curar heridas sangrantes. – responde segura de sí misma.

    - Correcto – dice Snape de mala gana. – Hoy van a preparar un ungüento con esta planta. Delante de ustedes tienen los ingredientes para prepararla. – nos explica y se gira para ir hacia la estantería del fondo.

    Miro hacia atrás y veo como Hermione y los chicos se ponen manos a la obra. Me giro para ver que tengo delante. Veo un mortero, sobre una tela cuadrada hay varias hojas de la susodicha planta y una hoja grande y triangular que parece Aloe Vera. Veo que los ingredientes son para cada dos alumnos. - ¡Vaya! hay que compartir… ¡lo que me faltaba! - pienso molesta. Aparto el libro y acerco el mortero. Estiro el brazo para coger un poco de la planta cuando veo como Malfoy se inclina hacia mí y me agarra de la cintura tirando para acercarme a él. Por encima de su hombro puedo ver como Harry nos mira furioso. Me quedo helada, no quiero que haga nada que le provoque problemas y Malfoy siempre son problemas. Muevo la cabeza en negativa a Harry y el asiente. Percibo el aroma dulce de Draco…, lo tengo muy cerca. Lo miro a los ojos instintivamente.

    - Estabas muy lejos y, por desgracia, tengo que compartir los ingredientes contigo – me dice con una media sonrisa.

    - ¡No me toques! – le digo apartándole la mano y me alejo un poco.

    - Tranquila, no pienso ensuciarme las manos con alguien como tú – me suelta con aires de superioridad.

    - Pues, que corra el aire… – le advierto.

    Ahora, sí, cojo un poco de la planta y la pongo en el mortero. Miro el libro y puedo leer:

    Preparación: Triturar la planta en un mortero hasta su total disolución. Añadir la sabia y mezclar bien hasta conseguir una pasta compacta.

    Me pongo a machacarla hasta dejarla totalmente triturada. Pensar que es la cabeza de Malfoy ayuda mucho… Sonrío. Cuando creo que ya está bien me dispongo a coger la Aloe Vera.

    - ¡No la gastes toda! Yo la necesito más que tú… – me dice exaltado.

    - ¡Tranquilo! Que hay para los dos… – le digo molesta. - ¡Será idiota! – susurro.

    Corto la hoja por la mitad y le tiro su parte sobre el mortero.

    - ¡Ehhh!… - chilla – ¡Ten cuidado estúpida! – me dice más bajo.

    - ¡Que te jodan Malfoy! – exclamo también bajito. Me mira enfadado.

    Oigo unas risitas y miro hacia atrás sonriéndoles. Está claro que mis amigos nos han oído. Malfoy también se ha vuelto y les echa una mirada asesina. Vuelvo la vista hacia delante y veo al profesor Snape acercarse lentamente. ¡Mierda! ¡Espero que él no nos haya oído! – Miro mi mortero para disimular.

    Saco la sabia de mi parte de la hoja con una especie de cuchara y la pongo en el mortero. Agito ambas sustancias y, poco a poco, la mezcla va tomando un color verde oscuro. Cuando está totalmente verde y parece una concentración de mocos, levanto un poco la vista, satisfecha del resultado. Diviso una túnica negra frente a mí. Poco a poco voy subiendo la vista y me encuentro con la cara inexpresiva de Snape.

    - Déjeme ver… – dice quitándome el mortero. – Muy bien, Srta. Queen – dice con desgana y me lo devuelve serio. – Ya puede ponerlo en el frasco. – me indica y sigue pasando por delante de la mesa comprobando los resultados del resto de alumnos.

    También felicita el trabajo de Malfoy y continua su trayecto. El rubio oxigenado me mira con superioridad, como si lo hubiera hecho mejor que yo ¡por Dios! Pongo los ojos en blanco. Me centro en mi pasta viscosa. Con la cucharilla de antes voy colocando la sustancia dentro del frasco.

    - ¡Genial! – digo bajito y sonriendo. – Esto seguro que me es útil –

    - Y ¿para qué te va a servir a ti? – pregunta el rubio burlándose.

    - Tienes razón – le digo como con resignación – Toma para ti… lo necesitaras cuando te parta la cara – le suelto con una sonrisita falsa.

    - ¿Tú y quien más? ¿El cara-cortada? – pregunta con ironía.

    - ¡Muérete, Malfoy! – le suelto empujándolo.

    El profesor Snape se gira rápido y nos mira. Vuelvo a mi posición hacia delante y disimulo mirando mi frasco en mi papel de niña buena. Malfoy hace tres cuartos de lo mismo. El profesor vuelve a girarse y a seguir su camino. El rubio y yo nos miramos desafiándonos con la mirada. Esos bonitos ojos azules, casi grises, intentan asesinarme.

    Decido ignorarlo separándome un poco más de él y cogiendo el libro para echar un vistazo. No ha pasado ni un minuto cuando veo como Malfoy se inclina sobre mí otra vez. Instintivamente la parte superior de mi cuerpo retrocede un poco para mantener la distancia, aunque no consigo mucho espacio… su aroma me envuelve de nuevo. De pronto, siento una mano fría en mi rodilla, donde la falda no tapa.

    - Tienes razón…, la falda te queda corta – me suelta en un susurro cerca de mi oído.

    - ¡Sí que nos escuchó! – pienso, nerviosa.

    Automáticamente, lo empujo fuerte hacia atrás y eso hace que quite su mano de mí. Mi mano derecha vuela a su mejilla. El sonido de la bofetada se escucha en toda el aula. Todos los alumnos nos miran. El profesor Snape se gira rápidamente y viene a paso ligero a nuestro encuentro. Me mira con los ojos muy abiertos y luego mira a Malfoy que muestra una rojez bastante visible en la mejilla y el pelo despeinado por el impacto brusco de mi mano en su cara. La expresión del rubio está entre la sorpresa y la rabia.

    - Srta. Queen, ¿se puede explicar? – me pregunta serio Snape.

    - Se lo merecía… Ha empezado él… - me excuso. El rubio me mira cabreado.

    - ¡Está castigada, Srta. Queen! Esta tarde a las siete, en mi despacho – me cita. – La clase a terminado – anuncia notablemente enfadado y todos los alumnos se levanta para marcharse rápidamente, se nota que le tienen miedo.

    Harry, Hermione y Ron me miran sin saber qué hacer. Creo que no saben que ha pasado realmente.

    - ¡Váyanse a su próxima clase! – les grita al trio de oro. Ellos obedecen casi corriendo, pero mirando hacia atrás, preocupados por mí. – Srta. Queen, me acompañará a ver al director… y Sr. Malfoy, irá a la enfermería para que lo atiendan. -

    Asiento y me levanto de mi sitio. Casi no me da tiempo a coger el libro y el cuaderno que Snape me ha agarrado del brazo y me arrastra tras él por el aula dirección a la puerta. Miro hacia atrás y veo a Malfoy caminando detrás con una sonrisa perversa.

    - ¡Qué bien! – pienso, irónica mientras me sigue arrastrando por los pasillos del castillo. – El primer día de clase y ya estoy castigada. ¡Mi tía me va a matar!
     
  12. Threadmarks: Capítulo 12: El castigo
     
    Andromeda

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    Snape.jpg

    - ¿Qué sucede Severus? – pregunta Dumbledore cuando nos ve aparecer por la puerta de su despacho. Veo que mi tía está allí. - ¡Genial! – pienso poniendo los ojos en blanco.

    - La Srta. Queen a agredido a un alumno. – me acusa Snape soltándome de golpe frente al director. Mi tía ahoga una exclamación.

    - Srta. Queen, ¿Qué ha pasado? – me pregunta Dumbledore desde su silla, mirándome por encima de las gafas.

    - Solo me he defendido – suelto.

    - ¿A quién ha agredido? – le pregunta Dumbledore a Snape. Mi tía me mira con cara de preocupación.

    - Al Sr. Malfoy – dice Snape molesto.

    - Entiendo… - susurra pensativo. Veo a mi tía poner los ojos en blanco. – ¿Y se puede saber el motivo de tal agresión? –

    - No – suelto de sopetón. Los tres me miran asombrados.

    - Ya veo… - dice despacio Dumbledore. – Pero entenderás que ese comportamiento no es nada apropiado. Los conflictos se arreglan con el diálogo, no con los puños –

    - No fue con el puño, fue con la mano abierta – comento divertida.

    - ¡Sophi! – me regaña mi tía avergonzada.

    - Lo siento, pero con Malfoy no se puede hablar, él es..., es… ¡insufrible! – me quejo.

    - ¡Bien!, como no sabemos qué sucedió ni quien comenzó el altercado, ambos seréis castigados. – comenta el director.

    - Albus, ya he castigado a la Srta. Queen, no creo que sea necesario castigar al Sr. Malfoy – informa Snape.

    - Los dos compartirán el castigo – le interrumpe Dumbledore.

    - De acuerdo – acepta Snape a regañadientes. – La espero a las siete, sea puntual – me recuerda y se marcha a paso acelerado.

    Veo cerrarse la puerta de un portazo. Lleva un buen cabreo. - ¡Bueno! Ya se le pasara, digo yo… – pienso.

    - ¡Vamos! Tienes que volver a clase. Te acompaño – me dice mi tía mientras le lanza una mira al director de complicidad.

    Me despido de Dumbledore y él me regala una pequeña sonrisa. Creo que me da la razón, aunque nunca lo admitiría. Mi tía me acompaña con la mano en la espalda para hacerme salir del despacho. Cruzamos el castillo en silencio hasta llegar a la Torre Sur.

    - ¿Qué te hizo? – me pregunta mi tía girándose de golpe y enfrentándome.

    - No insistas, tía, por favor. No voy a decirlo – le suplico.

    - De acuerdo. Pero ¿Tú estás bien? – pregunta con preocupación.

    - Mejor que él – le contesto con una sonrisita en la cara.

    - ¡Sophi! – me vuelve a reñir, pero termina sonriendo.

    Me indica con la cabeza que entre en el aula y yo lo hago. El profesor Colling me espera. Minerva le explica que he tenido un incidente y vengo de dirección. Él lo entiende y mi tía se marcha. Proseguimos las clases sin demora.

    Por fin llega la hora de comer y me reúno en el comedor con mis amigos. Nos hemos sentado igual que ayer.

    - Le habéis visto la cara a Malfoy – dice Ron sonriendo. – Creo que tiene tus dedos marcados – Los cuatro nos reímos bajito por la exageración del pelirrojo.

    - Y poco le he hecho – me quejo.

    - ¿Qué le ha pasado a Malfoy? ¡He oído que le han zurrado! – suelta Fred sentándose junto a Harry.

    - A sido Sophi – me delata Hermione orgullosa. La miro con los ojos como platos.

    - ¡Vaya! Una autentica Gryffindor – exclama George junto a Fred.

    - ¿Qué te ha hecho? – pregunta Fred expectante.

    - A ti te lo voy a contar… - le suelto misteriosa.

    - ¡Venga! No seas así… - me replica exasperado. Yo niego con la cabeza. - ¡Esta bien! – dice haciéndose el ofendido.

    Harry solo me mira, no dice nada. Sabe que algo grabe me ha tenido que hacer para que yo me comportará así. Le aparto la mirada, me da la sensación que va a leerme la mente y eso me da miedo.

    Como en silencio. No me apetece hablar más del tema. Una vez terminamos nos repartimos; unos a la sala común para seguir planeando como participar en el torneo; otros a la biblioteca para hacer deberes y otros a entrenar, ya que empieza la temporada de Quidditch. Yo opto por ir a la biblioteca, tengo un trabajo que entregar mañana de Biología. Hermione también viene conmigo, ¡cómo no! Es muy aplicada y no dejaría deberes sin hacer… Dejamos las túnicas en el dormitorio para ir a la biblioteca, aunque me llevo el móvil y los auriculares.

    La biblioteca es espectacular. Altos techos decorados con vidrieras de colores y adornos en escayola estilo catedral. Las paredes están recubiertas de estanterías de madera de nogal, cuyos estantes están repletos de libros de todo tipo y unas mesas largas delante de las mismas para el estudio de los alumnos. Casi al fondo, tiene unas escaleras estrechas y centradas, con una alfombra roja que te llevan a la parte superior de la sala. Tanto las escaleras como la segunda planta son de madera al igual que las estanterías. Cuando llegas al primer tramo de escaleras, estas se dividen en dos, una a la derecha y otra a la izquierda, que dan la sensación de ser unas escaleras de caracol a pesar de no serlo. Nos instalamos en una de las mesas, Hermione cubierta de libros de magia y yo con el portátil. Algunos alumnos me miran con curiosidad.

    - ¿Me vas a contar que te hizo Malfoy? – pregunta Hermione bajito. La miro con los ojos como platos.

    - ¿Tú también? – me quejo.

    - Vamos, soy tu amiga. No voy a contárselo a nadie – me asegura. La miro unos segundos y decido confiar en ella.

    - ¿Recuerdas que te dije que mi falda era corta? – ella asiente. – Pues, me metió mano… - le suelto de golpe.

    - ¿Qué? – pregunta estupefacta y demasiado fuerte.

    - ¡Chssssss! – nos dice la Sra. Pince, la bibliotecaria, con el ceño fruncido. Es una mujer joven, de unos cuarenta, con el pelo negro recogido en un moño. Su ropa es similar a la de mi tía Minerva, pero con plumas negras en el cuello. Me recuerda a un cuervo…

    - ¿Qué? – pregunta ahora bajito. Las dos miramos la a Sra. Pince, pero vemos que ha vuelto a sus quehaceres y no nos presta atención.

    - Lo que oyes – le confirmo también bajito. – Así que le crucé la cara –

    - ¡Que cerdo! – exclama tapándose la boca. Me deja asombrada su comentario y creo que a ella también.

    - Tranquila, no creo que vuelva a intentarlo – le digo para relajarla. Ella asiente no muy convencida.

    - Ni se te ocurra decirle nada a Harry – le suplico – Creo que sospecha que ha pasado y, si se entera, puede que se desencadene una pelea épica. – Ella asiente enérgicamente.

    Nos centramos en los deberes. El silencio es total si no fuera por mi constante tecleo. Yo apenas lo noto ya que me he puesto los auriculares y estoy escuchando música mientras trabajo.

    Son casi las siete y ya he terminado. Le dejo el portátil y el móvil a Hermione, no quiero llevarlos al castigo, y quedamos en vernos después en la cena. Me desea suerte y salgo disparada a las mazmorras, donde también se ubica el despacho del profesor Snape. Espero cumplir el castigo lo más rápido posible.

    Cuando llego son las siete en punto y Snape mira un reloj de pared.

    - Llega tarde – me suelta.

    - ¡Son la siete! – me quejo.

    - El Sr. Malfoy lleva aquí diez minutos – me informa.

    - ¡Pues mira qué bien! – susurro con burla. Veo como Snape me mira muy serio, me ha oído, y bajo un poco la cabeza avergonzada, no quiero que duplique mi castigo. Me indica con la cabeza que me aproxime al escritorio.

    Allí veo a Malfoy tras el profesor, de pie y sin túnica, etiquetando frascos en el escritorio. Me mira con una cara mezcla de asco y enfado. Yo me alegro, no voy a comerme el marrón sola.

    - El Sr. Malfoy está etiquetando los frascos según su contenido. – me informa Snape. – Su trabajo será colocarlos en los estantes por orden alfabético. – Asiento sin decir nada. – En cuanto terminen podrán marcharse. -

    Sin decir nada más, se marcha cerrando la puerta y nos deja solos.

    - ¡Espera! ¡No, no, no! ¡No me dejes sola con este energúmeno! – pienso, nerviosa mirando la puerta cerrada.

    Unos segundos tardó en reaccionar y, resignada, me acerco al escritorio y cojo dos frascos ya etiquetados sin mirar al rubio.

    - Amortentia y Veneno Rosa – leo para mí. Me aproximo al estante y busco su lugar según la inicial.

    - ¡Todo esto es culpa tuya! – me suelta de pronto haciendo que me sobresalte.

    Menos mal que ya había colocados los frascos, sino, hubieran ido al suelo del susto. - Pero ¿qué dice el idiota? – pienso mirándolo perpleja.

    - ¿Perdona? – le pregunto con retintín volviéndome y desafiándolo con la mirada.

    - Yo no tendría que estar aquí, tú me golpeaste… - dice con cara de superioridad.

    - No, señorito, no estaríamos aquí si TÚ no te hubieras pasado de la raya – le recuerdo alterada.

    - Yo no hice nada que no provocaras… la culpa es tuya por llevar la falda tan corta – me acusa gritando y acercándose rápidamente.

    - ¿Cómo?... Es el uniforme reglamentario y me obligan a ponérmelo y TÚ no tienes ningún derecho a criticar lo que llevo o lo que no llevo puesto – le grito enfadada.

    - Te repito que aquí yo soy la víctima y esto no va a quedar así, mi padre se enterará de esto – me amenaza gritándome cada vez más cerca.

    - ¡Mira como tiemblo! – de suelto con burla moviendo las manos como si temblara. Lo tengo justo delante mío, demasiado cerca para mi gusto. – Ve corriendo en busca de tu padre…, No eres más que un cobarde, un niño mimado y consentido, arrogante y narcisista que… - no puedo terminar la frase. Sus labios han atrapado los míos y sus manos rodean mi cintura haciendo fuerza para acercarme a su cuerpo.

    Me he quedado paralizada. Solo mis manos han reaccionado colocándose en su pecho para empujarlo y sepáralo de mí, pero todo intento es inútil, tiene más fuerza que yo. Intento echar mi cabeza hacia atrás para separarme, pero topa con un estante de la estantería que tengo detrás y él, igualmente, sigue mi movimiento para no deshacer el contacto.

    No sé qué hacer y me rindo a su beso. Sus labios se mueven sobre los míos suavemente, pero con necesidad. Percibo su olor dulce a BOSS, ese que tanto me gusta, y una especie de corriente eléctrica me recorre el cuerpo. Siento como si el corazón se me fuera a salir del pecho de lo rápido que me palpita. Me gusta la sensación que provoca su boca en la mía. Me empieza a faltar el aire y me tiemblan las piernas. Instintivamente, vuelvo a empujarlo. Me suelta de golpe dando dos pasos hacia atrás y me mira confuso. Su respiración esta tan agitada como la mía. Sin decir nada, se gira y sale disparado del despacho dando un portazo.

    Y ahí estoy yo, estática, junto a la estantería. No puedo creerme lo que acaba de pasar, a pesar de sentir mis labios hinchados por el asalto. Mi respiración sigue acelerada y el corazón aun quiere salirse de mi pecho. Mis piernas tiemblan y me da la sensación que me van a hacer caer. Poco a poco empiezo a recuperar el movimiento de mi cuerpo. Me dirijo como en trance al escritorio y cojo dos frascos más. Me cuesta trabajo pensar. - ¡Mejor no pensar! – me aconsejo mentalmente. Muevo la cabeza como intentando borrar lo que me ha pasado y coloco los frascos en la estantería. - Tengo que terminar el castigo… Tengo que terminar el castigo – me repito una y otra vez. Me lleva media hora acabar de colocar todos los frascos que tenían etiqueta. Supongo que muchos de ellos fueron etiquetados por el profesor ya que Draco se fue muy rápido y no puedo hacer tantos. Salgo del despacho y me encamino hacia el gran comedor.

    Cuando llego los chicos ya están allí. Me encamino a sentarme junto a Hermione y mis ojos vuelan al rubio, el cual me está observando serio. Mi amiga me llama la atención y me mira preocupada.

    - ¿Qué te pasa? – me pregunta mientras me siento.

    - Nada – le contesto intentando parecer convincente. Ella me mira entrecerrando los ojos.

    - Luego hablamos – le digo bajito. Ella asiente y sigue comiendo. Yo lo intento, pero casi no puedo. Siento su mirada en mi espalda, pero soy incapaz de volver a mirarlo.

    Tras terminar la cena nos dirigimos a la sala común para después ir a nuestros respectivos dormitorios.

    - ¿Cómo ha sido el castigo? – pregunta Harry.

    - Duro – me sale sin pensar.

    - ¿En serio? – pregunta Ron preocupado.

    - Bueno – intento disimular – tenía que colocar frascos en la estantería por orden alfabético. Hay sustancias que ni siquiera sabía que existían. – le confieso.

    - ¿Y Malfoy? ¿También estaba castigado contigo? – pregunta interesado Harry.

    - Sí… Él etiquetaba las sustancias, yo no las conozco como vosotros. – intento que suene normal. Todos asiente conformes con la explicación.

    Los chicos se despiden para subir a su dormitorio. Yo, inconscientemente, abrazo a Harry. Ron nos mira perplejo.

    - ¿Qué pasa Sophi? – me pregunta Harry.

    - Nada, solo necesito un abrazo – le explico. Harry me abraza con fuerza. Me hace sentir bien.

    Nos separamos y deseándonos buenas noches se marchan. Hermione y yo también lo hacemos.

    Al llegar al dormitorio veo el portátil y el móvil sobre la cama.

    - ¿Qué ha pasado? – me dice Hermione haciéndome sentar en la cama y susurrándome para que nadie nos escuche. Yo la abrazo fuertemente y ella me corresponde.

    - Dímelo Sophi, me preocupas – insiste separándose.

    - No quiero hablar, Hermione – le digo con ganas de llorar.

    - Suéltalo, te sentirás mejor – me aconseja. Yo asiento.

    No sé cómo decírselo, me da vergüenza. Mejor se lo digo de sopetón, dolerá menos, como con las tiritas…

    - Me ha besado – digo sin tapujos. A Hermione casi se le salen los ojos de las orbitas.

    - ¿Qué? – pregunta incrédula mirando para todos lados para ver que no nos escuchan.

    - No sé, me pillo desprevenida, estábamos discutiendo otra vez, y … - intento explicarme.

    - ¡No me lo puedo creer! – suelta estupefacta.

    - Yo tampoco. Parece bipolar… primero me insulta y luego… ¡No entiendo nada! – le digo. - ¡Por Dios! Que Harry no se entere, es muy protector – le suplico.

    - Tranquila, no diré nada. Solo lo sabremos tú y yo, por eso somos amigas. – me tranquiliza.

    - ¿Y qué te dijo después? – pregunta.

    - Nada, salió corriendo – le cuento.

    - Creo que esta confuso también. – piensa en alto.

    - No sé, pero pienso alejarme de él todo lo que pueda. – le aseguro.

    - Vale, tranquila – me dice comprensiva. – Intenta dormir. Mañana seguimos hablando ¡Buenas noches! -

    - ¡Buenas noches! – le deseo con una sonrisa mientras ella se aleja hacia su cama.

    Enchufo el portátil y el móvil para cargar, cambiando después el uniforme por el pijama. Me meto entre las sabanas, me resultan reconfortantes.

    En cuanto cierro los ojos el recuerdo de los labios de Draco sobre los míos me asaltan de golpe y me hace estremecer. Su cuerpo tan pegado al mío y su aroma… parece que aún lo siento.

    - Creo que va a ser muy difícil hoy conciliar el sueño. – me digo mentalmente.
     
  13. Threadmarks: Capítulo 13: Clase de Defensa contra las Artes Oscuras
     
    Andromeda

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    Moody.jpg

    Al día siguiente intenté no cruzarme con el rubio oxigenado. Necesito tiempo antes de enfrentarlo de nuevo. Tuve que esquivar a los chicos para no tener que contar nada más sobre el castigo de Snape. Me centré en las clases del Sr. Colling y en estudiar con Hermione y Harry en la biblioteca.

    Hoy ya es miércoles y mañana será el gran día, cuando anuncien a los participantes del Torneo de los Tres Magos. Es la hora de descanso entre clases y me siento a solas en un banco de piedra del patio interior. El cielo amenaza lluvias, solo espero que no sea ahora. Voy a echar un vistazo al WhatsApp que lo había dejado abandonado mucho tiempo. Veo que hace unos días Sahra me escribió.

    WhatsApp

    Sahra: ¡Hola, Sophi! ¿Cómo estás? Nos hemos enterado de la noticia. ¡Es horrible! Lo sentimos mucho, amiga… (emoji triste) Mis padres te envían sus condolencias.

    Sahra: Sé que no estás para nada ahora. Te has ido con una tía que no conoces y a saber dónde.

    Sahra: Quiero que sepas que aquí estoy para lo que necesites. Escríbeme cuando te sientas con ánimos… (emoji lanzando besito)

    Esta chica me alegra el corazón. Es muy maja. Qué pena no conocerla de verdad.

    Me dispongo a escribirle para que se quede tranquila.

    WhatsApp

    Yo: ¡Hola guapa! Siento contestarte tan tarde, pero no he estado centrada. (emoji triste) Todo sucedió muy deprisa y estoy en un colegio interno con mi tía que es profesora aquí. No te preocupes, es muy buena conmigo. He hecho nuevos amigos y es un nuevo inicio en mi vida.

    Tras enviarlo veo que está escribiendo.

    Sahra: ¡Hola! Me alegro saber de ti, estaba preocupada.

    Yo: Tranquila (emoji sonriendo) estoy bien.

    Sahra: ¿Sabes algo ya?

    Yo: No, aun nada.

    Sahra: A ver si encuentran a ese miserable y que se pudra en la cárcel.

    Yo: Eso espero. La policía tiene que ponerse en contacto con mi tía para el funeral
    (emoji triste con lagrima)


    Sahra: Avísame, quiero verte.

    Yo: Lo haré… Me tengo que ir, empieza mi próxima clase.

    Sahra: Vale, cuídate mucho. (emoji lanzando besito)

    Yo: Tú también. Nos vemos pronto. (emoji lanzando besito)

    En cuanto sepa algo se lo diré, se supone que es mi amiga y muy maja, aunque me preocupa el hecho de que no la conozco en persona. Ya me las apañaré cuando llegue el momento.

    Cojo el libro y el cuaderno y me encamino a clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Tengo un poco de miedo ya que sé que Barty está disfrazado del profesor Moody, y temo que pueda hacer.

    Hermione me ha indicado como llegar al aula esta mañana, al salir del desayuno. Llego sin problemas siguiendo, de memoria, sus indicaciones. En la puerta me esperan los tres.

    Una vez entramos puedo observar la clase. Esta muy iluminada gracias a los grandes ventanales. Hay tres hileras de pupitres que ocupan casi toda el aula. Frente a ellos se encuentra el escritorio del profesor que tiene muchos libros y botes de cristal con bichos. A la izquierda está la pizarra.

    Harry y Ron se sientan en uno de los pupitres centrales mientras que Hermione y yo nos sentamos en uno de la derecha, junto a la pared. Desde allí puedo ver al rubio oxigenado junto a Goyle, en uno de los pupitres de la hilera de la izquierda. – ¡Mierda! ¿En esta clase también está? – pienso exasperada. Creo que me ha visto él también a mi porque me está mirando. Veo como se dibuja una sonrisa ladeada en su cara. No sé qué estará pensando, pero conociéndolo, no creo que sea nada bueno.

    De pronto llega cojeando el profesor directo a la pizarra y me centro en él. Algo en mí se tensa cuando veo que me mira.

    - Alastor Moody – dice mientras escribe con tiza. – Ex Auror. Tormento del Ministerio. Os enseñaré Defensa contra las Artes Oscuras. Estoy aquí por pura iniciativa de Dumbledore. Ya está, punto y final. – hace una pausa mientras camina y nos mira. - ¿Alguna pregunta? – Nadie respira.

    - En lo referente a las artes oscuras yo me inclino por un enfoque práctico – dice dirigiéndose a la pizarra de nuevo. – Pero antes… quién podría decirme… ¿Cuántas maldiciones imperdonables hay? – pregunta y se gira para observarnos.

    - Tres, señor – contesta Hermione a mi lado. - Como siempre destacando sobre los demás – pienso divertida.

    - ¿Por qué llevan ese nombre? – pregunta mientras escribe en la pizarra.

    - Porque son imperdonables. El uso de cualquiera de ellas… - no la deja terminar.

    - Se condena con el ingreso en Azkaban. Correcto. – sentencia. – El Ministerio os considera menores para ver sus efectos. Mi criterio es otro… Necesitáis saber a qué os enfrentáis. Necesitáis estar preparados. – dice mientras escribe en la pizarra. - ¿Necesita otro lugar para desechar su chicle que no sea su pupitre Sr. Finnigan? – pregunta girándose de golpe. Todos miramos a Seamus.

    - Eso es trampa. Ese vejestorio puede ver de espaldas… - se queja el chico.

    - ¿Y prestar atención en clase? – prosigue Moody lanzándole una tiza que no le da. – Bien – dice caminando por el pasillo entre Draco y Ron. - ¿Por qué maldición empezamos? – pregunta en general. - ¿Weasley? -

    -Si – se pone tenso el pobre al mirarlo de cerca.

    - En pie. – le dice y Ron lo hace. - ¿Sabes alguna maldición? – le pregunta.

    - Pues mi padre me ha hablado sobre una… ¿la maldición Imperius? – pregunta, tímido.

    - Oh, si… tu padre la conoce muy bien. Trajo de cabeza al Ministerio hace unos años. Tal vez esto os explique porque… - nos explica acercándose a su escritorio.

    - Hola, pequeña preciosidad – dice mientras saca de un bote un bicho estilo cucaracha, pero de patas largas. - ¡Engorgio! – exclama apuntándole con la varita y el bicho crece.

    - ¡Oh, Dios mío! ¡Menudo asco! Con lo aprensiva que soy con las cucarachas…- pienso poniendo cara de circunstancia.

    - ¡Imperius! – vuelve a exclamar el profesor.

    Con la varita mueve al bicho hasta el primer pupitre central y cae sobre las manos del compañero de Neville. Este retrocede instintivamente hacia atrás por la impresión. Todos empiezan a reírse menos yo. El hecho de que una cucaracha gigante salte según la voluntad de Barty, no me gusta ni un pelo. Veo como lo hace saltar hasta la cara de Crabbe y después sobre la túnica de una de las gemelas Patil. De nuevo lo hace saltar, esta vez, sobre la cabeza de Ron.

    - Su mordedura es letal – dice Moody mientras se ríe a carcajadas. Se escucha reír a Draco al lado de Ron. - ¿De qué te ríes tú? – le dice mientras hace saltar al bicho hasta la cara del rubio el cual intenta quitárselo ayudado por Goyle. Ahora sí que me río. Ver al engreído Slytherin en esa situación me divierte y mucho.

    – Tiene talento, ¿eh? – pregunta en general el profesor. - ¿Qué le ordeno ahora? ¿Saltar por la ventana? – dice estrellando al bicho contra el cristal. - ¿Ahogarse? – vuelve a decir colocando al bicho sobre un bote con agua. Todos dejamos de reírnos. El silencio sepulcral se hace presente en el aula.

    - Una veintena de brujas y magos afirmaron que solo se doblegaron a la voluntad de “quien ya sabéis” bajo la influencia de la maldición Imperius. – explica Moody. - Pero yo me pregunto… ¿Quién está mintiendo y quién no? – deja la pregunta en el aire.

    - Otra, otra… - sigue diciendo acercándose a Neville. – ¡Arriba! ¡Vamos! – le ordena al chico. – Longbottom, ¿no? – el chico asiente. – En pie. – Neville se levanta. - La profesora Sprout me ha comentado que se te da muy bien la Herbología. – el moreno asiente.

    - Esta también la Cruciatus, es… - le responde el chico, pero tampoco le deja terminar la frase.

    - Correcto, correcto… Ven, ven… Es realmente molesta. La maldición tortura – explica Moody. - ¡Cruciatus! – lanza sobre el bicho que está sobre la mesa de Neville.

    El bicho emite un chillido muy molesto que hace asustar a Neville y comienza a hiperventilar. Veo la escena y mi mente regresa a la cocina, donde “mi madre” se retorcía de dolor… Dolor causado por el mismo hombre que se lo está haciendo ahora al pobre bicho.

    - ¡Ya basta! ¿No se da cuenta de que lo está pasando mal? Pare… - le grita Hermione al profesor. Moody la mira y cesa la rotura al momento. Empieza a caminar hacia nosotras, bicho en mano. Según lo veo avanzar, yo voy retrocediendo por instinto, hasta chocar contra la pared. Me ha bajado la sangre a los pies al tenerlo de nuevo tan cerca. Cuando llega hasta nuestro pupitre me mira y pone al bicho sobre en él.

    - Tal vez usted podría aportar la última maldición imperdonable… - dice el profesor lentamente moviendo su cabeza hacia Hermione. Ella niega con la cabeza. No quiere decirla, y yo sé por qué.

    - ¿No? – le pregunta mirándola. Ella sigue negando con la cabeza. - ¿Y usted, Srta. Queen? – me pregunta mirándome desafiante y con una leve sonrisa. El miedo me invade y se instala en mi estómago. Niego con la cabeza también. Solo puedo pensar que va a matarme.

    - ¡Avada Kedavra! – exclama apuntando con la varita al bicho. Una luz verde sale de ella y golpea al pobre bicho de lleno dejándolo muerto al instante. La impresión de la escena hace que un flash se active en mi cerebro y las imágenes del rayo verde cayendo sobre “mis padres” me hacen soltar una exclamación de miedo. Moody me mira durante unos segundos en los que no borra su pequeña sonrisa. No soy capaz de reaccionar.

    - La maldición letal. – dice despacio mientras me mira. - Solo una persona ha sobrevivido a ella y está en esta aula. – comenta el profesor mientras se gira y se acerca a Harry. Una vez frente a él coge su petaca con multijugos y bebe con desesperación.

    Una vez finalizada la clase, salimos los cuatro y vamos bajando las escaleras.

    - Alucinante, ¿verdad? – pregunta Ron. – Esta como una cabra, eso sí… y asusta estar en el aula con él - me mira mientras lo dice. Creo que ha visto mi reacción cuando se acercó a nuestro pupitre. – Pero sabe de lo que habla. Miró el miedo de frente… –

    - Por algo esas maldiciones son imperdonables. ¿Realizarlas en un aula? – suelta Hermione mirándome y moviendo los hombros para que le dé la razón. – ¿Visteis que cara puso Neville? – pregunta justo cuando pasamos por su lado. - ¿Neville? – lo llama la castaña preocupada.

    Yo me acerco a él poniendo una mano en su hombro y lo hago girarse y enfrentarme. Seguidamente lo abrazo y él se queda cortado, sé que es muy tímido y le da vergüenza.

    - Yo te entiendo Neville, he pasado por lo mismo que tú – lo intento consolar. Al escuchar mis palabras me abraza fuerte.

    - Hijo, ¿Estas bien? – pregunta Moody que aparece de pronto bajando las escaleras. Me separo de Longbottom y retrocedo dos escalones hacia abajo, veo que mi cuerpo está siempre alerta con este hombre. – Te daré una taza de té, tengo algo que enseñarte. – le dice subiendo de nuevo las escaleras. Neville me mira y me sonríe para después seguirlo.

    Lo vemos desaparecer entre los alumnos y emprendemos el camino escaleras abajo. Voy callada. En mi mente siguen llegando las imágenes repetitivas de la muerte de “mis padres”. Creía haberlo superado, pero esto lo ha sacado todo de nuevo. Vamos por los pasillos, camino del gran comedor, cuando siento un brazo pasar por mis hombros y sujetar mi brazo. Miro a mi derecha y es Harry el que me está abrazando.

    - Sé qué te pasa – me dice bajito. – Ha sido traumático revivir lo ocurrido con tus padres – Yo asiento y apoyo mi cabeza en su hombro. Es tan tierno y le agradezco tanto este gesto… Ron y Hermione nos miran sin saber que pasa, creo que les sorprende nuestra cercanía.

    - Eres un gran amigo Harry – le digo fuerte para que lo escuchen y no piensen mal. Él asiente con una sonrisa.

    Entramos en el comedor y nos separamos para ir a sentarnos a nuestros sitios. Mientras paso entre los bancos la mirada fría del rubio oxigenado me paraliza. Tardo unos segundos en reaccionar y me siento junto a Hermione. Hablamos sobre quedar para ir a ver como introducen sus nombres en el cáliz los mayores y el rotundo fracaso de los gemelos. Eso nos provoca risas.
     
  14. Threadmarks: Capítulo 14: El Cáliz de Fuego
     
    Andromeda

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    Caliz de Fuego.jpg

    El cielo está muy oscuro y la lluvia es muy intensa. Nos hemos acercado al salón donde está expuesto el Cáliz de Fuego. Hermione y yo nos hemos sentado en unos bancos del lado izquierdo del salón. Harry y Ron están cerca del cáliz.

    Cedric atraviesa la estancia vitoreado por sus compañeros de Hufflepuff. Traspasa el circulo de edad y tira su nombre en las llamas azules del cáliz. Los aplausos llenan el salón. Ron lo saluda con la mano cuando pasa por su lado, pero este lo ignora.

    – ¡Que grosero! – susurro. Cuando pasa cerca de nosotras vitoreado y aplaudido por su casa me mira, me sonríe y me guiña un ojo. – ¿Pero que se ha creído el “vampiro”? – pienso, molesta. Hermione también se ha dado cuenta y me golpea con el codo en las costillas y me sonríe pícara. - Solo me ha visto una vez, igual que a Ron, a él no le saluda y ¿a mí me guiña un ojo? ¡Es un Idiota!... – le digo a la castaña molesta y ella se ríe.

    Veo que se acercan los chicos a nosotras. Harry le va diciendo a Ron “mejor tú que yo”. Se a lo que se refiere. Se suben a la grada colocándose tras nosotras. De pronto aparecen por la puerta los gemelos Weasley… ¡Esto va a ser divertido! – pienso emocionada.

    - ¡Ey! ¡Bien! ¡Sí! ¡Vamos Fred! – van diciendo mientras se acercan a nosotros. Todos aplauden contentos, piensan que va a funcionar… ¡ilusos!

    - Gracias, gracias… - Dice uno de los gemelos

    – Bien chicos, la hemos traído recién hecha esta misma mañana… - dice el otro gemelo.

    - No va a funcionar – dice Hermione canturreando. Yo me rio, sé que tiene razón. Nos rodean sentándose uno a cada lado nuestro.

    - ¿Tú crees? – dice Fred.

    - Y eso ¿por qué Granger? – pregunta George.

    - ¿Veis esto? – les pregunta ella señalando con el índice el circulo. – Es una línea de edad dibujada por el mismísimo Dumbledore.

    - ¿Y? – Pregunta Fred.

    - Y… que un genio como él no se deja engañar por una triquiñuela tan absurda como una poción envejecedora… - le responde la castaña.

    - Por esto están maravillosa! – dice Fred.

    - Porque es rematadamente absurda – contesta George. Yo solo puedo reír porque sé que va a pasar.

    Se ponen de pie juntos, sobre un banco cerca del cáliz, y agitan enérgicamente la poción. Cruzan sus brazos en señal de unión y preparados para tomarla.

    - ¿Listo Fred? – pregunta su gemelo.

    - Listo George – le responde su hermano.

    - ¡Por nosotros! – brindan al unísono. Se beben la poción y saltan dentro del anillo de edad. No pasa nada, así que un aluvión de aplausos los anima a seguir.

    - Gracias, gracias – saludan ambos hermanos a todos.

    - ¿Listo? – pregunta Fred.

    - Listo – responde George y meten los nombres en las llamas azules del cáliz.

    - Ehhhhh… - dicen al unísono y chocan las manos. Todos aplauden.

    Hermione se levanta de golpe y luego me mira algo perpleja. Yo niego con la cabeza y cuento… 3, 2, 1.

    De las llamas del cáliz sale una onda expansiva que los expulsa volando por el salón hasta hacerlos caer en el frío suelo. Ahora todo son risas.

    - ¡Tu idea! – dice Fred.

    - ¡Fue tuya! – le replica George mientras les crece el pelo y la barba. Rápidamente se van convirtiendo en ancianos. Las caras de Harry y Ron son un poema. Esto los ha asustado un poco. Los gemelos comienzan a pelearse por el suelo mientras la multitud se ríe y anima.

    Hermione vuelve a sentarse a mi lado. Me sonríe con complicidad. Ambas sabíamos que no funcionaria, solo que por diferentes motivos. Se pone a ojear su libro.

    De pronto, las risas y los gritos se transforman en cuchicheos. Viktor Krum ha atravesado las puertas del salón y se dirige al cáliz con paso firme. Atraviesa el circulo de edad e introduce su nombre en las llamas mientras mira a Hermione. Rápidamente la miro y ella le sonríe. - ¡Ummm! ¡Qué tierno! - le digo bajito realizando el mismo golpe con el codo en ella, mientras le sonrío traviesa. Ella me mira con los ojos abiertos y me empuja riéndose. Terminamos riéndonos las dos.

    Cuando ya todos los candidatos han puesto su nombre en el cáliz, nos marchamos del salón. Los chicos van emocionados hablando sobre lo que ha pasado. Yo solo puedo pensar en que mañana se anunciarán los nombres de los campeones de este año y el pobre Harry va a pringar. Pienso que podría intentar evitar que no participe, espiando a Barty y que no ponga su nombre en el cáliz, pero corro el riesgo de que me mate… Yo no tengo magia, no puedo olvidarlo... También pienso que, si no participa, la hermana de la franchute puede morir ahogada y eso no me mola. - ¡Harry tiene que salvarla! – me digo. Así que mejor dejo las cosas que sigan su curso… de momento.

    Camino despacio, abstraída en mis pensamientos, y cuando me quiero dar cuenta me he quedado sola. Miro a ambos lados y no hay nadie… - pero, ¿Dónde demonios se han metido todos? – me pregunto extrañada. Oigo las risas de los chicos en la planta de abajo. Acelero el paso para ir con ellos. Un pellizco en el estómago me avisa que estar sola, en un pasillo poco iluminado y dentro de un enorme castillo, es bastante aterrador. Es de noche y se escucha la fuerte lluvia caer.

    - ¡Dios! Ahora me saldrá Drácula del pasillo oscuro de la izquierda, ¡como en las pelis! No me queda más remedio que pasar por delante para llegar a la escalera… Ya podría tener alguna antorcha el puñetero… - pienso irónica. Siento que corro por el miedo al pasar junto al pasillo. No lo he terminado de pasar cuando una mano fría me tapa la boca y otra me agarra de la cintura tirando de mí hacia el pasillo en tinieblas. El terror me invade aumentando mi adrenalina. Intento desesperadamente quitar las manos de mi pero su fuerza es superior a la mía. Solo puedo pensar que es Barty, que ya ha venido por mi… Con un movimiento rápido, me gira y mi espalda choca contra la helada pared. Una de sus manos me sigue tapando la boca y la otra me rodea la cintura haciendo que mi cuerpo este pegado al suyo. No puedo ver quien es, la oscuridad nos envuelve. Siento algo metálico sobre mi boca… es un anillo. Respiro agitada, el corazón se me sale, y es cuando percibo ese aroma… ¿Draco?

    Intento acostumbrar mis ojos a la oscuridad para poder verlo. Unos segundos me lleva distinguir sus facciones en la penumbra, solo iluminadas por una luz lejana del pasillo central. Sus ojos brillan en la oscuridad, igual que un gato.

    - ¿Qué pasa Queen? ¡Veo que te gusta ir abrazando chicos por todo Hogwarts! – me dice con una sonrisa ladeada. – Primero Longbottom y luego Potter… ¿También piensas abrazar a Diggory? -

    - ¡Pero que se ha creído! – pienso. Intento quitar su mano de mi boca para poder contestarle, pero no puedo. Solo consigo que mis dedos resbalen en el forcejeo tocando su anillo, ese anillo plateado con el sello de los Malfoy en su mano derecha. Intento gritar, pero su mano no me da oportunidad y entonces me retuerzo como puedo.

    - ¡Quieta leona! – exclama haciendo su agarre más fuerte. Yo solo puedo respirar agitada, me tiene bien sujeta - ¿No has tenido suficiente con mi beso? – pregunta prepotente mirándome a los ojos. - ¿Quieres otro? – sonríe amenazante.

    La sola idea de que me vuelva a besar me espanta, y no es porque no me gustase, sino porque es peligroso y lo quiero lejos de mí. Tomo fuerzas y le doy un pisotón. Él suelta un poco el agarre por la impresión y el dolor y yo aprovecho para empujarlo y salir corriendo escaleras abajo.

    - ¡Estúpida muggle! – me grita mientras me alejo.
     
  15. Threadmarks: Capítulo 15: El Torneo de los Tres Magos
     
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    Copa 3 Magos.jpg

    Jueves. El gran día ha llegado… La selección de los tres campeones para el Torneo de los Tres Magos… Bueno, cuatro, si contamos al pobre Harry. Después de mucho pensarlo, ósea, muchas horas de insomnio, he decidido que no puedo hacer nada por evitarlo y que lo mejor que puedo hacer es apoyarlo al máximo.

    Entramos en el gran comedor. Hay revuelo de alumnos y profesores tomando asiento. Han colocado el Cáliz de Fuego frente a las mesas. Como somos más alumnos que de costumbre, por los extranjeros, los Gryffindors nos sentamos en una de las mesas y en las gradas, cerca de la puerta principal. Los de Slytherin y los búlgaros se sienta también en unas gradas, pero cerca del cáliz. Hufflepuff, Ravenclaw y las francesas están en las mesas.

    Nosotros nos hemos colocado en las gradas, Ron, Hermione y yo en la más alta y Harry delante con Finnigan. Estamos expectantes.

    - Sentaos, por favor – nos indica Dumbledore y todos lo hacemos. - Llega el momento que todos estabais esperando. La selección de campeones. – comienza a decir. Con su varita empieza a bajar lentamente las luces del salón. Luego se acerca al cáliz y pone sus manos en él. Cuando se retira la llama azul del cáliz cambia a rojo y suelta un papelito que el director recoge al vuelo.

    -El campeón de Durmstrang es… ¡Viktor Krum! – lee. Todos los búlgaros lo saludan y vitorean. Los de Slytherin le aplauden entusiasmados igual que el resto del comedor. Se levanta y va hasta Dumbledore que lo felicita estrechando su mano. Después, le indican que se retire por una puerta y lo hace.

    El cáliz vuelve a cambiar de azul a rojo y suelta otro papelito que Dumbledore vuelve a coger.

    -El campeón de Beauxbatons es… ¡Fleur Delacour! – lee de nuevo. Todos aplaudimos. A mí me parece genial que uno de los campeones sea una chica, aunque sea la única. - Seguimos viviendo en un mundo de hombres – pienso. Hace igual que Krum y se marcha por donde él.

    Por tercera vez, el cáliz cambia de azul a rojo y lanza otro papelito.

    - El campeón de Hogwarts es… ¡Cedric Diggory! – vuelve a leer. Todos aplaudimos entusiasmados ya que se supone que es nuestro representante. Se levanta sonriendo y va saludando a los alumnos por el pasillo hasta llegar a Dumbledore. Hace la misma ceremonia que los otros dos y se va por el mismo sitio.

    - Excelente, ya tenemos a nuestros tres campeones. – comienza de nuevo su discurso. - Pero al final solo uno escribirá su nombre en la historia. Solo uno levantará este Cáliz de Campeones. Este recipiente de victoria. ¡La Copa de los Tres Magos! – exclama señalando la copa que el Sr. Crouch ha destapado.

    - ¡Vaya! ¡El traslador! ¡Genial! – pienso mientras lo miro. Es una copa grande de cristal azul brillante y con adornos de plata.

    De pronto vemos, al igual que Snape, que el Cáliz de Fuego cambia de color otra vez y suelta otro papelito que Dumbledore recoge al vuelo de nuevo. – ¡Y aquí vamos! - pienso con una sonrisita.

    - Harry Potter – dice casi en un susurro. - ¿Harry Potter? – vuelve a llamar. - ¡Harry Potter! – dice gritando.

    La cara de Harry es un poema, se nota que está asustado… - ¡Pobre! – pienso.

    - Venga Harry – le dice Hermione empujándolo un poco para que se levante. - ¡Harry, por favor! – le suplica mientras ya le empuja para que camine. Él lo hace.

    - ¡Es un tramposo! – se escucha decir a un chico en el silencio del salón mientras Harry camina por el pasillo.

    - ¡Hay que tener diecisiete años! – se vuelve a escuchar de otro chico.

    Temeroso llega hasta Dumbledore, el cual, le da el papelito con su nombre mientras lo mira estupefacto. Harry comienza a dar unos pasos lentos hacia atrás, mirando preocupado al director, pero se para en seco y mira el cáliz. Este, de nuevo, ha cambiado de color y otro papelito sale de él. Dumbledore lo vuelve a coger.

    - Sophia Queen – dice bajito. - ¿Sophia Queen? – grita mi nombre en el más absoluto silencio. Los ojos se me ponen como platos. ¡Esto sí que no me lo esperaba!

    - ¿Sophi? – pregunta Hermione mirándome. La miro asustada y ella me agarra la mano. - ¡Venga, ve! – me dice animándome y dándome un empujoncito para que me levante. Yo la miro y niego con la cabeza efusivamente. - ¡Sí, vamos! - me vuelve a decir empujándome de nuevo y moviendo los ojos indicándome que camine.

    Comienzo a caminar por el pasillo lentamente. El miedo me invade y el silencio aterra. Veo en la grada de Slytherin a Draco, que muestra una cara de estupefacción nunca antes vista. Me acerco a Dumbledore y él me entrega el papel con mi nombre, el cual miro perpleja. Veo la expresión del director, una mezcla entre asombro y preocupación. Me pone la mano en la espalda y me empuja suavemente para que vaya donde Harry. No puedo dejar de mirar el papel y luego a Dumbledore.

    Cuando llego hasta Harry este me mira, esta tan asustado como yo. Me coge de la mano y tira de mí para que caminemos hacia la puerta lateral. Pasamos junto a mi tía la cual, esta tan angustiada, que sus ojos están vidriosos por las lágrimas que no quiere derramar. – Pobrecilla, lo está pasando mal – pienso mirándola. Me pone la mano en el hombro para darme ánimos. Le intento sonreír para tranquilizarla, pero no me sale.

    Justo al lado de la puerta está Ojo-loco, o más bien, Barty, y me lo quedo mirando. Sé que ha sido él, pero, ¿Por qué? Entiendo que quiera a Harry en el cementerio para el ritual, pero ¿a mí? ¿para qué?

    - ¡Maldita sea! – maldigo internamente. Barty no quiere decepcionar a Voldemort cometiendo otro error, por eso me quiere enviar a mí también allí. Sabe que Harry y yo somos casi inseparables y que, sobre todo, lo seremos en el torneo. No sé cómo me voy a librar de esto. Tengo que pensar algo y rápido.

    Cuando pasamos la puerta, bajamos unas escaleras hasta una verja. Esta se abre y entramos en la Sala de los Trofeos. Está llena de vitrinas de cristal con centenares de copas, medallas y, como no, trofeos.

    - ¡Sophi! ¿Qué haces aquí? – pregunta Cedric al verme. Se acerca rápidamente.

    - No se… - le digo mostrándole el pergamino quemado. Harry hace igual. Aun me sujeta la mano que no pienso soltar, él es mi salvavidas. Cedric nos mira perplejo.

    De pronto se oyen voces de adulto bajando por las escaleras y miramos nerviosos. Dumbledore viene en cabeza y se acerca a Harry cogiéndolo de los brazos. Nuestras manos se separan por el tirón.

    - ¡Eh, Harry! – le grita Dumbledore. - Harry, ¿metiste tu nombre en el Cáliz de Fuego? – pregunta, nervioso.

    - No, señor – dice Harry asustado.

    - ¿Y tú? – me pregunta a mí, mirándome. Parece un poco desquiciado.

    - No, señor – contesto también.

    - ¿Habéis pedido a algún mayor que lo hiciera por vosotros? – nos pregunta de nuevo pasando su mirada de uno a otro.

    - No, señor – respondemos al unísono.

    - ¿Estáis absolutamente seguros? – insiste.

    - Sí, señor – volvemos a contestar a la vez.

    - Es obvio que mienten – dice la directora francesa enfadada. Dumbledore suelta a Harry.

    - ¡Imposible! – exclama Moody. – El Cáliz de Fuego es un objeto mágico de gran poder. Solo un excepcional hechizo Confundus podría burlarlo. Una magia inalcanzable para un alumno de cuarto curso y una muggle. – concluye su explicación.

    - Veo que le has dedicado un tiempo a esa reflexión, Ojo-loco – le insinúa Karkarov acercándose a Moody.

    - Coincido con el búlgaro. Está claro que lo ha pensado y ejecutado a la perfección – pienso. - Este tipo sospecha de él y no va desencaminado. -

    - En otros tiempos tuve que pensar como un mago oscuro, Karkarov. – le protesta Moody. – No sé si recordarás… -

    - Eso no ayuda Alastor – le reprocha Dumbledore a Ojo-loco. – Es muy extraño que ambos nombres estuvieran en el cáliz. Alguien quiere que los chicos participen, pero, ¿Quién y por qué? Es muy peligroso, sobre todo para la Srta. Queen. – razona el director.

    Se han puesto a hablar todos los adultos en círculo, dejándonos detrás a Harry y a mí – Lo dejo en tus manos Barty. – le dice al Sr. Crouch mirándolo.

    El Sr. Crouch se queda pensativo unos segundos.

    - Se lo pondré fácil – les digo de pronto desde atrás. Todos se giran a mirarme. – Yo no participaré. –

    - Las reglas son firmes. – dice Crouch. – El Cáliz de Fuego establece un contrato mágico vinculante. –

    - Al que yo no pertenezco – les replico. – No soy maga, las reglas no van conmigo – sentencio levantando los hombros aparentando no estar asustada.

    - Aunque no seas maga no puedes rechazar el contrato, ¡es inquebrantable! – me dice Crouch. – El Sr. Potter y la Srta. Queen no tienen elección. – les dice a todos los profesores. – Son, desde hoy, unos campeones del Torneo. – sentencia. Todos los adultos nos miran.

    - ¡No puedo hacerlo! ¿No lo ven? – les grito en una súplica.

    - Tendrás que hacerlo – me dice el Sr. Crouch mirándome serio – De ti depende el que salgas con vida de las pruebas. Serás la única que podrás utilizar cualquier cosa no mágica. – me explica.

    - El Sr. Crouch pertenece al Ministerio y te da permiso – me dice Dumbledore asintiendo con la cabeza. El resto calla.

    - ¿Y me dirán en qué consisten las pruebas para poder prepararme? – pregunto seria.

    - No se puede revelar las pruebas a ninguno de los participantes. ¡Lo siento! – se disculpa Crouch.

    - ¡Pues muy bien! ¡Gracias por nada! – exclamo enfadada.

    Salgo a paso rápido de la sala y subo las escaleras casi llorando. El salón ya está vacío.

    - ¡Sophi! ¡Espera! – escucho a Harry tras de mí. Me paro y lo espero. – ¡Tranquila, todo saldrá bien! ¡Buscaremos la forma! – Yo asiento y lo abrazo. El me envuelve entre sus brazos.

    - ¡Mierda, Harry! ¡Voy a morir! – susurro bajito. Él me separa de su abrazo.

    - Eso no va a pasar. Estamos en el torneo por alguna razón… y la averiguaremos. – me alienta con una pequeña sonrisa. Coge de nuevo mi mano y la aprieta para consolarme. – Vamos, vayamos a dormir. Mañana veremos las cosas de otra forma. – dice animado mientras tira de mi para que lo siga.
     
  16. Threadmarks: Capítulo 16: Compartiendo pócima
     
    Andromeda

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    clase pociones.jpg

    Ya ha amanecido y veo las cosas igual de negras que ayer. Yo sí sé quién y porque, pero no puedo decirlo. Ellos no me quieren dar pistas sobre las pruebas, cosa que me da igual en realidad, ya que yo ya se cuales son. Ahora solo me queda prepararme para ello. Me arreglo para ir a desayunar y a clase. Parezco un robot, no sé exactamente qué es lo que hago… solo lo hago, es algo mecánico ya que mi mente está en otro sitio.

    - Sophi, ¿estás bien? – pregunta Hermione preocupada.

    - Sí, tranquila. Solo puedo pensar en que voy a morir… - le digo como si nada.

    - No me extraña, yo estaría igual en tu lugar – me dice Ginny.

    - ¡Gracias por los ánimos! – exclamo irónicamente.

    - Sé que no fuiste tú quien puso el nombre en el cáliz por dos razones – explica Hermione. – Uno: no eres maga, así que no pudiste poner un hechizo para pasar la barrera de edad, y dos: por tu repetitiva obsesión en decir que vas a morir, se nota que tampoco le dijiste a nadie que lo hiciera por ti. – concluye.

    - Solo lo he dicho una vez – protesto.

    - ¡Esta mañana! ¡Ayer no decías otra cosa desde que entraste por la puerta! – se queja la castaña.

    - ¡Lo siento! – me disculpo. – Pero es que estoy muy nerviosa –

    - Tranquila, lo se… - me dice abrazándome.

    - ¡Gracias por ser mi amiga! – le digo apretándola contra mí.

    - De nada – contesta.

    Salimos del dormitorio a la sala común y allí esta Harry esperándonos.

    - ¿Y Ron? – le pregunto.

    - No me habla – suelta Harry. – Cree que puse el nombre en el cáliz -

    - Tranquilo, te creerá… dale tiempo. – le digo guiñándole un ojo. Él sonríe levemente.

    Tras el desayuno tenemos clase de pociones. Así que cogemos las cosas y nos vamos los tres al aula. Ron ya está allí y, a pesar de estar en el mismo sitio de siempre, junto a Harry, no le habla y a mí tampoco.

    Yo voy para mi sitio. - ¡Por Dios! Ahora tengo que aguantar a este… – me digo mentalmente al ver a Malfoy. Veo que no me quita el ojo de encima. Me siento manteniendo la distancia. No tarda en llegar el profesor Snape.

    - Abran sus libros por la página doscientos treinta y siete – nos dice serio, como siempre.

    Lo hago y puedo ver la próxima receta:

    Pócima para dormir

    Uso: Hace que el bebedor caiga rápidamente en un sueño profundo pero temporal.

    Ingredientes: Cuatro ramitas de Lavanda

    Seis medidas de ingrediente estándar

    Dos cucharadas de Moco de Gusarajo

    Cuatro ramitas de Valeriana

    Preparación: Añadir cuatro ramitas de lavanda en un mortero. Añadir dos medidas de ingrediente estándar también al mortero. Triturar los ingredientes hasta obtener una pasta cremosa usando el mazo. Añadir dos gotas de moco de gusarajo al caldero. Añadir también dos medidas de ingrediente estándar. Calentar a fuego lento durante treinta segundos. Echar tres medidas de ingredientes triturados en el caldero. Agitar la varita. Dejar cocer quince minutos.
    Añadir dos medidas de ingrediente estándar al caldero. Calentar a temperatura alta durante un minuto. Añadir cuatro ramitas de valeriana también al caldero. Remover siete veces en el sentido de las agujas del reloj. Agitar la varita para acabar la poción.

    – Hoy tendrán que preparar esta poción por parejas… – me sobresalta Snape justo frente a mí. Un día de estos moriré de un infarto por su culpa. – con el compañero del costado – concluye.

    Miro a mi derecha y claro, tengo el pasillo. – ¡Mierda! – susurro cerrando los ojos. Miro a mi izquierda y ahí está, el prepotente de Malfoy con una sonrisa diabólica en la cara. – He tenido que ser muy mala en otra vida para merecer esto – pienso enfadada.

    Levanto la vista y veo como el profesor Snape mantiene una sonrisa fina en su cara. – ¡Pero que malo! – pienso, fascinada. Se marcha hacia su escritorio y yo miro al idiota de Malfoy.

    - ¡Manos a la obra! – le digo al rubio. Miro hacia atrás y veo a Hermione con una chica y a Harry con Ron frente un caldero. No se hablan, pero algo es algo. Hermione me mira con los ojos abiertos y yo le respondo con cara de ¡ayúdame!… Un carraspeo al fondo del aula me hace volverme al frente.

    - Bien… - le digo al rubio oxigenado. – Yo me encargo de lo del mortero. – El asiente y se dedica a poner sus ingredientes en el caldero sin rechistar. ¡Curioso!

    Pongo las ramitas de lavanda y el ingrediente estándar… ósea, los hierbajos, en el mortero y procedo a triturarlos.

    - ¡Como se te ocurre meter tu nombre en el cáliz! ¿Estás loca o eres una suicida? – me grita bajito el rubio agarrándome el brazo. ¡Ya empezamos!...

    - ¡Pero que ladras! – le exclamo de igual forma mientras tiro de mi brazo para soltarme. – Yo no he hecho tal cosa. ¿Cómo podría? No soy maga… ¿lo olvidas? – le sonrío falsamente.

    - Como voy a olvidar que eres una asquerosa muggle…– me dice con malicia. - Se lo habrás pedido a alguien -

    - Claro… - le digo irónica. – No tengo otra cosa que hacer y he pensado… ¡Me apetece morir! Voy a buscar a alguien que meta mi nombre en el cáliz… ¡Serás idiota! – exclamo mirándolo a los ojos.

    - ¡No me llames así! – me amenaza – Y es lógico que lo piense… ¡eres una estúpida muggle! – exclama asqueado.

    Voy a contestarle, pero otro carraspeo frente a mí me hace mirar y ver al profesor Snape mirándome serio.

    - Lo siento – me disculpo y bajo mi cabeza hacia el mortero. Veo por el rabillo del ojo como se aleja. Malfoy sonríe triunfador.

    Cuando ya tengo machacada la mezcla miro al idiota y veo que ya ha puesto el moco de gusarajo y más hierbajos en el caldero. Ha encendido el hornillo para que se caliente lo que hay dentro. Cronometro con mi reloj los treinta segundos. Aparta el caldero del fuego y añado las medidas indicadas de la sustancia del mortero. Miro al profesor y veo que tiene sus ojos puestos sobre un libro. Me gustaría preguntarle sobre la función de la varita en el proceso, ya que no me queda muy claro.

    - Profesor Snape… - lo llamo.

    - ¡Calla! – me coge la muñeca de la mano alzada y me obliga a bajarla, empujándome un poco para agitar su varita sobre el caldero.

    - ¡Pero qué haces! ¡Lo vas a estropear! Quería preguntarle antes al profesor… y que yo sepa tú no te llamas Snape… - le digo irritada pegando un tirón de mi mano para soltar su agarre.

    - No hace falta profesor – le informa Malfoy. - ¡Ya está solucionado! – El profesor lo mira y asiente. Vuelve a su libro. – Yo sé hacer esto, no es mi primera poción. – suelta engreído.

    - ¿Intentando conseguir puntos para tu casa Malfoy? – le pregunto irónica. Él sonríe socarrón. – Pues, como explote por tu culpa te lo voy hacer comer – lo amenazo. Su sonrisa desaparece.

    - Deberías agradecerme que me rebaje a ser tu compañero, en vez de amenazarme. ¡Estúpida desagradecida! – me suelta con chulería.

    - No lo soy…, solo que no me fio un pelo de ti – le suelto mirándolo a los ojos. – ¡Gracias de todos modos! – termino diciendo a regañadientes y volviendo la atención al caldero. Lo veo sonreír prepotente por el rabillo del ojo.

    Vuelve a poner el caldero en el fuego y cronometro 15 minutos.

    - Preferiría que me lo agradecieras de otra manera – me dice inclinándose hacia mí y con una sonrisa perversa.

    - ¡Ni lo sueñes Malfoy! – exclamo molesta empujándolo para que vuelva a su posición. - ¿Pero que se ha creído el niñato? – me pregunto para mis adentros.

    Pasados los minutos, retira el caldero del fuego y le añadimos más hierbajos. Vuelve a ponerlo en el fuego durante un minuto. Añado la valeriana y remuevo siete veces como indica el libro.

    - ¡Déjame ahora a mí! – me dice mientras vuelve a agitar su varita.

    - ¡Me rindo! – exclamo retirándome hacia atrás. – ¡Si explota que sea en tu cara! –

    De pronto una explosión me asusta, y no es de nuestro caldero. Miro hacia atrás y veo a Finnigan con la cara negra. Todos comenzamos a reír. ¡Pobre chico! – pienso. El profesor Snape se acerca a él para comprobar que está bien y lo hace salir de clase para que se asee en los baños.

    Me acerco con precaución al caldero y miro en él. Parece estar terminada. - Si es tan efectiva como dice el libro, podré usarla para mi primera prueba – pienso feliz. Snape viene hacia nosotros y se acerca también al caldero.

    - Muy bien Srta. Queen… - me felicita algo molesto. – Y felicidades a usted también Sr. Malfoy. – suelta con una fina sonrisa en su cara al mirarlo. El rubio me sonríe con cara de satisfacción. - ¡Estúpido prepotente! – pienso. Snape se marcha a ver el resto de calderos y yo me giro a ver a los chicos. Parece que todos han terminado también.

    - ¿Todo bien Sophi? – me pregunta Harry.

    - Si, todo bien. – lo tranquilizo. El rubio se gira a mirarlo con desafío.

    - Pero mira quien está aquí, ¡el tramposo de Potter!… - intenta picar a Harry. – Seguro que tú tienes algo que ver con que Queen también participe en el torneo. -

    - ¡Eso no es verdad Malfoy! – replica mi amigo enfadado.

    - Tranquilo, Harry. – intento parar lo que viene. – ¡No le hagas ni caso, pretende picarte! – Pongo los ojos en blanco y Harry sonríe.

    - Por cierto… que sepas que pensé que fuiste tú quien lo hizo– le suelto a Malfoy mirándolo de nuevo. – Pero luego deseche la idea -

    - ¿Por qué? – me pregunta expectante.

    - Porque hay que ser muy COBARDE para dejar que otros hagan el trabajo sucio por ti – le digo mirándolo a los ojos. – Pero pensándolo bien… tienes dos gorilas que lo hacen… así que… ¡sí que lo eres! -

    - ¡Retira eso ahora mismo! – me dice agarrándome por la barbilla con la mano del anillo. Forcejeo su mano con las mías para que me suelte, ya que hace presión. Me agarra con la mano libre mi muñeca derecha para evitar que quite su mano de mi cara y acerca su cara a la mía. – ¡Yo no soy un cobarde! – me susurra al oído. Siento su aliento acariciarme.

    - ¡Suéltala, Malfoy! – grita Harry levantándose de golpe con los puños apretados. Tiene intención de saltar por encima de la mesa, pero Hermione lo retiene por la espalda y Ron se pone delante, a pesar de no hablarle.

    - Mira por donde… ¡no te creo! – exclamo. – Y ahora, ¡Suéltame! – le exijo dando un tirón de mi mano y soltándome de su agarre por la muñeca. Le doy un manotazo y suelta mi cara dolorida. Seguidamente lo empujo para levantarme y alejarme de él.

    - ¡Te voy a partir la cara, idiota! – le grita Harry intentando soltarse del agarre de nuestros amigos.

    - ¿Qué está pasando aquí? ¿Sr. Potter? ¿Sr. Malfoy? ¿Srta. Queen? – nos mira Snape con los ojos desorbitados. Ninguno dice nada. Mira a Harry que es el que está más nervioso. - La clase a terminado – informa – Pueden irse… ¡excepto ustedes tres! –

    Todos los alumnos van saliendo del aula mirando hacia atrás y cuchicheando. Hermione y Ron también se marchan preocupados. Nos quedamos los tres solos con Snape.

    - ¡Síganme! – nos dice caminando hacia la puerta de clase.

    Malfoy se levanta y lo sigue, no antes sin mirarme con cara de querer matarme. Miro a Harry y veo que esta cabreado. Cojo mi libro y el cuaderno y me acerco a él. Le hago coger sus cosas y seguimos al profesor.

    Caminamos por los pasillos justo detrás de Draco. Miro de nuevo a Harry y está igual de alterado. Le cojo la mano y me mira. Su semblante se relaja y me aprieta la mano. Yo le sonrío, es mi amigo y no me gusta verlo así.

    - ¿Sabes dónde vamos? – me pregunta bajito.

    - Supongo que al despacho de Dumbledore… - le contesto de igual manera encogiendo los hombros.

    Draco se vuelve a mirarnos y su expresión de cabreo cambia a otra que no puedo definir bien, ¿Asesino en serie? Mira nuestras manos y se para en seco. Harry y yo paramos de golpe también, mirándolo algo inquietos.

    - ¡Suéltala! – le escupe a Harry. Estoy pasmada por su comentario. Harry aprieta más mi mano.

    - Sr. Malfoy, ¿algún problema? – le dice Snape.

    - No profesor… - le dice mirándonos y volviendo lentamente a caminar tras él. Nosotros lo volvemos a seguir, pero veo como nos va mirando de vez en cuando con cara de… sí…, asesino.

    Cuando llegamos al hipogrifo el profesor dice la contraseña y aparecen las escaleras. Snape empieza a subirlas, detrás Draco, Harry y por último yo. Cuando llego a la puerta veo al fondo a Dumbledore junto a Snape. Harry se está acercando de ellos. Paso a la sala y una mano me agarra la muñeca. Me giro y es el rubio oxigenado con cara de pocos amigos.

    - Aléjate de Potter… - me susurra.

    - ¡Ni hablar! – le respondo bajito tirando de mi mano para que me suelte. Tira de mi muñeca y me acerca a su cuerpo. - ¡Madre mía, que bien huele! – pienso, absorta.

    - Esto me lo vas a pagar… – me amenaza con una sonrisita ladeada.

    - ¡En tus sueños, Malfoy! – exclamo tirando de mi muñeca para que me suelte, cosa que consigo y avanzo para llegar hasta Harry. Draco me sigue y se pone a mi lado. Los dos profesores nos miran enfadados… ¡Menuda bronca nos espera!
     
  17. Threadmarks: Capítulo 17: Planes en Londres
     
    Andromeda

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    McGonagall.jpg

    Tras las clases con el profesor Colling, el cual está muy preocupado por el tema del torneo, y la comida en el gran comedor, me reúno con mi tía en la clase de transformaciones. Me ha mandado llamar con Ginny.

    El aula me recuerda mucho a una iglesia, por el tamaño y la decoración de piedra. Los pupitres se extienden por todo el recinto con excepción del fondo, donde sobre un escalón, se encuentra el escritorio de la profesora con su silla que parece un trono y dos pizarras, una a cada lado del mismo.

    - Ven siéntate aquí, mi niña – me dice señalándome uno de los pupitres de la primera fila.

    Yo me siento en el banco del pupitre que me ha indicado y ella lo hace en el que tengo a la derecha. Nos miramos frente a frente.

    - ¿Qué paso ayer? – comienza el interrogatorio.

    - Lo de siempre – le digo encogiendo los hombros. – Dejémoslo así, ¿vale? ¡Por favor! – le digo confiada.

    - ¿Cómo quieres que lo deje pasar? Ya es la segunda vez y… ¡ahora el Sr. Potter también! – exclama enfadada.

    - Ya sabes cómo es Malfoy… ¿qué esperabas? Soy una muggle ¡por Dios! ¡Me odia! – me excuso.

    - Si, tienes razón… tenía que haberlo previsto… - me dice apenada. - Vale, lo dejaré pasar esta vez, pero que no se repita, sino tomaré cartas en el asunto – me dice de forma amenazadora.

    - No te prometo nada – le contesto volviendo a encogerme de hombros. - ¡Es Malfoy! – Ella sonríe levemente.

    - Esta vez os habéis librado del castigo por que Harry y tú os tenéis que centrar en el torneo, pero no habrá otra oportunidad – me aclara. Yo asiento efusivamente.

    - El tema del torneo me tiene muy preocupada. – comienza a decirme. - No deberías participar en él. Es muy peligroso para los alumnos poco experimentados en magia como Harry…, ¡no digamos para ti! Llevo desde que saliste elegida persiguiendo al director Dumbledore para que desista de tu participación, pero sigue insistiendo que Harry y tú no tenéis más alternativa que participar. –

    - Lo se tía, tranquila – intento reconfortarla con una sonrisa. – Ya me las ingeniaré para no morir y si lo hago, ya no tendrás que preocuparte más por mis peleas con Malfoy – le digo sonriendo.

    - ¡No digas eso ni de broma! – me reprocha. – ¡No tiene gracia, señorita!... Seguiré insistiendo hasta que Dumbledore me haga caso, aún hay tiempo. –

    - No es necesario tía. Lo he asumido. – le digo calmada. - Necesito comprar algunas cosas en Londres para los desafíos… - le informo.

    - ¿Qué vas a comprar? ¿Cómo sabes qué necesitas? – me pregunta expectante. - ¿Te han dicho en qué consisten? -

    - No, no me han dicho nada… a pesar de estar en desventaja. – le confieso. - Entre tú y yo… - le digo bajito inclinándome hacia ella. Ella asiente intrigada, también inclinándose hacia mí. – ¿Recuerdas que te comenté que sé cosas? – Ella asiente de nuevo. – Pues bien, se cuáles son los tres retos y por eso sé cómo prepararme. Ya he pensado que usaré y cómo – le explico también bajito. Ella sonríe y me coge las manos.

    - Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. Me da igual que no pueda inmiscuirme… ¡lo haré de todos modos! No eres como el resto de participantes y también eres mi sobrina… - me dice en un susurro con una mirada muy tierna. Yo asiento con una sonrisa.

    - Cambiando de tema…– continua. – Quería comentarte otra cosa. El agente Morrison me ha llamado. -

    - ¿Quién? – pregunto sin entenderla bien.

    - El policía que se encargó de ti mientras me esperabas. – me explica.

    - ¡Aaah!, ¡Vale! No sabía que se llamara así… Creo que no me lo dijo o se me ha olvidado…, ¡no recuerdo bien! - le comento pensativa.

    - Tranquila, lo imagino – me responde, afligida. – Bueno, él me ha informado que aún no tienen ninguna pista sobre el asaltante, pero eso… tú y yo ya lo sabemos. – me dice seria y yo asiento. – Dice que ya podemos recoger los cuerpos para el funeral. Ya lo he preparado todo y se oficiará mañana a las diez en el cementerio West Norwood de Londres. – informa. Yo sigo asintiendo con la cabeza, no sé qué decir. - El Sr. Filch nos llevara. Puedes avisar a quien tú quieras para que nos acompañe. – me indica.

    - Se lo diré a Sahra, le dije que la avisaría cuando supiera algo y ella quería verme – le confieso. – Igual sus padres también vengan.

    - Me parece bien – me regala una sonrisa aun sujetándome las manos. Yo se la devuelvo.

    - ¿Podrás acompañarme después del funeral a comprar lo que necesito? Así aprovecharé el viaje… - le suplico.

    - Por supuesto… Lo que necesites – me responde dando unos golpecitos sobre mi mano.

    - Aunque… no sé si tengo dinero - le digo preocupada.

    - Por el dinero no te preocupes, mi niña. Yo compraré lo que necesites. – me indica. - Además también quiero decirte que eres única heredera de tus padres, eso conlleva la casa de Notting Hill y una cuenta bancaria bastante aireada. De la casa ya me he encargado para mantenerla cerrada hasta que seas mayor de edad. Podemos ir a echarle un ojo en verano y cuando quieras estudiar en la universidad podrás vivir en ella… Si quieres, ¡claro está! Y mientras estés aquí conmigo, yo me encargaré de todo lo que necesites – termina de informarme.

    - Gracias tía – le agradezco. – Pero estas cosas debo comprarla yo, no te quiero involucrar más de lo necesario. – intento aclararle. – Necesitaré algo de ti, pero te lo diré en su momento… - informo.

    - Como tú quieras – me dice – ¡Anda, ve! tendrás deberes que hacer y yo tengo mucho que corregir – me dice levantándose del pupitre. Yo hago lo mismo y me abraza fuerte. - ¡Cuánto estoy queriendo a esta mujer! – me digo para mí.

    La dejo trabajando en el aula y me voy a la sala común, solo esta Hermione con un libro, supongo que estudiando.

    - ¿Qué quería la profesora McGonagall? ¿Todo bien? – me pregunta al verme.

    - Si, tranquila... Un poco de bronca por lo de ayer e informarme que mañana será el funeral. Iremos a Londres. – le informo algo decaída al sentarme a su lado.

    - Sophi, ¿necesitas que vaya contigo? – me pregunta poniendo su mano en mi hombro.

    - No sé… será muy íntimo, solo mi tía y yo… y mi amiga Sahra y sus padres… - le digo. - No es necesario… ¿Tú quieres venir? – le pregunto mostrando algo de súplica.

    - Por supuesto que iré. También se lo diré a mis padres para que también vayan…, no se conocían, pero quiero que te conozcan a ti y así los podré ver… ¡los echo de menos!... siempre que te parezca bien, claro. – me comenta preocupada.

    - Claro que pueden venir... – le comento con una pequeña sonrisa. – Así también conocerás a mi amiga Sahra. ¡Es muy buena chica! – le digo algo más animada.

    - Seguro que me cae bien – me sonríe.

    - ¡Estáis aquí! – dice de pronto Harry que aparece por la puerta de la sala común. Nosotras lo miramos, viene enfadado.

    - ¿Qué te pasa? – le pregunto.

    - Estoy harto – contesta. – Todos me insultan y se meten conmigo. Me llaman tramposo y dicen que apesto -

    - Y tú les haces caso, ¿no? – le pregunto levantando una ceja.

    - No, pero me cabrea mucho – responde como si soltara un gran peso al tirarse en el sofá a mi lado.

    - No te afectaría tanto si tuvieras a Ron a tu lado. – le indico.

    - No sé, es posible… pero ya te he dicho que no me habla – dice molesto – ¡y estoy cabreado con él! –

    - ¡Vale! No lo pagues con nosotras… - le digo moviendo las manos para que se relaje.

    - ¿De qué habláis! – pregunta cambiando de tema.

    - Mañana será el funeral de los padres de Sophi en Londres, y voy a acompañarla – le explica Hermione.

    - Yo también iré… Será un momento duro y necesitarás nuestro apoyo – me dice pasando sus brazos por mis hombros para abrazarme.

    - Por supuesto… Que mejor que teneros a mi lado. – les respondo con una sonrisa. No sé cómo hemos llegado a esto, pero me veo abrazada por los dos. Me siento arropada. En realidad, me hacen sentir muy bien.

    Durante la cena apenas hablo, solo miro a Harry, ya que los cuchicheos se escuchan claramente y me hacen enfadar al igual que a él. Intento no pensar en ellos, centrándome en escribir a Sahra para comentarle lo de mañana.

    WhatsApp

    Yo: ¡Hola, guapi! ¿Cómo va todo?

    No tarda en escribir.

    WhatsApp

    Sahra: ¡Hola cari! Todo bien por aquí… ¿Y tú? ¿Cómo estás?

    Yo: Bien. Quería comentarte que mañana es el funeral a las 10h en el cementerio West Norwood.

    Sahra: Ok… Allí estaremos… Estoy deseando verte (emoji triste con una lágrima)

    Yo: Yo también (emoji triste)

    Sahra: ¿Qué haces?

    Yo: Cenando… ¿y tú?

    Sahra: También, ¿y tu tía te deja cenar escribiendo por el móvil? Porque mis padres no paran de reñirme y amenazarme con quitármelo por días… (emoji atemorizado)

    Yo: (emoji riendo) A mí no me ve… estoy en un gran comedor, en una mesa larguísima, y ella está muy lejos de mí…

    Sahra: ¡Que suerte! (emoji riendo)

    Yo: Sip… Bueno te dejo… nos vemos mañana (emoji besito)

    Sahra: Ok. Bye guapa! (emoji besito)

    - ¿Qué es eso Queen? – pregunta esa voz irritante a mi espalda. Un tirón del móvil me deja la mano vacía.

    - ¡Devuélveme eso, Malfoy! – le grito girándome enfadada, y se lo intento quitar de las manos.

    - Uhhhh, ¡a ver!... – dice mirando la pantalla y evitando mis manos mientras se ríe. Veo que lee lo que pone y su cara se pone seria. No creo que haya podido leer mucho de la conversación.

    - ¿Con esto te escribes con alguien? – me mira serio sujetando mis manos con su mano libre.

    - Si, devuélvemelo… - le ínsito intentando liberar mis manos.

    - ¡Suéltala, Malfoy! Y devuélvele el móvil… - grita Harry que se ha puesto de pie.

    - ¡Cállate, Potter! Y no te metas en lo que no te importa – le suelta con cara de asco.

    - Harry, cálmate, yo me encargo… - le digo antes de que salte por encima de la mesa, ya que veo que tiene intención de hacerlo. – Ayer nos libramos por los pelos, pero nos van a terminar castigando… -

    - Vamos, ya te has divertido un rato… ¡devuélvemelo, Malfoy! – le digo intentando parecer serena.

    - ¿Con quién te escribes? – me pregunta enfadado.

    - Con una amiga – le digo mientras sigo forcejeando.

    - Una amiga no te dice que está deseando verte y te llama “guapa” al despedirse – me acusa. – ¡Que poco sabe de chicas! – pienso.

    - Pues entonces… es un amigo – le miento con voz paciente, consiguiendo que me suelte una mano.

    - ¿Y has quedado en verte con él mañana? – pregunta más enfadado. Si no fuera porque es Malfoy, diría que esta celoso… De un tirón consigo que me suelte la otra mano.

    - Si, hemos quedado en Londres. – le digo calmada intentando arrebatarle el móvil de la mano. Lo consigo y me lo guardo en el bolsillo interno de la túnica. Me giro hacia mi plato de nuevo.

    - ¿Vas mañana a Londres? – pregunta casi gritándome en la espalda.

    - ¡Que sí, pesado… que voy a Londres mañana!... y no pienso darte más explicaciones ¡ni que fueras mi madre! – le suelto molesta.

    No vuelvo a escucharlo. Hermione me mira y me indica con los ojos que ya se ha ido. Respiro aliviada, ya me estaba poniendo nerviosa.

    Cuando terminamos la cena nos vamos a la sala común. Yo directamente me voy al dormitorio. Necesito hacer algunas cosas antes de acostarme. Me pongo el pijama y una vez dentro de la cama me pongo a buscar información sobre lo que necesito comprar mañana.

    Entro en Google y busco una tienda de deportes. Automáticamente aparece una. Miro si tienen allí lo que busco, ósea, que para empezar necesito:

    1. Ropa deportiva: pantalón elástico, camiseta manga larga, sudadera con cremallera y capucha, y unas botas de montaña.

    2. Un arco de precisión y unos guantes.

    3. Flechas normales y flechas con dardo. Tal vez, alguna que tenga un dispositivo para gas.

    - Lo tienen, ¡Genial! - pienso. Luego busco lo siguiente:

    1. Biquini deportivo

    2. Gafas para bucear y una bombona, para aguantar una hora, con los componentes necesarios.

    3. Aletas, linterna y un cuchillo.

    - También lo tienen, ¡Guay! – pienso, contenta. Por último:

    1. Una pistola con bengala.

    Y mira por donde, también lo tienen. Estoy muy contenta. Si está disponible en tienda mañana, abre aprovechado el viaje. Lo apunto todo en un papel para que así no se me olvide nada.

    Con tanta búsqueda se ha hecho tarde y se me cierran los ojos. Pongo a cargar el móvil y me acurruco entre las sábanas. El día de mañana será duro emocionalmente.
     
  18. Threadmarks: Capítulo 18: El funeral
     
    Andromeda

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    cementerio.jpg

    Hermione y yo nos hemos levantado temprano. Sin hacer ruido para dejar dormir más tiempo a Ginny y a las otras chicas, nos hemos aseado y vestido. Las dos vamos de oscuro. Me he puesto unos tejanos negros con una camiseta negra ajustada de cuello redondo ancho. La chaqueta de paño negra y las botas del mismo color complementan el atuendo, haciéndome ver arreglada pero informal. Verme de negro en contraste con mi piel blanca me hace parecer un fantasma. Lo único que llevo de color es mi mochila, la cual llevo a la espalda y que se cubre por mi pelo.

    Bajamos a la sala común y encontramos allí a Harry. Nos entrega unos bollos que ha recogido en el comedor para que podamos desayunar por el camino. Salimos y nos dirigimos a la entrada del castillo donde mi tía Minerva nos espera. Una vez fuera, el “agradable” Sr. Filch le abre la puerta del coche a mi tía para que suba, pero cuando nos toca a nosotros, nos mira con asco y se va. Nos miramos riéndonos y subimos a la parte trasera del vehículo mientras él se posiciona en el asiento del conductor, como siempre.

    Mi tía se ha sentado en el asiento de enfrente, quedando Hermione, Harry y yo en el otro. Tengo a cada uno a un lado. Vamos comiendo lo que Harry nos ha dado y hablando sobre un partido de Quidditch que habrá esta tarde. Aterrizamos en el mismo bosque, entramos en la misma carretera nacional y cogemos la misma autopista de la otra vez, pero, en esta ocasión, no vamos hacia el centro de Londres, sino a las afueras.

    Una vez llegamos al cementerio salimos del coche y puedo ver una gran extensión con césped verde separado por calles asfaltadas. Hay bancos y fuentes de agua para los visitantes. Se ven bastantes panteones familiares, estatuas de mármol ambientadas en ángeles y lápidas en el suelo, estas últimas más sencillas. A unos diez metros, cerca de un precioso árbol de hojas rosas, se encuentran dos féretros de color madera ya preparados para el ritual.

    No puedo caminar, me he quedado anclada en el suelo. Siento el brazo de mi tía ponerse sobre mis hombros para hacerme mover hacia delante pero casi no puedo moverme. De pronto siento una mano agarrar la mía y al mirar veo que es Harry. Me mira y da un paso hacia delante tirando un poco de mí. Comienzo a caminar. Hermione va junto a él también.

    Al llegar junto al árbol veo que el párroco ya está allí y dos matrimonios también, uno de ellos con una chica. Sahra viene a paso rápido y me abraza. Yo le devuelvo el abrazo solo con un brazo, no suelto para nada la mano de Harry. Se separa y me mira con ojos llorosos.

    - ¡Hola guapa! – me dice.

    - Tranquila – le respondo con los ojos cristalinos y la abrazo otra vez. Ella asiente con la cabeza.

    Los padres de Sahra vienen a darnos el pésame a mi tía y a mí. Ambos me abrazan y eso me sorprende. Debemos ser muy buenas amigas y ellos conocerme bien. Me dan palabras de ánimo y de que están para lo que los necesite. Yo solo asiento. Aprovecho para presentar a Sahra, Hermione y Harry. Ellas se dan dos besos y con Harry se saludan estrechándose la mano. Hermione le hace una seña con la mano a sus padres y ellos se acercan. La castaña abraza y besa a sus padres y Sahra y los suyos se retiran a un lado para dar paso a los padres de Hermione.

    - Mamá, papá, ella es Sophia Queen, sobrina de la profesora McGonagall y mi amiga. –me presenta Hermione.

    - Lamentamos tu perdida – me dice su madre y me abraza. Le devuelvo el abrazo.

    - Mis condolencias – me dice su padre ofreciéndome su mano. Yo suelto a Harry y le doy la mano.

    - Gracias… y gracias por venir. Me hubiera gustado conocerlos en otras circunstancias… - les digo.

    - Lo sé querida – me dice su madre apenada.

    El párroco nos interrumpe para decirnos que podemos comenzar la ceremonia. Hermione y sus padres se retiran también, quedando frente a los ataúdes y al párroco, mi tía a mi izquierda y Harry a mi derecha. Este vuelve a coger mi mano.

    Una vez termina la ceremonia el párroco nos da el pésame y se marcha. De pronto, aparece por detrás de mi tía y se pone frente a nosotras, el policía que estuvo conmigo ese fatídico día.

    - Mis más sentidas condolencias – nos dice. Mi tía le da la mano en saludo.

    - Gracias agente Morrison – le saluda ella.

    - Gracias – le digo yo con una sonrisa. - ¡Que majo! Se ha dignado a venir a vernos… - pienso.

    - ¿Puedo hablar con usted? – le pregunta a mi tía. Ella asiente y mirándome se aleja con él.

    - ¿Cómo te encuentras? – me pregunta Harry.

    - Bien, gracias a ti – le sonrío y levanto mi mano sujeta a la suya. Él también sonríe.

    Veo a Sahra que empieza a acercarse a nosotros y Harry me dice bajito que nos deja a solas. Yo asiento y él se va con Hermione y sus padres.

    - Veo que no has perdido el tiempo… – me dice cogiéndome del brazo y girándome para comenzar a caminar.

    - ¿Perdona? – le pregunto asombrada.

    - Pues eso, que te has ido a otro instituto y resulta que ya tienes novio – me dice sonriendo con malicia fingida.

    - Harry no es mi novio – le aclaro. – Es mi amigo –

    - ¿Con derecho a roce? – me giña un ojo.

    - ¿Qué? ¡No! – le digo. – No seas mal pensada… -

    - No soy mal pensada, ya lo sabes… – me dice abrazándose a mí por mi brazo agarrado. – Pero el chico está muy bueno y no te ha soltado la mano desde que llegasteis… -

    - Pues no, es mi amigo… muy buen amigo… como un hermano – le explico con una sonrisa.

    - ¿Y está libre? ¿O le pertenece a Hermione? – me sonríe esperanzada.

    - También es su amigo – le aclaro. – Esta soltero y sin compromiso, ¿Contenta? – le pregunto casi riendo.

    - Pues sí, mucho – dice riendo. – Y cuéntame…, hazme un resumen de tu vida ahora -

    - Vale… - le digo lentamente. – Vivo interna en un instituto con mi tía Minerva que es profesora allí… creo que ya te lo dije, ¿no? – le pregunto.

    - Sip, sigue – me apremia.

    - Comparto dormitorio con cinco chicas, entre ellas Hermione... Los profesores son muy majos, incluyendo al director… – continúo, pensando rápidamente que puedo contarle.

    - Tengo nuevos amigos como Harry y Hermione – giro la cabeza para mirarlos. – Luego están Ron, su hermana Ginny y sus hermanos gemelos Fred y George. También están Cedric, Seamus y Neville. – termino de enumerar mirando hacia el suelo mientras caminamos.

    - ¡Me sorprendes Sophi! – exclama. – Creo que es la primera vez que haces más amigos que amigas… ¿qué te ha pasado? ¿Has dejado de ser una mojigata? ¿Escasean las chicas? –

    - No soy una mojigata y no…, no escasean – le digo – creo que es porque me he introducido en un grupo donde abundan más ellos. – le digo encogiendo los hombros.

    - ¿Y están buenos? – me pregunta curiosa.

    - Que si… ¡son todos muy guapos! – le digo dándole un codazo, molesta.

    - ¿Cómo Harry? – insiste.

    - Si, como Harry… ¿Pero a ti que te pasa? ¡Tienes las hormonas alteradas! – exclamo asombrada.

    - ¡Es la edad! – dice seria. Eso provoca que nos dé la rísa. – ¿Sabes una cosa? – Yo niego con la cabeza. – David me preguntó por ti el fin de semana pasado. Yo no le he contado nada sobre lo ocurrido, solo que te has ido lejos y punto. –

    - ¡Bien hecho! – le digo sonriendo. – A ver si así se olvida de mí. –

    - Seguro que sí, te repondrá por otra y como está bueno consigue a la que quiere – me dice mirándome a los ojos. – Bueno, en realidad, ya tiene a otra… ¡Me enrolle con él! – confiesa.

    - ¿Qué? ¿Estás loca? ¡Aj! – le digo poniendo caras. - ¡Aj! -

    - Lo se… soy débil – me dice seria. De pronto nos entra un ataque de risa que intento cubrir con la mano por respeto al sitio donde estamos. – Empezamos a hablar de ti y una cosa llevó a la otra... Total, que cuando me quise dar cuenta me estaba comiendo los morros – sigue diciendo entre risas.

    - ¡Aj, tía! – exclamo de nuevo aguantando la risa. Nos sentamos en un banco.

    - Deja de ser tan puritana ¡por Dios! ¿Y tú cuando piensas estrenarte? Es solo un beso, no pasa nada… - me dice calmando la risa.

    - Espera… ¿me estás diciendo que yo no he besado a ningún chico? – le suelto sin pensar, ya sin reírme. Se le corta la risa de golpe y me mira extrañada.

    - Que yo sepa no has dejado que ningún chico te besara, y mira que David lo intentó muchísimas veces. – me explica.

    - Espera, espera, espera… - intento concentrarme y pensar. - ¡No me jodas! ¿Me estás diciendo que mi primer beso ha sido robado por Malfoy? – digo pensando en voz alta. – ¡Lo que me faltaba! -

    - ¿Quién es Malfoy? – me pregunta sorprendida. Me quedo parada mirándola. No me he dado cuenta que lo he dicho en alto. – No me has hablado de él… -

    - Nadie – suelto de golpe.

    - ¿Te ha besado? – me dice con los ojos como platos y una sonrisa de oreja a oreja.

    - Eso no fue un beso – le digo molesta.

    - Venga ya… - me dice. - ¿Quién es? – pregunta expectante.

    - Un idiota y no fue un beso… – le repito.

    - ¿A no? ¿Un pico? – dice con malicia – Sabes que eso cuenta también como beso, ¿no? –

    - No, no fue un pico – le digo y me mira con sorpresa – Vale… fue un beso, pero robado… no cuenta –

    - ¡Claro que cuenta! – exclama emocionada. - ¿Te gusto? ¿Está bueno? – pregunta curiosa.

    - Se acabó. Esta conversación se acaba aquí – le suelto de nuevo molesta.

    - Vale – dice levantando las manos para tranquilizarme. – Eso es que sí… - La miro cabreada y ella sonríe. – Creo que alguien se ha enamorado – canturrea sonriendo.

    - Yo no me he enamorado de ese idiota. Es insoportable, prepotente, narcisista… y no para de insultarme y meterse conmigo. – le cuento. – Es un acosador como David, pero peor… -

    - ¿Un acosador? ¿En serio? – me mira entornando los ojos.

    - Es un imbécil que me molesta, me insulta, me mete mano, me vuelve a insultar, me besa, me tira cosas, me acorrala, me agarra con fuerza y me hace daño, me insulta otra vez… - voy enumerando molesta. – Y yo ya no sé qué hacer… le he pegado, empujado, pisado, … - Sahra se ríe a carcajadas.

    - ¿Te ha metido mano? – me dice incrédula sin dejar de reírse.

    - ¿En serio? ¿Es con lo único que te has quedado?... Me pillo desprevenida, no lo vi venir… ¡Pero lo abofeteé! – Sahra se ríe a carcajadas. – No te rías… me costó un castigo por que lo hice en clase… - ella se ríe más aún. – Y en el castigo aprovechó para besarme… no puede reaccionar… – me quejo malhumorada.

    - Esta claro que, del amor al odio solo hay un paso – me suelta canturreando. – Es cuestión de tiempo que caigas en sus brazos. Está claro que para ti no es como David… ¡te gusta y mucho! ¡Reconócelo! -

    - ¡Nunca! Y no me vengas con refranes que cobras – la amenazo. Ella me abraza aun riéndose, pero más calmada. Yo se lo devuelvo. – Esta chica me cae muy bien – pienso feliz.

    - Sophi – me llama mi tía. – Debemos irnos.

    - Si, voy – le digo levantándome del banco.

    - ¿Seguiremos en contacto? – me pregunta Sahra algo triste.

    - Claro, pero no escribo mucho últimamente. Nos controlan mucho los móviles. – miento.

    - Vale, cuando puedas. – me dice apenada.

    - No te preocupes, te escribiré y haremos video-llamada para vernos. – le guiño un ojo.

    - ¡Genial! – me dice contenta. Me abraza y me da dos besos y yo repito la acción.

    - Nos vemos – nos decimos al mismo tiempo. La veo ir hasta sus padres, despedirse de Harry y Hermione con la mano y marcharse.

    Me acerco a mi tía para ir caminando hacia Hermione y Harry.

    - ¿Qué te ha dicho el agente Morrison? – le pregunto curiosa.

    - Nada nuevo. Está molesto por no haber encontrado nada sobre el atacante. – me dice mirándome a los ojos.

    - Lo supongo, pobre hombre… si supiera… - le digo bajito y ella asiente.

    - Es un sitio muy bonito para ellos, están resguardados por un precioso árbol – le explico mientras miro el lugar donde descansan ahora “mis padres”. Ella mira también el lugar.

    - Sí, sí que lo es… Podemos venir cada vez que lo desees – me indica cogiéndome la mano y apretándomela.

    - Sí, vendremos – le digo convencida mientras llegamos hasta mis amigos.

    - Tenemos que hacer algo antes de volver a Hogwarts – comenta mi tía.

    - Si quiere, podemos llevarnos a los chicos a casa y cuando termine pasa a recogerlos – expone el padre de Hermione.

    - ¡Oh, se lo agradecería! – exclama mi tía. – Pero Sophi tiene que venir conmigo. –

    - No hay problema – dice su madre. – Supongo que tendrán cosas que resolver… -

    - Si, espero que no nos lleve mucho tiempo – le dice mi tía amablemente.

    Yo asiento con una pequeña sonrisa y nos despedimos de ellos llegando hasta el coche negro.
     
  19. Threadmarks: Capítulo 19: Las compras
     
    Andromeda

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    Tienda deporte.jpg

    Subimos al vehículo y el Sr. Filch abre la ventanilla que comunica los dos espacios del vehículo.

    - ¿A dónde? – pregunta con esa cara de amargado.

    Le doy la dirección de la tienda de deportes y en veinte minutos ya estamos allí. La tienda es bastante grande, no es un Decathlon pero el material que se ve es de calidad. Un dependiente nos ve y viene a atendernos.

    - Hola Queen – me saluda. Mi cara es un poema. – ¿Y este quién es? – pienso mirando a mi tía.

    - Hola – le saludo tímida.

    - Llamaré al Sr. Winchester para que te atienda. – me indica el chico.

    - Vale… - le digo y se marcha.

    - ¿Le conoces? – me pregunta mi tía.

    - Pues no se – le contesto levantando los hombros.

    - ¡Sophi! – me grita un señor regordete acercándose a mí.

    - Hola – le contesto sin saber quién es.

    - Me enteré de lo de tus padres, una tragedia… - me dice mirándome a mí y a mi tía.

    - Si, lo es – le responde mi tía.

    - ¿Y usted es? – le pregunta el Sr. Winchester.

    - Minerva McGonagall, la tía de Sophi. - se presenta extendiéndole la mano.

    - Encantado Sra. McGonagall. – la saluda aceptándole la mano. - ¿Y qué trae por aquí a mi mejor clienta? – pregunta sonriendo. – ¡Sera pelota! – pienso.

    - Quería unas cosas muy específicas – le comento.

    - Tú dirás – dice contento. - ¿Sigues boxeando? – me pregunta mientras nos hace seguirlo.

    - Si… - digo tímida – Sobre la cara de alguno – mi tía me mira con los ojos como platos. El Sr. Winchester se ríe a carcajadas.

    - Tienes el mismo carácter de tu padre – me comenta apenado. – Y la belleza de tu madre -

    - Gracias – le sonrío.

    - Dime – me dice tras el mostrador.

    - Bueno, necesito… saco la lista que realicé anoche.

    · un pantalón elástico

    · una camiseta manga larga

    · una sudadera con cremallera y capucha

    · unas botas de montaña.

    · un arco de precisión

    · unos guantes

    · unas flechas normales

    · unas flechas con dardo

    · una flecha con un dispositivo para gas

    · una aljaba para transportar las flechas

    - ¿Tiro al arco? Buen deporte… - pero tu padre te compro un arco hace un año, ¿no? – me pregunta.

    - Si, pero necesito algo mucho mejor, más preciso y las flechas que le indico.

    - Perfecto. Te enseño lo que tengo. – me dice indicándole que lo acompañe. – Este arco recurvo profesional de 35-70 Ibs de aleación de aluminio es perfecto para ti. – me dice mostrándome un arco de poleas.

    - ¡Genial! – le digo cogiéndolo y tensándolo un poco. - ¿Cómo se yo eso de las poleas? – pienso.

    - Las flechas son de fibra de carbono, son más resistentes que las de madera que te llevaste la otra vez – me las muestra. – Las puntas estándar también lo son. – Yo asiento. – Tu padre me dijo que quedaste segunda en el Torneo de Tiro al Arco. – dice sonriente.

    - Si, si… - le digo perpleja. Miro a mi tía que esta como yo. Parece ser que se usar uno de estos.

    - Las otras puntas que me solicitas son de caza. ¿Para que las quieres? – me pregunta curioso.

    - Mi marido es cazador y le quiere enseñar su hobby, pero ella no sabe usar una escopeta, pero sí un arco - contesta mi tía de pronto. Me quedo pasmada por su rapidez de respuesta.

    - Bien, las puntas de gas son estas que cuando golpean contra el suelo despiden el gas contenido– me las enseña. – Y las puntas de dardo con una aguja en el extremo. – me las muestra también.

    - ¡Guay! – digo mirándolas. – Quiero doce flechas, cinco puntas de carbono, cinco puntas de dardo y dos puntas de gas. – le solicito.

    - Toma, una aljaba de cuero. Bien, ¿algo más, además de la ropa? – pregunta.

    - Sí, también busco… sigo con la lista.

    · un biquini deportivo

    · unas gafas de buceo

    · una bombona, para aguantar una hora, con los componentes necesarios.

    · Unas aletas

    · un cuchillo

    · una linterna

    - ¿Submarinismo? ¡Vaya! Su marido sí que realiza cacería en todos los medios… - le dice a mi tía con una sonrisa. Ella le sonríe también para seguirle el rollo. – A ver que tenemos – nos dice mientras nos indica que lo sigamos.

    - Aquí tenemos una botella de acero de 15L 232 BAR con grifo 1 SAL, regulador Leg3nd MBS, Octopus Compact y Mini Manómetro. También un chaleco de buceo Subea SCD 100 estabilizador, Cuchillo Predator de acero inoxidable con funda ajustable por cintas elásticas, Mascara de buceo Mares X-Vision Ultra Liquidskin cristal, aletas Scubapro Go Sport y linterna Cressi Frogman 20000.

    - ¡Perfecto! – le digo.

    - Supongo que te acordaras de cómo usar el equipo después de las vacaciones en Acapulco, ¿no? – me pregunta.

    - Pues claro – le digo convencida, aunque en realidad, no sé si podré hacerlo. Este hombre sabe mucho de mí y mi familia, debía conocernos bien…

    - Necesitaras un arpón, ¿no? – pregunta, seguro.

    - No, no pescaré, solo lo acompaño. – miento. - Pero si necesitaré una pistola con bengala - le digo.

    - Bien pensado – me responde sonriendo. – Aquí tienes la Orion Safety Combo con cuatro recargas.

    - Perfecto – le digo encantada. Lo he conseguido todo así que me voy más que satisfecha.

    Una vez me pruebo la ropa y elijo lo que más me gusta, voy a la caja y pago con una tarjeta de crédito que tenía en mi cartera de Betty Boop. La broma me ha salido bastante cara, pero esto me ayudará a no morir, o por lo menos a tener una oportunidad.

    Salimos de la tienda no sin antes despedirnos del Sr. Winchester que ha sido muy amable. Vamos cargadas y el Sr. Flich nos ayuda a ponerlo todo en el maletero. Subimos al coche y nos dirigimos a casa de Hermione, ya que mi tía sabe la dirección.

    - ¿Ya habéis acabado? – pregunta Hermione al verme.

    - Si, ya está – le digo sonriendo.

    - Nos dará tiempo a comer y a ver el partido, si queréis - dice Harry.

    - ¿Porque no? – digo encogiendo los hombros.

    Nos despedimos de los encantadores padres de Hermione, prometiéndoles volver a visitarlos con más tiempo. Subimos al coche y regresamos a Hogwarts.

    Una vez allí, les digo a los chicos que se adelanten al comedor que tengo algo que hacer antes y que luego me reúno con ellos. Mi tía y yo aprovechamos para subir todas las compras a su habitación ya que allí estarán seguras.

    Entro en el comedor y me siento como siempre junto a Hermione. Decidimos ir a ver el partido de Quidditch de esta tarde entre Hufflepuff y Ravenclaw. Ron se sienta lejos de nosotros, aún está enfadado.

    - Srta. Queen, Sr. Potter – nos dice Dumbledore al llegar hasta Harry. Ambos lo miramos. – Como ya he notificado a sus compañeros participantes del torneo, mañana vendrán a realizarles una entrevista para el Profeta. Estén preparados a las once de la mañana. – nos explica. – Ambos asentimos y él se marcha junto a un grupo de profesores.

    - ¿Y que diremos en la entrevista? – me pregunta Harry bajito.

    - Da igual, digas lo que digas ella escribirá lo que se le antoje – le digo subiendo los hombros.

    - ¿Ella? – me dice mientras Hermione nos mira atenta.

    - Ella, él… da igual quien sea – intento salir de la metedura de pata.

    - ¡Aaah! – dice medio convencido.

    Salimos del comedor y quedo con ellos para vernos en el campo de Quidditch, necesito refrescarme un poco. Ellos lo entienden y no ponen objeción, pero en realidad, más que eso, necesito pensar. Tengo que encontrar un lugar para practicar el tiro al arco sin ser vista. Así que empiezo a pasear por el castillo en busca de algún sitio que me sirva. Al aire libre lo he descartado ya que en el patio todos me ven y en el bosque prohibido ni loca entro sola. Tengo que encontrar una habitación así que la única que se me ocurre es mi aula en la torre sur. Es pequeña, pero si no tengo otro sitio tendré que conformarme.

    Al pasar por el largo pasillo de la séptima planta oigo un ruido en la pared. Me paro y me voy acercando lentamente a algo que se está formando en la pared de piedra. Poco a poco voy viendo que se va convirtiendo en una puerta de madera oscura. Una vez formada ante mí la abro y entro. Me quedo maravillada, es enorme y se exactamente dónde estoy. Es la Sala de los Menesteres, la que solo se les aparece a aquellos que la necesitan y está equipada con lo que el buscador desea. En esta ocasión tiene un enorme espejo en la pared derecha sin nada frente a él. A la izquierda hay una cinta de correr, una elíptica, un banco de abdominales, un estante de mancuernas y un saco de boxeo con los guantes colgando. En la pared frontal hay una diana.

    - ¡Genial! – exclamo emocionada. Me quito la chaqueta y voy revisando las máquinas una por una para comprobar su funcionamiento. Una vez termino, salgo de la sala satisfecha por el hallazgo, pensando que mañana empezaré mi entrenamiento. Solo tengo dos semanas para prepararme.
     
    Última edición: 20 Marzo 2022
  20. Threadmarks: Capítulo 20: La venganza
     
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    Baño.png

    Voy bajando las escaleras lo más rápido que puedo ya que voy tarde. Un tirón de mi brazo izquierdo me hace perder la chaqueta del brazo, cayendo esta al suelo. Pierdo el equilibrio y termino sujeta por los brazos del agresor. Miro hacia arriba para ver quién es y lo veo a él, al insoportable engreído con cara de pocos amigos. Instintivamente lo empujo, pero él me pega contra la pared de piedra, lo que me hace soltar el aire de golpe por el impacto. Veo que ha puesto sus manos en la pared, una a cada lado de mi cabeza, manteniéndome así acorralada.

    - ¿Qué tal tu cita en Londres? – me pregunta enfadado.

    - Muy bien, gracias por preguntar… y ahora ¡déjame en paz, Malfoy! – le digo empujándolo.

    - ¡Ummm! Creo que no – me dice acercándose más a mí. Siento su aliento cálido en mi mejilla y su aroma en mi nariz.

    – Suéltame, tengo prisa – le digo mirándolo a los ojos.

    - Todavía no… Tenemos que hablar – me dice sonriendo de lado.

    - No tengo nada que hablar contigo – le protesto volviéndolo a empujar por el pecho para que me suelte.

    - No me creo que te vieras con ningún muggle, ¡mientes! – exclama despacio cerca de mi oído.

    - Me da igual lo que creas, es tu problema – le digo desafiante.

    - Fuiste con la profesora McGonagall… y también con la sangre sucia y el cara-cortada de Potter – insulta a mis amigos. – ¿A qué fuiste a Londres? – pregunta.

    - No tengo que darte explicaciones de donde voy ni con quien – le vuelvo a desafiar.

    - ¡No seas estúpida Queen, no me desafíes! Y sí, ¡Sí que me las tienes que dar!... Quiero saber dónde vas y con quién. Te quiero lejos de Potter o de cualquier chico de Hogwarts. – me exige serio.

    - No puedes estar hablando en serio – le digo riéndome.

    - Lo digo muy en serio muggle… ¡TÚ eres mía y harás lo que YO te diga!… – me declara de golpe mirándome a los ojos.

    - ¿Pero TÚ que te has creído imbécil? Yo no obedezco a nadie, soy un espíritu libre. Nunca he tenido que darles explicaciones a mis padres y menos te las voy a dar a ti… - le suelto enfadada empujando su pecho para sacármelo de encima.

    - Pues aquí se cortan tus alas, espíritu libre – me dice con una sonrisa socarrona. De golpe me agarra con la mano derecha la garganta haciéndome levantar la cabeza. Me aprieta y siento su anillo clavarse en mi piel. Con mi mano izquierda intento liberar mi cuello mientras con la derecha lo empujo, pero no consigo nada, tiene más fuerza que yo. Me agarra la muñeca derecha y la pega a la pared. Mi pulso está muy acelerado. El miedo me invade y las fuerzas empiezan a fallarme.

    Siento su aliento bajar hacia mi cuello y se me eriza la piel. Me empieza a costar respirar. De pronto noto un beso húmedo en mi cuello y la necesidad de que me suelte se hace más ansiada. Me retuerzo como puedo para intentar liberarme, pero no puedo. Las lágrimas de impotencia empiezan a llenar mis ojos. Siento su sonrisa en mi piel y eso me cabrea, lo está disfrutando… Me estremezco cuando siento sus dientes morder suavemente la misma zona. - ¡Dios, que está haciendo! – me pregunto histérica. Por más que me muevo no consigo nada, me tiene aprisionado todo el cuerpo contra la pared. De nuevo sonríe contra mi piel. - ¡Que cabrón! – pienso alterada. Las lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas. Un nuevo asalto con sus labios en la misma zona, me provocan dolor y siento como succiona mi piel. Creo que voy a desmayarme de un momento a otro. La falta de aire me está haciendo estragos.

    Levanta la cabeza y me sonríe con malicia. Ve mis lágrimas y sonríe aún más.

    - Ahora todo el mundo podrá ver que me perteneces – me dice soltándome de golpe.

    Cojo una bocanada de aire para recomponer mis pulmones y mis manos van a mi cuello.

    - ¡Eres un maldito, Malfoy! – le digo casi sin aliento.

    - Lo sé, pero soy TU maldito… - me suelta con una sonrisa triunfadora. – Por cierto… ¡el negro te sienta muy bien! – exclama guiñándome un ojo y después se gira marchándose escaleras abajo.

    - ¡Muérete! – le grito.

    Mi cuerpo se rinde y me dejo caer pegada a la pared hasta el suelo. Seco mis lágrimas con la manga e intento recuperarme. Una vez calmada, me levanto, recojo mi chaqueta y me la pongo. Siento frio. Bajo las escaleras y cuando estoy en el segundo piso me acerco al baño de chicas.

    Es bastante grande, a la izquierda las puertas con los retretes. Justo en frente tengo la grifería circular y la entrada a la cámara secreta. A la derecha hay espejos. Me acerco a uno de ellos porque quiero ver lo que el imbécil me ha hecho. Retiro el cuello de la chaqueta y ahí está… un chupetón del tamaño de una nuez. - ¡Que cabrón! – pienso cerrando los ojos.

    - ¡Uy! ¡Alguien lo ha estado pasando muy bien! – dice una chica a mi espalda. Miro hacia atrás y la veo.

    - ¡No es lo que parece Myrtle! – le digo girándome para enfrentarla.

    - ¿Sabes quién soy? – me pregunta contenta mientras flota.

    - Pues claro, me han hablado de ti – miento.

    - Ahhh! Y tú debes ser la muggle… ¿no? – me pregunta.

    - Correcto – le contesto con una sonrisa.

    - Me caes bien… - me dice sonriendo – Pero que esté muerta no significa que no sepa que es lo que tienes en el cuello – me sorprende enfadada. – ¡Eso es un chupetón! –

    - Lo sé, pero no me lo he hecho como piensas – le aclaro.

    - Ah, ¿no? – pregunta acercándose a mí picarona.

    - No…, me lo han hecho a la fuerza, es una venganza – le explico.

    - Vaya… ya veo… - me dice pensativa. – Debe odiarte mucho… -

    - No sabes cuánto… – le digo volviendo al espejo a mirar SU obra de arte.

    - Un sangre pura, sospecho – me dice entrecerrando los ojos.

    - Si Myrtle, pero no digas nada a nadie, será nuestro secreto. – le suplico.

    - Uy, ¡qué bien! Es la primera vez que tengo un secreto con alguien. – me dice aplaudiendo – No suelen venir mucho por aquí. – comenta triste y se pone a llorar.

    - Vale, Myrtle, yo vendré por aquí a verte, pero no llores más – le digo para que calle, son insoportables sus lloriqueos.

    - No lo harás, todos dicen que vendrán, pero no lo hacen… Excepto Hermione – me comente pensativa.

    - Hermione también es mi amiga que, por cierto, me está esperando en el campo de Quidditch. – le comunico mirando el reloj. Salgo disparada del baño diciéndole adiós a Myrtle con la mano y vuelvo a bajar las escaleras como si me llevara la vida en ello.

    No paro de correr hasta llegar al campo de Quidditch. Localizo a mis amigos y me siento entre ellos para ver el partido. Hermione está a mi derecha y Harry a la izquierda. Me cuesta concentrarme en el partido, la ira aun me invade. Hermione lo percibe cuando no celebro un punto de Hufflepuff.

    - ¿Qué te pasa? – me pregunta preocupada.

    - Nada. – le respondo.

    - No te creo, así que habla… – me dice seria.

    - No es nada, es que estoy nerviosa por el torneo, ya lo sabes – le digo encogiéndome de hombros.

    - ¿Qué es eso? – me pregunta agarrando el cuello de mi chaqueta y dejando al descubierto el regalo de Malfoy.

    - No es nada Hermione – le digo poniéndome bien el cuello de la chaqueta.

    - No me digas que no es nada. Se perfectamente que es eso. ¡Es un chupetón! – me dice bajito para que solo yo la oiga.

    - Si, lo sé – le digo también bajito. – Pero no es lo que piensas –

    - Ah, ¿no? – me dice con los ojos entornados. – Se cómo se hacen –

    - Claro que lo sabes, eres muy lista – le digo con retintín. Ella me mira con enfado. – No es como te lo imaginas… es una venganza -

    - ¿Que? – me pregunta.

    - Menos mal que con el jaleo del partido los gritos amortiguan nuestra conversación – pienso. Pongo los ojos en blanco antes de hablar. Se lo voy a tener que contar…

    - Ha sido Malfoy – le confieso.

    - ¿Cómo? – pregunta estupefacta.

    - Es una venganza o un castigo… míralo como quieras. – le digo.

    - ¿Por qué? – sigue preguntando asombrada.

    - Quiere controlar lo que hago, con quien voy y a donde – le explico. – Y como me he reído de él, me ha marcado –

    - ¡Ese estúpido engreído! – dice enfadada.

    - No quiere que me acerque a ningún chico y menos a Harry – le digo cabreada. – Pero pienso seguir haciendo lo que me dé la gana, ¡que se ha creído el imbécil! –

    - Esto ya es demasiado, deberías hablar con la profesora McGonagall. – me alienta.

    - No creo que sea buena idea… – le digo – Va a ser peor el remedio que la enfermedad. Mejor dejarlo así -

    - Como tú quieras, pero piénsalo ¿vale? – me dice con una sonrisa.

    - Si claro – le digo y la abrazo.

    - Yo también quiero un abrazo – siento a Harry por detrás achuchándome. Me siento el relleno de un sándwich entre los dos y me hace reír.

    Al final termina el partido con la victoria de Hufflepuff. Salimos del campo y nos cruzamos con Cedric el cual me sonríe y me guiña un ojo. ¡Por Dios! Otro…
     
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