Dorama Japonés A Pesar de la Distancia (GTO) [Forgotten Christmas]

No podía desaprovechar la oportunidad de escribir sobre uno de mis doramas favoritos, así que, como los fics de esta serie no abundan (no al menos ahora), aquí va mi pequeño aporte.

Contenido oculto: GTO (2012)

Había terminado de ordenar los enseres, también las mesas estaban relucientes. La barra permanecía limpia, y ni qué decir del piso, no se percibía ni una sola mota de polvo o mancha sobre la superficie de la cafetería. De su cafetería. Danma Ruyji era el principal (y único) encargado en atender tal negocio, al cual bautizó como Nagisa. Gracias a su personalidad seria, dedicada y responsable, había logrado afianzarse rápidamente en aquella ciudad, donde una buena cantidad de clientes solía frecuentar su establecimiento. La cuestión era aún más meritoria teniendo en cuenta que no había cumplido siquiera un año desde la apertura.

En honor a la verdad, la excelente atención y la eficiente habilidad gastronómica del joven no eran el mayor atractivo de su negocio. Muchas adolescentes, jóvenes adultas, damas, e incluso señoras se sentían atraídas por el aspecto gallardo del dependiente, quien era considerado por ellas como todo un galán. Por supuesto, tales muestras halagadoras eran correspondidas por Ryuji con gentileza, sin otra intención más que el comprometerse a otorgarle a sus clientes el mejor servicio. Ello desde un punto de vista estrictamente profesional, ya que el muchacho estaba en medio de una relación amorosa. Él nunca ocultaba ni negaba esa cuestión.

Era el 24 de diciembre, y a pesar de que la fecha se consideraba muy propicia para que algunos eventuales parroquianos pudieran pasar una velada amena en su local, él prefirió cerrar temprano. No trabó la puerta de la entrada, pero sí que giró el cartel a “cerrado”, uno nunca sabía. Tan solo eso bastaba para que cualquier persona se fijara en aquella palabra y se decantase por no pasar, o a ni siquiera intentarlo. Él estaba detrás de la barra, limpiando unas copas de cristal con un paño, cuando se fijó en el reloj de pared. Las manecillas marcaban las 23:40 PM, apenas faltaban unos cuantos minutos para el brindis. La escasa iluminación del recinto era aportada por unas cuantas lámparas. Él creía que era mejor estar así, en la penumbra.

Tomó un portarretratos que se encontraba cerca y se sentó para observar la fotografía que se resguardaba entre sus marcos. Era la imagen de una joven de cabellera oscura, piel pálida y aspecto refinado. Su actitud risueña le confería un aire jovial, sereno, confiable. Ella era su amada, su adorada Nagisa. Por su gracia es que él había llamado a su negocio con su mismo nombre. Aquella muchacha se encontraba viajando a miles de kilómetros de distancia, recorriendo Europa. Se desempeñaba como reportera, por lo que a menudo le tocaba ir a cubrir eventos en distintas partes del globo. No la veía desde hacía una buena cantidad de tiempo, varios meses, por lo que obviamente la echaba de menos.

Quién lo diría, aquel hombre que era tan codiciado por la mayor parte de las féminas de la ciudad, terminaría por pasar nochebuena sin la compañía de su novia. Teniendo en cuenta que esa festividad no se celebra en Japón de la misma forma que en otros países de occidente, aquello era toda una contradicción. En esas fechas, las parejas acostumbran a disfrutar de una velada romántica, ya sea en la intimidad del hogar de uno de ellos, en un restaurante, o en cualquier sitio preparado para tal fin. A los ojos de los nipones, la navidad no se consideraba enteramente como una tradición familiar. A pesar de que no siempre se hallaba solo (contaba con algunos buenos amigos), esta vez Ryuji se sintió un poco aislado, solitario.

A él no le quedaba más que resignarse. O quizás no del todo. Se puso de pie nuevamente e inició los preparativos para su propia “velada”. Fue a buscar un paquete envuelto en papel y lo dejó sobre la barra. A continuación, puso el portarretratos cerca de su persona, junto a dos copas. Eligió una botella de licor y la destapó para servir un poco de su contenido en dos recipientes. Una para “ella”, y otra para sí mismo. En ese momento el reloj marcaba las 23:50 PM, no faltaba mucho. De repente, oyó que alguien bajaba los peldaños de la entrada, habiendo irrumpido en el local a pesar del anuncio de que estaba cerrado. Pudo distinguir inmediatamente quién era.

—Buenas noches Ryuji, sabía que estarías aquí. ¿Interrumpo algo? —un muchacho de casi su misma edad fue quien lo estaba saludando. Su rasgo más destacable era que tenía el pelo rubio.

El recién llegado era Onizuka Eikichi, un amigo de toda la vida. Si bien su apariencia no era tan formal o atrayente como el de Ryuji, Eikichi era dueño de un carisma y una personalidad sin igual, impresionando (para bien o para mal, según sea el caso) a todo aquel que se dignara a conocerlo. Tanto era el aprecio y el respeto que se tenían el uno al otro, que jamás era tomado a mal cualquier irrupción o asuntos afines, por lo que el propietario de la cafetería no podía más que recibirlo con una sonrisa amable.

—Creía que tú y Saejima pasarían la noche en alguna que otra casa de citas asistidas, despilfarrando el poco dinero ganado en estos meses —comentó el dueño de la cafetería, con buen humor—. Estaba a punto de brindar con Nagisa, pero igual eres bienvenido para quedarte, si lo deseas.

Onizuka tomó asiento delante de la barra y se percató del portarretratos, el apreciado objeto de su amigo, cuya función era la de compensar la ausencia de su pareja. Lo tomó con cuidado para dedicarle un saludo sincero, “buenas noches, Nagisa”. Y lo colocó de nuevo en su lugar. El dependiente le sirvió una copa de licor, agradeciendo aquel gesto. Ryuji era demasiado romántico, la amaba con toda su alma, por eso mismo es que parecía estar obsesionado con ella; pero tan solo era amor. Estaba loco por amor.

—Muchas gracias por permitirme permanecer aquí, Ryuji —dijo Eikichi, luego de sorber un trago—. La verdad es que no contaba con nada de dinero, así que solo Saejima es quien estará en compañía de alguna agraciada señorita. En cambio, opté por pasar este momento con uno de mis mejores amigos. Supongo que ninguno de los dos ha tenido mucha suerte hoy, ¿eh?

—Tal vez —respondió Danma—. Sin embargo, no es ninguna molestia para mí el brindar contigo esta noche.

El paquete envuelto en papel con una forma redondeada llamó la atención del visitante, quien, con un ademán, le pidió permiso al anfitrión para poder abrirlo. Éste le dio la venia sin dudarlo, considerando que también sería bueno compartir aquello con su nuevo acompañante. Los trozos rasgados no demoraron en revelar lo que antes ocultaban, un pastel. Eikichi estaba encantado.

—Vaya, Ryuji… ¡pero si es un auténtico Christmas Cake! Pocas veces he podido degustar una de éstas —comentó Onizuka, sin ocultar que se le hacía agua la boca—. Sí que te has preparado muy bien para tu “velada” de nochebuena, mi buen amigo.

El muchacho que estaba detrás de la barra tan solo consideró pasarle un cuchillo y unos platillos a su compañero, antes de anunciar lo siguiente.

—Vamos, sirve tres porciones ahora mismo, que ya faltan apenas unos minutos para que sea medianoche —ordenó respetuosamente a su “cliente especial”.

—Mejor que sean cuatro porciones —una voz familiar sugirió aquello desde la entrada—. Y una copa de licor extra —añadió.

Saejima Toshiyuki se acercaba a ellos a paso lento. Vestía un uniforme de policía (cargo que desempeñaba eficientemente a pesar de su actitud algo atolondrada o poco responsable), y exhibía en su mejilla izquierda la impronta de una bofetada. Tanto Ryuji como Eikichi supieron perfectamente qué le había sucedido, disimulando sus sonrisas como podían. No era necesario decirle ni preguntarle nada. Quedaba patente que había desaprovechado el cariño de alguna doncella, seguramente por haberse quedado sin un centavo en el bolsillo. Por diferentes razones, los tres amigos se hallaban en la misma condición esa noche. Con un pasado en común desde hacía varios años, no solo se consideraban a sí mismos como el camarada del otro, sino que casi eran como hermanos. Siempre unidos, en las buenas y en las malas. Esa sensación de enajenación y abandono que antes sintiera Danma, se había disipado por completo.

—Buenas noches, Saejima. Tú también eres bienvenido. Siempre lo serás —le saludó Ryuji, antes de invitarlo a que tomara asiento.

—Muchas gracias, amigo —Saejima demostró su gratitud al sentarse con ellos frente a la barra, y al mismo tiempo saludó a Eikichi.

El propietario del negocio sirvió licor en una copa, y alcanzó otro platillo a Onizuka para que añadiera en ella otra porción. Cuando todo estaba listo, el reloj anunciaba que eran las 23:58 PM. Habiendo transcurrido los dos últimos minutos de la jornada, los tres compañeros elevaron sus copas para brindar. O más bien eran cuatro. Ryuji, el joven que fielmente esperaba a su amada. Onizuka, quien buscaba un destino a su manera. Saejima, el muchacho descontrolado, pero de buen corazón. Y, por último, Nagisa, la damisela ausente.

«Feliz navidad»

Dijeron los presentes, antes de tomar de un solo trago el contenido de sus copas. Los tres empezaron a disfrutar del pastel entre comentarios amenos. Ryuji consideró que, a pesar de la distancia, nunca se podría estar completamente en soledad. Esperaba que Nagisa también estuviera pasándola bien, sea donde sea que se encontrase. De seguro el tiempo permitiría que sus caminos volvieran a cruzarse muy pronto.