Aún en medio de la oscuridad

Este escrito es para la actividad Affectum de @Pire, decía que eran 500 palabras pero pues bueno terminó surgiendo más, una disculpa y espero les guste. Mi sentimiento es Felicidad.


Tintineaba la luz de las tres bombillas que iluminaban modestamente la habitación, yo buscaba sonreír un tanto nervioso buscando que las personas que se encontraban allí no me vieran como un riesgo. En sus países, personas como yo servían como símbolo de represión y autoritarismo, subordinado a un poder maldito a manos de un gobierno corrupto que había condenado a tantos de los suyos y actualmente aún sentían el asedio de su persecución. Ese lugar, era un refugio para inmigrantes, refugiados que huían desamparados de su país.

Yo era un detective, me encontraba allí por ciertos aspectos que habían surgido en uno de mis casos, se había resuelto, el monstruo y sus atrocidades ahora eran castigadas, pero como de costumbre cientos de fantasmas habían surgido clamando justicia a través de la voz de indicios que los ligaban al mismo asesino, mi razón de estar allí, era acabar con la penuria de una de ellos, anunciarle que se había hecho justicia, que podía descansar en paz.

—Abtaya Málu— dijo llamando a una de las personas entre la multitud la mujer de recepción levantando su mano.

Un hombre maltrecho de unos 45 años se levantaba tímida y temerosamente de una de las bancas en la estaba charlando con una anciana. Su piel era oscura, su cabeza estaba rodeada por una muy estrecha mata de pelo color blancecito y crespo. Vacilante me observó, mientras todos a su alrededor me miraban de manera defensiva, no podía culpar que se cuidaran entre ellos, si yo hubiera ido allí con otras intenciones, seguramente los tendría sobre mi intentando que no se les arrebatara a otro de sus hermanos, ahora que la ilusión de ser libres se hacía presente. Le veía intensiones de huir, las cuales solo eran apaciguadas por la mirada piadosa, tranquila y confiable de la mujer que lo había llamado.

—Buenas tardes señor, soy Miles Parker del FBI—extendí mi mano para que la estrechara, pero retrocedió asustado como si hubiera intentado sacar un arma, le ofrecí una sonrisa pasiva y aguardé paciente, luego de unos segundos estrechó mi mano— puede tranquilizarse, solo vengo aquí para informarle sobre algo.


Me observó un tanto inseguro.


—¿Qué clase de noticias? —contestó un tanto seco.


—Kate Oura fue asesinada hace cinco días—mostré la foto con la que la identificábamos, la sacamos de cuando se presentó en un noticiero Egipcio—provenía de Liberia al igual que usted.


—No la conozco— se excusó al instante de manera defensiva. La tristeza en su mirada hacia notar que mentía.

—Yo sé que sí, sin ella no estaría aquí, luchó por los derechos de su pueblo en el pasado en medio de la guerra, creció aquí en América pero no podía permitir que su gente sufriera, se encargó de denunciar y exponer cada injusticia vivida entre las guerrillas, al final, lamento decir, que su pasado la alcanzó…


—Ella…era una gran mujer…—dijo con su voz impregnada de melancolía.


—El responsable fue Ubut Daila—escupí su nombre, el hombre era un completo tirano.


—El cegador…—masculló. No era la primera vez que ha ese genocida lo llamaban por ese nombre.


—Se le condenó a pena de muerte por todos sus crímenes —intentaba encontrar las palabras correctas para decir lo siguiente, no di con alguna que menguara un poco la noticia. —La muerte de Sabal Málu, fue uno de ellos, señor.

Una pequeña niña de dos años me espera en casa, ella es mi todo. No puedo imaginar que significaría para mí perderla. El hijo de aquel hombre tenía catorce años cuando dejó este mundo, una joven alma desvanecida ante la tiranía.


—Se lo llevaron cuando tenía nueve años junto con mi esposa y mi hija de cuatro, jamás volví a saber de ellos—se podía ver como aquel padre se hacía añicos engullido por los terribles recuerdos.


—Es difícil para nosotros determinar el tiempo en el que esta correspondencia fue escrita, pero sabemos que Kate la trajo con ella—lo miré a los ojos poniendo una mano en su hombro— esta, es una carta de su hijo…—le dije mientras extendía mi mano hacia con el papel.


Cierto brillo fugaz surgió en su mirada y la tomó en sus manos un tanto ansioso, pero de manera tan delicada como si fuese lo más valioso del mundo, para él, lo era. La sacó del sobre y comenzó a leer.

— Sueño al creer que esto llegará a ti algún día papá. Cientos de cosas han visto mis ojos, pero me temo no contar con el tiempo para hablarte de ellas, he aprendido como hay gente que no tiene valor sobre la vida de otros, que se creen dueños de ésta y pueden arrancarla de cualquiera, eso quisieron intentar en mi…—Surgió un nudo en la garganta de Abtaya, pero aclarándola siguió leyendo mientras sus ojos se cristalizaban—.Tienes que saber papá, que no me he transformado en un monstruo, pues todo aquello que me enseñaste prevalece en mí y jamás nadie lo borrará, me otorgaste fuerza, persistencia, valor, sentido de justicia y ansia de libertad, todo eso me mantiene vivo, cada uno de esos aspectos, me hace seguir—. El hombre había comenzado a llorar, irremediablemente caudales de sentimientos transformados en su llanto descendían por sus mejillas. Dos sentimientos en pugna se debatían en su interior, una tormentosa tristeza y una breve pero significativa felicidad en tinieblas— .No importa cuánto tiempo pase, no importa si mis palabras llegan a ti sin que yo lo haga, permaneceré vivo en tus recuerdos, en la sonrisa de niños que puedan reír libres…—La cara del hombre, transmitía en este momento tantos sentimientos que no era posible descifrar cada uno de ellos, pero entre sus labios había una leve sonrisa, pasiva, plena, anhelante —.En los rostros de mi madre y mi hermana, que podrán llegar a ti…

El contenido de la carta terminaba con estas palabras. El hombre temblaba de sus manos mientras me tomaba de los hombros sonriendo mientras lloraba de alegría. Volteó la carta hacia mí y con el dedo señaló una dirección al final de la hoja.

—¿Sabe dónde esta dirección ? —cuestionó mientras limpiaba un poco las lágrimas de sus ojos.

— Lo llevaré yo mismo, no está muy lejos de aquí— le respondí presionando su hombro un poco.

He de confesar, que tanto para mí como para él, el viaje rumbo a ese lugar paradójicamente duro unos segundos y la vez una eternidad. Abtaya Málu descendió de mi auto mientras lo seguía de cercas, se aproximó a la puerta de uno de los departamentos y tocó repetidas ocasiones.

Es imposible describir el brío, gozo y júbilo que se dibujó en rostro de aquel hombre mientras entre lágrimas de alegría estrechaba sonriendo a su mujer y su hija que creía perdidas. Parecía como si ese momento todos las memorias umbrías que habían sufrido en su haber, se desvanecían por completo sanando ante esta esperanza de un nuevo porvenir, de anhelos que resucitaban para mantenerse vivos por siempre.

Alguien dijo alguna vez, que la felicidad no es una meta si no camino, para muchos representa una pequeña luz que incita a seguir aunque todo parezca en contra, que les permite soñar y continuar hasta el fin, para hacerlo realidad.