500 millas 6 años. —Caminaré por ti quinientas millas, pues en cada mañana con cada suspiro se que al despertar lo haré por ti —es un chiquillo enamorado por primera vez de la chica recién ingresada a su escuela primaria, a sus seis años ya sentía dolor de estomago y no eran mariposas, eran gusanos que se comían sus intestinos por desayunar. 11 años. Con sólo once años cada uno, sus deseos habían cambiado, ya no querían juguetes o muñecas, querían cassettes de música y uno en particular era de su atención, hace años había escuchado por primera vez esa canción y cada que la volvía a escuchar juraría caminar quinientas millas para estar con ella. Caminaría para soñar, para reír, para llorar, le daría cada centavo a esa morena clara, de piel tersa y suave. Con ese cabello miel y ojos cafés puros. 17 años. En esta edad se volvería más perezoso, pero por ella andaría quinientas millas y quinientas más para que sea alguien que da mil millas por esa mujer. 24 años. Cada que se levantaba era quien estaba junto a ella, cada que bailaba era el que bailaba con ella. Camino quinientas millas por ella y camino quinientas más por ser el que este con ella en la puerta, por ser el que sale de la mano con ella, por ser el que llega con ella a lo que llaman amor. 50 años. Ambos caminaron, por cada paso afirmaban su amor. Un viaje en tren, ella esperaría que el caminara de nuevo, para estar juntos. Un viaje en carro el volvería a caminar para estrecharla en sus manos. 83 años. Con los bastones pesados y su piel llena de arrugas caminaron quinientas millas más para envejecer juntos, el caminaría el doble para ser el llega a la casa, para que duerman juntos, para que muera junto a ella. Camino quinientas millas y quinientas más sólo para que fuera el hombre que camina mil millas para llegar a su puerta.
