Último Tren a Avalon

Tema en 'Relatos' iniciado por Plumas de Cuervo, 15 Noviembre 2015.

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    Título:
    Último Tren a Avalon
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1317
    Último Tren a Avalon

    Hay momentos en la vida en que miramos hacia atrás y nos preguntamos qué hubiera pasado si la decisión que tomamos en cierto punto fuera contraria a la elegida. Ya sea grande o pequeña la situación la pregunta siempre es la misma; dependiendo del tipo de persona puede variar el momento, los más analíticos tratan de escribir su propio destino pensando en las diferentes opciones antes de tomar una decisión, el resto se sienta en sus mecedoras recordando el pasado.

    Diogo es un joven metódico y perfeccionista con una rutina diaria inalterada desde hace muchos años; de lunes a sábado se despierta a las 5am para salir al trabajo a las 5:45am y poder tomar el bus 7041 de las 6am, aborda el tren de las 6:15am rumbo a la Estación Central. Con la exactitud de un reloj suizo marca su tarjeta de entrada a las 7am en punto, ni un segundo más ni un segundo menos. Su horario como Ejecutivo de Ventas es de 7am a 4pm y su rutina se vuelve a repetir pero a la inversa.

    La vida de Diogo se guía por las manecillas del reloj, cada segundo cuenta, la rutina siempre es la misma como si de un guión se tratara. Cada día es igual al anterior; despertarse, tomar el mismo bus, abordar el mismo tren, caminar por la misma avenida; pero el mundo que gira sin cesar alguna vez tiene que tropezar.

    La mañana del jueves comenzó como cualquier otra y Diogo salió de su casa a la misma hora y tomó el bus a tiempo; se encontraba esperando pacientemente el tren 575 en el andén de la Estación Avalon cuando éste llegó, las puertas se abrieron y cuando se disponía a entrar una chica, que al parecer iba sobre el tiempo, lo tropezó haciendo que se cayera el maletín que llevaba con los documentos de una cuenta importante, sin perder tiempo se apresuró a recogerlos y pasó algo que cambiaría su vida, frente a él las puertas del tren se cerraron y se marchó dejándolo en el andén.

    Carla a sus 22 años es una chica muy extrovertida que siempre va ‘a su aire’. Su cabello rojizo, su tez blanca y las pecas de su rostro hacen que llame la atención, pero todo eso queda opacado por lo desordenado de su vida. Siempre consigue la manera de llegar tarde a todas partes, lo que le ha costado sus cinco empleos anteriores. Actualmente trabaja en un centro de copiado en el centro de la ciudad; un empleo estable es importante para ella para poder costear sus estudios universitarios. Su día a día es siempre ir a la carrera tratando de llegar puntual a su trabajo y a sus clases en la universidad.

    Era la primera vez que Diogo no tomaba un tren a tiempo; se sentía un poco extraño y a la vez confundido sin saber el por qué. Los dos días siguientes fueron muy extraños para él, no podía sacarse de la mente la imagen de aquella chica pelirroja pidiéndole disculpas mientras el tren dejaba la estación.

    Llegó el lunes y pudo notar que su vida ya no era la misma; en la mañana tuvo que correr para abordar el bus en el justo momento en que cerraba sus puertas y con algo de prisa pudo marcar tarjeta a las 7am en punto al llegar a su trabajo. Su rendimiento bajó un poco por andar distraído pensando en la misteriosa chica.

    ¿Cómo puede un simple contacto cambiar la vida de una persona? ¿Cómo se puede pensar en alguien que no se conoce? Eran una de las cientos de interrogantes que pasaban por la mente de Diogo. Sin darse cuenta estaba de pie en el andén; su tren llegó pero no lo abordó, pasó el siguiente y él continuaba allí. Inconscientemente esperaba a la chica de sus pensamientos; los minutos pasaban al igual que los trenes, después de un par de horas abandonó su búsqueda y regresó a casa. Los días siguientes continuaron de la misma forma y ni señas de la chica.

    Dos semanas habían pasado desde que Diogo comenzó su búsqueda, su fuerza de voluntad a veces decaía y decidía no esperar a la chica, peor esa decisión lo abandonaba pronto. Un día cuando ya resignad pensaba volver a casa vio a los lejos del andén a la chica, corrió para alcanzarla pero el tren nuevamente partió llevando a la misteriosa chica y él se quedó sólo en el andén.

    Fuerzas renovadas trajeron ese encuentro para Diogo, ahora se sentía más convencido que tenía que dar con ella. Volvió la tarde siguiente, la siguiente a esa y los días que siguieron por otra semana, aunque sin resultados obtenidos no perdía la determinación.

    Nuevamente se encontraba en el andén viendo como los trenes venían y se iban, las horas pasaron y llegó la noche; una voz en el altavoz anunció el ingreso del último tren a Ávalon, no le quedaba más que abordarlo. Las puertas se abrieron frente a él y sin mucho ánimo lo abordó, a pesar de la hora el vagón se encontraba algo congestionado por lo que tuvo que quedarse de pie frente a las puertas.

    De pronto la chica que tanto había esperado bajó corriendo por las escaleras de la estación segundos antes de que el tren se pusiera en marcha, con el impulso de la carrera entró en el momento justo en que las puertas se cerraban derribándolo. Diogo no se había percatado de que se encontraba en el suelo, para él lo único que importaba es que tenía a la chica de sus pensamientos en frente.

    Ambos se miraron, por unos segundos se hizo un silencio incómodo que rompió la chica disculpándose por su torpeza a lo que Diogo le respondió con un simple ‘hola’ mientras se ponía de pie. El resto del trayecto no intercambiaron más palabras; al llegar a la estación Ávalon la chica se bajó de prisa y aunque tardó unas milésimas en reaccionar fue detrás de ella.

    La alcanzó a la salida de la estación y se ofreció cortésmente a escoltarla hasta su casa. Ambos iban por las calles de Ávalon, calles que nunca Diogo había recorrido. El cielo estaba despejado, la luna brillaba con todo sus esplendor en lo alto de la cúpula celestial y las estrellas brillaban como perlas. Eran esos pequeños detalles que Diogo había dejado de contemplar ya hace mucho tiempo atrás. Diogo pudo ver como brillaba el rostro de Carla por la luz de la luna de como resaltaban sus pecas, como ondeaba su cabello por la suave brisa nocturna; en ese momento le parecía la mujer más hermosa que jamás podría conocer.

    Pronto llegaron a la casa de Carla; los pocos minutos que pasaron juntos fueron muy agradables para Diogo, aunque no quería despedirse de ella después de todo lo que pasó para encontrarla. Carla abrió la puerta y con un movimiento de manos se despidieron; cuando Diogo se dio media vuelta para marcharse fue detenido por la chica quien le entregó un pedazo de papel, le dio un beso en la mejilla y entro rápidamente.

    Diogo quedó algo confundido con lo ocurrido en los últimos segundos; al abrir la mano pudo ver que en el papel había algo escrito, se trataba del número de Carla. Su corazón dio un vuelco, no podía borrar de su cara la gran sonrisa que tenía. Al día siguiente la llamó y desde entonces empezaron a verse más seguido, en las mañanas cuando se dirigían a sus trabajos y en las tardes al salir.

    Ambos llegaron a cambiar; Diogo se volvió más abierto y relajado mientras que Carla dejó de andar a la carrera y se volvió más puntual. El ser diferentes no significa que no sean compatibles, significa que ambos se pueden complementar.
     
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