One-shot Último San Valentín [Pokémon Rol]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Yugen, 1 Febrero 2020.

  1.  
    Yugen

    Yugen D e p r e s s e d | m e s s

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    Escritora
    Título:
    Último San Valentín [Pokémon Rol]
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1731
    Título: Último San Valentín
    Fandom: Pokémon Rol [AU]
    Personajes: Alpha Xenodis, Mimi Honda, Emily Hodges. Pequeña mención a Dante.
    Summary: "Lo que ella quería. Lo que quería él. Eran cosas simplemente tan distintas. En la balanza del destino se desequilibran enormemente. Pero cuando amabas de verdad a alguien, cuando realmente lo sentías, no te importaba hacer sacrificios."
    N/A: Just a random Bakashipping. Simplemente los amo. Gold-Kun querías leer <3 (?)



    Llevaba toda la tarde en la cocina. Sobre la encimera reposaban toda clase de utensilios y bols llenos de chocolate. Chocolate que había acabado manchando el suelo y la mesa y que cuando accionó el batidor eléctrico con demasiada potencia terminó alcanzando el techo también.

    Dios.

    Tenía harina en el delantal, chocolate en la mejilla y había rehecho la receta al menos diez veces. Pero al fin, después de interminables intentos y fracasos y de redescubrir una y otra vez lo mal que se le daba la cocina, finalmente lo había logrado.

    La adinerada hija de un portentoso empresario lo había logrado.

    Había terminado aquellos pequeños chocolates con formas—ligeramente amorfas—de corazón. Presentes que estaba dispuesta a entregar a alguien muy especial al día siguiente.

    Mimi se quitó el pañuelo de cocina y el delantal y suspiró profundamente. De ninguna manera era su mejor trabajo pero había terminado justo a tiempo. Antes del Día de San Valentín.

    Podía considerarlo una victoria.

    ***

    Le gustaba pasar frente a la pista de deportes que estaba en el centro del instituto porque allí solía verlo a él. Con el uniforme reglamentario. Entrenando con el equipo de beisbol.

    Cualquiera que lo viese diría que Alpha Xenodis no era el tipo de Mimi Honda. Era intelectualmente torpe, lento en tomar indirectas, un chico adolescente con alma de niño. Pero su carácter puro, su franqueza y su enorme determinación por lograr todo aquello que se proponía había terminado encandilando a la joven.

    Quería ser jugador profesional. Ganar las nacionales y obtener la mejor calificación para el equipo. Tenía grandes aptitudes. Ese año entraría en la universidad gracias a su beca deportiva.

    Y sus caminos se separarían para siempre.

    Mimi no lo daba a notar demasiado y fingía no saberlo, sobre todo ante sus amigas que la molestaban entre risitas cómplices. Pero no podía negarlo ante sí misma. El rubor que tomaba sus mejillas, la forma en la que el corazón se le aceleraba como si pretendiese salir de su pecho... sobre todo, cada vez que desde la verja que rodeaba la pista lo veía sonreír. Su mente se distraía a menudo y viajaba lejos mientras lo observaba desde la distancia.

    ¿Qué tan complicado era declararte a tu amigo de la infancia? ¿Por qué le resultaba tan difícil? Si no lo hacía de una vez iba a perderlo para siempre.

    Se hacía a menudo esa pregunta. Pero no conocía la respuesta. Su carácter hosco se tornaba aún más hosco a su alrededor en un intento patético por ocultar sus emociones. Era fría, mordaz, un auténtico dolor de cabeza. Para Alpha su nombre solo implicaba problemas.

    Estaba segura de eso.

    Por eso había tomado la firme decisión de sincerarse con algo que Alpha adoraba: la comida. ¿Y qué mejor momento que San Valentín? ¡Era la excusa perfecta!

    Aquella mañana vio llegar a su mejor amiga Emily Hodges al instituto y abrir la taquilla tan llena de cartas que varias cayeron al suelo y se desperdiciaron por doquier.

    Cartas de amor, impolutas, dobladas con dedicación.

    —Oh no... otra vez no—murmuró con cierta culpabilidad dándose la vuelta y apoyando la espalda contra la taquilla en un esfuerzo desesperado por cerrarla.

    No sería la primera vez. Mucho menos la última. La maldición de la popularidad pesaba sobre ella como una sentencia de muerte. Gracias a su carácter jovial, cálido y amable y a sus destacables proporciones como mujer, Emily tenía a medio instituto en el bolsillo. Chicos, chicas y hasta probablemente la mascota del club de ciencias que era una cobaya también estuviese comiendo de su mano.

    Mimi la miró de soslayo.

    —Todos los años te pasa lo mismo—cerró la suya con un tono de circunstancias—¿aún te sorprende?

    —No, no me sorprende—Emily exhaló—. Solo espero que se den por aludidos de una vez. Yo ya tengo a alguien...

    Dante Miles, su novio desde hacía cinco años. Un chico algo tímido, pero encantador para estándares de Emily. A Mimi le resultaba francamente empalagoso.

    En cualquier caso su mente no estaba con ellos. Estaba en la pequeña bolsita decorada con un pequeño lazo rosa que acababa de guardar en su taquilla. Chocolates caseros. Hechos por ella misma.

    ¿Alpha sería alérgico al chocolate? Había visto a varias chicas en la pista al llegar. Rodeándole y dándole chocolates que Alpha aceptaba porque... eran chocolates. Francamente dudaba que entendiese el significado detrás de ellos. El Día de San Valentín solo era una excusa para obtener dulces caseros de chicas guapas.

    Nada más.

    Estaba demasiado centrado en otras prioridades. En su vida profesional, en la carrera que quería lograr. En el equipo.

    Oh, el equipo.

    Mimi sintió su pecho estremecerse por un profundo suspiro. Sí... él estaba demasiado interesado en eso. ¿Por qué iba ella siquiera intentarlo? Sabía de antemano la respuesta que obtendría.

    Su mente vagó por aquella idea toda la clase, planeando con cierto pesimismo como un cuervo. Quizás declararle sus sentimientos fuera totalmente absurdo. Si tan solo por una vez dejase de pensar en sí misma y tuviese en cuenta lo sentimientos y deseos de las personas que le rodeaban quizás todo le fuese mucho mejor en la vida.

    El cielo se había teñido de un hermoso naranja, plácido, que anunciaba la llegada de la noche cuando finalizaron las clases.


    ****

    —¡Alpha!

    Acababa de salir del club. Tenía la gorra del uniforme de beisbol y cargaba el bate al hombro.

    Se volteó en ese momento. Sus brillantes ojos dorados se clavaron en ella y mientras una sonrisa genuina y amplia se extendía en sus labios y el corazón de Mimi daba un vuelco, cerró los ojos con amabilidad. Con ese gesto aniñado, tan suyo.

    Tan él.

    —Yo, Mimi!

    Se acercó a grandes pasos. Había tenido que armarse de valor. Había tenido que dar todo de sí. Pensando una y otra y otra vez en ello. Y aunque su corazón estaba apretado en un puño, aquella vez no vaciló.

    —E-espera por favor.

    Sus pasos se detuvieron a unos pocos centímetros. Con las mejillas ardiendo, con el corazón palpitando en sus oídos, con su mente haciendo un ruido casi ensordecedor... extendió sus brazos.

    —Yo... ¡q-quiero que aceptes esto!

    Y allí estaba. Entre sus palmas, aquella bolsita de pequeños chocolates.
    Esos que tanto se había esforzado en hacer. Medio amorfos, pero hechos con sus propias manos.

    Mimi nunca hacía nada por ella misma. Estaba acostumbrada a ser una niña consentida, la típica chica rica a la que se lo daban todo hecho. Pero ya no más. Quería... hacer algo con el corazón. Algo en lo que hubiese puesto toda su alma y esfuerzo.

    Alpha abrió los ojos de la sorpresa. De todas las cosas que podía esperar de Mimi Honda probablemente aquella fuese la última de ellas.

    ¿Estarían envenenados? ¿Era pesimista asumirlo? Se acercó y los tomó y en cuanto lo hizo Mimi se llevó la mano al cabello y jugó con un mechón dorado, frustrada y retraída.

    —Traté de hacer corazones pero no me salieron...—masculló con cierta vergüenza y reticencia, molesta por tener que aceptar el hecho de que la cocina era su némesis frente a Alpha.

    Dios, se le daba tan mal.

    Él soltó una sonara carcajada que ruborizó todo el rostro de la joven. Por la vergüenza, por la indignación, porque la risa de Alpha era demasiado linda... ¡muchas cosas juntas!

    —¡N-no te rías idiota!—le espetó.

    Pero por toda respuesta él solo puso su mano en su cabeza. Tácito, conciliador, agradecido. Y sonrió deslumbrantemente. Esa sonrisa pura, aniñada y genuina.

    Esa sonrisa que hacía volar miles de mariposas en su estómago.


    —Gracias.

    Qué injusta era la vida a veces. Deseaba tanto decirle. Tanto poder ser honesta con él. Ella enrojeció bruscamente. Sus mejillas, sus orejas, su cuello... todo se encendió como una manzana madura. El labio le tembló.

    Necesitaba pensar rápido. Una salida.

    —A-ah—farfulló— S-solo son chocolates de la amistad ¿si?—replicó con terquedad— ¡Chocolates de la amistad dije!

    Era tan estúpida.

    Obvio que eran chocolates de la amistad, ¿qué serían si no? Ellos eran amigos. Mejores amigos desde hacía años. Tirar todo eso por tierra era simplemente absurdo.

    El encuentro fue breve y Alpha no tardó en pretender seguir su camino. Ella se tensó a su espalda. Apretó los labios, los puños hasta que las uñas se clavaron en sus palmas.

    Era tan tonta.

    ¿Debería decirle? ¿Qué era lo más adecuado? ¿Qué demonios tenía que hacer? Él solo estaba interesado en el equipo. En entrenar, en ser el capitán y lograr grandes cosas en el mundo del béisbol.

    Ese era su sueño. Su gran sueño.

    Iría a la universidad y se marcharía a perseguirlo.

    —¡Alpha!

    Exclamó.

    Se giró con curiosidad.

    Lo que ella quería. Lo que quería él. Eran cosas simplemente tan distintas. En la balanza del destino se desequilibran enormemente. Pero cuando amabas de verdad a alguien, cuando realmente lo sentías, no te importaba hacer sacrificios.

    Incluso si el sacrificio era tu felicidad a cambio de la suya.

    Mimi no lo dudó. Apretó los labios con fuerza, reteniendo aquellas palabras que querían salir de forma desesperada. "¡Me gustas!" "¡No te vayas por favor!"

    "Me gustas".

    No... no podía. Cuando alzó la mirada hasta sus ojos la luz iluminó una sonrisa radiante de ojos cristalizados por las lágrimas. La luz del ocaso los bañó a ambos.

    —¡F-Feliz San Valentín!

    La sonrisa se extendió lenta por sus labios.

    Él asintió alzando la mano en el aire.

    —¡Eso! ¡Feliz San Valentín!

    Y Mimi sonrió. Sonrió levemente pero de verdad, secando sus lágrimas. No podía decirle lo que sentía porque eso no era lo que Alpha necesitaba en su vida ahora.

    Pero estaba bien.

    Por el momento era más que suficiente. Aunque fuese el último San Valentín que pasarían juntos.
     
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