Microrrelato Último beso

Mirando las estrellas atrapado en el brillo de la soledad, me quedo quieto y en silencio en ese suelo sucio bajo la oscuridad de las calles. Y mi alma se va, volando, lejos de mí, lejos de todo, pasando por lugares por los que no quiero pasar, pero viendo cosas que nunca vi.

Y tú estás ahí. Ya tan acostumbrado estoy que me tengas con el corazón flotando en un mar de miedo y dudas que ni me sorprendo. Siento tu caricia en mi brazo, tu fría caricia, porque sé que no eres real.

Me levanto con pesadez y sigo hacia adelante, dejándote atrás. Con pasos lentos y silenciosos, camino con tus brazos intentando alcanzarme y atraparme; camino con el sonido de tus tacones en mis talones; camino con tu fragancia en el aire; camino con tu sonrisa en millones de corazones, todos aquellos que murieron una y otra vez por ti.

Las estrellas miran y miran, con curiosidad, sin saber la historia que hay detrás, detrás de mí, detrás de ella, detrás de estas calles, detrás de esta piel.

La poca luz que la luna me brinda me deja ver lo suficiente como para saber a dónde ir. Paso tras paso, los recuerdos me envuelven. Estás en cada ventana, en cada rincón, en cada plato de galletas y en cada abrazo, en cada noche y en cada mañana, cada segundo de mi vida.

Suspiro y, con los hombros caídos, me arrodillo contigo. Oh, sí, ninguna estrella sabe mi historia, sabe tu historia, sabe nada. Y nadie lo sabrá jamás.

Me acuesto con las manos entrelazadas mirando hacia el cielo. Cierro los ojos y sonrío, soñando un futuro contigo.

Tu fragancia me saluda otra vez y me arropa, me abraza, se funde con mi cuerpo. Sí, aquella fragancia, aquel olor a muerte y podredumbre.

Me duermo sobre tu tumba, con tu lazo alrededor de mi dedo y con un mundo diciéndome adiós. El resplandor cae sobre mi rostro antes de desaparecer, la última caricia cálida que alguna vez recibiría. Y entierro todo mi ser junto con la de ella, en esa tierra de amor, recordando su último beso antes de cruzar la calle.