Microrrelato Último Amanecer

Los tonos rosas y anaranjados contrastaban con el celeste claro. La ciudad estaba tranquila y el sol aún no había asomado. El amanecer era uno de mis momentos favoritos y me había escapado de casa para verlo y ahora allí estaba, sentada en el filo de la terraza de un edificio.

No había viento fuerte, solo una suave brisa que hacía balancear mi cabello. Me sentía tan… rara. Hacía tiempo que ya no era yo misma, fingía mis risas y asentía con la cabeza en un movimiento mecánico cuando alguien me preguntaba si todo iba bien. No tenía el valor de decirles que pasaba, porque ni siquiera yo lo sabía. La rutina me consumía poco a poco y las cosas que solía hacer ya no tenían sentido para mí. Pero seguía con mis actividades, aparentando.

Pensar en mi vida solo hacía aflorar la angustia en mí. La garganta se me cerraba y los ojos me picaban por las lágrimas. La desesperación me golpeaba de repente y tenía que acudir a todo mi autocontrol para no estallar delante de todos. No me reconocía mi misma.

Sentía un vacio en mí, y una mezcla de sentimientos que no sabía que eran. Estaba mal, todo estaba mal. Ni siquiera podía explicar claramente lo que me pasaba.

Mis manos comenzaron a temblar. Fijé la vista en el horizonte, justo a tiempo para ver surgir el sol. Sería el último amanecer que vería.
La adrenalina fluyó en mí y sentí que estaba haciendo lo correcto. Salté. La adrenalina aumentó aún más y me reí, sonó como a una carcajada histérica y una sensación de paz me invadió. Luego, ya no sentí nada más.