¿Regresarás?

Tema en 'Relatos' iniciado por Sayuri UF, 28 Abril 2010.

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    Sayuri UF

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    ¿Regresarás?

    Hola! :D
    Este one-shot lo escribí para el concurso "Bajo la luna" :)
    Y como nos dieron el permiso de publicarlos, pues de una vez lo subo antes de que se pierda D: x'D
    Gracias a Lizeth, Ricardo y Ariadna, quienes fueron mis modelos/actores fuentes de inspiración =D

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    Sus ojos, de un ligero color grisáceo como el de la luna, mostraban un brillo inigualable cuando sonreía. Su cabello, tan dorado como el oro mismo, se mecía suavemente al compás del viento, habiendo previamente escapado del sujetador que ahora se encontraba entre las manos de su dueña.

    Sólo la tenue luz de la luna iluminaba su larga espera, que se volvía más exhaustiva conforme pasaba el tiempo. Unas cuántas lágrimas se arremolinaron en sus ojos. Debió de haberlo supuesto, él no iría.

    Por fin, decidió irse quince minutos después de la hora acordada. Caminaba lentamente, bajo las estrellas, entre las calles desiertas, maldiciendo a aquél que le juro amor eterno, para después irse sin haberle dicho adiós.

    Él había prometido, en una carta, volver ese día; estar con ella para siempre. Pero, ahora las palabras se las había llevado el viento. Su corazón moría lentamente, hasta que sintió una mano posarse en su hombro.

    Volteo, para encontrarse con una inquisitiva mirada azabache. Reconoció al momento de quien se trataba: la hermana mayor de Ricardo, el chico que acababa de dejarla plantada.

    — Lizeth, ¿qué haces aquí? —preguntó. Al mirarla completamente, la joven de cabellos dorados notó que se encontraba agitada, con su cabello color chocolate un tanto enmarañado.
    — Salí a caminar —respondió la aludida, recordando que Ricardo le había pedido mantuviera el secreto. La familia de ambos no aprobaba la relación, la hermana de él no sabía guardar secretos. — Pero, ¿tú qué tienes, Ariadna? Te vez muy pálida.
    — ¡No encuentro a Richi! —exclamó, preocupada. — Hoy debía de haber regresado… no quiso que lo fuésemos a esperar al autobús…ha pasado tanto tiempo desde que se fue… —finalizó con frases sin mucha coherencia entre ellas, mientras unas cristalinas lágrimas se asomaban por sus ojos.
    — Tranquila, Ari —trató de calmarla, llamándola por el sobrenombre que le había impuesto. Sin embargo, ella misma empezaba a sentir un nudo en la garganta y un leve retortijón en la zona donde se encontraba su corazón. — Vamos, yo te ayudo a buscar —susurró, tratando de sonar con un aire determinante.

    El dueto de chicas partió hacia los lugares que el chico frecuentaba más, sin obtener resultado alguno de su paradero. Siguieron caminando, en dirección a una exposición de fotografías. Ariadna estaba segura que Ricardo había pasado por ahí, después de todo, la fotografía era la pasión de su hermano pequeño.

    Al llegar, había una ambulancia afuera, con varias personas consagradas a su alrededor. Lizeth se acercó, sintiendo un mal presentimiento, mientras que Ariadna iba detrás de ella. Unas voces murmuraban que tenía como 16 años, otros hablaban sobre lo que había pasado: un tipo había tratado de asaltarlo, el chico accedió a darle todo lo que tenía, pero las cosas empeoraron cuando el ladrón le arrebató un collar que colgaba de su cuello. Empezaron a pelear, hasta que el mayor sacó un cuchillo y, sin mucha demora, lo clavó en el estomago del menor.

    Un ligero escalofrió recorrió el cuerpo de ambas chicas al escuchar la historia. Al llegar al centro, sus cuerpos se quedaron petrificados al ver la escena.

    — Hemos perdido su pulso... —comentó uno de los paramédicos, soltando un largo suspiro-. Hay que informar a los fami…
    — ¡Ricardo! —el grito desgarrador de Ariadna le interrumpió. La chica aventó a todo aquel que estuviese frente a ella, llegando al fin junto a la camilla y lanzándose sobre el cuerpo inerte de su hermano, llorando.
    — ¿Quién es ella? —preguntó el mismo paramédico, viéndose aventado a un lado por la fuerza de Ariadna.
    — E-es su… hermana —susurró Lizeth, con apenas un hilillo de voz.

    Todos los presentes miraron a la joven de mirada oscura, quien seguía llorando su perdida. Lizeth dejó que las lágrimas que había soportado cayeran por sus mejillas, tratando de sofocar el dolor que sentía al ver a su amado en aquella camilla, sin algún asomo de vida.

    La luna, siendo testigo presencial, no sólo había estado en ese momento, sino también cuando se conocieron y en el momento que su romance prohibido inicio.

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    ¡Qué esten bien!
     

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