¿Invisible?

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Marina, 2 Agosto 2011.

  1.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
    Miembro desde:
    10 Diciembre 2010
    Mensajes:
    2,063
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    ¿Invisible?
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    15
     
    Palabras:
    1572
    ¿Cómo les va? Espero que bien.
    Esta es otra de esas historias cursis que he hecho. Soy romántica por naturaleza, así que mi estilo es ese género xDDD

    Amor Increíble
    Capítulo 1
    Ignorada


    Se miró en el espejo de nuevo. Como todos los días, lo que vio no le gustó. Frunció el ceño mientras pasaba una mano por sus facciones ordinarias. Sus negros ojos se cerraron para no seguir mirando su propio rostro, el que encontraba tan poco atractivo.

    Ahora pasó la mano por su cabello negro, el que caía dócil sobre sus hombros y abrió los ojos para volverlos a posar en el reflejo que le devolvía el espejo. ¿Hasta cuando seguiría torturándose así?

    Todos los días al levantarse, lo primero que hacía era acercarse a la luna y mirarse, deseando desde el fondo de su alma que algo en ella hubiera cambiado y sabía que eso era ridículo, pero cada mañana esperaba encontrar una transformación en ella, como si fuera ese patito feo convertido ya en un hermoso cisne.

    Sonrió irónica mientras terminaba de recorrer con la mirada el resto de su cuerpo. No se había convertido en ese hermoso cisne, es decir, en una hermosa joven. Seguía siendo ella, Lorena Rivas, con una estatura de un metro con sesenta y ocho y un peso de cincuenta kilos, a su parecer muy delgada.

    Nada extraordinario. Nada fuera de lo común.

    Suspiró triste retirándose del espejo al mismo tiempo que su tía, Mariana Rivas, se asomaba por la puerta para decirle con su enérgica voz:

    —Date prisa, Lorena. No quiero llegar tarde a la universidad.

    —Sí tía, ya estoy lista —le contestó la joven demasiado seria. Solía sonreír muy poco, si no es que nada.

    La siguió hasta entrar al auto, el que las esperaba adentro de una enorme cochera, parte de la maravillosa casa que su tía tenía. Mariana se puso tras el volante y mirando a su joven sobrina por el espejo retrovisor, le dijo:

    —Sabes lo que opino de la puntualidad.

    Y mientras se enfrascaba en darle una cátedra sobre la cualidad de la puntualidad, manejó por las transitadas calles de la ciudad rumbo a la universidad. Esa era su tía. Estricta hasta los dientes. Como directora de la universidad de la que Lorena era alumna, debía ser ejemplo por excelencia.

    Pero como siempre, cuando Mariana le daba esos… lo que consideraba Lorena, sermones, cerró sus oídos y se concentró en sus propios problemas.

    Eran los primeros días de su primer año en la universidad y le estaba costando trabajo y esfuerzo adaptarse. Sus padres habían muerto dos meses atrás. Toda su vida había vivido en un pueblo llamado La Villita, a cientos de kilómetros retirado de esa ciudad, pero con la muerte de sus padres tuvo que trasladarse a la zona metropolitana para vivir con su tía.

    Mariana trataba de tenerle toda la paciencia del mundo, pero Lorena no lograba satisfacerla muy bien. Le exigía más de lo que podía darle, pues la chica no podía cambiar lo que era.

    El corazón de Lorena saltó cuando su tía estacionó el auto en el estacionamiento del plantel universitario en el lugar que era exclusivo para la principal. Se bajaron y la tímida joven siguió a Mariana dos pasos atrás, encorvándose un poco al caminar y con la mirada clavada en el suelo. Inclinó más la cabeza al entrar a los pasillos de la enorme construcción.

    —¡Lorena! —le habló su tía.

    La joven se detuvo, levantó la mirada y la miró con timidez. Mariana movió con exasperación la cabeza y continuó diciendo, algo enojada con la joven:

    —Levanta el rostro. Camina erguida. ¿Cuántas veces debo decirte esto? —Acto seguido se acercó a la chica, puso los dedos bajo su mentón y lo empujó hacia arriba de manera que la cabeza quedó levantada, después, con una de sus manos en la espalda y la otra en el pecho, la enderezó—. No quiero verte encorvada. Camina mirando al frente. ¡Tenle respeto a tu cuerpo. Cultiva un porte digno!

    No importaba cuántas veces su tía hiciera esto, al momento, la joven volvía a su posición poco digna, la que por cierto, nadie notaba. Sí, nadie se fijaba, porque ella era la chica invisible, esa que nadie veía, que nadie escuchaba, la que ninguna persona tomaba en cuenta ¡Jamás, nunca, para nada!

    Incluso su tía se olvidaba de ella al entrar a su oficina. Si no fuera porque al término de las clases Lorena se dirigía rápidamente a su auto, seguro la dejaba olvidada.

    Para muestra de lo invisible que era, en cuanto se llenaban los pasillos de alumnos, comenzaba a ser empujada, echada a un lado, manoteada y pisoteada, porque sus compañeros no veían que estaba ahí ¡Y eso era todos los días! Los intentos que hacía para no ser tan maltratada, sólo conseguían que lo fuera más.

    ¡Ah! Pero no se daría por vencida. Era invisible, pero no estúpida. Este día tenía una estrategia diferente, así que al comenzar la circulación de jóvenes, se pegó a la pared o lo que ella pensó que era la pared y se sintió a salvo de esos salvajes.

    —¡Ay! —murmuró casi enseguida cuando la puerta de un casillero le dio en la cara y el tipo que la golpeó ni cuenta se dio, así pues se movió unos pasos de allí para ponerse a salvo.

    Se tocó la nariz y unas gotas de sangre humedecieron sus dedos, pero el sonriente moreno ni la vio. Siguió platicando con su compañero, un joven alto de cabello negrísimo, delgado y hermosos ojos grises y tez blanca.

    —Te digo, Damián, Sarah siente algo por mí. En serio.

    Ambos chicos iban en su clase. Damián Castillo sonrió burlón al decir:

    —¡Sí! ¡Cómo no! Despierta René. ¿Quién en su sano juicio se fijaría en ti?

    Y ahora, Damián abrió la puerta de su casillero para desgracia de Lorena. ¡La pobre chica se había puesto a su alcance! Ésa también dio contra su rostro.

    —¡Ay! —volvió a gemir ella mientras las lágrimas saltaban a sus ojos y la nariz comenzaba a palpitarle dolorosamente.

    —¡No te burles, Damián! —gritó el moreno cerrando la puerta con fuerza— ¡Estoy hablando en serio!

    —Bueno, bueno —dijo Damián ya serio y cerrando también la puerta—. Está bien, no me burlo, pero dime, ¿de donde sacas esa idea?

    Lorena no logró escuchar la respuesta porque los chicos se fueron dejándola hecha un mar de lágrimas. Miró con odio las espaldas de René Liud y Damián Castillo, que salieron del cuadro de su visión cuando entraron al salón, lo que le hizo darse cuenta que era la única que quedaba en el pasillo.

    La primera clase que tenía era la de matemáticas, con el profesor Nicolás Terán, lo que era bueno para ella, porque este profe nunca era puntual, así que le dio tiempo, con toda calma, de llegar al salón y secándose las lágrimas todavía, tomó su lugar en los asientos de atrás.

    El desorden en el salón era enorme. Diferentes cosas volaban por el aire alcanzando los blancos deseados y los fuertes gritos eran aturdidores, parecía ser un concurso para obtener al mejor gritón, aunque allí el premio sería para todos… excepto para Lorena. Ella nunca ganaba nada.

    Así que sólo se limitó a mirar a sus compañeros de clase, centrando su atención en un pequeño grupo formado por los odiosos Damián Castillo, René Liud, Lina Hidalgo, una chica de cabello castaño y bonita, aunque por lo que había observado de ella, tenía un fuerte carácter, lo que la hacía muy audaz y en contraste a Lina, estaba Sarah Maltes, una chica callada, con algo de baja estima, pero no tan en el fondo como la de Lorena, de hecho, la de la última parecía estar en un pozo sin fin.

    Lorena suspiró y apoyando sus codos en la mesita del pupitre, sostuvo su barbilla con las manos y su atención pasó ahora a otro pequeño grupo. Rodrigo Costa, Daniel Torres y Mauro Perales, este último era un tipo muy inteligente, el más inteligente de toda la clase y entre ellos estaba Hilda Enríquez, quien era una chica que se juntaba con ellos porque sentía algo romántico por Daniel, y por eso era su incondicional. Lo apoyaba en todo.

    Aparte de ellos y que eran sobresalientes por alguna característica notoria, estaban: Nelson, un chico pelirrojo conocido como el polo norte, pues era difícil verlo expresar sus emociones. Dennis, cuyo comportamiento era frecuentemente raro, Darío, un rubio alto y muy guapo, tanto que las chicas suspiraban por él sin remedio y Alejandro, un tipo de facciones y carácter muy agradables, lo que lo hacía socializar con todo el mundo... excepto con “la chica invisible.”

    Lorena volvió a suspirar. Ella los conocía a todos. Ellos en cambio no la conocían. Maldijo por lo bajo sintiendo que la tristeza volvía a su corazón. Un súbito odio por todos inundó su completo ser. Cerró las manos en un puño mientras permitía que la tristeza fuera suplida por la furia.

    Un día…

    ¡Un día ella se vengaría de todos ellos! Bueno, quizás no de todos. Perdonaría a Marcos Lizardi, un joven tranquilo, sincero y simpático. Se sentaba a su lado y era el único que parecía tomarla en cuenta. No había hablado casi con él, pero de vez en cuando le dirigía pequeñas sonrisas que eran para ella como un sol que iluminaba su amarga y frustrada vida.

    Continuará.
     
    Última edición: 20 Junio 2023
    • Me gusta Me gusta x 1
  2.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    4 Mayo 2010
    Mensajes:
    1,177
    Pluma de
    Escritora
    Mmmm, debo familiarizarme con estos nuevos. Ah... se me acaba el tiempo. Ya veo que la pobre chica sufre mucho por eso de ser invisble. Ah, no soy tanto asi, pero bue...

    Me pregunto que clase de venganza llevara a cabo. No lo se. Espero el siguiente capitulo.

    Bye
     
  3.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
    Miembro desde:
    10 Diciembre 2010
    Mensajes:
    2,063
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    ¿Invisible?
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    15
     
    Palabras:
    1488
    Capítulo 2
    El consejo

    Estaba Lorena tan sumida en sus pensamientos, ideando maneras de vengarse de todos, que saltó en el asiento asustada cuando la potente voz de la directora sobresalió del griterío que había en el salón, terminando así con el concurso del mejor gritón.

    —¿Qué escándalo es este? ¿Dónde está su profesor? —la imponente figura de Mariana Rivas bloqueó la puerta.

    El silencio se hizo de inmediato. Los que estaban de pie se sentaron con rapidez y los que tenían algún objeto en la mano para arrojar a los compañeros, lo escondieron donde pudieron.

    La señorita Rivas —sí, señorita porque nunca se había casado—, entró al salón y parándose en medio del grupo, dijo con dureza:

    —Me parece mentira que ustedes, que ya están a un paso de convertirse en adultos, se comporten de esta manera. ¿Qué creen que es este plantel? ¿Una guardería? ¿Un jardín de niños? ¿Alguien puede responderme?

    Y la mirada de sus ojos color miel, barrió a todos. Los jóvenes se echaron atrás cuando los acerados ojos de ella los censuró y nadie encontró voz para responder, pero sí hubo uno que se atrevió a pensar que era una lástima que los orbes miel de la mujer, no fueran dulces como insinuaba el color, sino duros como el pedernal.

    —Aquél que crea que aquí es un jardín de niños, que tome sus cosas y salga. No es apto para este lugar.

    Nadie se movió.

    —Bien —continuó la directora —, veo que nos entendemos. Que les quede claro que no voy a permitir que se rompa la paz de este plantel. A los lados de este salón hay otros, así que el escándalo que hacen afecta a los demás. ¡Que esta sea la primera y la última vez que sucede esto!

    Su potente voz se escuchaba afuera del aula, así que el profesor Román Solar pudo oírla muy bien al acercarse por el pasillo. Se detuvo antes de llegar a la primera ventana del salón y miró para todos lados, buscando dónde ocultarse de la señorita Rivas, pues en ese momento no tenía deseos de recibir una llamada de atención de parte de ella por llegar tarde a dar su clase, como siempre.

    Y el único lugar que encontró a su alcance, fue otro salón, uno de un grado superior, así que entró allí y la maestra de literatura, Moira Rodríguez, lo miró perpleja interrumpiendo su disertación.

    —Lo siento, Moira —murmuró Román, mirando al pasillo por el cristal de la ventana e ignorando las miradas burlonas de los alumnos—, tú sigue con tu clase. Has de cuenta que no estoy aquí.

    Pero para Moira fue imposible continuar con su enseñanza, puesto que todos los alumnos estaban muy atentos a Román e incluso, uno de ellos preguntó con sarcasmo:

    —¿Qué sucede profesor? ¿Otra vez está huyendo de la señorita Rivas?

    Román miró con seriedad al joven preguntón. La oscura mirada de Matheus Castillo brillaba de pura diversión y pudo observar también que sus amigos, Marlon Castillo, Caleb Cisneros, Ciro Menéndez, Timothy Mórrison y Silvia Macías, la única chica de ese grupo de amigos, se esforzaban por aguantar la risa.

    —Más respeto para tus profesores, Theus —pidió Moira al sarcástico joven, luego, volviéndose a Román, le informó tratando de no perder la paciencia con su compañero de trabajo—: La directora acaba de pasar a su oficina, así que ya puedes ir a tu salón. ¿Puedes hacerlo, por favor, para poder continuar con mi lección?

    Solar asintió y salió del salón. Desde el pasillo pudo escuchar las fuertes carcajadas de Matheus y sus colegas. ¡Malditos! Si no fuera porque Theus y sus amigos eran las estrellas del baloncesto, les pondría un cero de calificación, pues él también les impartía clases, pero ya encontraría alguna manera de hacerlos pagar por sus burlas.

    Entró a su lugar de trabajo y se sorprendió del silencio que allí imperaba. Siempre le sorprendía el poder de la directora para acabar con las ganas de vivir de aquellos a los que reprendía. Pero le agradeció desde el fondo de su alma. Los chicos se veían mejor así, calladitos. Así sin más, se dio a la tarea de entrar en materia.

    De esta manera y sin perder el orden que había establecido la directora en ese grupo, las siguientes clases transcurrieron sin más contratiempos. A la hora del receso para almorzar, Lorena fue a buscar a su tía, pues no tenía deseos de almorzar sola, pero no la encontró, así que la soledad fue su única compañera cuando decidió salir al jardín específicamente al área donde había un grupo de mesas al aire libre, extendiéndose hasta ahí la cafetería del campus.

    Estaba por terminar su emparedado de pavo cuando de pronto, el bocado que tenía en la boca se le atoró en la garganta por la repentina timidez que sintió al mirar al chico de sus sueños. Él estaba en la siguiente mesa y como siempre, acompañado de sus amigos. Iba en el siguiente grado y, ¡era encantador! Un moreno alto, cuando menos para ella: de un metro con setenta y nueve, ojos grises, cabello castaño oscuro, delgado, pero atlético. Era la figura principal del baloncesto y su fama trascendía las paredes de esa universidad. Las chicas suspiraban por él y los chicos lo envidiaban a más no poder, a excepción de sus amigos.

    Y ella…

    Ella era invisible para él. Pero aún así, él no dejaba de ser su príncipe soñado, su caballero andante, su romeo anhelado. En su imaginación, claro.

    —¡Ay! —gritó cuando un grupo de chicas pasó a gran velocidad cerca de ella, tan cerca, que la golpearon con sus bolsos en la cabeza, pues estaba sentada.

    —¡Theus! —vociferó en conjunto el grupo de locas— ¡Matheus, querido!

    Con gran acidez, la maltratada joven vio como las fieras salvajes rodearon a su príncipe soñado, a su caballero andante, a su romeo anhelado.

    Después, con lágrimas en los ojos, Lorena miró desaparecer a Theus Castillo cuando los amigos de él lo rescataron de las garras posesivas de las enloquecidas mujeres. ¡Caramba! Su príncipe azul tenía más fama y fans que el actor o cantante que más les guste.

    La chica suspiró muy triste, secándose las lágrimas. No lloró sólo por los golpes que recibió en la cabeza, sino por esa extraña sensación de pérdida que la dominó cuando la figura de su príncipe soñado, de su… todo lo demás, salió de su vista.

    Con cada día que pasaba, se enamoraba más de Theus Castillo. Era por eso que su corazón saltaba cada mañana al llegar a la universidad. Gimió al pensar en sus sentimientos, pues estos eran cada vez más fuertes.

    —Baja de la nube —escuchó a su espalda una voz—. Él nunca será para ti.

    Lorena se volvió y miró a Marcos Lizardi. El joven de cabello castaño claro, la miró con una pequeña sonrisa. Se acercó y se sentó a su lado.

    —¿Qué quieres? —le preguntó ella, bastante irritada por sus palabras.

    —Solo quiero hacerte compañía. Eso es todo.

    —Entonces no me digas que baje de la nube y que él nunca será para mí. Ni siquiera sé de qué hablas.

    Lizardi levantó las cejas. Su sonrisa no se apagó, sino que creció más. Con voz calmada, le dijo:

    —Bien, como quieras, pero déjame decirte por último que, cuando dije que él nunca será para ti, no me refería a que no pudieras tenerlo, sino a que con esa actitud, no lo conseguirás nunca. Eres demasiado invisible. Nadie te nota aparte de mí.

    Ella se levantó enojada por su intromisión. Lo miró herida y alzando la voz, le dijo:

    —No te importa cómo soy yo. Métete en tus propios asuntos. Déjame en paz.

    Dicho lo cual se dio la vuelta para marcharse, pero la voz de él, que no dejó de ser calmada, la detuvo:

    —A eso me refiero. Tu principal enemigo eres tú misma. No te das oportunidad. No son ellos, eres tú.

    Lorena lo miró lanzando destellos de desdicha por los ojos. ¿Era cierto lo que decía? Sin desearlo, volvió a la silla. La sonrisa de él se amplió todavía más. Con voz sumisa, ella le preguntó:

    —¿Qué puedo hacer?

    —¿Qué quieres hacer?

    —Quiero… vengarme de todos ellos. De todos aquellos que me ignoran y me hacen sufrir.

    Lizardi se levantó y le tendió una mano. Ella la miró un instante y después, la aceptó. Con la ayuda de él, se puso de pie a la vez que Marcos le dijo:

    —Adelante, toma venganza. Demuéstrales quién eres. Muéstrate a ellos. Sé que tú puedes hacerlo, si de verdad quieres.

    —¿De verdad puedo?

    Lizardi la miró profundamente, como si mirara más en el interior que en el exterior y asintiendo, anunció:

    —Lorena Rivas, en ti está oculta una gran personalidad, puedo percibirla.

    En ese momento, los jóvenes no supieron que esas últimas palabras eran la llave para abrir algo que era prohibido.


    Continuará
    Gracias por leer
     
    Última edición: 28 Agosto 2015
  4.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
    Miembro desde:
    10 Diciembre 2010
    Mensajes:
    2,063
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    ¿Invisible?
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    15
     
    Palabras:
    1911
    Capítulo 3
    Encuentro cercano


    Las palabras de Lizardi se clavaron profundamente en la mente de Lorena, tanto así, que las siguientes noches las pasó en vela, porque era bajo las horas nocturnas que siempre pensaba en su consejo y era también cuando un sentimiento extraño la embargaba, una sensación difícil de identificar, pero que la hacía estremecer, quizás por ser una aleación de variadas impresiones.

    Era como si en el fondo de su ser hubiera una oposición a su deseo de lucir lo que realmente era, una fuerte hostilidad hacia la idea, un rechazo no nacido de su baja estima, sino de algo más poderoso que no podía explicar, una especie de alarma, una señal que parecía susurrarle que mejor era que se quedara como estaba, pero sometiendo tal alerta, finalmente terminó de apagarla en la ignorancia, así que una mañana se levantó con cierto grado de contentamiento y a pesar de su agudo insomnio, se vio descansada y con un extraño brillo en la mirada. Por primera vez, su tía no hizo el intento de enderezarla, ni le habló de la dignidad, ni nada de eso.

    Lorena entró al campus mirando al frente, con esa extraña mirada que le concedía a su rostro una expresión diferente, confiada y aunque como siempre nadie la notó, ella se sintió bien… hasta que comenzó la circulación de jóvenes hiperactivos que la atropellaron de manera salvaje y el brillo de sus ojos se extinguió cual cerillo consumido, por lo tanto, llegó al salón apagada y airada.

    Tomó su lugar sintiendo que las lágrimas pugnaban por brotar y detestó las salinas porque siempre estaban presentes para mostrar su odiada debilidad, pero como era usual en ella, se las tragó, así como el deseo de manifestar a gritos su desagrado por los demás, sin embargo, las siguientes palabras de Lizardi fueron como la libereración de los gases que impulsa el magma hacia arriba en un volcán a punto de hacer erupción.

    —No te des por vencida —le susurró él con una sonrisa—, estoy seguro que hoy será un día diferente para ti, solo no te rindas.Pero todavía ella retuvo ese poder y lo aplacó canalizando su mal humor a la agria mirada que le dirigió a él, porque consideró que para el muchacho era fácil decir eso. Se veía relajado y tranquilo, como si su existencia en este planeta fuera de lo más linda y perfecta. Examinó su rostro preguntándose cómo le hacía para estar siempre con esa sonrisa y se sorprendió al descubrir pequeños moretones por todo su sonriente rostro.

    —¿Qué te pasó? —le preguntó, señalando los moretones.

    Lizardi dejó de sonreír. Se tocó el rostro y con voz monótona respondió:

    —Mi padrastro me golpeó por defender a mi madre cuando le estaba dando una paliza.

    Lorena se quedó muda y de inmediato se avergonzó al pensar que la existencia de Marcos era linda y perfecta. Estaba lejos de serlo. ¿Y ella pensaba que era la única que sufría? Su mirada mostró admiración por la fortaleza de él.

    Aprecio que fue interrumpido por las carcajadas de Marcos al ver su expresión. Todos en el salón se volvieron a verlo atraidos por su risa, pero el joven los ignoró. Menos mal que Román Solar, con quien siempre tenían clase a la primera hora, no había llegado. Mirando a Lorena divertido, el muchacho le informó:

    —No es cierto. La chica que me gusta me golpeó cuando le robé un beso.

    —¡Es cierto! —asintió René, como si Marcos se hubiera dirigido a él y no a Lorena—. Nosotros vimos todo eso ayer al salir de la universidad. ¡Tienes agallas, Lizardi! No cualquiera hace lo que hiciste tú. ¡La tomaste desprevenida!

    —¡Bah! —murmuró Lina con cierto disgusto— No es para felicitarlo. Hasta escalofríos me dieron de ver a quien le robó el beso.

    —¿Qué te pasa, Lina? —intervino Damián—. Marly Íñiguez está como quiere. La del cabello color zanahoria es codiciada por muchos. ¡Lástima que no está en nuestro salón!

    Lina le dio un puñetazo en el brazo a Damián. A leguas se le notó lo celosa que se puso, pero la llegada del profesor Solar impidió que se siguiera con el tema.


    No te des por vencida... solo no te rindas.”

    El miembro más poderoso del ser humano, la lengua, el único que podía tanto derribar como edificar. “Benditas tus palabras, amigo.”, pensó Lorena mirando de reojo a Marcos, quien parecía estar ya muy concentrado en la cátedra del profesor y aunque ella debería estar con todo su interés en la materia, su mente más bien comenzó a maquinar un plan diabólico a raíz del comentario de Damián.

    No.

    No mataría a nadie, pues, ¿qué caso tenía? Con la muerte se acabaría el sufrimiento que quería provocarles. Ella quería que vivieran atormentados, no que descansaran en paz para siempre.Así pues, a la hora del almuerzo puso su plan en marcha. Se sentó ante la misma mesa de siempre afuera de la cafetería, dispuesta a comenzar por hacerle pagar su indiferencia a esa pretenciosa chica de cabello lindo llamada Lina. Al momento de no dirigirle su atención, le había negado su amistad, así que sería su enemiga entonces. ¡Qué bueno que conocía a todos y lo que sentía cada quien por cada cual!

    Se esmeró en la carta. El emparedado quedó olvidado sobre la mesa e hizo caso omiso a su estómago cuando le gruñó de hambre. La carta era la importante, porque con esta daría inicio a su venganza. Sonrió abiertamente, lo que casi nunca hacía, sólo que su amplia sonrisa no duró mucho.

    —¡Oye! —reclamó con sorpresa cuando sintió caer sobre sus negros cabellos un líquido gaseoso. Se llevó las manos a la cabeza mientras la indignación cubría de rubor sus mejillas.

    Un par de chicas se habían detenido atrás de Lorena, platicando emocionadas de sus cosas y a una se le había batido la soda y al momento de abrir el embace, el contenido se había derramado justo sobre su cabeza.

    —¡Ups! —dejó salir la culpable y mirando a su amiga, dijo—: Se me ha derramado, vamos por otra que sin gas no sabe bien.

    E ignorando que había empapado a Lorena, se fueron de allí dejando a la joven presa de la ira, la que poco a poco se potenció y fue aquí donde el poder del magma emocional en su volcán interior fue liberado, haciendo erupción aquella furia acumulada durante tanto tiempo y con la explosión de sus sentimientos, el cerrojo para introducir la llave que abriría lo que era prohibido, fue creado.

    —¡Las odio! ¡Las odio! —gritó, dando varios puñetazos a la mesa con tanta fuerza que las manos le dolieron mientras lágrimas de humillación brotaron de sus ojos derramándose sobre aquella carta que con tanto entusiasmo había escrito— ¡Cómo las odio! ¡Las odio! ¡Los odio a todos! ¡Váyanse todos al infierno, malditos sean!

    Un momento en el tiempo, un mismo lugar, un exaltado arrebato y una inadvertida presencia se conjugaron para dar oportunidad a lo que debía permanecer restringido, pero eso no lo sabían ellos, así que Theus, que pasaba por ahí, se detuvo al escucharla. Él no acostumbraba a detenerse por nadie, así como no le importaba en realidad lo que sucedía en los entornos. Para él, todo era rutinario y no había nada que despertara su atención. Si no fuera por sus amigos, que como siempre se habían quedado atrás deteniendo a las loquísimas fans que lo perseguían como el capitán Ahab a Moby Dick, su vida en la universidad sería aburrimiento total.

    Sus grises ojos se clavaron en la figura de la joven, porque algo en su voz lo había hecho detenerse. Era un timbre muy bonito a pesar de lo dicho, pues las palabras, “los odio a todos, váyanse al infierno y malditos sean”, no eran bonitas, claro que no.

    —¡Oye! —le habló con suavidad— ¿Estás bien?

    Con los ojos llenos de lágrimas, Lorena levantó la mirada y lo vio, quedándose al instante petrificada, incluso sus gotitas saladas parecieron lapidificarse también, secándose con rapidez cuando abrió enorme los orbes. Se apuntó con el dedo índice, como diciendo: “¿te diriges a mí?”Él sonrió divertido entendiendo el gesto, así que respondió con la misma suavidad:

    —Te hablo a ti, sí.

    Lorena abrió la boca para responder, pero no pudo decir palabra, ya que la emoción la había enmudecido y la timidez la había ruborizado. Su presencia la había convertido en un manojo de nervios, secando por ese momento su decepción e ira. Las lágrimas volvieron a sus ojos, pero esta vez fueron de alegría, de felicidad, pues se sintió casi extasiada.Theus miró brillar los grandes ojos y arqueó las cejas extrañado, porque aunque la luz en ellos era por las lágrimas, descubrió algo más detrás del llanto. De hecho, nunca había visto algo parecido en una mirada, puesto que no era como la de sus instigadoras, de las que siempre estaba huyendo. No. Ese mirar era… era…

    ¡Qué rayos! No lo supo y eso lo intrigó.

    —¡Theus! —gritaron unas chicas que se acercaban velozmente y él pensó, “demonios de chicas, ¿por qué a mí?”— ¡Theus, hermoso¡ ¡No te vayas! ¡Quédate con nosotras!Él le sonrió a Lorena y por un momento, el corazón de ella se paralizó ante el deslumbrante gesto. Con la misma suavidad, le dijo:

    —Disculpa, pero como comprenderás, ¡debo ponerme a salvo de esas locas!

    Ella asintió y él corrió huyendo de las acosadoras. Suspiró sin poderlo creer. ¡Matheus Castillo la había mirado! ¡Le había hablado! ¿Cómo había sido posible eso? Se llevó las manos al pecho donde su corazón palpitaba aceleradamente. Levantó el rostro al cielo y musitó enamorada:

    —¡Oh, Dios! ¡Tuve un encuentro cercano!

    Aún extasiada, dirigió su atención a la carta que había redactado y frunció el ceño. Dulces gotas de refresco y sus lágrimas la habían manchado, así que tomó la hoja de papel y la arrugó, despojada por completo de su ira y supo que no habría nada el resto de ese día que le robara esa agradable sensación de bienestar.

    Tomó del cuaderno otra hoja y comenzó a escribir nuevamente. No con las mismas palabras, ya que esta vez salieron de su corazón enamorado. Era como si esa carta fuera dirigida a su príncipe azul, plasmando en esa página las frases que pensaba después de soñarlo, porque sí, desde que conociera a Theus, no dejaba de soñarlo.


    Terminó la misiva justo a tiempo para volver a clases. La dobló con cuidado y una feliz expresión modificó sus facciones. Sonrió con amplitud cuando, al ingresar al salón y pasar por el asiento de Damián, quien por fortuna aún no volvía, de hecho, ninguno de ellos volvía todavía, colocó la carta debajo de un cuaderno de él de tal manera que una parte fuera visible.

    Después de eso, fue a sentarse a su lugar y esperó con paciencia la llegada de sus enemigos. René, Lina, Sarah, Daniel, Hilda la incondicional de Daniel, Rodrigo, Nelson el frío, Dennis el raro, Dario el guapo, Alejandro el carismático, todos y cada uno de ellos se la pagarían por ignorarla y ni siquiera Mauro, el más inteligente, podría impedir lo que tenía preparado para ellos. En el fondo de su ser, pero muy en el fondo, sintió pena por el menor de los Castillo. Damián era el hermano menor de su Romeo anhelado y…

    ¡No! Él se lo había ganado.


    Continuará:
    Gracias por leer xD
     
    Última edición: 28 Agosto 2015
  5.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    4 Mayo 2010
    Mensajes:
    1,177
    Pluma de
    Escritora
    Jajaja, asi que la venganza contra todos esos que no la ven ha iniciado, eh? Me parece genial. Creo que MArcos es un buen amigo, si por insitarla a vengarse de esa manera, jojojo, no importa que entre ellos se encuentre el hermano de Matt, su Romeo anhelado, principe soniado y su caballero andante, jajaja me han encantado todos estos que ha pensado Lorena, a lo mejor, me los robo XD

    Bueno, espero ansiosa la sigueitne continuacion. Me pregunto de quien mas se vengara... ay, soy tan mala.

    Hasta otra.
     
  6.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
    Miembro desde:
    10 Diciembre 2010
    Mensajes:
    2,063
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    ¿Invisible?
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    15
     
    Palabras:
    2019
    Capítulo 4
    Carta de amor y los casilleros


    Casi enseguida, los jóvenes comenzaron a llegar presurosos. Les tocaba ética y práctica profesional con el profesor Armando Nogal y éste no toleraba que se llegara tarde a sus clases. Un segundo tarde y volvías a los primeros años de tu aprendizaje, no te permitía entrar a la clase, así de intransigente era Nogal.

    —¿Qué es esto?—preguntó Damián extrañado al sentarse y mirar bajo el cuaderno, la misiva. “!Una carta de Lina!”, pensó. “¿Será que en esta me dice lo mucho que me ama?”

    Un agradable, pero ligero aroma se desprendía de la nota, así que la olió y luego, mirando a Lina, le sonrió emocionado.

    —Gracias —le susurró a la linda novia—, la leeré llegando a casa.

    Lina Hidalgo lo miró sorprendida y después sus asombrados ojos quedaron fijos en lo que Damián tenía en la mano. Con un rápido movimiento le arrebató la hoja escrita, la desdobló, pues estaba plegada en dos dobleces y comenzó a leer en voz alta:

    "Perdóname, mi amado Damián, pero no pude contener mis deseos de escribirte esta carta para decirte lo mucho que me fascinó ese momento, cuando tus ojos me miraron, cuando tu voz me atrapó en ese suave susurro que me transportó a las noches de amor que paso a tu lado, protegidos por el manto nocturno que te permite recorrerme con tus ardientes manos, brindándonos la soledad que es la única testigo de los murmullos de nuestro dulce amor que resuenan satisfechos…"

    Lina se interrumpió y su inquisidores ojos se posaron en Damián. Él se estremeció bajo la penetrante y celosa mirada.

    —¿Qué es esto? —interrogó entre dientes, sacudiendo la hoja escrita en el aire— ¡Dime! ¿Quién te escribió esto?

    Damián sólo logró mover de un lado para otro la cabeza, porque no comprendía nada y el pensamiento de que esa carta se la enviaba Lina, quedó en el olvido de inmediato. El silencio en el salón era sólo desplazado por el sonido de la hoja al ser sacudida con ira. Lina volvió a dirigir su mirada a la escritura y con voz opaca, desgarrada por el llanto retenido, continuó leyendo:

    "Noches llenas de amor, donde me doblegas con tus ansias de que sea tuya, únicamente tuya. Damián, el tiempo se vuelve eterno cuando no te veo. Vivo y respiro sólo por ti y para ti."

    La voz de Lina se ahogó por completo, lo que le impidió seguir leyendo. Lágrimas de decepción deseaban rodar por sus mejillas, pero las retuvo. Lo último que su mirada llena de llanto captó, fue el nombre al final de la carta.

    SILVIA MACÍAS.” Así, escritas en mayúsculas para que resaltaran más.

    —¿Silvia Macías? —gritó, rescatando su voz por la indignación que sintió, arrugó la carta y la lanzó al suelo— ¿Me engañas con ella? ¿Con esa anciana? ¡Va en el siguiente grado!

    Enseguida se fue contra Damián y le propinó varias bofetadas. Él no pudo hacer nada, así que para cuando quiso reaccionar, su novia, herida en sus sentimientos y orgullo, ya había salido del salón.

    —¡Damián! —dijo René realmente sorprendido— ¿Cómo se te ocurre hacer una cosa así?

    —¡Y con Silvia Macías, además! —gritó Sarah pasando por su lado y también le dio un par de bofetadas. Después de eso, salió detrás de su mejor amiga.

    —¿Quién fue? —gritó Damián, mirando a todos… excepto a Lorena, ella pasó desapercibida como siempre— ¿Quién me hizo esta broma? ¿Fuiste tú, Rodrigo?

    —¿Yo? —se defendió el acusado— ¿Por qué iba a hacer algo así? ¡Yo no fui!

    —¡Nelson! —vociferó Damián cada vez más furioso— ¡Tú fuiste!

    —Estás loco —Nelson se encogió de hombros. Su frialdad no se alteró.

    —¡Mauro, entonces tú!

    —¡Damián Castillo! —gritó el profesor Armando Nogal entrando al salón— ¡En mi clase sólo grito yo! ¡Así que hágame el favor de guardar silencio o sálgase del salón!

    Damián guardó silencio y se tragó su molestia mientras atrás, Lorena, con ese brillo en la mirada que últimamente iluminaba su rostro, sonreía feliz.

    —Bien hecho —le murmuró Lizardi tranquilo— Un plan trillado, pero funcionó muy bien.

    Más que bien, porque las miradas de celos y rencor de parte de Lina hacia Damián y las de él, llena de desconfianza y duda para todo el grupo, los mantuvo a todos en una gloriosa tensión, por lo que muy satisfecha, esa noche Lorena durmió mejor que nunca, sin embargo, eso no impidió que soñara como siempre con Theus Castillo, un sueño que era descrito en esa carta y en esta ocasión, la sensación fue aun más sentida, así que en cuanto amaneció, saltó de la cama y por primera vez no le interesó mirarse en el espejo.

    Se duchó y vistió con rapidez deseando llegar al campus. Esa mañana fue ella la que apresuró a Mariana y llegaron mucho más temprano que lo normal. Su tía se encerró en su oficina mientras ella recorría los pasillos. Colocándose los audífonos que estaban conectados a su Ipod, se detuvo ante los casilleros de sus compañeros y con la canción new divide de Linkin Park sonando en sus oídos:

    So give me reason, to prove me wrong, to wash this memory clean
    Let the floods cross the distance in your eyes
    Give me reason, to fill this hole, connect the space between
    Let it be enough to reach the truth that lies
    Across this new divide
    Across this new divide

    Abrió con las llaves que había hurtado de su tía, todos los casilleros y se puso de manera frenética, a cambiar los objetos de todos, de un locker a otro.

    Hizo una revoltura espantosa de cosas, sabiendo que todos dejaban ahí los materiales que no necesitaban llevarse a casa para hacer algún trabajo y mientras hacía los cambios, se sorprendió de la gran cantidad de cosillas que tenían sus compañeros, lo que fue mucho mejor para ella. De esta manera al terminar, se fue muy tranquila al salón, donde esperó con toda la paciencia del mundo. Feliz no sólo por lo que había hecho, sino porque por primera vez, nadie la atropelló. Había encontrado al fin el remedio para evitar el maltrato… llegar muy temprano, aun antes de los madrugadores.

    Era una lástima que su salón estuviera retirado del pasillo de los casilleros, pero mientras se imaginaba el escándalo que se haría en ese lugar y de hecho se hizo en cuanto llegaron sus compañeros y fueron por lo que necesitarían para las clases de ese día, se dispuso a escribir otra carta, perdiéndose las frases de los muchachos al reclamar sus artículos.

    —¡Hey! —gritó Mauro a uno de sus camaradas— ¡Esos objetos son míos! ¡Dámelos!

    —¿Y quien tiene los míos? —inquirió Alejandro.

    —¡Oye, Darío! —rugió Nelson—¿Por qué tienes mis pertenencias?

    —¡Nelson! —habló Daniel airado— ¿Y tú por qué tienes las mías?

    —¡René! —Se escuchó ahora a Hilda— ¿Cómo te atreves a tomar mis cosas?

    Y no se contentó con reclamarle, sino que de paso, le propinó un par de bofetadas.

    —¡Por Dios! —vociferó René masajeando sus mejillas con una mano, mientras con la otra tomaba de su casillero una prenda y la miraba con asombro—. Si yo tengo tus cosas, ¿quién…? ¡Wooow!... ¡Qué bonitas pantaletas! ¡No sabía que las chicas guardaban esta clase de prendas aquí! ¡Qué lindo color!

    Hilda le arrebató las pantaletas en color rosa toda sonrojada y le dio otras dos bofetadas gritándole:

    —¡Pervertido! —yYde paso, Sarah le arrojó un pesado libro, por coqueto, que dio justo en la cabeza del aporreado chico.

    René, aguándose sus ojos por el fuerte golpe, se dio masaje ahora en la cabeza, dando pequeños saltitos como si así pudiera mitigar el dolor mientras Damián le gritaba:

    —¡René! ¡Yo tengo tus cosas! ¿Quién tiene las mías?

    Lina pasó por su lado y empujándolo en una completa actitud de desdén, le voceó:

    —¡Ve a mi casillero! ¡Tus asquerosas pertenencias están ahí, traidor!

    —¡Dario! —se escuchó la voz divertida de Dennis— ¡Mira, me parece que éste es tuyo! —Y mostró un sostén, el que movió en el aire de un lado para otro, como si fuera una banderita.

    Dario enrojeció de ira y vergüenza y la llegada de Mariana Rivas impidió que el apuesto joven fuera a ahorcar a Dennis.

    —¡Dennis, deja de agitar eso, pervertido! —pidió Sarah, roja hasta la raíz del cabello— ¡Eso me pertenece!

    —¡Silencio todos! —pidió Mariana con voz enérgica mientras miraba el desorden que había en el pasillo, pues todos se habían lanzado las pertenencias. Todos, menos Marcos que, frente a su locker, miraba sus bienes intactos, protegidos de aquella traviesa maldad.

    En el salón, Lorena reía, reía y reía… a carcajadas incontrolables, porque de solo pensar en lo que estaban pasando esos chicos, la hacía sumamente feliz, una felicidad casi desquiciada y aunque no podía ver lo que sucedía, no se equivocaba en su pensamiento de que había hecho un gran espectáculo. Ella la productora y aquellos los personajes protagonizando su obra, así que era digno el momento para decir solo: ¡Ja, ja!

    —¡Wow! —murmuró Román Solar al acercarse por el corredor y mirar el desorden aquel con todas esas cosas— ¿Qué pasó aquí? Esto está peor que cuando me mudo de casa.

    Theus, Marlon, Caleb, Ciro, Timothy y Silvia —sí, la Silvia Macías de la carta de amor—, junto con Marly Íñiguez —esa Marly a la que Marcos le robó el beso—, y otros, de todos los grados, formaban ya un público muy divertido.

    —¡Quién sabe! —respondió Theus, el único que lo escuchó—. Pero quien haya sido, trabajó bastante.

    —¡Cielos! —exclamó Moira Rodríguez llegando también y parándose a un lado de Román— ¿Qué pasó aquí? ¡Miren este caos!

    —¡Quién sabe! —le respondió Román—. Pero quien haya sido, trabajó bastante.

    Theus arqueó las cejas al escucharlo. En eso, llegó Armando Nogal y preguntó lo mismo:

    —¿Qué pasó aquí? Parece la habitación de mi hija.

    —¡Quién sabe! —contestó ahora Moira—. Pero quien haya sido, trabajó bastante.

    Las cejas de Theus se levantaron más. La llegada de Diane Zúñiga, la que les impartía metodología de la investigación y novia de Armando, estaba por preguntar lo mismo, pero harto de la misma pregunta y la misma respuesta, Matheus le dijo, elevando un poco la voz:

    —No sabemos qué pasó ni quién hizo esto. Nadie sabe nada, así que...

    Un codazo en las costillas por parte de Caleb, lo interrumpió. Theus lo miró no muy contento por el golpe. Le había dolido, pero lo que le murmuró Caleb le hizo olvidar la molestia.

    —Yo sé quien lo hizo.

    Discretamente, Theus lo apartó del grupo y ya solos en otro pasillo, le preguntó:

    —¿De veras lo sabes? ¿Quién fue? —No es que le importara en realidad, sólo sentía cierta curiosidad por saber quién había hecho semejante diablura.

    —Sígueme —le pidió Caleb, acomodándose las gafas oscuras que siempre llevaba y levantando más el cuello alto de la sudadera para cubrirse el rostro.

    Siempre se cubría así y nadie sabía por qué lo hacía. Lo único que sabían todos, incluyendo a sus amigos y exceptuando a los maestros, es que Caleb era un chico misterioso y que él sabía todo lo que ocurría adentro de las paredes de la universidad y excluía a los maestros porque según él, su conocimiento debía permanecer oculto a los profesores, pues siempre era una ventaja saber cosas que ellos no sabían y Caleb era muy bueno para guardar secretos.

    Así pues, sin preguntarle más, Matheus lo siguió hasta que se detuvieron frente a un salón. La risa que salía del interior, admiró a los muchachos.

    Lorena no podía parar de reír, así que seguía dando rienda suelta a su alegría sin advertir que ahora era observada. Tampoco supo que su risa había embelesado a los dos espectadores, pues tanto Theus como Caleb, cerraron los ojos y la melódica carcajada los atrapó. Jamás en su vida habían escuchado una risa tan… hermosa.

    —¿Está cantando o se está riendo? —preguntó Caleb, indeciso a lo que era aquella sinfonía que salía de la boca de la chica.

    —¡Sólo los ángeles pueden reír así! —exclamó Theus, extasiado.


    Continuará.
    Gracias por leer xD
     
    Última edición: 28 Agosto 2015
  7.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    4 Mayo 2010
    Mensajes:
    1,177
    Pluma de
    Escritora
    Ah, ya la noto, ya la noto. Que bien. Jajaja, si que trabajo bastante, que divertidas las cosas que hace Lorena, no puedo creerlo. Jajaja, que escandalo se ha formado. Eso es, ella sera mi maestra para las bromas pesadas, jajaja. Ay, porbre Damian con la carta. Lo de los casilleros fue ingenioso. Aja, conque el sabelotodo ha hecho que Matt por fin notra a Lorena. Ese Caleb. Pero fue genial. Habra que ver que seguira. Espero ansiosa la conti.

    Hasta otra.
     
  8.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
    Miembro desde:
    10 Diciembre 2010
    Mensajes:
    2,063
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    ¿Invisible?
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    15
     
    Palabras:
    2742
    Capítulo 5
    Juzgada


    Theus abrió los ojos con asombro y la miró con agudeza. Era la misma chica del día anterior, a la que había escuchado decir, “los odio a todos”, sin embargo, ahora se veía diferente, parecía irradiar. Sin poder evitarlo, Theus sonrió, porque se la imaginó haciendo la travesura con los casilleros. Era muy infantil lo que había hecho, pero ¡que cosa! Le divertía tanto como a la chica.

    —¿Quién es ella? —preguntó de pronto con un extraño tono de voz.

    —Lorena Rivas —le respondió Caleb en voz muy baja—. Es la sobrina de la directora, ella es la “chica invisible.”

    Theus se puso serio. Miró a Caleb e inquirió frunciendo el ceño:

    —¿La chica invisible?

    —Sí, Lorena es esa clase de chicas que pasa inadvertida. Nadie nota que existe.

    ¡Qué absurdo!”, pensó Theus. Él la estaba notando, ¿verdad? Es más, el día anterior la había mirado.

    —Pero antes de ayer, ni siquiera sabías que existía —soltó el misterioso como si hubiera leído su pensamiento y la exactitud de la afirmación hizo que se sobresaltara. ¿Cómo es que la persepción de Caleb era tan aguda?

    —Bueno, como sea —dijo Theus lacónico —, nosotros no sabemos nada, ¿de acuerdo? Dejemos que la directora haga su propia investigación.

    —Así debe ser. Yo, no sé nada.

    Regresaron con los demás al momento que Mariana ordenaba:

    —Todos lo que no tienen nada que ver con estos casilleros, vayan a sus clases. Los demás, se quedan.

    A los que no les pertenecían los casilleros, se retiraron. Lo mismo hicieron los maestros. Los que se quedaron hicieron una fila, todos de frente, mirando a Mariana, quien con toda calma, recorrió rostro por rostro con la mirada, tratando de descubrir al culpable. Sabía por experiencia que esto lo había hecho uno de ellos mismos. Su mirada se detuvo en René Liud y el moreno le sostuvo la fría mirada por un momento, luego, la desvió, entonces la señorita Rivas pasó su vista a Dennis y a Marco, los que estaban uno al lado del otro.

    Pensará que fui yo”, pensó Marcos nervioso, ¿no es extraño que mi casillero esté intacto?”

    —Un paso al frente, señor Liud y usted también, señor Loret.

    Marcos retuvo un suspiro de alivio mientras que Dennis y René miraron a Mariana con incredulidad y sus voces, como puestas de acuerdo, inquirieron aun mas sorprendidas:

    —¿Yo? ¿Por qué?

    La directora los fulminó con la mirada cuando les dijo:

    —Me sé de memoria su historial. René, eres hiperactivo, escandaloso y travieso y tú Dennis, tienes unas tendencias muy raras y ya antes has hecho bromas tan pesadas como estas, esta diablura tiene el sello de ustedes, así que confiesen, ¿quién de ustedes fue?

    —¡Yo no fui! —negó escandalosamente René mientras sus ojos se llenaban de malestar.

    —Es cierto que soy algo atrevido —habló Dennis con un toque divertido en la voz—, pero esta vez no fui yo.

    —¡Un paso al frente, dije! —volvió a ordenar Mariana, acerada.

    René y Dennis no tuvieron más opción que obedecer ante la dureza de la orden y salieron de la fila dando ese paso que los sentenciaba a la culpabilidad. Mariana se acercó a ellos tronándose los dedos de las manos.

    —Esta vez no los expulsaré, pero sí recibirán castigo. Después de clases, se quedarán por las tardes por el periodo de un mes. A algunas paredes les hace falta una mano de pintura, así que ustedes harán el trabajo.

    —¡Pero qué injusta es usted, señora directora! —afirmó Dennis. La idea de quedarse después de clases era simplemente imposible para él, porque tenía un empleo después de la universidad y llegar tarde le pronosticaba el despido. Sin ese empleo, ¿cómo seguiría costeándose los estudios? Maldijo por lo bajo.

    René en cambio, optó por guardar silencio. La sentencia había sido dada y no habría nada que hiciera a la Directora volver sus palabras atrás.

    —Bien, arreglen este desorden y luego vayan a…

    —¡Ellos no fueron! —la interrumpió Damián Castillo con una gran seguridad— ¡Es injusto que los juzgue sin pruebas!

    Los ojos de Mariana brillaron de irritación. Enfrentó la mirada de Damián y ahora fue ella la que la desvió. Aclarándose la voz, preguntó:

    —¿Qué sugieres que hagamos, señor Castillo?

    —Que se les considere inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Usted los está juzgando sin pruebas, solo basándose en el perfil de ellos. ¡No es justo!

    La mirada de ambos se enfrentaron retadoras. Por un momento, la ira se reflejó en los ojos claros de Mariana y cuando habló, lo hizo con frialdad:

    —Bien. Buscaremos pruebas, mientras tanto, serán “inocentes.” Recojan todo esto y vayan a su salón.

    Mariana se retiró sintiendo el gran peso de la derrota. Pudo haber mantenido su sentencia en pie, pero las miradas de todos ellos la condenaban, haciéndose insoportables después del punto de vista de Damián. Quería ganárselos, no hacerlos sus enemigos. ¡Qué difícil era llevar tan pesada carga! Lidiar con un enorme plantel lleno de jóvenes monstruos, la agotaba mucho y este día había empezado mal, por lo visto. Nunca se dio cuenta que su sobrina no estaba en la fila.

    Después de esa maldad, no ocurrió nada más fuera de lo común… Al parecer.

    En el salón de los problemas, es decir, el de Lorena, se desarrollaba una escena algo familiar. Los alumnos esperaban a Diane, quien les daba metodología de la investigación, pero la maestra, nada usual en ella, se había demorado.

    —¡Mira, Damián! —habló René— ¡Otra carta, pero ahora dirigida a mí!

    —¡No la abras! —gritó Lina y de un manotazo en la mano del chico, hizo que soltara la carta. El sobre cayó al suelo, justamente a los pies de Sarah. Ella lo recogió y la miró con un ligero gesto de descontento pintado en su gentil rostro—. Sarah, no, no leas.

    —¿Por qué, Lina? ¿Por qué no?

    Lina la miró con tristeza. No quería que Sarah, su mejor amiga, sufriera lo que ella sufrió al leer la carta de amor. Se había pasado toda la noche llorando y las palabras apasionadas de Silvia Macías dirigidas a Damián, el amor de su vida, se habían quedado bien grabadas en su mente, así que no podía olvidarlas y no sabía si perdonar a Damián o no. Por algo Silvia le había escrito esa carta, lo que le hacía pensar que la relación de ellos iba en serio.

    Miró con sospecha el sobre en las manos de Sarah. De ninguna manera quería ver padecer un sufrimiento igual al de ella a su mejor amiga, porque estaba segura que esa carta venía también del salón de Silvia Macías. Por ejemplo, Marcos Lizardi moría por Carly Íñiguez, la muy maldita estaba en el salón de Silvia. Y ahora, las ancianas del siguiente grado estaban quitándoles a sus novios. ¡Malditas!

    —Lo siento, Lina —balbuceó Sarah —, pero tengo que saber quién le mandó esta carta a René. Descubrir si debo seguir manifestándole mi querencia, o no.

    Dicho lo cual, abrió la carta ante la mirada preocupada de Lina y el grito molesto de René:

    —¡Sarah! ¡No tienes derecho de leer lo que no es tuyo! Y por supuesto que jamás te engañaría con alguien, sabes que te quiero en serio.

    Pero ya Sarah le estaba dando lectura en su mente a la carta, ante la completa atención del grupo… atención que los maestros admirarían, porque en sus clases siempre había un desagradable murmullo entre los jóvenes, pero ahora estaban en un silencio espeluznante, en ansiado interés de saber también qué decía aquella hoja, pero la joven no dijo nada, más bien, impresionada por lo que leía, se derrumbó en lastimoso llanto, lo que causó más ansiedad a los demás, por lo que Nelson, levantándose de su asiento, fue a tomar la misiva de las temblorosas manos de la chica, la que ni cuenta se dio, pues el dolor de su corazón era tanto que todo le parecía una irrealidad.

    —¡Nelson, dame esa carta! —exigió René algo aturdido por el estado de Sarah, quien no podía refrenar las lágrimas y cuando quiso consolarla, ella le lanzó una mirada de completa decepción y se sacudió sus manos de encima, luego la muchacha se volvió y clavó su molesta y dolida vista en Lina, quien no pudo evitar estremecerse sorprendida por su intensidad.

    René —se escuchó la voz de Nelson, quien se había retirado de René para poder leer—, yo sé que en un tiempo, tú sentiste algo por mí y ahora, te necesito. El traidor de tu amigo, no quiero ni mencionar su nombre, rompió mi corazón, pero esto sirvió para darme cuenta que en realidad a quien amo es a ti. Amo tus lindos ojos que compiten con lo más hermoso que exista en este planeta, amo tu voz que, aunque a muchos les parece estruendosa, para mí es como el sonido más tranquilo en un día angustioso, amo tus travesuras, tus cualidades, tus defectos y tus risas. Te amo, René. Amo todo de ti, todo.

    Por un momento, la frialdad característica de Nelson fue desplazada por el asombro cuando mencionó quién había mandado esa carta y diciendo el nombre en alto, miró a la culpable del sufrimiento de aquella que decía era su mejor amiga.

    “LINA HIDALGO”

    Sarah mantenía clavada su vista sobre Lina, al principio negándose a creer lo que había leído, pero no podía dudarlo siquiera, porque conocía la letra de ella y la de esa nota, era la suya.

    —¿Qué? —vociferó la culpable con incredulidad— ¿Yo? ¿Pero, cómo?

    —¿Es tu letra? —le preguntó Nelson acercándose a ella para darle el escrito.

    Lina lo tomó y mirando con mayor sorpresa, descubrió que efectivamente, la letra e incluso la firma, era la suya ¿Pero cómo era eso posible? Ella no la había escrito.

    —Sarah, yo…

    Entonces volvió a estremecerse cuando todos en el salón la miraron de una manera que no le gustó. Era una gran falta robarle el novio o pretendiente a tu mejor amiga y era igual en el caso de los hombres. La ley de la decencia no admitía una falta tan grave. Las expresiones de sus compañeros la juzgaron con una intensa frialdad que le produjo un hondo desasosiego y se sintió fuera de lugar.

    —¡Yo no la escribí! —gritó airada, mirando a todos mientras un intenso rubor comenzaba a cubrirla.

    —O sea —habló Sarah con acritud, aunque sin dejar de llorar—, a ti te quitan a tu novio, ¿y ahora tú quieres quitarme a mi prospecto?

    —¡No! —murmuro Lina. Miró la carta, luego a Sarah. La letra la acusaba y no comprendía cómo es que era posible eso. El bochorno creció al pensar en las palabras escritas. Miró ahora a René que estaba sonrojado hasta los ojos y parpadeaba sin saber qué decir— ¡Por Dios, René! Tú sabes que yo… que yo…

    Amo a Damián”, fue lo que no terminó de decir. No lo diría delante de él, ese traidor que había roto su corazón. ¡Nunca volvería a decirlo delante de él! Damián movió la cabeza de un lado para otro, triste. ¡Jamás pensó que Lina sentía eso por su mejor amigo! ¿Y qué había sido él para ella? ¿Un juguete?

    —Amigo —murmuró René mirando a Damián, muy turbado—. Te juro que yo no tengo nada que ver con ella, de veras.

    La tensión en el salón era tanta, que podía percibirse de manera desagradable. El ambiente volvió a enmudecer a todos, tanto así que cuando llegó Diane, fue literalmente rechazada por la negativa fuerza que imperaba en el aula.

    —¡Wow! —Exclamó la profesora, entrando al salón— ¿Qué es esta vibra tan… oscura? ¿Qué sucede aquí?

    Los miró a todos y ellos, sin ánimos de responder, guardaron silencio. La única que deseó decir algo para ilustrar a la profesora Diane, porque se sentía súper feliz, fue Lorena, así que levantó la mano y por primera vez todas las miradas se centraron en ella, quizás porque en medio del aura oscura que se percibía, en su regocijo, ella fue como una pequeña luna que reflejaba la luz de un sol que parecía haberse apagado, pero fue muy extraño ser el centro de atención y como no estaba acostumbrada, enmudeció avergonzada y su lengua no pudo proferir nada. Había conseguido hacerse visible y, ¡mira lo que pasaba! No pudo hablar. La timidez fue superior. Sentir todas esas miradas clavadas en ella fue realmente perturbador y la incomodidad quebrantó su gozo.

    —Lorena, tú puedes.

    La susurrante voz de Lizardi dándole ánimos la obligó a balbucear, no lo que quería decir, sino esto otro:

    —Yo… debo ir al baño.

    Se levantó enseguida y salió bajo la atenta mirada de todos. Reconoció la voz de Alejandro el carismático al preguntar:

    —¿Y ésa quien es? ¿Está con nosotros en este salón?

    —Ella es mi amiga, Lorena Rivas —dijo Marcos con orgullo.

    Lorena se alejó por el pasillo sintiendo que las lágrimas estaban a punto de brotar, porque la desilusión hacia ella misma fue manifiesta. Había tenido la oportunidad de darse a conocer y la había perdido por su estúpida timidez. ¿Acaso no había hecho todo lo que hizo para que la notaran? ¿Para dejar de ser ignorada? ¡Tonta! !Tonta! ¡No, más que tonta, era una cobarde! Sin dejar de recriminarse, salió afuera del área de los salones para dirigirse a los baños. Entraría al baño de mujeres, se encerraría allí y no volvería a salir nunca más. Atravesó con rapidez los verdes prados sin levantar la mirada, la que llevaba clavada en el suelo, por ello no lo vio hasta que él detuvo su loca huida.

    Theus caminaba con paso sosegado. La clase de trigonometría le fastidiaba, así que había salido a tomar un poco de aire. Le gustaba mucho hacer esto, pues no podía negarlo, los alrededores del campus eran hermosos. Extensos jardines adornaban el panorama de verdes y resplandecientes colores, con sombras por doquier regaladas por los altos y frondosos árboles de tipo variado. Y sobre todo, disfrutaba de la belleza en la soledad, cuando las fanáticas estaban ocupadas en sus clases. A causa de esas chicas, su vida era una locura. Siempre andaba escondiéndose de ellas y esto lo cansaba mucho. Al principio era divertido, pero la diversión se había convertido en un suplicio.

    Sonrió al pensar en su hermano menor. Si no fuera porque él ya estaba protegido por esa linda chica llamada Lina, tendría su misma suerte. Lina tenía un fuerte carácter y no cualquier chica se le acercaba a Damián. Lina era muy gritona e intimidaba a cualquiera. Aunque el día anterior, cuando se vieron después de la salida del campus, de camino a casa, Damián le había comentado algo de que la relación con su novia no iba muy bien y lo vio muy triste.

    —¡Auch! —exclamó cuando alguien chocó contra su espalda interrumpiendo sus pensamientos, su soledad y su paz. ¡Lástima! Tanto que le gustaba estar solo.

    —¡Ay! —gimió la joven que impactó con él— ¡Lo siento! ¡Perdón, yo…!

    La voz de Lorena se apagó cuando él se dio la vuelta y la miró. La profunda mirada se clavó en ella y sus ojos brillaron al reconocerla. Era la chica de la hermosa risa y la infantil travesura. Ella dio un paso atrás, pero él la detuvo por el brazo y la acercó demasiado a él.

    ¿Por qué hizo eso?

    No lo supo, además de que fue algo contrario a su manera de ser. Él se caracterizaba por ser una persona fría e indiferente, así que fue una reacción ajena a él y no pudo más que quedar perplejo, porque no creía en al amor a primera vista.

    ¿Amor?

    ¡Qué rayos! ¿Por qué la palabra amor cruzó por su mente? ¿Qué era esa extraña sensación que lo hizo actuar en contra de sus propias reglas? El suave aroma del perfume de ella inundó sus fosas nasales y eso lo motivó a acoplarla de lleno a su cuerpo.

    Por completo confusa, ella se sintió arder, comenzando el ardor allí donde Theus la tocó en el brazo y recorriéndola después a lo largo de todo el cuerpo cuando él la abrazó con fuerza mientras bajaba su cabeza para capturar sus labios en un prolongado beso.

    El primer beso de ella.

    Y en ese instante la llave fue puesta en la cerradura para abrir totalmente la puerta liberando lo restringido. No pudieron notarlo, nadie pudo verlo, pero sobre ellos se levantó una sombra siniestra.


    Continuará.
    Saludos y gracias por leer.
     
    Última edición: 28 Agosto 2015
  9.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    4 Mayo 2010
    Mensajes:
    1,177
    Pluma de
    Escritora
    Jajaja, vaya, Lorena es mala, muy mala, ahora pone a las amiga en contra y a los amigos igual. Jajaja, los lios amorosos son de lo peor. Jajaja, bien jugada. Ay, que malos son todos, por fin que todos la ven y ni siquiera se aucerdan que van en el mismo salon. OMG, Matt no solo la noto, ahora hasta la beso, yay, que emocion. El primer beso de ella y de su principe soniado, jajaja. Amor a primera vista, hum, genial, aunque a mi no me convence. Esto se pone bueno, me pregunto que pasara. Espero la conti con ansias, amiga.

    Hasta otra.
     
  10.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
    Miembro desde:
    10 Diciembre 2010
    Mensajes:
    2,063
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    ¿Invisible?
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    15
     
    Palabras:
    2238
    Capítulo 6
    Los equipos

    La maravillosa sensación que Lorena sintió rebasó lo mejor de sus sueños. Tembló en sus brazos a la vez que con inocente encanto, respondía al beso de él, con un apasionamiento inexperimentado por ella, asustándola la fuerza desconocida de la pasión, por lo que con la respiración entrecortada, se separó de él, así que Theust le permitió salir de la calidez de sus brazos y la miró apasionado, sintiéndose a la vez incrédulo por el momento vivido, pero si su acción le pareció extraña, más lo fue el cambio de color de sus ojos, pues el gris pasó a ser plata, un plateado luminoso que no diferenció al iris de la pupila formando un solo tono en toda la parte visible, y Lorena se sintió hipnotizada por la extraordinaria mirada plateada.

    Y el tono rojo del rostro de la joven cobró más color, invadiendo incluso todo su cuerpo, pues se sintió arder, así que muy avergonzada, bajó la cabeza y miró al suelo. ¿Qué iba a pensar de ella? ¿Que era una loca como esas que lo perseguían?

    —No, Lorena —susurró él—, no eres como ellas.

    La joven levantó la mirada y la clavó en su rostro. ¿Él sabía quién era? ¿Cómo? ¡Nadie sabía quién era ella!

    —Sí, sé quien eres. Eres Lorena Rivas, sobrina de la directora. Tú fuiste la que hizo el desorden con los casilleros.

    Lorena lo miró ahora boquiabierta. Retrocedió un paso de él y con voz temblorosa le preguntó.

    —¿Cómo sabes todo eso? Tus ojos han cambiado de color, ¿acaso esa mirada de plata te da poderes para leer mi mente? ¿Eres un súperdotado? ¿Una especie de mutante?

    El rostro de Theus se ensombreció de repente, luego, para ocultar una súbita opresión que lo sofocó por un breve instante, soltó las carcajadas al escucharla. Moviendo la cabeza de un lado para otro, contestó tratando de parecer divertido:

    —Claro que no. Esto de los ojos que cambian su color es de familia… es algo… que no viene al caso.

    Ella bajó la mirada otra vez, toda tímida, sin detectar la preocupación en la voz de él. Con voz trémula, dijo:

    —Yo… debo volver a clases.

    —Adelante —respondió Matheus—, no te entretengo más.

    Ella deseó que él también se fuera, por un lado que no fuera el suyo, para que de esta manera dejara de posar sus ojos —que poco a poco volvían a su color original—, en ella. No quería darle la espalda y menos, que él parecía no querer dejar de mirarla. Suspiró toda nerviosa, y dio un par de pasos más, pero hacia atrás. No quería darse la vuelta y mostrarle su trasero al irse. Había observado que todos los hombres, o la mayoría, posaban sus miradas lascivas en los traseros de las chicas cuando ellas les daban la espalda y por supuesto que no quería que Theus hiciera eso con ella… aunque tuviera un trasero hermoso y valiera la pena que todos posaran sus ojos en él. Está bien, estaba traumatizada por todo lo que había visto entre los chicos y chicas. Era posible que Matheus no fuera como todos. Bueno, en realidad no era como todos, por eso se había enamorado de él, pero su timidez ganó y se negó a darle la espalda.

    —Bien —balbuceó Lorena—, me estoy yendo.

    —Sí, Lorena. Sayonara —le contestó él sin dejar de mirarla.

    Ella fue retirándose de él caminando hacia atrás, cada vez más de prisa, sonriéndole tímidamente y sin despegar su vista del atractivo rostro del joven, el que sonreía de lado sin dejar de mirarla. La advertencia de él de que cuidara su espalda, le llegó muy tarde, pues no pudo evitar golpearse contra un árbol y se ruborizó todavía más por su torpeza.

    —Yo… ¡Estoy bien! —le gritó cuando él intentó ir en su ayuda— ¡Estoy bien! ¡Y sigo yéndome!

    Salió del camino del árbol y ahora sí, se dio la vuelta y corrió alejándose de Theus, quien dejó de sonreír en cuanto la miró desaparecer adentro del área de los salones, entonces, bastante preocupado, se dirigió con rapidez a los baños para ingresar al de los hombres. Ahí fue directamente a mirarse al espejo, una enorme pieza de cristal que colgaba sobre los lavamanos.

    Examinó su rostro, principalmente los ojos. Ella le había dicho que se habían puesto plata, pero ahora los tenía de su color habitual. Grises, como un día nublado parcialmente, pues la filtración del sol entre las nubes le daban al gris una belleza admirable, así mismo eran sus ojos y más en ese momento que parecía brotar de ellos como rayos de sol, pero a pesar de que su mirada era la conocida, frunció el ceño y la preocupación creció, porque el plateado era una señal.

    Una muy mala señal.

    Impaciente por esa extraña sensación de sobresalto que lo había tomado por sorpresa cuando Lorena le mencionó lo del cambio de color, miró su costoso reloj que adornaba la muñeca de su mano izquierda. Debía volver a clases.

    En unos minutos, tendrían un partido de basquetbol. Su equipo contra el equipo de primero. De seguro su hermanito menor haría lo imposible por ganarle, como siempre. No entendía por qué Damián siempre andaba retándolo. Si bien era cierto que su relación de hermanos no era de lo mejor, tampoco era tan mala. Normal, diría él, lo suficientemente como para contarse y compartir muchas cosas.

    Recordó lo bien que se llevaban cuando eran niños, pero su relación se enfrió un poco —o más que un poco—, cuando sus padres, ellos, unos tíos y los hijos de los tíos que viajaban con sus padres en el mismo crucero, murieron cuando el navío de pasajeros naufragó yéndose a pique al fondo del mar. Se había probado con la investigación que había ocurrido una lamentable explosión a bordo que dejó en mal estado la nave y esta no logró soportar el embravecido mar que se la tragó como a muchas otras embarcaciones, sin importar sus dimensiones. Sus padres, sus tíos y sus primos habían quedado, unos malheridos y otros muertos con la explosión, pero los malheridos los habían seguido más adelante, pues se habían ahogado. Para cuando llegó el rescate, solamente encontraron con vida a tres de los Castillo —Matheus, Damián, el tío Modesto junto con otras cinco personas—. Theus tenía doce años y Damián once cuando eso ocurrió.

    Siendo Matheus el mayor, había heredado la cuantiosa fortuna de sus padres, sin embargo, en cuanto pudo, redactó un testamento para dividir la herencia a partes iguales entre Damián y él. Modesto Castillo, el único tío que les había quedado, los había terminado de criar después de la muerte de sus padres y estuvo de acuerdo en la separación de bienes, aunque los tres vivían en la misma mansión.

    Así, pensando un poco en su pasado, llegó al salón justo a tiempo de que terminara la clase de trigonometría. Sus amigos no tardaron en rodearlo para protegerlo de sus fans mientras se dirigían a los vestidores para ponerse el traje deportivo que consistía en una playera suelta que tenía al frente, al lado izquierdo, el escudo que distinguía a esa universidad de otras y pantalones cortos. Tanto la playera como el pantalón corto tenían un par de franjas a los costados, negra y blanca, mientras que el resto de la tela era azul cielo. Todos los del equipo, hasta Ciro Menéndez, el más alto de todos y el menos atractivo del grupo de amigos, se veían fabulosos en sus vestimentas.

    Al llegar al campo de juego, el rugido de la emocionada multitud, que ya los esperaba sentados en sus escogidos lugares, los recibió. Lo mismo sucedió con los de primero. El uniforme de ellos era casi igual en diseño y con el mismo escudo, pero la tela era en azul oscuro y en vez de tener una franja negra, tenía las dos blancas. En el equipo de Theus estaban todos sus amigos, pero eran Marlon, Caleb, Ciro y Timothy los que lo apoyarían esta vez en la cancha, así que los demás estaban en la banca. En el equipo de primero jugarían Damián, René, Nelson, Darío y Mauro. Los otros se quedaron en la banca, siendo los Castillo capitanes sobre sus equipos.

    Los muchachos vociferaban pidiendo un buen partido y las muchachas gritaban piropos a los gallardos jugadores, entonces de pronto, los gritos de los chicos se convirtieron en fuertes silbidos de admiración al observar como las chicas, de cada equipo, hacían su aparición corriendo con pompones en mano para situarse a los lados del terreno de juego, un grupo de porristas en un costado y el otro equipo en el contrario.

    Ambos equipos de porristas agitaron sus pompones de colores llamativos mientras bailaban unos rítmicos pasos y al compás de estos, cantaban versos en pro de sus equipos.

    Así recitaban las de primero:

    A la victoria primero se va,
    los de segundo atrás se quedarán.


    Y las de segundo:

    Segundo, segundo, la victoria tiene ya
    y no hay rival que los pueda apabullar.


    Sus vestimentas eran falditas con pantaloncitos cortos, tan cortos… cortísimos, que apenas sí había la suficiente tela para cubrir lo prohibido. Y los tops solo eran un pedazo de gasa, el justo para tapar sus pechos, por lo demás, todo estaba desnudo, exceptuando los pies, los que mirando bien, estaban mejor ocultos que la parte superior, pues llevaban unas medias que les llegaban un par de dedos por debajo de las rodillas.

    La capitana del equipo de porristas de primero era Lina Hidalgo, quien no tenía ganas de adular al traidor de su ex novio, así que bailó y recitó sin emoción. Sarah Maltes, que era la segunda al mando, también estaba molesta, pero ella con Lina. Hacía los pasos de baile sin dejar de verla, furiosa y las otras seis integrantes del equipo, entre ellas Hilda Enríquez, la incondicional de Daniel, se miraban perplejas, perdiendo de vez en cuando el paso, porque por primera vez, no había coordinación. Al parecer, Sarah deseaba llevarle la contraria en los pasos a Lina, así que estaban haciendo una porra pésima, así que en este momento, lo único bonito de ellas, era su grandioso cuerpo ataviado con el pequeño uniforme del mismo color del uniforme de los chicos, con vivos blancos.

    En cambio, las porristas de segundo, en donde Silvia Macías era la capitana y le seguía Marly Íñiguez, junto con las demás integrantes, estaban haciendo su porra de lo más perfecta. La sincronía en ellas era hermosa y las porristas mejoraron sus técnicas rítmicas, haciéndolas cada vez más complicadas al ir avanzando el partido.

    En la cancha, parecía pelearse por la vida misma. Los dos equipos eran magníficos jugadores. Podía percibirse el aire retador para determinar quien era el mejor entre los hermanos Castillo y esto hacía más emocionante el partido. Entre Matheus y Ciro formaban una pareja de aliados como ninguna, haciendo jugadas admirables, por supuesto, esto podían hacerlo con el apoyo de Caleb, Marlon y Timothy, sin embargo, Damián y René no se quedaban atrás en cuanto a formar una excelente pareja de juego, pero aún así, los de segundo les iban ganando.

    Las porristas de primero estaban desanimadas. Miraron con ira a las de segundo.

    —¡Presumidas! —exclamó Lina sintiéndose muy cansada. Su mirada se centró en Silvia— ¡Anciana roba novios!

    —¿Y tú qué eres? —replicó Sarah que la había escuchado—. Cuando menos, Silvia no robó el novio de su mejor amiga.

    Lina parpadeó sintiéndose ofendida. Con voz herida, contestó:

    —Ya te dije, Sarah, que yo no escribí esa carta. No sé quién lo hizo ni por qué.

    —¡Cómo si fuera a creerte! ¡Es tu letra, traidora! Lo único que haces al negarlo, es acrecentar tu traición. ¡Por eso no querías que leyera la carta! ¡Porque era tuya!

    —¡Yo no la escribí! —gritó Lina con rabia y los que estaban más cerca, desviaron su atención del partido para concentrarla en ellas—¡ Si en verdad fueras mi amiga, me creerías!

    —¡Y si tú fueras mi verdadera amiga, no tratarías de quitarme a mi novio! —gritó ahora Sarah, atrayendo más público— ¡Cretina, mal amiga! ¡Mejor ve a pelear a esa anciana! —Hizo una pausa para apuntar a Silvia— ¡Recupera a tu novio y deja en paz al mío!

    Las porristas de segundo se habían dado cuenta de que algo andaba mal con las de primero. Como siempre, las vigilaban para descubrir qué pasos nuevos habían sacado las más jóvenes, para mejorar los suyos, por eso estaban atentas a ellas, así que Marly vio cómo Sarah apuntaba hacia ellas. Con presteza, le dijo a Silvia:

    —¿Te fijaste, Silvia? Algo traen aquellas y es contra nosotras, porque nos están apuntando.

    En el equipo de Lina, Sarah siguió gritando:

    —¡Anda, ve! ¡Allí está Silvia! —La apuntó otra vez y luego le dio un empujón a Lina en dirección de las contrincantes— ¿Qué esperas? ¡Anda! —Le dio otro empujón.

    —¡Basta, Sarah! —pidió Lina tratando de reprimir el deseo de darle un golpe a su amiga— ¡No me empujes!

    —¡Pues no te metas con René! —exigió Sarah y la empujó con tanta fuerza, que Lina dio unos pasos hacia atrás perdiendo el equilibro. El suelo recibió su bien formado trasero.

    Con esto, la mitad del público dejó de ver el partido para dirigir sus miradas a las chicas y casi al instante, comenzó a rugir:

    —¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea!


    Continuará.
    Gracias también aquí por leer.
     
    Última edición: 28 Agosto 2015
  11.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    4 Mayo 2010
    Mensajes:
    1,177
    Pluma de
    Escritora
    Ajajaja, pelea de chicas, eso definitivamente no puede ser bueno, nada bueno. Oh, oh, las mujeres somos de lo peor en cuanto a lo que peleas se trata, porque todo se vale en estas... y mas si son por amor, supongo.

    Ah, que extranio es eso que le ha pasado a Matt, como asi que se le pusieron los ojos rojos? De familia? No viene al caso? No se por que eso no me lo trago. hum. Espero ansiosa por saber que pasara con las chicas peleoneras y con Matt y Lorena. A ver si su amor se realiza. Espero la conti.

    Hasta otra.
     
  12.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
    Miembro desde:
    10 Diciembre 2010
    Mensajes:
    2,063
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    ¿Invisible?
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    15
     
    Palabras:
    2167
    Capítulo 7
    ¡Vaya revuelta!

    Ante el ensordecedor grito multitudinario, la otra mitad del público perdió su interés en el partido. Silvia dijo:

    —Vamos, amigas. Acerquémonos a ésas. Se están peleando entre ellas. ¡Qué tontas!

    Se acercaron abriéndose paso por el cerrado círculo que se había formado cercando a las porristas y casi de inmediato, a mitad de la cancha, los jugadores detuvieron el partido cuando vieron sorprendidos que la mayoría de los estudiantes bajaban de la gradería al terreno de juego, invadiéndolo rápido para acercarse lo más posible a las problemáticas chicas, de esa manera, en un instante, las muchachas tuvieron más público que el que tiene un luchador de lucha libre que apenas está iniciando.

    —¿Qué estará pasando allí? —preguntó René con interés.

    —Sus novias se están peleando —informó el misterioso. Quién sabe cómo le hacía Caleb, pero él siempre se enteraba de todo. ¡Y eso que había estado muy concentrado en el juego!

    —¡Vamos a ver! —dijo Darío bastante emocionado. Las peleas de mujeres eran únicas y más cuando vestían esas prendas tan diminutas.

    —¡Pervertidos! —los acusó Theus cuando todos los integrantes de los equipos se dirigieron al centro del alboroto.

    Lina se había levantado mientras dejaba salir toda su ira en forma de una extraña energía que pudo percibirse. Miró a Sarah y le dijo siseando:

    —Esto ha ido muy lejos. Quieres pelea, ¡la tendrás!

    Con eso, se lanzó contra Sarah, pero ella la recibió con un puñetazo en el rostro, justo en la barbilla, dando a continuación un salto atrás para alejarse de Lina. La golpeada chica midió la distancia que había entre ellas con una rápida mirada, luego, levantando la pierna, hizo una finta y en el momento que Sarah cubrió la cara, que era hacia donde iba dirigido el pie, Lina aprovechó para cambiar de posición de un rápido movimiento, uno precioso, rítmico, certero, y le dio con el otro pie en pleno pecho.

    Ahora fue el turno de Sarah caer por la fuerza del golpe, sin embargo, a pesar de sentirse sofocada por un momento, se levantó ágilmente para dar un veloz salto y dirigirse como una bala, con los pies por delante, hacia su objetivo, el vientre de Lina, quien logró tomar con las manos las extremidades de la muchacha voladora esquivándolos por un lado mientras giraba un poco para levantar su pie y recibir a la molesta amiga con una patada debajo del mentón. La chica cayó al suelo, pero como la vez anterior, se levantó de un salto quedando de pie, frente a frente. Ambas respiraban con agitación y se lanzaron miradas de ira.

    —¡Basta, señoritas! —gritó Efrén Ramírez, el maestro de deportes y por ello de educación física— ¡Ya! ¡Fue suficiente!

    No obstante, las muchachas parecieron no escucharlo. Sus posiciones de ataque manifestaban que continuarían la pelea. El salto que dio Lina para seguir golpeando a Sarah, fue interrumpido cuando Lina miró a alguien conocido en la primera fila, a corta distancia de ella, por lo que se giró inesperadamente y su ataque fue dirigido a Silvia Macías, así, a traición, con alevosía y ventaja, el pie de Lina fue a estrellarse en el abdomen de Silvia, quien toda sorprendida, fue arrojada con fuerza para atrás. No cayó porque los que estaban detrás de ella la detuvieron.

    —¡Hey! —gritó Silvia furiosa, tragando bocanadas de aire por la sofocación del golpe— ¿Qué te pasa, estúpida?

    Los que la habían detenido la empujaron adelante mientras Marly Íñiguez la incitó a pelear:

    —¡No te dejes, Silvia! ¡Que esto no se quede sin castigo! ¡Adelante! ¡Acábala!

    Alguien atrás de Marly palmeó su hombro. Ella se volvió y se encontró con unos brazos que la apretaron contra un cuerpo varonil, una mirada traviesa y unos labios ardientes que tomaron los suyos sorpresivamente. El dueño de ese atrevimiento la apretó contra él un momento y saboreó los dulces labios que estaban abiertos por la sorpresa.

    —¡Lizardi! —gritó Marly indignada cuando la soltó, mirando los ojos de él que parecían lanzar chispas de contento por haberle robado otro beso—¡ Maldito seas, Marcos! ¿Por qué me haces esto? ¡Entiende que no quiero nada contigo!

    A continuación, se fue contra Marcos golpeando su rostro y pecho con los puños. Los compañeros que estaban al lado se abrieron para permitirle a Marcos Lizardi escapar del cruel castigo, pero no fue muy lejos ya que fue a dar justo en medio de la batalla que estaban teniendo Lina y Silvia. En ese instante Silvia lanzó un puñetazo a Lina, pero como Lizardi se atravesó, el golpe fue para él al momento que por la espalda, recibía una fuerte patada de Marly, lo que hizo que Lizardi diera unos cuantos pasos para adelante deteniéndose justamente con el bonito cuerpo de Sarah, con cada una de sus manos en los pechos de ella. Sarah pareció lanzar humo de la consternación a la vez que un fuerte rubor la enrojecía toda. Lizardi movió sus manos tocando los hermosos senos de la indignada chica por encima del top, tornándose su expresión estúpida.

    —¡Marcos! —gritó Sarah muy avergonzada— ¡Quita tus manos de mi pecho!

    El puño de Sarah fue a estrellarse en su mejilla, pero no solo el puño de ella. Otro puño, mucho más grande, le dio en la otra mejilla. Con la vista borrosa, Lizardi miró al furioso chico que le gritó aturdiéndolo:

    —¡Quita tus manos del pecho de mi novia!

    René, quien se había enfurecido al ver las manos de su compañero en los sublimes pechos de Sarah, había explotado de exasperación. ¡Ni siquiera él se había atrevido a tocarlos! El enfado fue acompañado de la envidia, así que más por eso que por cualquier otra cosa, se lanzó contra Lizardi que, ni tardo ni perezoso, respondió al ataque, aunque tuvo una ayuda inesperada por parte de Marly, quien dijo elevando alto la voz para hacerse escuchar en medio de tal alboroto:

    —¡Déjalo en paz! —con eso, le dio una patada en el estómago a René— ¡Yo soy la única que puede golpearlo!

    —¡Y yo soy la única que puede golpear a mi novio, anciana! —intervino Sarah, dándole una patada en el hombro a Marly.

    Por la fuerza del golpe, Marly fue a dar al suelo. Las gafas oscuras que usaba para protegerse los ojos del sol, salieron volando y fueron a dar a los pies de Damián Castillo en el mismo momento en que Silvia también salía volando por el aire a causa de un tremendo golpe de Lina y siguió la misma trayectoria que las gafas de Marly, pero en esta ocasión, Damián se movió para evitar ser golpeado por el cuerpo de Silvia que iba a estrellarse contra él. El suelo recibió el atractivo cuerpo de la rubia quedando en un estado lamentable.

    Esto hizo que el genio de la clase de primero, Mauro Perales, ardiera de indignación. Miró con ira a Damián. Él debió detener la caída de su… amor secreto, aunque ahora ya no sería tan secreto porque gritó a todo pulmón:

    —¡Damián! ¡Qué poco caballero eres! ¡Esto no te lo perdonaré! Dejaste que mi rubia adorada se estrellara contra el suelo ¡Pobrecita! ¡Mira cómo quedó! Amo a esa mujer y pagarás por esto. ¡Además, no te perdono por conquistarla! ¡No te perdono por esa carta! ¡Esa carta debió mandármela a mí!

    Así, sin dejar de hablar, atacó a Damián con potente energía y certeros golpes, los que Castillo esquivó, defendiéndose muy bien. Mauro, quien era conocido por ser algo cobarde a la hora de entrarle a los cocolazos, demostró que podía ser valiente cuando del amor se trataba y esta inesperada reacción de Mauro, hizo que Hilda Enríquez se llenara de valor, lo que la hizo vociferar con desbordante energía, bastante indignada:

    —¡Vamos, Chicas! ¡Las ancianas de segundo nos están quitando a nuestros chicos! ¿Hay un chico que les guste de la clase? ¡Pues a defenderlo de ellas! ¡Que no les ganen a sus chicos! ¡Vamos! ¡Contra ellas! ¡No voy a permitir que me quiten a Daniel!

    Fueron tan emotivas sus palabras que incitó al resto de sus compañeras a participar en la pelea e involucraron también al resto de las porristas de segundo. El aumento de los participantes en la revuelta desesperó a Efrén Ramírez que por más que gritaba y soplaba su silbato, nadie le hacía caso.

    —¡Señores! ¡Señoritas! ¡Por favor, dejen de golpearse! ¡Basta!

    Cerca de él, le llegó una potente voz. No, no la de Mariana Rivas, sino la de Román Solar, quien bastante burlón, le preguntó:

    —¿Y tú te haces llamar maestro? ¡Mira qué camorra!

    Efrén miró a Román con desdén. Con voz furiosa le dijo:

    —¡No te metas en mis terrenos, Román! Sabes que aquí soy mejor que tú.

    Era de todos bien conocido que Román Solar y Efrén Ramírez eran rivales declarados. Román detestaba a Efrén porque este no aceptaba sus sugerencias matemáticas para hacer grandiosas jugadas y así mejorar las técnicas de los muchachos en la cancha de juego y Efrén detestaba a Román por metiche y criticón, así que seguido se envolvían en discusiones para ver quien tenía la razón en cuanto a qué jugadas eran las mejores. Aprovecharon esta ocasión para lanzarse ataques verbales sobre qué manera era la mejor para terminar con la camorra.

    De esta manera, el panorama en la cancha… el campo de batalla, se hizo realmente espectacular.

    Y… Bueno, la verdad, llegó el momento en que ya no se sabía quien iba contra quien… o si todos iban contra todos. Lo único seguro era que no muy lejos de allí, sentada en un asiento bajo la sombra que daba la malla colocada sobre la hilera de asientos alrededor de la cancha, Lorena reía a carcajadas. Lágrimas de contento brotaban de sus ojos. Hasta aquí, el día iba perfecto. ¡Mira a dónde había llevado una pequeña carta!

    Su risa angelical llegó a los oídos de Matheus, quien no encontrándole mayor atracción al desorden, había decidido ir a sentarse debajo de la sombra que daba la malla y desde allí observó aburrido, esperando el momento en que los maestros, la directora o quien fuera, pusiera fin a tan lamentable espectáculo.

    Atraído por su risa, sintiendo esa sensación rara que sólo sentía con ella, se levantó del asiento y acortó la distancia que lo separaba de Lorena. Ella quedó como siempre, boquiabierta al verlo a su lado. Su risa murió y se secó las lágrimas con el dorso de la mano. Él se sentó junto a ella y le sonrió un poco.

    —Hola otra vez —la saludó él con voz neutra, observándola con mirada penetrante a la vez que se preguntaba, “¿por qué siempre me la encuentro llorando?” Y se dio cuenta que deseó ser el pañuelo que secara sus lágrimas.

    —Hola —respondió ella toda ruborizada, rubor que creció cuando Theus fijó su mirada en los labios de ella y se le hicieron muy apetitosos.

    ¿Apetitosos? Theus se movió un tanto incómodo. ¿Por qué se nublaba su mente cuando estaba a su lado? ¿Y por qué pensaba en ella como si fuera un rico manjar que deseaba comerse? Sí, comérsela a besos. ¿Por qué? ¿Por qué con ella y no con otra?

    —¿Eres una hechicera? —le preguntó de pronto, muy serio.

    Ella abrió grande los ojos y lo miró sorprendida. La pregunta, lejos de ofenderla, le divirtió. Moviendo la cabeza negativamente, respondió con voz trémula mientras sonreía abiertamente, lo que se estaba haciendo costumbre.

    —No, no soy una hechicera ¿por qué?

    —Porque creo que me has hechizado y todavía no descubro cómo lo hiciste. Dime, ¿qué poder mágico usaste contra mí?

    Ella lo miró ahora perpleja. Se puso triste al pensar que él estaba jugando. Su corazón se agrietó. Quizás podía soportarlo todo, pero no que Matheus jugara con ella. Eso no. ¿Cómo podía él insinuarle que sentía algo por ella? ¡Hasta hace poco, ni siquiera sabía que existía! Las lágrimas volvieron a sus ojos y el dolor de su corazón se reflejó en ellos. Él la miró y se sintió contagiado por su dolor. Fue algo así como si una fuerza inexplicable los uniera en sentimientos.

    —¿Por qué juegas así conmigo? —le preguntó ella en un susurro, tratando de retener las lágrimas.

    El se acercó más y sus alientos se mezclaron. Theus dijo sobre sus labios, brillando sus ojos de manera sorprendente a la vez que iban tornándose plateados.

    —No estoy jugando, Lorena. Me embriagas. Ejerces un control desconocido sobre mí y no sé que pensar. No hace mucho que te conozco, pero es como si te conociera desde hace mucho tiempo y es suficiente solo verte para… para… ¡Diantres! ¿Qué me has hecho?

    —Matheus —balbuceó la joven comprendiendo lo que quería decirle, porque desde que lo conociera sucedía lo mismo con ella, pues tenía esa extraña percepción de conocerlo desde siempre y quizás era por eso que no dejaba de soñarlo.

    Y al encontrarse sus labios, el aura extraña, sombría, colmada de perversidad los rodeó, pero ellos, como la vez anterior, ni en cuenta.



    Continuará.

     
    Última edición: 28 Agosto 2015
  13.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
    Miembro desde:
    10 Diciembre 2010
    Mensajes:
    2,063
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    ¿Invisible?
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    15
     
    Palabras:
    1926
    Capítulo 8
    El sueño


    La besó como poseído y ella le respondió de la misma manera. ¿Qué les estaba sucediendo? ¿Por qué no podían controlar ese potente sentimiento de amor? Como antes, fue ella la que se separó de él. Se levantó y mirándolo con ojos turbios, le dijo con voz temblorosa:

    —Esto no está bien, Matheus. Siento que no somos nosotros. ¡Tus ojos! ¡Se han vuelto plateados de nuevo!

    Él se llevó una mano a los ojos. Esta vez los sintió arder, como si llamas de fuego fueran a salir de ellos.

    —¡Oh, Lorena! —exclamó, mirándola con esa rara mirada—. Tienes razón, esto no está bien —Se levantó enseguida y tomándola de la mano, continuó—: Ven, vamos. Necesito ver ese cambio en mis ojos, porque si es como dices, esto no es una buena señal.

    Lorrena dejó que la llevara de la mano. Saltaron entre los asientos para ahorrarse camino hacia la salida de la cancha. Ya no les importó nada lo que estaba sucediendo en el campo de batalla, así que salieron del campus y se apresuraron a llegar al auto de Matheus, donde él la invitó a subir. La joven, aún sin comprender cómo había sucedido esto que superaba sus sueños, pues jamás se miró yendo con él, miró al joven muy preocupada, aunque su ansiedad no le quitó el deseo de admirar la agradable figura de él, que lucía muy atractivo en su uniforme deportivo, así que de manera discreta, lo recorrió con la mirada cuando él se sentó tras el volante.

    —¿Cómo así de que no es buena señal, Theust? ¿A qué te refieres? —le preguntó cuando él, mirándose los ojos en el espejo retrovisor, jadeó sorprendido, pero sin responderle, puso el motor en marcha y al poco tiempo recorrían una de las grandes avenidas de la ciudad, por lo que se vio obligada a inquirir—: ¿Y a dónde vamos?

    —A mi casa —le informó sin mirarla—, necesitamos hablar con mi tío.

    —¿A tú casa? —preguntó poniéndose nerviosa—. Pero yo…

    Él la miró arqueando las cejas. Sus ojos, aunque lucían bastante peculiares por el color, eran también muy bellos y en ese instante lanzaron un destello de descontento.

    —¿No quieres ir a mi casa?

    —Yo… No es eso. Es sólo que ni en mis más locos sueños te vi llevándome a tu casa.

    Theus volvió su atención al tráfico. Sonrió algo burlón cuando le preguntó:

    —¿Has soñado conmigo?

    Ella suspiró sintiendo como el rubor invadía su rostro. Jugó con las manos que descansaban sobre su regazo y con voz muy tímida, preguntó a su vez:

    —¿Qué chica no ha de soñar contigo, Matheus?

    Él volvió a mirarla con ojos penetrantes. Sin dejar su burlona sonrisa, dijo:

    —No me interesan otras chicas, sino tú, así que, ¿has soñado conmigo?

    —Todas las noches —musitó ella sin levantar la mirada de sus manos, las que seguían muy ocupadas trenzándose los dedos unos con otro—. No hay una que no sueñe contigo desde el primer día que te conocí.

    —¡Qué curioso! —exclamó él—. Yo también he estado soñando a una chica. De hecho, estos sueños comenzaron al iniciar este periodo en la universidad, aunque no sé quien es. Nunca le veo el rostro.

    —¿De veras? —De pronto, la imagen de la chica de los sueños de Theus la hizo sentir molesta, reconociendo de inmediato los celos— ¿Y qué sueñas?

    —Sueño…—se ruborizó un poco al recordarlo, uno que se repetía todas las noches sin variaciones. La miró sarcástico por un momento— ¿Si te digo qué sueño, tú me dices como me sueñas?

    Las manos de ellas se movieron con mayor nerviosismo mientras el rubor se incrementaba en sus mejillas. El suyo era vergonzoso y era uno mismo para sus horas nocturnas. ¿Cómo decirle que soñaba que él iba a su casa a media noche y escalando el muro de la mansión de Mariana, entraba a su cuarto por la ventana que siempre tenía abierta, para amarla después con una pasión desenfrenada?

    —¡No! No puedo decírtelo. ¡Qué vergüenza!

    —No creo que sea peor que el mío —le lanzó una pícara mirada.

    El bochorno de ella aumentó al ver su expresión y la sonrisa de Theus se amplió al notar su ruborizado rostro. Soltó las carcajadas.

    —¡Caray! —dijo divertido, desviando la mirada de ella—. Tu cara me dice que tal vez tu sueño sea más pervertido que el mío. ¡Vamos, dime! ¿Cómo me sueñas? ¿Me sueñas en tu cama?

    El cuerpo de ella se estremeció al recuerdo de sus manos, de sus besos, de sus caricias, de sus palabras. Suspiró por la emoción de tan maravilloso sueño, sin embargo, tuvo que recriminarse por sentirse así. Todo eso no era más que una quimera y no tenía caso contarlo, pues no era más que una falsa ilusión, así que no dijo nada más.

    —Ya veo —murmuró él después de algunos minutos en los que estuvo imaginándose el sueño de ella, rompiendo así el silencio—, así que sí me sueñas en tu cama. Bien, en mi sueño, yo me veo a eso de la media noche visitando a esa chica misteriosa, pero para llegar a ella tengo que escalar un muro y entrar por la ventana de su habitación, la que siempre está abierta. Como te dije antes, nunca le veo el rostro. Sólo sé que ella me espera y que cuando estamos frente a frente, no existe nada ni nadie más que ella y yo. Nos amamos locamente.

    Lorena dejó escapar un gemido de sorpresa. Con los ojos desorbitados, lo miró y murmuró pálida, una súbita palidez que había robado el color de su rostro.

    —¡Matheus, yo tengo ese mismo sueño!

    —¡No puede ser! ¿Cómo vas a tener el mismo sueño que yo? —preguntó con incredulidad al mismo tiempo que salía de la avenida para entrar al sendero que lo llevaría a la cochera de su mansión. Aparcó el auto allí y entonces la miró. Sus ojos, los que ya habían recobrado su color habitual, brillaron por la perplejidad—. Estás bromeando, ¿verdad?

    Ella negó con la cabeza. Sintiéndose de pronto enferma, pues el estómago amenazó con devolver lo poco que había comido esa mañana, se bajó del vehículo. Él la siguió.

    —No, no es una broma —dijo mirando a su alrededor con temor—. En mi sueño, uno que se repite vez tras vez, te veo entrando por la ventana de mi habitación y para eso, tienes que escalar un muro, porque mi habitación está en el segundo piso. Cuando estamos frente a frente… sucede lo mismo que dijiste.

    —¿Pero cómo? ¡Yo no te veo el rostro!

    —¡Porque no me conocías! —Lorena comenzó a caminar de un lado a otro, atormentada por las imágenes nocturnas de su inconsciencia. Llevándose las manos a la cabeza, trató de recordar si su último sueño había cambiado en algo, mas no logró recordar ningún detalle que hubiese sido diferente, aunque el gran esfuerzo de recordar le dio la impresión de que el sueño de la noche pasada había tenido algo nuevo.

    —Lorena.

    Ella dejó su andar para enfrentarlo y preguntarle:

    —Dime Theus, en tu último sueño, ¿sucedió algo diferente? ¿No pudiste ver el rostro de ella? ¿Siguió oculto?

    —Ya te dije que jamás le he visto el rostro, de hecho, no veo mucho de ella, solo la siento, mis manos son las que la conocen de todo a todo y...

    Se interrumpió frunciendo el ceño mientras que su expresión se llenaba de asombro, porque si ella no lo pregunta, se le hubiera escapado el recuerdo de un nuevo suceso en su quimera.

    —Sí, creo que sí hubo un detalle diferente. Por primera vez pude ver en la chica un lunar o un tatuaje, no sé bien qué es, a media espalda de ella. La figura tenía la forma de una mariposa.

    Lorena retrocedió espantada para alejarse de él. Esa información dejaba de ser circunstancial para convertirse en un hecho. Temblando sin control, le dio la espalda a Theus y se levantó la blusa para mostrarle la espalda.

    —Lorena ¿qué haces? Sabes lo mucho que me gustas, pero no podemos hacerlo aquí, a la vista de cualquiera.

    —¡Deja de decir tonterías! ¡Mira! —pidió ella con voz mortificada por la idea de él—. Ve mi espalda y dime ¿qué ves?

    El se acercó a ella, algo decepcionado por su rechazo, abriéndose mucho sus ojos cuando se fijaron en la pequeña marca de nacimiento en forma de mariposa que Lorena tenía en la espalda, justo debajo del elástico del sostén.

    —¡Es idéntica a la de la chica de mi sueño! —casi gritó Theus y su rostro se encendió al recordar cómo había besado esa marca, murmurándole a ella lo hermosa que era y como si sus mentes se coordinaran en los recuerdos, ese momento cobró vida en el pensamiento de Lorena, pues precisamente era la nueva particularidad que había olvidado y que no podía recordar.

    Theus se puso serio, bastante solemne cuando sus dedos se deslizaron por la marca. De pronto, el ambiente entre ellos cambió de manera radical. Una extraña energía los envolvió mientras ella volvía a cubrir su espalda bajando la blusa, trémula por la sensación que le produjo aquella desconocida fuerza.

    —Matheus, ¿qué es esta cosa que puede sentirse entre nosotros? —preguntó asustada. Nunca había experimentado nada semejante— ¿Y por qué tenemos el mismo sueño?

    Él la tomó de la mano sin decir nada más. La condujo al interior de la majestuosa mansión y ella pudo haber admirado la hermosa decoración mientras caminaban apresurados por el pasillo, pero en ese momento su mente estaba prácticamente nublada por la sensación de que algo malo iba a pasar.

    —¡Modesto! —gritó Matheus abriendo una puerta. Por lo que Lorena pudo ver, se trataba de la biblioteca— Modesto ¿Estás aquí?

    No había nadie en la biblioteca.

    —¡Diantres! —Soltó Theust sin soltar su mano, la que tenía tan apretada que a Lorena comenzó a dolerle. Un poco más de presión y se la rompería—. Mi tío no está.

    —Theus —pidió en un susurro— ¿Puedes devolverme mi mano, por favor?

    Él miró la mano de ella y dándose cuenta que los delicados dedos estaban ya morados por la falta de circulación, la soltó.

    —Lo siento —se disculpó sin dejar de ver como ella se masajeaba los dedos para hacer circular la sangre de nuevo— no era mi intención lastimarte.

    Sus grises la envolvieron en una mirada repleta de ternura y culpabilidad que provocaron en ella un nudo en la garganta, porque nadie, a excepción de sus padres, la había mirado así antes. El escozor de las lágrimas la hizo parpadear mientras él, seducido por la expresión de su rostro, la acercó a sí y envolviéndola en un firme, pero suave abrazo, bajó su rostro al de ella y sin poder evitarlo otra vez, capturó sus labios en otro beso, pero éste fue diferente. Fue un beso cálido, dulce y sereno y el cambio en el color de sus ojos fue también distinto, ya que del color gris saltaba al plateado de continuo, no estableciéndose ninguno de los colores, además de que por segundos, los orbes mostraban ambos colores al mismo tiempo.

    Lorena murmuró mirándolo extasiada:

    —Tus ojos son... extraordinarios.

    El la soltó y acudió a donde un espejo de pared le devolvió su reflejo. Se miró a los ojos, los que de nuevo sintió arder de manera dolorosa. Los cerró cubriéndolos después con la mano derecha y dejando caer los hombros, murmuró triste:

    —Esto no está bien, Lorena. Mis ojos y ahora nuestro sueño compartido son heraldos de algo malo, muy malo.

    Continuará.
    Gracias por leer.
     
    Última edición: 28 Agosto 2015
  14.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    4 Mayo 2010
    Mensajes:
    1,177
    Pluma de
    Escritora
    ¿Eh? ¿Repetiste el capítulo? Creo que sí, por fa, checa eso.

    En fin. Los capis que me perdí han estado genial. La verdad es que está intrigante eso de lo que le pasa a Matt cada vez que se acerca a Lorena. ¿Por qué esos ojos rojos? ¿Una señal de qué? ¿Malo por qué? Oh, ¿tienen el mismo sueño? Eso está súper raro, eh. ¿Tan unidos están? Me preguntó que pasará con ellos dos. No lo sé, así que espero el siguiente capítulo con ansias, ¿ok?

    Hasta otra.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  15.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
    Miembro desde:
    10 Diciembre 2010
    Mensajes:
    2,063
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    ¿Invisible?
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    15
     
    Palabras:
    3190
    Ahaha, sí, HarunoHana, repetí cap. xDDD Seguro se me fue doble post, pero ya borré el que no se necesita. Gracias por hacérmelo notar. Ahora, dejo continuación de esta fail historia xD

    capítulo 9
    Esa es tu familia


    Ella lo sabía, porque una rara sensación la inquietaba, así que nada de lo que estaba sucediendo era bueno, sin embargo, su amor por Theus había crecido exageradamente, algo que era absurdo, ilógico.

    —Lorena —murmuró él, quitando la mano de los ojos, los que por nada querían tomar su color natural, además de que el dolor lejos de irse, aumentó—. Creo que debemos mantenernos a distancia hasta que investigue bien qué es esto.

    El corazón de ella saltó por la tristeza y la decepción, no obstante, él tenía razón. Theus le dio la espalda para no ver su tristeza y en voz baja, le dijo:

    —Vamos, te llevaré a tu casa.

    Ella retuvo un gemido de amargura al asentir, gesto que fue inútil porque él no la miraba, sino que ya se dirigía a la salida, así que se dio la vuelta para seguirlo y unos pasos antes de llegar la puerta, Modesto Castillo entró a la casa; un hombre alto como sus sobrinos, complexión delgada, cabello negro con unas hebras plateadas ya adornando sus sienes, ojos color avellana, nariz recta y boca de labios delgados que en ese momento sonrieron al ver a Theus.

    —¡Matheus! ¿Qué haces aquí tan temprano? ¿Hubo suspensión de clases? Donde está…

    Su sonrisa murió y se desencajó su mandíbula por la incredulidad cuando su mirada se quedó clavada en la de su sobrino. Los ojos del joven lo dejaron boquiabierto por varios segundos y una expresión de horror cambió su expresión saliendo de su estupor de inmediato.

    —¡Matheus! ¡Pero que…! ¡Cómo es…! —se volvió a mirar a Lorena, balbuceando lo que parecían incoherencias— ¡Tú! ¡Seguro eres tú!

    Ella se sintió golpeada por la helada mirada del señor Castillo.

    —Soy Lorena Rivas —se presentó mientras su alma era sometida por unos terribles nervios ante la dureza repentina del hombre.

    —¿Lorena Rivas? ¿Lorena Rivas? —repitió el nombre con lo que parecía ser un tono repulsivo, dirigiendo su mirada a Theus— ¿Por qué está ella aquí? ¿Cómo es que la has traído? ¡Ustedes no deben estar juntos! ¡Maldición, Matheus! ¿En qué estás pensando? ¡Ella tiene que irse! ¡Tú no debes ni siquiera mirarla! ¡Maldición! ¡Eso mismo, maldición!

    Su voz se había alterado a medida que hablaba. Los jóvenes sólo atinaban a mirarlo sorprendidos, sin comprender mucho de la actitud de Modesto, pero la palabra maldición los estremeció hasta los huesos, mas antes de que pudieran preguntar, el tío tomó a Lorena del brazo para acercarla sin gentileza a la salida, entonces, al ver el trato que le dispensó el hombre a la joven, hizo que Theus reaccionara y fue tras ellos sintiendo que una súbita ira nacía en él al mirar como Modesto lanzaba a la chica afuera, gritándole:

    —¡Lárgate de aquí! ¡No te acerques a mi sobrino!

    —¡Modesto! —vociferó Theus furioso y haciéndolo a un lado, pues estaba plantado a media puerta, salió y abrazó a Lorena, quien no salía de su asombro al verse echada de esa manera de la mansión Castillo, como si de una criminal se tratase— ¿Qué diantres te sucede, tío? ¿Por qué la tratas así? ¡Yo sabré a quien traigo aquí! ¡Esta es mi casa!

    Ambos hombres enfrentaron su mirada. La de Theus aun más inconstante en el color, pero brillante por el enfado y en la de Modesto podía percibirse la irritación, pero detrás de ella, Theus notó preocupación y temor.

    —¡Déjala, Theus! —ordenó su tío tratando de imprimirle firmeza a la voz, pero esta se rompió en un trémulo traidor—. Ni siquiera debes verla, mucho menos acercarte a ella.

    —Yo sé que tú sabes, tío —argumentó Matheus, sin soltar a Lorena—. Tienes conocimiento de la causa del porqué mis ojos se ponen de este color cuando estoy con ella. Por eso estamos aquí, para que nos expliques.

    Modesto movió la cabeza de un lado para otro. Esta vez su tono fue duro cuando decretó:

    —¡Lo mejor es que no vuelvan a verse!

    Matheus apretó con suavidad a Lorena al escucharlo, no dispuesto a dejarla ir, porque el mandato le pareció abominable, así como la oposición de su tío y mucho más su renuencia a informarles, así que sin dejar de mirarlo con ira, la que se reflejó en su voz, habló:

    —¿Es lo mejor, dices? ¿Para quién es lo mejor, Modesto? ¡No para Lorena ni para mí! ¡Nos amamos!

    —¡No! —rugió Castillo con mayor indignación— ¡Ese amor no puede ser! ¿Cuánto hace que la conoces, Theus? Te puedo decir con seguridad que no hace mucho ni siquiera sabías que existía. ¡Piensa! ¿Cómo es posible tanto amor de un día para otro? Con un demonio, ¡déjala en paz! Por favor, te lo pido, no la mires; no la toques.

    —Tienes razón —respondió Matheus irrazonable, sin querer pensar más allá de ese extraño amor—. No la conocía en persona, pero hace muchos días que la conozco en mis sueños.

    Modesto palideció al escucharlo y si aun albergaba alguna duda, esa murió en ese momento, así que era un hecho, ese amor no podía ser. Si el cambio de color en los ojos de su sobrino le había advertido que debía separarlos, ahora con la confesión de sus sueños era primordial que lo hiciera. Su amor era imposible, porque era un amor prohibido.

    —Lo siento, Matheus —lo miró acerado cuando insistió en su posición—, su amor no puede ser. Tienes que dejarla ir y no volver a buscarla nunca.

    —¡No! —vociferó el muchacho, terco— ¡No la dejaré! ¡Nunca!

    En los brazos de él, Lorena temblaba ante la explosión de ira entre los dos hombres. El intercambio de palabras le estaba dando un tremendo dolor de cabeza, pero también comprendió que la oposición de Modesto Castillo iba más allá de mero disgusto. No es que ella no le agradara como novia de su sobrino, sino que ese desacuerdo estaba relacionado con el misterio que rodeaba su extraño amor.

    —Theus, por favor.

    Él la miró con ojos tormentosos y ella salió de su abrazo. Lorena miró al tío y habló con voz suave:

    —Señor Castillo, haga el favor de ser sincero y díganos la verdad. ¿Usted sabe lo sucede con nosotros? Hable, porque esto que nos está sucediendo va más allá de nuestros sentimientos y por eso necesitamos saber. ¿Por qué se opone usted así a nuestra relación? ¿Por qué nuestro amor está prohibido? ¿Qué hay detrás de esta extraña y potente emoción que nos consume sin que podamos evitarlo?

    —No nos dirá nada, Lorena —dijo a su lado Matheus, bastante resentido con su tío—, y yo lo único que sé, es lo que papá nos contó un día a Damián y a mí. No es mucho, pues no quiso entrar en detalles, además no estoy seguro que sea verdad, aunque él afirmó que sí y también me dijo que todos los Castillo debían saberlo, así que por eso supuse que mi tío también lo sabe y deseé confirmarlo con él.

    La mirada de Lorena se volvió ahora a Theus mientras Modesto cambiaba su expresión de enfado a una de desconcierto. Así que después de todo su hermano antes de morir, había cumplido con su obligación de contarles a sus hijos algo de la maldición que perseguía a la familia Castillo. Pasar la información sobre tal maldición era obligatoria para todos los Castillo que eran cabezas de familia.

    —¿Qué fue lo que te contó? —Preguntó Lorena preocupada, sin poder evitar un horrible estremecimiento.

    —Una fábula, una leyenda, un mito, algo de historia —respondió el muchacho sin ánimo— . No sé qué es, pero él me contó que hace algunos siglos, sucedió en la familia Castillo…

    —No sólo sucedió en la familia Castillo —lo interrumpió Modesto suspirando.

    Miró a los jóvenes un instante antes de darse la vuelta y comenzar a caminar por el corredor. A medida que se alejaba de los chicos, fue elevando la voz para que ellos pudieran escucharlo, pues se habían quedado inmóviles afuera al pensar que no les diría más.

    —Se vieron involucradas tres familias. No sabía que tu padre te había contado eso Theus, pero ya que sabes algo, entren. Voy a relatarles lo que sucedió hace tanto tiempo ya, que se perdió la fecha exacta.

    Los chicos salieron de su rigidez y lo siguieron a un salón de enormes dimensiones. Ahí los tres se sentaron en cómodos sillones y como Theus lo hizo al lado de Lorena y Modesto frente a ellos, el ambiente se tornó pesado, pues el tío prefería que su sobrino utilizara otro asiento, pero sin decir nada al respecto, solo se limitó a censurarlos con una irritada mirada.

    —Como te contó tu padre, Theus —así comenzó su relato imprimieńdole calma a su voz así como a su semblante—, existía una gran aldea que pertenecía al dominio de la familia Castillo. Ellos eran dueños y señores de cientos de hectáreas de territorio que circundaba la aldea, pero haciendo frontera con el territorio Castillo, existía la aldea de la familia Mondragón, quien dominaba también sobre una extensa división y durante un tiempo largo y próspero hubo paz entre las dos familias, sin embargo, sucedió que por un mal entendido, falló la diplomacia entre las dos familias y comenzaron a lanzarse represalias al punto de declararse la guerra, cosa que perjudicaba a ambas familias por la relación comercial que tenían. En el territorio de los Castillo se daban algunos productos y en el de los Mondragón la tierra producía otros, así como había extracción de diferentes materiales en las diferentes minas que había en ambas comarcas, por lo que quisieran o no se necesitaban por el mutuo intercambio y comprendieron que a ninguna de las dos familias les convenía la guerra.

    Modesto guardó silencio, como si hubiese olvidado lo que seguía, pero su expresión, aunque lucía distraída, mostró que su mente estaba bien concentrada en el tema.

    —Era común y una opción en esos tiempos —continuó en el mismo tono—, que cuando el convenio de paz, ya fuera por palabra o escrito no era suficiente, se hicieran alianzas uniendo a las familias con lazos matrimoniales, así que los lores de las dinastías dominantes, Castillo y Mondragón, recurrieron a esa tercera opción. Comprometieron a sus hijos primogénitos en matrimonio. El enlace matrimonial Castillo—Mondragón recobraría y afianzaría la paz. Mondragón tenía una hermosa hija que vivía enamorada del hijo mayor de Castillo, así que a ella el arreglo matrimonial la hizo muy feliz, sin embargo, el joven Castillo vivía enamorado de una hermosa virgen perteneciente a la familia Alcázar. Esta era la tercera familia en importancia que dominaba sobre vastos territorios encontrados en los límites de los territorios Castillo y Mondragón, por lo que...

    —¡Oh! —exclamó Lorena muy tocada por el relato—, una historia de amor trágico.

    Modesto la reprendió con la mirada por interrumpirlo.

    —Lo siento —murmuró avergonzada—, pero no sé por qué, casi puedo sentir lo mucho que sufrieron los tres muchachos. Por favor, continúe.

    —El caso es que el joven Castillo no podía contravenir los deseos de su padre —retomó la explicación el tío—. La vida de toda la familia y la existencia de todos los que habitaban en su territorio, estaba en sus manos, así que aceptó la obligación del compromiso y en pocos días, los preparativos para la boda se llevaron a cabo y…

    —¡Oh! —volvió a exclamar Lorena, sintiendo una ansiedad desconocida— ¿Y qué sucedió con la joven Alcázar?

    Otra mirada de reprensión la envolvió. Ahora, ella se ruborizó y volvió a disculparse:

    —Lo siento. Prometo no interrumpir más.

    —Bien —dijo Modesto con acritud—. El sufrimiento de la joven Alcázar fue atroz cuando se enteró sobre el compromiso, pues estaban por robarle su felicidad al lado del amor de su vida, pero lo que más la mortificaba, era el propio padecimiento del joven Castillo, quien miraba ante él una vida sumida en la tristeza, creciendo la infelicidad de los dos enamorados al acercarse el día de la boda, entonces sucedió que se dieron cuenta que no podían vivir separados uno del otro. El muchacho sabía que su futura esposa sería una excelente esposa, además de que lo amaba con locura, pero aun así decidió romper con el compromiso, por lo que al incumplir con el pacto, no sólo sumió en la guerra a las dinastías y sus respectivos dominios, sino que fue más allá. Al sentirse burlada, engañada, despreciada y humillada, la joven Mondragón se quitó la vida siendo lo...

    —¡Oh! —clamó Lorena, llevándose las manos a la boca para acallar las siguientes palabras que pugnaron por brotar, las que romperían su promesa de no volver a interrumpir, aunque eso no la libró de recibir una tercera mirada de reproche, la que pudo soportar, pues Theus tomó su mano apretándola con suavidad y ahora, la mirada de Modesto se dirigió a las manos unidas y la inconformidad brilló en sus ojos. Ese descontento que se tornó en dureza cuando miró directamente a Lorena y dijo:

    —Aquí es donde empieza realmente lo peor, muchacha. La joven Mondragón se quitó la vida, sí, pero antes de morir, lanzó una maldición en contra de las dos familias que, según ella, la habían sumido en la peor de las deshonras. La maldición dice que el amor siempre, en toda las épocas que vivan, unirá a los descendientes de las dos familias, pero maldijo ese amor. Si un Castillo y una Alcázar llegan a estar cerca, el lazo del amor los envolverá irremediablemente, porque es un lazo con el que nacen y si no luchan contra él, ella tendrá que morir. La maldición no existe cuando se trata de un Alcázar varón con una Castillo, lo que tampoco se ha dado, es decir, jamás en la historia de las familias se ha registrado que un Alcázar se haya enamorado alguna vez de una joven Castillo, es como si la Mondragón hubiera puesto dos caras al hechizo, por un lado que los protagonistas, él Castillo y ella Alcázar padezcan de amor y por el otro, que jamás se cruce ese sentimiento cuando son ella Castillo y él Alcázar, curioso, ¿no? Pues son los mismos apellidos.

    Los miró pensativo, luego señaló los ojos de Theus cuando continuó con la historia.

    —Pero también dio una señal para salvar la vida de la Alcázar, siendo ella la condenada a morir y no él. Una especie de aviso para que renuncie al amor de Castillo, pues solo así puede conservar su existencia. Ese indicador consiste en que los ojos de los Castillo cambiarían de color como advertencia, una especie de alarma para que ambos se alejen uno del otro, de un polo a otro si es preciso.

    Con los ojos muy abiertos, Lorena miró perpleja a Modesto. Su confusión se notó en su voz cuando preguntó:

    —¿Entonces las únicas que mueren son las Alcázar? ¿A ellas únicamente condenó a la muerte con esa maldición? Pero aquí hay un error. ¡Yo no pertenezco a esa familia!

    —Lo eres. Eres descendiente de tal dinastía. La primera víctima de esa maldición fue aquella muchacha. Ni el joven Castillo ni ella quisieron renunciar a su amor, el que decidieron llevar hasta el altar. Ella amaneció muerta en su cama el mismo día que sería su boda.

    —¡No! —casi gritó Lorena, levantándose del sofá—¡ No puede ser! ¡Yo soy Rivas! ¡No tengo nada que ver con esa familia! Además, yo conocí primero a Damián y no sucedió nada con él. ¿No es un Castillo, acaso?

    —¡Siéntate y escucha! —le ordenó Modesto, molesto—. A mí tampoco me agrada esto. Si ustedes continúan con este amor, tú morirás.

    Lorena volvió a sentarse, moviendo la cabeza de un lado para otro, sintiendo como las lágrimas saltaban a sus ojos. Miró a Theus que permanecía mudo; muy dolido como para decir algo, porque al igual que aquel antepasado suyo con su amada, creía no poder vivir sin Lorena.

    —La maldición envuelve en primer lugar a los hijos primogénitos de los Castillo y supongo que así será puesto que aquél antepasado era el primero de varios hermanos, sin embargo, para que la maldición se mantenga vigente generación tras generación, ha sucedido que cuando el primogénito de los hijos muere sin dejar descendientes, la condena la hereda el que le sigue en nacimiento.

    Hizo una pausa para mirar a Theus, quien había vuelto a tomar la mano de la chica.

    —Para explicarme mejor, Theus, si tú hubieras muerto en ese naufragio, sería Damián quien estuviera en tu lugar y luego volvería a recaer en el primero de sus hijos. En el caso de Lorena es algo diferente, pues todas las Alcázar en línea directa son prospectas para ser reconocidas por el encantamiento, es por ello que después de que muriera otra muchacha a causa de esa maldición, se educó a las mujeres Alcázar casi desde que nacían para que pudieran disminuir sus presencias ante cualquier Castillo, pues pensaban que no ser notadas las libraría, sin embargo, hubo algunas que tuvieron una férrea voluntad y se hicieron visibles y por eso, otras dos murieron por desobedientes.

    Lorena bufó inconforme, porque lo que oía era terriblemente doloroso, pues sabía a qué se refería la última parte. ¿Cómo olvidar toda esa palabrería de su padre desde que tenía uso de razón?

    No es bueno que seas notada. Tú eres muy bonita, inteligente, educada y buena Lorena, eso lo sabemos tu madre, tú y yo, así que no es necesario que alguien más lo sepa, nunca olvides que afuera de esta casa hay personas muy malas que pueden hacerte mucho daño si un día llegan a notarte.”

    Así le decía siempre su padre, enterrando su personalidad en un foso de inseguridades, creciendo con el temor de ser lastimada por todo el mundo, pero supo en ese momento que cuando su padre decía “hay personas muy malas”, se refería exclusivamente a los Castillo. Su papá nunca le explicó nada más, sino que solo se encargó de hacerla “invisible” a los ojos de todos, porque al igual que su familia se había dispersado, era seguro que los Castillo también lo habían hecho y podían estar en cualquier lugar, donde menos se lo imaginaran y por ello, mejor educar a las niñas para pasar desapercibidas y eso se lo confirmó Modesto cuando volvió a hablar mirándola con ojos entrecerrados.

    —Sobre tu familia antepasada, decidió abandonar sus tierras poco después de que esas chicas murieran al enamorarse de un Castillo, rebelándose a mantener bajo perfil. Al marcharse del territorio, se cambiaron el nombre. Renunciaron a pertenecer a una de las más distinguidas dinastías para pasar a ser la familia Rivas. Con el tiempo, los Castillo también emigraron, pero como pueden darse cuenta, la maldición reconoce a las descendientes de los Alcázar y para muestra estás tú, pues podrán renunciar al ilustre apellido, pero jamás a los genes. No hay manera de engañar ni evadir la maldición y mucho menos si la “invisibilidad” se pierde, así que su amor no puede ser, porque está maldito.

    Continuará xD
     
    Última edición: 28 Agosto 2015
  16.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    4 Mayo 2010
    Mensajes:
    1,177
    Pluma de
    Escritora
    Es tan trágico en verdad muy trágico. Una amor maldito. Oh, ¿por qué existen este tipo de situaciones que le hacen la vida difícil a los seres que se aman? Ahora entiendo muchas cosas. No, Lorena y Matt deben acabar con ese amor o si no, ella morirá. Matt, no puedes permitir eso. Pero no creo que vaya a aceptar no verse más. Con eso de que los lazos amorosos ya los atraparon. ¡Madita maldición! XD

    Bien, me pica la curiosidad por saber qué pasará ahora. Las cosas están tornándose interesantes. Espero la conti ansiosa.

    Hasta otra.
     
  17.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
    Miembro desde:
    10 Diciembre 2010
    Mensajes:
    2,063
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    ¿Invisible?
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    15
     
    Palabras:
    3574
    Hola, ¿Qué tal? También aquí dejo conti xD.

    Capítulo 10
    Negación y Realidad


    —no puede ser verdad —negó Theus también con la cabeza—. Es... incomprensible.

    Modesto aspiró profundo para mantener la calma, pues la negación de su sobrino estaba por hacerlo estallar y moderando la voz que a punto estuvo de salir en un grito, preguntó:

    —A ver, ¿qué es lo incomprensible?

    —Pues... Papá por ejemplo, vivió muy feliz con mi madre y siendo él mayor que tú e incluso que mis otros tíos, era el receptor de la maldición, ¿no?

    —Theus, Theus, al parecer no has comprendido. Tu madre no era una Alcázar. La maldición dice “que el amor siempre, en toda las épocas que vivan, unirá a los descendientes de las dos familias, pero maldijo ese amor. Significado: Los Castillo que sean receptores de la maldición pueden escoger y enamorarse de cualquier otra mujer que no pertenezca a la dinastía Alcázar y ser felices hasta que la muerte los separe, como fue en el caso de tu padre y otros antes que él, pero cuando conocen a una Alcázar, ahí es cuando se activa la maldición y ya no está en ellos elegir si se enamoran o no. Irremediablemente caerán rendidos de amor por ella y ella por él, pero... escucha bien para que no haya nada incomprensible, ese amor no podrá ser, porque es la venganza de la Mondragón para las dos familias que mucho la lastimaron. Los enamorados deben sufrir tanto o más que ella, de ahí que los obligue, por decirlo así, a enamorarse y luego a separarse, condenando a la Alcázar a la muerte como ella misma se condenó a morir, en caso de que no quieran renunciar a ese amor. A la Mondragón no le importaban otras mujeres, sino las Alcázar, pues fue una de ellas quien le impidió realizar su más anhelado sueño. Casarse con el Castillo.

    Modesto se levantó y desde la altura, miró a los jóvenes, continuando:

    —Lo siento, de veras que sí, pero ustedes no pueden estar juntos. Sé que su separación será muy dolorosa, pues su amor es uno único, porque no existe otro como el de ustedes, ya que esa maldición lo hace muy poderoso, pero así y todo, para que Lorena siga viviendo, deben dejar de verse. Sufrirán, pero el tiempo sanará sus corazones y quién sabe, hasta es posible que conozcan a alguien que sí les esté permitido tener a su lado y...

    Se interrumpió contristado y se preguntó qué estaba diciendo. Por lo que sabía, jamás pudo superarse el amor Castillo-Alcázar, porque después de morir aquellas muchachas por la maldición, ellos se habían sumido en un abismo de dolor, continuando con su vida, pero sin reponerse nunca de la pérdida de sus amadas.

    Ahora, si Matheus y Lorena renunciaban uno del otro, sería la primera vez que la Alcázar no muriera, pero... francamente desconocía cómo sería la vida de ambos y si algún día encontrarían la felicidad. Maldijo por primera vez esa condena a la que estaban sometidas las dos familias. ¿Qué culpa tenian estos jóvenes de aquellos sucesos? Y sin embargo, lo estaban pagando. Un pago de justos por injustos, qué mal.

    —Theus —se inclinó y tomando las manos de los chicos, los levantó diciendo—, por amor a esta preciosa chica, debes renunciar a ella y permitirle vivir. Hijo, si no te apartas de ella, morirá, ¿quieres eso?

    El joven miró a Lorena y sus ojos se arrasaron de lágrimas, pues bien sabía su tío, ella y él, que no. No quería perder a su amada en la muerte, pero...

    —Matheus —ordenó Modesto con voz acerada, reconociendo la rebeldía en la expresión del muchacho—, llévala a su casa, con sus padres y no vuelvas a mirarla nunca más. Mucho menos besarla o… cualquier otra cosa que quieras hacerle.

    —Mis padres murieron, así que no hace mucho que vivo con mi tía, Mariana Rivas —se sintió obligada a informar Lorena.

    —Entonces llévala con su tía... ¿Mariana Rivas? ¿No es la directora del instituto?

    Lorena asintió y Theus protestó con voz airada, sin querer darse por vencido

    —Pero tío,de seguro hay algo que rompa la maldición. Debe haber algo que pueda ayudarnos.

    —No lo sé. Mi abuelo me contó que el Castillo que se enamoró de la tercera doncella Alcázar encontró algo que podía romper la maldición, pero la doncella no le permitió utilizarlo. No sé qué es ni por qué ella se opuso. Si eso es verdad, quedaría registrado en el gran libro. Ese libro cuenta los sucesos importantes de las familias antiguas. Cada dinastía tiene su libro y en el caso de los Castillo, éste se ha de encontrar en la aldea donde antes vivían.

    —¿Y dónde queda esa aldea? —interrogó el joven repentinamente ilusionado por la esperanza.

    —Creo que está muy lejos de aquí. Hay una población que tiene por nombre La Villita, está más allá aún.

    —¿La Villita ?—preguntó Lorena—. Yo nací y crecí en La Villita y por lo que sé de las provincias vecinas, ninguna fue habitada por los Castillo. Si vivieron por esos lares, no queda registro de ello.

    —La familia Castillo tenía su propio pueblo. Era muy numerosa y poderosa, pero cuando sucedió lo de Mondragón, la guerra fue un hecho y por décadas ambas dinastías estuvieron luchando, una contra la otra. Al ir ganando territorio al enemigo, la familia Castillo comenzó a dejar sus propios lugares de habitación para posesionarse del territorio conquistado, sin embargo, fue algún tiempo después de que la dinastía Alcázar dejara sus dominios que los Castillos emigraron por completo, abandonando también sus territorios, así que su aldea de origen quedó en el olvido.

    —¿Una aldea fantasma? —preguntó ahora Theus con la mirada perdida y la mano en su barbilla, lo que dio a conocer que su mente se había extraviado en la historia de sus antepasados—.Y una posible solución, ¿eh?

    —¡Matheus! —la voz de Modesto sonó alarmada— ¿Qué estás pensando? ¡Olvida cualquier cosa que tu mente esté concibiendo! No sé qué tan cierto es lo que mi abuelo me contó. Ahora, haz lo que te dije y lleva a Lorena a su casa —Se dio media vuelta para retirarse, poniendo fin a la conversación— ¡Y no vuelvan a mirarse, ni tocarse, ni nada de eso!

    Con los orbes arrasados de llanto, Lorena miró salir al hombre, detestando sus últimas palabras. ¿Por qué tuvo ella que nacer marcada por esa maldición? Miró a Theus, quien profundamente conmovido por sus lágrimas, le pasó un brazo por los hombros en intenso afán de consolarla. Ambos estaban sufriendo mucho y no era justo, porque de veras se sentía muy enamorado de ella y el pensar en no verla más, en no poder realizar su amor, le provocaba un agudo dolor de corazón, uno como nunca pensó que existiera.

    —Vamos, Lorena —le murmuró con voz ronca—, salgamos de aquí. Necesito aire.

    La condujo afuera de la casa, luego al auto y abriéndole la portezuela, esperó que ella subiera para cerrarla.

    —¡Que esta sea la última vez que se ven! —les gritó Modesto, quien había salido al jardín.

    Modesto miró alejarse el auto por el sendero que daba paso a la avenida. Ni siquiera supo si lo habían escuchado, por ello pensó en encargarse él mismo del asunto dirigiéndose a su propio vehículo. Su sobrino y esa muchacha no volverían a verse, nunca más.

    Así, mientras Theus conducía a Lorena a su casa, pues ella le había pedido que la llevara allá, el tío manejaba con destino a la universidad, donde era más probable que encontrara a Mariana Rivas por la hora que era. Y Modesto tuvo buena percepción, pues en la universidad, resguardada en la paz de su oficina, Mariana yacía al borde de la fatiga extrema, recargada en su sillón.

    —¡Qué día! —exclamó con cansancio— ¿Por qué tengo que lidiar con tanto joven revoltoso? Mejor me hubiera casado y tener mis propios hijos. ¡Así tan siquiera fueran propios! No que tengo que lidiar con jóvenes que ni son míos.

    Siguió refunfuñando mientras daba masaje a las sienes.. El dolor de cabeza era espantoso y parecía agudizarse al recordar lo difícil que había sido para ella poner orden en la cancha de basquet. Pero el colmo de todo fue que también tuvo que censurar a dos de sus maestros. Román y Efrén se comportaban peor que sus alumnos. ¡Caray! ¡Qué mundo! Pero finalmente la paz había vuelto al campus. Los alumnos habían regresado a clases y ya podía respirar tranquila. No obstante, esa seguridad de tranquilidad se vio interrumpida cuando unos toques en la puerta la sobresaltaron. Su secretaria asomó la cabeza y le dijo:

    —Perdón por molestarla, señorita Rivas, pero hay alguien que quiere hablar con usted.

    —¿Quién es?

    —Modesto Castillo, tío de dos de los alumnos de este instituto.

    —Sé quien es —dijo, aunque jamás lo había visto en persona, pero de inmediato recordó su nombre, pues estaba registrado en el expediente de los Castillo para llamarlo en caso de emergencia. Se levantó del cómodo sillón y frunciendo el ceño, ordenó— Que entre.

    Casi al instante, Modesto entró a la oficina. Después de darse la mano para saludarse, Mariana lo invitó a sentarse frente a ella, con el escritorio entre ellos y mirándolo con sorpresa, preguntó:

    —¿Qué lo trae por aquí, señor Castillo?

    Su voz fue cortés, pero fría. Modesto la miró y en su mirada se notó la misma frialdad, por lo tanto fue directamente a la cuestión que lo obligaba a visitarla.

    —Vengo a hablarle de cierta maldición que pesa sobre nuestras familias. Supongo que usted también está al tanto de ella.

    Mariana se recargó en el respaldo del sillón y miró a Modesto sorprendida, pero después su expresión se tornó burlona. Ella conocía la maldición, pero sus estudios superiores la convertían en una escéptica, alguien que no creía en hechizos, maldiciones y demás.

    —Sí —dijo sonriendo un poco—, conozco la maldición, pero discúlpeme, señor Castillo, si sólo vino a eso, no puedo atenderlo ahora, quizás…

    —Lorena Rivas, ¿o debo decir, Lorena Alcázar?, y mi sobrino, Matheus Castillo están enamorados. A él se le ponen los ojos como perlas cuando está con ella y los dos se sueñan todas las noches el mismo sueño. Esos son síntomas de que están afectados por la maldición.

    Mariana sonrió con mayor sarcasmo y lejos de molestarse porque había sido interrumpida, miró al hombre divertida al decir:

    —Señor Castillo, no puedo creer que crea en patrañas. Usted es un Castillo y yo una Rivas, ¿por qué entonces no caemos rendidos de amor? ¿Me está usted amando ahora, señor Castillo?

    Modesto recorrió a la mujer notando que era bastante linda y joven aun, mas no se estaba enamorando de ella, pero era lógico puesto que la maldición, como le había explicado a su sobrino, recaía en los primogénitos y Theus era el heredero de uno, mientras que él era el tercero de cuatro hijos, no obstante, al observar a la mujer, tuvo un pensamiento muy interesante y fue que la señorita Rivas no era realmente una descendiente de los Alcázar.

    Francamente jamás había pensado mucho en ese terrible encantamiento, así que tampoco sabía si la maldición podía elegir integrantes de las familias de diferente generación, como era en el caso de Mariana Rivas y Theus. Su sobrino la había conocido primero a ella, pues ya había pasado un ciclo de estudios ahí, pero no había sucedido nada. Él no creía que la maldición reconociera edades, así que sin vacilar, pronunció:

    —Usted, señorita Rivas, no pertenece a la dinastía Alcázar, porque si fuera descendiente, mi sobrino y usted fueran los enamorados.

    Mariana Rivas parpadeó sorprendida y la sonrisa se borró de sus labios. Miró a Modesto deseando darle un par de bofetadas. Una porque le pareció ridícula la idea de enamorarse de un hombre que era más joven que ella y la segunda porque nadie, solo ella y sus padres adoptivos, o sea, los abuelos de Lorena, sabían que ella era adoptada.

    Los abuelos de Lorena la habían adoptado cuando su verdadera madre murió por una rara enfermedad cuando ella tenía cinco años. Su madre biológica y los Rivas eran amigos desde la adolescencia, así que cuando su madre que era soltera, estaba en su lecho de muerte, ellos prometieron cuidar siempre a su pequeña y no podía quejarse de esa promesa. La criaron igual que a sus otros tres hijos, consintiéndola aún más al ser ella la única mujer entre los varones.

    —Se supone que las chicas de la familia Alcázar deben ser educadas para pasar inadvertidas.

    Siguió hablando Modesto sin prestarle atención a su sorpresa y mucho menos a la mirada de recriminación, lo que también le dijo que estaba acertado en su aseveración de que ella no era una Alcázar, así que no necesitaba que la directora se lo confirmara.

    —Ellas deben ser “invisibles” —reclamó Modesto con frialdad—, pero al parecer una descendiente, la chica que vive con usted, hizo algo fuera de lo normal para hacerse notar, atraer a mi sobrino y atraparlo en la maldición. Si usted conoce tal condena y sabe que a su instituto vienen dos Castillo, ¿por qué no evitó que esto sucediera?Muy molesta, Mariana se movió hacia adelante e incómoda por las palabras de Modesto, inquirió:

    —¿Me está diciendo que mi sobrina es poca cosa para su sobrino?

    —¡No! ¡No es eso! Ya veo. Usted no cree en la maldición y se burla de mí.

    Pues claro que no creo”, pensó Mariana. De hecho, cuando los abuelos de Lorena se la contaron a sus hijos adolescentes, aleccionándolos sobre que si algún día tenían hijas, las educaran de la forma ya establecida, ella protestó sobre manera. Desde su perspectiva era inconcebible tal educación, pero no pudo hacer nada por esas pobres hijas de sus hermanos adoptivos, a las que de verdad quería como si fueran sus verdaderas sobrinas, así que cuando los padres de Lorena murieron, para ella surgió una gran oportunidad al traerse a vivir a su casa a la joven, deseosa de ayudarla a salir de la penumbra en la que la había envuelto su propio padre.

    —Pero lo crea o no, sucederá lo peor —sentenció Modesto ajeno a los pensamientos de Mariana—. Si la relación de esos jóvenes continúa, su sobrina morirá.

    —¿Ahora se atreve a lanzar amenazas contra mi sobrina?Modesto se levantó del sillón sintiéndose bastante irritado. Sin decir nada más, se dirigió a la puerta, sin embargo, ya en el umbral de ésta, se volvió a mirar a Mariana y dijo con voz sombría:

    —Deje de lado su escepticismo y tome cartas en el asunto. Si quiere a su sobrina, apártela de mi sobrino, sino tendrá que ir a visitarla al cementerio. Que pase usted muy buenas tardes.

    Al quedarse sola, Mariana llamó a su secretaria y la mandó a traerle a Lorena. Debía hablar con ella, porque lo quisiera o no, las últimas palabras de Modesto Castillo le habían causado honda impresión.

    —Lo siento, directora —le informó su secretaria minutos después—. Al parecer, su sobrina no está en el instituto.

    Y el día empeora”, pensó Mariana despidiendo a su secretaria.

    Se levantó del sillón, tomó su bolso y salió de la universidad a bordo de su auto con dirección a su casa. No se le había ocurrido ningún otro lugar para ir a buscarla. ¿Qué clase de tía era? ¡Ni siquiera había notado que su sobrina no estaba en el campus! Y tanto que ella se esforzaba por ayudarla, pero reconocía que era muy difícil dado a la educación de Lorena. Aun le parecía increíble de qué manera la presencia de la chica era imperceptible... o quizás ya no lo fuera tanto, según las palabras de Modesto.Las chicas de la familia Alcázar deben ser educadas para pasar inadvertidas.

    ¿Acaso estaba haciendo mal en obligarla a ser diferente? ¿En serio Lorena debía mantenerse “invisible” a todos? ¡No! ¿En qué estaba pensando? ¡Eso de los encantamientos no iba con ella! De cualquier manera, manejó como loca hasta que llegó a la casa, porque conocía la trágica historia de los antepasados de Lorena, y aunque jamás creyó en tal abominación, ahora sintió mucha inquietud, e iba tan sumergida en sus pensamientos que, al llegar a su domicilio, no se fijó que el vehículo de Theus estaba aparcado en la acera de enfrente de la casa y no habían nadie en éste.

    Entró a la casa y lo primero que vio al entrar fue, una blusa y una playera deportiva tiradas en el suelo. Más adelante notó unos jean y unos pantalones deportivos cortos. Su corazón saltó y no supo si fue de ira o de bochorno por lo que se dibujó en su mente, pero es que la imagen de su sobrina y de Matheus juntos se hizo más real cuando después de los pantalones, vio la ropa interior de… ¡Ambos!

    Se quedó congelada. Sin saber qué hacer. Si buscarlos por toda la casa y al encontrarlos atacar al muchacho con el bolso que colgaba de su hombro y regalarle varios insultos, o esperar allí inmóvil sin hacer nada, o de plano salir corriendo de la casa y hacer como si no hubiese visto tal cosa.Mas no hizo ninguna de las tres cosas, sino que gritó como loca hasta desgañitarse:

    —¡Lorena! ¡Theus! ¡Maldición! ¿Dónde están, par de sinvergüenzas? ¿Qué demonios están haciendo?—Y se sintió estúpida por preguntar lo último, puesto que su mente ya había fabricado una nítida imagen de lo que estaban haciendo— ¡Sinvergüenzas, inmorales!

    El bochorno de la tía se convirtió en molestia. Pensó lo que les haría cuando los tuviera enfrente, hasta pudo visualizar ahora la imagen de ellos, golpeados hasta casi la muerte. O cuando menos, los golpearía tanto que nunca la iban a olvidar. Para que nunca más la volvieran a asustar de esta manera.

    En un pequeño saloncito, no muy lejos de ella, Theus y Lorena se levantaron de prisa del sofá al escuchar los gritos de Mariana. Se miraron sorprendidos y más enamorados que nunca. Habían experimentado que la realidad había superado sus propios sueños. ¡Con mucho!

    —¡Cielos! —murmuró Lorena, adorablemente ruborizada— ¡Mi tía!

    Ambos miraron las cortinas que colgaban de la amplia ventana y como puestos de acuerdo, corrieron a bajarlas para envolverse en ellas, justo en el preciso momento en que Mariana entraba al saloncito. Lo que planeaba hacer con ellos se le olvidó al mirar a Theus. Jamás en su vida había visto ese extraño color en los ojos de nadie. Tanto así la impactó la mirada de él, que retrocedió sintiendo ardor en sus propios ojos. Aquella era una mirada de mal agüero y aunque le siguió pareciendo una tontería, en ese instante creyó en la maldición.

    —Es cierto —musitó perpleja, luego dándoles la espalda, les dijo—, les daré tiempo para que se vistan y para que Matheus salga de esta casa… ¡Para siempre!

    Se retiró dejándolos solos. Caminó con lentitud por el pasillo y se detuvo ante la puerta que daba a la sala. Entró allí y tomó el bolso que hasta ese momento había colgado de su hombro, lo arrojó a uno de los cómodos sillones, después fue a recostarse en un diván y llevándose las manos al rostro, musitó para sí:

    —¡Qué día, por Dios! ¿Puede empeorar?

    Y se dio cuenta de inmediato que sí. Podía empeorar. No tardó mucho en experimentarlo. Lorena hizo acto de presencia pocos minutos después y parándose frente a ella, habló con voz muy avergonzada:

    —Tía, lamento todo esto. Lamento si te decepcioné… Yo… Esto fue algo que no pudimos evitar… Lo siento mucho… yo…

    Mariana se levantó para quedar sentada. Miró a su sobrina con frialdad y su voz sonó muy dura cuando habló:

    —No volverás a verlo. No volverás a la universidad. Te voy a mandar de interna a un instituto de seño…

    —¿Cómo? —gritó Lorena interrumpiéndola, bastante lejos de ser la chica insegura que Mariana conocía— ¿Me vas a mandar lejos? ¿Así es como te opondrás tú también? ¡Es injusto! ¡Amo a Theus y me niego a dejar de verlo! ¡No tienes derecho de prohibir nuestro amor! ¡Nadie tiene derecho de prohibir que nos amemos! ¡Nadie! ¡Nadie!

    La joven no podía imaginar vivir lejos de Matheus y estaba dispuesta a vivir ese amor hasta la última consecuencia.

    —¡Escúchame, Lorena! — Se levantó del diván y tomando a la joven por los hombros, la zarandeó con irritación e impaciencia— ¡No voy a permitir que te pase nada malo! Modesto Castillo me recordó lo de la maldición que pesa sobre ustedes, así que no pueden amarse. ¡Está prohibido ese amor!

    Lorena se soltó de las manos de Mariana, la miró desafiante al replicar con voz llena de ira.

    —¡Me importa muy poco esa maldición! ¡Amo a Theus y nadie va a separarme de...

    Un sorpresivo ataque de tos la interrumpió. Uno tan terrible que, al llevarse una mano a la boca, fue salpicada por unas gotas de sangre que no solo sorprendió a las mujeres, sino que las espantó también.

    —Tía —murmuró la chica en medio de la tos y luego se tocó el pecho cuando un repentino dolor allí la dobló—. ¿Qué me está pasando?

    —¡Lorena! —exclamó Mariana alarmada, tomando a la joven del brazo para recostarla en el diván. Tocó su rostro, el que había cobrado un vivo color rosado y su voz se escuchó con mayor inquietud cuando anunció— Estás ardiendo en fiebre.


    Continuará.
    Gracias por leer. Saludos.
     
    Última edición: 28 Agosto 2015
  18.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    4 Mayo 2010
    Mensajes:
    1,177
    Pluma de
    Escritora
    ¡Oh, no! La maldición está haciendo efecto. Lorena se va a morir de fiebe o tos msligana y sanguinaria o de un paro al corazón o de cualquier otra enfermedad de este tipo. En serio es verdad lo de la maldición. Vaya, y pensé que eran cuentos. Estoy igual que Mariana, pero ya no. Esto no está tornándose lindo. Me preguntó que pasará. Se habló de una pueblo fantasma donde está el libro que tiene la posible cura a esta terrible maldición. ¿Irán para allá? ¿Lograran acabar con esto? Muchas interrogantes que espero se aclaren en los siguientes capítulos. Espero la conti.

    Hasta otra.
     
    • Me gusta Me gusta x 1
  19.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
    Miembro desde:
    10 Diciembre 2010
    Mensajes:
    2,063
    Pluma de
    Escritora
    Título:
    ¿Invisible?
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    15
     
    Palabras:
    2578
    Capítulo 11
    ¿Qué le pasa a Theus?


    Matheus Castillo caminó con rapidez por las calles. Un viento helado y cortante se colaba por entre sus ropas haciéndolo estremecer de frío y esta noche, notó algo diferente en el ambiente, incluso las lámparas del alumbrado público parecían resistirse a ese cambio extraño porque la luz de ellas estaba y luego no, sin embargo, él continuó su apresurado andar y no se detuvo hasta que llegó frente a la casa indicada.

    Levantó la enamorada mirada buscando la ventana que, como todas las noches, lo esperaba abierta. Se dirigió al muro de la casa para trepar por él como todas las noches lo hacía, conociendo de antemano donde pondría cada pie y cada mano en el ascenso, así, pronto estuvo atravesando la ventana para ingresar al interior de la habitación, en donde lo esperaba su amada.

    Suspiró emocionado porque la chica que lo esperaba, ya no tenía el rostro oculto. El rostro hermoso de ella llenaba su mente y ahora sabía bien a quien visitaba.

    —Lorena.


    Susurró quedamente, pero la emoción sentida murió casi de inmediato cuando una ráfaga de viento entró por la ventana, levantando las cortinas hasta que estas casi tocaron el techo y el raro ambiente de afuera, entró invadiendo la habitación.Theus volvió a estremecerse y miró hacia la cama, en donde siempre lo esperaba ella.

    Allí estaba sentada a media cama, pero entonces Theus también notó algo diferente. Lorena siempre lo esperaba con los brazos abiertos, lista para recibirlo entre ellos, mas esa noche le daba la espalda.

    —Lorena —volvió a susurrar—, aquí estoy.Su voz volvió a reflejar la emoción, porque ahora conocía su nombre, pero ella permaneció inmóvil, no se volvió, negándose a dirigirle una de esas miradas llenas de amor que lo envolvían intoxicándolo de pasión y eso que antes no había visto sus ojos, pero sí sentido esas miradas. Ahora deseaba ver esos hermosos ojos.
    Se acercó pues a la cama y se sentó a un lado de Lorena, perplejo, sin entender la actitud de ella. Ansiaba estrecharla en sus brazos como siempre. Tocó su hombro y volvió a murmurar:

    —Lorena.

    La frialdad que sintió a través de la transparente tela del camisón que la joven vestía, heló su mano, lo que lo hizo contener la respiración por un instante, luego sus dedos subieron al delicado cuello que estaba descubierto y la frialdad de la piel de ella fue aterradora.

    Temblando por la zozobra, Theus retiró la mano con rapidez y colocándose enfrente de ella, la miró a la blanquecina luz artificial que la lámpara del buró desprendía y cuyo débil resplandor no pudo ocultar el rostro pálido de la chica, libre de cualquier expresión.

    Tocó su mejilla e igual que el resto de su cuerpo, estaba helada. Era la inconfundible y terrible frialdad de la mismísima muerte.

    Sus ojos abiertos parecían ver un punto indefinido, carentes de brillo, de vida, por lo que no pudieron mirarlo con todo ese amor esperado que lo envolvía todas las noches. Sus fríos brazos no lo recibieron con esa pasión desenfrenada que cada encuentro tenía. Sus suspiros de placer no volverían a escucharse.

    Acrecentado su temblor, pero ahora por los sollozos, Theus la abrazó, sintiendo ccmo el peso de la muerte de su amada Lorena aplastaba su corazón. No pudo evitarlo. Un grito desgarrador brotó de su garganta mientras el llanto abría desahogo a tanto dolor y dejó caer las lágrimas sobre el cuerpo inerte desprovisto de aliento y al que apretó contra su pecho con mucha fuerza, como queriendo darle su propio calor, en un inútil intento de volverla a la vida.


    —¡Lorena! —gritó incorporándose en la cama, bañado en su propio sudor. Con los ojos abiertos al máximo, miró a su alrededor descubriendo que estaba en su propio cuarto y que la luz solar comenzaba a entrar por la ventana despidiendo las penumbras de la noche— ¡Oh, Dios! —murmuró, llevándose las manos al rostro— ¡Qué horrible pesadilla!

    En ese momento, esas mismas palabras repetía Lorena, sin dejar de temblar por el impacto de haberse soñado muerta. Con ambas manos aún sobre la boca, las que había utilizado para acallar su mismo grito de espanto que la despertó, miró entrar a Mariana que, apresurada, acudía a investigar el motivo del grito.

    —Lorena —dijo, sentándose a su lado y tocando su frente con ternura—¿Por qué gritas? ¡Gracias a Dios, la fiebre ha cedido un poco, creo!

    —Disculpa por asustarte, tía —musitó la chica con voz ronca y con un gran esfuerzo.

    Su garganta le dolía por la resequedad y la cabeza le palpitaba dolorosamente, quizás por la intensa fiebre que había tenido durante casi toda la noche.

    —Tuve una horrible pesadilla— terminó en medio de un acceso de tos.

    Mariana trató de recostarla en el diván en donde todavía se encontraba. Ambas habían pasado la noche en la sala y el doctor que había hecho ir a la casa para que la examinara en las horas nocturnas, le aseguró que su sobrina se pondría bien, que tal vez la fiebre era causada por algún resfriado y a ello se debía la tos, la fiebre y el dolor en el pecho. De cualquier manera, estuvo de guardia toda la noche al lado de la joven.

    —No —dijo Lorena, reacia a acostarse y ser cubierta por las mantas que Mariana había utilizado para cubrirla por la madrugada, cuando el frío se sintió en la casa—. Quiero ir a la universidad.

    —¡Ni lo menciones! —ordenó su tía— ¡Tú no regresas allá!

    —Tía… por favor.

    —Lo siento, Lorena, pero tú no vas a volver a esa universidad.

    Los ojos de Lorena se llenaron de lágrimas y su mirada brilló de tristeza. Miró a su tía sintiendo como la calidez de las lágrimas resbalaban por sus mejillas. La súplica en su mirada turbó a Mariana, pero no se dejó influir. Con voz firme, dijo:

    —No, no volverás. Ve haciéndote a la idea. Quiero que descanses este día. Mañana iremos al instituto Deguchi, allí harás tus estudios superiores y, Lorena, no quiero negativas por tu parte. Por tu bien, vas a hacer lo que digo.

    El dolor reflejado en la mirada de su sobrina lastimó su corazón, así que dándole la espalda, le dijo:

    —Iré a la universidad, pero trataré de regresar lo más pronto posible, mientras, trata de dormir un poco. La noche que pasaste no fue buena, así que procura descansar, sigue aquí si quieres o ve a tu cuarto, pero Lorena, no salgas de casa, ¿me entendiste?

    Lorena asintió dócil. Gritó en su interior por la restricción de Mariana, pero mantuvo una pasividad sorprendente. Necesitaba que su tía se fuera, que la dejara sola para que ella pudiera escaparse. Nadie la separaría de Matheus.

    El amor de su vida manejaba en silencio a la universidad. Damián había intentado entablar una plática con él, pero, el hermano mayor mantenía una actitud de seriedad total. Damián lo miró de reojo. Era verdad que su hermano era serio, pero eso rayaba en la exageración. Desde que se levantó esta mañana y lo miró, supo que algo no andaba bien. No soportando más su actitud distante, preguntó:

    —Bueno, ¿vas a decirme qué te pasa o qué?

    Matheus desvió la mirada del tráfico para ver un segundo a Damián, pero no dijo nada. Damián suspiró y se recargó en el asiento. Sacó del bolsillo del pantalón su aipod, se colocó los audífonos en los oídos y se limitó a escuchar a Arctic Monkeys.

    Do I wanna know
    If this feeling flows both ways?
    Sad to see you go
    Was sort of hoping that you'd stay
    Baby we both know
    That the nights were mainly made for saying things
    That you can't say tomorrow day

    Y concentrándose en la canción, pensó que allá Theus si no quería contarle qué le sucedía. Suficientes problemas tenía él con su relación amorosa. Lina estaba sumamente negada a otorgarle su perdón. ¡Demonios! Ni siquiera había nada que perdonar, pero aún así, le pidió perdón. ¿Y de qué había servido? ¡De nada! La hermosa novia… ex novia, no lo perdonaba.

    Crawling back to you
    Ever thought of calling when you've had a few?
    Cause I always do
    Maybe I'm too busy being yours to fall for somebody new
    Now I've thought it through
    Crawling back to you

    Así, cada uno sumido en sus pensamientos, llegaron a la universidad. Damián se fue directamente al salón y Theus se quedó por ahí, como custodiando la puerta de entrada, cerca del estacionamiento. El recuerdo de la pesadilla aún lo estremecía y necesitaba verla, saber que estaba bien, así que cuando vio aparecer el auto de Mariana, fue a ocultarse detrás del vehículo de un profesor y esperó a que la directora y Lorena bajaran del auto, sin embargo, solo vio descender a la Rivas mayor y el golpeteo en su corazón se hizo más activo.

    “¿Dónde la dejaste, Mariana?”, se preguntó en un susurro, mirando como la mujer se perdía en el área de los salones, para dirigirse a su oficina y cuando la perdió de vista, fue al auto de la Rivas y miró adentro, todavía negado a la cruda realidad de que su amada no había venido a la universidad.

    “¡Diantres! ¡También ella quiere separarnos!”

    Se puso furioso. Se dirigió a su salón y entró. Su estado de ánimo fue percibido por todos e incluso las fans por primera vez se apartaron de él y es que parecía despedir una energía de rechazo por todos sus poros.

    —¿Qué le pasa? —preguntó Marlon Castillo en tono bajo, en medio de sus amigos.

    —Mm, sí que se ve raro ¿no? —musitó Ciro Menéndez, mirando como Theus tomaba su asiento sin mirar ni saludar ni acercarse a nadie—. Es la primera vez que lo veo así.

    —Se ve que está furioso —musitó Silvia Macías, entrecerrando los ojos para que su sorpresa causada por ver a Matheus tan distante de ellos, no fuera muy evidente.

    —Caleb —habló Timothy Morrison—, anda, ve pregúntale qué le sucede.

    —No es necesario —respondió Caleb—, yo sé qué le sucede.

    —¿Qué? —preguntaron al unísono los cuatro.

    Entró Román Solar para darles clases y Caleb no pudo contestarles, así que ellos tuvieron que esperar a que la sesión terminara, muy impacientes, pero en cuanto concluyó, dirigieron toda su atención a Caleb, quien en un susurro, informó:

    —Está enamorado.

    —¿Qué? —se sorprendieron los amigos y esa interrogación en voz alta dicha por todos a una voz, sonó por el salón, pero Theus ni siquiera se sintió atraído por la actitud rara de sus amigos.

    Caleb levantó las manos en un gesto para indicarles que fueran discretos. Todos asintieron y miraron al enamorado amigo, mas él parecía estar en otro planeta. Miraba hacia afuera por la ventana y recargado su codo derecho sobre el pupitre, enterraba medio rostro en la mano, lanzando de vez en cuando un suspiro.

    —Está enamorado —repitió Caleb bajísimo—. Es un amor imposible. Está atado a una maldición.

    —¿Cómo que está atado a una maldición? —inquirió Ciro incrédulo. Él no creía en esos cuentos— ¿Y cómo que está enamorado? ¿De quién?

    —¿Y cuando sucedió eso? ¿Dónde? —preguntó Silvia, por demás incrédula.

    —¿Y por qué tu lo sabes y nosotros no? —interrogó algo molesto Marlon.

    —No hagas preguntas estúpidas, Marlon —dijo Timothy, mirando burlón a su amigo— ¿No ves que este amigo nuestro sabe todo lo que pasa en el campus? ¡Nosotros nunca sabemos nada! ¿Cómo íbamos a saber que Theus se ha enamorado si apenas sabemos cómo nos llamamos?

    —¡Es cierto! —apoyó Silvia—. Tú lo sabes todo Caleb, así que cuéntanos, ¿quién es la afortunada y cómo es eso de la maldición?

    —¡Anda! —habló Ciro algo enfadado— ¡Cuéntanos! ¿Y por qué Theus no nos dijo nada? Se enamora, ¿y no nos dice? ¿Conocemos a la culpable?

    —¿Culpable? —Silvia miró perpleja a Ciro— ¿Por qué culpable?

    —¿Has notado cómo ha dejado a nuestro amigo? ¡Ése de ahí no es nuestro Theus!

    —¡Hey! —gritó el susodicho mirando a sus amigos muy molesto— ¡Bajen la voz! ¡Todo el salón está escuchando mi vida íntima!

    Los amigos miraron en torno, notando avergonzados que todos los demás compañeros los miraban en silencio y con demasiada atención, en espera de más información. E incluso había pasado desapercibido para ellos que la maestra Moira Rodríguez había entrado y sentada detrás del escritorio, también esperaba que ellos continuaran dando detalles de la vida íntima del más atractivo de sus alumnos.

    —Bueno, bueno —dijo Moira levantándose del asiento, sintiéndose también avergonzada por ser parte de los curiosos espectadores—. La vida de nuestro compañero Castillo no nos incumbe, así que a lo que vine. Empecemos con el ensayo.

    Un murmullo de inconformidad se levantó por todo el salón, sin embargo por el momento, la vida íntima del compañero Castillo quedó ahí. No obstante, más temprano que tarde, casi todo el salón acorraló a Caleb en cuanto comenzó el receso para el almuerzo. Sus amigos tuvieron que arrastrarlo de en medio de los compañeros para llevárselo a un lugar más discreto, en donde sólo estuvieran ellos cinco.

    —¡Woo! —gritó Caleb— ¡Me siento como si fuera Theus! ¡Qué popular me he vuelto! ¡Hasta me rescataron de la fanática multitud!

    —Deja de decir tonterías, Caleb—pidió Ciro en actitud amenazante—, suelta la lengua.

    —Está bien, está bien. No se molesten con el pobre de Caleb —dijo él bastante divertido—. Empezaré por el principio. Matheus conoció a Lorena, le gustó su risa y… A mí también me gustó su risa, ¡tiene una risa que si ustedes la oyeran…!

    —¡Caleb! —gritaron todos.

    —¡Es que es cierto! Lorena Rivas ríe como los ángeles mismos.

    —¿Lorena Rivas? —preguntó Silvia— ¿Quién es ésa?

    —La misma que le mandó una carta de amor a Damián Castillo en tu nombre.

    —¿Qué? —vociferó Silvia poniéndose colorada— ¿Cómo que le mandó una carta de amor en mi nombre a Damián Castillo?

    —Sí, y de allí partió todo. Después siguió el desorden de los casilleros, luego esa otra carta de amor dirigida a Rene Liud en nombre de Lina Hidalgo, la cual leyó Sarah Maltes y así Lorena dejó de ser invisible, cuando menos para el que nunca debía notarla. Matheus la notó y cayó redondito a sus pies. Está enamorado de ella hasta el tuétano y si él y Lorena continúan con esa relación, ella morirá porque…

    —¡Tiempo! ¡Tiempo! —Solicitó Marlon, más confundido que todos— . Vamos por partes. Entiendo que cuando dices Lorena Rivas, te refieres a la sobrina de la directora, y también entendí que ella es la culpable del desorden en el pasillo de los casilleros. Lo que no entiendo mucho es eso de las cartas, de Silvia y de todo eso.

    —Vamos, sabihondo —pidió Silvia irritada—. Yo tampoco entiendo eso. ¿Por qué estoy involucrada?

    Caleb suspiró y dijo ya malhumorado:

    —Es parte de la venganza de Lorena Rivas, porque nadie la notaba y todos la ignoraban, la agredían y la lastimaban. Ella cobró venganza, la que culminó en el partido de ayer. ¡Menuda camorra se armó! Miren, aquí lo que importa es que Theus y Lorena se aman, pero ese amor no puede ser porque está maldito. Una maldición pesa sobre ellos y si no hacemos algo para ayudarlos, ella morirá. Además, los tíos de ambos se empeñan en separarlos. Lorena no vino hoy a clases y por eso Theus anda así.

    *******


    HarunoHana, gracias por tu comentario tan animador.
    A los demás, gracias por leer :XD:
    Saludos.
     
    Última edición: 28 Agosto 2015
  20.  
    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

    Libra
    Miembro desde:
    4 Mayo 2010
    Mensajes:
    1,177
    Pluma de
    Escritora
    De nada, sabes que siempre te apoyare en comentarios... o por lo menos cuando me acuerde XD. An si, por ahi se te paso un nombre que no debias estar alli:

    Jajaja, Caleb me ha hecho reir, jajaja. Asi que ya sabe lo que implica ser alguien tan popular, eh. Bien, pero es que nadie le manda saberlo todo, verdad? Ahora bien, lo malo aqui es que debe explicar todo a sus amigo, desde el inicio y el fin... la cuestion es: ellos podran ser de alguna ayuda? Quien sabe, habra que ver.

    Dios! Que horrible pesadilla tuvieron ambos! Asi que en verdad eso puede pasarle a Lorenal, ella morira. No tiene que salvarla, cual es esa supuesta cura a la maldicion? Estoy intrigada por saberlo. Espero conti ansiosa, ok?

    Hasta otra.
     
    • Me gusta Me gusta x 1

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso