Suspenso «No hay nadie en casa...»

Tema en 'Relatos' iniciado por Meowffin, 11 Octubre 2019.

  1.  
    Meowffin

    Meowffin "Nunca des por hecho que no pueden"..

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    Título:
    «No hay nadie en casa...»
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Fantasmas
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1070
    Historia real. Para la actividad «Someone... Somewhere»



    «No hay nadie en casa...»


    Esto pasó hace algunos años; una de las pocas veces, durante tantos años, que fui de visita a casa de mi amiga. Pensé que ese sería un día normal, como con las anteriores veces en que la visité antes de aquella; con la diferencia de que esa vez sería una sorpresa, para ella y para mí, al ir sin avisar.

    Ese día, ya de entrada, todo me daba una extraña sensación; como de que algo pasaría...



    Salí de clases —específicamente de matemáticas— y me dirigí a su casa, cuyo camino se sentía solitario mientras lo recorría a casi pleno medio día; mientras que las pocas personas que veía me eran algo distantes al tomar sus propios rumbos y sin reparar en nadie más, aquellas mismas que me hacían sentirlas como si fuesen espejismos y como si en realidad no estuviesen ahí.

    Completé los diez o quince minutos de recorrido, hasta llegar al portón de la casa de mi amiga.

    —¡Mimi! —la llamé desde afuera, esperando su «¡Ya voy!» como respuesta; y luego me abriese algunos pocos segundos después de haberlo hecho.

    Pero su voz no se escuchó, al igual que tampoco se abrió la puerta ni salió, con ella, su perrita a saludarme.

    —«Tal vez está ocupada en la cocina, en el fondo de la casa; o algo pasa por lo que no me escucha» —fue, más o menos, mi pensamiento.

    Así que la llamé de nuevo.

    —¡Mimi! —pero tampoco hubo respuesta ésta vez.

    Solté un suspiro, frente a su portón. Luego reparé en el resto de la fachada de su casa; esperando escuchar o ver algo que me diga que ahí está, y esperando que salga alguien a decirme que en un momento me atiende.

    —¡Mimi! —nadie atendió mi nuevo llamado y menos fue a abrirme el portón; al menos, nadie de quienes hubiese querido.

    Al momento de llamarla por tercera vez —desde la ventana perteneciente a la habitación que está a lado de la puerta principal—, un rostro se asomó con lentitud a través de la cortina semitransparente; sin abrirla. Tal vez era su abuela —de quien me había hablado ya—, recordé; a ella no le gustan las visitas de extraños y, además, esa señora me daba algo de miedo.

    Volví a llamar a Mimi, de quien no obtenía respuesta; esperando a que su abuela me hable o me abra la puerta para saludarme. Pero ella nada más estaba ahí, observándome a través de la cortina.

    Suspiré y le puse, disimuladamente, un poco más de atención a eso que se me presentaba: un rostro cuyo color de piel rosa pálido se confundía con el blanco transparente de la tela, sin mayor pelo que el gris y poco tupido de sus cejas y sus pestañas; no se veía el cuello ni las orejas, nada. Aquello era como si fuese tan sólo una máscara, que alguien sostiene al otro lado de la cortina, para hacerme una broma de mal gusto; era como si fuese sólo la máscara de un rostro paliducho cuyos ojos me observaban a través de la cortina, fijamente y sin pestañear, desde hace unos muy largos cinco minutos.

    Decidí llamar de nuevo a mi amiga, tratando de ignorar aquella imagen que me hacía sentir que no debería estar ahí.

    —¡Mimi!

    Suspiré. Si tan sólo alguno de sus vecinos saliera para poder preguntarle por los habitantes de la casa.

    Luego de un rato, noté que aquel rostro se apartaba de la cortina —tan lento y sin dejar de verme fijamente como cuando llegó—; para luego esconderse en lo oscuro de la habitación. Esperé un poco más y luego me fui a una de las paradas cercanas para esperar a mi amiga; le envié un mensaje de texto, preguntando si está cerca de su casa o si de plano hay alguien ahí, pero no respondía y ya había perdido la paciencia.

    Me regresé a las afueras de su casa.

    —¡Mimi!

    Esperé unos pocos minutos más, con la sensación de que aquel rostro se asomaría de nuevo, por la cortina de la ventana, en cualquier momento y tal vez me hablaría.

    No obtuve respuesta al sms ni a mi llamado a su puerta. Así que decidí usar algo del poco saldo con el que contaba en el celular: marqué su número de contacto y esperé; respondió la contestadora, colgué y volví a llamarla...

    A la tercera o cuarta vez, me levantó la llamada; mientras me alejaba de su casa a paso lento.

    —¿Aló?

    —¡¿Diay, Mimi?! Llevo buen rato esperando afuera de su casa a que alguien me abra —claro que me sentía algo frustrada e igualmente nerviosa por lo de hace rato— ¿Ya viene?

    —¡Pero diay, Nanny, ¿usted dónde anda?! —escuché unas pequeñas risitas provenientes de ella, provocando que me ponga roja de vergüenza— ¿Recuerda que la semana pasada le dije que todos los fines de semana salimos? Hoy es sábado; hoy no estoy en casa, mi bella.

    Ok. Digamos que mi memoria no siempre fue buena.

    —¿Y su abuela está? —pregunté mientras me alejaba un poco más hasta llegar a la esquina de la acera.

    —No, nadie. Mi abuela nunca se queda sola, ¿recuerda que le dije? —me respondió tan paciente que, entre ella y mi creciente nerviosismo, sentía que me encogía.

    —¿Y su perra? —me detuve un poco, escuchando su suspiro.

    —A esa también nos la llevamos.

    Reí un poco, entre diversión e incredulidad.

    —Pues creo que me asustaron, porque vi una cara asomarse por la ventana que está a lado de la puerta de su casa. Me veía fijamente y después de un rato se quitó —terminé de explicar, como si aquello fuese algo común; a la vez que titubeaba.

    —Mi bella, lo siento... en ese cuarto murió mi abuelo y nadie lo usa desde hace mucho, sólo mi hermano que guarda cosas ahí —la escuché, con su tono de voz compasivo y comprensivo a la vez.

    Hablamos un poco más mientras seguía algo lento mi rumbo hacia la parada del autobús. Ambas, de acuerdo en seguir la conversación el lunes próximo.

    Colgué la llamada luego de despedirnos con un pensamiento: «Avisar antes de visitar». Lancé otro suspiro al guardar mi celular con música ya puesta, no sin antes revisar su respuesta a mi mensaje:

    —«No hay nadie en casa...»


    En ocasiones, las sorpresas no siempre son buenas.
     
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    Luix

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    Aish a mi me gusta que escriban historias de alguna experiencia uwu

    Bien primero quiero marcar unas cositas:
    Cuando se trata de un pensamiento va en cursivas y no es necesario el guión, ya que cuentas con un símbolo que indica el pensamiento.
    Mas abajo lo hiciste sin guión, pero no le has puesto cursiva ><

    Además algo que me dejó pensando:
    Si bien no mal entiendo, aquí está leyendo el mensaje, en ese caso, deberías de usar las comillas (" ")


    Fuera de ello, creo que me es espeluznante, y a la vez, tan peculiarmente gracioso que se haya tomado su tiempo para reaccionar ante el suceso. Me encanta como aguardaba paciente una respuesta, aún cuando la casa estaba vacía.

    La llamada fue la fresa del pastel, creo sin dudas que -además de que te has animado a contar- también has cumplido con el propósito. Consecutivamente cuentas con fluidez y buena ortografía.

    Saludos ~
     
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    InunoTaisho

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    Mira que Liux se me adelantó... ewe, y pues los detalles técnicos han sido mencionados perfectamente (a los orientadores también se nos va el dedazo y la coherencia jejeje)

    Pasé por aquí hace un par de días pero no me había dado el tiempo de comentar, y en realidad fue una experiencia personal bastante desconcertante y misteriosa... ¿será que de verdad quién se asomó a la ventana era el espíritu del abuelo muerto?

    Cómo sea, lo mejor cuando has visto algo así de escalofriante es levantar una plegaria por el difunto y comerte un chocolate... uwu.
     
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