¡detective handsome 4!: el origen del mal

Tema en 'Fanfics Abandonados Pokémon' iniciado por MrJake, 20 Julio 2013.

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¿En qué región quieres que suceda la futura entrega de Handsome?

Poll closed 10 Agosto 2013.
  1. Floresta

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    MrJake

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    Título:
    ¡detective handsome 4!: el origen del mal
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    2472
    Prometí que habría una cuarta parte de Handsome, y yo cumplo mis promesas.

    He de decir que esta entrega no será en absoluto gore, como lo fue su predecesora. Sin embargo, sí que comparte un ligero detalle: esta entrega también tiene una “ligera” (mucho más ligera que la que tenía la anterior) inspiración en una obra de mi amada (<3<3<3<3<3) Agatha Christie. ¿El título de la obra? No lo revelaré hasta el final, porque si lo hago, y alguien la ha leído, se podría chafar el fic entero.

    En fin, como acostumbro a decir, lo entenderán todo al final.

    Oh, por cierto. Cuando haga, más tarde o más temprano, la quinta parte de la saga, ésta sucederá en una región Ranger. ¿En cuál? Lo decidirán ustedes. ¡Voten la encuesta! Estará abierta por tres semanas.

    Dicho todo esto, disfruten de la cuarta parte de la saga de intriga policíaca protagonizada por el detective más caradura, olvidadizo y con un importante exceso de amor propio de Pokémon: ¡Handsome!

    Si no has leído las anteriores, ¡no dudes en hacerlo!

    Handsome 1
    https://fanficslandia.com/index.php?threads/%C2%A1detective-handsome-%C2%BFqui%C3%A9n-mat%C3%B3-a-pikachu.27670/
    Handsome 2
    https://fanficslandia.com/index.php?threads/%C2%A1detective-handsome-2-el-caso-del-alto-mando.29813/
    Handsome 3
    https://fanficslandia.com/index.php?threads/%C2%A1detective-handsome-3-diez-pok%C3%A9mitos.30330/


    ¡Detective Handsome 4!: El origen del mal.


    Cuando todo sale mal, cuando no te queda nada. Cuando lo único que te mantenía con ganas de vivir se va. Cuando tu vida deja de tener sentido.

    Cuando eso sucede, surge el mal. Una profunda oscuridad en el corazón de las personas, que se alimenta de éste, lo consume… hasta que no queda nada.

    Y cuando el mal se apodera de uno, ya no se puede razonar. Ya no existe lógica alguna, no existen remordimientos, compasión o pena. Solo la ira y la venganza.

    Y cuando surge la venganza, surge el odio.

    Y con el odio, llega la muerte. Llega el asesinato.

    Todo mal tiene un origen. Cada persona, una historia. Cada rosa… una espina.



    Prólogo:

    La brisa marina acariciaba mi cara con suavidad. Permanecía ahí aún, en Kanto, cuando yo realmente deseaba irme de aquella para mí traumática región. Por Arceus, ¡acababa de salir de una mansión del demonio donde habían muerto asesinadas sin escrúpulos de ningún tipo varias personas importantísimas para la zona! ¡Y ahora, en un barco, rumbo a quién sabe dónde, con un tipo con gabardina y sombrero y pintas de mafioso, y un crío loco que no para de moverse ni de hablar! ¡Rumbo a descubrir otro asesinato! ¿Realmente se piensan que me apetece, que quiero volver a saber algo de crímenes, después de aquello? ¿En serio se piensan que me apetece ir allá?

    Pues claro que me apetece. ¡Estoy deseando! El gran Handsome vuelve a la carga, con apenas tiempo para asimilar lo sucedido, pero vuelve. Al menos, tengo frescos los crímenes, siento de cerca el olor de la muerte… no me va a hacer falta “calentar”

    Sería rápido. Eso seguro. Bah, ¿pero por qué tanto misterio? Es más, ¿por qué vamos nosotros tres solos en este yate…? Hay que promover el transporte público, demonios.

    Tiene dinero, el señor gabardinas. Y dinero no precisamente limpio, se notaba. ¿Quién era él? Sí, hombre. Había oído hablar de él, pero tenía un nombre impronunciable.

    Bueno, ¿qué más da quién sea? Me importará más adelante, si realmente míster gabardinas está metido en el ajo.

    Barry, mi nervioso, irritante, desquiciante e irónicamente, a la vez querido ayudante, estaba más alterado que de costumbre. Lord gabardinas no le era de especial agrado.

    Y como para serlo, tiene pintado en la cara la palabra “mafioso”.

    —Agradable brisa —quise romper el hielo, darle conversación a mi ayudante, antes de que a éste le diese un ataque de ansiedad—. El mar es un lugar fascinante.

    Señor gabardinas no pestañeó, no se inmutó. Seguía con su gabardina negra y su sombrero ocultando su cara, de brazos cruzados, apoyado en la barandilla de cubierta.

    —Barry, ¿me cuentas los detalles del caso? —un poco de conversación para el chaval. Parecía que estaba hasta mareado. Me faltaba ya que me vomitase los zapatos.

    Pero antes de que pudiese hablar, Lord gabardinas intervino.

    —He sido yo quien solicitó sus servicios. Así que esas cosas, pregúntemelas a mí.

    —¿Y bien? —no me gusta perder el tiempo, ¿no podía contestar directamente? —¿Qué ha sucedido exactamente?

    —Un asesinato —dijo con rudeza—. Han matado a una soldado de mi organización, y no sabemos nada de ella. En mis listas no figura su nombre, no figura algún dato de ella. Quiero saber quién es, por qué se ha infiltrado y quién ha montado ese escándalo en mi equipo.

    Ah, cierto, ahora recordaba. Ese Lord Gabardinas era el hombre que lideraba el Equipo Croquet, al que pertenecían los dos payasos con trajes blancos y horribles tintes de pelos de colores chillones. Claro, con razón me advirtió Barry. “El cliente no quiere que nada de lo que se vea, oiga o haga en el lugar al que vamos salga de allí”.

    En otras palabras: voy a meterme de lleno en una organización criminal. Y todo por culpa de Barry. Este ayudante mío…

    Voy a tener que subirle el sueldo, ¿meternos en la base de una organización criminal? Suena de maravilla.

    —Ya veo —dije. Me percaté de que la muerte en sí le importaba poco. Simplemente quería restaurar el orden en su Equipo—. ¿Cómo murió?

    Míster gabardinas rió levemente.

    —Mejor será que usted mismo lo vea.

    Mi ayudante, al que la mezcla del vaivén marino y los nervios por la situación que se avecinaba no le sentaba nada bien, tragó saliva con fuerza.



    Al fin llegamos a un lugar perdido de la mano de Arceus, donde, entre rocas enormes como acantilados que surgían del mar, se encontraba una espectacular base, un gran edificio negro.

    La base del Team Rocket.

    Desde luego, Señor Gabardinas sabe elegir qué detective debe contratar. Cualquiera otro habría llamado a refuerzos y habría encarcelado a todo el equipo, sabiendo dónde estaba la base. Pero yo no lo haré. ¿Qué tiene eso de divertido? Sería demasiado fácil. Y demasiado obvio, después de todo. De seguro tienen un sistema de vigilancia que detectaría a los refuerzos. Eso explica los grandes cañones que asoman del edificio. ¿Se acerca un enemigo? ¡Bum!, y problema resuelto.



    Desembarcamos, y Lord gabardinas tenía a todo un elenco de soldados vestidos de negro en dos filas, en posición firme y creando un largo pasillito desde el atracadero hasta la entrada a la base.

    Caminó Gabardinitas por el pasillo improvisado sin inmutar su vista. Yo lo seguí mirando con ojo crítico a cada soldado. Pero eran muchos. Soy bueno, pero no hago milagros; no puedo analizar a tantas personas de un vistazo rápido.

    Aunque en el fondo sí que puedo, pero no me apetece.

    En fin, avanzamos despacio mientras Barry se agarraba a mi gabardina, temeroso.



    Llegando a la puerta enorme del enorme edificio, un hombre de cabellera azul, ridículas cejas absurdamente pequeñas y ojos sagaces, que vestía un traje blanco, esperaba con las manos puestas en una pose erudita, tras su espalda. Era, obviamente, superior a los demás.

    —Señor Giovanni —se agachó, haciendo una reverencia.

    Míster gabardinas lo miró serio.

    —Éstos son los detectives que he contratado para que averigüen algo sobre la infiltrada —dijo seriamente—. Guíales hasta ella. Yo voy a acomodarme.

    Dijo esto mientras entraba en el edificio, apartándose el pocas-cejas para darle paso, acompañando su movimiento con un “Sí, señor” de tono casi militar.

    Luego, volvió a obstruir la puerta y nos dijo.

    —Marchemos pues, el jefe no quiere que perdamos el tiempo —y comenzó a andar edificio adentro, mientras nosotros lo seguíamos.

    Por dentro aún era más impresionante el edificio. Multitud de soldados transitaban por el lugar, algunos cargando jaulas con pokémon de todo tipo.

    El chico de las mini-cejas nos llevó hasta una sala donde había un enorme estadio de batallas pokémon. Sorprendía, sin duda, que hubiese algo así en un lugar como ese.

    —¿Y bien? —dije, impaciente, mientras seguía teniendo pegado a la chepa a Barry—. ¿Dónde está la víctima?

    El cejas pobres señaló al techo.

    Miré hacia arriba, y no pude evitar enarcar una ceja extrañado.

    De la parte más alta del lugar, del techo, colgaba con una especie de cuerda un cuerpo inerte, apenas distinguible desde abajo.

    —La encontramos así, justo como está ahora. No la hemos tocado —afirmó con suma seriedad Cejicorto.

    Miré extrañado, reflexionando, al cadáver que colgaba del techo.

    —Pues hay que bajarlo —dije, tajantemente—. De lo contrario, no podré hacer mi trabajo.

    Cejicorto meditó un momento.

    —Supongo que es obvio que hay que bajarlo. Está bien. Consultaré con el gran Giovanni. Mañana podrán examinar el…—fue interrumpido por un grosero hombre que entró andando de manera encorvada y extraña. El tipo tenía uno de los uniformes negros comunes, pero no tenía gorro. En su lugar, llevaba al aire el pelo morado, seguramente teñido en la misma peluquería que esos Chessie y Chames.

    —¡Así que aquí están los polis! —dijo groseramente, gesticulando en exceso.

    ¿Y esa barba? ¿También teñida? ¿Qué clase de moda era esta? Una ridícula perilla, más que una barba. “Perillitas” me pareció un nombre espléndido.

    Con ojos grandes pero pupilas enanas, miró a su compañero.

    —Déjame que les dé una vueltecita por aquí, ¿te parece? —dijo con su estridente voz ronca.

    —De hecho, estaba a punto de ordenártelo —dijo, mientras se marchaba de allí—. Yo tengo que hablar con el jefe.

    Y se marchó.

    —Bueno, bueno —me dijo Perillitas, pasando su mano por mi espalda en plan colegas. Esas confianzas no me gustaron nada. Denotaba que era una persona despreocupada y que se tenía demasiado sobreestimado a sí mismo—. Así que polis, ¿eh?

    —No somos policías —dijo Barry, hablando por primera vez en horas. Ya no recordaba lo molesta que me resultaba su chillona voz. Bueno, en realidad la mayoría de las voces poco comunes me irritan—, sino detectives. Vamos por cuenta privada.

    —Ya, ya —comentó él, desinteresado—. Voy a mostraros dónde vais a dormir. Hasta mañana, no podréis investigar nada.

    Nos guió por un largo pasillo, y al fondo, una serie de habitaciones donde supuse se quedaban los soldados.

    —En esta habitación se quedan cuatro soldados, pero dos de ellos no suelen estar por aquí —entre dientes dijo—Son tan inútiles que el jefe los mantiene todo lo alejados que puede —volvió a hablar normal— Así que, bienvenidos al hotel Rocket. Primeras calidades —su tono irónico resultaba ridículo, y su risita “Ju ju ju”, patética. ¿Ese hombre era un alto cargo? —. Buenas noches.

    Efectivamente, ya estaba anocheciendo. Y no teníamos, ni debíamos tener, nada que hacer allí por hoy. Así que entramos en el cuchitril que teníamos por habitación.

    Dos literas a la derecha, y dos a la izquierda. Me pregunté a mí mismo qué compañeros de habitación ocuparían las dos camas adyacentes, y quiénes serían los soldados inútiles sobre cuyas camas íbamos a dormir.

    —Siniestro lugar el que te has buscado para quedarnos unos días, camarada —le dije burlesco a Barry.

    —Sí, pero a ver quién le decía que no a ese mafioso —temblaba su voz.

    —No te preocupes —me eché en la litera de abajo—. No te culpo que me hayas traído aquí. Te lo agradezco, de hecho.

    Él me miró extrañado, y, tras un suspiro, murmuró.

    —Pues yo sí que me culpo.



    Ah, me encantaba estar allí. Se respiraba delincuencia, era un ambiente donde la dignidad y la honradez no existían para nadie. Todos los soldados que allí transitaban buscaban únicamente el dinero, tan necesario. Y los altos cargos también buscaban el dinero, al tiempo que se sentían poderosos mandando a los otros.

    Y yo estoy allí en medio, rodeado de criminalidad.

    Me encanta.
     
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  2.  
    MrJake

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    ¡detective handsome 4!: el origen del mal
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    Misterio/Suspenso
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    4
     
    Palabras:
    3170
    Capítulo 1.

    Desperté de madrugada, incómodo en aquella cama tan mala en la que supuestamente el objetivo es conciliar el sueño fácilmente.

    Mirando a las dos literas de al lado, me percaté de que estaban ocupadas; nuestros compañeros de habitación estaban allí, y aún permanecían despiertos. Fingiendo estar dormido, oí la conversación que mantenían, él en la litera de arriba y él en la de abajo.

    –Oye, Cassidy –dijo él, iniciando la conversación, en voz muy baja para no despertarnos–. ¿Crees que estos dos son los detectives que han contratado para el asunto de aquella mujer?

    –Posiblemente. Mira la ropa que llevan puesta, el arriba tiene una gabardina de esas andrajosas que llevan los detectives –contestó ella, refiriéndose a mí, claro. Como si su “Gran Ríovanni no llevase gabardina. Y la mía era más estilosa. Realza mi figura, sí.

    Permanecieron callados un rato.

    –¿Crees que realmente era ella? –se preguntó la mujer, muy seria.

    –Creo que sí –dijo apenado el de los pelos azul verdoso–. Al menos, se parecía mucho a la de las fotos…

    –Ya verás cuando ella se entere –se estremeció Cassipy–. Años sin saber de su madre, para ahora esto.

    –Al menos estaba fuera. Hubiera sido peor que se la encontrase muerta ella misma.

    Vale. Estaba pillándolo, pero, ¿quién era ella? Estaba claro que sabían algo de la identidad de la mujer asesinada: era la madre de alguien, seguramente una compañera de la pareja.

    Pero que ellos sepan de la identidad de la víctima me parece extraño. No cuadra, si nos fijamos bien.

    En fin, di la vuelta en la cosa a la que ellos llamaban cama e intenté dormir, mientras admiraba a mi compañero de la litera de abajo por lograr dormir a pierna suelta sin inmutarse, lanzando tremendos bramidos en forma de ronquidos.



    A la mañana siguiente fuimos despertados con violencia por una sirena que recordaba a las de patio de colegio.

    Mientras yo abría los ojos, pude apreciar como la pareja que nos acompañaba salía por la puerta, sin pasar apenas segundos desde que sonó la alarma.

    Posiblemente, ese sería el toque que informaba de que su descanso había acabado, y por ende empezaba su trabajo. Y acudían prestos, sin perder ni un segundo, ¿tal vez por pasión por su trabajo? Imposible, a nadie le gusta trabajar en algo así. ¿Disciplina, tal vez? No; solo había que ver la cara a algunos soldados para percatarse de la incompetencia de éstos.

    Estaba claro. Temían a sus superiores. Éstos debían ser tan estrictos que castigarían al mínimo fallo, al mínimo minuto que se retrasasen de su labor. Y tenían miedo. El miedo es el motor con el que funcionaba aquella “empresa”.

    –Arriba –le dije a Barry una vez me encontraba abajo, fuera de mi litera. El chico no se movía, solo permanecía con la boca abierta y emitiendo un fuerte ruido.

    Ni siquiera al zarandearlo pude despertarle.

    –Bah, que duerma –me dije, desistiendo de lograr despertarle y saliendo de la habitación.

    Los pasillos de la zona de dependencias de los soldados estaban vacíos; ni un soldado quedaba por allí. Solo el silencio se escuchaba en aquellos largos pasillos.

    Finalmente alcancé el final del pasillo, y cuando me acercaba a la puerta que me conduciría al estadio, un hombre entró por ella.

    ¿Era hombre o mujer? Bueno, tuve mis dudas. Se le veía con cuerpo de hombre: alto, con aquel uniforme negro típico del equipo y la gorra a juego cubriéndole el cabello. Pero el cabello, con otro tinte de color azul igual de horrendo que el resto de los altos cargos, era largo, cortado de peculiar forma y acabando en punta a ambos lados de la cara. Cara que, por cierto, tenía algo que lo hacía parecer mujer. Era “femenina”, supongo: tez blanca, ojos hondos y grandes, a la par que delicados, pequeña nariz y labios brillantes.

    Aunque su voz varonil disipó mis dudas sobre su sexo.

    –Supongo que hablo con Handsome.

    No, no estás hablando con nadie, puesto que aún no he contestado. La gente tiene que aprender a expresarse bien.

    –El mismo –ahora, ahora sí “estamos hablando”.

    Él me miró serio, analizándome con su cínica mirada.

    –Mi nombre es Protón. Soy un ejecutivo del Team Rocket. Sígueme –me dijo sin gana alguna, dando media vuelta y dirigiéndose hacia yo pensaba dirigirme antes, hacia el escenario.

    Ya no colgaba de arriba el cuerpo, ahora estaba en el suelo, cubierto con una sábana blanca y rodeado de personas. Todos los que lo rodeaban tenían aspecto importante, tenían ese “algo” que denotaba que no eran simples soldados.

    –Vaya, cuanta expectación causo –dije medio en serio, medio en broma.

    Ellos me miraron con despotismo. Los criminales tienen muy poco sentido del humor. Eran seis las personas que me esperaban allí, más “Don Femenino” (un mote algo cruel, sí, pero perfecto para él), que me acompañaba, siete altos cargos del equipo.

    –¿Y su ayudante? –oh, pero mira que bien. Mi amigo cejicorto se encontraba entre los cinco.

    –Durmiendo. Pero no importa, yo soy quien realmente resolverá esto –contesté arrogante.

    Una mujer con un traje más parecido a un vestido que otra cosa y absurdamente maquillada me miró de arriba abajo y me dijo:

    –Esperaba otra cosa –con cierta decepción–. En fin, como pediste, aquí tienes el cuerpo, bajado para que puedas verlo.

    Antes de hacerle caso a la desagradable Lady Maquillajes, miré a los siete administradores que tenía enfrente de mí.

    Dos de ellos eran realmente atemorizantes. Tenían ambos trajes de color gris, diferentes a los comunes. Uno de ellos era rubio y fornido, alto, y llevaba gafas de sol. La otra tenía un rostro serio y sereno, un excéntrico peinado y pelo color plateado.

    Otro joven permanecía algo más aislado que el resto. Sus ojos amarillentos permanecían atentos a lo que sucedía, mientras el cuello de la pesada chaqueta que llevaba le tapaba la boca casi al completo.

    Respecto a los otros cuatro, dos de ellos ya me eran conocidos: Cejicorto y Perillitas, a los que sumamos a Don Femenino y a Lady Maquillajes.

    Los siete se veían gente importante, como ya he dicho. Criminales de élite, desde luego, aunque unos más que otros (porque Perillitas tenía de disciplinado lo que yo de ingenuo).

    Total, que analizados ligeramente todos, me agaché, dispuesto a contemplar aquel cadáver. Aparté la manta que lo cubría, y me encontré con un bello rostro de mujer, con pelo morado y peinado con una permanente horrorosa, extendiéndose a ambos lados en dos largas… ¿coletas?, con un bucle al final. Dios, ¿en qué clase de peluquería se acicalan los del Team Rocket?

    Pero, después de todo, ¿era del Team Rocket? Su uniforme decía que sí, desde luego. El clásico negro, con la “R” roja en el centro.

    ¿Cómo murió? No hace falta preguntárselo, saltaba a la vista: un profundo tajo de cuchillo en el estómago era la prueba de que murió apuñalada.

    Pero, ¡un momento! Eso no tiene sentido.

    Mas aún no era momento de hablar. Aunque sí que había otras dudas que sí era el momento de resolver, o de al menos intentarlo.

    –No dude en preguntarnos si quiere saber algo –dijo con una forzadísima amabilidad el chico de pelo largo y chaqueta que le cubría la boca–, el señor Giovanni nos ha pedido que acudamos para eso, precisamente.

    –Pues sí que hay algo que me gustaría preguntar. ¿Se sabe algo del arma del crimen? –quise saber.

    –No, lo cierto es que no –intervino la mujer de pelo plateado y uniforme gris, en tono sombrío–. Todo estaba justo como lo encontró ayer usted.

    Asentí.

    –¿Y la víctima? ¿Sabéis quién es? –pregunté.

    –Tampoco –con voz ruda, el que contestó fue el compañero de la mujer de cabellera plateada–. El señor Giovanni miró en los registros de reclutas y no encontró a nadie que coincida con el perfil de esta muchacha.

    Vaya, ahora resulta que los soldados tienen una especie de “carné” que les identifica. Y esta soldado no aparecía en sus listas.

    No, hay muchas cosas que no me cuadran.

    –Bueno, ¿tendrán algún laboratorio de científico loco, cierto? –dije, para nada en broma.

    –Más o menos, más o menos, si es que tienes el valor de llamar loco al Cascarrabias –me dijo Perillitas, en esa misma actitud de veinteañero fiestero del otro día.

    –Y supongo que sabrá analizar la genética, ¿no?

    –Claro, chico, la genética es la especialidad de la casa –afirmó feliz Perillitas.

    –Comprendo por donde vas –dijo Cejicorto, agachándose y tirando del pelo del cadáver, arrancando un mechón.

    Asentí sonriente. Después de todo, Cejas pobres tenía un mínimo de lucidez.



    [Barry]

    Desperté y Handsome ya se había largado. ¿¡Acaso huía de mí!? Con lo temprano que era… bueno, en realidad era cerca de la una del mediodía, pero, en fin.

    ¿Qué hacía yo ahora, solo? Temía salir de allí, de la habitación, ¿y si me encuentro con algún soldado que me confunde con un infiltrado y ¡ZAS!? No, no, no, no podía.

    Aunque por otra parte, si me quedaba allí, y alguien entraba a la habitación, podría pensar que soy un ladrón, y quien roba a un ladrón, no tiene perdón.

    ¿Qué hacía? ¿Qué debía hacer?

    En cualquier caso, era tarde para decidirme, pues el pomo de la puerta estaba girando.



    [Handsome]

    Mientras estaba esperando a los resultados de los análisis, llevados por Protuno, o bueno, Don Femenino, a laboratorio, los demás quedaron conmigo, no sé exactamente si para ayudarme o para vigilarme.

    –Bueno, no nos hemos presentado –dijo Perillitas, golpeándome la espalda jovialmente. Ahora comenzaría una molesta tanda de nombres de los que no recordaría ninguno–. Soy Petrel, que junto con Protón, somos ejecutivos del Equipo. Esta de la cara tan larga es Atenea, y el que está a su lado es Atlas –qué quieres que diga, yo prefiero Perillitas, Lady Maquillajes y Cejicorto–, la mano derecha y la izquierda de Giovanni, como quien dice. Esos dos son Atila y Juno, los Comandantes del equipo; por último, él es Pierce, encargado de las patrullas enviadas fuera de Kanto y Johto.

    ¿Alguien le había pedido que hiciese presentaciones? No me iba a acordar de ninguno de esos nombres, qué demonios.

    –Seamos directos –dijo tajante Cejicorto–. Nuestro jefe quiere resultados cuanto antes. El asunto del crimen ha producido mucho revuelo y quiere que se sepa cuanto antes quién lo ha provocado. Pero no solo eso, sino que ansía saber quién era ella. Así que su trabajo es doble, no solo debe descubrir al criminal, sino que debe averiguar la identidad de la víctima.

    –Estoy seguro de que los datos que obtengamos del análisis del cabello nos darán alguna pista sobre la segunda cuestión.

    –Pues dese brío –me replicó Lady Maquillajes–. No queremos hacer perder la paciencia a Giovanni, y hay muchísimos soldados por interrogar en la base. Se encuentran fuera, en…

    –No, gracias –dije tajante–. No creo que lo necesite.

    –¿Y cómo piensa encontrar al culpable si no interroga a nadie? –me replicó el tal Atiza.

    Sonreí. En serio le doy gracias al cielo por darme esta mente tan brillante.

    –Por ahora me bastará con preguntarles una cosa, y luego simplemente necesitaré los análisis.

    –Pues pregunta –me dijo Perillitas–, no podemos estar todos los jefes perdiendo el tiempo aquí, esos inútiles de los soldados no saben dar una a derechas sin “supervisión”.

    –Es una pregunta sencilla: ¿dónde se meten los soldados en este momento? –pregunté, y nadie comprendió por qué esa pregunta.

    –Fuera –contestó Pierce–. O bien en el otro ala del edificio o bien fuera de éste. En esas zonas es donde están sus áreas de trabajo. Aquí solo encontrarán las dependencias, el comedor común y esta pista de combate, que es donde los pokémon con los que experimentamos ponen a prueba su poder. Esta zona está prohibida para los soldados en horas de trabajo.

    –Bien. Pues eso es todo –dije, dándome la vuelta y marchando hacia mi habitación, dejando a todos sin comprender.

    Era hora de esperar, esperar hasta que estuviesen los resultados. Golpeé la habitación, y el vago de Barry me dio paso a ella, estando tumbado en la cama aún, pero por suerte despierto, entretenido con una consola. Se exhaltó al verme.

    –¡Oh, señor Handsome, no se lo va a creer! ¡Ni me he movido de aquí y ya tengo algo de información para usted!

    Me sorprendió gratamente aquello. Pedí con ansias que me explicase de qué iba todo eso.

    –Verá, un soldado Rocket muy simpático entró antes a la habitación buscando al ayudante del detective, o sea, yo. Y me explicó que hace ya algún tiempo que Giovanni partió de la base, dejándola al cargo de Atlas y compañía. ¡Y durante ese tiempo, atento, fue cuando se infiltró la víctima, vestida de soldado, en el ala de los altos cargo. ¡No volvieron a verla salir de allí, dicen!

    Me quedé mirándole seriamente.

    –¿No te lo estarás inventando?

    –¡¡No!! –se molestó–. ¿Por qué iba a hacerlo?

    –Y ese recluta, ¿quién era?

    –Ni idea. Llegó, me contó aquello, y se fue. Ni siquiera me dijo su nombre.

    –Bueno, al menos dime cómo era –supliqué.

    –Pues, llevaba un gorro negro, y un uniforme con una R roja en grande.

    Una gota de sudor recorrió mi cara.

    –Gracias, Barry, ya solo me queda saber cuál de los miles de soldados que llevan ese traje es el que habló contigo –comenté con ironía.

    –De nada, señor –no comprendió la ironía, se ve–. Con todo, ¿qué ha sacado usted en claro?

    –Pues la verdad es que he avanzado muchísimo –confesé–, y si lo que me has contado es cierto, mis avances quedan confirmados al noventa por ciento.

    –¿Y bien, cuál es ese avance? –quiso saber mi impaciente ayudante.

    Sonreí.

    –Digamos que la lista de sospechosos ha disminuido de varios miles a tan solo ocho… y con lo que me has dicho, se queda en siete. Todo esto con un noventa por ciento de certeza, repito

    Se sorprendió cómicamente.

    –¿¡Y como ha hecho semejante avance en tan poco tiempo!? –preguntó extrañado.

    Obviamente, no le expliqué mis suposiciones. Pero aún tenía que confirmar muchas cosas, ese noventa tenía que ser un cien por cien.

    Había muchísimas cosas que me escamaban del caso, y apenas había empezado la investigación. En cualquier caso, tenía, sobre todo, que hablar con aquellos soldados que eran nuestros compañeros de habitación, quienes parecían conocer la identidad de la víctima.

    De todas formas, convencido estaba de que los análisis iban a darme pistas.

    Entonces golpearon la puerta.

    –Señor Handsome, los análisis están aquí –informó Plotón, que abrió la puerta aún cuando no le di permiso, ofreciéndome el sobre de los análisis en tiempo verdaderamente récord.

    –Gracias –él se marchó y yo abrí el sobre rápidamente–. Interesante. Muy interesante.

    Barry me miró extrañado.

    –Cierto es que no está en las listas del Team Rocket. De hecho, no “está”. “Estaba” –expliqué.

    –¿Cómo? –no entendía mi compañero lo que decía.

    –Que la víctima se llama Miyamoto. Y era un alto cargo del equipo, hasta que desapareció.

    –Oh –dijo mi ayudante, aturdido.

    –¿Por qué volvería, si…? –mis pensamientos se interrumpieron por una línea que no había leído en los informes–. Aquí pone que…

    –¿Qué? ¿Qué pone?

    Miré seriamente a Barry.

    –¿Te suena el nombre de Jessie? –le dije, mientras mi memoria trataba de horadar en la casi inexistente zona de nombres.

    “Coincidencia del 90% con la recluta 0618003-B, Jessie. Confirmado lazo de consanguineidad”. Eso afirmaban los análisis.

    Pero, ¿dónde había oído yo ese nombre?
     
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    MrJake

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    ¡detective handsome 4!: el origen del mal
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    Capítulo 2

    ¿Qué tenía? No gran cosa en realidad. Aunque lo poco que sabía ya me llevaba a algunas conclusiones.

    Lo único que tenía era un cuerpo de una mujer atado por el pie, colgando desde el techo de una enorme pista de combates pokémon. La mujer en cuestión murió de un tajo con un cuchillo en el estómago y respondía al nombre de Miyamoco… o algo así, la cual era una ex soldado del equipo desaparecida hace varios años y cuyos genes se correspondían con los de una actual soldado del equipo, Jersey.

    A mi ayudante Barry acudió un soldado muy “simpático”, según sus palabras textuales, que simplemente le reveló que Giovanni no estuvo en la base durante hace varios días, y estuvo un buen tiempo ausente. En su ausencia, una mujer que el soldado misterioso dice ser la víctima, entró en el ala de los altos cargos, y no se la volvió a ver.

    Además, que los soldados no pueden pisar las dependencias mientras estén en horario laboral, y por ende no creo que les permitan en absoluto adentrarse en la zona de los altos cargos. Lo cual corrobora mi teoría: la mató uno de los ejecutivos o altos cargos del Team Rocket, excluyendo al líder Giovanni si realmente éste no estaba presente, como reveló el supuesto soldado enigmático.

    ¡Claro, si se veía venir! Si la infiltrada Miracoto se metió en la zona de los altos cargos, ningún soldado pudo estar allí presente. Uno de los ejecutivos, por x o y razón, la mató, y luego fue tan fácil como llevar su cuerpo al escenario y colgarlo allí. ¿Para qué lo cuelgan? Tengo una ligera idea, pero sería muy aventurada.

    Aún varias dudas me pasan por la cabeza, y hay varios puntos que no tengo muy claros. Por ejemplo, he de hablar con los soldados compañeros de nuestra habitación, quienes parecían estar seguros de saber quién era la víctima.

    Otra cosa que me resulta muy extraña es ese soldado simpático. ¿Quién es? ¿Y por qué querría ayudarnos?

    –Entonces, ¿en serio cree que ha sido uno de los altos cargo? –me preguntó incrédulo mi ayudante.

    –Claro. Es la única explicación, si realmente ese amigo imaginario tuyo dice la verdad.

    –¡No me lo he inventado! –recriminó, irritado–. Ese soldado vino a verme y me contó lo que le dije, ¡se lo juro!

    Reí.

    –En cualquier caso, debemos encontrar a nuestros compañeros de habitación –sugerí.

    –¿Eh? –dijo Barry, mirándome mientras yo salía de la sala–. Pero, ¡oiga –se levantó, para seguirme correteando torpemente–, no me deje aquí solo otra vez!

    Seguido de cerca por mi ayudante, me dirigí al exterior de la base, donde de buena mano sabía que se encontrarían todos los soldados.

    Al abandonar el lugar y salir al exterior, me abrumó la cantidad de soldados que transitaban por allí. Unos arrastraban jaulas y jaulas de pokémon, otros os entrenaban a base de latigazos, otros corrían en plan militar… todos, eso sí, supervisados por dos conocidos. Perillitas y Míster Femenino.

    –¡Gandules! –decía el segundo al grupo que corría en círculos alrededor suyo, con un megáfono en una mano y un látigo de cadena en la otra–. ¡Tenéis que correr más! ¿Os créeis que llegaréis a algo así? Vergüenza le daría veros al señor Giovanni –un latigazo con eco metálico en el suelo bastó para hacer que los soldados acelerasen el ritmo.

    –¡Buenas, volvemos a vernos! –saludé jovialmente, seguido de cerca por mi temeroso ayudante.

    –Oh, usted –me dijo sin dejar de mirar a los soldados–, ¿qué quiere?

    –Esto –le arrebaté el megáfono de las manos, acto ante el cual se quedó sin palabras. Me aclaré la garganta y dije en voz alta–. Atención, atención, la pareja de soldados que comparta habitación con el detective encargado del caso, que acuda enseguida al escenario –le devolví el megáfono–. Di que es una orden, que si no, no me harán caso.

    Estupefacto por mi falta de modales y vergüenza, Barry miró a todos lados, avergonzado por mí, mientras yo marchaba hacia el lugar acordado, oyendo mientras tanto:

    –¡Os habla Protón! Los soldados indicados, ¡obedeced y acudid allá!



    Cuán largos se me hicieron aquellos escasos cinco minutos que estuve esperando a la pareja. Odio esperar.

    En cualquier caso, la mujer con coletitas y pelo rubio anaranjado y su compañero, un chaval de pelo azul verdoso y peinado ridículamente en forma de cacerola, se acercaron a nosotros.

    –¿Nos buscaba a nosotros? –dijo ella, que dejó claro con su tono de voz desde el primer momento que era ella quien mandaba de los dos.

    –¡Ah, camaradas de cuarto, qué alegría! –exclamé con falso júbilo. Me encanta desconcertar a la gente. Son todos tan simples que resulta divertido ver cómo no comprenden una actitud que se sale de lo normal–. ¡Pero por favor! Tuteadme, tuteadme. Handsome, para servirles –extendí la mano, saludándoles cordialmente.

    Ellos me miraron extrañados. Aparté la mano al ver que no me contestaban, debía ser que mostré demasiada educación para alguien de su calaña.

    –Soy Cassidy –dijo ella, al cabo de un rato.

    –Yo Butch.

    No me interesaban mucho los nombres, pero algo me resultó gratificante, ¡era el primer nombre normal y fácil de pronunciar que oía en mucho tiempo: Butch!

    –Muy bien, Cassinda, Butch.

    El segundo se sorprendió.

    –¡Ha dicho bien mi nombre! –comenzó a llorar patéticamente, de la alegría. No había visto cosa más ridícula que esa en mucho tiempo–. ¡Lo han dicho bien!

    –Que sí, no des el espectáculo –dijo la “jefa” extraoficial, algo irritada.

    Me aclaré la voz de forma severa.

    –La foto –dije, extendiendo mi mano pidiendo que aquella imagen la llenara.

    –¿Qué foto? –se sorprendió ella.

    –La foto de la víctima –insistí.

    Los dos se miraron.

    –¿Cómo sabe que…? –me quiso preguntar Butch.

    Hombre, si os ponéis a hablar en voz alta estando a vuestro lado durmiendo otras personas, no es de extrañar que se despierten y te escuchen. ¿Tan simples son que no deducen eso?

    –Eso no importa –no me apetecía dar explicaciones–, ¿tenéis esa foto, o no?

    –No –afirmó ella–, sea como sea, se ha informado mal. La foto no la tenemos nosotros, la tiene su hija.

    Medité. Ah, sí. La tal Jessoy.

    –Y, ¿dónde está su hija?

    –Siempre están fuera, ella y sus dos compañeros –explicó Butch.

    –¿Dos compañeros? ¿Qué dos compañeros? –preguntó Barry, sobresaltándome. Ni recordaba que se encontraba detrás de mí.

    –James y ese gato parlante, Meowth. Siempre los mandan a misiones inútiles para tenerlos lejos, son unos incompetentes –explicó ella.

    –Y, ¿cómo son ellos? –quise saber, teniendo un vago recuerdo de aquellos nombres.

    –Una tía de pelo rosa y larga coleta, acabando en un bucle, y él lleva pelo azul y algo largo. Y el otro es un pokémon que habla.

    El pokémon no lo conocía pero, ¡ah! Esos dos son los mentecatos que estaban en la mansión.

    Ya tienen que ser incompetentes para que pasen varios días fuera y aún nadie se preocupe por ellos. Los dos podrían haber muerto.

    Pero entonces, ¿la mujer que murió, Miramimoto, es la madre de ella? ¿De la incompetente?

    ¿Qué sentido tenía aquello?

    –Entonces, ¿es la víctima la madre de uno de los integrantes del trío? –pregunté.

    Butch me contestó.

    –Sí, es la madre de Jessie. Era, mejor dicho.

    –¿Por qué se fue del Team Rocket? –preguntó otra vez mi ayudante, tomando algo de iniciativa, cosa que me irritó un poco. Me estaba haciendo mi trabajo–. Es decir, ella era soldado, pero desapareció en una misión. ¿Qué misión era esa?

    Los dos se miraron, y, tras unos segundos, ella dijo:

    –No lo sé con certeza. Pero se rumorea que fue la encargada de ir a buscar al pokémon con el que estaba obsesionada Madam Boss, Mew.

    A ver, que paren el carro. Las cosas hay que explicarlas con detalle. ¿Es necesario que pregunte una por una por cada cosa que requiere explicación? La gente a veces me agota.

    –¿Quién es Madam Boss? –pregunté. Qué mezcla más horripilante de francés mal pronunciado con inglés. ¿Qué clase de nombre es ese?

    –La fundadora del Team Rocket –dijo en tono severo Butch

    –Y la madre de Giovanni –concluyó su compañera–. Ella era amiga personal de Miyamoto.

    Eso me gustó. Una información útil. La víctima estaba relacionada de alguna manera con la fundadora del Team Rocket.

    –Genial –dije–, ¿dónde está ella? ¿Dónde puedo encontrar a Madam Boss?

    –Desapareció también, poco después de Miyamoto. Por eso su hijo la sustituyó.

    Oh, là là. Información buena. Aquello empezaba a ponerse emocionante.

    –Y ese Mew, ¿qué clase de pokémon es? –pregunté.

    –Oh, vamos, señor Handsome –interrumpió mi ayudante–, ¿en serio no ha oído hablar de él? Mew es un pokémon legendario muy raro que poca gente ha visto. Se dice que tiene los genes de todos los pokémon que existen en su ADN, y por eso puede adoptar la forma de cualquier otro pokémon.

    –Por eso es tan codiciado por el equipo –afirmó Cassipy.

    –¿Pero por qué tantas ansias de Madam Boss en encontrarlo? –quise saber.

    –No lo sé, siempre fue su deseo imposible de lograr. Pero luego Giovanni cumplió el deseo de su madre, y lo atrapó. Aunque se escapó, pudimos hacer una copia de él con su ADN, pero…

    Oh, me encantaba. Asuntos criminales, clones pokémon, ambiciones. Este iba a ser un caso muy entretenido.

    –Pero salió mal –terminó la frase Cassigy–. El pokémon que creamos se reveló y destruyó toda la antigua base. Su fuerza escapaba al alcance del Team Rocket y de cualquier otro entrenador. Fue bautizado como Mewtwo.

    Mew-two, el Mew-dos, qué originales. Estos del Team Rocket tienen una seria obsesión por los idiomas extranjeros y los tintes de pelo.

    En cualquier caso, ¿de qué me sonaba a mí toda aquella parafernalia de un clon? ¿Dónde había visto yo algún informe que decía algo similar? Podría ser también en…

    –¿Dónde se ubicaba vuestra antigua guarida?

    Ellos se extrañaron de esa repentina pregunta.

    –En Isla Canela.

    Claro. Estaba claro. La mansión, el laboratorio de la mansión. Siempre fue el lugar donde se creó a Mewtwo. Pero entonces, ¿dónde estará ese pokémon ahora? ¿A dónde ha ido Mewtwo? ¿Es realmente relevante la historia de este pokémon y su ser original con respecto al crimen?

    –Muy bien, gracias –le dije a mis interlocutores–. Marcháos ya, o al final Perillitas se va a enfadar.



    Barry y yo quedamos solos. Realmente había descubierto algo, aunque quizás no sirviese de nada. Después de todo, ¿qué tienen esos pokémon y Madam Boss que ver con la muerte de Miyamoto?

    Aunque, pensándolo bien, Miyamoto desapareció en una misión buscando a Mew. Más tarde, lo hizo Madam Boss. Y, cuando las dos estaban desaparecidas, el Team Rocket consigue atrapar a Mew y lo clona. Poco tiempo después de huir la bestia que crearon, aparece muerta la chica que desapareció buscando al original.

    Parecía que todo estaba encadenado. Mew y Mewtwo, eran en realidad “un mismo ser”, de cierto modo. La víctima y Madam Boss, amigas. Y ambas desaparecieron buscando a Mew, con total seguridad. Y casualmente, sus hijos forman parte del Team Rocket.

    ¿Qué es de Madam Boss? ¿Y de Mew? ¿Qué hay de Mewtwo?

    Sentí que si no respondía a esas preguntas, no aclararía nunca el crimen.
     
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    ¡IMPORTANTÍSIMO FALLO! Ya lo he editado; pero que conste que en un principio dije en el capítulo anterior que la víctima fue asesinada de un disparo. ¡MAL! Fue un tajo en el estómago con un cuchillo. Perdonen el terrible fallo.



    Capítulo 3

    Después de todo, él era un hombre difícil de destemplar. Se mantenía sereno e impasible ante todo lo que le decía, ante mi mirada, ante mis palabras. Su rostro no me decía nada. Era una de las pocas personas que conocía que realmente eran capaces de desconcertarme.

    Pero bueno, el gran Handsome no va a consentir, por muy jefe de ninguna banda criminal que sea, que ese Míster Gabardinas logre amedrentarme.

    Vaya que no.

    —Bien, señor Girovanni —le dije, seriamente, escrutando su mirada con atención mientras él la ocultaba bajo su sombrero—. Aún vamos lento en la investigación, pero tenemos varios datos interesantes. Y nos gustaría confirmarlos con usted.

    Él me miró subiendo su sombrero ligeramente. A mi ayudante le temblaba el pulso con cada parpadeo del imponente hombre.

    —¿Y bien?

    Sonreí.

    —Madam Boss. ¿Qué me puede contar de ella?

    Fue curioso, pues no se sobresaltó, ni tampoco hizo algún gesto extraño cuando mencioné a su madre. Simplemente, Lord Gabardinas sonrió con malicia.

    —Fue la fundadora del Team Rocket —me explicó con indiferencia—. Y mi madre. Desapareció. Hace años que no sabemos de ella. Aunque no comprendo qué relación guarda este asesinato con Madam Boss.

    —Guarda bastante relación, no me cabe duda —argumenté, seguro de lo que decía—. Después de todo, hemos descubierto que la víctima es Miramoco, amiga personal de Madam Boss y que, casualmente, desapareció poco antes de desaparecer su madre. Y, ¡oh, linda casualidad! Desapareció en una misión especial que ella le encargó.

    Miré amenazante a Girocani.

    —¿No resulta extraña tanta coincidencia? —mi ayudante realmente me miraba admirado. Le sorprendía la sangre fría que demostraba con mi actitud amenazante frente a aquel hombre—. La víctima salió a buscar a Mew. Nunca regresó. Y a su madre le obsesionaba Mew, era su perdición, su más grande deseo: capturarlo. Lo lógico es que si manda a una de las soldados en quien más confía a por Mew, y ésta no vuelve, vaya en persona a comprobar qué tal está, ¿no cree?

    No tuve respuesta, solo una mirada que sonreía con aires siniestros. Así pues, continué mi monólogo.

    —De hecho, aseguro que así fue. Pero también afirmo sin demasiado temor a equivocarme que la víctima traicionó a Madam Boss. Estoy seguro. Sí que encontró a Mew. Y usted lo sospechaba, ¿verdad?

    Repentinamente, comenzó a aplaudirme con lentitud.

    —Realmente, señor Handsome, me sorprende. Veo que no me equivoqué al llamarle a usted. Ciertamente, Madam Boss deseaba con todas sus fuerzas encontrar a Mew. Y mandó a una soldado de élite y amiga suya a buscarlo al Monte Moon, donde fue avistado. Nunca regresó —paró un momento, y luego siguió—. Mi madre decía que la había traicionado, estaba segura. Que había atrapado a Mew y que lo quería para ella sola, para venderlo. Porque Miyamoto era muy pobre, y casi no podía darle de comer a su hija.

    —Entonces, ¿salió a buscarla?

    —No lo sé —dijo él—. Puedo suponer que sí. La cuestión es que nunca regresó, ninguna de las dos. Hasta el día de hoy, cuando ha aparecido Miyamoto. Y muerta.

    Callé entonces, reflexivo. Aquello no tenía ninguna lógica. ¿Por qué tantos años fuera y ahora, de repente, reaparece una de las desaparecidas? ¿Y la otra? ¿Y Madam Boss? ¿Qué papel cumple Mew en todo esto?

    Sea como fuere, algo extraño sucedía.



    En fin, Gabardinillas no me iba a aportar mucho más. Salí caminando en busca de no sabía bien a quién, pues estaba hundido en mis deducciones.

    Varias cosas me escamaban. Y una de ellas, quizá la que más, era un detalle. Un detalle que saltaba a simple vista, pero que a la vez era difícil de visualizar con claridad. Algo que me descolocaba totalmente.

    —Estamos en verano —dije, parándome en seco. Barry me miró.

    —Sí. ¿Y?

    No, no, algo fallaba ahí.

    —El cadáver —dije, mirando a mi alrededor de forma un tanto ridícula—. Tengo que volver a verlo.

    Y me apresuré hacia donde yo sabía que el cadáver se encontraba. Hacia la sala de entrenamiento.

    Llegué y rápidamente destapé el inerte cadáver.

    Lo observé con calma y detenimiento. Había algo, algo que no cuadraba. Algo sin sentido alguno.

    —¡Estamos en verano! —exclamé, alegre. Había hecho una deducción brillante, aunque no sabía a dónde me llegaba.

    Y el paleto de mi acompañante no entendía nada, claro.

    —¿Pero qué sucede? ¿Y qué si estamos en verano?

    Sonreí.

    —Vamos a ver, querido Barry —dije algo indignado—, ¿en serio no resalta a la vista? ¡¿Qué persona humana lleva semejante abrigo en verano, eh?!

    Era cierto. Aquella mujer, la víctima, llevaba un abrigo algo desabrochado, de bastante grosor y que obviamente nadie se pondría en pleno estío.

    —Además, fíjate —comenté, tocando la textura de aquellas telas, justo en la zona donde estaba la herida mortal que acabó con la vida de la mujer—. Está rasgado. Lo que implica que cuando le dieron la puñalada fatal, lo llevaba puesto.

    —Quizá era friolera —supuso con su única neurona mi poco espabilado amigo.

    —Con treinta y dos grados centígrados de mínima, ¿no? —me fijé entonces en otro detalle. Esta vez en su cabello—. Esto es… ¿lo que creo que es?

    Manoseé un poco el cabello de la mujer. Mis dedos se tiznaron de un color morado. Realmente era una obsesión lo del tinte de pelo, ¡aquella mujer tenía el pelo teñido! Y con un tinte de muy mala calidad, debo decir.

    Porque, realmente, todos los del Team Rocket se teñían el pelo, ¿o no…?

    —Hmpf —resoplé, mientras mi compañero no comprendía absolutamente nada de lo que decía—. Todo es muy raro. Es demasiado raro.

    Tintes de pelo de mala calidad, abrigos en verano… sin duda el caso era cuanto menos peculiar.

    Pensemos: ¿qué explicación lógica hay para que alguien lleve abrigo en verano? Descartamos la “brillante” idea de Barry de que fuese extremadamente friolera, rozando lo glacial. Entonces, ¿qué? ¿No tenía otras ropas? No, pero sería absurdo, se lo hubiese quitado y lo llevaría en la mano, es lo lógico. A no ser que…

    —Se lo pusieron ya muert—me incorporé—. Claro. Alguien le puso el abrigo una vez muerta y lo rasgó para que pareciese que lo llevaba ya puesto cuando la mataron. Puede que el asesino lo hiciese, pero, ¿por qué? No deja de ser extraño.

    —Bueno —me explicó Barry, aportando por primera vez en el día una buena idea—, estos abrigos son muy típicos en montañeros. Suelen llevar abrigos así para escalar montañas en épocas de nieve. ¿Tal vez el asesino nos quiera hacer creer que la víctima viene de un sitio frío?

    Medité.

    —No tiene sentido, es absurdo. No parece que quiera despistarnos, ¿qué asesino pretendería despistar con algo tan absurdo? Es más como si… quisiesen darnos alguna pista.

    —¿El asesino quiere darnos pistas? —Barry no comprendía. Aunque yo tampoco terminaba de comprender la situación.

    Callé un momento, sin encontrar aún lógica al asunto del abrigo. Entonces me agaché, y arranqué un mechón de pelo de la mujer muerta.

    —¿¡Qué hace!? —dijo mi ayudante.

    —Cosas de detectives —y, mientras miraba los pelos, pasé mi mano con insistencia por éstos, tiznándose mis dedos nuevamente del color de los pelos de la mujer: morados.



    En cualquier caso, tenía por dónde empezar. Era la hora de hacer preguntas estúpidas.

    —¡Eh, eh! —exclamé al ver al hombre callado, ese tal Pierre o algo así, a lo lejos—. Espéreme.

    Él se detuvo mientras caminaba por los pasillos. Me miró, tapándole siempre su chaqueta parte de la cara. Me miró con ojos analíticos y rostro sereno.

    —¿Sucede algo? —me preguntó.

    —Ya lo veo que sí —le dije, agitado y jadeante de correr tras él—. Tengo alguna que otra pregunta para usted.

    —Dispare.

    —¿Usa usted tinte de pelo? —pregunté sonriente, mientras él no podía creer semejante estupidez de pregunta.

    —No voy a contestar a algo como eso. Si realmente quiere que responda a sus preguntas, por favor, que tengan alguna relación con el crimen.

    Sonreí.

    —Créame, la tiene. Aunque suene raro.

    No comprendo muy bien por qué, pero él se estremeció.

    —Bah —dijo—, no, no uso tal cosa. Este color de pelo es natural.

    —¿Y sus compañeros lo usan? —insistí.

    —No me consta —me dijo, aunque no sabía si creerlo, un color de pelo azul no es muy natural. En fin, supongo que si en este mundo un chaval de diez años puede salir a kilómetros lejos de su madre él solo y eso es algo normal, el color de pelo azul o rosa también será algo normal. Aquí están todos locos.

    —De acuerdo. Y dígame, ¿hay zonas cercanas en las que haga mucho frío en esta época?

    Esa pregunta sí que le desconcertó. Me miró de nuevo raro, pero al menos no iba a repetir el proceso anterior, y me contestó directamente, aunque no de muy buena gana.

    —Cerca lo dudo. Estamos en verano —brillante observación, ¡no me había dado cuenta! —. Puede ser que haya zonas frías todo el año, pero no se encuentran en Kanto. Hablo de lugares como Ciudad Puntaneva, en Sinnoh.

    Sí, sí, eso lo sé. Vengo de Sinnoh. Yo lo que quería saber…

    —Hablo de Kanto. ¿No hay en Kanto? ¿Qué me dice del Monte Moon, de la cima? —pregunté, y de nuevo pareció estremecerse, aunque me contestó con serenidad.

    —El Monte Moon no suele ser frío en esta época. Suele serlo en invierno, como es natural, estación en la que se cubre de nieve —meditó un momento mientras me veía apuntar lo que decía en mi libreta—. ¿Va a decirme qué relación tiene eso con el crimen?

    Cerré con fuerza la libreta, sonreí, y, mientras andaba, contesté:

    —No.



    Más tarde me crucé con la pareja que tanto respeto imponía, esos Atiza y Jujo. Los dos siempre iban juntos, por alguna extraña razón. Y en ese momento estaban mirando a través de la ventana cómo en el exterior los soldados eran obligados a hacer cosas que no querían por Perillitas y Míster Femenino.

    Callados, en silencio, sin moverse. Ninguno de los dos. Solo observaban.

    —Preciosas vistas —bromeé.

    Ella miró hacia atrás con asco.

    —Ah. Usted —dijo, indiferente.

    Era ciertamente callada y fría. Y su amigo no era menos.

    Reí algo escandalosamente. Quería irritarles.

    —Son ustedes muy habladores —bromeé.

    El hombre, alto como un roble, con gafas de sol y pelos rubios se giró y me miró sonriendo malvadamente.

    Me recordaba bastante a cierto zoquete que conocí en la mansión…

    —Sí, nos encanta hablar —ironía, hizo una horrible ironía—. Ahora, si no tiene nada que decir…

    —Es que sí que tengo algo que decir —sonreí amigablemente, lo que parecía irritarles. En especial a ella—. Me he fijado en ese tinte de pelo tan… raro que lleva usted, señorita Jono.

    —Juno —corrigió—, y no es ningún tinte. Es natural —se tocó su pelo orgullosa.

    Pues si yo fuera ella, me lo teñiría. Ese color grisáceo la hace parecer más vieja.

    —Vaya, y yo que pensaba que era habitual entre los ejecutivos de este equipo teñirse el pelo.

    —¿Qué tonterías está diciendo? —me preguntó indignado el rubiales—. Nadie tiene teñido el pelo.

    Levanté las manos en actitud jocosa.

    —¡Vale, vale! —reí. Ellos cada vez se molestaban más por mi actitud sin sentido e infantil. Entonces me acerqué a la ventana, quedándose lejos mi ayudante, temeroso de acercarse más de la cuenta. Mientras miraba mis uñas con arrogancia, habiéndome colocado justo en medio de los dos, dije—. Sabían que esa mujer es Miyamoco, ¿no? La víctima.

    No me contestaron.

    —Miyacoco. Ejecutiva del Team Rocket hace algunos años. Desaparecida en la búsqueda ¡del pokémon legendario y, oh, amado por el Team Rocket, Mew! —exclamé exagerada e irónicamente—. Y luego, ¡casualmente!, desaparece Madam Boss. La fundadora del Team Rocket, ex líder de éste, y madre de Giovaggi. ¡Y amiga de Miyamoro! Es curioso, todo, ¿no? ¿Por qué aparece una y la otra no?

    Se pusieron muy serios, y no me respondieron. Diría hasta que se pusieron nerviosos.

    —Madam Boss, gran mujer, buena líder, y mejor persona. ¿O no? —dije, irónicamente. No necesité respuesta, era obvio—. Veo en vuestras caras que me equivoco. Claro, vosotros no habríais vivido esa época de mandato, con seguridad. Sois jóvenes… ¿papá y mamá? —dije, sonriendo.

    —¿De qué está…? —me preguntó irritado el más temperamental.

    —¡Ah! Ya lo veo, ¿son hermanos? —pregunté con picaresca. Me encantó como improvisé, y resulta que acerté. Aunque quizá era muy obvio—. O hermanastros, al menos, sí. Y papá, o mamá, ¡o los dos!, eran ex miembros del Team Rocket. ¡Altos cargos también! ¿O no?

    Su silencio fue mi “sí”.

    —Curioso, curioso. ¿Y decís que no lo pasaron muy bien aquí en el Team Rocket, no? —pregunté. Realmente hablaba al aire, haciendo deducciones en función de los mínimos cambios de expresión de los dos ejecutivos—. Claro, porque Madam Boss no era muy amable, precisamente. Era bastante brusca, una tirana. Una “femme fatale”, las llaman. O eso creo.

    Seguía sin haber respuesta.

    —Y claro. Giovani era bastante más “bueno” que su madre. Y si Gicovanni es bueno, ¡no quiero ni imaginarme como era esa mujer! Seguro que nadie desearía volver a tenerla al mando, ¿no?

    Silencio.

    —Aunque después de todo, ella es la fundadora. Y la madre de Giovanni. Si apareciese, un chasquear de dedos le valdría para tomar el poder. Y seguro que el “nene” se alegra de que su mamá vuelva. Pero solo se alegraría el “nene”, ¿verdad? —sonreí—. Y probablemente el “nene” acabaría hartándose, porque su madre querría volver a llevar las cosas como a ella le gustaba. Acabaría enfrentada a su hijo, que por mucho que ella fuese su madre, que te quiten del mando y acaben tratándote como un súbdito más cuando antes eras el rey, tiene que doler. Claro. Todo encaja, sí —puse mis manos en los hombros de los dos ejecutivos—. ¡Gracias! Me ha servido de mucho esta charla con ustedes dos.

    Y me marché, dejando a todos anonadados, claro.

    —¿Señor Handsome?

    —¿Qué pasa? —mi ayudante me estaba preguntando mientras caminaba detrás de mí a paso rápido.

    —Todo lo que ha dicho, ¿por qué? —me preguntó, extrañado—. Quiero decir, ¿por qué ha indagado tanto sobre Madam Boss? ¿Tanta importancia cree que tiene?

    —Más de la que crees —expliqué.



    Por lo pronto, sabía mucho, y a la vez poco. Aún tenía varias cosas que aclarar y a muchos que interrogar.

    Pero para lo que quería hacer, necesitaba estar aislado de todo miembro del Team Rocket.

    —¿A dónde vamos? —me preguntó el pesado de Barry al ver que nos dirigíamos a nuestra habitación en las dependencias de los soldados.

    —Tengo que hacer algo.

    Entramos adentro y rápidamente abrí mi maleta, recordando que me había llevado algo que podría serme muy útil, a pesar de que apenas sabía usarlo. En fin, saqué mi aparato, y saqué los pelos que arranqué del cadáver, esos que tiznaban de morado los dedos.

    —¿Qué demonios hace con esos pelos? —me preguntó extrañado mi ayudante.

    —Shh, déjame concentrarme. Nunca he usado esto antes, así que no sé si podré manejarlo bien.

    En efecto, me costó bastante manejar ese cachivache. Pero al gran Handsome no le vence una maquinita, vaya que no.

    —¡Eureka! —exclamé al cabo de un buen tiempo intentándolo, bastante, diría que horas. Todo un invento el cacharrito este. Lástima que no fuese un equipo profesional, pero al menos podía obtener datos del ADN, aunque no fuese su nombre. Al menos, podía comparar esos resultados con otros—. Lo sabía —dije, al sacar el sobre con los análisis que demostraban que el cadáver era Miyamoto y comparar los resultados con los que acababa de obtener. Alcé la mirada y dije—. ¡Barry, la víctima no es Miya…! ¿Barry? —me pregunté, mirando hacia los lados. Barry se había marchado, mientras yo no prestaba atención en él.

    Nada de lo que debiese preocuparme.

    Lo importante es que, aunque no puedo afirmar quién es la víctima dada la poca capacidad y la poca experiencia que tengo para realizar este tipo de análisis, puedo afirmar (con poca certeza, pero es lo que hay) que la víctima no tiene un ADN coincidente ni con Miyamoco ni con su hija Jessoy.

    Por lo tanto, nos habían engañado. Esos análisis eran falsos.

    Como suponía.
     
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  5.  
    Kyoya Trujillo

    Kyoya Trujillo Un Blayder perdido en el Universo de Pokémon

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    Jo, jo, jo. Se puso buena la cosa.

    La verdad después de tanto tiempo tuve que releer el ultimo capítulo para poder refrescarme jeje. ¿Qué te puedo decir? Por el momento yo estoy igual de confundido que Barry. ¿Quién? Maldición, ¿quién rayos es el asesino? Quiero resaltar la gran historia que estas creando. Conozco a la mayoría de los personajes que están saliendo y la verdad reviviste alguno recuerdos defectuosos que tenía. Alguna vez leí sobre Miyamoto, la mamá de Jessie, en Facebook, jajaja me pareció interesante su historia pero la verdad nunca busque el episodio donde hablaban de eso, solamente es un recuerdo vago que tengo.


    La forma en que estas relacionando a los personajes es muy interesante sin mencionar cómica (me mataste con esos nombres que ha puesto Handsome y más cuando el único que se aprendió fue el de Batch) jajajaajaja "Miyamoco"

    No hiciste esas preguntas que redactaste en las historias anteriores, pero si me lo preguntaran a mí, diría que mi principal sospechoso en Giovanni... y si no Atila y Juno también reaccionaron algo sospechosos.

    Pobre Barry, su única neurona neurona no lo ayuda como detective. Jajaajajaa es hilarante la forma de hablar de el detective más famoso de todo Sinnoh, la verdad aquí su comportamiento es muy diferente al de los vídeo juegos. Aquí es mucho más profesional y un tanto cínico, pero es una buena combinación, si no fuese así los del team Rocket se lo comerían vivo... no recuerdo donde fue que leí que debo dar consejos para que mi comentario no sea marcado como spam ._. pero la verdad no creo que haga falta de mis consejos. Narras muy bien y las faltas de ortografía son nulas... no puedo esperar a leer la conti de esto.


    Ya paso un año desde la última publicación así que mis instintos me dicen que no ha de faltar mucho para la conti (?) estaré al pendiente y espero próximas entregas de este personaje.

    Te deseo las mejores de las suertes para este y tus demás escritos. Saludos GL ;)

    PD: No esta tan violento como la anterior entrega, es más, algo me dice que correrá más sangre.
     
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