Long-fic de Pokémon - ¡Detective Handsome 2!: El caso del Alto Mando

Tema en 'Fanfics Terminados Pokémon' iniciado por MrJake, 7 Octubre 2012.

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    MrJake

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    Título:
    ¡Detective Handsome 2!: El caso del Alto Mando
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    6
     
    Palabras:
    760
    Me alegro de poder, por fin, presentar la segunda parte de ¡Detective Handsome! Espero de corazón que esta segunda parte os guste tanto como la primera. Como siempre, no duden en comentar y hacer tantas críticas como quieran. Y ante todo gracias por leer.

    Al igual que el otro fic de ¡Detective Handsome!, este fic tendrá unos 4-7 capítulos, y seguirá la estructura de cualquier novela de intriga policíaca: presentación del crimen, investigación y resolución del caso, contestando a las preguntas claves: ¿quién lo hizo? ¿Cómo? ¿Por qué? Y todo, como no, de la mano del detecive más "aplicado" de todos: ¡Handsome!
    No me enrollo más: he aquí la introducción.



    INTRODUCCIÓN:

    La verdad, no me explico cómo demonios pudo suceder aquello. Todos estábamos en nuestras salas. Nadie, supuestamente, estuvo donde ella cuando sucedió aquello.

    Bueno, alguien sí pasó por allí, pero, ¿pudo ser él?

    Aquel chico, que se hacía llamar Barry, fue el único que, técnicamente, estuvo en su sala. Pero aquel chico no parecía ser capaz de hacer algo así. Aún recuerdo perfectamente cuando entró, arrasando con todo.

    —¡Ya llegué! —fue lo que gritó cuando entró en mi sala. Derrochaba una energía abrumadora.

    —Bienvenido, y enhorabuena por derrotar al Alto Mando, chico. Mi nombre es Cintia, y soy la campeona de Sinnoh —me presenté, siguiendo el mismo protocolo de siempre.

    Graciosamente, el chico hizo un extraño movimiento con el que me dejó claro su nerviosismo.

    La batalla se desarrolló sin muchos problemas, para mí quiero decir; la verdad es que el pobre chico se decepcionó bastante cuando tuvo que marcharse, volviendo a cada sala en la que había estado. “No te desanimes”, le dije, al derrotarle. “Podrás intentarlo otra vez, cuando hayas entrenado más”. Algo desilusionado, el chico de nombre Barry retrocedió sobre sus pasos.

    Chicos como él hay muchos. Tantos han pasado por esta liga, la de Sinnoh, tratando de derrotarla. Y tantos han fracasado y se han desmotivado.

    Nadie debería desmotivarse por perder. No somos perfectos, todos perdemos alguna vez. Pero jamás debemos pensar que todo ha acabado, hay que seguir luchando, nunca rendirse.

    Esos fueron los pensamientos que asolaron mi cabeza cuando Barry perdió contra mí. Pensamientos que fueron bruscamente interrumpidos por Delos, quien irrumpió en mi sala precipitadamente.

    Mi elocuente amigo con gafas se veía muy agitado, tembloroso y asustado. Se secó el sudor de su frente con un pañuelo antes de decir:

    —¡Cintia! ¡Es… es Gaia!

    No entendía nada. Rápidamente, acudí acompañada de Delos hasta la sala de Gaia. Allí estaban todos, Alecrán, Fausto, Delos, Barry y… en el suelo, con los ojos en blanco, Gaia.

    Agitada, me agaché junto a ella y le tomé el pulso.

    —¡Tiene pulso! —grité—. ¡Una ambulancia, rápido!

    —¡Está de camino! —confirmó Alecrán, que ya había llamado hacía tiempo.

    —¿Qué le ha pasado? —quise saber.

    —Cuando volvía para salir —explicó Barry— la encontré aquí tirada, y avisé a Fausto, y… —estaba profundamente nervioso.

    Volví a agacharme y zarandeé un poco a Gaia, que no respondía.

    Entonces apareció un par de médicos con una camilla en la cual pusieron rápidamente a la desfallecida Gaia. Uno de los médicos le tomó el pulso e hizo varias comprobaciones rápidas.

    —¿Qué le ha pasado? —pregunté de nuevo, esta vez al médico.

    El médico al que me dirigí me lanzó una mirada que me preocupó mucho.

    —Debemos llevárnosla —dijo.

    Y así, se llevaron a Gaia, mientras todos los que allí estábamos cruzábamos los dedos.

    Para nada sirvió.

    A las pocas horas, los médicos confirmaron la muerte de Gaia. Había sido envenenada. Pero, ¿quién lo hizo? ¿Por qué? Y, ¿cómo…?
     
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    La historia está muy bien, aunque a veces no dejas claro quién habla, por lo demas no veo ninguna falta y tengo ganas de ver la conti sigue asi ;)
     
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    MrJake

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    Título:
    ¡Detective Handsome 2!: El caso del Alto Mando
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    6
     
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    CAPÍTULO 1: ¡Handsome entra en acción!

    Sí, un caso realmente espeluznante. Llamó mi atención en cuanto lo oí, sí. Y yo, como un gran detective que soy, me ofrecí para investigarlo. ¡El gran Handsome, es decir, yo, resolveré el caso del asesinato de la mujer del bastón! Galia, o algo así se llamaba.

    Nombres, muchos nombres. ¡Bah! Qué más dará un nombre que otro: las personas son las personas, los sospechosos son los sospechosos y el culpable… es el culpable. Eso es así siempre, da igual como te llames. En fin, la cuestión es que este caso parece algo surrealista. Una miembro del alto mando, la mujer del bastón, aparece muerta en su sala, ¡envenenada! La pregunta es, ¿cómo pudo envenenarse? Allí, en la sala de combate, no hay nada que ingerir.

    Pero la mente brillante que se esconde entre mi preciosa cabellera sugirió examinar los bolsillos del cadáver: seguro que allí habría algo que nos indicaría como entró el veneno.

    Así que me dirigí al hospital donde tenían el cuerpo. Fui muy rápido, apenas pasaron horas desde su muerte, cuando me apresuré al lugar donde estaba el cuerpo.

    —El forense aún no ha procedido a examinar el cuerpo —me explicó un médico muy pesado que no paró de hablarme desde que entré en el hospital preguntando por Gala, o Gaila, o como sea—. Pero no es necesaria la autopsia para dictaminar que la víctima fue envenenada. Además la coloración azul de las uñas de sus manos, nos dan la certeza de que tipo de veneno es.

    —¿Y qué tipo es? —quise saber.

    —Uno muy común, segregado por el Tóxico de los pokémon de tipo veneno.

    Una bombillita se encendió en mi cabeza. ¿Y si no hizo falta que ella ingiriese nada…?

    —Entonces, buen hombre —le dije colocando mi mano en su hombro—, ¿pudo la muerte ser obra de un pokémon de tipo veneno?

    El hombre se sorprendió. Naturalmente, él no había pensado esa posibilidad.

    —Debo suponer que sí, señor…

    —Handsome —me presenté. Entonces me aclaré la garganta y seguí informándome, mientras caminábamos por el infinito pasillo, que parecía no tener fin—. Por tanto, tenemos una mujer que muere envenenada en una sala en la que aparentemente estaba sola y no había nada que ingerir para envenenarse. Pero el veneno es un veneno muy común que se obtiene del tóxico de los pokémon del tipo ya mencionado, un veneno que provoca que las uñas de las manos se tornen azuladas.

    —Todo es tal como usted lo plantea —me piropeó el médico.

    Por fin alcanzamos la sala donde descansaba el cuerpo inerte.

    —Su hija vendrá pronto —confesó el médico, revelándome el importante dato de que Gala tenía una hija.

    —Ajá, pobre mujer —dije. Después seguí hablando—. Se me ocurren dos formas de que Gala muriera. La primera, que un pokémon la matase directamente, o bien el humano mismo, que le inyectaría el veneno en la sangre. La segunda, que el veneno estuviese en algún tipo de medicamento, que enseguida veremos si guarda en sus bolsillos. Supongo que todo se aclarará con la autopsia.

    Empujé la puerta donde supuestamente se encontraba el cuerpo. Pero, cuando la abrí, allí no había ningún tipo de cuerpo: había desaparecido. Y su ropa también.

    —¿Y el cuerpo? —preguntó alarmado el médico tan pesado.

    —Um —me pregunté—. ¿Había algún tipo de seguridad sobre el cuerpo de Gala?

    —No, a Gaia no la vigilaba nadie, el cuerpo estaba accesible a cualquiera —el médico estaba a punto de llorar por el nerviosismo—. Dios, ¡dios! ¿Cómo ha podido pasar?

    Medité un momento.

    —El asesino —supuse—. Vino a por el cuerpo, porque no quería que se le hiciese autopsia: quizás con ella desvelaríamos algo…

    El médico continuaba al borde del ataque de nervios.

    —Pero, ¡¿cómo saldría?! ¡Es imposible, si saliese con un cuerpo a cuestas, alguien lo vería, es de cajón!

    Negué con la cabeza.

    —Existen los pokémon, no lo olvides —le expliqué—. Un ataque teletransporte haría que saliese de aquí como por arte de magia.

    El médico se llevó las manos a la cabeza, y, mientras andaba de un lado a otro, dijo alterado:

    —Tengo que informar de esto.

    Y se marchó.

    Yo deambulé un momento por la sala. Y entonces, en el suelo, vio algo que me llamó la atención. Lo agarré, y vi que se trataba de una caja de pastillas.

    —Se han debido de caer. Perfecto —murmuré mientras guardaba mi hallazgo en mi larga gabardina.



    Tras la aventura en el hospital, me encontraba yo en mi despacho, tranquilo, analizando todo lo que sabía.

    Repasé los datos del crimen: Gaila aparece muerta, envenenada, en su sala de combate. Únicamente estaban allí los otros tres miembros del alto mando, la campeona, y un chico de nombre Garry… o puede que Larry.

    El veneno pudo entrar en el cuerpo de las dos maneras que expuse anteriormente. Si hubiese entrado por los medicamentos, que ya están analizándose para comprobar si hay veneno, el asesino pudo ser cualquiera… pero eso sí, tendría más posibilidades aquellas personas con acceso a los medicamentos. Esto es, su familia, o sus amigos más cercanos.

    Y, si descartamos esa opción como vía de acceso del veneno, nos queda que alguien inyectase el veneno con alguna jeringuilla directamente, o bien que un pokémon tipo veneno la matase. En ese caso, tendríamos cinco sospechosos: esa tal Cinty, Faustino, Deros y el tal Elecrán. Sin descontar a Larry. Ellos cinco son mis principales sospechosos, pero, analizando… si el asesino de Gala fuesen Deros o Cinty, para entrar a la sala de la víctima tendrían que pasar por la sala de Faustino. Por tanto, supongo que tienen más posibilidades el tal Larry, Elecrán y ese Faustino.

    Un caso muy pintoresco. Volviendo a analizar los datos, tenemos dos sospechosos que destacan sobre los demás: Elecrán, que domina a los pokémon bichos y venenosos, lo que lo hace un buen candidato para poseer el veneno… y luego está el tal Deros. Él, tengo entendido, usa pokémon psíquicos: y eso le inculpa como posible secuestrador del cuerpo.

    En fin, muchos datos, y demasiadas hipótesis, y pocos datos. Debo preguntarles a los sospechosos y obtener más datos, más información. Mi avanzada mente resolverá este crimen. No cabe duda.



    —¿Se-Señor Handsome? —se asomó a mi despacho una mujer bastante atractiva, que me miró con ojos llorosos, unos ojos marrones muy bellos y un pelo castaño y muy liso.

    —Sí, adelante —dije encandilado por la belleza de aquella mujer.

    Ella entró y se sentó frente a mí. Comenzó a llorar.

    —Señorita, no se preocupe. ¿Puedo saber su nombre?

    —Me llamo Katherine —sollozó—. Soy la hija de Gaia.

    Vaya, la primera sospechosa potencial había acudido a mí, rauda como el viento.

    —Katherine —dije. Su nombre sí que se grabó bien en mi cabeza—. No se preocupe, yo descubriré quien mató a su madre.



    Fue un “interrogatorio” muy tranquilo y rutinario. Lo típico. Ella preguntó alterada que cómo pudieron llevarse el cadáver, que por qué. Era la única hija de Gaia, y su padre hace tiempo estaba muerto.

    Nada de lo que me contó llamó mi atención más de la cuenta. La verdad es que apenas la oí lo que me contó, porque algo en ella, a parte de sus innegables encantos físicos, me llamó la atención: llevaba muchas joyas de puro oro.

    ¿La familia de Gaia tenía dinero? Eso era algo interesante. ¿Habría testamento…?

    En cualquier caso, mi deber era informarme.
     
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    MrJake

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    ¡Detective Handsome 2!: El caso del Alto Mando
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    Aquí viene el capítulo dos. A partir de que lean este capítulo, aunque no lo aconsejo, ya que queda mucho por saber, pueden estar en condiciones de formar sus propias hipótesis, y por tanto, de contestar a la encuesta. No tengo nada más que decir, disfruten del capi:

    CAPÍTULO 2: ¡Handsome interroga!

    Escuché y escuché a la señorita Katherine, hija de Gaia, muy atractiva ella. Parecía estar bastante apenada por la muerte de su madre. No paraba de lamentarse de no haberle demostrado nunca cuanto la quería, de no haberse portado a veces como debería.

    Yo me fijé en que, lógicamente, ella tenía mucho dinero. Probablemente, la familia tendría una fortuna que surgió del difunto patriarca de familia, para luego pasar a manos de Gala y ahora… ¿a quién pasará el dinero? ¿Habrá testamento? Eso era algo que me llamaba la atención de Katherine (ya dije que su nombre sí se me quedó grabado)

    Otros detalles que llamaron mi atención fueron dos. Uno, el nerviosismo que mostraba Katherine, que agitaba su pierna, continuamente, muy nerviosa. Más de lo común, pensé. El otro detalle…

    —Señorita Katherine —interrumpí bruscamente al fijarme en el detalle mencionado—, ¿está usted casada?

    Ella pareció alarmarse. Yo insistí, al ver que no contestaba:

    —Lo menciono porque observo que usted lleva una elegante alianza en su dedo.

    Katherine tapó con su otra mano el anillo que señalé.

    —No, señor —me dijo, incrementándose su nerviosismo—. Estoy prometida, simplemente.

    La miré amenazante. Era obvio que algo había escondido en el tema de su matrimonio. Y como un gusano que devora una manzana, horadé en el asunto, con el único fin de desenmascarar la obvia mentira.

    —¿Y bien? —me miró sin entender—. ¿Quién es el afortunado?

    Se echó atrás el pelo.

    —Un chico, su nombre no importa mucho.

    —Si importa o no, lo decidiré yo —me puse muy serio. ¿Qué ocultaba esa belleza?

    —Pero repito, señor Handsome, que mi futuro marido no tiene nada que ver con el asunto.

    Analicé sus ojos con detenimiento, y vi que algo me ocultaban.

    —Tiene usted miedo de decir su nombre, por lo que veo —aventuré—. Y, puesto que no me lo dice, tendré que indagar yo mismo. ¿Por qué tiene miedo de decirlo? Tal vez porque cree que podría incriminarle de algún modo, ¿no? Que conozca su identidad podría, quizá, acusarle automáticamente del asesinato. Interesante.

    Ella, muy nerviosa, cogió sus cosas y se levantó, marchándose, tras decir que tenía cosas que hacer. Yo la miré, mientras daba vueltas al asunto en mi cerebro.



    Llamé al alto mando y al tal Larry, los sospechosos principales del crimen. Todos aguardaron en la sala de espera, mientras, uno a uno, iban entrando en mi despacho.

    El primero en entrar fue un chaval joven, con pelo verde y una pintoresca cresta. El chico de la cresta, así le bauticé. Su nombre era muy complicado, Elecrón, Alecián, Elacián, algo muy extraño, difícil de recordar.

    —Es usted el primer miembro del alto mando, encontrándose su sala la primera de la liga y una de las adyacentes a la de Gala.

    —Gaia —me corrigió él, con la cabeza agachada—. Sí, soy yo. Domino a los pokémon bicho, que son…

    No me interesaba escuchar una dedicatoria a los bichos, la verdad. Así que le corté de raíz, centrándome en lo que me interesaba, mientras mi ágil vista analizaba su apariencia física, buscando encontrar algo en él.

    —¿Puede citarme a sus pokémon, si no le importa? —solicité.

    —¿Perdón? —dijo, extrañado.

    —Lo que oye, quiero conocer que pokémons utiliza usted —volví a pedir. Él parecía no entender por qué pedía aquello.

    —Eh, sí, claro. Tengo un Yanmega, una Vespiqueen, Scizor, Heracross y Drapion.

    Drapion, interesante. Un dato útil.

    —Fantástico —comenté anotando todo—. Dime, ¿qué hiciste durante el avance de Larry por la liga, cuando Gala murió?

    —Supongo que habla de Barry, y la que murió sería Gaia, ¿no es así?

    Otro pesado con los nombres, ¿qué más dará? Insistí en que contestase.

    —Pues verá —dijo—, lo cierto es que no hjce nada especial. Ese Barry acabó conmigo muy fácilmente, y continuó su camino.

    —¿No se movió de su sala desde entonces?

    —No debemos movernos de las salas durante el desafío de un entrenador —me explicó.

    A mí me importa bien poco que debiesen o no. Al fin y al cabo, que no deban moverse… no implica necesariamente que no lo hiciesen. Y aquí mi amigo el chico de la cresta no ha contestado si se movió o no; lo único que dijo fue que “no deben moverse”. La técnica de la “mentira sin mentir”, eso pensé. ¿Ocultaba algo, entonces? No lo sabía, todavía.



    Pasé al siguiente. Faustino, Fosto, algo por el estilo. ¿Para mí? Para mí era “el chico a lo afro”. Y sus pelos rojos y rizados fueron mi obvia inspiración.

    —Fausto, ¿no? —dije, leyendo el nombre, naturalmente. Nunca me acordaría de un nombre tan extraño. Bueno, en realidad no me acordaría de casi ningún nombre.

    Él asintió.

    —Me interesa disponer de un listado de sus pokémon, si no le importa.

    Éste pareció sorprenderse menos. Al igual que hice con el chico de la cresta, lo observé y analicé. Buscaba encontrar algo.

    —Bueno, mis pokémon son los siguientes: Flareon, Houndoom, Infernape, Rapidash y Magmotar.

    Los anoté, pero no me interesaban mucho esos pokémon. Pasé a otra pregunta. Pura rutina:

    —¿Se movió de su sala durante el desafío a la liga de Larry?

    Él comprendió mi dificultad con los nombres, porque no me corrigió. O no me prestó mucha atención, que es otra posibilidad.

    —No, claro que no me moví —respondió firmemente—. No podemos hacerlo, mientras haya un aspirante.

    Perfecto, anoté todo. Había aún otra pregunta que me interesaba hacerle a este chico a lo afro.

    —¿Cómo era su relación con Gaia? —esa era la pregunta.

    Esta pregunta sí que pareció alarmarlo un poco más. Pero apenas se inmutó. Simplemente cambió de postura en su asiento, adoptando una pose moderna.

    —Pues normalucha, más bien. Hablaba con ella y tal, lo justo. Digamos que éramos simples compañeros de trabajo.

    —Ya —no pude evitar decir. Se me escapó, sinceramente.

    Él me miró sorprendido de mi reacción. Esbocé una sonrisa burlona y le indiqué que dejase paso para el siguiente: el chico de los libros.



    El tal Deros, para mí, chico de los libros, ya que siempre caminaba leyendo uno, se sentó con una elegante postura frente a mí, y me miró con ojo crítico desde detrás de sus gafas de alta graduación.

    —Dígame usted —me habló tranquilo y muy educadamente.

    —Ejem —me aclaré la garganta, para luego hablar—. ¿El último del alto mando, señor?

    —Ése soy yo.

    —Bien. Utiliza pokémon psíquicos, me consta.

    —Ajá.

    Respuestas cortas, algo que me irrita.

    —¿Podría saber cuáles? —pregunté, como a los otros dos. Mientras él contestaba, yo lo analizaba detenidamente.

    —Eh, bien: son Espeon, Bronzong, Alakazam, Mr Mime y Gallade.

    Apunté también esos pokémon. El entrenador de pokémons psíquicos, como ya deducí, tiene todas las papeletas para ser quien secuestró el cuerpo. Con sus pokémon, capaces de usar teletransporte podría salir de allí sin ser visto.

    De repente, al mirar sus críticos ojos a través de esas espesas gafas, me vino una idea que antes no había pensado: ¿y si fue un complot? Un acuerdo entre todos los del alto mando, o al menos entre más de uno de ellos. El chico de la cresta pondría el veneno letal que acabaría con su vida, de manos de su Drapion, y el chico de los libros secuestró el cuerpo. Pero entonces, el chico a lo afro, el tal Fostino, queda colgando, ¡y eso no es posible! Él… juega un papel importante; estoy casi seguro.

    Hipótesis aparte, quise cerciorarme de ciertas cosas sobre el chico de los libros.

    —Señor Delos —continué, pronunciando el nombre correctamente, por una vez—, ¿qué hizo durante el desafío de Larry?

    —¿De Barry, dice usted? —me corrigió indirectamente el chico de los libros—. Pues lo propio en esos casos: esperar pacientemente a que sea mi turno, luchar con todas mis fuerzas cuando me toque y esperar de nuevo para ver si el aspirante gana a la campeona en caso, como es el de Barry, de que perdiese.

    Lo que esperaba oír, naturalmente. No, pero ese detalle no era el que más me importaba:

    —De acuerdo —proseguí—. ¿Y tras la muerte de Gala, que hizo?

    —Su nombre es Gaia —me reprochó el chico de los libros. Luego contestó— Nada, si le digo la verdad. Nos dirigimos al hospital en el que estaban observando a su cadáver. Era nuestra compañera, después de todo: qué mínimo que enterarnos de lo que había sucedido. Dios, que horror, ¡envenenada! Y además, robaron el cuerpo. Una abominación.

    Ese era un dato importante: los miembros de la Liga estaban, según el chico de los libros, esperando pacientemente en la sala de espera del hospital. Eso quiere decir que ninguno se movió de allí… al menos no sin que los otros lo viesen.



    El siguiente en entrar fue el tal Garry. Entró, agitadísimo, y se sentó. No duró ni dos segundos sentado frente a mí, su impaciencia y nerviosismo le obligaron a levantarse y a andar como un loco por la sala.

    El chico de los nervios. Ese título le era ideal. Garry, Larry, ¿qué nombre es ése…?

    —¡Yo no he hecho nada! —gritó, retumbando su voz de ratón en mi cabeza.

    —No digo lo contrario —aunque tampoco lo afirmaba, todo hay que decirlo—. Pero señor, siéntese, debo hacerle preguntas.

    Me obedeció, y se revolvió en el asiento, cambiando continuamente de posturas.

    Es obvio que el chico de los nervios, sin duda, fue quien más posibilidades tuvo de matar a Gala. Lógicamente, es además quien tiene menos motivos de querer matarla. ¿O no? Nadie descarta que no hubiese alguna relación entre ellos. Era mi deber, por tanto, asegurarme. Pero antes, la rutina era la rutina:

    —Veamos, ¿puede proporcionarme un listado de sus pokémon?

    Él se rascó su rubia cabellera, como haciendo un esfuerzo por recordar.

    —Empoleon, Staraptor, Skarmory, Hitmonlee, Roserade y Heracross.

    Roserade, ése me interesaba. Del tipo veneno. Por otra parte, ninguno psíquico.

    —Bien —pronuncié mientras apuntaba todos los pokémons—. Usted es, aparentemente, el único que tuvo contacto directo con Gala, la víctima. De hecho, sino me equivoco, usted fue quien descubrió el cuerpo cuando se dirigía a la salida, tras ser derrotado por Cinty, ¿me equivoco?

    Su nerviosismo era tal que pasó por alto mis errores en los nombres de los implicados.

    —¡Sí, sí, yo descubrí el cuerpo! ¡Pero no le hice nada, por dios! ¡Si ni la conocía personalmente!

    Parecía sincero. Ojo, parecer no implica necesariamente ser.

    —Ahí quería llegar —dije apuntándole con mi dedo acusador—. ¿De veras no la conocía?

    Me eché hacia delante, lo que lo intimidó.

    —¡No! —exclamó.

    —¿Seguro? —adopté el clásico papel de “poli malo”. Con gente como él, de semblante inestable, funciona muy bien. Confiesan, sí o sí. Si es que realmente esconden algo.

    —Segurísimo —me dijo, haciendo de tripas corazón y hablando relativamente calmado.

    Su actitud me hizo sonreír. Supuse que debía creerle, parecía buena persona. Repito que parecer no implica que tenga que serlo; pero, ¡oye! Por ahora no había motivos para desconfiar.

    Quien entró a continuación fue la tal Cinty; la chica de negro, era el título que le puse. Algo sombrío, sí, pero adecuado para ella, después de todo.

    —Señorita Cintia —leí, naturalmente, su nombre—. Campeona de Sinnoh. Es un honor.

    Ella estaba afectada, podía notársele en la cara. Simplemente, asintió.

    —Seré breve —lo cierto es que estaba cansado, fue un día agotador. Quería acabar cuanto antes. Necesito una lista de sus pokémons.

    —Garchomp, Togekiss, Roserade, Lucario, Milotic y Spiritomb.

    La misma situación que el chico de los nervios: un Roserade, que es de tipo veneno. Y ningún pokémon psíquico.

    —Perfecto —dije mientras apuntaba—. Ni que decir tiene que usted no se movió de su sala para nada durante el desafío de Larry —y aunque fuese al contrario, no lo iba a confesar.

    —Acierta usted —afirmó de mala gana ella. De verdad se la veía afectada. La miré fijamente.

    —¿Tenía buena relación usted con Gala?

    —Sí, Gaia y yo éramos como una madre y su hija.

    Cinty era de pocas palabras. Pero las necesarias. No necesitaba oír más de ella. Nunca ninguna testigo o sospechosa me había mostrado más la pena en sus ojos. Por eso, no sospeché de ella. No tenía nada en su contra; es más, todo apostaba a su favor… al menos, aún.

    Terminado el interrogatorio de todos los sospechosos potenciales, analicé de nuevo los datos que ahora tenía. Quería hablar otra vez con aquella mujer tan atractiva. Con la hija de la víctima: Katherine. Por eso le pedí que esperase en la sala de espera mientras yo, en mi despacho, estudiaba los datos.

    Sabía que no me iba a equivocar, pero, por si acaso, tenía que cerciorarme.

    Aunque, ¿qué había que comprobar? Nada, la verdad. Estaba claro… pero el hecho de que estuviese tan claro me hacía dudar.

    En cualquier caso, Katherine entró en mi despacho, sabiendo que iba a recriminarle algo.

    —Señorita Katherine —dije sin levantar la vista de mis apuntes. Tenía que decir bien el nombre del aludido: —. ¿Saben el resto de miembros de la Liga que usted está comprometida con Fausto?

    Ella me miró sorprendida. No contestó.

    —Por eso no quería decirme que él era el afortunado dueño de su mano, ¿no es así? Qué él pudiese ser un posible heredero de su fortuna es un móvil más que bueno para matar a alguien. Y la oportunidad era también clara: su sala está al lado de la de Gaia —procedí a explicar el porqué de mis brillantes deducciones—. Sé que es su marido por pura analogía, señorita Katherine; él es el único del Alto Mando que tiene anillo de compromiso. Y el único que realmente podría ser un hombre bueno para usted. Alecrán —repito que estaba leyendo los nombres, pues mi vista no se alzaba de los papeles— es demasiado infantil para usted. Y Delos, muy aburrido. Ni que decir tiene que jamás estaría con alguien como Barry, tan inestable. No, Fausto, ardiente, impulsivo, pero a la vez tranquilo y con semblante sereno, es ideal para ti.

    Seguía guardando silencio. Y mis palabras seguían saliendo de mi boca.

    —¿Qué por qué sé qué su marido es alguien relacionado con la muerte de Gaia? Pues sencillo, por su reacción de nerviosismo, de miedo a incriminar a su amado —medité un momento—. Como le acabo de preguntar hace sólo unos minutos, ¿lo sabe el resto de miembros del alto mando? Su futuro matrimonio, quiero decir. Yo creo que no, ¿y sabe por qué? Porque nadie parece sospechar de nadie, y, señorita, por muy amigo mío que fuese ese Fausto, ¡yo sospecharía de él en primer lugar! Es quien más posibilidades tuvo de hacerlo —la miré—. ¿Lo hizo, señorita Katherine?

    Katherine me miró aturdida. Un fuerte mazazo fue lo que le propiné en su callada mente.

    —Tiene usted razón —admitió al fin— No lo sabía nadie. Nadie de sus compañeros, de Fausto quiero decir, sabía que él era mi prometido. No lo sabían, porque mamá no debía enterarse. Me explico: ella sabía que me iba a casar, pero pensaba que lo iba a hacer con un ex novio mío, ahora de viaje de negocios. Ella no sabía que era Fausto el susodicho, ¡ni debía saberlo!

    Dos cosas fueron las que me llamaron la atención de tan imprecisa confesión.

    —¿Y por qué no debía saberlo? —esa era la primera.

    —Digamos que no se llevaban bien. Ella nunca lo hubiese aceptado, era bastante cerrada. Fausto le parecía un “cabeza loca”, incapaz de mantener la fortuna de la familia. Jamás hubiera permitido que me casase con él.

    —Ajá —asentí. La segunda cosa, estaba a punto de decirla—. ¿Y porqué dice que “no lo sabía nadie”? ¿Quiere decir… que ahora hay alguien que lo sabe?

    Ella tragó saliva, viéndose claramente entre la espada y la pared. Su respuesta no llegó a salir de entre sus labios, porque mi teléfono móvil sonó.

    —Oh, disculpe —rogué, mientras descolgaba mi aparatejo—. ¿Sí?

    —¿Handsome? —dijo la voz al otro lado del móvil.

    —Al aparato.

    —Hemos analizado ya las pastillas que nos dio —resultó ser el muchacho del laboratorio al que confié mi hallazgo—. Como usted supuso, tenían veneno.

    —Maravilloso —me alegré, al tiempo que colgaba.

    Estaba todo cada vez más claro. O eso creía. Lo cierto es que el misterioso asesinato era un enigma en el que nadie parecía haber hecho nada, porque o bien no tuvieron oportunidad, o bien carecían de móvil, o bien simplemente no disponían del veneno. Únicamente, el chico a lo afro parecía el candidato perfecto para el crimen. Un hombre que, como marido de Katherine, heredaría junto a ella la fortuna de la familia de Gala. Pero, como he repetido más de una vez… parecer no implica ser necesariamente.

    Y, hablando de la herencia, ¿qué hay del testamento?
     
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    MrJake

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    ¡Detective Handsome 2!: El caso del Alto Mando
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    Bueno pues calculo que en el capítulo 5, tal vez 6, todo estará aclarado. ¿Sospechas ya algo? ¿Afirmas saber qué pasó, cómo, por qué y, lo más importante: quién? Tal vez este capítulo te ayude a descubrirlo. O tal vez, te pierdas aún más. En cualquier caso, ¡deseo que disfrutes!

    CAPÍTULO 3: ¡Handsome indaga!

    Alecrán. Joven e impetuoso, no parece cumplir el perfil de un asesino que mata a alguien con veneno. Sin embargo, posee a Drapion, pokémon del que muy fácilmente pudo salir el veneno y arma del crimen. Además de que su sala está justo al lado de la de Gaia.

    Fausto. Joven, impulsivo pero a la vez calmado. Es el futuro marido de Katherine, quien es hija de la víctima; eso le da, combinado a la posición de su sala en la liga, posibilidades de ser el asesino.

    Delos. Máxime del alto mando. Alguien con sangre fría, muy tranquilo y sereno. El temperamento adecuado para ser un asesino. Como controlador de pokémon psíquicos, no le supondría ningún problema desplazarse sin ser visto, por lo que pudo entrar a la sala de Gaia sin ser visto por Fausto, e igualmente salir del hospital con el cuerpo robado. Otro sospechoso potencial; lo único que le falta es un móvil.

    Cintia. Campeona de la liga. Sangre fría no le falta, y una mente brillante tampoco. Sin embargo, le sería difícil entrar a la sala de Gaia sin que Fausto o Delos la viesen. Además de que carece aparentemente de móvil lógico: en contraposición, parecía apreciar muchísimo a Gaia.

    Barry. Muy impaciente y nervioso, no sería capaz de planear ni un asesinato ni nada por el estilo. Sin embargo, sí que es el único que, con total seguridad, estuvo donde Gaia. Aun así, carece también de móvil, al menos de forma aparente.

    Katherine. La hija de la víctima. Oculta varias cosas en relación con su madre y con la muerte de ésta, y por ello debe ser el punto de mira de mi investigación. Su secreto matrimonio con Fausto puede ser, de un modo u otro, el móvil del crimen. Y posiblemente no le falten motivos para querer matar a su madre. Pudo, fácilmente, envenenar las pastillas.



    Esos eran los informes sobre cada uno de los sospechosos, mis primeras impresiones y las sospechas que tenía.

    No podía evitar pensar una y otra vez que algo se me escapaba.

    Con el descubrimiento de que las pastillas estaban envenenadas, todas mis sospechas se centraron en Katherine, quien empezaba a ser el núcleo de mi investigación.

    Por eso quise buscar un móvil. Y lo primero y más sencillo que a uno se le ocurre es… el dinero. El testamento. Pensé que podía estar en alguna parte de la casa (o mansión, probablemente) de Gaia. Por tanto, raudo como el viento, acudí allí por la mañana.



    Un amable mayordomo me abrió la puerta de la imponente mansión, una mansión de estilo antiguo, completamente pintada en blanco y con unos grandes terrenos ajardinados dignos de admirar. Cuando entré en esa prominente mansión, me impresionó bastante ver que era sumamente moderna, habiendo así un enorme contraste entre el interior y el exterior.

    El mayordomo me informó de que doña Katherine había salido un momento; eso me pareció perfecto, así podría investigar sin obstáculo alguno.

    Entré en la habitación de la víctima. El amabilísimo criado me informó de que no la habían tocado, que estaba tal como la señora Gaia la dejó.

    Todo estaba, efectivamente, algo desordenado. Una cama lujosa medio deshecha, varios papeles en un escritorio de ébano y un precioso abrigo de piel colgado de una silla.

    —La señora Gala era algo desordenada, por lo que parece —dije, absurdamente, en voz alta.

    Husmeé un poco los papeles, analicé por encima el abrigo y después me puse a cotillear por los cajones. Mi objetivo: encontrar un hipotético testamento. Podría estar allí, en cualquier sitio. O podría, simplemente, no existir. Pero mi intuición me decía que este último no era el caso.

    En lugar del ya mencionado testamento, encontré algo que podría ser aún mejor: un pequeño cuadernito, aparentemente, ¡un diario de la difunta!

    Comencé a leer, ensimismado. El diario comenzó no hace mucho. Y sólo ciertas cosas llamaron mi atención expresamente.

    El matrimonio de mi hija con Claude es ya algo inminente. Me complace sobremanera conocer que ella se casará con alguien que sabrá mantener, cuidar e incluso ampliar los bienes de mi difunto marido…

    Esta mañana, los miembros de la liga hemos tenido una acogedora charla entre nosotros (…) Hablamos y hablamos, contándonos cosas privadas, de una forma acogedora; acogedora, hasta que el cabeza hueca (que es lo mejor que puedo decir) de Fausto ha comenzado, tras contar yo misma el matrimonio de mi hija con ese buen hombre de negocios, ha sermonearme sobre “valores morales”. Según él, no debo incidir en las decisiones de mi hija, ni (…). La verdad, empiezo a sospechar.

    Hoy es un día nefasto. Ya en la liga, haciendo mi trabajo, durante un descanso, oí cómo Fausto hablaba él sólo. Me pareció que estaba loco, pero nada más lejos de la verdad: estaba hablando por teléfono (…) oí la conversación, y no me agradó lo que oí (…) hablaba con mi hija (…) puesto que él era el verdadero futuro marido de Katherine.

    Siento que jugaron conmigo. Que mi propia hija me mintiese es algo que no tolera mi conciencia. Comienzo a sentir que vivo una mentira. Que mi hija no confía en mí, y que mis compañeros de la liga no me tienen ni un ápice de estimación. Únicamente, Cintia, quien para mí es una hija, yo diría que mejor, que la verdadera (…) Me estremezco al pensar que he fracasado y voy a fracasar en todo. Que lo único que me quedaba, mi hija y la fortuna de mi marido, se van a echar a perder a manos de ese Fausto. Pero aún puedo salvar una de las dos. (…) No volveré a escribir en este diario.



    Comprendí que Gala era esa persona que descubrió el matrimonio secreto. Todo este diario incriminaba doblemente a la pareja. Por un momento, pensé únicamente en Katherine, por el asunto de los medicamentos envenenados.

    ¿Cómo pude estar tan ciego? Ningún asesino que estuviese en su sano juicio dejaría el arma del crimen por ahí tirada. Nadie. Sí o sí, el asesino se hubiese llevado los medicamentos.

    A no ser que los medicamentos fueran una pista falsa, dejada a conciencia.

    Entonces, fue, claramente, asesinada por uno de los presentes en la liga cuando Larry estaba en la misma. Descarté, inmediatamente a Katherine.

    Me puse a pensar: de nuevo surgía el dilema: Elecián tenía el veneno y la oportunidad. Fosto tenía el móvil y la oportunidad. Deros tenía la oportunidad. Y Cintia no tenía nada.

    A simple vista, era Fosto quien tuvo que matarla. Sí o sí. ¿O no?

    Medité entonces en lo que había leído. En lo último que había leído, más concretamente: “Mi hija y la fortuna de mi marido se van a echar a perder. Pero aún puedo salvar una de ellas”.

    Puede que me equivocase, pero lo dudaba: esa opción que podía salvar, era sin duda el dinero. ¿Cómo? Con un testamento que desherede a su hija.

    Busqué y busqué el dichoso testamento. Pasaron un par de horas en las que únicamente conseguí revolver la habitación y releer un par de veces el diario.

    Al fin, logré encontrarlo, escondido en un doble fondo de un cajón. Un bello papel doblado, firmado por un notario y por la misma Gala.

    Lo leí pausadamente, centrándome en la frase “cederé tras mi muerte todas mis propiedades y bienes materiales heredadas de mi marido a….”

    Al leer ese nombre, todos mis pensamientos dieron un giro. ¿Pero qué…? Que esa persona fuese la heredera era algo que jamás hubiese esperado. Me descolocó completamente, rompió todas mis ideas, todas mis hipótesis. Un solo nombre:

    —Cintia… —suspiré, leyendo el nombre de la afortunada heredera de la fortuna.

    Ahora, la chica de negro tenía un móvil.
     
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    La verdad es que no me imaginaba este último giro en la historia (al igual que handsome), tal vez Cintia la mato, tal véz no, no lo se, sin embargo creo que el culpable es .........................¡¡Barry!!, no la verdad no, quien sabe quien fue pero ya quiero saberlo.
    En cuanto a los errores no vi ninguno, solo me confundí al principio en lo del "móvil", al principio crei que era un telefono pero luego me di cuenta de que era un "motivo" saludos.
     
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    CAPÍTULO 4: ¡Handsome aclara sus dudas!

    Desconcertante, cuanto menos. La chica de negro, campeona de la Liga pokémon de Sinnoh, era la heredera de la fortuna de Gaia.

    Ese simple dato, dato que me aportó el testamento secreto de la muerta, descolocó todas mis escasas ideas. ¿Fue eso para mal… o para bien?

    Supuestamente, la víctima, al enterarse de que su hija iba a casarse con el chaval a lo afro, persona a la que odiaba, decidió desheredarla; entonces, cedió su fortuna a la única persona que, según ella, la apreciaba: y esa es la chica de negro.

    Esto me hizo pensar. ¿Cambiaba algo la presencia de ese testamento? Supuestamente, era secreto, luego nadie tuvo por qué saberlo. La única que podría haberlo encontrado era Katherine, y de haberlo hecho seguramente se hubiese desecho de él. Por lo tanto, suponemos que nunca lo encontró.

    Sería muy improbable que Cinty supiese del testamento. Por lo tanto, ¿nada cambiaba? Mi intuición, normalmente muy perspicaz, sabía que ahí, en el testamento, podía estar la clave de todo.

    Volví, en mi despacho, a repasar los datos. Estaba esperando la llegada de los sospechosos. Quería aclarar mi cabeza, ordenar mis pensamientos, y para ello necesitaba hacer varias preguntas.

    Pensando en el caso, hice la siguiente afirmación:

    Ninguno de los presentes cumplía los tres requisitos (oportunidad, arma del crimen o veneno, en este caso, y motivo). Únicamente, Katherine. Pero ella pudo matar a su madre únicamente con los medicamentos, y ya deduje, creo que acertadamente, que esos medicamentos eran una pista falsa.

    Por lo tanto, nadie, supuestamente, puede haberla matado. Al menos, no por sí sola… quiero decir, entre dos o más personas, la cosa cambia.

    De repente, como un rayo de luz, algo horadó en mi mente: ¡se me había olvidado algo!

    Veamos, Katherine pudo haberlo hecho, sí, pero suponemos que los medicamentos intoxicados eran una pista falsa. ¿O no? Tal vez los dejó a conciencia para que creyese que eran una pista falsa. Vale, eso es una posibilidad. Debemos preguntarnos ahora: ¿pudo robar el cuerpo? Necesitó de un pokémon, en ese supuesto: de uno psíquico. ¿Lo tiene? ¡Ese es el punto flaco! ¡Nunca le pregunté a Katherine si tenía pokémons!

    Debía preguntárselo, pues. Su respuesta, podría cambiarlo todo.



    Ya mi mente no podía pensar en nada más. Únicamente, deseaba que llegasen los sospechosos. Me asomé, una y otra vez, a ver si alguno llegaba a la sala de espera.

    La primera en llegar fue la afortunada heredera, sola. Decidí no hablar con ella, todavía. Necesitaba primero hablar con la hija de Gala.

    Luego, más tarde, llegaron los miembros del alto mando, los tres juntos. Estaban el chico de la cresta, el chico a lo afro, y el chico de los libros.

    Más tarde llegó, irrumpiendo en la sala de espera como un loco, el chico de los nervios. Entró casi corriendo y se sentó en uno de los asientos más apartado del resto.

    Por último, mi gran amiga la señorita de los misterios y los secretos e hija de la víctima; Katherine. En cuanto la vi entrar, abrí la puerta bruscamente, y vi como todos tuvieron un fuerte sobresalto.

    —Señorita Katherine, entre un momento conmigo, por favor.

    —Sí, como no —me contestó, algo asustada por la velocidad con la que hice aquello.

    Entró y, nerviosa, se sentó frente a mí. Yo decidí jugar un poco con ella. Tal vez así podría averiguar algo que no sabía: presionándola.

    —¿Usted sabía lo del testamento? —comencé, dando un clarísimo golpe bajo.

    Ella pareció sobresaltarse.

    —¿Testamento? —preguntó, confusa.

    —El que su madre escribió. Aquel en el que usted no recibe ni un mísero pokédolar.

    Su sobresalto fue mayor.

    —Este es el testamento, señorita —dije, mostrándoselo. Ella quiso leerlo, pero lo volví a guardar velozmente—. No, no, no. El contenido es, por ahora, privado —una chispa de avidez me recorrió la mente. Solté mi idea, en forma de palabras—. Pero bueno, ¡usted ya conoce el contenido del testamento, después de todo!

    Me miró, muy alarmada. Yo me limité a sonreírle macabramente, y pasé bruscamente a otro tema.

    —Ahora respóndame, si es tan amable. ¿Tiene algún pokémon usted?

    Ella se quitó el pelo de la cara.

    —Tengo un Abra, pero…

    —No hay más preguntas, señorita —la interrumpí, tajante.

    Ella quedó completamente estupefacta.

    —Pero, eso del testamento que usted dice…

    —Eso del testamento que yo digo, es la verdad —afirmé—. Usted me confesó que alguien sabía de la boda de Fostino y usted —ella me miró como diciendo: “¡No se llama Fostino!”. La ignoré, y continué hablando—. Y ese alguien era su propia madre, que escribió un diario en el que informaba de todo. Dudó mucho, muchísimo, que su madre le contase nada a usted de lo que sabía y lo que no. ¿Cómo, entonces, lo sabía usted? Fácil, ¡leyó su diario!

    Tragó saliva. Mi mirada vivaz la observaba analizando cada gesto de nerviosismo de su cuerpo.

    —Y, si leyó el diario, leyó la parte en la que decía que aún estaba a tiempo de salvar a su hija (a usted) o bien a su fortuna… obviamente, habla de la fortuna, y, ¿cómo solucionarlo? —seguí hablando, tras tomar aire—. Cambiando su testamento— hice una breve pausa—. Estoy segura de que usted, señorita, llegó también a esa conclusión. Por lo que buscó el testamento.

    Ella dejó caer una lágrima, y me gritó:

    —¡Pero no lo encontré!

    Sonreí. Eso ya lo sabia, fue una simple provocación. Se sentiría amenazada, y así confesaría todo. Y eso hizo.

    —No lo encontré… —siguió afirmando—. Es cierto todo lo que usted dice, y busqué el testamento como una loca, pero no llegué a encontrarlo. Nunca mataría a mii madre, ¡y menos sin motivo! Si no podía saber con seguridad que mi madre me no me iba a dar a mi el dinero, ¿por qué matarla…?

    La miré, paternal.

    —Tranquilícese. Gracias por contestar —dije, invitándola a salir—. No se preocupe; creo que pronto solucionaré todo esto.

    Me miró, confiando plenamente en sus palabras.

    Entonces recordé un pequeño detalle que observé, al cual no le presté nada de importancia. No hasta entonces.

    —Una última cosa —dije antes de que Katherine saliese—. ¿El suelo del cuarto de su madre se ha manchado recientemente de algo color azulado o morado?

    Ella negó con la cabeza.

    —Nadie a pisado la habitación desde su muerte.

    —¿Puede que en una loseta del suelo estuviese defectuosa y tuviese una mancha que venía de fábrica?

    —No, puedo garantizarle que no —afirmó contundente—. La empresa a la que compramos las losetas es de las mejores, le aseguro que ningún defecto hay en sus suelos.

    Sonreí. Realmente no sabía lo que podía significar todo lo que en mi cerebro se condensaba. Podía imaginar algo, pero, ¿era posible?



    Entró después el chico de los nervios. Muy agitado, para variar. Mis preguntas fueron rápidas y concisas: no quería nada más que lo fundamental: creía que el caso tomaba ya forma, ¡y qué forma…!

    —Dime algo, chico, ¿viste algo raro en Gala?

    —¿En Gaia? —dudó él—. No me fijé en nada —dijo a una velocidad exagerada.

    —¿Seguro? ¿Nada fuera de lo común?

    —Ahora que lo dice… —se llevó su mano al mentón—. ¡Sí! Había algo en ella que me descolocó, pero no sabría decirle el qué ahora mismo.

    Volví a sonreír. Estaba en lo cierto, seguro. Le mostré una foto.

    —¿Era esto lo que te pareció tan raro? —él miró la foto, con ojos exageradamente abiertos—. ¿Viste que Gaia —¡dije el nombre correctamente! Me sentí orgulloso de recordarlo— tenía esto?

    Afirmó rápidamente, una y otra vez.

    Guardé la foto, y dije tajante:

    —Nada más.



    Entró, tras el chico de los nervios, la chica de negro. Todo tomaba forma, por fin, y era ella quien iba a darme, seguro, el último dato. Algo, lo que fuese, que confirmase el descabellado desenlace que en mente tenía. Algo completamente fantástico.

    —Seré muy breve —le dije. Aún no quería desvelar el asunto del testamento—. ¿Gaia le dijo a usted algo antes de su muerte? ¿Cualquier cosa, detalle, o algo que pudiese ayudarnos?

    Cinty agachó su mirada.

    —En eso mismo he estado pensando, señor Handsome. Ella me dijo las siguientes palabras, justo antes de entrar Larry, antes de colocarnos en nuestras salas, las siguientes palabras: “Cintia, eres la única persona que realmente me valora. Quería que lo supieses”. “¿A qué viene esto, Gaia?”, le pregunté yo. Ella me miró silenciosa, para acabar diciendo: “sólo quería decírtelo, nada más. Debes saberlo…”

    —¿Tiene algo de extraño eso? —dije, algo desconcertado. Lo fingía, naturalmente; quería conocer las sospechas de Cintia, aunque yo ya sabía que era lo que realmente sucedía.

    —Habló como si no fuese a hablar conmigo nunca más, ¿sabe? Como despidiéndose de mí… creo que sabía que la iban a matar.

    Una conclusión muy aguda, pensé.

    —O, tal vez —propuse una segunda opción— tenía alguna enfermedad por la que moriría pronto. ¿No le parece otra posibilidad?

    —Puede ser, pero, de ser así, ¿quién iba a tomarse las molestias de matarla, si ella sola hubiese muerto por esa “enfermedad”.

    De nuevo, muy aguda la señorita de negro. Una mente brillante, la suya.



    La chica de negro salió, y yo me recosté en el sillón y pensé y pensé. Tuve mis ideas claras en mente. Se me ocurrían cinco posibilidades, de las cuales dos eran inverosímiles, y las tres restantes… simplemente, la verdadera saltaba a la vista entre sus competidoras. Salí a la sala de espera, y dije en voz alta, hablando para todos los sospechosos:

    —Señores y señoras, necesito de su ayuda. Larry, tú irás sin duda muy rápido a dónde te lo propongas, ¿no? Pues ve a toda prisa al hospital, y trae aquí al médico que atendió a Gaia, al que fue en la ambulancia con su compañero, a ese que tanto se alarmó cuando desapareció el cuerpo. Dile que Handsome quiere hablar con él.

    El chico, obediente, asintió y salió a correr.

    —Cinty —dije mirando a la campeona—. Como campeona, ¿podrías usar tus contactos para hacer algo, por favor?

    Ella me miró extrañada. Yo sólo le di un papel, que leyó para luego decir.

    —¿Pero por qué quiere que yo haga esto? ¿Qué sentido tiene?

    —Probablemente sea tarde —dije, ignorándola—. Pero usted hágalo, se lo ruego.

    Creo que ella me comprendió un poco, y, dispuesta a ayudar, cogió su teléfono y salió.

    Sonreí, yo sólo para mis adentros. Todos los que allí habían me miraron extrañados, y yo sonreí.

    —Por un mínimo detalle —dije en voz alta, y luego rompí a reír—. ¡Qué absurdo error, ese! ¿Cómo pudo…?

    Continué riendo, los sospechosos pensaron sin duda que yo era un lunático.

    Entonces callé bruscamente, y, muy serio, dije:

    —Ya sé donde está el cuerpo.


    Próximo capítulo, el último ;) ¿Sabéis quién mató a Gaia? ¿Alquna mínima sospecha de lo que pasó? ¡Contestad a la encuesta! ;)
     
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    Creo que fue el doctor, o el ex-novio de Katherine, la verdad no tengo idea pero ya quiero saber, esto se esta poniendo emocionante, ya quiero conocer el final, sigue así, por cierto aquí va un error que note:
    Pero bueno un error le pasa a cualquiera, sigue por que ya quiero saber quien la mato.
     
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    ¡Aquí el final de la historia! No sé si les gustará o no, pero de seguro se sorprenderán. ¡Gracias por leer!

    CAPÍTULO 5: ¡Handsome desentraña el misterio!

    —Señoras, señores —comencé diciendo. Todos los sospechosos me miraban, centrando toda su atención en mi persona. Era el momento que más me gustaba de los casos, el momento de resolverlos. El momento en el que yo era el centro de todo, en el que mis palabras serían escuchadas y creídas, el momento que todos esperan que llegue; el momento de acabar con todo. Era el momento de jugar un poco con sus mentes, de darle dramatismo… como sólo el gran Handsome sabe hacer—, este caso es, cuanto menos, peculiar —comencé a caminar por la sala. El médico ya había llegado, acompañado de Larry, y la chica de negro había hecho lo que le pedí. Todo estaba preparado—. Una mujer muere envenenada en plena liga pokémon. Aparentemente, nadie ha salido de su sala, ninguno de sus compañeros —miré amenazante al chico de los nervios—: únicamente usted estuvo allí, con ella.

    Él tragó saliva.

    —Eso no es todo —seguí—. El cuerpo fue misteriosamente robado, ¡qué oportuno! Sin embargo, podemos saber que el veneno que la mató fue el tóxico de un pokémon de tipo veneno, que bien pudo entrar directamente de manos del pokémon mismo… lo cual los incrimina a ustedes —dije, y mi mirada se centró en Larry, Cinty y Alecián—, que poseen un pokémon de ese tipo. O bien el veneno fue introducido previamente en unos fármacos envenenados —dije mostrando las pastillas— que la señora Gaia solía tomar. De ser así, la única culpable podría ser la más cercana a Gaia, usted, señorita Katherine —la aludida agachó la cabeza.

    Di media vuelta, y caminé algunos pasos, alejándome de mi público. Repentinamente, voltée, y señalé a Delos.

    —¿Cómo pudieron robar el cuerpo? En un hospital, a plena luz del día… sería imposible salir de allí con el cuerpo a cuestas, sin ser visto. Sólo pudo hacerlo alguien que, como usted, tuviese un pokémon o más del tipo psíquico, capaces de teletransportarse y hacer ¡chas!, y desaparecer. ¡Oh, también Katherine tiene un Abra, expertos teletransportadores! Qué bonito, todo parece muy fácil. ¿No? —nadie contestó, todos estaban confusos—. Pues no lo es —me autocontesté—. No es nada sencillo.

    Repetí el proceso de andar hacia atrás, y esta vez seguí hablando de espaldas al público.

    —¿Quién tuvo arma del crimen? Alecrán, Barry, Cintia y Katherine —expliqué, haciendo un esfuerzo sobrehumano por decir los nombres correctamente—. ¿Quién tuvo oportunidad para matarla? Katherine, con los medicamentos, Fausto y Alecrán, que estaban en las salas adyacentes, y Delos, quien con su teletransporte, también podría entrar en la sala de Gaia sin pasar por la de Fausto. Bien, ¿qué nos falta? Un móvil.

    >> Aquí viene lo bueno. ¿Móviles, motivos, razones, cuál, cuál es el móvil, por qué? Umm, ¿el dinero? Eso es lo más lógico pensar. Gaia tenía mucho dinero, una fortuna inmensa. Suponemos, entonces, que Katherine, como hija única y heredera de la fortuna (supuestamente), pudo querer matarla. Bien, ¿a alguien más le interesa matarla por dinero? —mi dedo acusador apuntó a Fausto— a usted, ¡futuro marido de Katherine, y supuesto heredero, junto a ella, de la fortuna! —todos, menos la pareja, se sobresaltaron. No sabían ese detalle—. Sigamos, ¿a alguien más? —continué, y mis ojos se clavaron en la chica de negro. Saqué el famoso testamento, y lo mostré—. ¿Ven lo que pone en el testamento? ¿Quién es la heredera?

    Esta vez, todos comenzaron a gritar, a exaltarse, a temblar.

    —¡Cintia! —exclamó alguien.

    —¿Cintia? —dudó otro.

    —¿Yo…? —dijo la aludida.

    —Cintia —afirmé yo— es la heredera de la fortuna de Gaia.

    >> La víctima descubrió el matrimonio secreto de Fausto y Katherine. No iba a permitir, nunca, que ese Fausto, tan malo para ella, heredase su dinero, así que decidió desheredar a su hija. Pero, ¿a quién darle el dinero? Ella no tenía, como afirmaba en su diario, nadie que realmente la quisiera. Estaba sola… pero sí que había alguien, una única persona, que la apreciaba un poco: Cintia.

    El silencio se apoderó de la sala.

    —Katherine descubrió que su madre la iba a desheredar. Por lo tanto, realmente no le convenía matarla. Pero Fausto, que afirmo con casi total seguridad no sabía del testamento, sí que podía querer matarla, por el tema del dinero que nunca se habría imaginado que no iba a tocar. Cintia, por su parte, no sabía que era la heredera, por lo que no tenía motivo alguno.

    Tomé aire. Estaba hablando demasiado. Tras inspirar, dije:

    —Por lo tanto, solo Fausto tenía móvil. Repasemos una cosa:

    >>Alecrán, arma y oportunidad.

    >>Fausto, móvil y oportunidad.

    >>Delos, oportunidad y posibilidad de robar el cuerpo.

    >>Cintia, arma.

    >>Barry, arma y oportunidad.

    >>Katherine, arma, oportunidad, y posibilidad de robar el cuerpo. Pero, pensemos: ¿sería tan tonta de dejar las pastillas, hipótetica arma del crimen, por ahí tiradas? No, no lo creo.

    >>¿Ven el problema? Nadie tiene las cuatro cosas. Nadie. ¿Cómo pudo entonces matar nadie de ustedes a Gaia?

    Me miraron, todos estaban muy nerviosos.

    —Existían cinco posibilidades que tenía en mente. La primera, que alguno de vosotros fuese el único asesino. Esa posibilidad queda oficialmente descartada. Ojo a la segunda. Un plan perfectamente trazado. Fausto se casaría con Katherine, y ganaría una fortuna inmensa, supuestamente, con la muerte de Gaia. Por eso ofrece a Delos y a Alecrán una cantidad de dinero considerable. Alecrán, con su Drapion, entraría a la sala de la víctima y acabaría con su vida. Luego, Delos sólo tendría que robar el cuerpo y dejar allí los medicamentos envenenados, para levantar sospechas. Un magnífico plan, ¿no? Y perfectamente posible.

    Todos se callaron.

    —Bueno, esa posibilidad no la descarto aún. Repasemos, por si acaso, las otras tres.

    >> Gaia le dijo a Cintia, poco antes de morir, unas palabras que dieron claramente a entender que no la iba a volver a ver. La tercera posibilidad, ¿murió Gaia por una enfermedad terrible que la mató repentinamente? No puede ser, por las uñas azuladas que indicaban que había sido envenenada. Otra posibilidad descartada.

    >> Cuarta posibilidad: ¿tal vez, bien porque quería irse ya, bien porque tenía miedo de que alguien la matase, ella misma se suicidó? Vale, es una posibilidad, pero, ¿el cuerpo que, se movió solo del hospital? No, no, no, eso no puede ser. Luego, o bien es la segunda posibilidad —mis intimidantes ojos observaron a los aludidos—, o bien… una quinta.

    Me acerqué caminando al médico.

    —¿No se pregunta usted por qué está aquí?

    El médico tragó saliva, y su pierna tembló. No hubo respuesta.

    —Cuando estuve en la habitación de Gaia, vi algo… —seguí— al principio ni lo recordaba, pero luego, tras hablar con Katherine, lo recordé, y vi que tan pequeño detalle era la clave para resolverlo todo. Este detalle, es, ni más ni menos, una pequeña mancha azulada en el suelo de su cuarto.

    >>Hace poco he comprobado las transacciones bancarias de Gaia. Me llamó la atención que el día de su muerte, ella sacase una importantísima suma de dinero. Y lo sacó en efectivo.

    >> Tengo ciertos medios, como detective que soy, y se me autoriza comprobar detalles privados de los sospechosos. Como, por ejemplo, las entradas y salidas de dinero. Y uno de vosotros ha metido en su cuenta, no hace mucho, la cantidad exacta que Gaia sacó de su cuenta. ¿Casualidad? —miré al médico—. No lo creo, ¿verdad, doctor?

    >>Era tan obvio. Tan elemental. Gaia no tenía a nadie que la quisiese, nadie que la apreciase, solo a Cintia. Encima, se entera de que la persona que más odia se va a casar con su hija. No podía permitir que su fortuna cayese en sus manos.

    Nadie me entendía. ¿Tan adelantada es mi mente…?

    —¡Es totalmente obvio! —seguí afirmando—. Gaia no tenía motivos para seguir viviendo esta vida. A ella le hubiese gustado desaparecer, de repente, no volver nunca por aquí y empezar lejos una nueva vida, asegurándose antes de que su dinero estaba en buenas manos.

    >>La manchita azul era pintura de uñas. Pintura que Gaia en persona se aplicó sobre sus manos, simulando un envenenamiento. Previamente, lo había hablado todo con usted, doctor —miré otra vez al médico—. Le dio una importante suma, ¿verdad? ¿Y por qué, se preguntarán?

    >>Gaia llegó, con sus uñas pintadas ya. Barry me dijo que notó algo raro en Gaia; obviamente, eran las uñas pintadas de un color azul pálido. Cuando perdió ante el aspirante, ella simplemente se tumbó, y se hizo la muerta… a la espera de que llegase alguien que la descubriese, y llamase a la ambulancia. Cuando Barry la vio, comenzó la representación.

    >>El doctor aquí presente hizo su papel muy bien. Llegó en la ambulancia y se la llevó, diciendo que ¡oh, aún tenía puilso, deprisa, oh…! Pero Gaia estaba perfectamente.

    >>Todos pudieron ver sus uñas azules, clave para descubrir que el cuerpo fue “envenenado”. Una malísima suerte que el cuerpo, tan oportunamente, desapareciese. ¿Quién se lo llevó? ¡Nadie! Porque el mismo cuerpo, es decir, Gaia, se fue, por su propio pie. Porque ella nunca murió. Sólo simuló su muerte y se fue, lejos, donde nadie pudiese verla. Y lo único que le hizo falta para tan intrincado plan fue un cómplice sobornado, el doctor, y laca de uñas. Brillante.

    Me miraban, atónitos. Cintia se esperaba algo, y el doctor obviamente ya lo sabía.

    —¿Es todo lo que afirmo cierto, doctor? Es usted un gran actor.

    —Sí, es cierto —dijo con gran calma—. Ella me pagó para que hiciese ver que había muerto, para que la encubriese.

    —Pero, ¡¿mi madre está viva?! —gritó alarmada Katherine.

    —Maldita mujer —dijo entre dientes Fausto.

    —Es… parece algo imposible —murmuró Cintia.

    —Cuando Gaia insinuó que no la volvería a ver, Cintia —le expliqué—, no fue porque iba a morir. Simplemente, se iba a largar. Pero le dejó un regalo maravilloso, Cintia. Todo su dinero.

    —Ella no está muerta —afirmó tajante Fausto.

    —Si no aparece, legalmente lo estará —dije, muy a mi pesar—. Y el testamento es irrefutable.

    Hubo otro incómodo silencio. Lo rompió Barry:

    —¿Y dónde estará ahora Gaia?

    —Eso mismo me preguntaba yo —dijo el chico de los libros.

    Miré a Cintia.

    —Puede que sea demasiado tarde —supuse—. Pero, quizá, si nos damos prisa…



    En el aeropuerto…

    —Atención, atención, señores pasajeros, les informamos que los vuelos se han cancelado a petición de la campeona. Nadie podrá salir de la región, repito, nadie podrá salir de la región. Ruego disculpen las molestias.

    Una mujer, que levaba un sombrero beige, un fular que le tapaba la mitad de la cara, y unas gafas de sol, miró a la pantalla que informaba del repentino cambio. Mirando a ambos lados, vio como varios policías interrogaban a todo el mundo.

    —Ju, ju —rió ella—. Muy aguda, Cintia —se quitó sus gafas de sol, mostrando sus ojos. Sacó su pasaporte, pasaporte en el que un nombre, “Laia”, acompañado de falsos apellidos y una falsa foto aparecían—. Has roto mi plan.

    Dando media vuelta, se dispuso a salir del aeropuerto, caminando lentamente. Hasta que, al fondo, entrando a la casa de los aviones, se acercaban siete personas.

    Un chico con una cresta y pelo verde.

    Un hombre con pelos a lo afro de un color rojo como el fuego.

    Un hombre con apariencia intelectual, siempre con su libro y sus gafas.

    Una mujer de larga cabellera rubia, vestida de negro.

    Un chico que caminaba rápido, con pelos rubios.

    Una mujer muy atractiva y con varias joyas.

    Un hombre con gabardina y ojos sagaces.

    El último, al cruzarse con ella, la paró.

    —Perdone —dijo—, ¿es usted la famosa Gaia, del alto mando?

    Ella se vio rodeada por todos. Lentamente, se quitó su gorro, su fular y mostró su rostro.

    —Gaia… no entiendo por qué haces esto —dijo apenada Cintia.

    La mujer no contestó.

    —Mamá, si querías una nueva vida… solo tenías que buscarla. Si nos entendieses… ¡si hicieses un esfuerzo por comprender a los demás! Si no impusieses siempre tus normas a todo… —dijo con varias lágrimas cayendo Katherine. Fausto la abrazó.

    —Nos vamos a casar. Y voy a hacerla feliz —dijo el pelirrojo—. El dinero no me importa, ¿sabe?

    —El dinero no es tuyo —dijo soberbia la supuesta Gaia.

    —Ni tampoco será mío —confirmó Cintia—. Voy a donarlo, para quien lo necesite.

    Ella se quedó muda. El hombre de gabardina y de sobrenombre Handsome se acercó a ella.

    —Señora Gaia, un placer conocerla. Soy el inspector Handsome. Debería detenerla, quizás. Pero no lo voy a hacer —se apartó, dejándole libre el camino—. Usted escogerá: si quiere volver a la cola del vuelo, los vuelos retomarán su marcha y podrá ir donde le plazca. Si prefiere quedarse con su familia, yo no se lo impediré. Elija, Gaia.

    Ella, simplemente, caminó en dirección a la cola del vuelo que estaba esperando.

    —Mi nombre no es Gaia; yo me llamo Laia. Y ya decidí qué hacer en su momento.

    Y se marchó, bajo la mirada apenada de todos.

    —Nombres —rió Handsome—. ¿Qué más da, Gaia, Gala… o Laia? Al final, las personas siempre son las mismas.
     
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    Bueno, bueno, bueno, ¿qué tenemos aquí? Una historia de suspense, con pruebas directamente encaminadas hacia Katherine, y resulta que no está muerta... Yo me esperaba que fuese un complot por parte de Katherine y el doctor, pero no que fuese de la misma Gaia... Me ha encantado toda la trama, y la manera en la que está escrito es muy ingeniosa. ;) ¿Harás otra historia de Handsome? Si es así, seré de las primeras en leerlo. ^^
     
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  11.  
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    Me ha encantado el final G.L no pensaba que lo había planeado Gaia su muerte y todo eso. Me ha encantado, y como ha dicho AsleyMaya, ¿podrías hacer otro de Hadsome? Seguro que sería muy chulo. Bueno, algúna que otra falta de ortografía que me parece que he visto y eso, sigue así.
    Salu2 y Xaaoo.
     
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  12.  
    A Thunderbird

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    ¿Qué voy a decir? ¡Pues que me encanta, obviamente!
    Tú y Handsome, menudo ''equipo'' formáis. Él resolviendo estos crímenes tan interesantes y misteriosos y tú narrándolos y haciéndome creer cosas que no son para luego salir con un final que nadie espera. Es increíble cómo manejas el tema del misterio y, siendo uno de mis géneros favoritos, debo confesar que incluso te admiro y ojalá pueda algún día escribir algo así.
    Volviendo al fic. He comenzado a leerlo hace un rato, intrigada por cómo podría ser y sabiendo que no me desagradaría. Y me disponía a dejar los últimos capítulos para mañana... cuando me he dado cuenta de que no podía. Así de claro. Sinceramente, dudo que hubiera podido dormir sin terminarlo antes, porque anda que no me ha enganchado. Al principio sospechaba de Alecrán y Delos, pero enseguida he desechado esa posibilidad; más tarde de Katherine, o de Fausto, o de ambos; y quizá en algún momento de Cintia... pero desde luego, el final no podía imaginarlo. Además, esa última reflexión de Handsome, ''al final, las personas siempre son las mismas'', ha sido perfecta para terminar. Y qué razón tiene, por qué negarlo.
    He encontrado algún detalle en la ortografía, pero nada que destacar. Los típicos fallos que de vez en cuando hay que cometer a la fuerza, por decirlo de alguna forma.
    Espero que sigas publicando más de este detective, porque entre esta historia y la de Pikachu realmente he quedado fascinada. Igual yo tengo madera de escritora, pero admito que tú me das mil vueltas.
    Sigue escribiendo ;)
    ¡Pikapi! <3
    ~A.T.​
     
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  13.  
    Amane

    Amane Equipo administrativo Comentarista destacado fifteen k. gakkouer

    Piscis
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    Me encanta el hecho de que esté releyendo estos fics para comentar y me parezcan aun más obras maestras de lo que me parecieron en el primer momento. Y bueno, empecemos:

    Esta segunda parte fue aun más sorprendente e interesante de leer. ¿Quién iba a pensar que en el Alto Mando pasaría algo por el estilo? Una muerte es algo drástico, desde luego.

    Y bueno, ¿qué decir? Las deducciones de Handsome son tan sumamente brillantes que uno se queda anonadado mientras va explicando lo que sucede. Como él dice, es verdad, es una mente maestra, un genio. Apenas le toma un par de días en resolver los casos y, aunque yo me lo imagine como una persona algo estridente, es alguien muy serio y se centra en las investigaciones para dar con la verdad. Eso es algo que siempre me ha gustado de las novelas de misterio. ¿Sabes? Las sensaciones, todo lo que siento al leer un buen libro de misterio... lo siento también con estos pequeños fics. Y eso es genial, porque aunque no lo parezca soy una persona muy crítica.

    No quiero extenderme demasiado para tener también material en los otras historias (?, pero bueno, el final me dejó impactada la primera vez que lo leí. Y la decisión de Gaia... perfecta. No se echa atrás y cumple lo que se ha propuesto. No esto de acuerdo con su forma de pensar, eso de que no deje a su hija casarse con quien quiera por el dinero pero me gustó su determinación.

    Y Cintia~ Que buena persona, donando, me ha gustado ese detalle ^^

    La ortografía ha sido pulcra como siempre, aunque has tenido unos dedazos. Juanjo te señaló más arriba un par, pero yo te dejaré otros que se ven a simple vista y tal~

    En el segundo capítulo:
    "Hice".

    En el sexto capítulo:

    "Pulso".

    "Llevaba".

    Ya está, espero que sigas escribiendo este tipo de cosas en algún momento porque realmente amo tu misterio ^^
     
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